Maniobra Evasiva.
Luego de quitarse su brazo de
encima, ella realmente pensaba que liberar el resto de su cuerpo seria
sencillo.
El primer intento solo logró que se hundiera mas en su “incomoda”
posición, el segundo casi y lo tuvo… pero terminó por ganarle, para el tercero
había conseguido sacar las piernas de la cama, y con el impulso justo se pudo
escurrir de debajo de las mantas. Volvió la vista sobre su hombro, notando que
afortunadamente él dormía.
Demi soltó un suspiro, descubriendo
lo débil que podía a llegar a ser la carne. Mas tratándose de su escritor
favorito, desnudo, dormido, cansado y completamente apetecible. Parte de ella
quiso regresar a la cama, dejarse abrazar por su tibio cuerpo y olvidarse de
que tenía una conciencia. Pero la tenía y con un demonio, era peor que ese
asunto de Pepe grillo para el pobre Pinocho.
No debería estar allí, no debería
haberse quedado, no debería haberse reído con Darius y besado a Joseph tanto como si fuese la cosa más
natural del mundo. Ella no pensaba claro teniéndolo tan cerca, no pensaba claro
en condiciones normales muchos menos con Joseph a pocos milímetros.
Se levantó y con los pies en
puntillas se dirigió al baño, en el camino fue recogiendo su ropa. Mas
avergonzada de lo que nunca admitiría, cerró la puerta y reposó su peso en
ella. A esa distancia podía poner las cosas claras, pero antes debía vestirse y
llamar a Fiona.
Su amiga contestó con voz
somnolienta, arrastrando las palabras.
— ¿Qué?
—Necesito que vengas a recogerme.
—Te dije mil veces que no camines
por la calle de las prostitutas ¿En que delegación estas? —Demi puso los ojos en blanco.
—No estoy en la cárcel. Y ya te
dije que eso fue estudio de campo. —Una caminaba una noche por esos lares y el
estigma la seguía el resto de sus días.
— ¿En donde estas?
—En las afueras de
Londres—respondió tras pensarlo un momento. Oyó el sonido de Fiona posiblemente
incorporándose en su cama.
— ¿A las cinco de la mañana?
—Sí, Fiona a las cinco. —Su amiga
suspiró con desgana.
— ¿Dónde específicamente? ¿Demi?
— ¿Fiona recuerdas aquella vez
que te hice prometer golpearme la cabeza con un mazo si hacia algo muy
estúpido?
—Sí lo recuerdo, esa noche
bebimos mucho—Demi asintió recordando el momento.
—Bueno, debo decirte que como
palabra de mejor amiga, estas en la obligación de darme con el mazo.
— ¿Qué paso?—Preguntó con tono
horrorizado.
—Digamos que…como que me acosté
con Joseph.
— ¿Cómo qué? ¿No estás segura?
Realmente debes pasarte al café amiga…
—Sí estoy segura y sí lo hice,
más de una vez para ser exactos—Fiona se mantuvo en silencio, quizás digiriendo
sus palabras o quizás se había dormido otra vez. Ella no estaba dispuesta a
apostar por ninguna opción.
—Ya veo… ¿Y cual es el problema?—Demi bufó, antes de sumergirse en su
diatriba.
Le contó lo del articulo, aunque
eso ella ya lo sabia, le contó sobre la desconfianza de Joseph, sobre lo que le había dicho luego como justificación, la
pelea, la especie de reconciliación, su cambio de verdadero idiota a tipo
demasiado agradable y también el detalle que había visto su padre, pero eso
solo para que ella riera un poco.
Al finalizar se sentía liberada, si Fiona
sabía cada detalle de su vida, entonces no sentiría que estaba viviendo dentro
de una maldita comedia de escritor muerto de hambre.
—Así que ahora me siento como una
estúpida, pero es que el desgraciado es tan persuasivo, Fiona. Y yo no soy así,
no me dejo engatusar por un rostro bonito…
—Ese es un rostro muy bonito, si
me lo preguntas.
—Lo sé. —Admitió con un deje de
frustración— ¿Qué hago?
— ¿Dónde esta él ahora?
—Duerme, del otro lado de la
puerta.
—Bien cielo, no te
preocupes…estaré allí en un periquete y te vendrás conmigo. Claramente ustedes
dos necesitan enfriarse, quédate en el baño yo te enviare un mensaje cuando
este allí.
—Gracias amiga—Demi procuró susurrar cada silaba,
consciente repentinamente de que él podría despertar en cualquier instante. —No
tardes.
—No. Y Demi, se fuerte. —Ella asintió a
pesar de que la otra no podía verla—Recuerda la clase de mujer que eres, no
necesitas a un chulito que te caliente la cama.
— ¿No?—inquirió incrédula.
—No—Le respondió con tono decidido—Eres
independiente, inteligente e intrépida.
—Las tres I.
—Exacto. No sucumbas ante
palabras bonitas, si ese tipo quiere celeste que le cueste.
—Claro—Concordó encontrando a su
guerrera perdida. Por un segundo hasta echándola de menos. Le sorprendía que
parte de ella quisiera despachar a la guerrera y abrazar a la nueva Demi, esa que recibía atenciones más
que especiales por la noche. ¡Pero no! Esa Demi es floja, es tonta y por sobre
todo, esa Demi es débil.
Joseph la había ofendido, la había
lastimado más que en todas las ocasiones anteriores y pretendía arreglarlo
llevándosela a la cama ¿En serio? Luego se sorprendía de que la pusiera en el
mismo escalón que su madre, había respondido del mismo modo que ella lo haría.
Abriendo las
piernas y dejando que todo se
diluyera con la bruma de otro coito. ¡Que patética!
—Deberías darte vergüenza.
— ¿Por qué? ¿Yo que hice? Demi soltó un leve risilla y colgó la llamada. Aun así la sensación
de sentirse avergonzada, volvió a avasallarla y mientras estuvo allí esperando
a su amiga se replanteó una y mil veces su decisión.
Pero cuando salió del baño y lo
encontró tan plácidamente dormido con las sabanas enredadas a su escultural
cuerpo, lo supo. Eso era lo que debía hacer.
……
Tras soltar un quedo gruñido
entre dientes, Joseph extendió
sus adormecidos dedos que por alguna razón aferraban con fuerza las sabanas y
masculló una lenta maldición. Se dio la vuelta, dispuesto a aferrarse a algo
mucho más cálido cuando su brazo aterrizó sobre el vacio. Abrió los ojos
desconcertado, tratando de ver más allá del sueño que luchaba por llevárselo de
regreso al inconsciente.
Alzó el brazo como para confirmar que no había nadie
allí, aunque claro eso era bastante obvio. La cama no era tan grande como para
que se le hubiese perdido Demi, incluso sospechaba que ella
podría haber terminado en el suelo. Él no era específicamente, la persona más
tranquila y quieta a la hora de dormir, por lo que la teoría tenía cierto
respaldo.
Preocupado ante esa posibilidad,
se incorporó desenredándose de las mantas que formaban nudos en sus pies.
Realmente debería probar con alguna técnica para no girar como un trompo en
sueños, esto era un tanto ridículo. Miró el suelo, dejando ir un leve suspiro
de tranquilidad, ella no estaba allí. ¡Momento! ¿Dónde estaba ella?
Observó la puerta que conducía al
baño, notando el lugar tan oscuro como el resto de la habitación. Eso comenzó a
confundirlo.
Joseph salió de la cama y a tientas se
colocó el primer par de pantalones a mano, notando en el proceso que la silla
que había usado la noche anterior como perchero, solo contenía sus prendas y no
las de Demi. Tenia sentido, ella no se
pondría a deambular por la casa sin ropa, no después de lo que había visto su
padre. Suponía que un espectáculo era más que suficiente.
Se dirigió al baño sabiendo que Demi no estaría allí sentada en la oscuridad, aun así comprobó detrás
de la cortina incapaz de pasar por alto alguna esquina. Nada.
Diferentes posibilidades
comenzaron a golpear su mente, despachó las mas paranoicas casi al instante.
Estaba casi seguro que no dormiría tan plácidamente, si algo malo le hubiese
ocurrido a ella. Pero entonces estaba aquel detalle de que él tampoco, se
despertaba a mitad de la noche para hacer un reconocimiento de su compañera de
cuarto. ¿Podría haberle pasado algo? No, imposible. Lo habría escuchado, si no
hubiese sido él, su padre habría notado alguna cosa fuera de lugar. Y no
recordaba ruidos fuertes, gritos, disparos ni nada. Así que
esa opción, definitivamente quedaba abolida.
Luego por supuesto, estaba la
posibilidad de que ella solo hubiese ido a la cocina a beber algo. Si bien Joseph no era de esa clase de personas
que desperdiciaba horas de sueño en viajes al baño o a la cocina, tal vez Demi sí lo era. Antes de seguir
analizando esos detalles, decidió bajar las escaleras y comprobarlo de una
buena vez.
Todo el trayecto lo hizo a
oscuras, siendo gran conocedor del territorio en el que se movía. Las
habitaciones que cruzaba estaban desérticas y conforme se acercaba a la cocina,
una muy insana sensación de malestar comenzaba a acelerar los latidos de su
corazón. Al entrar y encontrarse todo como lo habían dejado después de cenar,
las teorías prácticamente saltaron por la ventana con arrojo. Y él que incluso
había pensado que podría haberle pasado algo, cuando era obvio que Demi simplemente se había marchado.
Sin una nota, un adiós o un
mísero beso de despedida y a mitad de la noche.
La cólera comenzó a inundar sus
venas, sintiéndose estúpido parado solo en la oscuridad, esperando por ella,
buscándola, deseándola incluso entonces.
Iba a matarla.