¿No has encontrado nada más que
meter aquí?
—Traje lo
imprescindible—respondió tranquilamente.
— ¿Si? ¿También trajiste a tu
conserje?
—Nunca se sabe cuándo pueda serme
necesario—Se encogió de hombros sonriendo, para luego adelantarlo y abrirle la
puerta.
Media hora después se encontraban
camino a Bristol, había sido algo difícil dejar atrás el ajetreo de Londres,
pero eso no preocupo a su compañera de viaje en lo más mínimo.
Al momento en
que posicionó su trasero en el asiento de cuero y colocó la frente en la
ventanilla, comenzó a roncar como si se le fuese la vida en ello.
Joseph puso algo de música relajante
para tapar el concierto personal de Demi y se dispuso a conducir en
silencio, su bella durmiente no dio señales de vida hasta un cuarto de hora más
tarde, cuando al parecer la naturaleza la reclamó.
—Detente.
Él se volvió hacia su derecha,
sorprendido de oír su voz después de tanto tiempo de monotonía.
— ¿Qué? —Ella lo miró con los ojos
muy abiertos.
— ¡Detente!—repitió, Joseph observó los alrededores, no
había más que campo y alguna que otra vaca adornando los páramos.
— ¿Aquí?—inquirió extrañado.
—Por el amor a Dios Joseph, detente o tendrás un nuevo
decorado en tu tapicería—No necesito oír más, aparcó el auto en la calzada y
destrabó las puertas en un santiamén.
Demi brincó del interior a la carrera
y él la siguió con la mirada, hasta que su silueta se confundió con los árboles
que decoraban los laterales.
En un instante, vio a una vaca
escapar en dirección contraria y se escucharon los gritos de Demi diciendo « ¡Fuera! Largo de aquí
o te hago barbacoa» A lo que la vaca respondió con un ofendido ¡Mu!
Cinco minutos después, ella
regresaba caminando con la misma dignidad que la reina mostraba al recorrer el
palacio, arreglándose la falda metódicamente y alisando las invisibles arrugas
de su blusa. Mientras a sus espaldas las vacas volvían a sus antiguas
posiciones, observando fijamente a la mujer que había alterado su paz amenazándolas
con echarlas a la parrilla.
— ¿Todo en orden?—Preguntó cuándo
ella hubo cerrado la puerta del auto. Demi lo miro y asintió con una
sonrisa.
—Perfectamente—respondió cruzando
las manos sobre su regazo, mostrándose lista para continuar con el viaje.
Joseph sacudió la cabeza ahogando las
ganas de reír, esa mujer era increíble.
Demi lo miró de soslayo mientras le
daba arranque al automóvil, una música como de pianos y violines inundo el
ambiente. No recordaba haberla oído antes, seguramente él había puesto el Cd
mientras ella dormía.
En verdad la música invitaba a más de uno a pegar las
pestañas, pero Joseph parecía
muy enfocado en la carretera, con el rostro fresco y completamente despierto.
Comparado con ella, él parecía salido del salón de belleza…peor, si alguien los
detenía en ese instante él estaría listo para salir en la portada de una
revista. Y ella… ella estaría lista para ser desechada en el próximo vertedero.
Lo malo es que Joseph ni se esforzaba en lucir bien,
estaba vestido con ropas que en cualquier hombre lucirían insulsas, pero no en
él. Las camisas que usaba Joseph,
parecían hechas a medida, incluso Demi aventuraba que las mandaba a
confeccionar y todo ese royo de los hombres ricos.
Porque Joseph tenía dinero, no que ella fuese pobre, pero él tenía más
dinero que ella. Lo había descubierto de una forma muy chistosa, cuando una
tarde después de todo un día de trabajo, ambos salieron a comprar comida. Ella
quería algo rápido, como un McDonald o una salchicha en algún puesto callejero.
Pero él no, Joseph quería comer
en verdad y la arrastró a un restaurant que expedía finura por cada esquina
perfectamente amueblada.
Demi se había sentido una intrusa,
casi como una mendiga en busca de unas migajas. En tanto que su compañero,
saludaba al cantinero y al gerente como si tuvieran años de trato de por medio.
Ella le había preguntado si acostumbraba ese sitio y él todo sarcasmo, le
respondió que ese sitio era suyo. Por supuesto que no le creyó, hasta que le
trajeron la carta, una carpetita de cuero en la que se encontraban grabadas dos
letras. DR.
— ¿Joseph Rhone?—inquirió jugando con él. Porque no podía ser cierto
¿Qué? ¿Era escritor y camarero a medio tiempo?
—Darius Rhone—La corrigió y fue
como si con esa simple frase despertara al gigante dormido, un hombre de
contextura robusta y barba blanca se volvió automáticamente para mirarlos.
Fueron dos segundos, los
que tardo en atravesar las cortas
distancias que los separaban para luego plantarse a su lado y sonreírle
afablemente.
— ¿Me llamabas?—Preguntó a Joseph, aunque no apartaba sus
destellantes ojos azules de ella.
— Demi, Darius…—hizo una pausa, observando ceñudo al hombre mayor.
Este pareció notar su firme mirada, pues tras otro segundo de escrutarla sin
reparos, le devolvió la atención—Papá ella es Demi — ¿Papá? ¿Ese era su papá? ¡Momento! ¿ Joseph tenia familia?