martes, 30 de julio de 2013

Camino A La Fama Capitulo 9



Así Juego Yo.

Uno nunca esperaría sentir la necesidad física de arrancarse la cabeza, pero allí estaba ella, demostrando que a veces incluso la mente está en desacuerdo con lo que dicta la lógica.


Había ciertas partes de su cerebro, que parecían estar despertando lentamente a la sobriedad, algunas otras seguramente no volverían a ver la luz del día. Demi estaba casi segura de haber matado, más de la mitad de sus neuronas con ese condenado alcohol etílico.

 Porque no podía ser otra cosa que eso, nadie se ponía tan ebrio con licores buenos. Maldito doctor, maldita Connie, maldito Joseph…malditos sean todos los que la pusieron en aquella situación.

Pero bien, de nada valía injuriarse por el pasado. Estaba en su cama, estaba sana y salva; y a partir de ese segundo estaba por comenzar a invernar, hasta sentir que todo en su mente volvía al cause común. 

Se prometió en ese instante no volver a tocar el alcohol, incluso si se cortaba prefería morir de tétanos antes de intentar desinfectarse con él. Dios la cabeza le daba vueltas y su estómago parecía contraído en una diminuta bola, sentía que con cualquier estimulo se activaría como la noche anterior y le sería imposible contener los vómitos. Asco, ella era un asco. ¿Cómo había caído tan bajo?

Se removió un tanto incomoda y soltó un quedo gemido al aire ¿Podía ser posible que incluso aquello le hiciera retumbar las sienes? Sí podía ser.

—Voy a morir —susurro aletargada, mientras hundía el rostro en la almohada y se dejaba embriagar por ese aroma tan particular.

Que extraño que su almohada oliera a hombre, teniendo en cuenta que su cama era como la superficie lunar, el último avistamiento masculino databa de mil novecientos sesenta.

No le dio mucha importancia y prosiguió con su labor de hundir el rostro, en la suave, tibia y musculosa superficie. ¡Aguarden! ¿Musculosa? Demi abrió los ojos abruptamente, para encontrarse con piel… ¡Piel! No, no solo con piel, sino con todo un hombre completo debajo de ella. Corrección, un hombre completamente desnudo.

—Ay Dios…—soltó en un suspiro, plantando las manos en el pecho de aquel hombre para incorporarse.

 Pero fue ese único movimiento el que finalmente termino por despertarlo y de ser posible Demi, paso de avergonzada y confundida a literalmente estupefacta.

—Buenas—Saludo él con una sonrisa de suficiencia en sus labios, ella no respondió, no respiro, no...

Solo se quedó allí, mirándolo sin dar crédito de que él estuviese ocupando su cama. Todo despeinado el condenado, con el torso — 

¡Sí! El de Botticelli— expuesto en toda su gloria y esos ojos azules resplandeciendo de vivacidad, como si cargara una lámpara a un lado para crear ese efecto devastadoramente apuesto.

— ¿¡Qué demonios haces aquí!?—exclamo cuando sus adormecidas neuronas, terminaron de conectar los sucesos.

Joseph frunció el ceño y sin hacerle caso, la empujo a un lado para darse la vuelta y volver a conciliar el sueño. 

Demi observo su espalda, observo como los músculos se le tensaban por un instante, para luego dar paso al típico respirar acompasado propio del descanso. Ella puso los ojos en blanco y soltó un sonoro suspiro, antes de asestarle un golpe y luego otro y otro, hasta que él decidió devolverle la atención.

— ¡Quieres detenerte ya!—Le grito tomándola por las muñecas, hasta tumbarla en la cama y presionarla con el peso de su cuerpo de gorila.

—Suéltame—Pidió notando como su respiración se había ido a las nubes con ese simple cambio de posiciones, pero a decir verdad esa la dejaba a ella en marcada desventaja— ¡Joseph suéltame!

— ¿Y si no quiero?— Demi se mordió el labio con impotencia y él soltó una carcajada, liberándola al mismo tiempo—Miedosa.
—No tengo miedo.
—Claro que sí.

— ¿Qué haces en mi cama?—Él volvió a reír, pero de un modo que le erizo hasta los vellos de la nuca.

—Mira otra vez cariño—Con un ademan le apunto la habitación y ella como una estúpida, siguió el movimiento con sus ojos para nuevamente encontrarse perdida. Demi escrudiño todo con calma, sin reconocer los colores de ese cuarto, los muebles o siquiera la cama donde estaba sentada.

— ¿Qué…?—inquirió con la voz en un susurro— ¿Dónde…?
—En mi casa.

Las palabras de Joseph se colaron por sus oídos, deteniéndole el corazón al mismo tiempo. Su casa ¡Su casa! ¿Qué demonios hacia ella en su casa? Peor ¿Por qué estaba acostada con él? ¡No podía ser cierto! ¿¡Con Joseph!?

No sabía que la molestaba más, haberse acostado con él ebria o el no recordarlo en absoluto.

— ¿Tú y yo…?—preguntó con la garganta seca, repentinamente la sentía como si intentara pasar arena por entre sus cuerdas vocales.
—Oh si, toda la noche—Eso era todo, oficialmente estaba muerta.
Sí, su corazón ya no latía, sus pulmones habían colapsado cual víctima de accidente automovilístico y su cerebro… 

¿Qué cerebro? Solo una estúpida descerebrada se acostaría ebria, con el hombre con el que se supone debe trabajar. Se sentía como una de esas secretarias busconas, las mismas que usaban su cuerpo para obtener un aumento. Solo que ella obtendría una patada en el trasero y un “gracias por los servicios prestados” Estúpida, era una palabra demasiado bonita para definirla.

—No puede ser…—murmuro resignada. Pero entonces la confusión dio paso a un sentimiento mucho, mucho más liberador. La ira— ¿¡Por qué!?—Increpo mirando a su compañero de cama— ¿Por qué hiciste eso? ¿Acaso…acaso eres idiota?

— ¿Idiota? ¿Y eso porque? Anoche no pensabas lo mismo, es mas no dejaste de decirme cuanto me adorabas y que esta era la única forma en que podrías pagarme...

— ¿Pagarte?—Lo interrumpió chillando. 

lunes, 22 de julio de 2013

Marido De Papel Capitulo 27




Él hundió las manos en sus bolsillos—. ¿Lo soy?

Demi se dirigió a David y le entregó un billete de cinco dólares.
—David, ¿por qué no vuelves allí y juegas a las máquinas un rato, mientras hablo con este señor? —pregunta.

Él sonrió abiertamente.

—Claro, Miss Jonas, ¡gracias! —y se fue a grandes zancadas.
—Así que venías con un niño, no con ningún otro hombre —murmuró Joe distraídamente.
Ella se ruborizó.

—¡Como si fuera a confiar, otra vez, en mi propio criterio sobre los hombres! La madre de David está en el trabajo, por lo que me ofrecí a traerlo a ver una película.

—Te gustan los niños, ¿no? —le preguntó, y sus ojos miraron suavemente hacía su cintura—. Es una suerte.
—Yo no llamaría así —dijo obstinadamente.

Él suspiró. No sabía qué decir pero, sin duda, este no era el mejor sitio para hablar—. Mira, ¿por qué no vamos a al niño y volvemos a la pensión? ¿Han venido conduciendo?
Ella sacudió la cabeza.

—Vinimos en el autobús —quería discutir, pero parecía haberse quedado clavada en el suelo. No podía entender por qué él estaba aquí, cuando Betty era libre. 

Tal vez eso era lo que quería explicarle. Por el momento, parecía que no tenía más remedio que hacer lo que él decía.

—¡En el autobús! —murmuró él, y en tus condiciones, dijo para sí mismo, porque no se atrevía a decirle que sabía que estaba embarazada. Todavía no—. 

Vamos a por el niño, —dijo brevemente—. Voy a llevaros a casa.

Joe fue a buscar David y los llevó de vuelta a la pensión. David le agradeció la invitación y se fue. La Sra. 

Harper estaba merodeando, pero una mirada furiosa de Joe hizo que se marchara.

Cerró la puerta detrás de ella y se sentó en una silla, mientras Demi se sentaba en la cama un poco nerviosa.
—¿Dónde está Betty? —le preguntó.

—En Corpus Christi, supongo, —dijo—. Estoy solo.
—No vas a estar solo mucho tiempo, —recordó él—. Ya puedes casarte de nuevo.

—Ya estoy casado, —dijo tranquilamente—. Tengo una mujer joven y muy bonita.
Se ruborizó.

—Me divorcié de ti.
Agitó su cabeza.
—Lo he parado.

—¿Por qué? —Preguntó mirándolos con los ojos tristes y la cara tan blanca como el papel—. ¡No tienes que seguir casado conmigo ahora que ella está libre!


Hizo una mueca de dolor. Se acercó y tocó su mejilla, pero ella se retiró.

Marido De Papel Capitulo 26





Dane tardó dos días en dar con Demi en una pequeña pensión a las afueras de Houston.

 Durante ese tiempo, Joe perdió sueño y se torturaba pensando en todo lo que podría haberle pasado a su vagabunda esposa embarazada, lo que no mejoró su temperamento ni su angustia.

Cuando Dane lo llamó, ya había salido luna y no tardó casi nada en llegar a todos la pensión de la Sra. Harper, pero cuando llegó a la puerta principal y se bajó del coche que había alquilado en el aeropuerto, no sabía muy bien qué decir. 

Miraba la casa blanca con anhelo y aprensión. Su esposa estaba allí, pero ella no lo quería. Había tratado de divorciarse de él, se había trasladado aquí y había hecho un gran esfuerzo para borrarlo de su vida. Ni siquiera le había dicho nada de su embarazo. 

¿Cómo debería hablar con ella, ¿qué tenía que decirle para que le perdonara por todo lo que le había hecho sufrir y por la forma en que la había tratado?

Salió del coche y se acercó a la casa lentamente, arrastrando los pies, porque tenía miedo de lo que pudiera pasar. Se acercó y llamó al timbre. Una anciana, sonriente y regordeta, abrió la puerta.

—¿Puedo ayudarle? —pregunta educadamente.
—Soy Joe Jonas —dijo, en un tono moderado—. Creo que mi esposa está viviendo aquí. Se llama Demi.

—¿La Srta. Jonas es su esposa? —preguntó, desconcertada—. Pero estoy segura de que dijo que no estaba casada.

—Está bien casada, —respondió, acordándose, demasiado tarde, de quitarse su sombrero Stetson, de color crema, y dejarlo colgando de su mano. Me gustaría verla.

Ella se mordió el labio, frunciendo el ceño.

—Bueno, en este momento no está aquí —dijo—. Se fue a ver esa nueva película de aventuras al centro comercial, con el Sr. Coleman, eso es.

Su mirada era ligeramente homicida.
— ¿Quién es el Sr. Coleman? —pregunta brevemente.

—Vive aquí, también —dijo tartamudeando nerviosa por el oscuro resplandor de sus ojos—. Es un joven muy agradable…
—¿En qué centro comercial y que película es? —exigió.
Ella se lo dijo. No se atrevió a ocultárselo.

Rodeó su coche, cerrando la puerta con un portazo y haciendo patinar el coche, mientras se incorporaba a la calzada.

— ¡Oh, querida, querida, —murmuró la Sra. Harper—. Me pregunto si debería haberle dicho que David tiene once años…

Sin se consciente de la hora, Joe llegó al centro comercial, aparcó el coche y fue directo al cine. 

La suerte quiso que la película hubiera terminado en ese momento y la gente empezara a salir por las tres puertas de la sala. Estuvo pendiente de todo el mundo, hasta que vio Demi.

Ella estaba hablando con un niño pequeño, que llevaba una gorra de béisbol, con la cara animada y sonriente. Su corazón saltó cuando la vio salir del gran edificio. 

Él amaba. Sinceramente, no había reconocido. Su corazón se aceleró desenfrenadamente, pero sus ojos empezaron a brillar, tranquilos, atentos y con adoración.

Demi estaba demasiado lejos para ver su expresión. Pero lo descubrió inmediatamente y se detuvo a pensar cómo la había descubierto. El muchacho estaba diciendo algo, pero no lo estaba escuchando. Su rostro estaba pálido.

Joe se acercó a ella, alerta ante cualquier movimiento repentino. Si trataba de correr, la detendría antes de que consiguiera dar tres pasos.

Pero ella no corrió. Levantó la barbilla, como si se preparara para la batalla y sus manos apretando el pequeño bolso contra la cintura de su falda vaquera.

—Hola, Demi, —dijo cuando llegó a su altura.
Ella lo miró con recelo.

—¿Cómo me has encontrado? —preguntó.
—No he sido yo. Lo hizo el detective de la agencia.
Se puso más pálida todavía.


—He firmado todos los documentos necesarios, —le dijo secamente—. Eres libre.

Mi Adorable Rebelde capitulo Final





A veces Marty es un gran idiota — Continuó Joseph —. Si mal no recuerdo. 
Fue él quien saco a relucir el nombre de Swiss Kriss Yo estaba casi dormido. 

Y lamento no haber corrido en tu defensa, pero, francamente, no me afecta demasiado lo que diga la gente. 

En lo que a mí respecta, la gente puede tener todas las locas opiniones que se le antoje.

Joseph estaba ahora tan cerca que tenía la certeza de que podía oír los latidos de mi corazón. Todo lo que decía caía sobre mí en oleadas oscuras. Pensé en la conversación que había escuchado… 

¿Qué había dicho el con exactitud? No demasiado. Fue Marty el que habló la mayor parte del tiempo. Pero yo enseguida culpe a Joseph de todo.
Levante la vista hacia él.

— Oh, Joseph — dije desanimada —. Lo siento. Supongo que… no pude olvidarme de tus bromas acerca de ser la hija del director…

— Demi. — Joseph me acarició la mejilla. — Es difícil no hacerte bromas. Eres la persona de quien uno más puede burlarse en el mundo…Te enojas con tanta facilidad…— 

Extendió la mano y la llevo un mechón de mi pelo detrás de mi oreja. — Nunca pensé en ti como si solo fueras la hija del director. ¿Cuándo vas a aceptarlo?

Sentí que se me agrandaba el corazón.
—Supongo…supongo que estoy empezando a hacerlo en este mismo instante.

Ahora bien, ¿quieren explicarme algo que nunca puede entender? ¿Por qué, en las novelas románticas, los protagonistas se unen justo cuando el aspecto de ella es de lo peor? En Lo que el viento se llevó, Rhett le revela su amor a Scarlett cuando ella está toda transpirada y llena de hollín, mientras Atlanta se incendia. 

En Rebeca, Max se declara a la narradora justo después de haber paseado en el convertible de él, cuando tiene todo el pelo hecho una gran maraña. Son libros, ¿verdad? Es ficción, ¿No es cierto? Es todo inventado del autor. Entonces,

 ¿Por qué no hacer que el gran momento llegue cuando el pelo de la protagonista está en un buen día y ella se vea elegante? Por ejemplo, habría sido mucho más conveniente para Joseph besarme en el gimnasio, cuando yo estaba maquillada y tenía puesto mi vestido negro.

 Pero una no puede elegir donde van a ocurrir las cosas y, si se pasa la vida planificando, puede ser que nunca sucedan.

Miré a Joseph un segundo y luego me acerqué y lo besé. Pareció sorprenderse, pero al cabo de un instante ya me estaba devolviendo el beso. Le rodeé en cuello con los brazos. 

Todo era igual al recuerdo de lo que había pasado aquel día junto a la escalera. Sentí vértigo, el mundo giró lentamente debajo de nosotros. Y los brazos de Joseph temblaron como si él estuviera muy nervioso. O muy feliz.

Entonces me di cuenta de que tal vez esa fuera un mejor ocasión que cualquiera otra que se hubiera dado en el Baile de Otoño. Por cierto, las estrellas que brillaban en el jardín junto a la piscina de Pat eran mil veces más relucientes, y más hermosas, y más reales.
Te amo yo también te amo.

Fin



Mi Adorable Rebelde capitulo 41




Oye, Joseph — dijo —. ¿No vamos a entrar?

Joseph sacudió la cabeza mientras le daba a una chica un vaso de papel lleno de ponche y le dedicaba una de sus sonrisas relampagueantes.

— No — dijo —. Pat y yo decidimos que nos quedaríamos aquí afuera.
— Pero…

— ¿Alguien quiere más ponche? — gritó Joseph, y enseguida se vio rodeado de gente que sostenía en alto sus vasos. Le dirigió a Pat una sonrisa por encima del hombro.
— ¡Demi!

Me di vuelta. Katie estaba detrás de mí. Gus permanecía a su lado. Estaban tomados de la mano.
— Pensé que te sentías mal.

— Así fue — dije simplemente. Saludé con la mano es dirección a Gus. — ¿Qué paso? — le pregunté a Katie en voz baja —. Esperaba encontrarme con un caos total.

—Ya se — contestó Katie. Bajando la voz. — Cuando Gus y yo llegamos, había unas pocas personas en la casa y muchas atrás, junto a la piscina. Pero después vino Joseph y los obligó a todos a salir y poner en orden esos tachos de basura en el porche.

Fruncí el ceño. ¿Joseph poniendo en orden tachos de basura? Yo había pensado que no le importaba lo destruida que quedara la casa…Creía que esa era la razón por la cual quiso que la fiesta se organizara allí.

— ¿Demi? Hola — dijo Katie haciendo castañear los dedos delante de mi cara —. ¿Todo bien? Estas como flotando en el espacio.
Sacudí la cabeza para aclarar las ideas.
— Solo pensaba…

— ¿Qué paso entre tú y Alex?
Le aparte el brazo.

— Te lo cuento más tarde — dije —.Tengo que hablar con Joseph.
Me di vuelta, pero Joseph ya no estaba en el Porche. Mi mente daba vueltas. Yo no sabía que pensar ni que sentir ni que iba a decirle a Joseph cuando lo encontrara. 

Pero me abrí paso entre la multitud y al hacerlo, choqué contra Swiss Kriss y le hice derramar su ponche sobre su perfecto traje de duende.
Lo encontré en el patio de atrás, con una red en la mano, sacando vasos de plástico, colillas de cigarro y otras basuras de la piscina. E

l hecho de verlo hizo resurgir en mí el terrible dolor que había sentido al oírlo hablar con Marty. No dejes que te engañe, me aconseje por debajo. Me había equivocado al confiar en él antes…No iba a volver a bajar la guardia.
Me detuve junto al borde de la piscina.

— Bueno — empecé — ¿Qué significa este repentino acto de limpieza?
Levantó la vista brevemente; sus ojos verdes relampaguearon.
— ¿De qué hablas? Hay unos vasos en la piscina y, como puedes ver, los estoy recogiendo.

— Oh, y supongo que esto tiene algo que ver con tu acto del señor mago— dije con brusquedad—. Estás tratando bien a Marea Alta Pat para que te permita saquear su bodega.
Joseph frunció el ceño.

— Te estás equivocando, Demi. Sé que no cuento con tu aprobación, que ni siquiera me acerco a tu tipo de vida acorde con tus principios, ¿pero tengo que disculparme por limpiar la piscina de alguien?
Levanté las manos al aire.

— ¡Como si esto se tratara de limpiar! Vamos Joseph, oí tu conversación con Marty. Sé que lo de esta fiesta fue idea tuya, sé que planeabas arrasar el lugar. Y sé…

Las palabras no lograron seguir saliendo de mi garganta.
— ¿Sabes qué? ¿Qué fueron exactamente lo que me oíste decir a marty?
La cara me ardía. Trate de controlar la respiración.

— Que Estabas planeando convencer a Pat de que te dejara en la bodega. Que…que…

— ¿Qué? — quiso saber Joseph, y apretó la mandíbula.
De repente, los ojos se me llenaron de lágrimas.
— Que te habías… quedado hasta tarde con Swiss Kriss…
Joseph torció la boca.

— ¿Qué había hecho qué?
Se incorporó y comenzó a acercarse a mí, pero extendí una mano para mantenerlo alejado.

Las lágrimas habían comenzado a deslizarse por mis mejillas. Una parte de mi quería volver corriendo a casa, pero también necesitaba seguir hablando.

— Me enloqueció pesar que de veras me estabas tomando en serio. Quiero decir, todo lo que hiciste fue insultarme y agredirme desde el principio. Para ti, solo soy un enorme estereotipo. Solo porque soy la hija del director, tú deduces…

— ¿Yo deduzco? ¿Yo deduzco? — Joseph me agarró el brazo. — que yo sepa, eres tú la que ha estado haciendo deducciones todo el tiempo.
— ¿Qué dices? — Pregunté, soltando mi brazo.

— Digo que, no importa lo que haga, siempre me consideras una especie de criminal. Te preocupas demasiado que la gente te vea como una chica seriecita porque eres la hija del directo.

 Pero tú, solo porque a veces me guste divertirme y organizar algunas picardías, tienes que pensar lo peor de mí. — Joseph respiraba en forma entrecortada. Sus mejillas ardían. 

— Oyes unas pocas palabras fuera de contexto y te dejas llevar por eso. ¿Acaso se te ocurrió preguntarme a mi que pensaba después de oírme hablar con Marty?
Me sentí avergonzada.

— Bueno…yo…