Joe no había decidido nada sobre la pensión y tampoco había
pensado en ello. Iba de camino a Corpus Christi con Bob y Betty, escuchando la
radio sólo a medias, siguiendo a la pareja, que iba en su Mercedes, en su
Lincoln.
Pensó que podría haber ido en el coche con ellos, que era,
seguramente, lo que Betty esperaba. Pero él quería estar solo.
Su ex esposa lo
había echado todo a perder con su vuelta prematura. Sus burlas le habían hecho
daño a Demi, quien no había recibido de él nada más que dolor. La había
obligado a casarse, sin pensar si ella quería o no.
La había seducido para
satisfacer su deseo y, luego, la trajo a su casa sin hacerle, en el amplio
sentido de la palabra, ni el más mínimo caso durante las dos semanas
transcurridas de sus dos semanas.
Mirando hacia atrás, no era capaz de explicarse
aquel comportamiento irracional.
Desde la noche que había estado con Demi, su único pensamiento era
lo dulce que era hacer el amor con ella.
No había soñado con que pudiera querer
tanto a alguien.
Pero le había asustado la intensidad de sus sentimientos y se había
apartado de ella.
Y, la poca afortunada aparición de Betty, había sido la gota
que colmó el vaso, levantando un muro entre Demi y él.
Pero no era sólo deseo lo que sentía por su joven esposa, y, por
primera vez, tuvo que admitirlo.
Recordó Demi con dieciséis años, abrazando a
un cachorro al que, unos crueles muchachos, le había disparado con un rifle, y
llorando con rabia, ya que insistió en que Joe la llevara al veterinario.
El
cachorro había muerto, y Joe había consolado a la joven cuyo corazón sonaba
como si se fuera romper. Demi, como siempre había sido la defensora de los indefensos.
En su corazón cabía el mundo entero. ¿Cómo pudo haber herido de ese modo, a una
mujer así?
Él suspiró en voz alta. Se preguntó si se había vuelto loco con
el regreso de Betty.
Había temido su vuelta porque creía que todavía estaba enamorado
de Betty, pero ya no lo estaba. Lo supo, de repente, en el momento en el que
vio a Demi con lágrimas en los ojos y la maleta en la mano.
Demi había vivido
con él durante dos semanas, y ni siquiera la había tocado desde su noche de
bodas.
No podía creer que lo hubiera hecho. Ahora se dio cuenta de que había
ocultado sus sentimientos incluso a sí mismo. Había tenido miedo de enamorarse
de Demi, porque pensó que le iba a pasar igual que con Betty. Excepto que Demi no
se vendía al mejor postor. Ella lo quería y, al parecer, estaba avergonzada de
sentirse de esa manera.
Pero tenía un gran corazón y lo había cuidado. Si lo hubiera
intentado, podría haberse hecho dueño de su amor. El pensamiento, que una vez
le había dado miedo, ahora le parecía lo mejor del mundo.