― No, se descubrió que había algo ― alguna bacteria ― en la comida, y todos estábamos inmunizados porque, sin
saberlo, la habíamos estado comiendo durante años, pero el chico nuevo no
estaba inmunizado y tendrías que haber visto…
Miré a Joseph a los ojos.
― Esa historia no
tiene un solo detalle que te disculpe.
Bruce pareció sentirse absurdamente complacido, como si yo
acabara de hacerle un enorme cumplido.
― Lo se_ dijo sin
preocuparse ― Escucha, quiero preguntarte algo.
― No, yo no llama a la
policía la noche de tu fiesta ― me adelanté, y di
vuelta una página de mi libro de español.
― No era eso ― dijo Joseph ― Ya sé que no llamaste a la policía. Fue la señora Hewllet. Me
enteré porque también llamó a mis padres. ¿Por qué iba a pensar que habías sido
tú?
Lo miré con expresión inflexible. De repente, su conversación
con Marty volvió a mi mente con asombrosa claridad. ―Con Demi es como sentir una vigilancia constante… es un caso
agudo de síndrome de hija del director‖. El recuerdo hizo
que me ardiera la cara.
Joseph me miraba atentamente, con un alteo extraño en
la profundidad de sus ojos.
― ¿Demi? ― dijo con voz suave ― ¿Qué pasa?
Sacudí la cabeza. No iba a darle la satisfacción de hacerle
saber que había oído ese diálogo humillante.
― Nada.
Él se encogió de hombros.
― Bueno, lo que quería
preguntarte ― dijo con lentitud mientras comía el postre
de Katie ― era si querías ser vicepresidenta del club
que voy a fundar.
Entrecerré los ojos.
― ¿Qué clase de club?
¿Está auspiciado por el colegio?
Pareció interesado.
― ¿Qué quieres decir?
― Quiero decir, ¿Tiene
el respaldo de algún profesor o de… bueno, ya sabes, un entrenador o algo por
el estilo?
Joseph frunció el ceño.
― No sabía que
necesitaba eso.
― Lo necesitas, si quieres que figure en los formularios para
ingresar a la universidad ― aclaré ― ¿Qué clase de club dijiste que era?
― Todavía no lo sé.
― ¿Qué nombre tiene?
― Todavía no lo elegí.
― Bueno, ¿qué va a
hacer el club? ― pregunté exasperada.
Hizo un gesto con la mano como para descartar el tema.
― Nada importante,
salvo que pensé quesería bueno tener una especie de fundación para recaudar
fondos a fin de dar una fiesta.
― ¿Quién va a dar
dinero a un grupo de chicos para dar una fiesta? ― quise saber.
― Bueno, obvio que no
le diré a nadie para que estoy recaudando fondos ― dijo Joseph con paciencia ― Pero no creo que
nadie haga preguntas. Por ejemplo, cuando compras en una venta de tortas.
¿Interrogas a la persona que te las vende?
― No, pero…
― Es por eso que el
club necesita un nombre realmente bueno ― dijo Joseph ― En tu calidad de
vicepresidenta, ¿puedes hacer alguna sugerencia?
― Mira ― dije mientras me levantaba y recogía mis libros ― no voy a ser vicepresidenta de ningún club que sea tan
deshonesto y carente de escrúpulos.
― Epa ― reaccionó Joseph sin irritarse ― No te pedí un
análisis moral del proyecto. Es sí o no. ¿Quieres ser vicepresidenta o no?
― ¡No! ― le grité ― ¡No! ¡No!
La gente se dio vuelta para mirarnos.
― ¿Podrías hablar más
fuete? ― dijo él con una sonrisa ― No te oí bien.
Dos noches más tarde, después del postre, mamá comentó al pasar.
― Por fin conocí al
chico que se mudó a la casa de enfrente. Parece muy buena persona.
― ¿Joseph Conner? ― pregunté mientras
pasaba la cuchara por el fondo de mi plato de crema.
― Oh, ¿ese es Joseph Conner? ― dijo mi madre ― No sabía que era justamente él de quien siempre estás hablando.
Pareció reflexionar.
― No estoy siempre hablando de él ― protesté ruborizada.
― ¿Dónde lo viste? ― preguntó papá.
― Pasé por un lavadero
de autos ― dijo mamá lamiendo su propia cuchara ― Un club llamado Guardianes de la Democracia.
Papá y yo gemimos al unísono.