domingo, 21 de abril de 2013

Química Perfecta Capitulo 50




Joe   
  
A la mañana siguiente, tras la visita de Demi al almacén, interrumpo mi desayuno al reparar en una cabeza afeitada que asoma por la puerta principal de mi casa.
    - Paco, yo de ti, mantendría una distancia prudencial -le grito.
    Mi madre me da una colleja.

    - Esa no es manera de tratar a tus amigos, Joe.
    Sigo comiendo mientras ella va a abrirle la puerta a ese... traidor.
    - ¿No estarás todavía enfadado conmigo, verdad, Joe? -pregunta Paco.
    - Por supuesto que no está enfadado contigo, Paco. Siéntate y come algo. He hecho huevos con chorizo.

     Paco tiene el descaro de darme una palmada en el hombro.
    - Te perdono, tío.

    Entonces, levanto la mirada, primero hacia mi madre para asegurarme de que no esté prestando atención, y luego a Paco.
    - ¿Me perdonas?

    - Tienes el labio muy hinchado, Paco -señala mi madre, examinando la herida que le he provocado yo.
    Paco se palpa con cuidado el labio.
    - Sí, me tropecé con un puño. Ya sabe cómo es eso.

    - No, no lo sé. Tropiezas con demasiados puños. Un día acabarás en el hospital -sentencia, apuntándole con un dedo acusador-. Bueno, me voy a trabajar. Paco, intenta mantenerte alejado hoy de los puños, ¿vale? Alejandro, cierra con llave cuando te vayas, por favor.
    Miro a Paco.

    - ¿Qué?
    - Ya lo sabes. ¿Cómo pudiste llevar a Demi al almacén?
    - Lo siento -masculla mientras engulle nuestra comida.
    - No, no lo sientes.

    - De acuerdo, tienes razón. No lo siento.
    Observo asqueado cómo utiliza los dedos para coger la comida y llevársela a la boca.

    - No sé cómo te soporto.
    - ¿Qué ocurrió anoche con Demi? -me pregunta, siguiéndome fuera de la casa.
    El desayuno amenaza con volver a salir por donde ha entrado, pero esta vez no tiene nada que ver con los modales de mi amigo. Lo cojo por el cuello de la camiseta.
    - Demi y yo hemos roto. No quiero volver a escuchar su nombre nunca más.

    - Hablando del rey de Roma -canturrea mi amigo estirando el cuello. Le suelto y me doy la vuelta, esperando toparme con Demi. Sin embargo, no la veo por ningún lado, y cuando vuelvo a girarme, Paco me propina un puñetazo en pleno rostro.

    - Estamos en paz. Y tío, la señorita Lovato ha tenido que dejarte hecho polvo para que me amenaces solo por pronunciar su nombre. Sé que podrías matarme con tus propias manos -asegura Paco-, pero dudo que lo hagas.

    Saboreo la sangre mientras compruebo que aún tengo la mandíbula en su sitio.
    - Yo no estaría muy seguro de eso. Te voy a decir algo. Si no dejas de meterte en mi vida, te daré una paliza. Y eso incluye mis asuntos con Demi y con Héctor.

    - Pues yo también tengo que decirte algo. Meterme en tu vida es lo único que me hace seguir adelante. Joder, incluso la paliza que me dio ayer mi viejo cuando llegó borracho a casa no me entretiene tanto como tu vida.

    Agacho la cabeza.
    - Lo siento, Paco. No debería haberte golpeado. Ya tienes bastante con tu viejo.
    Paco murmura un «no te preocupes».

    Anoche fue la primera vez en la que me arrepentí de haber utilizado los puños contra alguien. A Paco le ha pegado tantas veces su viejo que probablemente llevará cicatrices el resto de su vida. Soy un auténtico gilipollas por haber actuado así. En cierto modo, me alegra que Demi y yo hayamos acabado. No soy capaz de controlar mis sentimientos y emociones cuando estoy con ella.

    Mi única esperanza es poder evitarla fuera de clase de química. Sí, eso es, porque aunque no esté cerca de ella, no puedo quitármela de la cabeza.

    Una de las ventajas de haber roto con Demi es que, durante estas dos semanas, he tenido tiempo para reflexionar sobre el asesinato de mi padre. La noche en cuestión ha empezado a regresar a mi mente en forma de destellos. Algo no encaja, pero no logro adivinar el qué. Mi padre sonreía, hablaba, y justo antes de que le dispararan, le vi sorprendido y nervioso. ¿No tendría que haberse sentido así durante todo el tiempo?

    Esta noche es Halloween. Y también es la noche que Héctor ha elegido para llevar a cabo la operación. He estado inquieto todo el día. He trabajado en siete coches diferentes, y les he hecho de todo, desde cambiarles el aceite hasta remplazar juntas desgastadas y agujereadas.

    Guardo la pistola de Héctor en el cajón de mi habitación, no quiero andar por ahí armado hasta que no sea necesario. Aunque en realidad es una estupidez, porque este será el primer trapicheo de los muchos que me esperan durante el resto de mi vida.
    «Eres como el viejo». Intento no darle importancia a la voz que resuena en mi cabeza y que me ha atormentado todo el día. «Como el viejo».

    No puedo evitarlo. Recuerdo todas las veces que mi padre me decía: «Somos colegas, Joe. Tú y yo nos entendemos muy bien. ¿Algún día serás tan fuerte como tu padre?», me preguntaba. Y yo siempre levantaba la mirada hacia él y le contestaba con absoluta devoción: «Claro, papá. Quiero ser como tú». '

    Mi padre nunca me dijo que podía llegar a ser mejor que él ni que había otra forma de hacer las cosas. Sin embargo, esta noche demostraré que soy como mi viejo. He intentado comportarme de otro modo asegurando a Carlos y a Luis que podían elegir otro camino. Soy un idiota por pensar que puedo ser un modelo para ellos.

    Mis pensamientos vuelven a centrarse en Demi. He intentado olvidar que irá con alguien al baile de Halloween. Su ex, según me ha parecido entender. Intento apartar de mi mente el hecho de que otro tío le ponga las manos encima.
    Estoy seguro de que intentará besarla. ¿Quién no iba a querer besar esos labios dulces, suaves, aterciopelados?

    Esta noche trabajaré hasta la hora en la que tengo que acudir a mi cita. Si me quedara en casa solo, me volvería loco dándole vueltas a todo.

    Me resbala de las manos el remachador y me golpea en toda la frente. Sin embargo, no me enfado conmigo mismo, sino con Demi. A las ocho estoy más enfadado con mi compañera de laboratorio que con nadie en este mundo, aunque no sé si tengo derecho a estarlo.

Química Perfecta Capitulo 49




Demi
    
   Tras dos paquetes de pañuelos, Sierra dejó de intentar animarme y me permitió llorar hasta que me quedé dormida. Por la mañana, le pido que deje las persianas bajadas y las cortinas cerradas. No hay nada malo en quedarse todo el día en cama, ¿verdad?

    - Gracias por no decirme “ya te lo había advertido”. -Busco algo que ponerme en su armario después de que me haya obligado a levantarme.

    Ella está de pie junto al vestidor, maquillándose,
    - No voy a decírtelo, pero puedes estar segura de que lo pienso.
    - Gracias -respondo con ironía. Sierra saca unos vaqueros y una camiseta de manga larga del armario.

    - Toma, ponte esto. No estarás ni la mitad de mona que con tu ropa, pero seguirás estando mejor que ninguna chica de Fairfield.
    - No digas eso.

    - ¿Por qué? Es la verdad.
    - No, no lo es. Tengo el labio superior demasiado grueso. 
    - A los chicos les encanta. Las estrellas de cine pagan un montón de dinero por ponerse labios gruesos.
    - Tengo la nariz torcida.
    - Solo desde cierto ángulo.

    - Tengo una teta más grande que la otra.
    - Demi, son grandes. A los chicos les obsesionan las tetas grandes. Les da igual que una sea más grande que la otra -dice, apartándome del espejo-. Admítelo, estás como un tren. Bien ahora mismo tienes los ojos muy rojos y te han salido bolsas después de llorar toda la noche. Pero eres preciosa. Mírate, Demi, y di en voz alta: «Estoy cañón».
    - No.

    - Venga. Te sentirás mejor. Mírate en el espejo y grita; ¡Mis tetas molan!
    - No.
    - ¿No puedes admitir por lo menos que tienes un pelo precioso?
    - ¿Hablas contigo misma delante de un espejo? -le pregunto.

    - Claro. ¿Quieres verlo? -Me aparta hacia un lado y se coloca frente al espejo-. No estás nada mal, Sierra -exclama-. Doug es un tipo con suerte -continúa, y volviéndose hacia mí, añade-: Ves, es fácil.

    Sin embargo, en lugar de estallar en carcajadas, me echo a llorar.
    - ¿Tan fea soy?

    Niego con la cabeza.
    - ¿Es porque no tengo ropa con pedrería? Sé que tu madre te ha echado de casa, pero ¿crees que nos dejará entrar para asaltar tu armario? No sé cuánto tiempo aguantarás con mi talla.

    Mi madre no llamó anoche para preguntar por mí. Creo que esperaba que lo hiciera, aunque raras veces cumple con mis expectativas. Y mi padre... bueno, probablemente no sepa que anoche no dormí en casa. Pueden quedarse con mi ropa. Aunque puede que más tarde me escape para ver cómo está Shelley.
    - ¿Quieres un consejo? -me pregunta Sierra.
    La miro con cautela.

    - No lo sé. Nunca te ha gustado la idea de que Joe y yo saliéramos juntos.
    - Eso no es verdad, Demi. Nunca te he dicho nada. Aun así, creo que cuando se relaja, es un buen chico. Nos divertimos mucho el día que fuimos al Lago Ginebra. Doug también. Me dijo que Joe era un tío guay. No sé lo que ha ocurrido entre vosotros dos, pero tienes dos opciones: o te olvidas de él o sacas toda la artillería.
    - ¿Es eso lo que haces tú con Doug?
    Sonríe.

    - A veces, digamos que Doug necesita un toque de atención. Cuando nuestra relación empieza a hacerse monótona, hago algo para reavivarla. No lo interpretes como una excusa para arrodillarte ante Joe. Pero si es realmente la persona que deseas, ¿qué te impide ir a por él? No me gusta verte triste, Demi.
    - ¿Me veías feliz con Joe?

    - Más bien obsesionada. Pero sí, también feliz. Más feliz de lo que habías estado en muchísimo tiempo. Guando alguien te gusta mucho, sueles estar o muy bien o muy mal. ¿Tiene sentido?

    - Sí, aunque me hace parecer bipolar.
    - El amor puede hacerte sentir así.

viernes, 19 de abril de 2013

Quimica Perfecta Capitulo 48




Joe
   
- Vayámonos de aquí, mi amor, tú y yo. ¡Vamos!
    Dejo escapar un suspiro de alivio cuando me monto en Julio y Demi se sube de un salto detrás. Me rodea la cintura con los brazos y se sujeta con fuerza cuando salimos a toda velocidad del aparcamiento. Volamos por las calles, que con la velocidad acaban convirtiéndose en un borrón. Ni siquiera me detengo cuando empieza a llover.

    - ¿Podemos parar ya? -grita Demi bajo la ensordecedora tormenta.
    Aparco bajo un viejo puente abandonado junto al lago. La lluvia golpea el cemento que nos rodea, pero al menos allí podemos resguardamos.
    Demi baja de la moto de un salto.

    - Eres un idiota -me dice-. No puedes traficar con drogas. Es peligroso y estúpido, y además me lo prometiste. Podrías ir a la cárcel. A la cárcel, Joe. Puede que a ti no te importe, pero a mí sí. No permitiré que arruines tu vida.
    - ¿Qué quieres oír?

    - Nada. Todo. Di algo para que no me quede aquí sintiéndome como una imbécil.
    - La verdad es que... Demi, mírame.
    - No puedo -dice mientras observa caer la lluvia-. Estoy tan cansada de pensar en todo lo que puede suceder. -Tiro de ella para acercarla a mí-. No pienses, nena. Todo se arreglará.

    - Pero…
    - Nada de peros. Confía en mí.
    Mi boca se cierra sobre la suya. La fragancia de la lluvia y el olor a galletas me tranquiliza. La rodeo con los brazos. Ella me agarra por los hombros empapados y me reclama más. Deslizo las manos bajo su camiseta y recorro su ombligo con los dedos.
    - Ven conmigo -le digo antes de levantarla del suelo y sentarla a horcajadas sobre mi moto.

    No puedo dejar de besarla. Le susurro que no puedo vivir sin ella. Le recorro el cuello con mis labios y me detengo un instante allí hasta que ella se inclina hacia atrás y me deja quitarle la camiseta. Puedo hacerle olvidar todas sus inquietudes. Cuando estamos juntos, no puedo pensar en otra cosa que no sea ella.

    - Estoy perdiendo el control -dice Demi mordiéndome el labio inferior. Me encantan sus labios.

    - Nena, ya lo hemos perdido -le digo, y me froto contra ella para demostrarle hasta qué punto lo hemos perdido. Ella contonea las caderas lenta, seductoramente, en una invitación que no merezco. Le rozo los labios con la yema de los dedos. Ella me los besa antes de hacerlos descender hasta su barbilla, su cuello, sus pechos. Demi me coge de la mano.

    - No quiero parar, Joe. -Le cubro el cuerpo con el mío.
    Podría hacerlo. Sé que me lo está pidiendo. Pero entonces aparece la conciencia. La estúpida apuesta que hice con Lucky. Y lo que me dijo mi madre sobre lo fácil que es dejar preñada a una chica.

    Cuando hice la apuesta, no sentía nada en absoluto por esta blanquita tan complicada. Pero ahora... mierda, no quiero pensar en mis sentimientos. Los odio, solo sirven para complicarte la vida. Quiero hacer el amor con Demi, pero no encima de una moto, como si fuera una cualquiera. Alejo mis manos de su cuerpo perfecto. Es lo único sensato que he hecho esta noche,

    - No podemos hacerlo así. Aquí no -le digo con voz ronca por la sobrecarga de emoción. Demi iba a entregarme su cuerpo pese a saber quién soy y lo que estoy a punto de hacer. La realidad es difícil de digerir.

    Espero que ella se sienta avergonzada, puede que incluso enfadada. Pero, en lugar de eso, se acurruca en mi pecho y me abraza. «No me hagas esto», quiero decir, pero acabo por rodearla con mis brazos, arropándola.

    - Te quiero -le oigo susurrar tan levemente que por un momento creo que son mis propios sentimientos los que me hablan.

    Me siento tentado a decir: «No lo hagas. ¡No! ¡No!» Siento una punzada en el estómago mientras la abrazo con más fuerza. Vaya, si las cosas fueran distintas, nunca la dejaría marchar. Escondo el rostro entre su cabello y fantaseo acerca de llevarla lejos de Fairfield.

    Nos quedamos así durante mucho rato, mucho después de que deje de llover. Cuando por fin salgo del ensueño, la ayudo a bajar de la moto para que pueda ponerse la camiseta.

    Demi me mira con unos ojos llenos de esperanza.
    - ¿Vas a hacer ese trapicheo?

    Me bajo de Julio y camino hasta el final del túnel. Me mojo la mano con el agua que aún resbala por la pared y dejo que el frío se me cuele entre los dedos.
    - Tengo que hacerlo -le contesto sin darme la vuelta. Ella se acerca.

    - ¿Por qué? ¿Por qué tienes que hacer algo que puede llevarte a la cárcel?
    Acaricio su mejilla suave y pálida con la palma de la mano y la miro con una sonrisa triste.

    - ¿No sabías que los pandilleros trafican con drogas? Es parte del trabajo.
    - Pues déjalo. Seguro que hay un modo de... - Todos lo que quieren dejarlo, deben enfrentarse a un reto. Torturas, una paliza. Si sobrevives, te dejan salir. Déjame decirte algo, preciosa, solo conozco a una persona que ha salido con vida de un reto. Aunque le zurraron a conciencia, y creo que el tipo preferiría estar muerto. Nunca lo entenderás. Mi familia lo necesita. - ¿Por dinero? Aparto la mano de su cara.

    - No, no es por dinero -Echo la cabeza hacia atrás con una mueca de desesperación-. ¿Podemos cambiar de tema, por favor?

    - No quiero que hagas nada ilegal. - Nena, lo que tú necesitas es un santo. O un funcionario. Y yo no soy ninguna de las dos cosas. - ¿Te importo Joe? - Sí.
    - Entonces, demuéstramelo.

    Me quito la bandana de la cabeza y me peino el cabello con los dedos.
    - ¿Sabes lo difícil que ha sido todo para mí? Mi madre espera que proteja a la familia desde los Latino Blood, pero al mismo tiempo lo rechaza. Héctor quiere que demuestre mi lealtad a la banda y tú, la única persona con la que siento que puedo llevar una vida normal algún día, quieres que te demuestre mi amor haciendo algo que podría poner en peligro a mi familia. Tengo que hacerlo, ¿vale? Y nadie, ni siquiera tú, va a hacerme cambiar de idea. Olvídalo.
    - ¿Y vas a sacrificar lo nuestro?

    - Maldita sea, no me hagas esto. No tenemos que sacrificar nada.
    - Si empiezas a traficar con drogas, se acabó. Yo he sacrificado todo lo que tenía por ti... por nosotros. Mis amigos. Mis padres. Todo. ¿No puedes hacer lo mismo?
    Le doy mi chaqueta cuando los dientes le empiezan a castañetear.
    - Toma. Ponte esto.

    Se acabó. Esta es mi vida. Si no puede asumirlo, tendrá que volver con Colin Adams. O con quien encaje en su molde de príncipe azul.
    Me pide que la lleve a casa de Sierra.

    - Creo que deberíamos trabajar por separado en el proyecto de química -sugiere antes de devolverme la chaqueta, frente a la enorme casa junto a la playa-. ¿Quieres hacer los calentadores o prefieres redactar el proyecto?
    - Como quieras.

    - Bueno, a mí se me da muy bien escribir...
    - Vale. Yo haré lo otro.

    - Joe, no tiene por qué ser así.
    Tiene los ojos húmedos. Tengo que salir rapido de allí antes de que aparezcan las lágrimas. No podría soportarlo.
    - Sí, tiene que ser así -le digo antes de alejarme de allí en la moto.

Quimica Perfecta Capitulo 47




Demi
   
- Paco, ¿qué haces aquí?
    La última persona a la que esperaría encontrar en la puerta de mi casa es al mejor amigo de Joe.
    - Tengo que hablar contigo.
    - ¿Quieres entrar?
    - ¿Estás segura de que no pasa nada? -pregunta, nervioso.
    - Desde luego.

    Bueno, probablemente mis padres no opinen lo mismo, pero a mí me parece bien. De todos modos, no creo, que mis padres vayan a decidir de repente que ya no quieren ingresar a Shelley en una residencia. Estoy cansada de fingir, de temer la ira de mi madre. Este chico es el mejor amigo de Joe, y me acepta como soy. Estoy segura de que no le ha resultado fácil decidirse a venir hasta aquí. Abro la puerta de par en par y dejo entrar a Paco. Si me pregunta sobre Isabel, ¿qué le digo? Ella me hizo prometerle que guardaría su secreto.
    - ¿Quién está en la puerta, Demi?

    - Paco -le digo a mi madre-. Un amigo del instituto.
    - La cena está lista -insinúa mi madre con poca sutileza-. Dile a tu amigo que no es muy educado hacer una visita a la hora de la cena.
    Me vuelvo hacia Paco.

    - ¿Quieres quedarte a cenar?
    Un acto de rebeldía. Me encanta. Es catártico. Oigo los pasos de mi madre que se marcha hecha una furia a la cocina.

    - Esto... no, gracias -responde Paco, reprimiendo una carcajada-. Pensaba que podríamos hablar, ya sabes, de Joe.

    Me alivia saber que Paco no está aquí para preguntarme por Isabel, aunque por la seriedad de su expresión no sé si deberla empezar a preocuparme.
    Le acompaño a través de la casa. Pasamos al lado de Shelley que está en el salón leyendo una revista.

    - Shelley, este es Paco. Es amigo de Joe. Paco, esta es mi hermana, Shelley.
    Al oír el nombre de Joe, Shelley suelta un grito de alegría.
    - Hola, Shelley -dice Paco.
    Mi hermana sonríe de oreja a oreja.

    - Shelley, necesito que me hagas un favor. -Mi hermana sacude la cabeza en respuesta mientras susurro-: Necesito que mantengas ocupada a mamá mientras yo hablo con Paco.

    Shelley sonríe; sé que mi hermana no me fallará.

    Mi madre entra en la habitación, ignorándonos a Paco y a mí, mientras empuja la silla de ruedas de Shelley hasta la cocina.
    Miro a Paco con cautela mientras nos dirigimos al exterior para disponer de algo de intimidad, a salvo de la curiosidad de mi madre.
    - ¿Qué pasa?

    - Joe necesita ayuda. A mí no me va a escuchar. Están tramando un importante trapicheo de drogas y han elegido a Joe para dirigir el cotarro.
    - Joe nunca se metería en eso. Me lo prometió.

    La mirada de Paco me dice que él no lo tiene tan claro.
    - He intentado hacerle entrar en razón -continúa Paco-. El problema es que... se trata de traficantes importantes. Hay algo que me huele mal, Demi. Héctor está obligando a Joe a hacerlo, y te juro que no sé por qué.
    - ¿Y qué puedo hacer yo? -le pregunto.

    - Dile a Joe que encuentre el modo de librarse. Solo él puede ayudarse a sí mismo.
    ¿Decírselo? Joe no soporta que nadie le diga lo que tiene que hacer. Aunque tampoco me lo imagino accediendo a traficar con drogas.

    - ¡ Demi, la cena ya está fría! -grita mi madre desde la ventana de la cocina-. Y tu padre acaba de llegar. Cenemos como una familia por una vez.

    El sonido de un plato estrellándose contra el suelo hace que mi madre vuelva a entrar en casa. Un movimiento muy inteligente por parte de Shelley, sin duda.
    Pero no debo utilizar a Shelley para evitar contarles la verdad a mis padres.
    - Espera aquí -le digo a Paco-. A no ser que quieras ser testigo de una discusión de los Ellis.

    Paco se frota las manos.
    - No pueden ser peores que las peleas de mi familia.
    Entro en la cocina y le doy un beso a mi padre en la mejilla.
    - ¿Quién es tu amigo? -me pregunta con cautela.
    - Paco, te presento a mi padre. Papá, este es mi amigo Paco.
    - Hola -dice Paco.

    Mi padre asiente con la cabeza.
    Mi madre hace una mueca.
    - Paco y yo tenemos que irnos.
    - ¿A dónde? -pregunta mi padre, completamente confuso.
    - A ver a Joe.
    - Tú no te vas a ningún sitio -suelta mi madre. Mi padre levanta las manos. No entiende nada-. ¿Quién es Joe?

    - El otro chicano del que te hablé -espeta mi madre con brusquedad-. ¿No te acuerdas?
    - Últimamente no me acuerdo de nada, Diana. -Mi madre se levanta con el plato lleno de comida en la mano y lo lanza al fregadero. El plato acaba rompiéndose y la comida saltando por los aires.

    - Te hemos dado todo lo que has querido, Demi -asegura mi madre-. Un coche nuevo, ropa de diseño... Se me agota la paciencia.

    - Todo eso es una frivolidad, mamá. Desde fuera, todos os ven como personas triunfadoras, pero como padres dais asco. Te doy un aprobado justo, y siendo generosa, porque si fuera la señora Peterson quien os evaluara habrías cateado. ¿Por qué os da miedo reconocer que tenéis problemas, como hace el resto del mundo? -Me siento estupendamente, y no puedo parar-. Mirad, Joe necesita mi ayuda. Una de las cosas que me hace ser como soy es la lealtad hacia la gente que me importa. Lo siento si os duele u os asusta.

    Shelley empieza a armar un alboroto y todos nos damos la vuelta para mirarla.
    - Demi -dice la voz del ordenador conectado a su silla de ruedas. Shelley está presionando las teclas con los dedos-. Buena chica.

    Rodeo la mano de mi hermana con los dedos antes de volver a dirigirme a mis padres.
    - Si quieres echarme a patadas de aquí, o repudiarme por ser quien soy, entonces hace lo y acabemos de una vez con esto.

    No quiero volver a sentir miedo. Por Joe, por Shelley, por mí misma. Es hora de enfrentarme a mis miedos, de otro modo acabaré hundiéndome en el dolor y el remordimiento durante el resto de mi vida. No soy perfecta. Ha llegado el momento de que todo el mundo lo sepa.

    - Mamá, voy a pedir una cita con el trabajador social del instituto.
    Mi madre frunce el ceño y su rostro adopta una expresión de repugnancia.
    - Eso es una estupidez. Quedará para siempre en tu expediente académico. No necesitas un trabajador social.

    - Sí que lo necesito -admito, y armándome de valor, añado-: Y tú también lo necesitas. Todos lo necesitamos.

    - Escúchame, Demi. Si sales por esa puerta... será mejor que no vuelvas.
    - Esto es intolerable -interviene mi padre.

    - Lo sé, y me siento muy bien -confieso mientras cojo mi bolso. Es todo lo que tengo, aparte de la ropa que llevo puesta. Con una sonrisa, le tiendo la mano a Paco-. ¿Nos vamos?
    Paco no duda ni un instante. Me coge de la mano y dice:
    - Sí.
    Y ya en su coche:

    - Eres dura de pelar. No pensé que tuvieras tanto valor.
    Paco me lleva a la parte más oscura de Fairfield, hasta un enorme almacén detrás de la carretera, en una zona aislada. Como si la madre naturaleza pretendiera advertirnos, unas amenazadoras nubes negras cubren el cielo y la temperatura empieza a descender.

    Un tipo fornido nos corta el paso.
    - ¿Quién es la blanquita? -pregunta.
    - Está limpia -afirma Paco.
    El chico me mira de arriba abajo de manera insinuante antes de abrir la puerta.
    - Si husmea demasiado, deberás responder por ella, Paco -le advierte.
    Lo único que quiero es llevarme a Joe de allí, lejos del peligro que nos rodea.
    - Eh -suena una voz arenosa cuando entramos en el almacén-. Si quieres algo que te anime, ven a verme, ¿vale?

    - Sígueme -me ordena Paco. Me coge por el brazo y me conduce por un largo pasillo. Escucho voces que vienen del lado opuesto del almacén... la voz de Joe.
    - Deja que entre sola -le ruego.

    - No es una idea muy inteligente. Espera a que Héctor termine de hablar con él -sugiere Paco, pero yo no le hago caso.

    Camino en dirección a la voz de Joe. Está hablando con dos tipos más y, por el tono de la conversación, parece algo muy serio. Uno de ellos saca una hoja de papel y se la entrega a Joe. Es entonces cuando se percata de mi presencia.

    Joe le dice algo en voz muy baja a uno de los hombres, antes de doblar el papel y guardarlo en el bolsillo de los vaqueros. Su voz es fría y dura, como la expresión de su rostro.
    - ¿Qué coño estás haciendo aquí? -me pregunta.
    - Yo solo...

    No puedo acabar la frase porque Joe me coge del brazo.
    - Lárgate de aquí ahora mismo. ¿Quién cojones te ha traído aquí?
    Estoy intentando pensar en una respuesta cuando Paco aparece de entre las sombras.

    - Joe, por favor. Puede que Paco me haya traído aquí, pero ha sido idea mía.
    - Eres un cabrón -le increpa Joe soltándome para enfrentarse a Paco,
    - ¿No es este tu futuro, Joe? -le pregunta Paco-. ¿Por qué te avergüenza tanto mostrarle a tu novia tu segunda casa?

    Joe le suelta un puñetazo en la mandíbula y Paco cae al suelo. Corro hacia él y fulmino a Joe con la mirada.

    - ¡No puedo creer que lo hayas hecho! - le grito-. Es tu mejor amigo, Joe.
    - ¡No quiero que veas este lugar! -exclama él, mientras un hilo de sangre empieza a manar del labio de Paco-. No deberías haberla traído aquí -añade, más calmado esta vez-. Este no es su sitio.

    - Ni tampoco el tuyo, hermano -dice Paco en voz baja-. Llévatela de aquí. Ya ha visto suficiente.
    - Ven conmigo -ordena Joe, ofreciéndome la
 mano.
    En lugar de ir con él, cojo la cara de Paco entre las manos y le inspecciono la herida.
    - Dios mío, estás sangrando. -Estoy empezando a perder los papeles. Un poco de sangre es suficiente para provocarme náuseas. Nunca he podido soportar ni la sangre ni la violencia.
    Paco aparta mis manos con dulzura.
    - Estoy bien. Vete con él.

    Una voz prorrumpe desde la oscuridad, dirigiéndose a Joe y a Paco.
    Me estremezco ante la autoridad que proyecta aquella voz. Hasta ahora no estaba asustada, pero ahora sí lo estoy. Es el hombre con el que estaba hablando Joe. Lleva un traje negro con una camisa de color crudo debajo. Le vi fugazmente en la boda. Lleva el pelo negro engominado hacia atrás y su tez es sombría. Me basta una sola mirada para saber que es alguien muy poderoso dentro de los Latino Blood. Le acompañan dos hombres corpulentos y de aspecto amenazador.
    - ¿Qué está pasando aquí? -grita.

    - Nada, Héctor -replican Paco y Joe al unísono.
    - Llévatela de aquí, Jonas.
    Joe me coge de la mano y me saca del almacén. No vuelvo a respirar hasta que estamos fuera.