domingo, 7 de abril de 2013

Quimica Perfecta Capitulo 43




Demi
  
  - Demi, por favor, explícame otra vez por qué hemos de recoger a Joe para que nos acompañe al Lago Ginebra -me pide Sierra.

    - Mi madre me ha ordenado que no le vea fuera del instituto, así que el Lago Ginebra es el lugar perfecto para salir con él. Allí nadie nos verá.
    - Excepto nosotros.

    - Pero vosotros no vais a chivaros, ¿verdad?
    Pillo a Doug haciendo una mueca. Al principio me pareció buena idea. Salir en pareja a pasar el día al Lago Ginebra podía ser algo divertido. Bueno, al menos cuando Sierra y Doug se recuperen de la conmoción inicial que les provocará la visión de Joe y yo juntos.

    - Por favor, no me deis más el coñazo con esto.
    - Ese tío es un perdedor, Demi -declara Doug mientras llega al aparcamiento del instituto, donde Joe debe de estar esperándonos-. Es tu mejor amiga, Sierra. Hazla entrar en razón.

    - Lo he intentado, pero ya la conoces. Es muy cabezona.
    Dejo escapar un suspiro.

    - ¿Podéis dejar de hablar de mí como si no estuviera presente? Me gusta Joe. Y yo le gusto a él. Quiero darle una oportunidad.
    - ¿Y cómo pretendes hacerlo? ¿Vais a mantener en secreto vuestra relación? ¿Toda la vida? -pregunta Sierra.

    Afortunadamente, ya hemos llegado, así que no tengo que responder. Joe está sentado en el bordillo, junto a su moto, con las piernas extendidas. Estoy nerviosa, y al abrir la puerta de atrás, me muerdo el labio inferior.

    Guando ve a Doug conduciendo y a Sierra a su lado, se le tensa la mandíbula.
    - Entra, Joe.
    Me echo a un lado para dejarle sitio.
    - No creo que sea muy buena idea -dice, asomando la cabeza.
    - No seas tonto. Doug ha prometido que se portará bien. ¿No es cierto, Doug?
    Aguanto la respiración hasta oír la respuesta.

    Doug asiente con la cabeza en un gesto que demuestra poco interés.
    - Claro -asegura impasible.
    Estoy segura de que si Joe fuera otro tío, se largaría de aquí. Pero toma asiento a mi lado.
    - ¿A dónde vamos? -pregunta.
    - Al lago Ginebra -respondo-. ¿Has estado allí antes?
    - No.
    - Está a una hora de camino. Los padres de Doug tienen una cabaña.
    El trayecto me recuerda más al ambiente propio de una biblioteca que a otra cosa. Nadie pronuncia ni una palabra. Cuando Doug se detiene a repostar, Joe sale del coche, se aleja y se enciende un cigarrillo.

    Me hundo en el asiento. Hasta ahora, el día no se parece en nada a cómo lo había imaginado. Sierra y Doug suelen ser muy divertidos cuando están juntos, pero ahora mismo parece que se dirigen a un funeral.

    - ¿Os importaría intentar al menos mantener una conversación? -ruego a mi mejor amiga-. Puedes tirarte horas enteras hablando del tipo de perro al que besarías, pero no puedes ni articular dos palabras seguidas delante del chico que me gusta.
    Sierra se vuelve sobre su asiento.
    - Lo siento. Es que... Demi, te mereces algo mejor. MUCHO mejor.
    - ¿Te refieres a Colin?

    - A cualquiera -resopla y se vuelve de nuevo.
    Joe entra en el coche y le lanzo una tímida sonrisa. Pero él no me corresponde. Le cojo la mano y no me devuelve el apretón, aunque por lo menos tampoco la aparta. ¿Será una buena señal?

    Cuando salimos de la gasolinera, Joe interviene:
    - Tienes un neumático suelto. ¿Oyes ese ruido en la parte posterior izquierda?
    Doug se encoge de hombros.
    - Lleva así un mes. No es gran cosa.
    - Para en el arcén y te lo arreglo -sugiere Joe -. Si se suelta en mitad de la autopista, estaremos bien jodidos.

    Estoy segura de que Doug no quiere confiar en el análisis de Joe, pero después de un kilómetro y medio, acaba deteniéndose a un lado de la carretera, aunque a regañadientes.

    - Doug. -Sierra señala el prostíbulo que tenemos enfrente-. ¿Qué tipo de personas crees que entran ahí?
    - Ahora mismo, cariño, me importa un pepino. -Se vuelve hacia Joe y añade-: Vale, crack. Arréglame el coche.

Joe y Doug salen del coche.
    - Siento haberme quejado tanto -dice Sierra.
    - Yo también lo siento.
    - ¿Crees que Doug y Joe van a ponerse a discutir?

    - Puede. Será mejor que salgamos y les distraigamos un poco.
    Cuando salgo, Joe está sacando las herramientas del maletero.
    Después de levantar el coche con el gato, Joe sujeta la llanta entre las manos. Doug tiene los brazos en jarras y la mandíbula apretada en un gesto desafiante.
    - Thompson, ¿qué coño te pasa?

    - No me caes bien, Jonas.
    - ¿Crees que tú me haces mucha gracia? -espeta Joe, mientras se arrodilla junto a la llanta y empieza a apretar los tornillos.

    Me vuelvo hacia Sierra. ¿Deberíamos intervenir? Mi mejor amiga se encoge de hombros y yo hago lo mismo. No es que hayan llegado a las manos... bueno, de momento.
    Un coche se detiene a nuestro lado con un chirrido de ruedas. Hay cuatro mexicanos dentro, dos delante y dos detrás. Joe les ignora mientras baja el coche con el gato y lleva las cosas al maletero.

    - ¡Eh, nenas! ¿Qué os parece si dejáis plantados a esos perdedores y os venís con nosotros? Os enseñaremos qué es divertirse de verdad -grita uno de ellos a través de la ventanilla.

    - ¡Vete a la mierda! -exclama Doug. Uno de los chicos sale del coche y avanza hacia Doug. Sierra grita algo pero en ese instante no oigo sus palabras. Estoy demasiado absorta mirando a Joe que se ha quitado la camiseta y se ha interpuesto entre el tipo y Doug.
    - Apártate de mi camino -ordena el tipo-. No caigas tan bajo por defender a este capullo blancucho.

    Joe se planta frente al chico con la llanta de hierro firmemente sujeta en la mano.
    - Si jodes al blanquito, estarás jodiéndome a mí. Así de simple. ¿Lo pillas, colega?
    Otro chico sale del coche. Estamos metidos en un buen lío.
    - Chicas, coged las llaves y meteos en el coche -ordena
    Joe con un tono de voz confiado.
    - Pero...
    Su mirada transmite una serenidad casi letal. Oh, Dios.
    Va totalmente en serio.
    Doug le lanza a Sierra las llaves del coche. ¿Y ahora qué? ¿Se supone que tenemos que quedarnos sentaditas en el coche y ver cómo se pelean?
    - No, no voy a ningún sitio -digo.

    - Y yo tampoco -añade Sierra.
    Uno de los chicos del otro coche asoma la cabeza por la ventanilla.
    - Joe, ¿eres tú?
Joe se relaja.

    - ¿Tiny? ¿Qué coño haces con estos capullos?
    El chico que responde al nombre de Tiny les dice algo a sus compinches, quienes no tardan en volver al coche. Casi parecen aliviados por no tener que enfrentarse a Joe y a Doug.

    - Dime tú primero qué haces con un puñado de niños pijos -dice Tiny.
    - Lárgate de aquí -ríe Joe.
    Una vez que todos estamos de nuevo en el coche, Doug dice: - Gracias por cubrirme las espaldas.
    - No pasa nada -murmura Joe.

    Nadie vuelve a romper el silencio hasta que llegamos a orillas del Lago Ginebra. Doug aparca delante de un bar para comer algo. Dentro, Sierra y yo pedimos unas ensaladas, mientras Doug y Joe optan por las hamburguesas.
    Nos sentamos en un banco mientras esperamos la comida, sin pronunciar palabra. Le doy una patada a Sierra por debajo de la mesa.

    - Bueno, Joe empieza-. ¿Has visto alguna peli buena últimamente?
    - No.
    - ¿Has solicitado el ingreso en alguna universidad?
    Joe niega con la cabeza.
    Sorprendentemente, Doug interviene: - ¿Quién te ha enseñado tanto de coches?
    - Mi primo -contesta Joe.. Los fines de semana me paso por su casa y me quedo observando cómo resucita los coches.

    - Mi padre tiene un Karmann Ghia del 72 en el garaje muerto de risa. Cree que volverá a funcionar por arte de magia.

    - ¿Qué le pasa? -pregunta Joe.
    Doug se lo explica y Joe escucha con atención. Me siento y me relajo al escucharles discutir sobre las ventajas e inconvenientes de comprar piezas de recambio por eBay. La tensión parece desvanecerse a medida que avanza la conversación.
    Tras acabar de comer, paseamos por la calle Main. Joe me coge de la mano y no puedo pensar en nada más que no sea estar allí con él.

    - Mirad, hay una nueva galería -dice Sierra, señalando el otro lado de la calle-. Y además es la inauguración. ¡Entremos!
    - Genial -exclamo.

    - Yo me quedaré fuera -añade Joe cuando cruzo al otro lado con Sierra y Doug-. No me van mucho las galerías.
    Sé que no es verdad. ¿Cuándo entenderá que no tiene por qué cumplir con la etiqueta que todos le han colocado? Si entrara, se daría cuenta de que se siente tan a gusto en la galería como en el taller de su primo.

    - Vamos -insisto, tirando de él. Sonrío cuando entramos en la galería.
    Todo un bufé espera en una mesa mientras unas cuarenta personas se arremolinan observando las obras.
    Doy una vuelta con Joe, que camina con rigidez a mi lado.
    - Relájate -le digo.
    - Para ti es fácil decirlo -murmura.

Quimica Perfecta Capitulo 42




Joe
  
  Tras la apresurada huida de Demi, no me apetece mucho hablar, y espero poder evitar a mi madre cuando llegue a casa. Sin embargo, me basta una sola mirada al sofá del salón para saber que mi deseo no va a cumplirse. La televisión está apagada, el salón está tenuemente iluminado, y probablemente mi madre habrá mandado a mis hermanos a nuestra habitación.

    - Joe –empieza-. Yo no quería esta vida para nosotros.
    - Lo sé.
    - Espero que Demi no te esté llenando la cabeza de pájaros.
    Me encojo de hombros.

    - ¿Con qué? ¿Con que detesta que esté en una banda? Puede que no hayas elegido esta vida, pero está claro que no dijiste nada cuando entré en ella.
    - No me hables así, Joe.

    - ¿Por qué no? ¿La verdad es demasiado dolorosa? Soy un pandillero porque debo protegerte, a ti y a mis hermanos, mamá. Ya lo sabes, aunque nunca hablemos de ello -digo, alzando la voz a medida que me invade la frustración-. Es una elección que tomé hace mucho tiempo. Puedes fingir que no me animaste a hacerlo, pero -continúo, quitándome la camiseta y enseñándole los tatuajes-, mírame bien. Pertenezco a una banda, como papá. ¿También quieres que trafique con 

    - Estabas demasiado asustada para escapar de este agujero, y ahora estamos atrapados aquí. No me eches la culpa, ni a mí ni a Demi.

    - Eso no es justo -contesta ella, alzando la voz. -Lo que no es justo es que vivas como una viuda en luto perpetuo desde que murió papá. ¿Por qué no nos mudamos a México? Dile a tío Julio que desperdició los ahorros de su vida enviándonos a América. ¿O tienes miedo de regresar a México y confesarle a tu familia que has fracasado? - No vamos a hablar de eso.

    - Despierta ya -le digo abriéndome de brazos-. ¿Qué te ata a este lugar? ¿Tus hijos? Eso es solo un pretexto. ¿Así te imaginabas el sueño americano? -le pregunto, y señalando el santuario de mi padre, añado-: Era un pandillero, no un santo.

    - No tuvo otra elección –grita-. Nos protegió. - Y ahora soy yo quien os protege. ¿Harás otro santuario cuando me liquiden? ¿Y a Carlos? Porque él es el siguiente, lo sabes, ¿verdad? Y después Luís.

    Mi madre me da un fuerte bofetón, tras lo cual, da un paso atrás. Maldita sea, odio hacerla enfadar. Tiendo la mano hacia ella, le rodeo el brazo con los dedos para abrazarla y disculparme, pero me hace una mueca.- ¿Mamá? -No sé por qué reacciona así. Aunque no he sido brusco con ella, se comporta como si lo hubiera sido.

    Se retuerce hasta librarse de mi agarrón y se aparta, pero no puedo dejarla ir. Doy un paso adelante y le levanto la manga del vestido. Horrorizado, encuentro un feo moratón en la parte superior del brazo, de un tono entre el púrpura, el negro y el azul. Mi mente retrocede hasta el momento en que vi a mi madre y a Héctor manteniendo una conversación a solas en la boda.

    - ¿Te lo ha hecho Héctor? -le pregunto en voz baja-. Tienes que dejar de hacer preguntas sobre papá -responde ella, apresurándose a bajarse la manga para ocultar el moratón.

    Cuando asimilo que han hecho daño a mi madre para enviarme una advertencia, siento cómo la ira se acumula en mi estómago y se extiende por todo mi cuerpo-, ¿Por qué? ¿A quién quiere proteger Héctor?

    ¿Estará protegiendo a algún Latino Blood o a otro pandillero de una banda afiliada? Ojalá pudiera explicármelo él mismo. Es más, me gustaría vengarme y darle una paliza por haberle hecho daño a mi madre, pero Héctor es intocable. Todos sabemos que desafiar a Héctor significa desafiar a toda la pandilla.

    Mi madre me fulmina con la mirada.- No me preguntes más. Hay muchas cosas que no sabes, Joe. Cosas que no deberías saber nunca. Déjalo estar. - ¿Crees que es bueno vivir en la ignorancia? Papá estaba en una banda y traficaba con drogas. A mí no me da miedo la verdad, maldita sea. ¿Por qué todos los que me rodean se empeñan en ocultarme la verdad? Mantengo las manos a los lados, con firmeza, y las siento pegajosas. Un sonido en el pasillo atrae mi atención. Me doy la vuelta y veo a mis dos hermanos con los ojos muy pleitos, confusos, joder.

    Cuando mi madre repara en su presencia, se queda boquiabierta. Haría cualquier cosa por evitarle todo sufrimiento.

    Me acerco a ella y le pongo una mano en el hombro, con suavidad.
    - Perdóname, mamá.
    Ella me aparta de un manotazo, contiene un sollozo y sale corriendo hacia su habitación, cerrando la puerta tras ella.

    - ¿Es verdad? -pregunta Carlos, en un tono de voz rebosante de tensión.
    - Sí -contesto, asintiendo.

    Luís niega con la cabeza y frunce el ceño, confuso.
    - ¿De qué estabais hablando? No lo entiendo. Pensaba que papá era un buen hombre. Mamá siempre dice que era un buen hombre.

    Me acerco a mi hermano pequeño y apoyo su cabeza en mi pecho.
    - ¡Sois todos unos mentirosos! -estalla Carlos-. Tú, él, todos sois unos mentirosos. ¡Embusteros!
    - Carlos -Suelto a Luis y cojo a mi otro hermano por el brazo.
    Me mira la mano con repugnancia; está fuera de sí.

    - Todo este tiempo he pensado que entraste en los Latino Blood para protegernos. Pero solo seguías los pasos de papá. Menudo héroe. Te gusta formar parte de los Latino Blood, pero a mí me lo prohíbes. ¿No es un poco hipócrita, hermano?
    - Puede.

    - Eres una desgracia para esta familia. Lo sabes, ¿verdad?
    En cuanto aflojo la mano, Carlos abre de un puñetazo la puerta trasera de la casa y se marcha hecho una furia.

    La débil voz de Luis rompe el silencio.
    - A veces los hombres buenos tienen que hacer cosas que no son tan buenas, ¿verdad?

    Le revuelvo el pelo con la mano. Luis es mucho más inocente de lo que yo era a su edad.
    - ¿Sabes? Creo que vas a ser el Jonas más inteligente de la familia, hermanito. Ahora, a la cama. Tengo que hablar con Carlos.
    Encuentro a mi hermano sentado en las escaleras traseras, de cara al patio de nuestro vecino.

    - ¿Es así como murió? -me pregunta cuando me siento a su lado-. ¿Traficando con drogas?
    - Sí.
    - ¿Te llevaba con él?
    Asiento con la cabeza.
    - Qué cabrón, solo tenías seis años. -Carlos exhala un suspiro lleno de cinismo-. ¿Sabes? Hoy he visto a Héctor en las canchas de baloncesto de la calle Main.

    - No te acerques a él. Yo no tuve elección cuando murió papá, y ahora estoy atrapado. Si crees que estoy en los Latino Blood porque me gusta, estás muy equivocado. No quiero que tú te metas.

    - Lo sé.
    Le lanzo una mirada ceñuda como la que mi madre solía dedicarme cuando metía pelotas de tenis dentro de sus medias y las arrojaba para ver cómo volaban.
    - Escúchame, Carlos, escúchame con atención. Concéntrate en el colegio para poder ir después a la universidad. Para poder ser algo en la vida.
    No como yo. Se produce un largo silencio.

    - Destiny tampoco quiere que acabe en la pandilla. Quiere ir a la universidad y licenciarse en enfermería. -Se ríe-. Me ha dicho que sería genial que fuésemos a la misma universidad. -No digo nada. Lo que necesita es que deje de darle consejos y le permita resolver el resto por sí mismo-. Me gusta Demi, ¿sabes? -confiesa.
    - A mí también me gusta.

    Pensaba lo mismo antes, cuando estábamos aún en el coche. Me he dejado llevar. Espero no haberlo echado todo a perder.

    - Vi a Demi hablando con mamá en la boda. Se defendió muy bien.
    - Si te soy sincero, le entró un bajón y se refugió en el cuarto de baño.
    - Para ser un tipo tan inteligente, estás loco si crees que puedes controlarlo todo.
    - Soy fuerte -le digo a Carlos-. Y siempre estoy preparado para afrontar el peligro.
    Carlos me da una palmada en la espalda.

    - De algún modo, hermano, creo que para salir con una chica del norte se necesitan más agallas que para entrar en una banda.

    Mi hermano me está ofreciendo la oportunidad perfecta para contarle la verdad.
    - Carlos, los Latino Blood hablan de fraternidad, de honor, de lealtad. Y suena muy bien. Pero no son tu familia, lo sabes, ¿verdad? La hermandad durará siempre y cuando estés dispuesto a hacer lo que ellos quieren que hagas.

    Mi madre abre la puerta y nos mira. Parece muy triste. Ojalá pudiera cambiar su vida y evitarle todo el sufrimiento, pero no puedo.
    - Carlos, déjame a solas con Joe.

    Cuando Carlos entra en casa y ya no puede oímos, mi madre se sienta a mi lado. Tiene un cigarro en la mano, el primero que le veo fumar desde hace mucho tiempo.
    Espero a que sea ella quien tome la iniciativa. Ya he hablado suficiente por esta noche.

    - He cometido muchos errores en mi vida, Joe -dice, y el humo del cigarrillo se eleva hacia la luna-. Y no puedo enmendar algunos por mucho que rece. -Tiende la mano y me coloca el pelo detrás de las orejas-. Eres un adolescente que tiene las responsabilidades de un hombre. Sé que no es justo para ti. - No pasa nada.

    - No, sí que pasa. Yo también crecí demasiado rápido. Ni siquiera acabé el instituto porque estaba embarazada de ti. -Me mira como si viera reflejada en mí a la adolescente que fue no hace tanto-. Deseaba muchísimo tener un bebé. Tu padre quería que esperásemos hasta acabar el instituto, pero yo lo quería antes. Ser madre era lo que más deseaba en el mundo.

    - ¿Te arrepientes? -pregunto.
    - ¿De ser madre? Por supuesto que no. De seducir a tu padre y de no asegurarme de que llevara condón, sí.
    - No me apetece escuchar eso.

    - Bueno, pues te lo diré de todos modos, quieras o no. Ten cuidado, Joe.
    - Lo tengo.
    Le da otra calada al cigarrillo mientras niega con la cabeza.
    - No, no lo entiendes. Puede que tú tengas cuidado, pero las chicas no lo tienen. Son manipuladoras. Lo sé porque soy una de ellas.

    - Demi es...
    - El tipo de chica que puede lograr que hagas cosas que no quieres hacer.
    - Créeme, mamá. Ella no quiere tener un bebé.
    - No, pero querrá otras cosas. Cosas que nunca podrás darle.
    Levanto la mirada hacia las estrellas, la luna, el insondable universo. - ¿Y qué pasa si yo quiero dárselas? -Deja escapar un profundo suspiro junto al humo del tabaco.

    - Tengo treinta y cinco años, y soy lo suficientemente vieja como para haber visto morir a mucha gente que creía poder cambiar el mundo. No importa lo que pienses, tu padre murió intentando corregir su vida. Tienes una visión equivocada de lo que ocurrió Joe. Eras tan solo un niño, demasiado pequeño como para comprenderlo.
    - Ahora soy lo suficientemente mayor.

    Una lágrima desciende por su mejilla. La seca con el dorso de la mano.
    -Sí, ya, pero ahora es demasiado tarde.

martes, 2 de abril de 2013

Quimica Perfecta Capitulo 41



Demi
    
Aparco en un McDonald, donde puedo pasar desapercibida, me pongo unos vaqueros y un jersey rosa holgado antes de tomar el camino de vuelta a casa.

    Estoy asustada porque con Joe todo es demasiado brusco. Cuando estoy con él, todo parece mucho más intenso. Mis sentimientos, mis emociones, mis deseos. Con Colin nunca había sentido este tipo de adicción, ni tampoco había deseado estar con él las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Lo que siento por él es sobre todo un anhelo. Ay, Dios. 

Creo que me estoy enamorando de él. Sin embargo, soy muy consciente de que amarlo implica perder una parte de mí misma. Y esta noche, en el coche, cuando Joe me metió la mano bajo el vestido, tuve miedo de perder los papeles. Toda mi vida ha estado regida por el autocontrol, así que esto no puede ser bueno. Tengo miedo.

    Atravieso la puerta principal de mi casa, preparada para deslizarme a mi habitación y guardar el vestido en el armario. Por desgracia, mi madre está esperándome en el vestíbulo.

    - ¿Dónde estabas? -pregunta ella con seriedad, mientras sujeta en las manos mi libro de química y mi carpeta-. Me dijiste que estabas haciendo el trabajo, estudiando con ese tal Hernández.

    La he fastidiado. Ha llegado el momento de hablar o callar para siempre.
    - Se llama Jonas, no Hernández. Y sí, estaba con él.
    Silencio.

    Los labios de mi madre adoptan una expresión tensa.
    - Es obvio que no estabais estudiando. ¿Qué llevas en la bolsa? -me pregunta-. ¿Drogas? ¿Estás escondiendo drogas ahí?

    - No consumo drogas, mamá -respondo con brusquedad.
    Ella enarca una ceja y, señalando la mochila, me ordena:
    - Ábrela.

    Resoplo pero me arrodillo para abrir la cremallera. Me siento como si fuera una prisionera. Saco el vestido y se lo muestro.
    - ¿Un vestido? -pregunta mi madre.

    - He ido a una boda con Joe. Su prima se ha casado.
    - Ese chico te ha obligado a mentirme. Está manipulándote Demi.
    - No me ha obligado a nada, mamá -le digo, enfadada-. No soy tan estúpida. He tomado la decisión yo sólita.

    Su ira está a punto de estallar. Lo sé por el modo en el que le brillan los ojos y le tiemblan las manos.

    - Si vuelvo... si VUELVO a enterarme de que has salido otra vez con ese chico, haré todo lo posible para convencer a tu padre para que pases lo que queda de curso en un internado. ¿No crees que ya tenemos suficientes preocupaciones con Shelley? Prométeme que no volverás a verle fuera del instituto.
    Se lo prometo. Me refugio en mi habitación y llamo a Sierra.
    - ¿Qué pasa?

    - Sierra, necesito a mi mejor amiga ahora mismo.
    - ¿Y me has elegido a mí? Vaya, me siento halagada -responde con ironía.
    - De acuerdo, te he mentido. Me gusta Joe. Me gusta muchísimo.
    Silencio.

    Más silencio.
    - Sierra, ¿estás ahí? ¿O simplemente me ignoras?
    - No te ignoro Demi. Solo me pregunto por qué has decidido contármelo ahora.
    - Porque necesito hablar de ello. Contigo. ¿Me odias?
    - Eres mi mejor amiga -admite.
    - Y tú la mía.

    - Las mejores amigas siguen siéndolo aunque una de ellas se niegue a entrar en razón y se empeñe en salir con un pandillero, ¿no?
    - Eso espero.

    - Demi, no vuelvas a mentirme.
    - No lo haré. Y puedes compartir la información con Doug, siempre y cuando no diga nada.

    - Gracias por confiar en mí, Demi. Parece una chorrada, pero para mí es muy importante.

    Cuelgo el teléfono. Tras habérselo contado, me alivia saber que las cosas han vuelto a la normalidad. Suena mi móvil. Es Isabel.
    - Tengo que hablar contigo -suelta Isabel cuando respondo.
    - ¿Qué pasa?

    - ¿Has visto hoy a Paco?
    Vaya... hablando de secretos.
    - Sí.
    - ¿Me has mencionado?
    - No. ¿Por qué? ¿Querías que lo hiciera?
    - No. Sí. Bueno, no lo sé. Estoy muy confusa.
    - Isabel, dile lo que sientes sin más. A mí me funcionó con Joe.
    - Sí, pero tú eres Demi Lovato

    - ¿Quieres saber cómo es en realidad Demi Lovato? Te lo diré. Soy insegura, como todo el mundo. Me siento prisionera en un papel que me obligo a representar continuamente, una fachada que consiste en dar buena imagen y aparentar ser distinta a los demás. Y eso me hace ser aún más vulnerable, que me observen más y suscitar más cotilleos.

    - Pues entonces supongo que no te alegrará conocer los rumores que circulan en mi grupo de amigos sobre Joe y tú. ¿Quieres saber lo que dicen?
    - No.

    - ¿Estás segura?
    - Si. Sí me consideras tu amiga, no me lo cuentes.
    Porque si estoy al tanto de los rumores, tendré la sensación de que he de enfrentarme a ellos. Y en este preciso momento, prefiero vivir en la felicidad de la ignorancia.