jueves, 7 de marzo de 2013

Química Perfecta Capitulo 5




   

  Antes de ir a clase de química, enciendo mi teléfono móvil y llamo a mi casa para saber cómo le va a mi hermana. Baghda no está muy contenta porque a Shelley le ha dado un arrebato a la hora comer. Al parecer, a mi hermana no le ha gustado mucho la comida. Y como señal de protesta le ha tirado el bol de yogur al suelo.

    ¿Era demasiado pedir que mi madre renunciara un solo día de paseo por el club de campo para quedarse en casa en aquella etapa de transición? El verano ya ha acabado, y no puedo estar allí para relevar a las cuidadoras, y que por regla general acaban largándose.

    Debería estar centrada en mis clases. Ingresar en el alma mater de mi padre, Northwestern, es mi principal objetivo porque así podré ir a una universidad que este cerca de casa y no estaré lejos de mi hermana si me necesita. Después de dar a Baghda un par de consejos, aspiro una bocanada de aire, fuerzo la sonrisa y entro en clase.
    - Eh guapa. Te he guardado un sitio -dice Colin señalando el taburete que queda a su lado.

    El laboratorio está formado por altas mesas de laboratorio, cada una para la capacidad de 2 personas. Eso significa que estaré sentada con Colin el resto del año y que haremos juntos el temible proyecto de química de último curso. Sintiéndome algo estúpida por pensar que las cosas habían cambiado entre nosotros, tomo asiento en el taburete y saco mi pesado libro de química.

    - ¡¡Eh mira!! ¡¡Jonas está en nuestra clase!! -gritan algunos chicos en la parte de detrás del aula- Joe aquí, ven.

    Intento no mirar a Joe mientras saluda a sus amigos con palmaditas en la espalda y apretones de manos demasiados complicados para ser imitados. Además del gesto, se llaman hermano entre ellos, muy típico. La presencia de Joe atrae las miradas de toda la clase.

    - He oído que le arrestaron el fin de semana pasado por uso de metanfetaminas.
    - ¿En serio?

    - En serio -dice Colin, asintiendo con la cabeza y enarcando ambas cejas.
    Bueno, no es que me sorprenda la noticia. He oído que Joe pasa la mayoría de los fines de semana colocado, trapicheando con drogas o metido en cualquier otra actividad ilegal.

     La señora Peterson cierra con fuerza la puerta de la clase provocando que todas las miradas abandonen en el acto la parte trasera del aula, donde se sientan Joe y sus colegas, y se centren en la parte delantera, donde se encuentra la señora Peterson. Tiene el cabello castaño claro, y lo lleva recogido en una tirante cola de caballo. Es probable que no haya cumplido todavía los 30, pero sus gafas y su perpetua expresión ceñuda la hacen parecer mucho mayor. He oído que tras su primer año como profesora (el cual solo le trajo llantos), ha adoptado una actitud más dura. Al parecer, sus alumnos no respetaban a una profesora que era la suficiente joven como para ser su hermana mayor.

    - Buenos días y bienvenidos al último curso de química -dice antes de sentarse al borde de la mesa y abrir una carpeta-. Agradezco que se hayan tomado la molestia de elegir asientos, sin embargo, yo ya había dispuesto la organización de los mismos, por orden alfabético.

    Protestó justo al resto de la clase, pero la señora Peterson ni se inmuta. Se planta de la primera mesa de laboratorio y dice:

    - Colin Adams ocupe el primer asiento. Su compañera será Darlene Boehm.
    Darlene Boehm es la segunda capitana del equipo de animadoras. Me lanza una mirada cargada de disculpas antes de sentarse en el taburete que queda al lado de mi novio.
    A medida que la señora Peterson sigue con lista, los estudiantes van cambiándose a sus asientos asignados sin mucho entusiasmo.

    Demi Lovato -dice la señora Peterson señalando la mesa que queda detrás de Colin. Acepto gustosamente mi nueva plaza asignada.

    Joseph Jonas -continúa la Sra. Peterson, señalando el taburete que hay a mi lado.
    ¡Ay madre! Joe… ¿Mi compañero de laboratorio? ¿Durante todo el curso? De ningún modo, ni de coña, me niego. Lanzo a Colin una mirada suplicante mientras intento con todas mis fuerzas que no me entre el pánico. Debería de haberme quedado en casa. En la cama, bajo las mantas. Vaya, pues si que me siento intimidada.
    - Llámame Joe.
    La Sra. Peterson levanta la mirada de la lista de clase y observa a Joe por encima de las gafas.

Joe Jonas -dice antes de cambiar su nombre en la lista-. Señor Jonas, quítese esa bandana. En mi clase aplico una política de tolerancia cero. No permitiré que ningún accesorio relacionado con una pandilla entre en mi clase. Y por desgracia, Joe su reputación le precede. El director Aguirre respalda sin reservas esta medida…. ¿Me he explicado con claridad?

  Joe agacha la mirada antes de quitarse la bandana de la cabeza, revelando un cabello alocado que encaja con la expresión de sus ojos.
    - Es para esconder los piojos -le masculla Colin a Darlene, pero yo lo oigo y Joe también.
    - Vete a la mierda -le dice Joe, fulminándolo con la mirada-. Cierra el pico.
    - Claro, colega -responde Colin, antes de darse la vuelta-. Ni siquiera saber decir una frase sin soltar un taco.

    - Ya es suficiente Colin, Joe, siéntate -ordena la Sra. Peterson y dirigiéndose al resto de la clase dice- : esto también va por los demás. No puedo controlar lo que hagan fuera del aula, no obstante en mi clase mando yo -dice, girándose después a Joe-. ¿Ha quedado claro?

    - Sí señora -replica Joe en un tono deliberadamente bajo.
    La Sra. Peterson continúa con el resto de la lista, mientras yo hago todo lo que puedo para no mirar a los ojos al tipo que se sienta a mi lado. Me arrepiento de haber dejado el bolso en la taquilla porque ahora podría estar fingiendo buscar nada dentro, tal y como ha hecho Sierra esta mañana.

    - Qué asco -murmura Joe en tono contrariado y ronco. ¿Lo hace a propósito?
    ¿Cómo voy a explicar a mi madre que tengo de compañero de laboratorio a Joe Jonas? Ay, no, espero que no me eche las culpas de todo eso.

    Miro a mi novio, quien esta absorto con su conversación con Darlene. Tengo celos. ¿Porque mi apellido no puede ser Lovato para poder sentarme junto a él? Seria genial poseer el poder de retroceder en el tiempo y que, solo pronunciar las palabras mágicas, el día empezara de nuevo. Hoy sería el día perfecto para hacerlo.

    ¿Acaso cree la Sra. Peterson que es razonable emparejar a la capitana de las animadoras con el tipo más peligroso del instituto? Esta mujer está delirando.
    La señora delirios termina por fin de asignar los asientos.

    - Se que los estudiantes de último curso creen saberlo todo, pero nunca den por hecho que han triunfado hasta que no sean capaces de tratar las plagas que acechan a la humanidad o hacer que la tierra sea un lugar más seguro en el que vivir. El campo de la química juega un papel crucial en el desarrollo de los fármacos, en los tratamientos de radiación para los enfermos de cáncer, en el uso del petróleo, en el ozono…
    Joe levanta la mano.

    Joe-dice la profesora-. ¿Tienes alguna pregunta?
    - Señora Peterson, ¿está diciendo que el presidente de USA no es un triunfador?
    - Bueno, lo que digo es… que el dinero y el estatus no lo son todo. Debe utilizar el cerebro para hacer algo para la humanidad o por el planeta en el que vivimos. Entonces, si será un triunfador. Y se habrá ganado mi respeto, que es algo de lo que no puede presumir todo el mundo.

    - Yo tengo cosas de las que puedo presumir Sra. P. -dice Joe. Es evidente que esta divirtiéndose.
    La Sra. Peterson sostiene la mano en alto.
    - Por favor ahorrémonos los detalles Joe.

    Niega con la cabeza. Si Joe cree que llevarle la contraria a la profesora va a hacer que obtengamos una buena nota, está muy equivocado. Está claro que a la Sra. Peterson no le hacen gracia los listillos y mi compañero ya está en su lista negra.
    - Ahora -dice la señora delirios-. Mirad a la persona que se sienta a vuestro lado.

    “Cualquier cosa menos eso”. Sin embargo, no tengo elección. Miro de nuevo a Colin, que parece muy contento con la compañera que le ha tocado. Si Darlene no tuviera novio, me estaría cuestionando seriamente por qué se acerca tanto a Colin y se sacude la melena tantas veces. Deduzco que estoy siendo paranoica.

    - Puede que no les guste vuestro compañero -dice la Sra. Peterson, pero deberán estar juntos los próximos 10 meses. Tómense 5 minutos para conocerse, y después deberán presentarlo al resto de la clase. Hablen de lo que han hecho este verano, de cuáles son sus aficiones, o de cualquier otra cosa interesante o peculiar que quizás sus compañeros no sepan de ustedes. Sus cinco minutos empiezan ahora.
    Saco la libreta, me pongo en la primera página y se la paso a Joe.
    - ¿Por qué no escribes cosas sobre ti en mi libreta y yo hago lo mismo en la tuya? Pregunto. Es mejor intentar tener una conversación con él.

   Joe asiente, parece estar de acuerdo, aunque observo que se le levantan las comisuras de los labios mientras me pasa su libreta. ¿Son imaginaciones mías o ha pasado de verdad? Aspiro una bocanada de aire, me quito esa idea de la cabeza y escribo con diligencia hasta que la Sra. Peterson da el final de los 5 minutos y se dispone a escuchar las presentaciones de los alumnos.

    - Os presento a Darlene Boehm -empieza Colin, que es el primero en hablar.
    Pero yo no oigo el resto de su discurso sobre Darlene y su viaje a Italia y su experiencia en el campamento de baile del verano. En lugar de eso, bajo la mirada a la libreta que Joe me ha devuelto y me quedo boquiabierta al reparar en las palabras que ha escrito.

domingo, 3 de marzo de 2013

Seductoramente Tuya capitulo 20






Quizá llamara a Demi cuando los niños estuvieran dormidos. Habían empezado una conversación sobre el grupo de teatro durante la comida, pero la había tenido que cortar para volver al despacho. Y quizá, mientras hablaban, descubriría por qué demonios había rechazado lo que Jamie le había ofrecido en vez comer.
Era algo que empezaba a necesitar urgentemente.
—Todavía no entiendo por qué no podemos hacer El fantasma de la ópera  protestó Earlene Smithee el domingo siguiente por la tarde.
Demi no se rio... aunque no le fue fácil contenerse.
—De verdad, no me parece buena idea, Earlene. Es mejor que intentemos algo más sencillo en esta primera obra.
—Tú eres la experta —dijo Earlene, resignada.
Demi no se sentía demasiado experta manejando a un grupo de adultos aficionados, pero ocultó su inseguridad tras una sonrisa:
—Traeré varias obras de teatro la próxima vez. Si alguien tiene alguna recomendación, que haga el favor de traerla.
Los siete aspirantes a actores y técnicos que Earlene había reunido en aquella primera sesión asintieron, mirando a Demi  como si fuera una diosa. Sabía que se cansarían en cuanto pasaran un tiempo juntos, pero estaba disfrutando de aquella veneración pasajera.
—Muy bien, entonces hasta la semana que viene. Podéis invitar a los amigos que queráis. Hacen falta bastantes voluntarios para sacar adelante una obra.
La reunión concluyó y todos empezaron a desfilar hacia la iglesia. Algunos se pararon a la salida para charlar con Demi, con la que compartieron sus experiencias en obras que habían representado en el instituto.
—Estabas genial en Vidas privadas —le dijo Sherry a Demi . Era una joven ama de casa, de la misma generación de Demi, pero se dirigía a esta con gran adoración—. Es mi telenovela favorita... y vi todos los capítulos en los que aparecías.
—Gracias. Fue un personaje divertido.
—¿Cómo pudiste renunciar a todo eso y volver a Honoria? —preguntó Sherry, asombrada—. Solo llevo aquí dos años y a veces me aburro tanto, que me subo por las paredes.
—Supongo que me entró morriña. Además, me apetecía cambiar. Hasta un ritmo constante de actividad puede terminar siendo tedioso al cabo de un tiempo.
—A mí me vendría bien un poco de emoción en la vida.
—Pues preséntate para conseguir un papel en la obra que elijamos la animó Demi. Te aseguro que será todo un reto para ti.
—Lo haré, gracias.
Susan Schedler se acercó a Demi cuando ya se había ido el resto. Demi estaba recogiendo las notas que había tomado durante la sesión. Alzó la vista y sonrió al ver a su amiga embarazada.
— ¿El fantasma de la ópera? se burló
Susan tras cerciorarse de que estaban solas.
—No sabes lo que me ha costado no echarme a reír Demi sonrió.
—Seguro que Earlene pide el papel del personaje más joven. No le va a gustar que la elijas como la madre de nadie.
—Ya me preocuparé de eso cuando llegue el momento.
—¿Seguro que quieres meterte en esto?, ¿un puñado de aficionados con sueños frustrados de convertirse en estrellas?
—Puede ser divertido Demi arrugó la nariz. Además, necesito hacer algo productivo.
—Te aburres, ¿verdad?
—Un poco reconoció Demi. Aunque, en realidad, sabía que lo que sentía era cierta insatisfacción, un vacío en su vida que sus citas semanales con Joseph no compensaban del todo.
—Me cuesta creérmelo, teniendo en cuenta cómo te persigue el abogado más apuesto de la ciudad.
—¿Cómo dices? —preguntó Demi, perpleja.
—No habrás olvidado lo rápidamente que circulan los rumores por Honoria, ¿no? —Susan esbozó una sonrisa traviesa.
—No me digas que...
—Sí, la gente está hablando sobre ti yJoseph Jonas. Dicen que has salido con él varios viernes... y que su coche estaba aparcado delante de tu casa un día entre semana.
—Estuvimos comiendo —murmuró Demi.
—Ya... ¿y qué hubo de postre?
—Conversación —contestó Demi.
— ¿Qué pasa?, ¿es que no me vas a contar nada?
—No hay mucho que contar. Somos amigos, nada más.
—¿Dos solteros que cenan y conversan juntos?
—Algo así contestó Demi mientras guardaba las notas en el bolso.
—¿Quieres saber cómo van las apuestas a favor y en contra de vuestro matrimonio?
—No.
—Digamos que están divididas Susan rio.
Demi se puso el bolso a la bandolera. Ese era justo el motivo por el que habían tratado de ser discretos y habían escogido restaurantes y cines de diferentes ciudades. Al pareces, sus esfuerzos habían sido estériles.
— ¿Todo el mundo está hablando de nosotros? preguntó Demi.
—Así es contestó Susan con alegría—. Martha Godwin creer que Joseph será una buena influencia para ti y que serás una buena madrastra para Sam y Abbie. Nellie Hankins no entiende cómo puede pensar nadie en relacionarse con un Jonas, aunque todo el mundo sabe que tú eres actriz y la vida que llevan las actrices.
—Con amigas como tú... Demi no sabía si reír o llorar ante aquel malévolo resumen de los cotilleos.
—Pensé que querrías saber lo que se estaba diciendo. Pero, por si te sirve de algo, la mayoría de la gente tiene un gran concepto de ti desde que has vuelto, y piensan que hacéis buena pareja. Yo estoy de acuerdo con ellos, por cierto.
—Algo me dice que esto no le va a gustar nada a Joseph—comentó Demi mientras acompañaba a su amiga al aparcamiento. Tiene una aversión particular hacia los chismorreos.
—Es inevitable. Es un Jonas.
—Lo sé pero últimamente han sido todos unos ciudadanos modélicos. Se demostró que Lucas no era culpable de asesinato, Savannah es una respetada madre casada, como Emily y Tara. Trent está en la Academia del Aire y Joseph es un padre dedicado a sus hijos con una carrera impecable como abogado.
—Los escándalos no se olvidan fácilmente por aquí. La gente sigue hablando del bisabuelo deJoseph, sospechoso de organizar una banda de ladrones de caballos.
Y a los cotillas no les gusta perder a sus víctimas preferidas. Estarán atentos a cual quiero novedad jugosa y ahora mismo estáis en el punto de mira.
Aunque sabía que Susan solo intentaba advertirla de lo que se estaba diciendo sobre ella, a Demi no le gustó oírlo. Joseph ya era reticente a ahondar en su relación de por sí. Si se enteraba de que era el catalizador de nuevos rumores, acabaría huyendo.

Hello Chicas perdón por no haber subido antes esta novela pero no encontraba el documento espero les guste saludos

Seductoramente Tuya capitulo 19






No había querido entregarle el corazón. Era la única parte que había pretendido reservarse. Pero Joseph había saltado por encima de todas sus defensas y se lo había robado.
Había estado enamorada de Joseph Jonas a los quince años. Muchas cosas habían cambiado desde entonces, pero sus sentimientos hacia Joseph eran muy similares. Tal vez fueran más serios incluso, pues era lo suficientemente madura como para comprender lo mucho que se jugaba.
Había tenido tan poco que ofrecerle entonces... Pero las cosas habían cambiado. Notaba un vacío en Joseph y Demi pensaba que ella podía darle lo que necesitaba. Al menos, durante un tiempo.
Cuando aquel tierno beso finalizó, Demi agarró su taza y preguntó sonriente:
—¿Qué quieres?, ¿sandwiches o sexo?
Joseph rio.
— ¡Maldita sea, Demi! ¿Cómo puedes hablar tan seria diciendo cosas así?
—Porque lo decía en serio aseguró ella, complacida por haber arrancado una pequeña risa a Joseph. Este necesitaba reírse más que una liberación física.
—He venido a comer contigo, no esperaba otra cosa.
—Yo tampoco —respondió Demi—. Y, para que no te lleves una idea equivocada, no acostumbro a practicar el sexo a menudo. De hecho, llevo una temporada de abstinencia. Pero la oferta sigue en pie.
—No imaginas cómo me gustaría aceptarla —gruñó Joseph—. Pero creo que será mejor que hoy nos limitemos a comer los sandwiches. Tengo una reunión a la una y media.
—¿Coca-Cola o té helado? —le preguntó ella acto seguido, como si nada hubiese sucedido.
—Eh... Coca-Cola —respondió Joseph cuando hubo reaccionado.
Demi fue al frigorífico. Se negaba a mostrarle lo desilusionada que estaba... y lo mucho que la aliviaba no haber complicado aquella relación todavía hasta un punto a partir del cual su vida nunca volvería a ser la misma.
—Chico, llevas toda la tarde como si fueras un perrillo con una espina en la pata. ¿Se puede saber qué te pasa?
—Nada —mintió Joseph a su padre, el cual puso cara de no creérselo—. Está bien. Es que el caso Foster me está dando auténticos dolores de cabeza. Odio ver que un matrimonio termina tan mal; sobre todo, cuando hay hijos por medio.
—Te está afectando, ¿verdad? Uno piensa que Clark y Valerie deberían hacer lo posible para que los niños no oigan sus insultos. Pero cuando empiezan a pelear, no parece que les importe quién los oiga.
—No puedo creerme que Valerie haya venido con el niño pequeño al careo de esta tarde —comentóJoseph, disgustado por la irresponsabilidad de su cliente—. Puede que solo tenga cuatro años, pero el chico no es sordo ni estúpido. Ha oído lo que se estaban diciendo sus padres. Al cabo deudos minutos, le he pedido a Marie que se llevara al niño a su despacho y lo ha tenido entretenido, dibujando y haciendo fotocopias con ella.
—Apuesto a que le dijiste un par de cosas a tu cliente cuando el niño estaba fuera.
—Sí. Y, en honor a la verdad, el abogado de Clark estuvo de acuerdo en todo cuanto le dije.
—Bill Walker, ¿no? Sé que no lo has conocido en la mejor de las situaciones, pero es un buen hombre. Me he enfrentado a él varias veces en los juzgados, pero siempre lo he respetado, aun cuando no estábamos de acuerdo.
—Me ha causado buena impresión, aunque Clark y él no estén siendo razonables con ciertas cuestiones del divorcio.
—Solo hace lo mejor para su cliente, hijo, igual que tú para el tuyo. Los divorcios son desagradables y enredarse en un caso así no es divertido nunca. He salido de muchos careos como el que has tenido esta tarde con la sensación de que necesitaba una ducha. Pero a estas alturas deberías saber que los divorcios y las quiebras constituyen la mayoría de los casos de una ciudad pequeña. No todo pueden ser testamentos y contratos de fundación de nuevas empresas.
—Sabía dónde me estaba metiendo. Pero esta tarde ha sido especialmente desagradable.
—Entonces, ¿sigues pensando que me relevarás al mando del bufete cuando me jubile dentro de un par de años? ¿Todavía quieres pasarte el resto de tu carrera haciendo estas cosas?
—¿Quieres decir como alternativa a volver a Washington? Confía en mí, papá. La pelea de esta tarde no se acerca a lo que he visto en la capital. No he cambiado de opinión. Simplemente, no me gusta que hagan daño a los niños.
—Lo sé. Así que sigue haciendo todo lo que puedas por protegerlos.
—Lo intentaré.
—¿Te inquieta algo más? —preguntó entonces Caleb.
—No, con eso ya tengo bastante —contestó Joseph, con la esperanza de que su padre lo creyera.
—¿No hay nada de lo que quieras hablar?
—No de momento.
—Entonces no insisto —Caleb se dispuso a levantarse—. Ya sabes dónde estoy si te apetece hablar de cualquier cosa.
—Gracias, papá.
Joseph, frunció el ceño al ver la lentitud con que Caleb se levantaba del asiento. ¿Desde cuándo le costaba tanto moverse? Como si fuera un anciano... ¿Tan absorbido
había estado en sus problemas que no se había dado cuenta de lo rápidamente que estaban envejeciendo sus padres?
—Papá, ¿estás bien? —se interesó Joseph.
—Sí, no estoy en plena forma, pero no pasa nada. Hacerse mayor no es ninguna juerga, chico.
—¿Has ido a que te vea un médico?
—Bobbie está dándome la lata con que vaya a un fisioterapeuta. Creo que iré dentro de poco.
—Hazlo.
Era evidente, pensó Joseph cuando Caleb hubo salido de su despacho, que no había disimulado con mucho éxito sus sentimientos. Primero, había tratado de reprimir las repercusiones de la muerte de Melanie y lo que había descubierto luego. Y en esos momentos, intentaba manejar su abrumadora atracción hacia Demi. Tanto su padre como su madre se habían mostrado preocupados por él.
Había sido sincero con Caleb. Seguía pensando en quedarse en Honoria. Era verdad que los divorcios no eran agradables, pero haría todo lo posible por que aquellos en los que él interviniera discurrieran con tranquilidad y justicia.
Suponía que estaba particularmente afectado ese día porque había mirado la triste carita del hijo de Valerie y Clark y se había acordado de Sam. Si Melanie no hubiese muerto en un accidente de tráfico después de comer con uno de sus amantes, tal vez también ellos hubieran acabado divorciándose, aireando de mala manera su dolor y sus rencores y luchando por la custodia de los niños.
La idea lo estremeció. Al alivio de haberse ahorrado todo ese sufrimiento, lo siguió una oleada de culpabilidad por que Melanie hubiera tenido que pagar un precio tan caro.
Era una batalla tan penosa como recurrente, que acostumbraba a librar a solas en medio de la noche, con una copa de bourbon como único apoyo emocional. No quería cargar a nadie con el peso de sus dolorosos descubrimientos. No podía todavía. Quizá nunca.
— ¿Joseph? —lo llamó una voz femenina por el interfono del teléfono.
—¿Sí, Marie?
—Me voy a ir ya. ¿Necesitas algo antes de que me vaya?
—No, yo también me voy a casa en seguida. Hasta mañana.
Joseph recogió los papeles desperdigados sobre la mesa, los metió en una carpeta y apagó el ordenador. Recordó que se había quedado sin café por la mañana, de modo que tendría que parar a comprar de camino a casa. Sarah había prometido que le dejaría la cena preparada, de modo que solo tendría que servírsela a los niños, bañarlos, leerles un par de cuentos y acostarlos. Luego, tendría el resto de la noche para sí mismo: para recordar, entristecerse y lamentarse.

Seductoramente Tuya Capitulo 18





—No hay más que hablar Bobbie se levantó. Tengo un par de cepillos de dientes nuevos por algún lado. Te llevaré uno a tu cuarto de baño. Todavía hay un albornoz en el armario y toallas...

—Sé dónde está todo, mamá; pero...
—No discutas. No tienes ninguna razón para irte a casa.
Sabía que su madre no lo había dicho como le había sonado a él, pero sus palabras lo habían hecho sentirse vacío. Su madre tenía razón, pensó mientras le cambiaba los pañales a Abbie y la abrigaba en la cuna. En realidad, no tenía ninguna razón para irse a casa.
El miércoles por la mañana, nada más colgarlo, el teléfono volvió a sonar.
—¿Diga? —preguntó Demi en tono ausente.
—Hola.
Aquel simple saludo bastó para captar toda su atención.
—Hola, Joseph. ¿Cómo está Abbie?
—Mucho mejor, gracias. Estuvo mala todo el fin de semana, pero ayer ya estaba totalmente recuperada.
—Me alegro.
—¿Has comido ya?
—No — Demi miró el reloj y vio que eran casi las doce del mediodía.
—Tengo hora y media hasta mi siguiente reunión. ¿Qué tal si salgo por algo de comida para llevar y me acerco a tu casa?
—¿Es otro acto impulsivo? —preguntó ella, encantada.
—Supongo que me estás corrompiendo.
—Todavía no he empezado — Demi rio.
—¿Debo tomármelo como una amenaza... o como una promesa?
—Lo que más te guste.
—Te veo en quince minutos.
Demi colgó el teléfono y se puso de pie. Tal vez debiera ponerse algo de maquillaje, pensó mientras corría hacia el dormitorio.
Justo un cuarto de hora después, Joseph llamó al timbre.
—Hola —lo saludó Demi, sonriente.
—Hola —dijo Josep, cargado con dos bolsas de una sandwichería.
—Deja que agarre una. Podemos comer en la cocina.
—Me alegra que estés libre —comentó él mientras la seguía.
—Parece que estos días tengo mucho más tiempo libre del que estoy acostumbrada —Demi encogió los hombros.
—Suena como si ya estuvieras cansándote de vivir en una ciudad pequeña.
Demi alzó una ceja en respuesta a algo que había notado en el tono de voz.
—En realidad, no —contestó—. Pero me está llevando un tiempo descubrir qué hacer durante las vacaciones de verano. De hecho, acaba de surgirme algo interesante.
—¿Sí? —Joseph sacó un sandwich de una de las bolsas—. ¿De qué se trata?
—Earlene Smithee me ha llamado esta mañana. Estaba pensando en formar un grupo de teatro y quería saber si estaría interesada en compartir mi experiencia. Tiene varios conocidos dispuestos a involucrarse, pero no saben cómo organizarse.
—¿Te vas a meter en algo así? —preguntó Joseph, sorprendido.
—¿Por qué no? Puede ser divertido.
—Y puede que te encuentres con un puñado de bellezas marchitas como Earlene, que solo quieren una oportunidad para volver al centro de atención.
—Acabas de describir bastante bien la mayoría de los grupos de teatro de personas adultas —lo informó Demi entre risas—. Suele ser gente que un día soñó con triunfar sobre el escenario, pero no tuvo el valor de luchar por conseguirlo.
—O el talento.
—También, por supuesto. Pero un buen director puede sacar provecho hasta de un talento limitado con un buen guión y suficiente trabajo.
—Y el buen director es buena directora en esta ocasión, ¿no?
—No me importaría dirigir una obra para ellos. No sería tan distinto a trabajar con los estudiantes del instituto.
—Salvo que tus estudiantes deben hacer lo que les digas y a Earlene nunca se le ha dado muy bien obedecer órdenes. ¿Y si April Penny decide que quiere colaborar? Sabes que Earlene y ella se odian. ¿Podrías arreglártelas si empezaran a pelearse por un papel?
—Está claro que me subestimas. ¿Tengo que recordarte que he trabajado en Nueva York? He visto divas de telenovelas tratar de sacarles los ojos a compañeras de reparto porque decían que les estaban intentando hacer sombra. April y Earlene son simples aficionadas en divismologia.
—¿Divismologia? —repitió Joseph con una sonrisa curiosa—. ¿Así es como se llama?
—Así es como lo llamo yo.
—¿Y tú te consideras una diva?
—Me temo que no he hecho méritos — Demi rio—. Hace falta ser una gran estrella para poder considerarse una diva. Yo solo era ese personaje simpático de ojos grandes y acento gracioso.
—¿Así es como te veías?
—Así es como me veían los que repartían los papeles.
Demi sacó dos platos, los colocó en la mesa y sonrió para indicarle que hacía tiempo que había aprendido a aceptar su sino. Podría haber trabajado más tiempo, más duro, más competitivamente; pero habría seguido teniendo muy pocas oportunidades de convertirse en una estrella. Y aunque podía haber ganado más dinero en Nueva York, había acabado sintiendo un vacío interior que solo podía llenar regresando a Honoria y enfrentándose a su pasado de una vez por todas.
Joseph Jonas formaba gran parte de ese pasado, fuera o no consciente de ello.
—Así que vas a fundar un grupo de teatro —dijo Joseph, como si aún no pudiera creérselo.
—Eso parece. ¿Quieres unirte? —Demi rio. 
—Creo que podré resistir la tentación.
—¿No tienes deseos ocultos de alcanzar la gloria como actor?
—No, estoy contento con mi trabajo. Compraré una entrada para ver tu obra... pero no actuaré.
—¡Lastima! —Demi exageró un suspiro—.No creo que vaya a encontrar muchos hombres tan sexys por aquí.
—¿Intentas que me sonroje?
—Consigo que te sonrojes —replicó ella, satisfecha.
— ¿Qué hace falta para que tú te ruborices, Demi?
—No sé —murmuró esta—. Pero te invito a que lo intentes.
—Siempre he disfrutado de los retos — contestó Joseph, acercándose a los labios de ella. Y luego acalló su respuesta apoderándose de su boca.

Fuera cual fuera el tema de conversación que hubieran estado manteniendo, Demi lo olvidó por completo. La comida que Joseph había llevado dejó de importar. Estaba hambrienta... pero no de sandwiches.
Joseph deslizó las manos por su espalda y la atrajo hacia él. No le costó descubrir que no era el único con necesidades más urgentes que la de comer.
Demi le rodeó el cuello con las manos y entreabrió los labios, invitándolo a que profundizara el beso... lo cual hizo, a conciencia. El top que llevaba se le había subido hasta la mitad al alzar los brazos y Joseph aprovechó la oportunidad de explorar a Demi, la cual notó la calidez de sus manos sobre la espalda y se preguntó lo delicioso que sería sentirlas por el resto del cuerpo.
—Será mejor que paremos esto si queremos comer —murmuró él con voz ronca.
— ¿Parar el qué? replicó Demi, rozando sus senos contra el pecho deJoseph.
—Eso gruñó este.
Demi frotó la mejilla contra el mentón de él.
—¿Esto?
Joseph la agarró por las caderas y la pegó contra su cuerpo más íntimamente.
—Estás jugando con fuego, Demi.
— ¿Te da miedo quemarme?
—Puede que me preocupe más que tú me quemes a mí murmuró Joseph  mientras le lamía el lóbulo de una oreja.
El corazón le latía con tanta fuerza que Demi creyó que debía alzar la voz para que pudieran oírla. Sin embargo, sus palabras fueron un ronco susurro:
—Quizá nos quememos juntos.
Joseph  cambió de postura y Demi se encontró contra su pecho, con los pies colgando a unos cinco centímetros del suelo.
Lo miró a la cara y vio la intensidad de su mirada.
—Con esto no puedo bromear.
—¿Y qué te hace pensar que estoy bromeando? replicó ella, totalmente en serio, sosteniéndole la mirada.
Contuvieron la respiración. Se estremecieron sus cuerpos. Y entonces Joseph le cubrió la boca con un beso tan perfecto y especial que a Demi se le hizo un nudo en la garganta.