—Relativamente
hablando, es limitado —dijo Nick,
conduciéndola hacia el hotel—. Recibo un número desmesurado de
invitaciones. No me interesan estos actos, pero los socios de mi bufete
me exigen que asista a algunos.
—¿Quieres llegar
a ser uno de los socios en el futuro?
—Sí, por el
dinero, el poder, y la posibilidad de torturar a otro joven asociado,
obligándolo a que venga a estas cosas —dijo él con una mueca, y la recorrió con
la mirada—. Creí que te había dicho que te pusieras un saco de patatas.
Miley se pasó las
manos por los brazos cubiertos de terciopelo. Había elegido el vestido de
terciopelo negro porque era abrigado y versátil.
— ¿Un saco de
patatas para venir al Jefferson?
Elvis durmió aquí replicó.
Él pasó los
dedos por su cuello y por el generoso escote del vestido. Miley tragó saliva al sentir su caricia y su mirada.
—¿Llevas
sujetador? preguntó él.
—Uh, no carraspeó Miley, ruborizándose. No puedo, porque el escote…
— ¿Sabes a
cuántos hombres vas a volver locos esta noche? inquirió él, pasándole el dedo
por la clavícula.
Miley notó
que su corazón se desbocaba. Si iba a volver loco a algún hombre, desearía que
fuera… Apartó esa idea y se mordió el labio.
—Simplemente no
aceptes tarjetas esta noche. Llamarías la atención ahí dentro.
— ¿Qué quieres
decir?
—Si las mujeres
que hay en ese salón fueran agua, serían agua mineral de lujo. —Y yo sería agua
de grifo —interpuso Miley, sintiéndose
ligeramente inadecuada.
—No. Tú eres
como un relámpago blanco —corrigió Nick.
La condujo por
un pasillo alfombrado y abrió la puerta del salón donde se celebraba la fiesta.
—Se abre el
telón —dijo, rodeó su cintura con un brazo y la besó.
Fue breve, pero
el cerebro de Miley sintió tal cortocircuito que
temió que la gente que la rodeaba notase olor a quemado.
Helen, la asistente de Nick, se acercó a
ellos y abrazó a Miley.
—Debería darte
vergüenza haber ocultado el compromiso. Casi me creí esa historia de que habías
desenchufado tus hormonas femeninas —Helen sonrió. Vas a ser perfecta para Nick. ¿Habéis fijado
una fecha?
— ¿Una fecha?
—repitió Miley con un nudo en la garganta; la
sinceridad de Helen la
había emocionado—. No, en realidad todavía…
—Miley no quiere
ni hablar de ello hasta que acabe el primer semestre —dijo Nick con suavidad,
rodeándola por la cintura—. ¿Y qué es eso de que va a ser perfecta para mí? Yo
seré perfecto para ella.
—Claro que lo
serás —dijo Helen—. En
cuanto ella consiga convertirte en un ser humano —hizo señas con el brazo a un
caballero muy distinguido—. Paul Ginter, te presento a Miley
Polcenek, la prometida de Nick.
Paul tomó su
mano y se la llevó a los labios.
—Qué gran placer
—dijo—. Eres exquisita. Quizá puedas utilizar tu influencia para convencer a Helen de que se case
conmigo.
Miley oyó el suave
gemido de Helen y
parpadeó ante la combinación de cortesía y el brillo chispeante de los ojos del
hombre.
—No estoy segura
de tener ninguna influencia —respondió, mirando a Helen dubitativa.
—No hagas caso a
Paul. Todos los años se pone así. Creo que es el muérdago —tranquilizó Helen.
—Sólo me quiere
como esclavo sexual —suspiró Paul.
—Creo que me
apetece un poco de champán —dijo Helen
sonrojada.
—Tus deseos son
mis órdenes —respondió Paul, y tras saludar con la cabeza a Miley y a
Nick, se la llevó de allí.
—Uf, es muy
intenso —se abanicó Miley—. ¿Qué hay entre
ellos?
—Helen es viuda y Paul
lleva cinco años cortejándola.
—¿Por qué no se
casa con él?
Nick entrelazó los
dedos con los suyos y la condujo hacia una mesa llena de aperitivos.
—Su primer
matrimonio fue largo pero no demasiado feliz, así que tiene…
—Miedo —concluyó
Miley—. Entiendo el miedo, pero ese hombre…
—movió la cabeza de lado a lado—. Cuando tenga ochenta años seguirá haciendo
suspirar a las mujeres.
Nick aceptó una copa
de champán de un camarero y se la ofreció a Miley.
—Eso me lo
tienes que explicar.
—Bueno, cuando
te mira es como si realmente te viera. Incluso ese
segundo, cuando tomó mi mano, me concedió su total atención. ¿Sabes lo raro que
es eso?
—No —dijo Nick, con mirada
escéptica.
—Es el tipo de
hombre que te hace sentir como si fueras la única mujer de la habitación, la
única mujer del mundo.
— ¿Cómo lo hace?
—No lo sé —Miley se encogió de hombros—. Levantó mi mano, me miró
a los ojos y…
— ¿Y? —urgió Nick, acercando la
cabeza y levantando su mano. Su mirada brillante la capturó.
Miley notó
como el corazón le latía apresurado y el resto del salón pareció disolverse.
Sintió mariposas en el estómago.
—Y… y…
Tragó saliva
cuando Nick levantó
los dedos hacia sus labios y la besó suavemente. Mirándola fijamente lamió uno
de los dedos. Miley se quedó sin respiración.
—Y el viejo
verde te dijo que eras exquisita, mientras aprovechaba para mirarte el escote
—aseveró Nick.
—¡Eres
imposible! —exclamó Miley, apartando la mano de
un tirón. Nick soltó
una carcajada y la abrazó.
—No soy
imposible. Soy un prometido muy celoso —dijo—. Quiero ser el hombre que te haga
sentir como si fueras la única mujer del salón, del mundo.
Sus palabras la
acariciaron, liberando secretos deseos que haría mejor en ocultar. Él bromeaba,
se dijo. Recuperándose, parpadeó con coqueteo.
—Pues entonces
tendrás que esforzarte más.
—De acuerdo
—dijo él, un destello sexy
y peligroso iluminó sus ojos—. Pero recuerda, tú te lo has buscado.
Y comenzaron los
juegos de seducción. Entre presentaciones, aperitivos y champán, Nick no dejó de tocarla.
Caricias sutiles, sensuales y cariñosas. Le frotaba el interior de la muñeca
con el pulgar al presentársela a un colega. Le ofrecía un sorbo de su copa de
champán y luego deslizaba su boca por el lugar que ella había rozado.
«No es en
serio», se decía Miley mentalmente, cuando los
nervios se le desbocaban y sentía la piel caliente y sonrosada. «No es en
serio», se repetía cuando la dejaba sin respiración. «No es en serio», se dijo
aunque su estúpido corazón deseaba creer que sí lo era.
Por fin
consiguió un ansiado descanso cuando un cliente secuestró a Nick.
—No tardaré —le
prometió Nick al
oído.
Miley asintió.
Inmediatamente, le pidió un vaso de agua helada a un camarero. Tenía la cabeza
atontada, y esa noche era esencial pensar con claridad. El camarero volvió con
el agua y ella bebió varias veces.
Poco después, Miley tuvo la sensación de que la observaban. Miró a
su alrededor y se encontró con la mirada de una rubia espectacular, rodeada de
gente. Miley sonrió. La preciosa boca de la
rubia sonrió en respuesta.
—Una gran fiesta
—dijo Miley.
—Sin duda. Creo
que no nos conocemos. Soy Kendra Ross-Wilder. ¿Y tú?
—Miley Polcenek.
—Un nombre poco
común —dijo Kendra, con tono neutral, y a continuación le presentó a las cuatro
personas del grupo—. Creo que te he visto con Nick Nolan —aventuró.
Miley recordó
su papel y asintió, dominando las ganas de cruzar los dedos antes de hablar.
—Sí, soy su
prometida —unas semanas más, pensó—. ¿Lo conoces?
—Oh, sí claro
—replicó Kendra con una sonrisa excesivamente amistosa, después movió la
cabeza—. Siempre me pareció un desperdicio que se decidiera por la ley civil.
Era muy inteligente y tenía talento.
—Nick sigue siendo
inteligente y teniendo talento. Es maravilloso con sus clientes —objetó Miley, ligeramente irritada.
—Pero habría llegado
lejos en la política —suspiró Kendra. A Miley no
le gustó su tono despreciativo.
— ¿Estás segura
de que hablamos del mismo Nick
Nolan? —preguntó Miley,
consiguiendo emitir una risa despreocupada—. La política lo aburriría
mortalmente.
La mujer que estaba
junto a Kendra soltó el aire de golpe, sorprendida, y Kendra apretó los labios.
—Claro que
conozco a Nick. Estuvimos
muy unidos.
Miley captó
el mensaje de inmediato. Kendra y Nick
habían sido amantes. Se preguntó si era una de esas mujeres sin corazón.
—Entonces debes
saber la pasión que siente por su trabajo.
—Nunca lo he
entendido —Kendra se encogió de hombros deliberadamente—. Se ha convertido en
un cazador de ambulancias.
Miley,
furiosa, notó que algo explotaba en su interior.
—Nick Nolan no es un cazador de
ambulancias. Si conocieras a la adolescente cubierta de cicatrices que
defiende, o a cualquiera de sus clientes, no dirías eso. Representa la última
esperanza para toda la gente a la que le ha fallado el sistema judicial.
Soluciona cosas que han ido muy, pero que muy mal.
A pesar del
escrutinio de la gente que empezaba a rodearlos, Olivia se negó a echarse para
atrás. Irguiendo la
espalda miró a Kendra a los ojos.
—Nick —dijo Helen, cuando él
intentaba librarse de la anfitriona de la fiesta—. Quizás deberías ir a ver a Miley.
Al oír el nombre
de Miley y el tono de advertencia de Helen, cortó la
conversación por lo sano.
—Una fiesta
maravillosa, Madeleine.
Nadie lo hace mejor. Gracias por invitarnos. Dejaré que te dediques al
resto de tus invitados —se despidió. Inmediatamente escudriñó el salón,
buscando a una gitana vestida de terciopelo negro—. ¿Qué pasa? —le preguntó a Helen en cuanto se
apartaron unos pasos.
—Se ha
encontrado con Kendra Ross-Wilder.
Nick soltó una
maldición. Kendra era la bruja más estirada y cargante que había tenido la
desgracia de conocer. Peor aún, lo había atraído tanto su despampanante belleza
rubia y sus ojos azules, que no había visto que tenía el corazón duro como un
diamante. Sintió que se le revolvía el estómago al pensar en Miley y Kendra juntas. Kendra la desgarraría en
pedazos.
— ¿Cómo de
horrible? —preguntó, andando más rápido.
— ¿Después de
que Miley le arrancara la piel a tiras por
llamarte cazador de ambulancias? —preguntó Helen.
Nick casi tropezó.
— ¡Miley ha hecho eso!
—Por lo que he
oído, Miley puso a Kendra en su lugar —explicó Helen con expresión
aprobadora—. No hay detalles claros, pero he oído susurrar la expresión «pelea
de gatas» —dijo con una mueca incómoda—. Lo último que sé, es que Miley iba hacia el guardarropa.
—No traía abrigo
—farfulló Nick, dirigiéndose
hacia allí. Entró, se quedó parado y escuchó el ruido de pasos al fondo de la
habitación. Cerró la puerta tras él cuidadosamente.
La encontró al
fondo, paseando de arriba abajo. Tenía las mejillas encendidas de ira, los
puños cerrados y sus ojos lanzaban chispas; le recordó a una guerrera. Había
ido a la batalla por él, pensó, sintiendo un ataque posesivo. Estaba
acostumbrado a librar tanto sus propias batallas como las de otros. No
necesitaba que nadie lo defendiera. Entonces, ¿por qué le parecía tan
maravilloso?
—He oído que me
has defendido ante la Bruja Malvada de Richmond.
Miley levantó
la cabeza y lo miró con desconsuelo.
—Puede que haya
arruinado tus oportunidades de dedicarte a la política.
Nick no pudo evitar
soltar una carcajada.
— ¿Política?
—repitió—. ¿Yo? —rió de nuevo y se acercó hacia ella, deseando borrar el
desconsuelo de su cara a besos—. Si has conseguido que dejen de perseguirme
para que me dedique a la política, lo único que puedo hacer es agradecértelo
—escrutó sus ojos con intensidad—. ¿Por qué estás escondida en el guardarropa?