viernes, 23 de noviembre de 2012

Amor Desesperado Capitulo 17 Niley





Los ojos de Miley desprendían tal intensidad emocional, que debería haber llevado un cartel de advertencia alrededor del cuello. Claramente nerviosa, levantó los brazos cuando Nick se acercó hacia ella.
—Estoy escondida en el guardarropa porque si me hubiera quedado en el salón, ahora tendría que contratarte para que me defendieras ante los tribunales. No me pareció buena idea salir fuera. Si hubiera ido al tocador podría haberme encontrado con… —abrió las aletas de la nariz y respiró con fuerza—… Kendra. Me imaginé que ella no pasaría por aquí.

Miley comenzó de nuevo a pasear a grandes zancadas.
—Es bellísima —admitió Miley, tanto para sí como para él—. Pero engreída. Siempre lo he pasado mal con la gente engreída. La última gota fue cuando os insultó a ti y a tu carrera. Tuve ganas de vaciarle una bandeja de albóndigas por encima —Miley lo miró—. Ya sé que es preciosa pero ¿cómo pudiste mezclarte con alguien así?
Nick movió la cabeza. Entendía que Miley no pudiera entenderlo. Miley y Kendra no eran del mismo planeta, ni siquiera de la misma especie.

—No duró mucho. Al principio ella fue agradable. En cuanto comprendí que pretendía dirigir mi carrera, me escapé. Acabó casándose con el hijo de un congresista. Puedes darle las gracias a Kendra por haber condicionado mis ideas sobre el romance. Ahora intento no estar nunca cerca de ella, porque estoy convencido de que un día la casa se le derrumbará encima. Igual que le pasó a la Bruja Malvada del Oeste en El Mago de Oz.
—¿La llamas la Bruja Malvada de Richmond? —preguntó Miley con una leve sonrisa.
—Esa es la descripción agradable —dijo él más relajado.
—¿Estabas enamorado de ella? —inquirió ella, seria.

Nick suspiró. Lo que había sentido por Kendra le parecía distante y trivial.
—La deseé durante un tiempo, pero es difícil seguir deseando a una mujer cuando no te gusta de verdad —calló sorprendido al comprender una cosa—. Muy distinto de lo que siento por ti.
—¿Que? —Miley abrió los ojos por completo.

—Te deseo y también me gustas. No pongas cara de sorpresa. Sabes que quiero hacerte el amor —añadió, parecía que a ella le iba a dar un síncope—. Y t también me deseas.
Miley abrió la boca pero no pudo emitir ningún sonido. La cerró y probó de nuevo.
—Yo…, puede que sea verdad pero…
—Aún no me puedo creer que le pararas los pies a Kendra en mi defensa.
—Bueno, no estoy segura de haberle parado los pies, y ella clavó sus dardos al final, así que…

—¿Qué dardos? —exigió Nick, notando que su buen humor se evaporaba.
—Me preguntó cómo me gano la vida, e hizo un par de comentarios vagamente insultantes —explicó Miley, sin mirarlo—. Creo que fue sobre todo a beneficio de la gente que nos rodeaba. Yo dije la última frase y me marché.
—¿Qué dijo?
—No quiero hablar de eso.
A Nick se le hizo un nudo en el estómago. Estaba claro que Kendra había encontrado la manera de herir a Miley.
—¿Cuál fue tu ultima frase?
—¿Tenemos que seguir hablando de esto?

—Si lo que dijiste fue sobre mí, ¿no crees que tengo derecho a saberlo?
—Dije que quizás yo no supiera mucho, pero que al menos no era tan estúpida como para llamar a Nick Nolan cazador de ambulancias, cuando es obvio que es mucho más que eso —suspiró ella, rindiéndose, pero sin mirarlo.
Sus palabras le penetraron la piel, le calaron hasta los huesos, tocando su corazón. La abrazó con fuerza.

—Oh, Miley, ella no es ni la décima parte de mujer que tú.
—No hace falta que digas eso para hacerme sentir mejor —lo miró por fin.
—No —le dijo Nick—. Lo digo porque es verdad.
La vulnerabilidad de sus ojos consiguió que perdiera el poco control que le quedaba e hizo lo que últimamente deseaba hacer con frecuencia. 

Amor Desesperado Capitulo 16 Niley





—Relativamente hablando, es limitado —dijo Nick, conduciéndola hacia el hotel—. Recibo un número desmesurado de invitaciones. No me interesan estos actos, pero los socios de mi bufete me exigen que asista a algunos.
—¿Quieres llegar a ser uno de los socios en el futuro?
—Sí, por el dinero, el poder, y la posibilidad de torturar a otro joven asociado, obligándolo a que venga a estas cosas —dijo él con una mueca, y la recorrió con la mirada—. Creí que te había dicho que te pusieras un saco de patatas.
Miley se pasó las manos por los brazos cubiertos de terciopelo. Había elegido el vestido de terciopelo negro porque era abrigado y versátil.
— ¿Un saco de patatas para venir al Jefferson? Elvis durmió aquí replicó.
Él pasó los dedos por su cuello y por el generoso escote del vestido. Miley tragó saliva al sentir su caricia y su mirada.
—¿Llevas sujetador? preguntó él.

—Uh, no carraspeó Miley, ruborizándose. No puedo, porque el escote…
— ¿Sabes a cuántos hombres vas a volver locos esta noche? inquirió él, pasándole el dedo por la clavícula.
Miley notó que su corazón se desbocaba. Si iba a volver loco a algún hombre, desearía que fuera… Apartó esa idea y se mordió el labio.
—Simplemente no aceptes tarjetas esta noche. Llamarías la atención ahí dentro.
— ¿Qué quieres decir?
—Si las mujeres que hay en ese salón fueran agua, serían agua mineral de lujo. —Y yo sería agua de grifo —interpuso Miley, sintiéndose ligeramente inadecuada.
—No. Tú eres como un relámpago blanco —corrigió Nick.
La condujo por un pasillo alfombrado y abrió la puerta del salón donde se celebraba la fiesta.
—Se abre el telón —dijo, rodeó su cintura con un brazo y la besó.
Fue breve, pero el cerebro de Miley sintió tal cortocircuito que temió que la gente que la rodeaba notase olor a quemado.

Helen, la asistente de Nick, se acercó a ellos y abrazó a Miley.
—Debería darte vergüenza haber ocultado el compromiso. Casi me creí esa historia de que habías desenchufado tus hormonas femeninas —Helen sonrió. Vas a ser perfecta para Nick. ¿Habéis fijado una fecha?
— ¿Una fecha? —repitió Miley con un nudo en la garganta; la sinceridad de Helen la había emocionado—. No, en realidad todavía…
—Miley no quiere ni hablar de ello hasta que acabe el primer semestre —dijo Nick con suavidad, rodeándola por la cintura—. ¿Y qué es eso de que va a ser perfecta para mí? Yo seré perfecto para ella.
—Claro que lo serás —dijo Helen—. En cuanto ella consiga convertirte en un ser humano —hizo señas con el brazo a un caballero muy distinguido—. Paul Ginter, te presento a Miley Polcenek, la prometida de Nick.
Paul tomó su mano y se la llevó a los labios.
—Qué gran placer —dijo—. Eres exquisita. Quizá puedas utilizar tu influencia para convencer a Helen de que se case conmigo.

Miley oyó el suave gemido de Helen y parpadeó ante la combinación de cortesía y el brillo chispeante de los ojos del hombre.
—No estoy segura de tener ninguna influencia —respondió, mirando a Helen dubitativa.
—No hagas caso a Paul. Todos los años se pone así. Creo que es el muérdago —tranquilizó Helen.
—Sólo me quiere como esclavo sexual —suspiró Paul.
—Creo que me apetece un poco de champán —dijo Helen sonrojada.
—Tus deseos son mis órdenes —respondió Paul, y tras saludar con la cabeza a Miley y a Nick, se la llevó de allí.
—Uf, es muy intenso —se abanicó Miley—. ¿Qué hay entre ellos?
—Helen es viuda y Paul lleva cinco años cortejándola.
—¿Por qué no se casa con él?

Nick entrelazó los dedos con los suyos y la condujo hacia una mesa llena de aperitivos.
—Su primer matrimonio fue largo pero no demasiado feliz, así que tiene…
—Miedo —concluyó Miley—. Entiendo el miedo, pero ese hombre… —movió la cabeza de lado a lado—. Cuando tenga ochenta años seguirá haciendo suspirar a las mujeres.
Nick aceptó una copa de champán de un camarero y se la ofreció a Miley.
—Eso me lo tienes que explicar.
—Bueno, cuando te mira es como si realmente te viera. Incluso ese segundo, cuando tomó mi mano, me concedió su total atención. ¿Sabes lo raro que es eso?
—No —dijo Nick, con mirada escéptica.

—Es el tipo de hombre que te hace sentir como si fueras la única mujer de la habitación, la única mujer del mundo.
— ¿Cómo lo hace?
—No lo sé —Miley se encogió de hombros—. Levantó mi mano, me miró a los ojos y…
— ¿Y? —urgió Nick, acercando la cabeza y levantando su mano. Su mirada brillante la capturó.
Miley notó como el corazón le latía apresurado y el resto del salón pareció disolverse. Sintió mariposas en el estómago.
—Y… y…
Tragó saliva cuando Nick levantó los dedos hacia sus labios y la besó suavemente. Mirándola fijamente lamió uno de los dedos. Miley se quedó sin respiración.
—Y el viejo verde te dijo que eras exquisita, mientras aprovechaba para mirarte el escote —aseveró Nick.
—¡Eres imposible! —exclamó Miley, apartando la mano de un tirón. Nick soltó una carcajada y la abrazó.

—No soy imposible. Soy un prometido muy celoso —dijo—. Quiero ser el hombre que te haga sentir como si fueras la única mujer del salón, del mundo.
Sus palabras la acariciaron, liberando secretos deseos que haría mejor en ocultar. Él bromeaba, se dijo. Recuperándose, parpadeó con coqueteo.
—Pues entonces tendrás que esforzarte más.
—De acuerdo —dijo él, un destello sexy y peligroso iluminó sus ojos—. Pero recuerda, tú te lo has buscado.

Y comenzaron los juegos de seducción. Entre presentaciones, aperitivos y champán, Nick no dejó de tocarla. Caricias sutiles, sensuales y cariñosas. Le frotaba el interior de la muñeca con el pulgar al presentársela a un colega. Le ofrecía un sorbo de su copa de champán y luego deslizaba su boca por el lugar que ella había rozado.
«No es en serio», se decía Miley mentalmente, cuando los nervios se le desbocaban y sentía la piel caliente y sonrosada. «No es en serio», se repetía cuando la dejaba sin respiración. «No es en serio», se dijo aunque su estúpido corazón deseaba creer que sí lo era.

Por fin consiguió un ansiado descanso cuando un cliente secuestró a Nick.
—No tardaré —le prometió Nick al oído.
Miley asintió. Inmediatamente, le pidió un vaso de agua helada a un camarero. Tenía la cabeza atontada, y esa noche era esencial pensar con claridad. El camarero volvió con el agua y ella bebió varias veces.
Poco después, Miley tuvo la sensación de que la observaban. Miró a su alrededor y se encontró con la mirada de una rubia espectacular, rodeada de gente. Miley sonrió. La preciosa boca de la rubia sonrió en respuesta.
—Una gran fiesta —dijo Miley.
—Sin duda. Creo que no nos conocemos. Soy Kendra Ross-Wilder. ¿Y tú?
—Miley Polcenek.

—Un nombre poco común —dijo Kendra, con tono neutral, y a continuación le presentó a las cuatro personas del grupo—. Creo que te he visto con Nick Nolan —aventuró.
Miley recordó su papel y asintió, dominando las ganas de cruzar los dedos antes de hablar.
—Sí, soy su prometida —unas semanas más, pensó—. ¿Lo conoces?
—Oh, sí claro —replicó Kendra con una sonrisa excesivamente amistosa, después movió la cabeza—. Siempre me pareció un desperdicio que se decidiera por la ley civil. Era muy inteligente y tenía talento.
—Nick sigue siendo inteligente y teniendo talento. Es maravilloso con sus clientes —objetó Miley, ligeramente irritada.
—Pero habría llegado lejos en la política —suspiró Kendra. A Miley no le gustó su tono despreciativo.
— ¿Estás segura de que hablamos del mismo Nick Nolan? —preguntó Miley, consiguiendo emitir una risa despreocupada—. La política lo aburriría mortalmente.
La mujer que estaba junto a Kendra soltó el aire de golpe, sorprendida, y Kendra apretó los labios.

—Claro que conozco a Nick. Estuvimos muy unidos.
Miley captó el mensaje de inmediato. Kendra y Nick habían sido amantes. Se preguntó si era una de esas mujeres sin corazón.
—Entonces debes saber la pasión que siente por su trabajo.
—Nunca lo he entendido —Kendra se encogió de hombros deliberadamente—. Se ha convertido en un cazador de ambulancias.
Miley, furiosa, notó que algo explotaba en su interior.
—Nick Nolan no es un cazador de ambulancias. Si conocieras a la adolescente cubierta de cicatrices que defiende, o a cualquiera de sus clientes, no dirías eso. Representa la última esperanza para toda la gente a la que le ha fallado el sistema judicial. Soluciona cosas que han ido muy, pero que muy mal.

A pesar del escrutinio de la gente que empezaba a rodearlos, Olivia se negó a echarse para atrás. Irguiendo la espalda miró a Kendra a los ojos.
—Nick —dijo Helen, cuando él intentaba librarse de la anfitriona de la fiesta—. Quizás deberías ir a ver a Miley.
Al oír el nombre de Miley y el tono de advertencia de Helen, cortó la conversación por lo sano.
—Una fiesta maravillosa, Madeleine. Nadie lo hace mejor. Gracias por invitarnos. Dejaré que te dediques al resto de tus invitados —se despidió. Inmediatamente escudriñó el salón, buscando a una gitana vestida de terciopelo negro—. ¿Qué pasa? —le preguntó a Helen en cuanto se apartaron unos pasos.
—Se ha encontrado con Kendra Ross-Wilder.

Nick soltó una maldición. Kendra era la bruja más estirada y cargante que había tenido la desgracia de conocer. Peor aún, lo había atraído tanto su despampanante belleza rubia y sus ojos azules, que no había visto que tenía el corazón duro como un diamante. Sintió que se le revolvía el estómago al pensar en Miley y Kendra juntas. Kendra la desgarraría en pedazos.
— ¿Cómo de horrible? —preguntó, andando más rápido.
— ¿Después de que Miley le arrancara la piel a tiras por llamarte cazador de ambulancias? —preguntó Helen.
Nick casi tropezó.
— ¡Miley ha hecho eso!
—Por lo que he oído, Miley puso a Kendra en su lugar —explicó Helen con expresión aprobadora—. No hay detalles claros, pero he oído susurrar la expresión «pelea de gatas» —dijo con una mueca incómoda—. Lo último que sé, es que Miley iba hacia el guardarropa.
—No traía abrigo —farfulló Nick, dirigiéndose hacia allí. Entró, se quedó parado y escuchó el ruido de pasos al fondo de la habitación. Cerró la puerta tras él cuidadosamente.

La encontró al fondo, paseando de arriba abajo. Tenía las mejillas encendidas de ira, los puños cerrados y sus ojos lanzaban chispas; le recordó a una guerrera. Había ido a la batalla por él, pensó, sintiendo un ataque posesivo. Estaba acostumbrado a librar tanto sus propias batallas como las de otros. No necesitaba que nadie lo defendiera. Entonces, ¿por qué le parecía tan maravilloso?

—He oído que me has defendido ante la Bruja Malvada de Richmond.
Miley levantó la cabeza y lo miró con desconsuelo.
—Puede que haya arruinado tus oportunidades de dedicarte a la política.
Nick no pudo evitar soltar una carcajada.
— ¿Política? —repitió—. ¿Yo? —rió de nuevo y se acercó hacia ella, deseando borrar el desconsuelo de su cara a besos—. Si has conseguido que dejen de perseguirme para que me dedique a la política, lo único que puedo hacer es agradecértelo —escrutó sus ojos con intensidad—. ¿Por qué estás escondida en el guardarropa?

martes, 20 de noviembre de 2012

Amor Desesperado Capitulo 15 Niley





Miley le echó los brazos al cuello y sollozó.
—Eso es lo mejor que nadie me ha dicho nunca.
La intensidad de su voz incomodó a Nick. Pero también se sintió como si midiera tres metros de alto. Ella estaba junto a él, cálida y vibrante. Sus lágrimas le mojaban la camisa. Tragándose una maldición, le dio unos suaves golpecitos en el hombro.
Se le ocurrió que mucha gente creía en su potencial. Muchas personas habían creído que era capaz de conseguir sus metas profesionales. Hasta ese momento nunca había comprendido lo importante que era eso. Le molestó pensar que Miley había tenido que pasarse sin gente que creyera en ella.

Miley debió notar su ambivalencia. Se apartó y esbozó una húmeda sonrisa.
—Te estoy empapando la camisa. Perdona, creo que me tocaste el punto débil —se frotó los ojos con el dorso de la mano. Se acabó la lluvia. ¿Qué te pareces si preparo unos sándwiches?
—Gracias repuso Nick, aliviado por la disminución de tensión emocional. Voy a encender un fuego y podemos cenar en la sala de estar.
Mientras Miley iba a la cocina, Nick encendió el fuego y se esforzó por aplastar la inquietud que lo asolaba.
Cuando las llamas crepitaban alegremente, ella apareció con una bandeja de sándwiches y cerveza.

—Creo que son de pavo pero estaba tan oscuro que no lo juraría.
—Me arriesgaré dijo Nick.
Se sentó frente a él y comieron en silencio durante unos minutos. El resplandor del fuego iluminaba su cara suavemente, resaltando sus rasgos exóticos. Ni clásica ni moderna, era atractiva de manera inusual e inolvidable. No eran sólo su cara o su cuerpo, pensó Nick. Era su espíritu.

Espíritu. Hizo una mueca, ¿cómo se le había ocurrido eso? Miró por la ventana cubierta de escarcha. Seguro que era por culpa de la luna llena.
—Hay algo que me intriga sobre ti aventuró Miley.
— ¿Qué es? —Nick dio un trago a su cerveza.
— ¿Cuándo cambiaste?
— ¿Cambiar en qué sentido? —inquirió, preguntándose a dónde les llevaría esa extraña pregunta.
—Bueno, siempre fuiste listo y valiente —dijo, dejó el sándwich sobre la mesa y lo miró. ¿Cuándo empezaste a ser tan…?
— ¿Insensible? ¿Cruel? ¿Despiadado? sugirió él con una mueca.
Ella, frustrada, se tapó los ojos con la mano y luego entreabrió los dedos para espiarlo.
—Estaba pensando en la palabra «duro».

Nick se reclinó en un cojín y pensó en la pregunta. Recordó los momentos decisivos de su carrera, en la universidad, en el colegio, incluso antes.
—Creo que empecé a hacerme duro el día que tu hermano me rompió la nariz. Decidí que no iba a seguir siendo el renacuajo que…
— ¡Renacuajo! Exclamó Miley con incredulidad. Tú «nunca» fuiste un renacuajo. Yo te recuerdo listo, fuerte y valiente.

Nick estrechó los ojos. No vio burla en su cara, hablaba en serio. Miley nunca lo había considerado un renacuajo, aunque él mismo se viera así.
Una sensación de calidez lo invadió; incómodo se revolvió en el sillón.
—Desarrollé mi instinto competitivo haciendo lucha libre en el instituto. Después trabajé duro y fui duro en la universidad. Cuando comencé a practicar la abogacía me centré aún más, porque quería ganar. Todas las veces añadió con una mueca.
—Helen me dijo que uno de los socios del bufete opina que matas como un león: partiéndole la espalda a tu oponente apuntó Miley.

—Helen exagera negó Nick, y tomó otro gran trago de cerveza.
—No creo. Trabaja contigo y te conoce demasiado bien para exagerar.
—Si hay algo que a los socios les gusta de mí es la velocidad. Sé que teclas apretar para hacer que mi contrario se ponga en movimiento. Por ejemplo, el caso de Lissa Roberts. El abogado defensor no estaba dispuesto a hablar conmigo hasta que recibió unas fotografías de Lissa antes de la cirugía plástica, que utilizaré como prueba en el juicio. De repente, me convierto en persona grata. El abogado se muere de ganas de hablar conmigo.

—Eres muy bueno ¿no? sonrió Miley acercándose más.
—Me apaño bien dijo él, deseando cambiar de tema. Se irguió en el asiento. ¿Y tú? ¿Cuándo cambiaste?
—No estoy segura de haberlo hecho.
—Claro que sí rió Nick. No te pareces en nada a la niña que conocí. Para empezar, no tienes trasquilones en el flequillo.
—La verdad es que no he cambiado mucho suspiró ella. Quiero creer que soy un poco más madura, más cuidadosa con los hombres y que tengo más metas sonrió. Pero aún no sé chasquear bien los dedos confesó.
—¿Después de todo el tiempo que pasé intentando enseñarte? No te creo. Demuéstralo.
Ella frotó los dedos y consiguió un chasquido muy, muy suave.
—Te lo advertí.

—Seguro que cuando eras una adolescente chasqueabas los dedos y los chicos salían de debajo de las piedras.
—Mi padre los echaba. Asustaba a todos mis novios. Esa será una de las grandes pruebas si vuelvo a comprometerme. A comprometerme «en serio» recalcó—. El hombre en cuestión tendrá que poder hacerle frente a mi padre.

—Buena suerte dijo Nick. Si no recuerdo mal, tu padre tenía tendencia a gritar.
—Y a patalear añadió Miley. Sus hijos lo llamamos el terremoto humano a escondidas. Pero, hablando de chasquear dedos, creo que tú eres el que atrae a las mujeres y luego les rompe el corazón.
—Nada de eso protestó Nick. Yo no salgo con mujeres que tengan corazón.
— ¿Por qué?
—Son liosas.
—E insatisfactorias dijo Miley.
—Quizás —dijo Nick, aunque estuvo a punto de negarlo.
— ¿Sabes cuál es tu problema? —preguntó Miley.
—No, pero seguro que me lo vas a decir repuso Nick, imaginando que le costaría mucho conseguir que callara.

—Creo que conozco tu secreto. Actúas como si no tuvieras corazón, incluso puedes llegar a dar la impresión de que no lo tienes —su voz se convirtió en un susurro—. Pero es mentira.

Su susurro fue como un hilo de seda que le tensó el estómago. Nick se dijo que su corazón estaba a salvo, aunque en ese momento latía acelerado.
—Juraría que dijiste que este trato sólo requería un número de actos sociales limitados se quejó Miley, cuando el portero del hotel Jefferson aceptó las llaves del coche y la propina de Nick.