miércoles, 27 de febrero de 2013

Química Perfecta Capitulo 1




 Demi
Todo el mundo sabe que soy perfecta. Mi vida es perfecta, la ropa que visto es perfecta e incluso mi familia es perfecta. Y me he dejado la piel en guardar apariencias y hacer que los demás lo crean así, aunque todo sea una farsa. Esta imagen de ensueño se desvanecería si saliese la verdad a la luz.

 Estoy en pie frente al espejo del cuarto de baño, mientras la música suena a todo volumen en los altavoces, y por tercera vez, tengo que borrar la raya torcida que he trazado en el parpado interior. Me tiemblan las manos, maldita sea. El comienzo del último curso del instituto y el rencuentro con mi novio después de un verano separados no son motivos para angustiarme de esta manera, pero hoy me he levantado con el pie izquierdo. Primero, el rizador de pelo ha empezado a echar humo antes de dejar de funcionar. 

Luego se me ha caído el botón de mi camisa favorita. Y ahora el lápiz de ojos parece haber cobrado vida. Si pudiera elegir, me quedaría en la cama todo el día, comiendo galletas de chocolate recién horneadas.

 Demz baja -grita mi madre desde el vestíbulo sin que apenas pueda oírla. Mi primer impulso es no hacerle caso, pero eso no me ha traído otra cosa que discusiones, dolores de cabeza y más gritos.

  - Ahora mismo bajo -respondo, esperando que el lápiz de ojos me de tregua y pueda acabar por fin.

  Tras conseguirlo, lanzo el lápiz de ojos al armario y compruebo mi aspecto en el espejo hasta tres veces. Acto seguido, apago el equipo de música y bajo corriendo al vestíbulo.

 Mi madre me espera al final de nuestra espléndida escalera para estudiar mi atuendo. Me pongo recta. Lo sé. Lo sé. Tengo 18 años y no me tiene que importar lo que opine mi madre de mí, pero no sabéis lo que es vivir en casa de los Lovato. Mi madre tiene ansiedad, y no es el tipo de ansiedad que se pueda controlar fácilmente con la ingesta de unas pastillas de color azul. Y cuando ella se estresa, todos los que estamos alrededor sufrimos las consecuencias. Creo que esa es la razón por la que mi padre se marcha a trabajar antes de que se despierte, para no tener que lidiar con… bueno con ella.

 - Los pantalones son horribles, pero me encanta el cinturón -confiesa, señalando ambas prendas con el dedo índice-. Y ese ruido al que llamas música me estaba provocando jaqueca. Menos mal que la has apagado.
  - Buenos días a ti también, mamá -respondo antes de bajar los últimos escalones y darle un beso en la mejilla.

  El olor de su perfume es tan fuerte que me cuesta respirar cuando me acerco a ella. Lleva un vestido de Ralf Lauren de tenis que le hace parecer una ricachona. Pero, claro, nadie se atrevería a señalarla con el dedo y criticar su vestimenta.

  - Te he comprado uno de esos bollos que tanto te gustan para tu primer día de instituto -añade tras mostrar la bolsa que escondía en la espalda.
   - No gracias -contesto echando un vistazo a mi alrededor, buscando a mi hermana-  ¿Donde está Shelley?
    - En la cocina.
    - ¿Ha llegado ya su nueva cuidadora?
    - Se llama Baghda, y no, no llega hasta dentro de una hora.
    - ¿Le has dicho que la lana le provoca picores? ¿Y qué le tirará del pelo en cuanto se despiste? -pregunto.

    Mi hermana no soporta la sensación de la lana al contacto con la piel y suele hacérselo saber a los demás mediante pistas no verbales. Ahora le ha dado por tirar del pelo a los demás, y ya ha causado algún que otro desastre. Los desastres en mi casa son tan frecuentes como los accidentes de tráfico, así que es de vital importancia evitarlos.

    - Sí y sí. Le he soltado un buen sermón a tu hermana esta mañana, Demi. Si sigue dando guerra, llegara un día en que no haya cuidadoras dispuestas a encargarse de ella.

   Me dirijo a la cocina. No me apetece escuchar a mi madre una y otra vez de los arrebatos de ira de Shelley. Mi hermana está sentada en la mesa, en su silla de ruedas, intentado comerse su comida triturada, porque aunque tenga 20 años, sus limitaciones físicas no le permiten masticar y tragar como el resto de la gente. Como de costumbre, se ha manchado de comida la barbilla, los labios y las mejillas.

    - Oye Shelley -digo inclinándome hacia ella y limpiándole la cara con una servilleta.- Es mi primer día de clase. Deséame suerte.
    Mi hermana extiende sus vacilantes brazos y me lanza una sonrisa ladeada. Me encanta cuando sonríe.

    - ¿Quieres que te de un abrazo? -le pregunto, aunque conozco la respuesta de antemano.

    El médico nos dice que cuanto más interactuemos con Shelley, mejor se sentirá.
Mi hermana asiente. La estrecho entre mis brazos procurando que no pueda alcanzarme el pelo con las manos. Cuando me incorporo, mi madre suelta un grito ahogado. Para mí, es como el silbato del árbitro que detiene el curso de mi vida.
    - Demz no puedes ir al instituto así.
    - ¿Así como?

    - Mírate la camiseta -insiste negando con la cabeza y dejando sacar un suspiro de desesperación.

    Bajo la mirada y veo una enorme mancha húmeda en mi camiseta de Calvin Klein. Ups. La baba de Shelley. Un simple vistazo a la fatigosa expresión en la cara de mi hermana me dice lo que no puede expresar con palabras.

    - No pasa nada -digo, aunque en el fondo creo que ha arruinado mi aspecto perfecto.
    Mi madre humedece una toallita de papel en el fregadero y frota la mancha a conciencia, con una expresión ceñuda. Me hace sentir como si tuviera 2 años.
    - Sube a tu cuarto y cámbiate.

    - Mamá, sólo es melocotón -digo andándome con pies de plomo para que mi respuesta no desencadene un autentico combate a gritos. Lo último que quiero es hacer que mi hermana se sienta peor.

    - Es una mancha de melocotón. No querrás que la gente piense que descuidas tu aspecto.

    - Vale -cedo. Ojalá este fuera uno de los días buenos de mi madre, de esos en los que no me fastidia por tonterías.

    Le doy un beso a mi hermana en la coronilla para asegurarme que no piense que me he enfadado con ella por mancharme de baba.
    - Te veo después de clase -digo intentando mantener el entusiasmo matinal- Acabaremos nuestra partida de damas.

   Subo los escalones de dos en dos. Cuando llego a mi habitación, miro el reloj .Oh no. Son las 7:30. Mi mejor amiga, Sierra, se va a poner como loca si llego tarde a recogerla.

   Cojo una bufanda azul cielo del armario; estoy segura que me servirá. Si la coloco estratégicamente puede que nadie repare en la mancha.

   Cuando bajo de nuevo la escalera, mi madre me espera en el vestíbulo para estudiar mi aspecto por segunda vez.
    - Me encanta la bufanda.
    ¡¡¡¡Uf!!!!

  Al pasar por su lado, me pone el bollo en la mano.
  - Cómetelo por el camino.

Acepto el dulce. Mientras me acerco al coche, le hinco el diente sin mucho entusiasmo. Por desgracia, no es un bollo de arándanos, mi favorito. Es de plátano, pero está demasiado cocido. Me recuerda a mí, con aspecto exterior perfecto pero hecho papilla por dentro.

sábado, 23 de febrero de 2013

Química Perfecta



Argumento


Los chicos del instituto Fairfield, en los suburbios de Chicago, saben que las bandas de South Side y North Side no son precisamente elementos compatibles.

 De modo que cuando la líder de las animadoras Demetria Lovato y el pandillero Joseph Jonas se ven obligados a trabajar como compañeros de laboratorio en clase de química, los resultados prometen ser explosivos.

Pero ninguno de los dos adolescentes está preparado para la reacción} química más sorprendente de todas: el amor.

¿Podrán romper con los prejuicios y estereotipos que amenazan con separarles?

Próximamente.

De Secretaria a esposa capitulo 15






Pensó que también tendría a alguien a quien amar y valorar. La ecografía le había mostrado las primeras imágenes de su bebé y ella se había quedado cautivada y extasiada al verlas. Por no mencionar lo mucho que se había emocionado. Había deseado telefonear a Joe desde el hospital para pedirle que se acercara hasta allí, pero como no había sabido cuál sería la reacción de éste, había decidido no hacerlo y pedirle que simplemente se encontraran en su casa.
— ¿No te duele nada ni estás incómoda?
—No.

— ¡No debimos haber hecho el amor anoche!
Al percatarse de que la mueca que esbozó Joe reflejaba un gran arrepentimiento, Demi se quedó muy impresionada.
— ¿Perdona?

—Tal vez me comporté de una manera demasiado apasionada.
— ¡Lo que ha ocurrido no ha tenido nada que ver con el hecho de que hiciéramos el amor! —se apresuró en tranquilizarle ella. Pero de inmediato comprendió que no iba a convencerlo fácilmente... y se sintió profundamente conmovida.

Cuando él levantó la barbilla, la miró fijamente a los ojos.
— ¿Y qué te han recomendado hacer los médicos del hospital ahora que esto ha ocurrido? ¿Les explicaste que estamos a punto de viajar a Milán?
—Sí, lo hice.
— ¿Y?

—Me dijeron que no hay ningún problema y que debo seguir mi vida con normalidad, de verdad. Simplemente tengo que asegurarme de no esforzarme demasiado y de mantener el estrés físico y mental al mínimo, así como de comer adecuadamente y de descansar lo más que pueda.
— ¡Ahora estoy seguro de que tomé la decisión correcta cuando decidí llevarte a Milán!

Demi se quedó maravillada ante el hipnotizador océano azul celeste que la estaba mirando con una indiscutible autoridad e intensidad.

— ¡Cuanto antes nos alejemos de aquí, mejor! —continuó él—. No puedo garantizar el tiempo que hará en Milán en esta época del año, pero lo que sí que puedo asegurarte es que, cuando estemos allí, tendrás la oportunidad de descansar y relajarte como es debido. ¡Yo me aseguraré de ello! No hay duda de que has sufrido mucho más estrés del que te imaginas, Demerita.
Acercándose al otro lado del salón, Joe observó por la ventana la ya intensa lluvia que estaba cayendo.

A ella le pareció ver como se estremecía.
—Quizá...
— ¡No hay ningún quizá! —espetó él, negando con la cabeza. Estaba muy consternado.

Cuando se giró para mirarla, la expresión de su cara reflejó una gran determinación.

— ¡Me siento muy aliviado de haber logrado que dejaras de trabajar! Sólo espero que el estrés que sufriste no haya tenido un efecto perjudicial en el bebé. Personalmente no quiero arriesgarme a que tal vez algo más marche mal, así que, cuando lleguemos a Milán, voy a concertar una cita para que veas a un maravilloso ginecólogo que trabaja en la ciudad y así asegurarnos de que todo marcha como debe ser con tu embarazo. Según lo veo yo, tiene perfectamente sentido pedir una segunda opinión. ¡De esa manera podrás quedarte tranquila!

—Hablas como si finalmente creyeras que el bebé es tuyo —no pudo evitar decir Demi.

Joe, que dominaba su repentinamente inadecuado salón con su impresionante presencia y fascinante imagen, se mantuvo firme y la miró fijamente.
—Lo creo.

— ¿Qué... qué te ha hecho cambiar de opinión?
—Anoche —contestó él, encogiendo tensamente aquellos impresionantes anchos hombros que tenía... como si su breve comentario no necesitara más explicaciones.

Esperanzada, a ella se le alteró la sangre en las venas. Repentinamente se percató de que la idea de viajar a Milán con Joe no era tan desalentadora y, tras el susto que se había llevado aquella mañana, le apetecía cada vez más disfrutar de unas vacaciones.

Así mismo, pensó que sería también una oportunidad maravillosa para que él llegara a conocerla y para que ella lo conociera a él. Tal vez si pasaban juntos bastante tiempo, Joe llegaría a convencerse de que ella era una mujer en la que podía confiar, de que era una mujer que cuidaba y protegía con uñas y dientes a la gente que amaba, gente a la que jamás traicionaría.
Siempre había soñado con tener una familia propia y todo lo que necesitaba era una oportunidad.
— ¿Vamos a continuar con los planes de viajar hoy a Italia? —preguntó.
Joe miró la hora en su reloj de muñeca y asintió con la cabeza.

—Telefoneé al aeródromo justo antes de venir aquí; han logrado darnos un par de horas más de plazo para el despegue. ¿Has hecho ya las maletas?
—Comencé a hacerlas ayer por la noche, pero debido a lo que ha ocurrido esta mañana todavía tengo que empaquetar algunas cosas.

—Entonces... ¿por qué no vas a terminar de hacerlo ahora? En cuanto tengas todo preparado, nos dirigiremos al aeródromo.

Sintiéndose repentinamente cansada, así como también aliviada ante el hecho de que fueran a seguir adelante con el viaje, Demi asintió con la cabeza.
—Está bien —concedió—. Siéntate y ponte cómodo mientras me esperas.
— ¿Necesitas ayuda? No quiero que te esfuerces demasiado.
—Estaré bien.

— ¿Por qué me da la impresión de que llevas mucho tiempo diciendo eso mismo... tal vez demasiado tiempo?

Sonriendo tensamente, ella se giró para salir del salón antes de permitir que las lágrimas que estaban inundándole los ojos cayeran por sus mejillas. Se había llevado un susto muy grande y sólo fue en aquel momento cuando comenzó a darse cuenta de la importancia de lo que había ocurrido.
— ¿Demetria?

Durante un intenso momento, al acercarse Joe a ella, Demi pensó que iba a besarla. La idea de que él la abrazara y fuera cariñoso con ella le pareció divina. Se percató de que había estado ansiando justo aquello desde el momento en el que lo había visto esperándola en la puerta de su piso.
—Dime —contestó, secándose con la palma de la mano una lágrima que finalmente no había podido evitar derramar.

—Estamos haciendo lo correcto... me refiero a ir a Milán. No quiero que te preocupes por nada. Todo estará bien, pequeña.

Tras decir aquello, como tratando de controlar el impulso de estar cerca de ella por razones que sólo él conocía, Joe simplemente le acarició delicadamente la mejilla en vez de abrazarla y Demi no pudo negar que se sintió extremadamente decepcionada.

—Será mejor que me ponga en marcha y termine de hacer las maletas —comentó, moviéndose con determinación. A continuación se apresuró en cerrar la puerta tras ella.

Durante el vuelo a un aeródromo privado cercano a Milán, Joe apenas fue capaz de quitarle los ojos de encima a Demetria. Ésta había estado dormida durante la mayor parte del trayecto, pero aquello apenas había logrado tranquilizarlo. Desde que se había enterado del susto que se había llevado ella aquella misma mañana, no había parado de darle vuelcos el estómago, unos vuelcos que cada vez eran más intensos y que le habían hecho sentirse invadido por un profundo terror ante la idea de que Demi pudiera perder el bebé.

Se preguntó a sí mismo si el destino podría llegar a ser tan cruel como para permitirle tener esperanzas de tener un hijo... y después arrancarle cruelmente esas mismas esperanzas del alma.

Asimismo se planteó el efecto que perder el bebé podría tener en Demetria. Estaba seguro de que los intentos de ella de convencerlo de que todo estaba bien escondían un sincero miedo de que no fuera de aquella manera. Naturalmente quería consolarla, pero aquella fuerza que en ocasiones se apoderaba de ambos no tenía límites y, después del susto de aquella mañana, suponía que debían tener cuidado.

 Aquélla era la razón por la cual no se había dejado llevar por su instinto de abrazarla cuando Demetria había regresado del hospital. Sentía un miedo muy profundo de que su deseo de estar con ella fuera a consumirle y abrumarle de nuevo.

Suspiró y negó con la cabeza. Pensó que, en ocasiones, aquella fascinante mujer parecía tener mucha fuerza, pero que, en otras, reflejaba una cierta fragilidad que le recordaba que también era muy vulnerable. 

De Secretaria a esposa capitulo 14





Había pensado que al hacerle el amor de nuevo iba a haberse quedado satisfecho. Pero no había sido así. Todo lo que había ocurrido había sido que le había recordado lo que había estado echando de menos y anhelando durante todos aquellos meses sin ella. En aquel momento, en vez de sentirse fresco y como nuevo, se sentía malhumorado e impaciente... y el hecho de que quizá Demetria no fuera a telefonearle, no le ayudaba a sentirse mejor. Se planteó que tal vez en el último minuto ella fuera a decidir no acompañarlo a Milán.

No comprendió por qué había permitido con tanta facilidad que durmiera sola en su casa. Pensó que debía haber insistido en pasar la noche en su compañía y, a la mañana siguiente, esperar a que hiciera las maletas.

Al pensar en el hijo que iba a tener y en lo que otro nuevo abandono supondría para él, maldijo en voz baja.

Se percató de que no estaba actuando como un hombre que no estuviera seguro de que el bebé que estaba esperando su amante fuera suyo. Todo lo contrario... se estaba comportando como si no hubiera duda alguna de que era el padre del hijo de Demetria.

Recordó la manera tan apasionada e inhibida en la que ella le había respondido cuando habían hecho el amor y no tuvo duda alguna. Algo profundamente intuitivo, un sexto sentido muy intenso, finalmente le convenció de que Demi estaba diciendo la verdad.

Se dijo a sí mismo que era normal que se sintiera tan posesivo acerca del niño y que se pusiera tan furioso al pensar que ella fuera a apartarlo de él. Pero, además, estaba aquella... aquella adicción que había desarrollado por Demetria. No podía explicarla ni deseaba sentirla.

 Aunque concluyó que, de hecho, probablemente era algo bueno que por lo menos fueran compatibles en eso. Haría que las cosas fueran mucho más simples cuando le explicara a ella la idea que se había ido formando en su cabeza durante las primeras horas de la madrugada, cuando no había sido capaz de dormir.

Varias horas después, cuando colgó el teléfono tras haber hablado con su estudio de arquitectura, miró con aire taciturno a su chófer, Brian, mientras éste sacaba su equipaje para colocarlo en el maletero del Rolls—Royce. Comprobó de nuevo la hora en su reloj de muñeca y explotó debido a lo impaciente que se sentía.

— ¡Dio! ¿A qué cree que está jugando?
Lo que le había puesto aún más nervioso de lo que ya había estado, había sido el hecho de que había telefoneado a Demetria en tres ocasiones sin obtener respuesta alguna. Pero no permitió que las negativas asunciones que le estaban acechando se apoderaran de su mente y decidió ponerse en acción.
A punto de seguir a Brian al coche para indicarle que le llevara al piso de Demi, oyó que el teléfono que había en la mesita de la entrada sonaba. Con el corazón revolucionado, se apresuró en responder.
— ¡De Jonas! —espetó.
— ¿Joe?

— ¡Demetria! ¿Por qué no me has telefoneado? ¿Dónde has estado? ¡He estado llamándote durante toda la mañana!

—Estoy en el hospital —contestó ella con la voz levemente temblorosa.
— ¿En el hospital? ¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado? —exigió saber él, sintiendo como la sangre se le congelaba en las venas. Agarró el teléfono con fuerza.
—Te lo diré cuando regrese a casa —respondió Demi —, Me está esperando un taxi para llevarme a mi piso. Te veré allí.
— ¡Demetria!
En ese momento ella colgó el teléfono, antes incluso de que Joe pudiera decir ni una palabra más.

En cuanto Demi. vio el ya para ella familiar Rolls—Royce de Joe aparcado fuera del bloque de pisos donde vivía, con el chófer uniformado sentado en el asiento del conductor, sintió como si todas sus extremidades se derritieran. No pudo evitar comenzar a andar más despacio y, ansiosa, miró a Joe. Este llevaba un abrigo negro de cachemira y estaba esperando impaciente en los peldaños que había frente a la puerta de su piso.

En cuanto la vio aparecer, la tensión que ella había percibido que él sentía, comenzó a envolverla. Respirando profundamente para lograr obtener coraje, y sintiéndose levemente mareada, se forzó en continuar andando.

— ¡Hola! —le saludó, tocando distraídamente las llaves que tenía en el bolsillo. Repentinamente se estremeció al sentir como una ráfaga del frío aire de marzo le alborotaba el pelo alrededor de la cara—. Siento si te he preocupado al no estar en casa para contestar tus llamadas.

Joe se acercó a Demi y se colocó delante de ella. Sus ojos reflejaban un miedo y una aprensión tan intensas que durante un momento la dejó profundamente desconcertada.

— ¿Por qué has ido al hospital, Demetria? —exigió saber, agarrándola posesivamente por los brazos—, ¡He estado volviéndome loco desde que me lo has dicho!

—Entremos en mi piso, ¿te parece? No es algo de lo que quiera hablar aquí fuera bajo la lluvia —contestó ella, mirando al cielo.

Estaba comenzando a llover y esbozó una leve sonrisa. Soltándola de mala gana, Joe la acompañó a la entrada de su vivienda. Una vez que estuvieron dentro del vestíbulo, Demi  se quitó la bufanda rosa que llevaba al cuello y la dejó en el perchero que había junto a la puerta. A continuación se quitó su ya empapado chubasquero.

— ¿Quieres darme tu abrigo? —le preguntó a él.
Observó que el envidiable tono moreno de la piel de Joe parecía menos vibrante aquella mañana.

— ¡Deberías haberme telefoneado! —espetó él de manera acusatoria, ignorando completamente la mano que había tendido ella para que le diera el abrigo—. Dijiste que estabas en el hospital. ¿Qué ocurre? ¿Es el bebé?
— ¿Por qué no nos sentamos? —sugirió Demi, tratando de estar lo más calmada posible. Pero, aun así, sintió como le daba vueltas el estómago.

Entonces guió a Joe hasta el cómodo salón que ella misma había decorado con mucho cariño durante los cinco años que llevaba viviendo en aquel piso. Al acercarse al sofá, que estaba tapizado en un color beige claro, y que tenía unos coloridos cojines adornándolo, sintió como casi se le salía el corazón por la boca al oír el autoritario tono de voz de él detrás de ella. No le quedó ninguna duda de que Joe estaba a punto de perder los nervios.

— ¡Dio! ¿Por qué no me explicas qué es lo que ocurre? ¿Tengo que quedarme aquí de pie sin saber nada durante toda la mañana hasta que te decidas a contármelo?

Colocándose un mechón de pelo detrás de la oreja, Demi trató de contener el enorme bochorno que sintió. Una cosa era confesarle a  Joe que estaba embarazada... pero discutir los detalles íntimos de aquel estado era algo muy distinto... sobre todo cuando él se había quedado allí de pie con un aspecto tan increíblemente arrebatador...

—Esta mañana he sufrido una leve hemorragia vaginal que me ha preocupado. Telefoneé a mi ginecólogo, el cual me dijo que fuera directamente al hospital para que me revisaran.

La tensión que habían reflejado las enigmáticas facciones de Joe aumentó considerablemente. Ella se sintió conmovida, a la vez que sorprendida, ante el hecho de que parecía que él realmente se preocupaba mucho... por lo menos por el bebé.

—Allí me dijeron que no tengo que alarmarme. Aparentemente es muy común que durante las primeras doce y catorce semanas se sangre un poco. Aun así, me han hecho una ecografía como medida de precaución.
— ¿Y qué ha mostrado la ecografía? —exigió saber Joe.

—Que todo está bien y que el bebé está creciendo con total normalidad en el útero. La ecografía puede mostrar si, por ejemplo, una mujer tiene un embarazo extrauterino... que es cuando el bebé crece fuera del útero.
— ¿Estás sangrando todavía?

—No —contestó Demi, esbozando una tímida sonrisa—, Estoy completamente bien.

Aquella tranquila respuesta ocultaba el pánico que se había apoderado de ella aquella mañana cuando había ido al cuarto de baño y había descubierto que estaba sangrando. 

Hasta que no había pensado en la idea de que posiblemente podía perder a su bebé, no se había percatado de lo mucho que quería a su futuro hijo. Si su relación sentimental con Joe estaba destinada a no perdurar, por lo menos le quedaría el regalo más grande de su apasionada unión, regalo que siempre le recordaría a él.