sábado, 23 de febrero de 2013

De Secretaria A Esposa Capitulo 11




Cínicamente, Demi pensó que desde luego que sí que lo había dicho en serio. Los hombres eran capaces de decir cualquier cosa para llevarse a una mujer a la cama. Algunos incluso estaban preparados para fingir estar enamorados con tal de conseguir lo que querían. Pero incluso en aquellas circunstancias, no les bastaba con tener sólo una mujer...

Consternada, recordó que a Joe no le había impresionado en absoluto cuando le había confiado que su ex novio había tenido una amante. Sintió una desesperada necesidad de saber si él tenía una. 

No sabía si estaba siendo una completa ingenua al esperar que no estuviera con otra mujer. Joe le había dicho que no tenía ningún compromiso pero, al haber experimentado personalmente lo apasionado que era, no le parecía que fuera un hombre que estuviera contento sin tener una mujer en la cama durante mucho tiempo. 

Se preguntó a sí misma cómo soportaría la potencial noticia de que Joe tenía una amante cuando la atracción que sentía por él había aumentado hasta convertirse en unas incesantes ansias que apenas podía controlar.

En unos cuantos meses iba a dar a luz al hijo de ambos. Se planteó si estaba destinada a estar siempre en la periferia de la vida de un hombre y no en el centro de ésta, que era lo que realmente deseaba...
— ¿Demetria?

—Hablemos de otra cosa, ¿te parece bien? —respondió, encogiéndose de hombros. Sintió la repentina necesidad de tener un respiro de todo aquello.
Entonces se acercó al otro lado del salón. Se sentó en uno de los lujosos sofás de cuero que había junto a una preciosa alfombra persa que contenía todos los sensuales y exóticos colores de un bazar de Marrakech.
—Dime qué te preocupa.

A Demi no debía haberle sorprendido que Joe se hubiera percatado de su desasosiego, pero por alguna razón lo hizo. Había tenido poca experiencia con los hombres, pero la que había tenido le había enseñado que éstos no estaban muy interesados en asuntos personales. Pero, según parecía, Joe era distinto.
Observó como él se sentaba en el sofá que había enfrente de ella. Lo hizo con una elegancia que le impresionó mucho. Pero no estaba de humor como para dejarse distraer tan fácilmente.

 Había aceptado viajar con Joe a Italia, pero que compartieran unas vacaciones no era garantía de un futuro juntos y repentinamente se sintió bastante desolada ante aquello. Sabía por experiencia personal lo dura que podía ser la infancia de un pequeño que sólo tuviera a uno de sus padres, razón por la cual sus sueños de—tener un hijo siempre habían incluido un padre permanentemente en escena.

Colocó su vaso de zumo a medio terminar en la elegante mesa de café que tenía al lado y miró a Luca fijamente.

—Necesito saber qué ocurrirá una vez que haya tenido el bebé. Has dicho que quieres ayudar a criar a nuestro hijo y tengo que saber a qué acuerdos vamos a llegar si ése es el caso. ¡No puedo pasarme los próximos seis meses en el limbo!
—Estoy de acuerdo. Y si el bebé es mío, yo también quiero que lleguemos a algunos acuerdos.

En aquel momento, Demi sintió como si una gran y pesada piedra se apoderara de su estómago al percatarse de que él todavía no creía que el bebé que estaba esperando fuera suyo. Se sintió muy triste. Se preguntó cómo iba a poder soportar esperar hasta que se realizara una prueba de paternidad para demostrarle que estaba diciendo la verdad. Junto a aquella frustración, también sintió un cada vez más profundo enfado ante el hecho de que no la creyera.

—No sé lo que puedo decirte para convencerte de que lo que estoy diciéndote es cierto. ¡Pareces decidido a demostrar que soy una mentirosa! —no pudo evitar espetar ya que se sintió invadida por la desesperación y la tensión que había sufrido durante los anteriores meses, meses durante los cuales no había parado de reprocharse a sí misma el no haberle dejado a Joe aquella mañana en Milán una dirección o un teléfono donde pudiera encontrarla.

Cuando vio que él se levantó y que se acercaba a ella, realmente no supo qué esperar. Repentinamente se quedó mirando fijamente los innegablemente sexys pies del padre de su futuro hijo. Sintió como los ojos se le llenaban de lágrimas.

Tomando las manos de ella entre las suyas, Joe la incitó silenciosamente a levantarse.
—No quiero angustiarte aún más de lo que ya estás, pero la confianza hay que ganársela, cara mía, y quizá un hombre como yo tiene mucho más que perder de lo que crees.

—Fuiste tú el que insistió en que querías mantener a este bebé cuando te dije que estaba embarazada. ¡No creas que quiero mantener ningún tipo de relación sentimental contigo ni nada de eso! ¡Después de lo que me ocurrió, es lo último que necesito!

—Dejando a un lado el tema del bebé y el hecho de que no quieres mantener una relación sentimental... —dijo él con voz ronca, apartando unos sedosos mechones de pelo que tenía ella en la mejilla. A continuación le secó las lágrimas— ¿qué ocurre con esta irresistible fuerza que se empeña en juntarnos? ¿Qué quieres hacer al respecto, Demetria? ¿Quieres ignorarlo?

Demi se preguntó cómo iba a ser capaz de ignorar su propia apasionada naturaleza. Siempre había percibido que la tenía, siempre la había sentido acechando bajo la prisión que suponían la ropa y la conformidad, pero desde aquella noche que había pasado con Joe en Milán, aquellas profundas ansias se habían hecho muy intensas, tanto que había temido no poder ignorarlas durante más tiempo.

Y, cuando él estaba a su lado, no tenía ninguna paz. Por lo que cuando Joe le preguntó si pretendía ignorar la irresistible fuerza que había entre ambos, supo sin lugar a dudas que tenía que responder con sinceridad.

—No —susurró, poniéndole una mano en la mejilla—. No voy a ignorarla... creo que eso sería... casi imposible. 

De Secretaria A Esposa Capitulo 10




— ¿Crees que trabajo simplemente porque me parece divertido? —espetó Demi. Su arraigado sentido de independencia y autosuficiencia se apoderó de sus sentidos—, ¿De qué otra manera crees que puedo ganar dinero para mantenerme?

—De ahora en adelante, yo me ocuparé de eso. Si llevas a mi hijo en las entrañas, sería justo que como su padre yo cuidara de vosotros dos. Voy a telefonear a la agencia para explicarles lo que ocurre y después organizaré todo para conseguir dos billetes de avión para mañana con destino a Milán. Sugeriría que hoy nos marcháramos de la oficina a las cinco y que nos dirigiéramos a mi casa. Podemos cenar allí juntos, tras lo cual te llevaré a tu piso para que hagas las maletas para el viaje.

Demi, que nunca antes había tenido a nadie que le dijera que se iba a ocupar de las cosas y de ella, reconoció silenciosamente lo apetecible que le resultaba el plan de Joe. ¡Aunque al mismo tiempo le asustaba un poco! Se preguntó si podía confiar en que él mantendría su palabra cuando llegaran a Milán... en que no se arrepentiría. Pero se dijo a sí misma que Joe también estaba depositando mucha confianza en ella al sugerir que ambos viajaran juntos a Italia, por lo que decidió darle una oportunidad a su proposición.

—Está bien —respondió, cruzando las manos en su regazo. Se sintió invadida por un inusual sentimiento de calma. Fue como si, al aceptar la sugerencia de Joe, hubiera permitido que el destino tomara el control de las cosas, en vez de tratar de controlarlas ella y seguir luchando constantemente. Reconoció que estaba muy cansada de luchar y de tener miedo.
Claramente sorprendido, él levantó una ceja.
— ¿Estás de acuerdo? —le preguntó.
—Sí, lo estoy.

— ¿Demetria? Son más de las cinco y tenemos que marcharnos.
Las exigencias del trabajo habían ayudado a que la tarde pasara muy rápidamente y afortunadamente Demi no había tenido mucho tiempo para reconsiderar su decisión de ir a Italia. En aquel momento, Joe estaba detrás de ella. Había tomado su chaqueta y estaba sujetándola para poder ayudarla a ponérsela.

Demi introdujo los brazos por las mangas de la chaqueta. Se sintió tan nerviosa ante la cercanía de Joe que tuvo que intentarlo varias veces antes de lograr ponerse la prenda correctamente. Al darse la vuelta para darle las gracias, él la dejó completamente asombrada al tocarle la tripa.

—Todavía casi ni se te nota —comentó en un tono desconcertante.
Ella contuvo la respiración. Parecía haberse quedado muda. El leve roce de los dedos de Luca fue suficiente para acelerarle el corazón y para que un intenso calor le recorriera el cuerpo. La necesidad que sintió de que él volviera a besarla fue muy intensa, fue como si un poderoso mantra silencioso le recorriera la sangre.

Le rogó silenciosamente que la tocara...
—Supongo que dentro de muy poco comenzará a notárseme —respondió, encogiéndose de hombros. Deseó fervientemente que él no se hubiera dado cuenta del deseo que se había apoderado de sus sentidos.

Se preguntó qué tenía aquel hombre para alterarla tanto. La absorbente autoridad que ejercía sobre su voluntad era como una poderosa fuerza de la naturaleza con la que ella jamás había tenido que enfrentarse antes.
—Pareces un poco cansada —observó Joe, estudiando las facciones de Demetria con preocupación.

Al percatarse de las leves ojeras que tenía ella, se sintió invadido por el arrepentimiento al no haberse dado cuenta antes de lo fatigada que estaba. Si había albergado alguna duda acerca de su decisión de llevarla consigo a Italia para que descansara, cualquier tipo de indecisión quedó disipada.

Los embarazos pasaban factura a los cuerpos de las mujeres, las cuales, cuando se encontraban en ese estado, se sentían más cansadas y mucho más sensibles que de costumbre. Por lo tanto, aparte de comer bien y de evitar el estrés, el descanso era algo imprescindible para la futura madre. Aquello era algo que él mismo había leído en los muchos libros de medicina que había estudiado durante los años en los cuales había intentado desesperadamente tener un hijo con Sophia. Trágicamente, su esposa no había estado destinada a experimentar el embarazo, por lo que no había tenido ninguna oportunidad de prodigarle las atenciones y el cariño que le hubiera encantado entregarle si sus esperanzas se hubieran materializado.

—Vamos... tenemos que marcharnos ya.
Tras decir aquello, colocó la mano de manera solícita en la espalda de Demetria  y la guió hacia su ascensor personal.

La calefacción que irradiaba del exquisito suelo de parqué calentó los pies de Demi, la cual no tenía puestos los zapatos, mientras se acercaba con un vaso de zumo de granada al otro lado de la sala. En el modernamente decorado salón de Joe había una impresionante colección de arte decorando las paredes.
Cuando la noche anterior ella había actuado como su anfitriona, apenas había tenido tiempo de fijarse en los cuadros ya que había tenido que prestarles toda su atención a los invitados de su nuevo jefe.

 Pero, en aquel momento, frunció el ceño al analizar un retrato que ocupaba un lugar de honor en la sala. Contuvo el aliento al percatarse de que aquel retrato no era una copia fidedigna... sino que era el auténtico. El artista era un pintor renacentista que ella había tenido que estudiar durante su último curso de Arte en el colegio. Había visto aquel cuadro en los libros, razón por la cual éste había captado su atención. Fue consciente de que el valor de aquella obra de arte debía ser incalculable.

Se sintió muy impresionada. Al haber también visitado la mansión que Joe tenía en Milán, sabía que el padre de su futuro hijo debía pertenecer a la elite de la gente extremadamente rica. Pero haber visto aquel retrato original colgado de la pared de su salón era algo casi surrealista.

—Ah... ya veo que estás disfrutando de mi pequeño museo de arte italiano.
Embelesada por aquellas obras de arte, Demi no había oído a Joe entrar en la sala ni se había percatado de que éste se había acercado a su lado.

Cuando habían llegado a la maravillosa mansión de Mayfair, él le había dado la tarde libre a su ama de llaves y le había ofrecido a Demi el zumo que ésta había pedido, tras lo cual se había dirigido a las bodegas para seleccionar una botella de vino que acompañara a la comida que les habían dejado preparada. Pero, en aquel momento, ya había vuelto de las bodegas y había captado la atención de Demetria. Ésta se quedó momentáneamente muda al verlo.

Joe se había cambiado de ropa y se había puesto unos pantalones chinos y una amplia camisa blanca. Estaba descalzo. Pudo apreciar el arrebatador y masculino perfil de él, perfil que estaba en seria competición con la deslumbrante mujer del retrato. Invadida por la sensualidad, sintió como le daba un vuelco el estómago.

—Es imposible no hacerlo —respondió por fin, agarrando con fuerza el vaso que tenía en las manos como para aferrarse a algún tipo de realidad—. Estudié este cuadro en el colegio, así que lo conozco bien. Me gustó mucho aprender cosas acerca del artista y de la manera en la que trabajaba. Si las cosas hubieran sido distintas, me habría encantado estudiar la carrera de Arte, tal vez incluso trabajar en ello.
— ¿Qué te lo impidió?

—Simplemente no pude permitirme pasar más tiempo estudiando. Me crió sólo mi madre y tuve que ponerme a trabajar para ayudar con la economía familiar.

— ¡Qué pena! —comentó Joe—. Pero también es algo digno de elogio. Por el tono de tu voz, sé que claramente te apasiona el arte. Debió haber sido todo un sacrificio tener que renunciar a estudiar lo que querías.

—En realidad, no. He aprendido que la vida no siempre resulta ser como esperamos que sea... pero eso está bien. No considero que yo esté en desventaja en ningún aspecto. Pude ayudar a mi madre cuando me necesitó y eso es todo lo que importa. Si Dios quiere, en el futuro tendré otras oportunidades.
—No lo dudo.

—Este retrato... ¿no tienes miedo de que alguien entre en tu casa y lo robe?
—Me impresiona, Demetria, que te hayas percatado de que es el auténtico y no una copia —dijo él, sonriendo. Sus azules ojos brillaron como dos preciosos zafiros—. Pero no temas la posibilidad de que alguien entre para tratar de robarlo. Tengo instalado un excelente sistema de alarma que probablemente sea más seguro que el que protege las joyas de la Corona.

 Tengo expuesto el cuadro porque creo que el arte que es tan maravilloso debe verse, ¡no creo que deba estar escondido en algún sótano! De esta manera, mis amigos pueden disfrutar de su belleza al igual que yo.

—Me alegra que pienses así. ¡La mujer del retrato es completamente cautivadora! —comentó Demi, sintiendo una gran apreciación al darse la vuelta y observar a la sensual mujer morena del retrato.

—Tiene el cabello tan negro como una despejada noche de invierno, los ojos del color del chocolate más delicioso del mundo... y los labios... son unos labios hechos para amar. Es una combinación sensual y conmovedora que es bastante irresistible. Me recuerda a alguien que conozco —comentó Joe.

La voz de éste se había tornado cálida y ella sintió como todos sus sentidos afloraban. Fue como si aquellas palabras la hubieran acariciado físicamente.
— ¿De verdad? —contestó, dando un sorbo a su zumo para aliviar su repentinamente reseca garganta.

— ¿No sabes que estoy hablando de ti, Demetria? Eres tan encantadora como la bella Margherita.

— ¡Estás burlándote de mí! —exclamó Demi, sintiendo como un vergonzoso acaloramiento se apoderaba de su cuerpo ante los elogios de Joe.

Hacía muchos años, cuando había visto por primera vez una copia de aquel cuadro, se había quedado cautivada por el retrato... y el hecho de que él hubiera sugerido que ella se parecía a la preciosa criatura allí pintada no era otra cosa que pura fantasía.
Pero el padre de su futuro hijo estaba mirándola como si estuviera sinceramente perplejo.

—No te he comparado con ella por palabrería, ¡y no estoy burlándome de ti! Todo
 lo que he dicho, lo he dicho en serio —insistió Joe.

De Secretaria a Esposa Capitulo 9





—Bueno... —comenzó a decir Joe, esbozando una irónica mueca— afortunadamente para ti, Demetria, no mantengo ninguna relación sentimental con nadie en este momento. Y, aunque estuviera con alguien, seguiría aceptando mi parte de responsabilidad en la vida de este niño... si es mío. ¡Y querría ayudar a criarlo! No cometas el error de juzgar a todos los hombres basándote en el pobre ejemplo de tu ex novio.
Percatándose de que había hecho precisamente aquello, Demi mantuvo silencio.
—Has aplastado tus galletas —comentó Joe, frunciendo el ceño al observar el arrugado paquete que había en el suelo—. Permíteme que telefonee al catering para pedirles que te traigan algo de comer. ¡No quiero que te desmayes por falta de alimentos! Estás embarazada y tienes que cuidarte.
A ella le sorprendieron mucho aquellas palabras. Aquella última frase había parecido muy brusca... pero, al mismo tiempo, también muy delicada. Se dijo a sí misma que probablemente sólo estaba imaginándoselo, que las hormonas estaban provocando que se sintiera demasiado sensible.
—Por favor, no te molestes —respondió—. Ahora mismo no quiero comer nada.
— ¿Estás segura?
—A mediodía comeré en condiciones.
—Bueno, en ese caso, creo que voy a salir un rato —anunció él—, ¿Estarás bien?
— ¿A qué te refieres?
—Me refiero a que... ¿no te pondrás enferma de nuevo?
Demi se ruborizó.
—No. Estaré bien. Estoy segura. Las náuseas van y vienen, gracias a Dios no duran todo el día.
—Bien. Entonces, por favor, toma los mensajes que me lleguen y dile a quien quiera que me telefonee que le devolveré la llamada en cuanto pueda.
—Está bien.
Restregándose el brazo inconscientemente por la zona en la que Joe la había agarrado, ella levantó la mirada y vio que él estaba mirándola con una expresión cercana al desconsuelo reflejada en los ojos. Sintió como le daba un vuelco el corazón y deseó ir con él. Había infinidad de cosas que no conocía acerca de aquel hombre pero, aun así, la noche que habían pasado juntos, la noche en la que él le había hecho el amor, la conexión entre ambos había sido impresionante.
Se preguntó a sí misma si no cabía la posibilidad de volver a tener aquella misma conexión de nuevo. La noche anterior, cuando Joe había admitido que él también se había sentido perdido en la fiesta que había celebrado en Milán, ella había sentido como se le aceleraba el corazón al verse embargada por una repentina y alegre esperanza. Pero entonces, cuando Joe había sugerido que era hora de que ella se marchara a casa, aquella esperanza había sido truncada.
—Te veré después —comentó entonces él, apartando la mirada de Demi. Entonces se dirigió hacia la puerta y se marchó del despacho.
Con el fresco aire de marzo soplándole en la cara, Joe se dirigió andando hacia un parque cercano a sus oficinas. Estaba esbozando una dura mueca que habría asustado hasta a los hombres más valientes... siempre y cuando alguno hubiera sido tan insensato como para enfrentarse a él. Pero había muchas cosas que le preocupaban.
Que Demetria hubiera aparecido en su despacho ya había sido bastante impresionante... ¡pero haberse enterado de que estaba embarazada había sido demasiado! Se preguntó a sí mismo si el bebé sería realmente suyo. Aminoró momentáneamente el acelerado ritmo al que estaba andando al sentir como el miedo y las dudas se apoderaban de su pecho. Deseaba fervientemente poder creerla, pero por otra parte no quería que se riera de él y no iba simplemente a aceptar lo que ella había dicho... aunque, en realidad, tendría que hacerlo hasta que se pudiera realizar la prueba de paternidad.
A pesar de la amenaza de ella de marcharse si él adoptaba una actitud demasiado dominante acerca del futuro del bebé, tenía que descubrir por sí mismo si había alguna posibilidad de que Demi estuviera tratando de chantajearlo de alguna manera. Él era un hombre extremadamente rico y existía suficiente información pública acerca de su vida y del ilustre estudio de arquitectos que había fundado como para que alguien atrevido o ingenioso aprovechara la mínima oportunidad para tratar de sacarle dinero de una manera u otra.
Se planteó la posibilidad de que, en realidad, Demetria no hubiera roto con su «despreciable» novio. Tal vez ambos habían planeado todo aquello una vez que ella se había acostado con él en Milán para así persuadirlo a que mantuviera económicamente a un niño que ni siquiera era suyo. Con sólo pensar en esa posibilidad se puso enfermo.
Apartando de mala gana aquel pensamiento de su cabeza, vio un banco a la sombra de un roble y se acercó a sentarse en él. Apoyó la cabeza en las manos y consideró la otra posibilidad que existía; que lo que le había dicho ella fuera verdad y que el bebé que estaba esperando fuera suyo.
Pensó que era muy irónico que aquello hubiera ocurrido tras haber pasado sólo una noche con una mujer cuando Sophia y él habían estado intentando tener un hijo durante tres largos años. Su difunta esposa había soportado muchas, en ocasiones incómodas y dolorosas pruebas a las que la habían sometido para tratar de descubrir por qué no podía concebir. Él mismo se había sometido voluntariamente a algunas pruebas de fertilidad. El resultado había sido que no había ninguna razón por la que no pudiera tener un hijo con otra mujer, pero por algún motivo los ovarios de Sophia no se habían desarrollado correctamente y no había posibilidad alguna de que se quedara embarazada.
Ella se había quedado destrozada al enterarse de la noticia. Joe había sugerido que adoptaran un niño, pero aquello no había logrado aliviar el dolor que Sophia había sentido al saber que no podría llevar un hijo en su vientre. Y pocas semanas después de que los doctores hubieran descubierto el problema... durante unos días que habían pasado de vacaciones con unos amigos en el yate de éstos... ella se había lanzado al agua y había muerto ahogada.
Él se preguntó si sus ansias de ser padre habían aumentado la angustia de su esposa al enterarse de que jamás podría darle un hijo. Había tratado de asegurarle que no importaba, que podían seguir teniendo una buena vida juntos, pero ella no había estado convencida y su matrimonio había comenzado a fracasar...
Negó con la cabeza para tratar de aliviar la profunda angustia que se había apoderado de su pecho y se levantó del banco. Comenzó a andar de nuevo y decidió que desde aquel momento en adelante iba a vigilar a Demetria como si fuera un halcón. Y si le daba la ligera impresión de que ésta estaba mintiéndole de alguna manera, iba a hacerle pagar caro el haberle engañado...
  

Preocupada, Demi se preguntó a sí misma si Joe llegaría a creer que el bebé era suyo. Siempre había estado orgullosa de ser una persona muy sincera y odiaba la idea de que él pensara que quizá estaba mintiendo... aunque tenía que reconocer que era comprensible que Joe tal vez dudara. La verdad era que había pasado mucho tiempo desde que habían estado juntos en Milán... y quizá debía haberse esforzado más para intentar encontrarlo.
Reconoció que estaría mintiendo si decía que no había tenido miedo de decirle que estaba embarazada. Pensó que un hombre tan rico e influyente como Joseph Jonas, apenas estaría interesado en mantener una relación con una simple asistente personal como ella. Al haber visto la increíble mansión en la que éste vivía y al haber presenciado ella misma el opulento estilo de vida del que disfrutaba, era obvio que ambos eran polos opuestos en casi cada aspecto en el que podía pensar. Todavía le parecía un milagro que Joe se hubiera fijado en ella aquella noche en Milán ya que había habido muchas mujeres mucho más impresionantes que ella en las que fijarse. Mujeres vestidas para matar con modelos que probablemente costaban más del salario que ella ganaba en un año. Ninguna de aquellas elegantes mujeres había tenido la cortesía de hablarle. Al haber visto su sencillo vestido, seguramente habrían supuesto que no era nadie importante.
Pero tenía que reconocer que Joe no la había despreciado de aquella manera... lo que hacía que el hecho de que ella hubiera permitido que las dudas y el miedo de que él finalmente fuera a rechazarla cuando se despertara en su casa se apoderaran de su mente, fuera aún más triste.
Aquella fría, pero soleada mañana de diciembre en Milán, debía haberse sentido en la cima del mundo después del placer que Joe le había ofrecido pero, en vez de ello, había permitido que aquellos viejos y debilitantes sentimientos de inferioridad se apoderaran de ella. Sentimientos que se habían visto exacerbados debido al dolor por la muerte de su madre y por lo que había ocurrido con Hayden. Cuando había regresado al apartamento de su amiga para hacer las maletas antes de tomar su vuelo, había intentado desesperadamente convencerse a sí misma de que Joe no volvería a pensar en ella cuando se despertara y viera que se había marchado...
Cuando Joe regresó a la oficina, Demetria estaba muy ajetreada mecanografiando cartas. En un momento dado, la puerta del despacho exterior se abrió repentinamente y ella oyó como a continuación se cerraba. Se puso tensa al oír como él se acercaba al escritorio de su despacho, pero entonces oyó que entraba en su sala.
Percibió que Joe desprendía una fragancia a aire libre y observó que tenía su oscuro pelo alborotado.
— ¿Hay algún mensaje para mí? —preguntó él.
Durante un momento, la intensidad de la mirada de Joe provocó que Demi entrara en trance. Se preguntó si su bebé heredaría el divino color de ojos de su padre.
—Sólo algunos... clientes que han devuelto la llamada, pero nada urgente —contestó, arrancando una hoja del bloc de notas en el que había escrito los datos. Entonces se la entregó a él.
Joe miró la hoja brevemente con una actitud casi desdeñosa.
—Cómo has dicho; no hay nada urgente —comentó.
Entonces arrugó la hoja y la tiró a la papelera.
—He estado andando por el parque —le dijo.
—Ah, muy bien.
—Y he pensado mucho.
Sintiendo la garganta inflamada debido a la tensión, ella no dijo nada.
—He tomado algunas decisiones importantes —añadió él.
Demi continuó en silencio, pero le dio la impresión de que su vida estaba a punto de cambiar de manera drástica. Le dio un vuelco el corazón.
—He decidido que no puedes seguir trabajando ya que claramente no estás bien y necesitas descansar —dictaminó Joe—, Yo mismo necesito unas vacaciones desde hace algún tiempo. Por lo que te propongo que volvamos a Italia durante unas semanas. La atmósfera allí será mucho más propicia para descansar y, cuanto antes podamos marcharnos, mejor. Mañana sería perfecto.
Estupefacta, ella se quedó mirándolo. Le impresionó la manera en la que él había realizado aquella potencialmente polémica declaración con tanta calma. Lo había hecho como si le hubiera estado simplemente ordenando que aceptara sus planes sin importar las consecuencias que éstos pudieran tener para ella. Pero, aunque sabía que si hacía lo que había dicho él habría muchos obstáculos en el camino, al mismo tiempo sintió una gran alegría y emoción ante la idea de regresar a Italia con Joe.
—No es que yo no esté bien... —trató de razonar— es que estoy embarazada... ¡eso es todo!
Tras decir aquello, tuvo que reconocer que la primera etapa del embarazo le estaba costando mucho. Se percató de que le vendrían muy bien unas vacaciones... sin importar lo largas o cortas que fueran.
Pero, sin embargo, los asuntos pendientes que había entre Joe y ella impedían que pudiera sentirse muy animada ante la idea de compartir unas vacaciones con él.
—Sí, estás embarazada —concedió Joe con lo que parecía una intensa preocupación reflejada en los ojos—, ¡Y no creo que sea bueno para el bebé ni para ti que te sometas a la innecesaria presión de trabajar a jornada completa cuando, en realidad, no tienes que hacerlo!