sábado, 23 de febrero de 2013

De Secretaria a esposa capitulo 14





Había pensado que al hacerle el amor de nuevo iba a haberse quedado satisfecho. Pero no había sido así. Todo lo que había ocurrido había sido que le había recordado lo que había estado echando de menos y anhelando durante todos aquellos meses sin ella. En aquel momento, en vez de sentirse fresco y como nuevo, se sentía malhumorado e impaciente... y el hecho de que quizá Demetria no fuera a telefonearle, no le ayudaba a sentirse mejor. Se planteó que tal vez en el último minuto ella fuera a decidir no acompañarlo a Milán.

No comprendió por qué había permitido con tanta facilidad que durmiera sola en su casa. Pensó que debía haber insistido en pasar la noche en su compañía y, a la mañana siguiente, esperar a que hiciera las maletas.

Al pensar en el hijo que iba a tener y en lo que otro nuevo abandono supondría para él, maldijo en voz baja.

Se percató de que no estaba actuando como un hombre que no estuviera seguro de que el bebé que estaba esperando su amante fuera suyo. Todo lo contrario... se estaba comportando como si no hubiera duda alguna de que era el padre del hijo de Demetria.

Recordó la manera tan apasionada e inhibida en la que ella le había respondido cuando habían hecho el amor y no tuvo duda alguna. Algo profundamente intuitivo, un sexto sentido muy intenso, finalmente le convenció de que Demi estaba diciendo la verdad.

Se dijo a sí mismo que era normal que se sintiera tan posesivo acerca del niño y que se pusiera tan furioso al pensar que ella fuera a apartarlo de él. Pero, además, estaba aquella... aquella adicción que había desarrollado por Demetria. No podía explicarla ni deseaba sentirla.

 Aunque concluyó que, de hecho, probablemente era algo bueno que por lo menos fueran compatibles en eso. Haría que las cosas fueran mucho más simples cuando le explicara a ella la idea que se había ido formando en su cabeza durante las primeras horas de la madrugada, cuando no había sido capaz de dormir.

Varias horas después, cuando colgó el teléfono tras haber hablado con su estudio de arquitectura, miró con aire taciturno a su chófer, Brian, mientras éste sacaba su equipaje para colocarlo en el maletero del Rolls—Royce. Comprobó de nuevo la hora en su reloj de muñeca y explotó debido a lo impaciente que se sentía.

— ¡Dio! ¿A qué cree que está jugando?
Lo que le había puesto aún más nervioso de lo que ya había estado, había sido el hecho de que había telefoneado a Demetria en tres ocasiones sin obtener respuesta alguna. Pero no permitió que las negativas asunciones que le estaban acechando se apoderaran de su mente y decidió ponerse en acción.
A punto de seguir a Brian al coche para indicarle que le llevara al piso de Demi, oyó que el teléfono que había en la mesita de la entrada sonaba. Con el corazón revolucionado, se apresuró en responder.
— ¡De Jonas! —espetó.
— ¿Joe?

— ¡Demetria! ¿Por qué no me has telefoneado? ¿Dónde has estado? ¡He estado llamándote durante toda la mañana!

—Estoy en el hospital —contestó ella con la voz levemente temblorosa.
— ¿En el hospital? ¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado? —exigió saber él, sintiendo como la sangre se le congelaba en las venas. Agarró el teléfono con fuerza.
—Te lo diré cuando regrese a casa —respondió Demi —, Me está esperando un taxi para llevarme a mi piso. Te veré allí.
— ¡Demetria!
En ese momento ella colgó el teléfono, antes incluso de que Joe pudiera decir ni una palabra más.

En cuanto Demi. vio el ya para ella familiar Rolls—Royce de Joe aparcado fuera del bloque de pisos donde vivía, con el chófer uniformado sentado en el asiento del conductor, sintió como si todas sus extremidades se derritieran. No pudo evitar comenzar a andar más despacio y, ansiosa, miró a Joe. Este llevaba un abrigo negro de cachemira y estaba esperando impaciente en los peldaños que había frente a la puerta de su piso.

En cuanto la vio aparecer, la tensión que ella había percibido que él sentía, comenzó a envolverla. Respirando profundamente para lograr obtener coraje, y sintiéndose levemente mareada, se forzó en continuar andando.

— ¡Hola! —le saludó, tocando distraídamente las llaves que tenía en el bolsillo. Repentinamente se estremeció al sentir como una ráfaga del frío aire de marzo le alborotaba el pelo alrededor de la cara—. Siento si te he preocupado al no estar en casa para contestar tus llamadas.

Joe se acercó a Demi y se colocó delante de ella. Sus ojos reflejaban un miedo y una aprensión tan intensas que durante un momento la dejó profundamente desconcertada.

— ¿Por qué has ido al hospital, Demetria? —exigió saber, agarrándola posesivamente por los brazos—, ¡He estado volviéndome loco desde que me lo has dicho!

—Entremos en mi piso, ¿te parece? No es algo de lo que quiera hablar aquí fuera bajo la lluvia —contestó ella, mirando al cielo.

Estaba comenzando a llover y esbozó una leve sonrisa. Soltándola de mala gana, Joe la acompañó a la entrada de su vivienda. Una vez que estuvieron dentro del vestíbulo, Demi  se quitó la bufanda rosa que llevaba al cuello y la dejó en el perchero que había junto a la puerta. A continuación se quitó su ya empapado chubasquero.

— ¿Quieres darme tu abrigo? —le preguntó a él.
Observó que el envidiable tono moreno de la piel de Joe parecía menos vibrante aquella mañana.

— ¡Deberías haberme telefoneado! —espetó él de manera acusatoria, ignorando completamente la mano que había tendido ella para que le diera el abrigo—. Dijiste que estabas en el hospital. ¿Qué ocurre? ¿Es el bebé?
— ¿Por qué no nos sentamos? —sugirió Demi, tratando de estar lo más calmada posible. Pero, aun así, sintió como le daba vueltas el estómago.

Entonces guió a Joe hasta el cómodo salón que ella misma había decorado con mucho cariño durante los cinco años que llevaba viviendo en aquel piso. Al acercarse al sofá, que estaba tapizado en un color beige claro, y que tenía unos coloridos cojines adornándolo, sintió como casi se le salía el corazón por la boca al oír el autoritario tono de voz de él detrás de ella. No le quedó ninguna duda de que Joe estaba a punto de perder los nervios.

— ¡Dio! ¿Por qué no me explicas qué es lo que ocurre? ¿Tengo que quedarme aquí de pie sin saber nada durante toda la mañana hasta que te decidas a contármelo?

Colocándose un mechón de pelo detrás de la oreja, Demi trató de contener el enorme bochorno que sintió. Una cosa era confesarle a  Joe que estaba embarazada... pero discutir los detalles íntimos de aquel estado era algo muy distinto... sobre todo cuando él se había quedado allí de pie con un aspecto tan increíblemente arrebatador...

—Esta mañana he sufrido una leve hemorragia vaginal que me ha preocupado. Telefoneé a mi ginecólogo, el cual me dijo que fuera directamente al hospital para que me revisaran.

La tensión que habían reflejado las enigmáticas facciones de Joe aumentó considerablemente. Ella se sintió conmovida, a la vez que sorprendida, ante el hecho de que parecía que él realmente se preocupaba mucho... por lo menos por el bebé.

—Allí me dijeron que no tengo que alarmarme. Aparentemente es muy común que durante las primeras doce y catorce semanas se sangre un poco. Aun así, me han hecho una ecografía como medida de precaución.
— ¿Y qué ha mostrado la ecografía? —exigió saber Joe.

—Que todo está bien y que el bebé está creciendo con total normalidad en el útero. La ecografía puede mostrar si, por ejemplo, una mujer tiene un embarazo extrauterino... que es cuando el bebé crece fuera del útero.
— ¿Estás sangrando todavía?

—No —contestó Demi, esbozando una tímida sonrisa—, Estoy completamente bien.

Aquella tranquila respuesta ocultaba el pánico que se había apoderado de ella aquella mañana cuando había ido al cuarto de baño y había descubierto que estaba sangrando. 

Hasta que no había pensado en la idea de que posiblemente podía perder a su bebé, no se había percatado de lo mucho que quería a su futuro hijo. Si su relación sentimental con Joe estaba destinada a no perdurar, por lo menos le quedaría el regalo más grande de su apasionada unión, regalo que siempre le recordaría a él.

De Secretaria a Esposa Capitulo 13





La boca de Demetria estaba sobre su hombro y los delicados besos que le estaba dando le dejaron claro que era en ella, y no en su pasado, en quien debía concentrarse. Se sintió embargado por un intenso sentimiento de alivio, alivio que disipó su melancolía y que le aportó una frágil, pero a la vez tangible, sensación de paz.

Examinando la cara de Demi al echarse ésta para atrás para mirarlo, se percató de que tenía los labios hinchados debido a los apasionados besos que habían compartido. Sus oscuros ojos brillaban como la luz de las estrellas. En ese momento se dio cuenta de que la belleza de su amante superaba a la de la encantadora signorina del retrato.

Come sei bella —dijo, arrastrando las palabras. A continuación esbozó una seductora sonrisa—. ¡Mírate! ¡Eres encantadora!

Tras decir aquello, bajó la vista y miró el vientre de ella, el cual sólo mostraba una apenas apreciable curva. Puso la mano sobre éste, maravillado al pensar que la semilla de un niño, si Dios quería de su hijo, estaba floreciendo dentro.

Un nuevo y más alarmante pensamiento se apoderó de él; se preguntó qué efectos podría tener en el feto el hecho de que le hubiera hecho el amor a Demetria de una manera tan apasionada. No supo si, sin darse cuenta, le habría causado algún daño potencial al futuro bebé...
— ¿Qué ocurre?
Joe no había logrado esconder su pr
eocupación lo suficientemente rápido ante la atenta mirada de su amante, la cual le acarició el brazo como para consolarlo antes siquiera de que le contestara.
— ¿Te he hecho daño... o al niño?

— ¿Perdona? —respondió ella, frunciendo levemente el ceño. Pero a continuación esbozó una sonrisa que fue como el amanecer—. ¡Desde luego que no! Todo está bien, Joe. No hay ningún problema con hacer el amor cuando la mujer está embarazada... y yo ya estoy de más de tres meses, por lo que no hay nada de lo que preocuparse.

— ¿Estás segura? —insistió él, todavía sintiéndose culpable.
—Por supuesto que lo estoy.

Por fin  Joe se relajó. Al ver la dulce cara de Demi y percibir su irresistible fragancia, fragancia que parecía haber impregnado su propia piel, comenzó a excitarse de nuevo.

Justo antes de bajar la cabeza para robarle otro hambriento beso, miró de manera inquisitiva los enternecedores ojos de ella.
— ¿Tienes hambre? —le preguntó, sonriendo.
Vergonzosa, Demetria apartó la mirada.

— ¡Me refiero de comida! —aclaró él, riéndose. Le divirtió mucho la comprensible mala interpretación de Demi —, Te dije que te invitaría a comer y Luisa, mi ama de llaves, ha preparado auténtica pasta italiana en tu honor.
— ¿Podemos esperar un poco más para comer?

—Sí... claro. Sólo tengo que calentar la pasta en el horno, así que podemos comer cuando queramos. ¿Qué quieres hacer mientras tanto, umm? —provocó Joe.

Mirándolo fijamente a los ojos, Demetria suspiró.
—Corrígeme si me equivoco... ¿pero no estabas a punto de besarme de nuevo...? —susurró.
Los labios de él sellaron los suyos antes incluso de que hubiera terminado de hablar.

Más tarde aquel mismo día, al aparcar el chófer de Luca el Rolls—Royce de éste frente al antiguo edificio en el cual se encontraba el piso de Demi, ésta se giró hacia el padre de su futuro hijo y frunció el ceño.
— ¿A qué hora dijiste que tenemos que salir mañana?

—Nuestro vuelo sale a las dos y media, por lo que diría que a la una... a la una y media como muy tarde —contestó Joe —. ¿Por qué?

—Mira, voy a tardar un rato en hacer las maletas con todo lo que necesito. ¿Por qué no quedamos mejor por la mañana en vez de tener que volver a ir a tu casa esta noche? Así no tendrás que esperarme y yo no me sentiré bajo presión de tener que darme prisa.

— ¡Lo último que quiero que hagas es que te des prisa! ¡El motivo de que nos marchemos a Milán es precisamente para que no te sientas bajo presión de ningún tipo y que sólo descanses, Demetria! Si es necesario, puedo acordar que nuestro vuelo salga más tarde. Viajamos en mi avión privado, por lo que no hay ningún problema.
— ¿Tu... tu avión pri... privado? —preguntó ella, tartamudeando.
— ¡Desde luego! —contestó él con total normalidad, como si hubiera sugerido que viajaran en tren.

En aquel momento, la mente de Demi se sintió invadida por varios pensamientos. Lo primero que pensó fue que sería una completa estúpida si creyera que la breve estancia de la que iban a disfrutar en Italia iba a convertirse en algo más que unas cortas vacaciones. Un hombre tan increíblemente rico y poderoso como Joe no querría tener que cargar con una pequeña y ordinaria don nadie por mucho tiempo... estaba segura de ello. Aunque fuera a darle un hijo.

 Cuando él regresara a su tierra, a su país, cuando estuviera de nuevo en su fabulosa mansión, rápidamente se percataría de que ella no encajaba en su elitista estilo de vida. Se daría cuenta de que era una persona normal y corriente... ¡y no una estilosa mujer rica!

Tras las horas que habían pasado juntos en casa de Joe, horas que habían estado cargadas de sensualidad, se sintió fría y baja de ánimos... como un globo que acababa de explotar. Se forzó en sonreír e intentó disimular lo confundida que estaba.

—Bueno, te telefonearé por la mañana... cuando esté preparada. ¿Te parece bien?
—Me parece perfecto, mi bella —respondió él, acercándose a ella. Le tomó la cara con las manos y acercó la boca a la suya—. ¿Prometes que no vas a fallarme, Demetria?

— ¿Qué quieres decir? —quiso saber ella. Aunque había estado toda la tarde recibiendo las maravillosas caricias de Joe, deseaba experimentar aquello de nuevo.

—Si no vienes conmigo esta noche, no huirás sin decirme dónde vas, ¿verdad?
A Demi no debía haberle sorprendido que él todavía recordara lo que había ocurrido en Milán pero, al tomarla desprevenida, sí que lo hizo. Se quedó sorprendida y muy satisfecha ya que parecía que a Joe le importaba ella...
—No, no voy a huir. Te lo prometo.

—Bien —dijo él, dándole un cálido beso en los labios.
Demi sintió como unos escalofríos de un incontenible placer le recorrían el cuerpo.
Cuando Luca finalmente se forzó en apartarse de ella, sonrió con arrepentimiento.

—Ahora, entra en tu casa y descansa un poco. De nuevo pareces cansada.
— ¡Sólo estoy cansada porque se ha hecho mucho más tarde de lo que esperaba! —se apresuró en asegurar Demetria.

No pudo evitar ruborizarse al recordar las muy sensuales maneras en las que Joe y ella se habían mantenido ocupados durante toda la tarde. Todavía le vibraba el cuerpo debido a las seductoras atenciones que le había prestado su amante y el recuerdo de éstas probablemente la mantendría despierta durante lo que restaba de noche... ¡estaba segura de ello!

—Sí... así ha sido —respondió él, mirándola con sus sexys ojos azules. Estos tenían reflejada una abierta sinceridad.
Aquella sinceridad desarmó a Demi, la cual sintió como se le endurecían los pezones de manera casi dolorosa.

—Será mejor que entre ya en casa —comentó, girándose para abrir la puerta del acompañante. Pero, sorprendida, se dio la vuelta para mirar a Joe al sentir que él le había agarrado la muñeca para sujetarla durante un momento.
—Tendrás que hacer las maletas por la mañana. ¿Estás segura de que no quieres que me quede contigo para ayudarte?

Por muy apetecible que fuera aquella invitación, en aquel momento ella necesitaba espacio para pensar. Habían pasado muchas cosas desde que había vuelto a ver a Joe y las repercusiones de todo ello estaban provocando que se sintiera levemente turbada. 

Además, realmente no quería tener la perturbadora presencia de él a su alrededor ya que tenía que elegir qué ropa llevar consigo para el viaje. Pensó que en el mundo en el que Joe se movía, mundo en el que las mujeres acudían a los diseñadores de moda para comprarse la ropa, la realidad de su armario sin duda sería muy impactante para él, así como también decepcionante.

De nuevo pensó que, cuando regresaran a Milán, las comparaciones entre el extraordinario y lujoso estilo de vida del que él disfrutaba y la sencilla manera en la que ella vivía, inevitablemente comenzarían a hacerse más evidentes según pasaran los días. Una vez que Joe estuviera de vuelta en el reino de sus igualmente ricos amigos, las diferencias entre ambos comenzarían a hacerse demasiado pronunciadas. Se preguntó a sí misma si en ese momento él no se arrepentiría de haberla llevado consigo.

—Si no te importa, me gustaría hacer las maletas yo sola —contestó, encogiéndose de hombros—. Pero gracias por ofrecerte a ayudarme.
—Entonces... ¡qué duermas bien, Demetria! —le deseó Joe, echándose para atrás en el lujoso y suave asiento de cuero de su vehículo.

Ella pensó que él tenía un aspecto impresionante. Era muy atractivo. Comparado con otros simples mortales, éstos parecerían extremadamente insulsos.

—Por la mañana... —continuó Joe — tómate el tiempo que necesites para prepararte. Y después telefonéame, ¿está bien? Vendré a buscarte.
—Así lo haré. Buenas noches.

Él le lanzó un beso y provocó que las piernas se le derritieran...
Joe, que se había despertado mucho antes de que amaneciera, había estado dando vueltas por su dormitorio, por el salón y por la cocina. Había estado intentando controlar la frustración que se había apoderado de su cuerpo ante el hecho de que Katherine no se hubiera quedado a dormir con él.

De Secretaria A Esposa Capitulo 12





Unos cálidos y fuertes dedos acariciaron los frágiles huesos de su muñeca y, de manera autoritaria, le colocaron el brazo en el costado. Emitiendo un sonido casi salvaje que pareció provenir de lo más profundo de su alma, joe selló sus labios con un apasionado beso que le dejó muy impresionada.

Sin ninguna fineza ni ternura, la hizo tambalearse debido a su casi implacable exigencia. Pero aquello no evitó que Demi respondiera con la misma necesidad y hambrienta pasión. La llama que había estado brillando levemente dentro de ella, repentinamente estalló en unas potentes llamaradas... en un abrasador fuego que habría sido capaz de calcinar cualquier cosa que se hubiera interpuesto en su camino.

Abrazó estrechamente al padre de su futuro hijo por el cuello para así hacer más intensa la erótica consumación de sus labios y lenguas, de sus profundos suspiros y gemidos. Sintió como si un ardiente líquido se apoderaba del centro de su feminidad y le temblaron todos los músculos debido a la devoradora necesidad que la había cautivado.

Las febriles manos de Joe estaban acariciándole todo el cuerpo a través de la superflua y no deseada barrera de su ropa. Demi sintió como aumentaba la impaciencia y la pasión de él junto con las suyas propias... hasta que el acalorado y espontáneo ritmo de éstas les impulsó a que se dejaran llevar por su potente y salvaje fuerza...

De alguna manera, él logró quitarle el vestido y ella a él la camisa. La intensa lujuria que se había apoderado de su cuerpo, provocó que Demi perdiera el equilibro y que cayera en el suave sofá en el que había estado sentada.

Joe la abrazó por la cintura al caer junto a ella y le hizo cosquillas en la cara con su pelo. La presión de su fuerte y musculoso cuerpo contra la delicada figura de Demetria, provocó que ésta sintiera ganas de llorar y que se percatara de que el ansia que ninguna cosa podía calmar salvo él aumentaba en intensidad...

—Te deseo tanto —juró Joe con la boca pegada a su mejilla—, ¡Te deseo demasiado! —añadió. A continuación comenzó a decirle una letanía de cariñosas expresiones en italiano mientras le bajaba las medias y las braguitas por sus temblorosas piernas.

Consumida por la intensidad de las sensaciones que la estaban embargando, así como por la incitante fragancia que desprendía el cuerpo de él, Demi introdujo los dedos por su pelo para, a continuación, bajar las manos y acariciarle los pómulos. Tomó su cara entre las manos y aceptó sus besos con un abierto entusiasmo. Con su propia apasionada lengua, incitó a que la besara aún más intensamente. No dejó de emitir susurros de placer.

Entonces Demi le quitó el sujetador. Le besó y le chupó los pechos. Estos estaban tan sensibles que ella sintió como un leve dolor le recorría el cuerpo al mordisqueárselos él. Como para liberar la sensibilidad de Demi, Joe comenzó a acariciarle la húmeda yema del centro de su feminidad. Ella separó sus delicados muslos y sintió como todo su cuerpo se ponía tenso durante unos segundos al verse embargado por una electrizante sensación ante la atrevida caricia de él.

Casi insoportablemente excitada y movida por la salvaje pasión que había aflorado en ella irresistiblemente la primera vez que había estado con Joe, Demi le acarició el pecho y disfrutó de la impresionante musculatura que se dejaba ver bajo el sedoso vello negro que cubría aquel hermoso torso. Pero él no le permitió que continuara explorando su cuerpo y le bajó las manos a la cremallera de sus pantalones chinos...

En unos segundos, la dura, erecta y, al mismo tiempo, sedosa erección de Joe estuvo dentro de ella. Presionó con fuerza en su humedad calidez...
Disfrutando del apasionado e intenso placer de aquel acto, Demi sintió como su corazón se llenaba de esperanza... y estuvo enormemente agradecida ante el hecho de poder estar de nuevo con él de aquella manera.

Incluso antes de que el poderoso cuerpo de Joe la hubiera poseído, sus sentidos habían estado deseando ser saciados. Parecía que el embarazo había aumentado su sensibilidad en lo que a él se refería... hasta el punto de que incluso la sola fragancia del perfume de él podía prácticamente deshacerla.

Y en aquel momento, mientras Joe le hacía el amor, mientras poseía su cuerpo y su alma para siempre con su poderoso reclamo, alcanzó el alivio, un alivio rápido e intenso, un alivio que le hizo temblar y estremecerse al verse abrumada por unas poderosas sensaciones que le robaron el aliento. Gimiendo, tuvo que jadear para recuperarse.

 Se agarró a los poderosos hombros de su amante y besó la suave piel que cubría aquellos tensos músculos. A continuación, cerró los ojos con fuerza, como para grabar en su memoria para siempre aquellos casi demasiado vulnerables e íntimos momentos para siempre. 

Joe había estado comportándose de manera impaciente con Demi durante todo el día. Y su impaciencia se había debido al hecho de que ella todavía había estado vestida... cuando lo único que él había querido había sido quitarle la ropa... Había querido arrancarle cada ligera barrera, barrera que había parecido ser una pared fortificada que le había impedido ver la encantadora perfección de su cuerpo y tocarla como deseaba...

Pero en aquel momento estaba donde quería estar y las sensaciones que se habían apoderado de él eran muy intensas. Sintió como si un dulce diluvio de verano cayera sobre su desnudo, hambriento y extremadamente excitado cuerpo en un imparable aguacero. Junto al poderoso alivio físico del orgasmo, también había sentido como la desolación que había contenido desde hacía mucho tiempo se apoderaba de él, desolación que había experimentado debido al fallecimiento de su esposa. 

Repentinamente, aquellos intensos sentimientos afloraron y, por muy increíble que pareciera, tuvo que contener las lágrimas.

No había llorado desde que había sido un niño pequeño... ni siquiera lo había hecho en el entierro de Sophia. En vez de ello, lo que había hecho había sido apartarse del mundo durante un tiempo.

 El aislamiento y la soledad se habían convertido en sus compañeros tras la ausencia de su esposa. Sus padres también habían fallecido, por lo que no había habido nadie que hubiera podido consolarle. Había tardado bastante tiempo en ser capaz de volver a conectar con la gente. Se había refugiado en el trabajo y éste había supuesto su único consuelo.

Se preguntó si estaba mal desear tanto a aquella hermosa mujer, mujer que juraba que estaba embarazada de su hijo, cuando sus caricias eran tan esenciales para él como respirar.

 Se planteó si debía sentirse aún más culpable de lo que ya se sentía ante el hecho de que su difunta esposa no hubiera sido capaz de concebir el hijo que ambos habían deseado tanto. No supo si tenía que seguir pagando por lo ocurrido...