Esto no estaba incluido en el
menú.
Al menos que Mayra hubiese hecho
un cambio rotundo de carrera Demi, estaba casi segura que las
personas del otro lado de la puerta eran paparazis. Peor aún, paparazis que
habían capturado todos los ángulos de su rostro al despertar. Bueno, la
vergüenza nacional tenía su lado divertido. Al menos las madres tendrían fotografías,
para obligar a sus niños a comer verduras.
No que esto la hiciera muy feliz,
pero sin duda había algo ligeramente hilarante en el asunto.
Una profunda exhalación la sacó
de sus pensamientos, Demi dirigió la vista hacia el
ejecutor de tal acción. Joseph aún
se encontraba con el cuerpo sobre la puerta, como si pensara que la gente del
otro lado la tiraría abajo en cualquier momento. Su rostro era la viva imagen
del desconcierto, quizás ella lucia exactamente igual, aunque más desalineada
por supuesto.
Aun ninguno había dado cuenta clara de lo que estaba pasando.
Ella no abría la boca, por temor a confirmar que lo que vio no había sido
imaginado. Sabía que no había sido imaginado, pero siempre que Joseph no se lo confirmara ella podría
permanecer en ese semi estado de negación y estupidez.
—De acuerdo—Finalmente el echó
abajo su ilusión.
— ¿¡Qué demonios fue eso!?— Joseph la observó sobresaltado por su
repentina explosión.
Demi estaba notoriamente
hiperventilando, la noticia había hecho el viaje hasta su cerebro y ahora se
negaba a dejarla en paz. Ella había sido fotografiada en ropa interior ¡No!
¡Qué va! Si eso era lo más suave de todo el asunto.
Ella había sido
fotografiada en ropa interior, usando la camisa de un hombre y abriendo la
puerta de la casa del mismo, como si fuera dueña y señora del lugar.
Estaba tan jodidamente, jodida.
— ¡Oh por Dios! ¡Joseph! ¿Qué rayos?
— ¿Cómo crees que voy a saberlo?
—Oh, no lo sé ¡Quizás porque es
tu maldita casa!
—No es como si me encontrara
reporteros en mi puerta todos los días. —Se excusó él y ella se dio cuenta de
que definitivamente esto no era su culpa. O quizás sí, pero ¿Cómo confirmarlo? Joseph no lucia muy feliz por la
repentina atención que estaba suscitando su pórtico.
— ¿Qué vamos a hacer?—Ella echó
la mirada hacia la puerta, haciendo un conteo mental de todas las cámaras que
había visto.
—Aguarda—Joseph se perdió antes de que le pudiera responder, segundos
después reapareció con el teléfono pegado al oído. — ¿Josh?—
Preguntó en tanto que ella se
acercaba y lo obligaba a colocarse a su altura para oír la respuesta del otro.
— ¿Joseph que ocurrió…?
— ¿Por qué hay reporteros en mi
puerta?—Él ni le dejó finalizar la pregunta.
—Ah mierda ¿Abriste?
—Yo no, pero no importa…responde.
—Estoy en la esquina de tu casa,
entrare por atrás, espérame— Joseph
asintió colgando la llamada y luego se pasó una mano por el cabello, volviendo
a mirar la puerta.
Demi sabía lo que estaba pensando, o
al menos estaba bastante segura de poder adivinarlo. Él quería respuestas a las
mismas preguntas que ella se estaba haciendo.
¿Qué? ¿Quién? ¿Por qué? Y ¿Cómo?
Muy en lo profundo esperaba que Josh se los dijera, aun así una pequeña parte
de ella se negaba a aceptar que alguien los había delatado.
Pues ¿Qué otra cosa
podía ser? Esos paparazis no estaban buscando fotografiar la magnífica
arquitectura de la casa, aunque dicho sea de paso, la arquitectura era genial.
Pero esa no era la cuestión, obviamente allí buscaban al dueño de casa y el
hecho de que ella los hubiera recibido, como que solo sumaba puntos a la
ironía.
Joseph se dirigió a la parte trasera de
la casa, haciendo que Demi lo siguiera por inercia. En ese
instante Josh entró sin necesidad de llamar antes. Los tres se miraron en
silencio por un largo segundo, hasta que por supuesto el hombre más sexy
presente rompió la tensión.
—Tenemos problemas—Sí, Josh
estaba para comérselo. Las cosas hay que decirlas.
— ¿Qué…?— Joseph hizo un ademan hacia la puerta, como si con eso dijera
todo.
—Es mejor que veas esto—El agente
de su colega, avanzó por los pasillos de la casa hasta el living. Encendió la
televisión y tras rebuscar en los canales, se detuvo en uno de chismes y
noticias de los famosos. Justo en ese momento, la pantalla se encontraba
cubierta casi en su totalidad, por una fotografía.
Demi se olvidó de respirar, de un
segundo a otro solo tuvo ojos para ver esa pantalla, esa imagen. Eran ellos, Joseph y Demi compartiendo un beso.
El beso
que ella le había dado, minutos antes de la conferencia de prensa del día
anterior. Se sentía completamente surrealista verse besando a alguien, su
cuerpo prácticamente estaba colgado del de él y los ojos de Joseph se encontraban entrecerrados,
haciendo que sus pestañas ocultaran parcialmente aquella mirada azul.
Mierda,
si la situación no fuese tan indignante, ella pediría que le hicieran una
impresión de esa foto. Su hermana se caería de culo, al ver con la clase de
tipo que ella se besaba.
—“Esta mañana nos encontramos con
una noticia exclusiva de la revista Glamour, —Anunció la reportera como una voz
en off—…cuando su portada lució esta fotografía que ahora vemos en pantalla y
la pregunta ¿Quién es Sir Rhone? Despertando automáticamente la curiosidad de
las fanáticas de este autor.
Según fuentes no reveladas por la revista, el
hombre que se encuentra tan cómodamente atrapado por las manos de la escritora Demi Manfory, sería ni más ni menos que
el aclamado autor de los bestseller del aventurero James
Rhone. La fotografía fue tomada antes de la presentación formal del libro que
ambos autores, piensan publicar en la…”
Joseph apagó la tele apretando con
fuerza el mando a distancia, como si el pobre tuviese la culpa de algo.
— ¿Quién lo hizo?—inquirió hacia
Josh, con las palabras prácticamente susurradas por entre sus dientes.
—Estoy trabajando en…
— ¡No! ¡Tú lo sabes!—Ella brincó
en su lugar, no se había esperado esa acusación tan exaltada. Pero Josh no se
inmutó, lo miró con la paciencia que solo años de tratar con la misma persona
daban.
—Joseph, me puse en contacto con la revista. No quisieron decirme
quien les vendió la foto o la información, pero se cubrieron bien la espalda al
no dar a conocer tu nombre. Teóricamente solo publicaron un “quizás” por lo que
es casi imposible presionarlos por el lado legal. Lo siento, estoy trabajando
en eso. Voy a descubrir quién lo hizo…
— ¿Y mientras tanto que?—Le
espetó sin preocuparse en modular su cabreo— ¿Mientras tanto les sirvo una
limonada? ¿Los invito a jugar cartas? ¿Qué Josh? — Demi dio un paso en su dirección, pero la mirada agria que le
dirigió la detuvo en seco. Ella no pensaba culpar a Josh por algo que ellos
habían hecho, era después de todo su beso, no el de Josh.
— Joseph, calma—Él sacudió la cabeza, volviendo a soltar otro
profundo suspiro. —Estoy seguro que lo dejaran correr en un par de días. Puedes
intentar hablar con ellos o simplemente ignorarlos—Los ojos azules de Joseph brillaron con malicia, como si
tuviera una idea mucho mejor. —Sé que te molesta la situación, pero por el
momento es todo lo que podemos hacer.
— ¿Y qué entonces? ¿Cierro las
puertas y espero a que se marchen?
—Supongo que esa puede ser una
opción—Joseph lo fulminó con la
mirada, Josh sonrió en disculpa. —Mira, lo mejor es que te tomes unos días
lejos de la ciudad, ellos lo olvidaran…
— ¿Por qué arman tanto escándalo?
Es un escritor, no George Clooney. —Ambos hombres la observaron con distintos
grados de suspicacia, finalmente Josh encontró las palabras primero.
—Bueno, supongo que a nadie le
importaría si no fuese un escritor anónimo. O si no fuese un romance tras
bambalinas. Por alguna razón a las personas les fascinan los romances ocultos,
no por nada la frase es: “el sexo vende”. Las fanáticas de Sir Rhone, tienen
años imaginándose como podría ser. El misterio causa curiosidad, y cuando este
es revelado la curiosidad causa…
—Desastres—Completó Joseph poniendo los ojos en blanco.
—Exacto—Concordó Josh, con un
deje de frustración.
Demi lo comprendió entonces, no era
el hecho de que se hubieran vuelto famosos de la noche a la mañana o que la
lectura estuviese ganando más adeptos que la televisión.
La cuestión radicaba
en el beso, en el romance prohibido de dos personas que solo deberían estar
escribiendo en conjunto. La morbosidad de atrapar a alguien haciendo algo
indebido, hacía del juego de cazarlos algo más divertido. El pequeño detalle de
que ellos fueran, relativamente conocidos
por un grupo de personas hacia de todo eso, un asunto mucho más vendible.
Oh rayos y ella como siempre no
estaba vestida para la ocasión.
—Tal vez podemos ir a mi
casa—Ofreció al ver que ambos se quedaban en un silencio analizador.
—Eso no servirá—Prorrumpió Josh,
sin siquiera alzar la mirada—. Ellos están en la puerta de tu edificio, al
parecer queriendo una nota exclusiva de la mujer por la que Sir Rhone decidió
salir al sol.
—Ni que fuera un
murciélago—murmuró él y a pesar de que intentaba hacer una broma, la nota
sarcástica le sacó todo el peso a aquel comentario.
— ¿Entonces?—Inquirió haciendo
caso omiso de la tensión que inundaba el ambiente.
—No lo sé—Josh soltó un
suspiro—Supongo que…—Miró a Joseph
—Tal vez podrías ir con Darius por algunos días, al menos hasta que logré
controlar este revuelo.
Él no respondió sino que fue
hasta el teléfono y tras unos segundos de espera, se enfrascó en una charla
repleta de susurros y suspiros molestos. Ella no escuchó a quien le estaba
hablando, pero podía apostar a que Joseph
había optado por pedirle ayuda a su padre.
Al terminar fue a su lado y
tomándola de un brazo, la insto a moverse.
— ¿Qué?
—Vamos.
— ¿A dónde?
—Lejos de esas cámaras—Ella pasó
saliva con dificultad al recordar ese detalle y sin poder argumentar algo en
contra, lo siguió escaleras arriba. Josh permaneció abajo, seguramente
comprendiendo que Joseph no se
encontraba en su mejor estado de ánimo.
Demi lo observó ir y venir por la habitación, mientras sacaba ropa de
su ropero y las empujaba sin nada de cuidado, dentro de un bolso negro. Luego Joseph separó un pantalón deportivo
gris, una chomba azul oscuro y una campera negra con capucha. Parecía el
atuendo de alguien que piensa salir a correr o de alguien que realmente no
quiere ser visto.
Ella permaneció sentada en la cama, no tenía mucho que
ponerse. Solo su vestido del día anterior y para colocárselo necesitaba de
ayuda. No le dijo nada, no quería molestar lo que sea que estuviese maquinando.
Él estaba concentrado en salir de allí y al parecer concentrado en guardarse
todos sus pensamientos al respecto. ¿Qué podría creer? ¿Tendría un sospechoso
para todo el asunto? Ella no.
Por una fracción de segundo, tuvo
la pequeña teoría de que él quizás la culparía a ella. Pero alguien que planea
echarte la culpa sobre algo, no te invita a escapar a su lado ¿verdad? Prefería
no ahondar mucho por esa línea de pensamiento, prefería no hacerse ideas raras.
Ellos no eran simples colegas, bueno, tampoco eran algo más. O quizás sí, en
verdad esa parte aún estaba un poco confusa para ella. Cuando notó que se detenía
en su ir y venir, también supo que la estaba mirando.
— ¿Qué?
— ¿Estas lista?—Ella bajó la
vista a sus manos, que aun sostenían la parte superior de su vestido. Sacudió
la cabeza.
—Necesito ayuda con la
cremallera—Le dijo, poniéndose de pie algo avergonzada.
Él se detuvo detrás de ella y
rápidamente le subió la cremallera sin emitir un sonido. Demi intentó no pensar en el momento
en que Joseph le había sacado el
vestido el día anterior, en los lentos que habían sido sus movimientos,
sutiles, calculados, casi como si temiera asustarla.
El recuerdo de sus manos
subiendo por su espalda en una delicada caricia, la golpeó sin previo aviso y
tuvo que hacer de tripas corazón, para contener las ansias de darse la vuelta y
comerle la boca a besos.
Él ni siquiera la había rozado,
incluso llego a pensar que realmente se había puesto a una distancia que
parecería insultante, para el hombre que había dormido abrazado a su cuerpo
toda la noche.
—Vamos—Soltando un suspiró lo
siguió de nueva cuenta al piso de abajo.
Al verlos entrar en la cocina
Josh se volvió hacia Joseph
entregándole unas llaves.
—Mi auto está estacionado una
calle abajo. Salgan por la puerta trasera y crucen por el jardín del vecino del
lado izquierdo…
— ¿Solo cruzamos?—inquirió él con
tono escéptico.
—Sí, al parecer ella es una gran
fanática de tus libros y está encantada con ayudarles.
—Súper—masculló Joseph sin un ápice de verdadero
aprecio.
—Gracias Josh—Se apresuró a
gritar Demi, mientras era jalada hacia la
puerta de atrás.
Sí bueno, él estaba molesto.
¿Pero tanto le costaba un poco de amabilidad? Josh y la vecina se estaban
portando muy bien con toda la situación. Y a decir verdad él no era el más
afectado en todo el asunto, su cara de “recién me levanto” no iba a ser la que
decore las revistas de chismes la mañana siguiente.
Una vez que estuvieron en el auto
de Josh, Joseph se puso en su
plan de “soy piloto de fórmula uno así que no me mires y no me hables” por lo
que Demi se dispuso a contar los arboles
de los laterales, hasta que sintió que comenzaba a marearse. Luego de quince
largos minutos de maravillarse con las formas que podía hacer con sus manos y
la luz del sol que quemaba sus muslos, se decidió a romper el hielo.
— ¿A dónde vamos?—Hubo un buen
momento de silencio, o él estaba decidiendo su destino aun o solo la estaba
ignorando. Ella estaba debatiéndose entre esas opciones, y la segunda se
llevaba las de ganar— ¿Joseph?
— ¿Qué?
— ¿A dónde vamos?
—A la casa de mi padre—Tal como
se lo había figurado.
— ¿Yo también?
—Estas en el auto ¿no?—Bien, no
había necesidad de emplear sarcasmo. Teóricamente ellos ya habían superado la
etapa de atacarse como
críos luchando por un juguete
nuevo. Al parecer habían hecho un retroceso y a ella no le había llegado el
memo.
—Llévame a mi casa—Pidió,
cruzándose de brazos algo fastidiada con su actitud. Él la miró un instante.
— ¿Para qué? ¿Para poder
regalarles otro momento Kodak?— Demi frunció el ceño y sacudió la
cabeza sin comprender, o tal vez solo obligándose a ignorar la acusación
implícita que llevaban grabadas sus palabras.
— ¿Qué se supone que significa
eso?—Bien, quizás no estaba tan a favor del plan “ignorancia”
—Nada—respondió secamente. Pero
ella no estaba dispuesta a dejarlo pasar.
—No, ahora me dices.
—No.
—Dime.
—No.
— ¡Dime!—Él volvió a clavar sus
ojos azules en su persona.
Una parte de esa reacción parecía
estar pidiéndole que no siguiera presionando, la otra ocultaba una emoción que
le costó un poco de tiempo descifrar. Pero tras mirarlo un momento más, lo
descubrió. Desconfianza.
—Piensas que yo tuve algo que
ver—No lo preguntaba, ella estaba segura de que había adivinado la dirección de
sus deducciones. Joseph volvió a
mirar la calle y sus nudillos emblanquecieron mientras apretaba el volante con
mayor vehemencia. —Yo no hice nada.
—Lo sé—Pero no creía esas
palabras, al menos no del todo.
— ¿Entonces porque piensas que…?
—Porque está a la luz, el sexo
vende y esa maldita foto solo acarrea publicidad. Fama…—Volvió a mirarla— ¿No
es eso lo que quieres, Demi?
Ella se quedó helada, él
realmente pensaba que había armado esa jugada para conseguir algo de
publicidad. Como si a ella le importaran esas mierdas, como si ella no lo
hubiese defendido de los planes de Ann. Como si realmente creyera que no
respetaba su decisión de permanecer en el anonimato.
Al mirarlo, en verdad sintió que
no lo conocía en lo absoluto.
— ¿Así que soy yo la única que
quiere fama? ¿Qué hay de ti? ¿Por qué no pudiste tu armar todo esto?
— ¿Yo?—Él lucia desconcertado por
la acusación, pero si iban a poner las cartas sobre la mesa, al menos se
aseguraría de armar bien su mano. — ¿Con que propósito? Yo soy el que tiene los
premios, linda.
Y tras esas palabras, la burbuja
de paz que se había armado Demi se reventó en ciento de
partículas diminutas.
—Que yo sepa, no todos. —Señaló
irónicamente, haciendo referencia al último premio que había perdido ante ella
o el más importante que había perdido, ante Mike Donelly. Joseph soltó una maldición por lo bajo
y de ser posible el auto tomó mayor velocidad.
—Tus libros aumentaron sus ventas
desde que se conoció nuestro trabajo en conjunto ¿Realmente piensas que no sé
eso?—Ella contuvo el aliento, procurando que su corazón no se olvidara de tocar
su ritmo usual.
— ¡Eso no tiene nada que
ver!—exclamó realmente encolerizada y también dolida, sí, definitivamente esa
sensación de asfixia se debía al dolor.
—Claro que no, no tiene nada que
ver hasta que notas que el dinero extra en tu cuenta no cae para nada mal.
—Frente a eso, Demi se dio cuenta de algo. No habría
forma de defenderse de su acusación, él ya había tomado una decisión y había
gritado a los cuatro vientos: ¡Bruja! Como en los tiempos de Salem.
—Tienes razón…—Aseguró,
conteniendo las ganas de arremeterle un golpe— ¿Sabes? ¡Tienes toda la puta
razón! Yo arme todo, yo hice que nos sacaran la foto y yo la vendí a la prensa.
Justo en el momento en que hacíamos el amor, estaba negociando el precio. ¡Mil
libras! ¿Te mando la mitad o prefieres donarla a la caridad?
Él detuvo el automóvil en ese
instante, se volvió de lado para darle toda su atención. Sus ojos reflejaban
cientos de interrogantes, parecía molesto, irritado, confundido y tal vez algo
excitado. Ella no tenía idea de dónde provenía eso, pero tampoco estaba
dispuesta a dejarse llevar por su deseo irrefrenable de arrancarle la camisa.
Joseph no confiaba en ella, a pesar de
lo que habían pasado juntos, él creía que se rebajaría a traiciones de ese
estilo. Los escritores rara vez confían los unos en los otros, como en todo
universo reducido, la competencia está a la orden del día. Escribir en conjunto
es un gran salto de fe, confiar en que el otro no te intentara joder al último
momento es un factor que nadie puede ignorar. Pero Demi se sintió ofendida al darse
cuenta que él albergaba esa clase de dudas. Se conocían mejor que eso, o al
menos eso había creído.
—Ya llegamos—Fue lo único que
dijo, antes de abrir la puerta y bajarse del coche en una exhalación.
No se movió, no sabía si esa vez
tenía tantas ganas de seguirlo sin chistar. Esta clase de cosas definitivamente
deberían venir con advertencias. Algo como: En caso de emergencias de colega
estúpido, rompa el vidrio y espere que una esquirla se le incruste en el
cerebro.