Joseph me estudio un momento un momento.
— ¿Quieres bailar?
— No, Gracias.
Él sonrió vacilante. El traje oscuro y la camisa blanca hicieron
que su sonrisa pareciera especialmente luminosa.
Me temblaba la mano. Dejé a un lado el ponche y empecé a
alejarme.
Joseph me tomó del brazo.
— ¿Qué pasa, Demi? — Preguntó con suavidad—. ¿Estás… estás
enojada por que vine con Swiss Kriss? No te pongas celosa. Se te ve…
— No es Eso — Susurré en seguida.
— ¿Entonces qué es?
No pude Contestar. De repente se me había nublado la vista.
Todas las luces brillaban mientras mis lágrimas estaban a punto de caer. ―No voy a llorar‖, me propuse con
firmeza, y miré el piso.
— ¿Demi? — Insistió Joseph. Puso su mano bajo mi barbilla.
―No me toques‖, pensé, pero levante la vista pese a mí. Vi que descubría mis
ojos llenos de lágrimas y que fruncía levemente el ceño.
— ¿Demi? —repitió.
Me Incliné hacia él. Parecía tan sincero que, de pronto, quise
contarle todo lo que me preocupaba.
— Es sobre…
— Me encantó nuestra conversación telefónica, Demi — dijo
Sonrisita vivazmente, surgiendo de la nada con Alex a su lado. Sonrisita era
uno de los acompañantes, lo cual resulta una absoluta ironía, pero no importa.
Me dedicó una gran sonrisa imbécil y se alejó.
— Hola, Joseph — dijo Alex con
naturalidad —. Demi, ¿Vienes conmigo?
Lo miré en medio de una bruma. Mi instante de intimidad con Joseph de golpe pareció muy lejano y completamente
irreal.
— Oh… sí.
— Demi… — empezó Joseph.
Enlacé mi Brazo en el de Alex. Sin Mirar a Joseph.
— Te veo más tarde — le dijo Alex por encima del hombro.
Miré mi reloj. Habíamos estado cuarenta minutos en el baile.
Parecían cuarenta horas.
— ¿Quieres ir a casa de Marea Alta Pat después de que comamos
algo? — preguntó Alex.
Sacudí la cabeza.
— En realidad, no me siento muy bien — murmuré —. ¿Podrías
llevarme a casa?
Ya en casa, saqué todo el maquillaje, me puse
el equipo de gimnasia y me uní a mi familia para compartir una cena tardía.
Permanecí en silencio, ignorando las miradas que me dirigían mis
padres. No dejaba de pensar en la fiesta de Pat. Una parte de mi quería ir allí
para controlar en persona los daños y prejuicios. ¿Pero cómo podría hacerlo?
Que fuera la hija del director no me convierte en una completa ingenua.
Suspiré estaba extendiendo la mano hacia la ensaladera cuando
Debbie, súbitamente, golpeo su bandeja con el puñito.
— Ve — dijo.
Dejé caer la cuchara en la ensaladera e intercambié una mirada
con mis padres.
— ¿Dijo algo? — preguntó mama en tono esperanzado.
— No se — contestó papa, mirando a la beba con atención—.
Debbie, ¿dijiste algo, tesoro?
—Ve — repitió Debbie.
Sentí que un trozo de cerdo asado se me quedaba atascado en la
garganta.
— Vuelve a decirlo — Pedí en voz ronca.
— Ve — Dijo Debbie, obediente. Anne le dio unas palmaditas en la
espalda.
El corazón empezó a latir con violencia. Reconozco un presagio
cuando me lo ofrecen.
— Tengo que ir a un sitio — dije, mientras me levantaba.
Papá pareció sorprendido.
— Pensé que te sentías mal.
Pero mamá se limitó a mirarme y luego miró a Debbie.
— Creo que está bien que vaya — dijo en tono ligero —. No
vuelvas muy tarde.
— Pierde cuidado — dije.
Besé la frente de Debbie, Tomé mi Campera y me dirigí a la
puerta del frente. Estaba corriendo incluso antes de llegar a la calle.
Está bien, mirando de forma retrospectiva, resulta evidente que
al menos debería haberme puesto un poco de lápiz labial antes de ir a casa de
Pat. Pero sentí que estaba en juego temas más importantes que la mera belleza.
Además, la belleza es una cosa y mi apariencia era otra. Tenía
la cara blanca como la leche, sin una gota de maquillaje, cosa que
probablemente hacia que mis ojos parecieran más grandes y asustados que nunca.
Llevaba pantalones grises de gimnasia, un suéter desteñido que había
sido de mi abuelo, y una gorra de béisbol
roja aplastada sobre mi pelo, que todavía tenia un montón de spray. ¿Se lo
imaginan? ¿Pueden ver que escandalosa estaba? Bueno, ahora imaginen quien fue
la primera persona que vi cuando llegue resoplando a la casa de lo Marea Alta.
Swiss Kriss.
Estaba paseando por el jardín de adelante en medio de unas
decientas personas. Fruncí el ceño ¿Por qué estaban todos en el jardín y no en
el interior de la casa? ¿Había llegado la policía y los obligado a salir? Pero
ni, esa multitud se veía demasiado tranquila.
Me abrí paso entre la gente hasta poder llegar al porche. Joseph estaba en mangas de camisa, llenando vasos
de un ponche misterioso. Pat se encontraba junto a él.
Teddy Inman subió los
escalones del porche