domingo, 21 de julio de 2013

Camino A La Fama Capitulo 8





Joseph estaba cómodamente recostado en su cama, llevaba la última media hora observando el cielo raso. No sabía porque le costaba tanto concebir el sueño, después de todo estaba molido. 

Pero algo lo incomodaba y muy en lo profundo de su ser —en la parte más perdida y olvidada— sabia la respuesta. Pero antes de admitirlo se cortaría una mano y se la daría de comer a sus pececitos.

Repentinamente algo comenzó a emitir un zumbido, bastante molesto. Se volteó buscando su celular, pero al tenerlo en la mano descubrió que éste estaba completamente calmo. Enarco una ceja mirando la pantallita, solo para confirmar que su sentido del tacto no estaba averiado. Nada.

— ¿Qué demonios?—Pregunto a nadie en particular, mientras se ponía de pie en busca del maldito celular vibrante. Él solo tenía uno ¿Acaso había alguien más en su casa? No, imposible. Incluso un ladrón no cometería la estupidez, de meterse a robar con el teléfono prendido.

Después de buscar inútilmente por largo rato, el celular fantasma dejo de hacer ruido. Joseph se encogió de hombros, dispuesto a meterse en la cama y obligarse a dormir, cuando éste volvió a importunarlo.

—Pero la pu…—Agito cojines, almohadas e incluso desarmo toda la cama. Aun así no lo hallo.

Entonces su vista se encontró con la ropa que había dejado desperdigada por el suelo, cuando había llegado. Y fue como si una lámpara chispeara en su aturdido, cansado y muy exasperado cerebro.
Demi —murmuro, tomando su pantalón de jean y extrayendo de su bolsillo trasero el diminuto celular rosa— ¿Diga?

— ¿Demi?—Sí claro, después de su operación de cambio de sexo.
—Eh…no—Del otro lado de la línea alguien soltó un pequeño suspiro.

— ¿Puedes poner a Demi al teléfono?— Joseph analizo un segundo el pedido de la mujer y pensó en soltarle una grosería, por estar molestando a las tres de la mañana. Pero luego recapitulo, eso no sería muy cortes, él ni siquiera estaba dormido.

Demi no está aquí, me dio a tener su teléfono y supongo que olvido pedírmelo—Hubo un movimiento como si su interlocutora, estuviese tapando la bocina.
— ¿Eres Joseph?—Ah, ella lo conocía eso lo sorprendió un poco.
—Sí.

—Mira, esto… Demi se marchó de la fiesta y no puedo encontrarla. Si llama a su teléfono, podrías decirle que se ponga en contacto conmigo. Soy Fiona—No pudo evitar molestarse por la información que le daba la tal Fiona. 

¿Dónde podría estar esa boba? Bueno, la respuesta era más que obvia. Estaba con ese tipejo que la acaparo toda la noche.

—Seguramente esta con ese tipo disfrazado de doctor—No debió decir eso, para él había sonado como un ex celoso. Pero le fue imposible contener esa demanda que pugnaba desde lo profundo de su garganta, amenazando con hacerlo romper su máscara de calma. Quería soltar una maldición y ni siquiera sabía porque.

—En realidad…es que él regreso a la fiesta…y dijo que Demi se había marchado.

— ¿Sin sus botas?—Que pregunta tonta, por supuesto que sin sus botas pues él las tenía también.

—No sé, estoy bastante preocupada…por favor…
—Sí, sí, si…le diré que se ponga en contacto contigo—masculló más enrabiado que antes. Maldita mujer insensata ¿Cómo se le ocurría deambular sola y ebria por las calles?

—Gracias—Tanto Fiona como él colgaron al unísono. Joseph aun sosteniendo su pantalón con su mano libre, tiro el celular de Demi sobre la cómoda y comenzó a vestirse apresuradamente.

No estaba seguro que haría, pero antes de poder analizar nada, se encontraba detrás del volante de su Lexus buscándola por las oscuras calles de Londres. Si la encontraba la mataría y luego…y luego, bien aún no había planeado nada, pero eso no lo detendría en darle un verdadero escarmiento.
……………
Quién podría llegar a imaginar que su casa, se había movido del lugar en donde la había dejado esa misma mañana. Pues Demi llevaba la última hora buscándola y aun no podía dar con ella ¿Es que estaba huyendo? ¿Las casas podían hacer eso?

Suspiro y de una forma muy poco femenina, se dejó caer al costado de la acera para limpiar sus cochinos pies. No sabía dónde estaban sus botas, pero en ese momento las echaba de menos. Al igual que su casa, las botas también la habían abandonado.

 ¡Qué suerte la suya! Mientras ese pensamiento cruzaba su mente, un auto dio vuelta la esquina iluminándola de lleno con esas malditas farolas blancas. Demi sintió que algo comenzaba a latir en alguna parte de su cabeza y supo que allí venían las náuseas.

Se puso de pie, solo para tener algo en que entretenerse y decidida, comenzó una vez más la búsqueda. 

No podía ser posible que no recordara donde vivía, pero es que ella podía jurar que no estaba tan lejos. Y en tanto que debatía la mejor forma de salir de ese predicamento, sintió como a su lado el mismo auto que la había iluminado antes, bajaba la velocidad para acompasarse a su ritmo. 

Demi miro sobre su hombro, el automóvil completamente negro y con vidrios tintados, no dejaba ver quien lo conducía pero ella no estaba dispuesta averiguarlo.

Apretó el paso deliberadamente y su acompañante hizo lo propio, fue entonces cuando Demi sintió como su corazón comenzaba a bombear de manera frenética. No podían robarle, no traía nada más que su dignidad encima y eso no valía mucho. Además ¿De aquí a cuando los ladrones tenían mejores autos que sus víctimas? Ella podría poner una queja, ese tipo no estaba necesitado.

—Aléjate—murmuro como si de alguna forma, el conductor pudiese oír su suplica. ¿Qué quería de ella? ¿Pensaría que es una prostituta? «Mírame bien, ni botas traigo» Pensó en gritarle, pero procuro mantener la vista al frente, tal vez si no lo miraba terminaría por marcharse.

— ¡Demi!— ¡Oh Dios! Y sabia su nombre, iba a matarla alguien que la conocía. Después de todo las estadísticas son ciertas más del noventa por ciento de los homicidios son cometidos por personas cercanas a la víctima.

Las cosas que uno piensa cuando esta ebrio y al borde de la muerte, es sorprendente.
— ¡Demi!—insistió el conductor y ella se detuvo abruptamente. Reconocía esa voz, la haría incluso en las mismísimas puertas del infierno y con Lucifer picándole el culo con su tenedor. Bien, tridente…estar ebria no la justificaba a pensar como una ignorante.

Se volteó lentamente para ver como desde el interior del fascinante Lexus, unos penetrantes ojos azules la escrutaban con enfado y... ¿Sería eso alivio? No, seguramente era el efecto de luz de la luna.
— ¿Joseph?—insto con una enorme sonrisa. No estaba perdida, Joseph la llevaría a casa. Al fin alguien venía a rescatarla, al fin alguien se acordaba de su ebria persona.

—Sube de una maldita vez—Bien, no era exactamente un caballero en su hermoso corcel. Pero estaba dispuesta a ignorar esos detallitos, él estaba allí y por primera vez se alegraba de verlo.
Corrió para montarse al auto, pero toda la agitación no fue buena para su escasa resistencia estomacal.

 Allí estaban esas condenadas nauseas otra vez. Sin poder evitarlo se llevó ambas manos al vientre, en un intento estúpido de recuperar la compostura. Pero sentía que hasta la última célula de su cuerpo comenzó a subir por su tráquea, para llenarle la boca de ese gusto inconfundiblemente asqueroso.

— ¿Demi?— Joseph había descendido del auto y en ese momento se acercó a ella, para intentar incorporarla de la posición semi erguida en la que parecía haber quedado congelada. Le toco el hombro y ella alzo la cabeza, escrutándolo con los ojos llenos de lágrimas— ¿Estas bien?

Lo único que pudo hacer Demi para responderle, fue soltarle todo el alcohol que venía guardando en su estómago sobre la bonita camisa de lino. Joseph retrocedió pero demasiado tarde, ella no tuvo reparos en vomitarlo y vomitarse a sí misma en el proceso.

— ¡Eres una asquerosa!—exclamó, pero Demi no atendió a sus palabras. Estaba demasiado ocupada, tratando de no perder la conciencia


allí mismo. Ya no le importaba que sería de ella por esa noche, había liberado gran parte de su frustración. « ¿Y mañana?» Bueno, mañana amanecería un nuevo y brillante día. Por esa noche, todo quedaría perdido en la bruma de la borrachera, si es que Joseph le permitía alguna vez olvidar lo que hizo por ella.

Camino A La Fama Capitulo 7




Príncipe de ojos azules.

No podía quejarse, la fiesta era estupenda. Buena música, abundante bebida y un hombre que la traía fuertemente aferrada de la cintura. Parecía que nada podía echarle a perder esa velada, nada, exceptuando cierto castaño de ojos azules que no dejaba de tirarle miraditas de reproche.

Demi se apretó con más fuerza al cuello del doctor con el que bailaba, el tipo la había invitado ni bien había arribado al lugar y desde entonces no se separaba de su lado. Ella temía pensar que ocurriría cuando le tocara ir al baño, pero como eso no había pasado aun, lo dejaba de lado.

Pero por más que intentara dejar a su cuerpo disfrutar de aquella danza tan inusual, por más que quisiera solo oír y mirar los dulces ojos verdes de su doctor. No podía, no podía dejar de espiar sobre su hombro, hacia aquel punto que ocupaba Joseph. 

Envestido en su atuendo casual, una camisa blanca de lino y esos malditos y ajustados jeans, era el centro de atención. ¡Por supuesto! ¿Quién no voltearía a mirar al único hombre que no llevaba disfraz?

— ¿Dónde estás?—Le pregunto repentinamente el doctor, sacándola de su ensimismamiento.

Demi sonrió a tiempo que devolvía el rostro en su dirección, si debía responderle con la verdad, tendría que admitir que estaba viendo como Connie se aferraba al brazo de Joseph como una completa zorra. ¡Sí, zorra! ¿Por qué de todos los hombres allí presente, ella tuvo que echarle los tejos a Joseph? No era tan guapo, bueno venga pequeña mentira. Sí era guapo, pero había otros.

El doctor, cuyo nombre había olvidado preguntar, también era atractivo. Y parecía interesado en ella, entonces ¿Por qué le costaba tanto concentrarse? Necesitaba sacarse de la mente a Rhone, nada pasaba con él. Es más, Joseph pensaba que ella tenía cuerpo de un niño de diez años, era obvio que allí no cabía ni la menor posibilidad.

— ¡Oye!— La llamo su compañero de baile, seguramente cansado de que ella estuviese brincando en la luna—Ven…—Y sin esperar a que confirmara o negara, él la arrastro de la mano hasta la larga mesa que jugaba de barra de bebidas. Le entrego un vasito plástico de contenido dudoso. Demi lo olfateo y él tan solo le sonrió, alentándola a dar el primer sorbo.

— ¿Qué es?—inquirió sin confiarse por completo. El alcohol y ella no eran buenos camaradas, la última vez que había bebido había sido para su graduación. No supo cómo ocurrieron los sucesos aquella noche, lo único que recordaba era haber despertado con un terrible dolor de cabeza y abrazada al perro de su hermanita. Definitivamente, no había sido su mejor

experiencia. Pero ahora era una adulta, no cometería la misma tontería, un trago no le hacía mal a nadie.

—Es la cura para tu pesar—dijo él en respuesta. Y ella tomo esa sugerencia como las palabras de un verdadero doctor, después de todo no podía ir en contra de lo que dictaba la medicina.

—A tu salud—brindo Demi, alzando el vasito en dirección a su acompañante y mientras se empinaba la bebida de un solo sorbo, por el borde del vaso logro captar la mirada iracunda de un escritor de segunda. Ella le enseño el dedo en un gesto muy infantil y él se limitó a volver el rostro, para responderle algo a su zorra…es decir, a Connie.
La pista estaba hac
iéndose más pequeña o aquel hombre, simplemente había desarrollado tantos brazos como Shivá. Sea lo que fuese, Demi se sentía en una nube de luces estrambóticas, música que aturdía y los labios suaves de su atrevido doctor. 

Era demasiado bello, como para intentar poner un alto a toda esa muestra de acalorado cortejo. En algún momento de la noche, ella había ido en busca de Joseph y le había dado a sostener sus botas y su celular. Después de eso no volvió a verlo y no le preocupaba tampoco, a decir verdad tenia mejores cosas entre manos.

—Hermosa ¿Quieres ir a un lugar más divertido?—Ella asintió con una enorme sonrisa en sus labios. Sólo para que no quepan dudas, la hermosa de esa frase, era ella.

—Sí doctor—musito con voz aletargada.

Cuando intento avanzar, sus pies se enredaron entre sí y estúpidamente fue a caer a los brazos de algún hombre que pasaba por allí. Demi alzo la vista y comenzó a desplegar una sonrisa, para disculparse por su tontería de ebria. 

Sí estaba ebria o quizás solo un poco entonada, después de todo ¿Cómo se reconoce el momento en que uno pasa de alegre a descaradamente atrevido? Pues ella estaba en medio de las dos definiciones, se sentía mucho más hozada, tanto que ni siquiera había tenido reparos en besarse con el doctor a la vista de todos los invitados.
—Perdón…

Demi, yo ya me voy—Le murmuro el extraño al oído y fue cuando ella cayó en cuenta de que ese no era un extraño. Era…huy estaba peor de lo pensaba ¿Cómo diantres se llamaba? — ¿Me oyes?—pregunto ese bombón de ojos azules. Ella asintió aunque lo único que podía hacer era concentrar su atención en esa mirada ¡Demonios! Sí sabía cómo se llamaba, solo necesitaba…necesitaba… 
, necesitaba a su doctor. Ella se liberó del chico lindo de ojos azules y se echó en los brazos de su antiguo compañero de baile/copas/besos apasionados.
—Si vamos.

Demi —Pero alguien al parecer no estaba tan de acuerdo con el plan. Le dirigió una mirada de impaciencia, mientras él la detenía por el brazo derecho y el doctor la jalaba del izquierdo—Te llevare a tu casa.

—No te preocupes, yo me encargo— Demi le sonrió a su pareja, ignorando que el chico lindo lo atravesaba con una mirada que podría fundir metal.

—Sí, él se encarga…—corroboro hipando, mientras que con un movimiento de su muñeca se deshacía de su amarre.


El chico de ojos azules, pareció molesto por un instante y en tanto que ella se alejaba con el doctor, no le aparto la mirada de encima. Demi se encogió de hombros y se dejó llevar, lo bueno de estar ebrio es que uno nunca recuerda miradas, ni instantes. Pues de haber estado lucida, habría notado lo desilusionado que lucía Joseph en ese momento. 

—Dios eres hermosa—Ella gimió como toda respuesta, incapaz de esgrimir un comentario coherente. El doctor la apretó contra la pared, haciéndola muy consciente de su deseo.

No habían llegado muy lejos, él se le había echado encima ni bien habían alcanzado el primer rellano de las escaleras. 

Y Demi no presento objeción, le gustaba la manera casi reverente con la que se dirigía hacia ella. Le gustaba sentir sus labios surcando distintos caminos por su cuello, su boca, sus mejillas y sus parpados. No existía un punto de su rostro, que él no hubiese reclamado con su boca. 

Era agradable la calidez y suavidad con la que la acariciaba, esa misma cadencia con las que sus dedos acunaban sus senos. Para luego derrapar por su espalda y terminar cerniéndose con firmeza a su trasero.

Demi pego un respingo, en algún punto recóndito de su mente algo se activó, pero la pasión amenazaba con llevarse hasta ese mínimo retazo de cordura. « ¿Qué estoy haciendo?» Se preguntó, liberando su boca de los hambrientos labios del doctor.

—Si preciosa, mejor vamos a mi casa—Él interpreto aquel pequeño interludio, como una muestra de lo que vendría. Pero Demi no estaba dispuesta a llevar las cosas tan lejos, aún tenía algo de recato y estaba obligada a ponerlo en práctica.

—No, no puedo—susurro mientras veía que sus pies no atendían a sus palabras, pues aunque una parte de ella negaba la otra seguía caminando detrás del doctor.

— ¿Cómo qué no?—inquirió él, mostrándose verdaderamente indignado.

—Lo siento, no—Y con la resolución llegando finalmente a su obnubilado cerebro, se deshizo de su amarre
 para terminar de una vez con todo aquello.
Ella no era esa clase de mujer, no se iba a la cama con personas que no conocía. Sí podría estar ebria, pero no estúpida.

—Mierda—El doctor no parecía nada contento—Como quieras, ni se para que me metí contigo, claramente solo eres una histérica—Ella parpadeo un tanto confundida, pero no se atrevió a decir nada. Era mejor 

que él pensara lo que quisiera, siempre y cuando se olvidara de la idea de llevarla a la cama.

El joven de ojos verdes, soltó un resoplido entre dientes, antes de pegarse la vuelta y desaparecer escaleras abajo. Demi frunció el ceño, pero tras analizarlo todo un segundo, rompió en una estruendosa carcajada. Fiona no se terminaría de creer lo que había ocurrido. Hablando de Fiona ¿Dónde podría estar ella?

Demi dio una vuelta completa sobre su eje, sin parecer muy coherente y mientras observaba la nada con mucha atención, decidió regresar a su casa. Ahora solo le faltaba encontrarla ¿Vivía al sur o al norte? Ah bien, siempre podía pedir referencia. Tan solo debía preguntar ¿Dónde vivía esa chica llamada Demi.

Camino A La Fama Capitulo 6



Confusiones de una noche calurosa.

—Acaban de confirmar la recepción del email—informó soltando un amplio suspiro de liberación.

Del otro lado de la sala, más precisamente desde la cocina, recibió una simple pero contundente mirada de desprecio.

Demi no hizo caso de él y se puso de pie, para salir de allí cuanto antes. Joseph jugaba con un botellín de cerveza a medio beber, pasándolo de una mano a la otra como si le fuese imposible mantenerse quieto. La siguió en cada paso que daba por el departamento, sin quitarle de encima aquellos odiosos, pero indiscutiblemente sexys, ojos azules.

— ¿Qué?— Le pregunto ya cansada de su actitud. Él se limitó a negar con la cabeza y dando un brinco, descendió de la isla para acercarse lentamente a ella.

— ¿Por qué vistes de ese modo?— Confundida por el súbito cambio de tema, Demi frunció el ceño sin confiarse por completo de ese hombre.

Al sentir sus ojos detallando su aspecto, fue demasiado consciente del fuego que irradiaba aquella mirada. Como si de alguna forma, pudiese ver a través de sus precarias prendas.
—Voy a una fiesta—respondió vacilante.

— ¿A una fiesta de dos?— Ella enarco una ceja, no muy segura de comprender la pregunta.

—No, una de disfraces— Joseph asintió suavemente, mientras una curiosa sonrisa surcaba sus labios. Fue entonces cuando sus neuronas se activaron y frente a la descarada suposición, no pudo más que enrojecer como una virgen insultada.

—Ya veo— decía él, en tanto que Demi comenzaba a transitar una nueva crisis nerviosa.

— ¿Qué ves? ¡Tú no ves nada!— Se dio la vuelta completamente cabreada—Degenerado, libidinoso—murmuro para sí huyendo hacia la puerta.

Al llegar al elevador, se sintió demasiado expuesta como para afrontar al mundo. Puso los ojos en blanco antes de alzar el mentón y meterse una vez más al departamento de la escoria, el apodo que había decidió colocarle luego de que él confesara que pensaba en ella como en una viuda negra. No podía haber sido más despistada, se había dejado la capa en la mesa del computador.

Y precisamente en ese instante Joseph, encontraba dicha locación perfecta para reposar su cadera, atrapando convenientemente su capa en el proceso.

—Eso fue rápido—comentó él socarronamente, observándola ir en su dirección.

—Te puedes…—Pidió rodeándolo sutilmente, pero al parecer él tomo su avance como un posible ataque, pues rápidamente le cogió la mano al vuelo— ¡Bruto!—exclamo Demi soltándose de su fuerte amarre.
— ¿Qué quieres ahora?
—Mi capa.
— ¿Para qué? ¿Sin ella descubrirán tu identidad secreta? — Demi lo fulmino con la mirada, antes de intentar una vez más flanquear su ofensiva.
—Solo muévete.

—No me apetece— Ella bufó, claramente él solo quería irritarla.
—Eres tan maduro Joseph —Él sonrió como si aquello hubiese sido un cumplido para su mente desquiciada—Muévete.
— ¿O qué? ¿Vas a morderme otra vez?

— ¡Muévete!— Exclamó perdiendo la calma por completo.
No estaba dispuesta a salir fuera vistiendo de ese modo, al menos la capa le proporcionaba algo de discreción pero sin ella, alguien la levantaría de la calle pensando cualquier burrada.
— ¿Quién organiza la fiesta?

— ¿Y a ti qué te importa?— Le respondió colérica, sin reparar en el timbre sosegado de su interlocutor.

—Simple curiosidad—repuso Joseph, dejando pasar su infantil reacción—No pareces la clase de persona que se la vive en fiestas.
Ella tan solo lo observo con incredulidad por largo rato.

— ¿Y es que acaso existe un método de reconocimiento? ¿Guardas entre tus ropas un detector de fiesteros?—Él sonrió al ver que una vez más había logrado exasperarla.

—Guardo algunas cosas, pero no es precisamente—Con un ademan comenzó a arremangarse la camisa y antes de que Demi pudiese volver el rostro, la imagen de un abdomen marcado por el ejercicio invadió su sentido más inmediato. 

¡Madre mía! Parecía una escultura de Botticelli, aunque…tal vez Botticelli solo era pintor. Bien, pero de haber podido inmortalizar el cuerpo de este hombre en piedra, sin duda se habría hecho escultor para el cometido.
La injusticia de la vida una vez más sacaba a relucir su horrible rostro. No solo guapo, inteligente y locuaz ¿Si no que también cuerpo de guerrero romano?

— ¿Tienes qué ser siempre tan despreciable?—Lo increpo cubriéndose los ojos con las manos. Aunque a decir verdad, no pudo evitar del todo que algunos dedos se separaran por unos centímetros aquí y allá.

— ¿Qué? ¿Tú puedes enseñarme tu trasero y yo no puedo levantarme la camisa?— Demi brinco en su lugar, frente a esa acusación.
— ¡Yo no te enseño el trasero!

—Sé que te dije que era flácido la otra vez, pero no tenías que armar todo este circo para quitarme de mi error—Camino unos pasos hasta que no hubo mucho margen entre sus cuerpos—Admito que me equivoque, tu trasero no es flácido—Se inclinó ligeramente de lado, como si con ese gesto pudiese verla de atrás, aunque claro estando de frente eso era imposible ¿verdad? —En realidad…

— ¿Qué?—pregunto dudosa de querer saber lo que pensaba realmente.
¿Qué podría decir de su trasero? ¿Qué era bonito? ¿Qué no estaba escuálido? ¿Qué finalmente todo el ejercicio al que lo había sometido rindió sus frutos?

Atrapada en su propia inquisición mental, no fue consciente del momento en que Joseph avanzo un nuevo paso, escrutándola desde su prominente altura como si tan solo observara a una hormiga. Demi alzo la mirada y se encontró con esos ojos, ¡Dios que ojos! « ¡Basta Demi

—En realidad no puedo hacer un juicio completo, hasta no…—Y sin siquiera tener la decencia de acabar su frase, le poso una mano completamente abierta en el trasero.

Ella respingo, pero estúpida, estúpida, estúpida, no se movió de su lugar. Joseph la apretó ligeramente con sus esbeltos y largos dedos, y ella casi se hace agua en ese mismísimo instante. La calidez de su mano, traspasaba por completo la fina tela de su faldita y parte de ella pensaba, que debían deshacerse de esa barrera inútil. ¿Cómo se sentiría la piel de él contra la de ella? « ¡Ya! ¡Demi, contrólate!» Es cierto ¿Qué estaba haciendo? Ella detestaba a ese hombre, no podía permitirle ese garrafal atrevimiento.

Demi tomo una bocanada de aire y proyectando todos sus pensamientos en un sentido más claro, le dio un fuerte empujón con el que pretendía liberarse de su amarre. Pero Joseph era doblemente más fuerte que ella. La tomo por la cintura y la atrajo una vez más, colocando sus labios a escasos milímetros de los suyos propios.
—No me dejaste terminar—Acusó él, denotando un tono de ofensa en su timbre.

—Suéltame Joseph—susurro con nada de convicción. Mientras en un intento de poner distancia, plantaba sus manos inertes sobre el escultural pecho de la escoria.
— ¿Por qué?
— ¿Por qué?—repitió sin siquiera saber la respuesta.
Quizás porque le aterraba sobremanera tenerlo tan cerca, quizás porque si él se acercaba solo un milímetro más ella terminaría cometiendo una locura. Quizás porque si pasaba otro segundo, él ya no podría decidir nada y ella lo jalaría a la alfombra para hacerle lo que le venga en gana.

Sí, estaba dejando volar su imaginación y hasta parecía una mujer desesperada, pero diablos, no era de madera. Por ahí había oído decir que la carne es débil y la de ella es carne de segunda, no podían ponerla en estas situaciones y esperar cordura por su parte.

— ¿Con quién iras a la fiesta?— Demi ni siquiera sabía que rayos le preguntaba. Sacudió la cabeza incapaz de abrir la boca, los ligeros roces de la respiración de Joseph no la dejaban pensar claramente— ¿Con tu novio?—inquirió murmurando cada palabra. Al igual que lo hacen en las líneas hot, no que ella hubiese llamado alguna vez, solo había oído el rumor.

—Nop…—respondió más bien ahogada.
Joseph sonrió casi fugazmente y en ese instante. ¡Oh Dios! Iba a pasar, él iba a besarla. Se inclinó y aquellos milímetros prontamente se diluyeron en el tiempo, Demi aguanto la respiración mientras alguna parte racional de su cerebro, le pedía a gritos que acabara con el absurdo. Pero ella se justificaba pensando que una probadita, no le caería mal a nadie.

—Oops! ... I did it again. I played with your heart…—Ambos pegaron un estruendoso brinco al oír el llamado de Britney.
— ¿Qué es eso?—inquirió Joseph alejándose de ella con premeditada indiferencia. Demi rebusco entre sus pechos, pues no tenía otro lugar en donde ponerlo, y extrajo su escandaloso celular del interior.

—Es mi amiga—informo, aunque sabía que a él eso le daba lo mismo.

Demi le dio la espalda, para responder el llamado mientras lo oía alejarse a paso sopesado hacia la cocina.
— ¿Diga?

— ¡Demi! ¿Dónde estás? ¡Esto está que revienta! Ya te tengo apartado dos chulos, que quieren ser mordidos esta noche—Y ella que ya había estado repartiendo mordidas, al parecer la velada se iba de buena a estupenda.

—Ya voy en camino—Le respondió a Fiona, en tanto que recogía su capa algo arrugada por el cuerpo que la había presionado minutos antes. A la capa, no a ella.

—Bien no te demores y ten cuidado— Demi asintió en respuesta, a pesar que la otra no podía verla.

—Sí no te preocupes, me tomare un taxi—Hubo una pequeña pausa, cuando su amiga pareció sentir la nota abrumada en su timbre.

— ¿Qué ocurre linda? ¿Estás bien?
—Si—dijo parodiando una risilla.

Pero no estaba nada bien, aun se sentida agitada y no podía refrenar aquella necesidad que nacía de su pecho, instándola a volverse sobre su hombro y buscar la mirada azul de un hombre en particular. ¿Estaría decepcionado como ella? ¿Habría seguido adelante? ¿Se habría echado para atrás? ¿Por qué ella no podía quitarse la sensación de sus manos aferrándose a su cintura?
—No te oyes bien.

—No pasa nada, luego hablamos…—Finalmente la necesidad término ganando la partida y Demi se volvió ligeramente, para encontrarlo a él observando ausentemente por la ventana—En verdad no pasa nada—Reafirmo con un deje de frustración.

¿En que había estado pensando? ¿Ella y Joseph? ¡Si ya! Justo después de tomar el té con los enanos de Blanca Nieves y jugar escondidillas con Caperucita roja.
—Bien pequeña, digamos que por ahora te creo—Y tras decir aquello Fiona colgó.

Demi suspiro y Joseph observo como se ponía la capa a través del reflejo de la ventana. Ella lo miro una sola vez, antes de pegarse la vuelta y retirarse en completo silencio. Joseph no movió un musculo, en algún momento toda la broma de ponerla nerviosa se le había ido ligeramente de las manos.

 Tan solo le había divertido la idea de jugar un tanto con ella, pero por un segundo realmente casi y comete una estupidez. Esta debía de ser razón suficiente para alejarse por completo de aquella mujercita. A pesar que se viera como se viera esa noche, a pesar que iría a meterse en una fiesta llena de hombres que podrían apreciarla en ese diminuto atuendo. 

¿A él qué le importaba? O para el caso ¿Por qué lo fastidiaba tanto?
No supo encontrar respuesta a esas preguntas, como tampoco supo responder el porqué de que en ese instante se encontraba corriendo escaleras abajo, para detenerla de alguna forma.

 Y allí estaba ella, estirando la mano a la calle para detener un taxi. En ese momento un carro sin pasajeros finalmente decidió hacerle caso y Demi brinco al interior, sin notar que él estaba detrás de ella.

— ¿Qué?—inquirió la muchacha al ver que Joseph la empujaba un poco para entrar— ¿Qué demonios Joseph?
—No quiero esperar otro taxi—Le respondió sin siquiera girarse a verla.

Demi sacudió la cabeza, incapaz de seguir el razonamiento de aquel individuo.

— ¿Y a dónde vas?—Le pregunto, resignada al hecho de que deberían compartir el transporte.
—No sé ¿Tú dónde vas?

—Que infantil eres, voy a una fiesta—dijo cruzándose de brazos, para luego volverse completamente hacia la ventana y otorgarle una panorámica de su espalda.

—Entonces yo también—En ese instante el cuerpo de Demi se tensó al punto de casi partirse en dos, lo miro con los ojos a un estímulo de escaparse de sus orbitas.

— ¿Cómo… qué…?—Balbuceo incoherente, él se limitó a sonreírle de lado.

—Estoy aburrido ¿No te molesta verdad? —Ella abrió la boca pero ningún sonido escapo de sus labios, estaba paralizada.

¿Llegar con él a la fiesta de Connie? ¿Cómo iba a esconderlo de las predadoras del Club de lectura? ¡No! Esa no era la pregunta adecuada, ella no debía ponerse posesiva con Joseph. Ellos no eran nada, solo enemigos. 

Tenía que recordar eso, tenía que hacer que sus hormonas dejaran de entrometerse con su racionalidad. Lo mejor era descubrir que Joseph era un hombre totalmente fuera de su liga, entonces su mente dejaría de jugarle esas malas pasadas.
—No, para nada…—espeto clavando una vez más la vista en el paisaje nocturno.

No iba a importarle, no iba a pensar en él. Ella solo estaba siendo amable, al permitirle acompañarla a una fiesta. Es más esto podría considerase un método maduro e inteligente, para de una vez detenerse en sus continuos ataques de niños y trabajar como adultos realmente. Ann estaría tan orgullosa de ella, finalmente Demi estaba plantando la bandera blanca.

Podían pasar una velada entretenida, pactarían un acuerdo y trabajarían como los escritores serios que eran. Ambos lograrían poner felices a sus lectores y eso sería todo, no más Joseph, no más Rhone, no más sentimientos tan contradictorios en su mente.


Sí, ella podría hacer eso. Por supuesto, después de ahogar sus frustraciones en una, dos o seis cervezas.