Joseph estaba cómodamente recostado en
su cama, llevaba la última media hora observando el cielo raso. No sabía porque
le costaba tanto concebir el sueño, después de todo estaba molido.
Pero algo lo
incomodaba y muy en lo profundo de su ser —en la parte más perdida y olvidada—
sabia la respuesta. Pero antes de admitirlo se cortaría una mano y se la daría
de comer a sus pececitos.
Repentinamente algo comenzó a
emitir un zumbido, bastante molesto. Se volteó buscando su celular, pero al
tenerlo en la mano descubrió que éste estaba completamente calmo. Enarco una
ceja mirando la pantallita, solo para confirmar que su sentido del tacto no
estaba averiado. Nada.
— ¿Qué demonios?—Pregunto a nadie
en particular, mientras se ponía de pie en busca del maldito celular vibrante.
Él solo tenía uno ¿Acaso había alguien más en su casa? No, imposible. Incluso
un ladrón no cometería la estupidez, de meterse a robar con el teléfono
prendido.
Después de buscar inútilmente por
largo rato, el celular fantasma dejo de hacer ruido. Joseph se encogió de hombros, dispuesto a meterse en la cama y
obligarse a dormir, cuando éste volvió a importunarlo.
—Pero la pu…—Agito cojines,
almohadas e incluso desarmo toda la cama. Aun así no lo hallo.
Entonces su vista se encontró con
la ropa que había dejado desperdigada por el suelo, cuando había llegado. Y fue
como si una lámpara chispeara en su aturdido, cansado y muy exasperado cerebro.
— Demi —murmuro, tomando su pantalón de jean y extrayendo de su
bolsillo trasero el diminuto celular rosa— ¿Diga?
— ¿Demi?—Sí claro, después de su
operación de cambio de sexo.
—Eh…no—Del otro lado de la línea
alguien soltó un pequeño suspiro.
— ¿Puedes poner a Demi al teléfono?— Joseph analizo un segundo el pedido de
la mujer y pensó en soltarle una grosería, por estar molestando a las tres de
la mañana. Pero luego recapitulo, eso no sería muy cortes, él ni siquiera
estaba dormido.
— Demi no está aquí, me dio a tener su teléfono y supongo que olvido
pedírmelo—Hubo un movimiento como si su interlocutora, estuviese tapando la
bocina.
— ¿Eres Joseph?—Ah, ella lo conocía eso lo sorprendió un poco.
—Sí.
—Mira, esto… Demi se
marchó de la fiesta y no puedo encontrarla. Si llama a su teléfono, podrías
decirle que se ponga en contacto conmigo. Soy Fiona—No pudo evitar molestarse
por la información que le daba la tal Fiona.
¿Dónde podría estar esa boba?
Bueno, la respuesta era más que obvia. Estaba con ese tipejo que la acaparo
toda la noche.
—Seguramente esta con ese tipo
disfrazado de doctor—No debió decir eso, para él había sonado como un ex
celoso. Pero le fue imposible contener esa demanda que pugnaba desde lo
profundo de su garganta, amenazando con hacerlo romper su máscara de calma.
Quería soltar una maldición y ni siquiera sabía porque.
—En realidad…es que él regreso a
la fiesta…y dijo que Demi se había marchado.
— ¿Sin sus botas?—Que pregunta
tonta, por supuesto que sin sus botas pues él las tenía también.
—No sé, estoy bastante
preocupada…por favor…
—Sí, sí, si…le diré que se ponga
en contacto contigo—masculló más enrabiado que antes. Maldita mujer insensata
¿Cómo se le ocurría deambular sola y ebria por las calles?
—Gracias—Tanto Fiona como él
colgaron al unísono. Joseph aun
sosteniendo su pantalón con su mano libre, tiro el celular de Demi sobre la cómoda y comenzó a
vestirse apresuradamente.
No estaba seguro que haría, pero
antes de poder analizar nada, se encontraba detrás del volante de su Lexus
buscándola por las oscuras calles de Londres. Si la encontraba la mataría y
luego…y luego, bien aún no había planeado nada, pero eso no lo detendría en
darle un verdadero escarmiento.
……………
Quién podría llegar a imaginar
que su casa, se había movido del lugar en donde la había dejado esa misma
mañana. Pues Demi llevaba la última hora
buscándola y aun no podía dar con ella ¿Es que estaba huyendo? ¿Las casas
podían hacer eso?
Suspiro y de una forma muy poco
femenina, se dejó caer al costado de la acera para limpiar sus cochinos pies.
No sabía dónde estaban sus botas, pero en ese momento las echaba de menos. Al
igual que su casa, las botas también la habían abandonado.
¡Qué suerte la suya!
Mientras ese pensamiento cruzaba su mente, un auto dio vuelta la esquina
iluminándola de lleno con esas malditas farolas blancas. Demi sintió que algo comenzaba a latir en alguna parte de su cabeza y
supo que allí venían las náuseas.
Se puso de pie, solo para tener
algo en que entretenerse y decidida, comenzó una vez más la búsqueda.
No podía
ser posible que no recordara donde vivía, pero es que ella podía jurar que no
estaba tan lejos. Y en tanto que debatía la mejor forma de salir de ese predicamento,
sintió como a su lado el mismo auto que la había
iluminado antes, bajaba la velocidad para acompasarse a su ritmo.
Demi miro sobre su hombro, el
automóvil completamente negro y con vidrios tintados, no dejaba ver quien lo
conducía pero ella no estaba dispuesta averiguarlo.
Apretó el paso deliberadamente y
su acompañante hizo lo propio, fue entonces cuando Demi sintió como su corazón comenzaba a bombear de manera frenética.
No podían robarle, no traía nada más que su dignidad encima y eso no valía
mucho. Además ¿De aquí a cuando los ladrones tenían mejores autos que sus
víctimas? Ella podría poner una queja, ese tipo no estaba necesitado.
—Aléjate—murmuro como si de
alguna forma, el conductor pudiese oír su suplica. ¿Qué quería de ella?
¿Pensaría que es una prostituta? «Mírame bien, ni botas traigo» Pensó en
gritarle, pero procuro mantener la vista al frente, tal vez si no lo miraba
terminaría por marcharse.
— ¡Demi!— ¡Oh Dios! Y sabia su nombre,
iba a matarla alguien que la conocía. Después de todo las estadísticas son
ciertas más del noventa por ciento de los homicidios son cometidos por personas
cercanas a la víctima.
Las cosas que uno piensa cuando
esta ebrio y al borde de la muerte, es sorprendente.
— ¡Demi!—insistió el conductor y ella se
detuvo abruptamente. Reconocía esa voz, la haría incluso en las mismísimas
puertas del infierno y con Lucifer picándole el culo con su tenedor. Bien,
tridente…estar ebria no la justificaba a pensar como una ignorante.
Se volteó lentamente para ver
como desde el interior del fascinante Lexus, unos penetrantes ojos azules la
escrutaban con enfado y... ¿Sería eso alivio? No, seguramente era el efecto de
luz de la luna.
— ¿Joseph?—insto con una enorme sonrisa. No estaba perdida, Joseph la llevaría a casa. Al fin
alguien venía a rescatarla, al fin alguien se acordaba de su ebria persona.
—Sube de una maldita vez—Bien, no
era exactamente un caballero en su hermoso corcel. Pero estaba dispuesta a
ignorar esos detallitos, él estaba allí y por primera vez se alegraba de verlo.
Corrió para montarse al auto,
pero toda la agitación no fue buena para su escasa resistencia estomacal.
Allí
estaban esas condenadas nauseas otra vez. Sin poder evitarlo se llevó ambas manos
al vientre, en un intento estúpido de recuperar la compostura. Pero sentía que
hasta la última célula de su cuerpo comenzó a subir por su tráquea, para
llenarle la boca de ese gusto inconfundiblemente asqueroso.
— ¿Demi?— Joseph había descendido del auto y en ese momento se acercó a
ella, para intentar incorporarla de la posición semi erguida en la que parecía
haber quedado congelada. Le toco el hombro y ella alzo la cabeza, escrutándolo
con los ojos llenos de lágrimas— ¿Estas bien?
Lo único que pudo hacer Demi para responderle, fue soltarle
todo el alcohol que venía guardando en su estómago sobre la bonita camisa de
lino. Joseph retrocedió pero
demasiado tarde, ella no tuvo reparos en vomitarlo y vomitarse a sí misma en el
proceso.
— ¡Eres una asquerosa!—exclamó,
pero Demi no atendió a sus palabras.
Estaba demasiado ocupada, tratando de no perder la conciencia
allí mismo. Ya no le importaba
que sería de ella por esa noche, había liberado gran parte de su frustración. «
¿Y mañana?» Bueno, mañana amanecería un nuevo y brillante día. Por esa noche,
todo quedaría perdido en la bruma de la borrachera, si es que Joseph le permitía alguna vez olvidar
lo que hizo por ella.