viernes, 19 de julio de 2013

Camino A La Fama Capitulo 3



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¿Desaparecido?

Joseph no podía quitar esa palabra de su mente, mientras era transportado en el coche patrulla, como si se tratara de un niño de cinco años que se había separado de su madre en el mercado. ¿Cómo demonios consiguió que la policía fuese por él? 

¿Acaso una persona no se consideraba desaparecida tras veinticuatro horas? Él había estado dos horas fuera de su casa, esto no tenía ningún sentido. Y aun así no veía una forma de decirles a aquellos hombres, que no se había perdido.

Al llegar al estudio, su ira no había remitido ni una onza. Encontrarla a “ella” allí con su ya no tan amigo Josh, fue como el momento culminante en las malas películas de horror. Y en esa escena, Joseph era el asesino sediento de sangre.

— ¿¡Desparecido!?—masculló con los dientes apretados, en el momento en que la tuvo enfrente. La muy descarada ni siquiera tuvo el detalle, de ocultar su diversión.

— ¡Oh Joseph, me diste un susto tremendo!—exclamo ella llevándose ambas manos a la boca, en un gesto de desmesurada preocupación o quizás solo intentando no evidenciar su risa. Él se quedó momentáneamente atontado, pero finalmente sacudió la cabeza y la observo con incredulidad— ¡Me ha vuelto el alma al cuerpo! Pensé que algo terrible te había ocurrido.

Ella seguía hablando, pero Joseph no supo comprender a donde quería ir con toda esa farsa. Fue cuestión de ver a los tres oficiales parados detrás de él, para caer en cuenta de que Demi, les estaba pintando un número a la policía. Zorra descarada, lo estaba usando a él para ganar puntos. Se volvió en dirección a Josh, con las cejas y las manos alzadas en un pedido de auxilio silencioso.

— ¿Por qué la policía fue a buscarme?—Lo increpo tratando de comprender algo de toda esa locura.

Joseph…—Su amigo parecía honestamente descolocado, pero eso Joseph no lo noto. Pues estaba teniendo serias dificultades para ocultar las ansias homicidas, que le despertaba cierta castaña— Demi estaba preocupada, me llamo diciendo que tú no estabas aquí y yo había hablado contigo hacia cinco minutos. Prometiste que la esperarías, pero no había señales de ti…te llame y me daba tu contestador.

Soltó un resoplido, incapaz de esgrimir un comentario que no fuese una grosería. Pues… ¡Vamos! no era la primera vez que se desconectaba del mundo para no ser fastidiado, esto no era razón para armar tanto esperpento.

 Aunque tuvo que admitir que la preocupación de Josh, al menos no era actuada. Su agente realmente se había puesto nervioso, con la idea de que a él le hubiese ocurrido algo malo. Suspiro, no podía sentirse culpable, él estaba molesto ¡Por amor a Dios
!
—Tan solo fui a comer algo…—murmuro 
casi sin ganas, después de todo no podía decir que se había escapado incumpliendo su promesa de esperarla. Eso acarrearía pensar una excusa, para justificar el porqué de su falta de interés.

 ¡Demonios! Ese punto se lo había ganado ella, pero las cosas no quedarían así. Por supuesto que no.
—Lo que cuenta es que ya estás aquí, sano y salvo—Interrumpió Demi colocando casualmente una mano sobre su brazo, como si fuesen amigos de toda la vida. 

La muy cínica les dirigió una brillante sonrisa a los oficiales y estos parecieron inflarse de orgullo, ante la dulce mirada de la agradecida muchacha. Joseph puso los ojos en blanco y se limitó a asentir, con el rostro contraído en una mueca de falsa cortesía—Afortunadamente mi cuñado estaba disponible…—Continuo ella, pellizcándolo fugazmente antes de soltarlo—No sé cómo agradecértelo Fred.

—Cualquier cosa por ti Demi…—Apuntó el oficial vestido de traje, dándole a Joseph sus respuestas.

El policía era su cuñado, por eso había conseguido que lo buscaran sin necesidad de estar verdaderamente “desaparecido”.

 Bien, iba a admitir que la jugada le había salido perfecta a la arpía. De nada valía ponerse a la defensiva, una vez que la ley estuviese fuera de la vista él le devolvería esa jugarreta.

—Yo… debería llamar a tu padre—La voz de Josh, lo hizo volver en si abruptamente.
— ¿Llamaste a mi padre?—insto con 
los ojos desorbitados.
—Lo lamento Joseph, tenía que asegurarme de que no estuvieses allí visitándolo o algo—Explico un muy avergonzado Josh, mientras sacaba su móvil del bolsillo para realizar la dichosa llamada. Joseph fulmino con la mirada a Demi, esto sí que le iba a salir caro.

Fred y sus compañeros, se retiraron una vez que ella les agradeció inmensamente la ayuda. Sabía que nJoseph estaba en punto de ebullición, pero todo había valido la pena, no se borraría jamás de su mente la expresión que él llevaba al ingresar en el departamento. Demi tuvo que contenerse para no romper en una carcajada, pero bien… él se lo había buscado. Quiso jugar con fuego cuando claramente, no estaba listo para soportar la llama, de nada podían culparla.
—Bien, ahora que ustedes dos ya están bien…yo voy a seguir con mi trabajo—Ella se giró para ver como Josh juntaba su saco, para retirarse. Oh no, no podía quedarse sola con aquel hombre. No cuando lucia como un maniaco a punto de cometer un crimen.

—Pensándolo bien, creo que yo también voy a regresar a mi casa…
—No, tú no te vas—La silenció Joseph, levantándose del sofá en el que llevaba los últimos diez minutos sentado. Ella retrocedió por instinto y él le sonrió socarronamente, notando que había logrado ponerla nerviosa.
—Has tenido un día lleno de agitaciones, lo mejor es que descanses—Miro a Josh en busca de apoyo, éste algo confundido asintió.
—Sí Joseph, con todo esto de la policía y tu desaparición…

— ¡Yo no desaparecí, con un demonio!—Ambos se sobresaltaron por su repentino despertar de emociones. Josh fue el primero en reaccionar, afortunadamente, pensó Demi dejando ir un suspiro.
—Lo sé, lo siento…no me refería a eso. Simplemente que ya es tarde, ambos deberían regresar a sus casas y mañana comenzar todo de nuevo. Como si este incidente jamás hubiese ocurrido.
Ella le dirigió una esperanzadora mirada a Joseph, pero por supuesto él no estaba listo para dejarla ir.

—De acuerdo Josh, tienes razón—Sorprendida por su súbito cambio, no pudo más que observarlo anonadada. Él la miro de reojo y ella supo leer en sus ojos azules, que no estaba dejando para nada el combate. Demi se estremeció.

—Bien muchacho—Josh le palmeo el hombro amigablemente— Compórtate.

La saludo con un leve movimiento de su cabeza y entonces se fue. Demi no logro decirle a sus pies que iniciaran la carrera y estúpidamente, permaneció un segundo demás en su sitio.

—Sabes todo esta cuestión de las desapariciones, me dio algunas ideas—Con un respingo se volteó, para ver al hombre de sus pesadillas demasiado cerca de su persona. Joseph sonrió sin un ápice de humor—Me pregunto…—Alzo una mano para tomar una mecha de su cabello y con innecesaria fuerza apartarla de sus ojos, Demi retrocedió frente a la amenaza que auguraba su mirar— ¿Cuánto tardaran en comenzar a buscarte?
—¡Joseph!—Con un mano puso distancias entre ellos—Tú comenzaste…

—Oh no, mi querida…—Sacudió la cabeza y por un segundo ella se sintió siendo atravesada por su mirada de hielo—No tienes idea…cuando en realidad comience, lo notaras. Ten por seguro que lo notaras.
—Me estas amenazando.

— ¿Acaso te queda alguna duda? ¿No soy claro para ti?—Se inclinó reduciéndola completamente con su exuberante altura—

Sí, te estoy amenazando. Por el bien de tu carrera, deja de fastidiarme…sal de mi camino. Nunca permitiré que una sanguijuela como tú, se cuelgue de mi éxito.
— ¿Quién demonios te 
crees?
—Cierra la boca…

—No me mandes a callar y ni piensen que quiero algo de ti. Jamás…—Demi intento sonar contundente—Jamás vas a oírme renunciar. Tú…—Le clavo un dedo en el pecho—Amigo…serás el que se baje de esta carrera.

—No te daré la satisfacción—Ella sonrió con sorna.

— ¿Esa es tu frase para las conquistas?— Joseph abrió los ojos con sorpresa, para luego presionarlos en finas líneas.

—Nunca lo sabrías, tú pequeña rata de biblioteca. Apuesto que esto, es lo más cerca que nunca estuviste de un hombre.
— ¡Vete al infierno!

—Gustoso, si allí no tengo que ver tu trasero flácido y tu cuerpo de niño de diez años—A Demi se le atoro el aire en los pulmones y antes de soltarte una bofetada a ese rostro de modelo, cogió su bolso para salio corriendo fuera del departamento como una estúpida colegiala.

Los ojos comenzaron a picarle y de un segundo a otro rompió en un patético llanto, al alcanzar el elevador parecía estar a punto de ahogarse con su propia humillación. 

Ella sabía que no era la más atractiva, sabía que su cuerpo era pequeño y no muy femenino. Había tenido que lidiar con esa clase de acosos desde la escuela secundaria, cuando todas sus compañeras comenzaron a desarrollarse a paso vertiginoso. Mientras ella se mantenía casi igual, con sus diminutos pechos copa B y su trasero esquelético. Al menos así la había descripto su primer y único novio, antes de romper con ella. 

Había sido una estúpida en buscar provocar a ese idiota, por supuesto que Joseph tenía armas mucho más fuertes con las cuales atacarla. Nunca debió abrir la boca, nunca debió forzarse a romper la imagen perfecta que tenia de él. Pero ya todo estaba echado a perder y aunque quisiera negarlo, sabía que no iba a retractarse.


Podía ser pequeña, fea, común o como él dijo “una rata de biblioteca” pero tenía orgullo. Eso le sobraba y no se iba a dar por vencida, si Joseph pensaba que atacando su autoestima iba a lograr bajarla de la carrera. 

Pues Demi le iba a demostrar su error, se necesitaba más que una cara bonita para intimidarla. Después de todo llevaba su vida enfrentando a idiotas como él, que Joseph fuese un escritor exitoso no cambiaba nada. Seguía siendo un idiota y uno que merecía un castigo

miércoles, 17 de julio de 2013

Mi Adorable Rebelde capitulo 37




Le dirigí una sonrisa tranquilizadora.
— No, me siento muy bien.

En realidad, estaba pensando en Joseph. Lo hacía a menudo en esos pocos días transcurridos desde nuestro beso. 

En ese preciso instante recordaba como lo veía el día anterior, cuando habíamos estudiado juntos en la sala de su casa. Nos hallábamos sentados cada uno en un extremo del sofá, y nuestros pies, descalzos pero con medias, se tocaban. 

El Pelo de Joseph estaba tan revuelto como siempre. Incluso cuando leía, tenía la cara más animada que yo conocía. Sus cejas se juntaban, sus ojos recorrían las páginas con rapidez, su boca se movía con intima diversión…
— ¡Demi! — me llamó al orden el señor Bob.
Un auto acababa de estacionar junto al sistema de intercomunicación.

— lo siento —balbuceé. Apreté el botón del intercomunicador BienvenidosalaCafeteriadelaCampanaSirva-sehacersupedido. Ustedes también lo dirían así si lo tuvieran que repetir tan a menudo como yo.

— QuisieraunaCocaporfavor — dijo una voz.
Oh, estupendo, un sabelotodo. Puse los ojos en blanco. ¿Cuándo se va a dar cuenta la gente se que los pobres infelices como yo que deben trabajar en una cafetería no tienen mucho sentido del humor al respecto?

El señor Bob puso un vaso de Coca y una pajita en una bolsa y me entrego todo. Me asome por la ventanilla de atención a los clientes.
— son noventa centavos, por favor.
Joseph me sonrió desde su auto.
— Ah, caramba — dije sin darme cuenta —Estaba pensando en ti.
— ¿De veras?
Me ruboricé. Muy sumisa, tome su dólar y le di el vuelto.

— Gracias, señorita — dijo en voz demasiado alta —. Usted tiene un excelente estilo para atender a los clientes. Estoy seguro de que la espera una brillante carrera aquí. Ah, y se la ve adorable con ese uniforme.
Luego se alejo a toda velocidad.

Tapé mi sonrisa con una mano. El señor Bob me miró con expresión sombría, pero evitó mis ojos. Me pregunté adonde iría Joseph ¿A la biblioteca? ¿A algún sitio con Marty Richards?
El intercomunicador volvió a sonar.
— ¿Hola? — dije distraída.

— ¡Demi — dijo el señor Bob, escandalizado.
La persona que estaba en el auto se echo a reír.
— ¡Hola! — gritó, rea Joseph de nuevo. — Lo siento, pensé que estaba en la ventanilla de la cafetería. No me di cuenta de que era una residencia privada.

Yo me eché a reír, sin importar la expresión atónita del señor Bob. Joseph pidió otra Coca. Yo seguí sonriendo después de dársela y luego observé cómo se alejaba en su auto.

— Por dios, Demi — protestó el señor Bob —.Pensé que podía confiar en que no se te ocurriera hacer que tu novio te visitara en horas de trabajo.

— ¡Mi Novio! — Exclamé.
Alcé la vista hacia el cielorraso y vi mi imagen reflejada en el enorme espejo de seguridad que el señor Bob había instalado allí.

 Por supuesto, llevaba mi uniforme de estilo militar y el pelo se me escapaba con desprolijidad del estúpido gorro que me obligaban a usar, pero mis mejillas estaban sonrojadas y mis ojos brillaban.

— ¿Novio? — repetí para mis adentros. De repente, me sentí hermosa.
Esa noche soñé que unos albañiles levantaban una construcción sobre mi dormitorio. Oía el ruido de sus herramientas de trabajo y los gritos que cruzaban entre ellos. Uno sonaba como Joseph, el otro como Marty Richards.

No, aquí — decía el albañil Joseph —. Quiero que ella lo vea apenas se despierte.

Es un gesto en verdad romántico — decía el albañil Marty —. Pero esto pesa una tonelada.

Bueno, así está bien — decía el albañil Joseph —. ¿Todavía tienes los guantes puestos? Correcto, no tenemos que dejar huellas digitales…
Me di vuelta en la cama y caí en un sueño profundo.

Al día siguiente, estaba sentada a la mesa, en pijama, llevándome cereal a la boca en una especie de letargo matutino, cuando papá dijo desde la sala:

— ¿Qué demonios hay en el jardín?
Mamá y yo nos miramos sorprendidas. Ella puso una galletita entre las manos regordetas de Debbie y enseguida fuimos a la sala.

— ¿Dijiste que había algo en el jardín, querido? — dijo mi madre. Su cara todavía estaba adorablemente hinchada de sueño.
— ¡Miren! — Exclamó papá indignado—. ¡Miren la monstruosidad que hay sobre el césped!

Mi madre espió por la ventana.
— ¿de dónde habrá venido?
Mi padre levantó los brazos.

— ¡Ni siquiera sé qué es, y menos de donde vino! ¿Qué vamos hacer con eso? Ya se está hundiendo en el pasto. Probablemente va a perjudicar la tierra…— Me miró. — ¿Por qué sonreías?

— Por nada — Dije con rapidez. Me acerqué más a la ventana, rozando las cortinas con la cara. El objeto que había en nuestro jardín delantero era la campana gigantesca que previamente había estado instalada en el techo de la Cafetería de la Campana.

Joseph arrojó otro puñado de hojas sobre la enorme pila que había armado después de rastrillar toda la tarde junto al camino de entrada.

A propósito, gracias por ayudarme a rastrillar.
Yo también arrojé hojas sobre la pila.

No te ofendas, pero no lo hice para ayudarte dije Fue mi regalo del Día del Padre para papá.
¿Rastrillar hojas?

Hice un gesto de asentimiento.
Papá es una de esas personas que nunca sabe que pedir, entonces dice que quiere regalos caseros.
Oh, caramba igual que mi abuelo comentó Joseph.

Para el Día del Padre le di un ridículo bono de regalo válido por un día de rastrillar hojas en otoño, un día de juntar nieve en invierno, ese tipo de cosas.
Joseph dejó caer su rastrillo se estiró.

¿Eso no te da ganas de jurar que siempre les dirás a tus hijos que cosas bonitas y concretas querrás de regalo? Preguntó Luego se reanimó Sin embargo, tu padre estuvo muy bien al permitirnos hacer una fogata con las hojas.

Lo sé-dije Fue algo muy extraño de su parte. Es probable que ahora esté adentro llamando a los bomberos.
Joseph se echó a reír y miró el jardín vacío.

Bueno, creo que ya hemos terminado, ¿Lo encendemos?
Claro dije y fui a la cocina en busca de combustible y fósforos.
Demi Llamó mamá desde la sala ¡tengan cuidado!
Está bien…

Puse un termo con chocolate caliente sobre la mesada, es para ustedes dijo.

Oh que bien dije, apoderándome de él Gracias
Volví a salir y me di cuenta de que ya casi había anochecido. Entregué el termo a Joseph y luego, con mucho cuidado, derramé combustible sobre nuestra pila de hojas
Le mostré los fósforos.

¿Quieres encargarte de hacer los honores?
Él estaba bebiendo directamente del termo. Hizo una pausa y se limpió la boca con la manga.
Por supuesto.

Encendió un fósforo y lo arrojó a la pila, que ardió casi blanca durante un segundo, para luego empezar a encenderse con más fuerza. Las hojas despedían un intenso olor a madera.

Bebí directamente del termo y contemplé el fuego. 

Mi Adorable Rebelde capitulo 36





En eso estaba precisamente cuando llegó Katie. Al vernos sentados en la mesa, pareció sorprenderse un poco.
Hola dijo con cautela.
Hola, Katie respondió Joseph.
Yo sonreí. A esa altura, prácticamente explotaba de ganas de contarle a Katie lo que pasaba con Joseph.
Acerca una silla.
Katie se sentó.
Escucha, vine porque… ¿Recuerdas lo que hablamos con respecto a Gus Pendleton? ¿Todavía quieres hacerlo?

¿Qué cosa? preguntó Joseph. De modo que tuvimos que contarle toda la historia del dilema de Katie con respecto al Baile de Otoño, y mi idea de hacer que Sonrisita arreglara una cita con Gus Pendleton.

No es muy buena idea que digamos dijo Katie en tono sombrío.
Oye protesté ofendida.
Joseph pareció reflexionar.
¿No quieres ir con Pat?
Ella lo miró. Él se encogió de hombros.

Está bien, debes ir con Gus. En realidad, creo que no sé nada de él.
Está construyendo un fuerte en su patio trasero se apresuró a decir Katie.

Katie la previne yo,
Oh, está bien, de todos modos, es la mejor idea dijo Katie . ¿Llamarás a Sonrisita, Demi? ¿Por favor?

¿Cómo hago para meterme en estas situaciones? Sin embargo, me sentí contenta de poder resolver el dilema del Baile de Otoño de Katie. Llevé a la mesa el teléfono inalámbrico y la guía telefónica.
Mientras marcaba el número, Katie se aferró a mi muñeca con tanta fuerza que casi me la separa de la mano.

Asegúrate de decirle que no mencione esto frente a la clase o algo por el estilo. Dile… dile que resultara doloroso para Marea Alta Pat.
Está bien, está bien dije con impaciencia. El teléfono de Sonrisita ya estaba sonando.
¿Hola?
Aclaré mi garganta.
Por favor, ¿Podría hablar con Sonrisita… quiero decir, con el señor Ramsden?
Pensé que debía llamarlo por su nombre verdadero porque estábamos a punto de pedirle un favor, pero Sonrisita dijo:
Habla Sonrisita.

Oh, hola dije yo . Bueno, soy Demi Merrill.
Hola, Demi. No parecía sorprendido por mi llamada. ¿Quieres hablar de tu tarea? dijo, muy dispuesto.
Este… no dije yo . Es por algo personal.
¿De veras? Saltó Sonrisita enseguida.

Me sonrojé. Katie y Joseph se reían por lo bajo.
En fin, sí, aunque no se trata de mi. Se trata de Katie Crimson y Gus Pendleton.
¿Sí?
¿Los conoce? dije con timidez. Claro que los conocía.
volvió a decir Sonrisita.
Bueno, es sólo que… quieren ir juntos al Baile de Otoño.
Me encanta la idea dijo Sonrisita . Supuse que llegarían a gustarse.

Sí, pero el tema es que no pueden porque la mamá de Katie dice que debe ir con el primer chico que la invite y ya alguien lo hizo. Y entonces pensamos que…

¿Qué pensaron? quiso saber Sonrisita.
Pensamos que tal vez usted puede llamar a la mamá de Katie y…
¿Y qué?
Trague saliva. Sonrisita no me estaba facilitando las cosas, por cierto.

Y convencerla de que… dado que usted en cierto modo los puso en pareja… esperábamos…
Oh dijo Sonrisita, comprendiendo al fin Claro.
¡Gracias! dije aliviada.

Ningún problema, Demi. No demostró estar dispuesto a colgar, y durante un instante horrible estuve segura de que Sonrisita iba a decir: Escucha, estoy algo nervioso. ¿Te importaría que hiciéramos un poco de interpretación de roles? Tú serás yo y yo seré la mamá de Katie. Pero se limitó a decir. ¿Me das el número de Katie?
Se lo dí.

Y, además… ¿podría no mencionarlo en clase? dije-. Porque Marea…, quiero decir, el chico que invitó a Katie antes, se sentiría muy mortificado.
Por supuesto afirmó Sonrisita . Soy un maestro en el arte de la sutileza.

Dudé entre señalarle o no a Sonrisita que cualquiera que diga Soy un maestro en el arte de la sutileza probablemente no lo es.

¿Quieres que vuelva a llamar para contarte cómo anduvo todo?
¡No! exclamé . Quiero decir, no, está bien así. Estoy segura de que nos enteraremos por la mamá de Katie.
Muy bien dijo Sonrisita . Adiós.

Adiós respondí débilmente, y colgué. Después, con gesto teatral, me dejé caer sobre la alfombra.
— Caramba, de veras es tétrico pensar que sonrisitas tiene mi número de teléfono —reflexiono Katie, arrugando la nariz.
La miré.

— ¿Cuan tétrico crees que me resulta a mi pasar que fui yo quien lo llamo? — dije —.Es probable que tenga pesadillas por el resto de mi vida.

— Bueno, Gracias, Demi — dijo Katie enseguida —.Eres una diosa.
— Miren, no quiero entrometerme — intervino Joseph —, ¿pero Gus Pendleton sabe que va a llevar a Katie al Baile de Otoño?
Katie y yo nos miramos con los ojos muy abiertos.

Entonces hicimos que Joseph llamar a Gus y le dijera que, por vía clandestina, se había enterado de que Katie iría con él al baile si la invitaba. Por supuesto pensó que eso era estupendo. Es probable que haya estado enamorado de Katie durante años. Cualquier muchacho que viviera detrás de los Crimson y la viera todo el tiempo lo habría estado. No los voy a aburrir con toda la conversación, que fue muy previsible. 

El único punto importante fue que, cuando Joseph llamo y preguntó por Gus, su madre dijo:Un momento, voy a llamarlo, está en su fuerte, lo cual probablemente haya hecho que Katie sintiera dudas con respecto a todo el proyecto, pero para entonces ya era demasiado tarde.

Y aunque el resto de la tarde Joseph y yo no dejamos de reírnos y decir:un momento, está en su fuerte, no fue muy cómodo porque, por supuesto, ya habíamos hecho citas para el baile y no entre nosotros.

— Pareces preocupada, Demi — observó el señor Bob, el gerente nocturno de la cafetería de la campana.
— ¿sí? — dije en tono ausente.

Era miércoles por la noche, y yo me ocupaba de pasar los pedidos a través de la ventanilla con el señor Bob porque estábamos escasos de personal. Era la única empleada con quien él admitía trabajar. El señor Bob pensaba que todos los demás eran demasiado alocados o irresponsables o no lo bastante serios con respecto a sus tareas en la cafetería. Yo le caía muy bien.

 Eso es lo que una debe soportar cuando se tiene reputación de chica seria. Algo muy poco gratificante. Porque, los otros, los que el señor Bob consideraba tan tontos, estaban en la trastienda tirando queso y burlándose de los clientes y divirtiéndose en grande.


— Espero que no pase nada malo — dijo el señor Bob en tono sombrío. Su preocupación más grande es que alguno de sus empleados tenga una crisis personal que afecte su desempeño en el trabajo.