― Asigné a cada uno de ustedes un compañero de laboratorio.
La noticia fue recibida con un coro generalizado de gemidos.
Todos saben que Sonrisita desea que cada pareja de compañeros de laboratorio
esté integrada por un chico y una chica a fin de vigilar sus movimientos y ver
si se enamoran, o se besan, o hacen lo que sea que espera que hagan.
Se que suena raro, pero es la verdad. El primer día de clase,
sonrisita había dicho: ―¿Por qué no se mezclan entre ustedes? Mañana
vendré con un diagrama de sus asientos‖. De modo que tuvimos
que sentarnos en distintos lugares mientras charlábamos y Sonrisita son
observaba con ojos de halcón.
Al día siguiente llegó corriendo con el diagrama,
que tenía todo organizado en ― ¡adivinen! ― Parejas de chica y chico. No negaba que hacía eso como una
especie de actividad casamentera.
De modo que al segundo día de clase me encontré sentada junto a
Teddy Inman. Teddy Inman, es un chico más grande que repitió dos o tres veces
y, si fuera posible, es aun más pervertido que el propio sonrisita.
El año
pasado lo suspendieron por traer ejemplares de Playboy al colegio vender
páginas sueltas a los de primer año a cinco centavos cada una. Por si eso fuera
poco en general es bastante siniestro: usa campera de cuero y siempre, y está
adoptando actitudes insolentes y haciendo gestos despectivos.
Ahora bien,
imagínense a Sonrisita evaluando el asunto y pensando: ―Mmmm, creo que pondré a Demi con Teddy… ¡Tal vez hagan buenas migas!‖. Debo decir que no me hacía sentir muy bien la imagen que eso
proyectaba de mi misma.
― Bien, ahora escuchen
todos: aquí están sus compañeros ― nos dijo sonrisita
con voz de trueno ― Brad Hopkins, Juliet Miller.
Brad y Juliet intercambiaron miradas de agradecimiento. Siempre
habían sido amigos.
― Rose Smith y Bobby
Weller.
Rose dedicó a Sonrisita una mirada asesina. Yo también lo habría
hecho. ¿Se imaginan tener al lento de la escuela como compañero de laboratorio?
Bobby pareció sorprenderse por el solo hecho de que habían pronunciado su
nombre.
― Swiss Kriss y Teddy
Inman ― continuó sonrisita.
Teddy dirigió una mirada tétrica a Swiss Kriss, quien se veía
evidentemente aterrorizada. No la culpé. No pasaría mucho tiempo antes que
Teddy hiciera algo detestable, como por ejemplo apoyarle una mano en la pierna.
Sonrisita siguió poniendo a toda la clase en pareja. Por fin, me
miró directo a la cara, con un brillo en los ojos.
― Y por último, pero
no por eso menos importantes, Demi Merill y Joseph Conner ― anunció con energía,
antes de dejar a un lado la carpeta ― Y ahora, ¡vamos al
laboratorio a disecar a esos gusanos!
Caminé aturdida hasta el laboratorio sin
dejar de mirar hacia delante. Había estado tan interesada en los compañeros de
los demás, que no me detuve a pensar en el mío.
Así que estaba atrapada con Joseph. En ese momento consideré que Teddy Inman o
Bobby Weller eran compañeros de laboratorio muy atractivos.
Joseph estuvo junto a mí de un salto.
― Bueno ¿no te parece
una feliz coincidencia? ― dijo con alegría ― ¿o no es una coincidencia? Tal vez utilizaste tu influencia
familiar para sobornar a sonrisita y tenerme de compañero.
Puse el escalpelo de mi equipote instrumentos contra su
garganta.
― Escucha ― dije con los dientes apretados ― Voy a ser tu
compañera de laboratorio sólo si te guardas esos odiosos comentarios para ti y
si haces todo el trabajo pesado.
Pareció reflexionar.
― ¿Qué entiendes
exactamente por ―pesado‖?
Aparté el escalpelo.
― Tocar los gusanos
con las manos, incluso con guantes. Lo mismo vale para los sapos y los cerdos
cuando lleguemos a ellos. Abrir los gusanos o los sapos, y en especial los
cerdos. Secar la sangre que se derrame. Tocar todo aquello que una vez pudo
haber sido el cerebro de algo.
Joseph frunció el ceño.
― ¿Entonces tú que
harás?
Agité las pinzas de cirugía delante de sus ojos.
― Escarbaré una vez
que hayas terminado con la parte sucia, identificaré los órganos y todo eso.
― Muy bien ― dijo él ― Trato hecho ― sus ojos brillaron ― Ahora, con respecto a callarme los comentarios odiosos, lo
lamento, pero es mucho pedir.
Puse los ojos en blanco.
― ¡Que castigo! ― dije por lo bajo.
Abrimos la caja que contenía el gusano. Yo retrocedí ante el
olor a formaldehído. En el fondo el gusano yacía rígido y como hecho de goma.
― Oh ― constaté aliviada ― está muerto.
― Por supuesto ― Joseph se echó a reír ― ¿Qué pensabas que primero tendríamos que darle un golpe en la
cabeza?
Me sonrojé.
― Bueno, no…
― Me complace ver que
ustedes dos se llevan bien ― dijo sonrisita
detrás de nosotros. Ese es otro rasgo de sonrisita: uno casi nunca tiene
problemas por hablar en clase, porque siempre piensa que uno esta flirteando,
cosa que aprueba. Nos dedicó una ridícula sonrisa con todos sus dientes y
siguió su camino.
― ¡Caramba! ― exclamó Joseph mientras se ponía
los guantes de plástico.
― Hay algo que anda
muy mal en ese tipo.
― Lo sé.