miércoles, 12 de junio de 2013

i Adorable Rebelde capitulo 12



¿Qué pasó? le pregunté mientras tomaba su campera.
Katie se dejó caer en el sillón con un profundo suspiro.
¿No vas a creer quién me invitó al Baile de Otoño
¿Quién?

Adivina dijo en tono dramático Trata de adivinar. Piensa en la última persona que desearías que tuviera tu número de teléfono. Es más que te llamara y te invitara a salir.
Pensé un segundo.
¿Marea Alta Pat?
Katie gimió y tiró su bolso de fin de semana al piso.
¡Sí! gritó ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!
Me eché a reír.
¿Quieres decir que adiviné? ¿De veras adiviné?
Katie me dirigió una mirada asesina.
¿Qué le ves de gracioso?
Me puse seria.
Lo siento, Katie. No creí que te referías a Pat.

Marea Alta Pat representa la última elección de una chica para salir. No me siento cómoda al decirlo porque no es un mal tipo. En el colegio hay chicos más siniestros. No ha nada demasiado llamativo en Marea Alta Pat es más o menos gordinflón, con pelo castaño enrulado , salvo tal vez por sus mejillas, un poco demasiado rosadas. Además, por supuesto, está el hecho de que siempre usa pantalones demasiados cortos para él. 

Uno piensa que cuando los chicos comenzaron a llamarlo Marea Alta Pat, habría captado el mensaje y habría dejado de ponérselos, pero no. Trato de no llamarlo por su apodo, pero como todo el mundo le dice Marea Alta Pat, resulta difícil recordarlo.

Creo que lo que de veras condena a Pat a no ser tan popular es su personalidad demasiado ansiosa y amigable. De hecho, es tan amigable que si uno es una persona razonablemente bondadosa, se siente mal al ignorarlo o alejarse cuando se pone aburrido en exceso.

Katie volvió a suspirar tan hondo que tuve una breve visión de sus pulmones vacíos de aires llevándola al desmayo.

¿Qué voy a hacer?
¿Qué quieres decir? pregunté ¿acaso no dijiste que no?
¡Claro que dije que no! sollozó Katie.

Katie, Katie dije en tono tranquilizador, con la misma voz que habría usado frente a un loco armado con un revólver Sé que resulta muy incómodo rechazar la invitación de alguien al Baile de Otoño, pero, créeme todo va a salir bien.

¡No, no va a salir bien! Katie saltó del sillón y me puso las manos sobre los hombros. Sus palabras surgieron rápidas, en un susurro, como si estuviera dando una información de vital importancia. Mamá dice que debo ir con el primer chico que me invite, si es que quiero. Piensa que todo este asunto del rechazo crea una atmósfera perjudicial, de mucho aislamiento, y que de todos modos, no tendría que tomar demasiado enserio lo del Baile de Otoño.
¡Oh, no! _ Horrorizada me tape la boa. ¿De modo que es Marea Alta Pat o nadie más?

¿No podrías dejar de repetir su nombre a cada minuto? Katie seguía furiosa en voz muy baja._ Mamá ni se habría enterado de que Marea… de que me había invitado, si no fuera porque atendió el teléfono y le pidió autorización.
¿Qué le pidió qué?

Ya me oíste.
Caramba dije entre dientes ¿Acaso pensaba que te estaba proponiendo matrimonio?

¡Ya lo sé! gimió Katie_ Sólo dime qué debo hacer.
Le puse una mano sobre el hombro con gesto de compasión. Ella se irguió y tomó un pañuelo de papel de una caja que había sobre la mesita de café. Había anochecido y las ventanas de los Conner estaban cálidamente iluminadas. Ya había autos alineados a ambos lados de la calle.

¡Oh, mira! dijo mi amiga en voz baja en la casa de Joseph están de fiesta.
Katie espiaba con los prismáticos que mamá solía usar para observar a los pájaros.
Acaban de sacar otros barrilito anunció.

Eran las doce, y la fiesta de Joseph era tan ruidosa que dudo que alguien haya conciliado el sueño en un radio de quince kilómetros. Katie y yo, sentadas junto a la ventana de mi dormitorio, en pijama, mirábamos.

 Esto suena más dramático de lo que fue en realidad. Tengan en cuenta que la fiesta era tan bulliciosa que no podíamos ver televisión, no podíamos escuchar la radio, no podíamos hablar por teléfono. ¡Casi no podíamos oírnos entre nosotras! Uve un pobre consuelo al pensar que todos los asistentes a la fiesta iban a sufrir una carencia auditiva permanente.

Katie se estaba portando como una buena amiga. Cuando le conté la dolorosa historia de lo que había escuchado desde la puerta del baño, enseguida dijo que ni se le ocurriría ir a una fiesta organizada por semejante payaso. Pero yo vi que sus ojos brillaban mientras observaba a los otros invitados. Pobre Katie, pensé. No puede ir a la fiesta más grande del año porque es la mejor amiga de la empalagosa hija del director.

Parecía imposible pero, de golpe, la música proveniente de la casa de Joseph salto a un decibel más alto. Sentí como si el ritmo golpeara con fuerza en mi esternón. Hasta me sentí un poco descompuesta.

Los autos estaban estacionados en doble y triple fila hasta perderse de vista. Creo que vi más auto esa noche que en todo el resto del año. En cada ventana de la casa se veían cantidad de siluetas. Cada vez que una desaparecía del ángulo de visión, otras cinco personas ocupaban el lugar libre. El flujo de gente ante la puerta principal era continuo. Joseph estaba parado allí y…

Les saqué los prismáticos a Katie y espié con ellos. 

Mi Adorable Rebelde capitulo 11



Cerré la puerta con una legre suspiro. La casa estaba a mi disposición por veinticuatro horas. Katie iba a venir pronto para pasar el día y la noche conmigo. Tendríamos todo el fin de semana para charlar y dormir y comer cosas poco nutritivas y hacer todo eso que los padres desaprueban.

Decidí sorprender a Katie y hacer panqueques para una combinación de desayuno/almuerzo. Preparé la masa y puse a calentar la sartén. Los primeros panqueques salieron quemados y pegoteados, de modo que los tiré a la basura. Estaba haciendo uno enorme en forma de Ratón Mickey, cuando sonó el timbre.
Atravesé corriendo toda la casa y abrí de golpe.

Apúrate y entra dije , porque estoy haciendo panqueques y no…
Me interrumpí horrorizada. No era Katie quien estaba parado en el porche. Era Joseph Conner, que sonreía con aire de indolente.
¿Puedo pedirte un poco de destapador de cañerías?
Me cruce de brazos.

Muy chistoso. Adiós.
Epa protesto Joseph . No es una broma; la bañera de casa está a punto de desbordarse y mis padres se fueron con el auto y… ¿acaso crees que inventé todo esto sólo para verte en tu excepcionalmente corto camisón?

Me ruboricé hasta la raíz de los cabellos. Llevaba puesto ese tonto baby-doll de satén color café que me había regalado mi abuela. Me regala uno para navidad y otro para mi cumpleaños. No se con exactitud lo que está tratando de decirme. En fin, aquel en particular no sólo era corto, sino que tenía ya un par de años y me quedaba un poco chico.
Apreté las manos contra el ridículo ruedo corto por si pasaba una ráfaga de viento, y dije con voz helada:

Hay muchas casas en la cuadra. Ve a pedirle a alguien que no odie a muerte…
Una alarma zumbó enojada en la cocina. Dejé de hablar y me apresuré a volver allí. La cocina estaba llena de humo y mi panqueque en forma de Ratón Mickey era una ruina carbonizada. Saqué la sartén del fuego y trate de abrir una ventana.
Caramba dijo una voz detrás de mí ¿te parece que nos tapemos la boca con unos trapos mojados?

Me di vuelta de golpe. Joseph estaba parado justo ahí, en la cocina. Agité la mano para disipar un poco el humo que tenía frente a la cara y lo miré con ojos relampagueantes.
¿qué haces aquí?

Vine a pedir prestado un poco de destapador de cañerías dijo con paciencia Creo que acabamos de hablar de eso.
Y yo dije que no podías hacerlo le contesté en forma cortante. La alarma volvió a sonar y yo me paré en puntas de pie para desactivarla.
Joseph se echó a reír.

Veo Londres, veo Francia…
¡Cállate! grité Bajé los brazos y abrí un cajón de la cocina. Me puse el delantal que usa papá para los asados. Por suerte, era tan grande que me daba dos vueltas.
Joseph sonrió.

Ahora te pareces a las fantasías que solía tener con aquella hermosa profesora de economía domestica de mi otra escuela.
Lo señalé con la espátula.

¡No me hables de tus fantasías! Saqué el frasco de destapador de debajo de la pileta y se lo di._ Tienes dos segundos para irte de aquí.

Se apoyó en la mesada. Llevaba una remera salmón: parecía tan vieja que sospeche que su color original había sido rojo. El rosáceo realzaba su cara morena, y sus ojos centelleaban. Sin motivo alguno recordé la sensación que me había provocado su mano en mi cintura durante la fiesta de Bobby Weller. Parecía tan fresco y pulcro que me sentí todavía más desaliñada y desprotegida en mi camisón.
¿Y tú familia dónde está? preguntó Joseph.

Fuera de la cuidad contesté automáticamente tenía entendido que tú bañera se estaba desbordando.

Así será si le cae una gota más de agua. Fuera de la cuidad, ¿eh? dijo, acercándose a mí_ Y veo que de verás te estás liberando, con esos panqueques en forma de Ratón Mickey. Muy audaz de tu parte. ¿Qué cosa excitante tienes preparada para esta noche? ¿Una tortilla en forma del Pato Donald?
Le dirigí una mirada fulminante. Él me devolvió una sonrisa.

Bueno que tengas suerte con los panqueques dijo en tono indiferente.
Pensé en lo feliz que me sentía hacía sólo diez minutos, ante la perspectiva de mi perezoso fin de semana. Y ahora venía él, para decirme por millonésima vez lo aburrida y mojigata que era.

Adiós dije en voz bien alta.
Ya me voy ya me voy repuso Joseph De todos modos, el ambiente excitante que hay en este lugares demasiado para mí.
Lo seguí a través de la sala, todavía armada con la espátula. Se demoró junto a la puerta.
Supongo que sería mucho pedir que organizaras una fiesta dijo en tono burlón Después de todo, eres la hija del director, y una chica tan buenita… Eh, espera…

Lo empujé materialmente hacia fuera. Se tambaleo en el porche y cerré de un portazo.

Me di vuelta y me vi reflejada en el espejo del vestíbulo. Era la viva imagen de la furia: piel cenicienta, ojos relampagueantes, respiración agitada, labios apretados, frente transpirada.

Bueno era lógico que me viera furiosa. Estaba furiosa. Pero, de alguna manera, aun cuando estuviera tan llena de rabia, no pude menos que desear haber lucido más bonita mientras Joseph estaba en casa.


Katie tardó horas en llegar y, cuando lo hizo, las malas noticias se notaban en su cara. 

domingo, 9 de junio de 2013

Mi Adorable Rebelde capitulo 10




Estábamos lustrando ese letrero Intervino Joseph con rapidez Siempre pensé que es una vergüenza que las instalaciones de la escuela no estén en buenas condiciones. Sólo queríamos aportar nuestra contribución. Bueno, ahora que todo está listo, creo que nos iremos…

La señora McCracken hizo chasquear su lengua. Luego se oyeron pasos, una conversación confusa, y por último estuve a solas de nuevo. Pero no me escapé del baño enseguida. En lugar de eso, me detuve frente al espejo con la cara roja. Un caso grave de síndrome de hija del director, me repetí a mí misma. 

Demasiado criticona. Sabía que no estaba precisamente hermosa con mi uniforme de camarera, pero las palabras de Joseph me hicieron sentir más insignificante que nunca.

Después del trabajo, me las arreglé para tranquilizarme. No iba a permitir repito, no iba a permitir que la opinión de Joseph Conner tuviera semejante efecto en mí. Después de mi breve turno laboral, llegué a casa a la hora del postre.

Me estaba sirviendo un poco de ensalada que mamá me había reservado, cuando sonó el teléfono. Tuve la súbita premonición de que era Doc Ellis y el corazón me latió un poco más rápido.

Papá habló unos minutos y luego volvió a sentarse a la mesa. Tomó su tenedor y dijo, pensativo:
Era Rupert Ellis.

A pesar del golpeteo de mi corazón, estuve a punto de echarme a reír. ¿Qué era eso de Rupert? Siempre resulta gracioso oír a los profesores llamarse por sus nombres de pila, incluso cuando tienen nombres de pila menos horribles.
Papá me miraba de una manera rara.
¿Te sientes bien Demi?

Sí, claro aseguré, y tomé un poco de leche.
¿Cómo está Rupert? preguntó mamá en tono jovial. No es muy adicta descubrir matices. Una puede entrar en el cuarto blanca como un fantasma y decir: Acaba de llamar de la morgue, ella contestaría: ¿De veras? ¿Cómo andan las cosas por la morgue?

Papá seguía mirándome.
Dijo que había descubierto algo curioso. Estaba corrigiendo las pruebas de hoy y notó que Bobby Weller sacó un diez

Lo felicito dijo mi madre sin darse cuenda de que allí había algo raro.
Papá la miró.
Como te decía prosiguió Rupert siguió corrigiendo otras pruebas y observó que todas habían sacado resultados perfectos.

Esta vez no pude contener la risa. ¿Se imaginan a Doc Ellis corrigiendo una prueba perfecta tras otra darse cuenta de que algo andaba mal sólo al llegar a la buena nota de Bobby Weller? Volví a reírme y un poco de leche pasó de mi boca al vaso.
_ Grosera dijo Liz al verme.

Perdón me disculpe con una sonrisa.
Oh dijo mamá, comprendiendo por fin. Suena a una copia organizada en gran escala.
Mi padre suspiró.

Rupert dijo que todavía no había corregido tu prueba, Demi, pero supongo que no tiene importancia. De todos modos, no puede tener en cuenta esas notas.
¿Por qué no? protestó Liz puede haber sido una prueba fácil, o una coincidencia, o cualquier otra cosa.

¿Coincidencia? ironizó Anne ¿Sabes cuál es el porcentaje de probabilidades?
Liz se encogió de hombros.
No dijo con tono cansado.

Yo podría resolver el problema mentalmente si conociera todos los detalles Continuo Anne. Tiene mucho talento para la matemática ¿Cuántos alumnos son y cuantas preguntas había? Preguntó.

En realidad, no te importa le dijo Liz Sólo quieres lucirte. Es como dice la señorita Gregson…

Chicas intervino papá no es momento…
Liz, ¿Qué dice la señorita Gregson con exactitud? preguntó mamá.
Que a Anne le gusta lucirse respondió Liz alegremente que no alienta a los que necesitan más tiempo, que…
Mucho más tiempo murmuró Anne en tono sombrío, mientras echaba una mirada asesina a Liz.

querida dijo mamá ya sabes que estamos orgullosos de tu capacidad para matemática, pero…
¡Ta! grito Debbie desde su sillita alta.
Chicas volvió a decir mi padre Escuchen…

Es verdad, te gusta hacer ostentación de tus dotes, Anne dije a toda velocidad antes de que papá pudiera continuar. No quería seguir hablando de Doc Ellis y, si algo aprendí a lo largo de los años, es que, por lo general, puedo dejar a papá fuera de una conversación por medio de una pelea con mis hermanas.

Él se echó hacia atrás en la silla, derrotado, con una expresión el semblante que decía: ¿Es que todos los padres con cuatro hijas son intimidados así?

Un minuto, Mel. Quiero preguntarte algo_ me atajó papá esa noche cuando entré en la cocina para comer algo liviano. Él estaba bañando a Debbie en la pileta.
¡Ta! gritó Debbie, muerta de risa, y tiró agua por todos lados al verme.
Hola, Debbie preciosa dije yo, inclinándome para besar su cabecita llena de jabón.

¡Ga! me contestó. Todavía no ha pronunciado su primera palabra, pero mamá asegura que lo hará en el momento menos pensado.
Tomé una manzana de la frutera que había sobre la mesada, mientras esperaba que mi padre dijera lo que tenía entre ceja y ceja.

Él levantó a Debbie, la paró sobre la mesada y comenzó a secarla con una toalla color rosa.

¡Ra! chilló Debbie loca de contenta. Le encanta que la sequen.
Mel volvió a decir papá ¿Hay algo que sepas y quieras decirme sobre las pruebas de Doc Ellis?
Mordí la manzana.
No dije con cautela.

Mi padre y yo hicimos un trato hace mucho tiempo. Nuca me hace preguntas directas sobre incidentes ocurridos en el colegio; le limita a preguntarme si hay algo que quiera decirle. O tengo la libertad de decir sí o no y lo dejamos así.
Me lo imaginé.

Siguió secando a Debbie, envolviéndola por completo en la toalla rosa. Los observé a ambos bajo el brillo amarillento de la luz de la cocina. Papá parecía cansado, pero sus manos tocaban
a Debbie con infinita paciencia, como si no tuviera nada mejor que hacer que secar a un bebé a seco.

Lamento lo de la prueba dijo por fin se lo mucho que estudiaste.
Lo cual les demuestra la fe absoluta que me tiene mi padre. Me acerqué y lo abracé desde atrás. Enfrente vi una sobra que se movía y me pregunté si sería Joseph. ¿Podría vernos a los tres a la luz de la lámpara de la cocina?

Sacudí la cabeza, decidida a desterrar todo pensamiento relativo a Joseph Conner.
El sábado por la mañana estaba sentada en la puerta de atrás con el camisón puesto, diciendo: Sí, mamá… sí, comeré las albóndigas… sí, sacaré la basura… No, no voy a ir a ninguna fiesta…

Ese fin de semana, mis padres iban a llevar a mis hermanas a hacer una gira turística por el norte de Michigan. No tenía que ir con ellos porqué viajar en auto me descompone con facilidad.

Y si así no hubiera sido, lo habría simulado, porque no hay nada más aburrido que pasear en auto haciendo comentarios sobre las hojas rojas o doradas. Me sorprende que Anne y Liz todavía no sean listas como para poner objeciones. En realidad, pienso que durante gran parte del viaje juegan a la batalla naval.
Mi madre cambió de posición a Debbie y la apoyó en su otra cadera.
Y no hagas llamadas a larga distancia dijo para terminar.
Mamás, ¿a quién voy a llamar?

Ah no sé… sonrió. Supongo que me estaba esforzando por encontrar un último consejo.
Créeme ya cubriste todos los rubros.

Papá tocó la bocina. Era el único sentado en el auto. Anne y Liz permanecían de pie junto al portón trasero abierto, sobre quien iba a ir atrás en la camioneta. Si pudiera darle un consejo a papá, le diría: No conseguirás hacer que una mujer suba al auto, hasta que no esté lista para subir al auto. En realidad, ya he transmitido este pequeño fragmento de sabiduría, pero él parece no creerlo.


Adiós querida dijo mamá. Me dio un beso en la mejilla y salió en dirección al auto.