viernes, 19 de abril de 2013

Quimica Perfecta Capitulo 48




Joe
   
- Vayámonos de aquí, mi amor, tú y yo. ¡Vamos!
    Dejo escapar un suspiro de alivio cuando me monto en Julio y Demi se sube de un salto detrás. Me rodea la cintura con los brazos y se sujeta con fuerza cuando salimos a toda velocidad del aparcamiento. Volamos por las calles, que con la velocidad acaban convirtiéndose en un borrón. Ni siquiera me detengo cuando empieza a llover.

    - ¿Podemos parar ya? -grita Demi bajo la ensordecedora tormenta.
    Aparco bajo un viejo puente abandonado junto al lago. La lluvia golpea el cemento que nos rodea, pero al menos allí podemos resguardamos.
    Demi baja de la moto de un salto.

    - Eres un idiota -me dice-. No puedes traficar con drogas. Es peligroso y estúpido, y además me lo prometiste. Podrías ir a la cárcel. A la cárcel, Joe. Puede que a ti no te importe, pero a mí sí. No permitiré que arruines tu vida.
    - ¿Qué quieres oír?

    - Nada. Todo. Di algo para que no me quede aquí sintiéndome como una imbécil.
    - La verdad es que... Demi, mírame.
    - No puedo -dice mientras observa caer la lluvia-. Estoy tan cansada de pensar en todo lo que puede suceder. -Tiro de ella para acercarla a mí-. No pienses, nena. Todo se arreglará.

    - Pero…
    - Nada de peros. Confía en mí.
    Mi boca se cierra sobre la suya. La fragancia de la lluvia y el olor a galletas me tranquiliza. La rodeo con los brazos. Ella me agarra por los hombros empapados y me reclama más. Deslizo las manos bajo su camiseta y recorro su ombligo con los dedos.
    - Ven conmigo -le digo antes de levantarla del suelo y sentarla a horcajadas sobre mi moto.

    No puedo dejar de besarla. Le susurro que no puedo vivir sin ella. Le recorro el cuello con mis labios y me detengo un instante allí hasta que ella se inclina hacia atrás y me deja quitarle la camiseta. Puedo hacerle olvidar todas sus inquietudes. Cuando estamos juntos, no puedo pensar en otra cosa que no sea ella.

    - Estoy perdiendo el control -dice Demi mordiéndome el labio inferior. Me encantan sus labios.

    - Nena, ya lo hemos perdido -le digo, y me froto contra ella para demostrarle hasta qué punto lo hemos perdido. Ella contonea las caderas lenta, seductoramente, en una invitación que no merezco. Le rozo los labios con la yema de los dedos. Ella me los besa antes de hacerlos descender hasta su barbilla, su cuello, sus pechos. Demi me coge de la mano.

    - No quiero parar, Joe. -Le cubro el cuerpo con el mío.
    Podría hacerlo. Sé que me lo está pidiendo. Pero entonces aparece la conciencia. La estúpida apuesta que hice con Lucky. Y lo que me dijo mi madre sobre lo fácil que es dejar preñada a una chica.

    Cuando hice la apuesta, no sentía nada en absoluto por esta blanquita tan complicada. Pero ahora... mierda, no quiero pensar en mis sentimientos. Los odio, solo sirven para complicarte la vida. Quiero hacer el amor con Demi, pero no encima de una moto, como si fuera una cualquiera. Alejo mis manos de su cuerpo perfecto. Es lo único sensato que he hecho esta noche,

    - No podemos hacerlo así. Aquí no -le digo con voz ronca por la sobrecarga de emoción. Demi iba a entregarme su cuerpo pese a saber quién soy y lo que estoy a punto de hacer. La realidad es difícil de digerir.

    Espero que ella se sienta avergonzada, puede que incluso enfadada. Pero, en lugar de eso, se acurruca en mi pecho y me abraza. «No me hagas esto», quiero decir, pero acabo por rodearla con mis brazos, arropándola.

    - Te quiero -le oigo susurrar tan levemente que por un momento creo que son mis propios sentimientos los que me hablan.

    Me siento tentado a decir: «No lo hagas. ¡No! ¡No!» Siento una punzada en el estómago mientras la abrazo con más fuerza. Vaya, si las cosas fueran distintas, nunca la dejaría marchar. Escondo el rostro entre su cabello y fantaseo acerca de llevarla lejos de Fairfield.

    Nos quedamos así durante mucho rato, mucho después de que deje de llover. Cuando por fin salgo del ensueño, la ayudo a bajar de la moto para que pueda ponerse la camiseta.

    Demi me mira con unos ojos llenos de esperanza.
    - ¿Vas a hacer ese trapicheo?

    Me bajo de Julio y camino hasta el final del túnel. Me mojo la mano con el agua que aún resbala por la pared y dejo que el frío se me cuele entre los dedos.
    - Tengo que hacerlo -le contesto sin darme la vuelta. Ella se acerca.

    - ¿Por qué? ¿Por qué tienes que hacer algo que puede llevarte a la cárcel?
    Acaricio su mejilla suave y pálida con la palma de la mano y la miro con una sonrisa triste.

    - ¿No sabías que los pandilleros trafican con drogas? Es parte del trabajo.
    - Pues déjalo. Seguro que hay un modo de... - Todos lo que quieren dejarlo, deben enfrentarse a un reto. Torturas, una paliza. Si sobrevives, te dejan salir. Déjame decirte algo, preciosa, solo conozco a una persona que ha salido con vida de un reto. Aunque le zurraron a conciencia, y creo que el tipo preferiría estar muerto. Nunca lo entenderás. Mi familia lo necesita. - ¿Por dinero? Aparto la mano de su cara.

    - No, no es por dinero -Echo la cabeza hacia atrás con una mueca de desesperación-. ¿Podemos cambiar de tema, por favor?

    - No quiero que hagas nada ilegal. - Nena, lo que tú necesitas es un santo. O un funcionario. Y yo no soy ninguna de las dos cosas. - ¿Te importo Joe? - Sí.
    - Entonces, demuéstramelo.

    Me quito la bandana de la cabeza y me peino el cabello con los dedos.
    - ¿Sabes lo difícil que ha sido todo para mí? Mi madre espera que proteja a la familia desde los Latino Blood, pero al mismo tiempo lo rechaza. Héctor quiere que demuestre mi lealtad a la banda y tú, la única persona con la que siento que puedo llevar una vida normal algún día, quieres que te demuestre mi amor haciendo algo que podría poner en peligro a mi familia. Tengo que hacerlo, ¿vale? Y nadie, ni siquiera tú, va a hacerme cambiar de idea. Olvídalo.
    - ¿Y vas a sacrificar lo nuestro?

    - Maldita sea, no me hagas esto. No tenemos que sacrificar nada.
    - Si empiezas a traficar con drogas, se acabó. Yo he sacrificado todo lo que tenía por ti... por nosotros. Mis amigos. Mis padres. Todo. ¿No puedes hacer lo mismo?
    Le doy mi chaqueta cuando los dientes le empiezan a castañetear.
    - Toma. Ponte esto.

    Se acabó. Esta es mi vida. Si no puede asumirlo, tendrá que volver con Colin Adams. O con quien encaje en su molde de príncipe azul.
    Me pide que la lleve a casa de Sierra.

    - Creo que deberíamos trabajar por separado en el proyecto de química -sugiere antes de devolverme la chaqueta, frente a la enorme casa junto a la playa-. ¿Quieres hacer los calentadores o prefieres redactar el proyecto?
    - Como quieras.

    - Bueno, a mí se me da muy bien escribir...
    - Vale. Yo haré lo otro.

    - Joe, no tiene por qué ser así.
    Tiene los ojos húmedos. Tengo que salir rapido de allí antes de que aparezcan las lágrimas. No podría soportarlo.
    - Sí, tiene que ser así -le digo antes de alejarme de allí en la moto.

Quimica Perfecta Capitulo 47




Demi
   
- Paco, ¿qué haces aquí?
    La última persona a la que esperaría encontrar en la puerta de mi casa es al mejor amigo de Joe.
    - Tengo que hablar contigo.
    - ¿Quieres entrar?
    - ¿Estás segura de que no pasa nada? -pregunta, nervioso.
    - Desde luego.

    Bueno, probablemente mis padres no opinen lo mismo, pero a mí me parece bien. De todos modos, no creo, que mis padres vayan a decidir de repente que ya no quieren ingresar a Shelley en una residencia. Estoy cansada de fingir, de temer la ira de mi madre. Este chico es el mejor amigo de Joe, y me acepta como soy. Estoy segura de que no le ha resultado fácil decidirse a venir hasta aquí. Abro la puerta de par en par y dejo entrar a Paco. Si me pregunta sobre Isabel, ¿qué le digo? Ella me hizo prometerle que guardaría su secreto.
    - ¿Quién está en la puerta, Demi?

    - Paco -le digo a mi madre-. Un amigo del instituto.
    - La cena está lista -insinúa mi madre con poca sutileza-. Dile a tu amigo que no es muy educado hacer una visita a la hora de la cena.
    Me vuelvo hacia Paco.

    - ¿Quieres quedarte a cenar?
    Un acto de rebeldía. Me encanta. Es catártico. Oigo los pasos de mi madre que se marcha hecha una furia a la cocina.

    - Esto... no, gracias -responde Paco, reprimiendo una carcajada-. Pensaba que podríamos hablar, ya sabes, de Joe.

    Me alivia saber que Paco no está aquí para preguntarme por Isabel, aunque por la seriedad de su expresión no sé si deberla empezar a preocuparme.
    Le acompaño a través de la casa. Pasamos al lado de Shelley que está en el salón leyendo una revista.

    - Shelley, este es Paco. Es amigo de Joe. Paco, esta es mi hermana, Shelley.
    Al oír el nombre de Joe, Shelley suelta un grito de alegría.
    - Hola, Shelley -dice Paco.
    Mi hermana sonríe de oreja a oreja.

    - Shelley, necesito que me hagas un favor. -Mi hermana sacude la cabeza en respuesta mientras susurro-: Necesito que mantengas ocupada a mamá mientras yo hablo con Paco.

    Shelley sonríe; sé que mi hermana no me fallará.

    Mi madre entra en la habitación, ignorándonos a Paco y a mí, mientras empuja la silla de ruedas de Shelley hasta la cocina.
    Miro a Paco con cautela mientras nos dirigimos al exterior para disponer de algo de intimidad, a salvo de la curiosidad de mi madre.
    - ¿Qué pasa?

    - Joe necesita ayuda. A mí no me va a escuchar. Están tramando un importante trapicheo de drogas y han elegido a Joe para dirigir el cotarro.
    - Joe nunca se metería en eso. Me lo prometió.

    La mirada de Paco me dice que él no lo tiene tan claro.
    - He intentado hacerle entrar en razón -continúa Paco-. El problema es que... se trata de traficantes importantes. Hay algo que me huele mal, Demi. Héctor está obligando a Joe a hacerlo, y te juro que no sé por qué.
    - ¿Y qué puedo hacer yo? -le pregunto.

    - Dile a Joe que encuentre el modo de librarse. Solo él puede ayudarse a sí mismo.
    ¿Decírselo? Joe no soporta que nadie le diga lo que tiene que hacer. Aunque tampoco me lo imagino accediendo a traficar con drogas.

    - ¡ Demi, la cena ya está fría! -grita mi madre desde la ventana de la cocina-. Y tu padre acaba de llegar. Cenemos como una familia por una vez.

    El sonido de un plato estrellándose contra el suelo hace que mi madre vuelva a entrar en casa. Un movimiento muy inteligente por parte de Shelley, sin duda.
    Pero no debo utilizar a Shelley para evitar contarles la verdad a mis padres.
    - Espera aquí -le digo a Paco-. A no ser que quieras ser testigo de una discusión de los Ellis.

    Paco se frota las manos.
    - No pueden ser peores que las peleas de mi familia.
    Entro en la cocina y le doy un beso a mi padre en la mejilla.
    - ¿Quién es tu amigo? -me pregunta con cautela.
    - Paco, te presento a mi padre. Papá, este es mi amigo Paco.
    - Hola -dice Paco.

    Mi padre asiente con la cabeza.
    Mi madre hace una mueca.
    - Paco y yo tenemos que irnos.
    - ¿A dónde? -pregunta mi padre, completamente confuso.
    - A ver a Joe.
    - Tú no te vas a ningún sitio -suelta mi madre. Mi padre levanta las manos. No entiende nada-. ¿Quién es Joe?

    - El otro chicano del que te hablé -espeta mi madre con brusquedad-. ¿No te acuerdas?
    - Últimamente no me acuerdo de nada, Diana. -Mi madre se levanta con el plato lleno de comida en la mano y lo lanza al fregadero. El plato acaba rompiéndose y la comida saltando por los aires.

    - Te hemos dado todo lo que has querido, Demi -asegura mi madre-. Un coche nuevo, ropa de diseño... Se me agota la paciencia.

    - Todo eso es una frivolidad, mamá. Desde fuera, todos os ven como personas triunfadoras, pero como padres dais asco. Te doy un aprobado justo, y siendo generosa, porque si fuera la señora Peterson quien os evaluara habrías cateado. ¿Por qué os da miedo reconocer que tenéis problemas, como hace el resto del mundo? -Me siento estupendamente, y no puedo parar-. Mirad, Joe necesita mi ayuda. Una de las cosas que me hace ser como soy es la lealtad hacia la gente que me importa. Lo siento si os duele u os asusta.

    Shelley empieza a armar un alboroto y todos nos damos la vuelta para mirarla.
    - Demi -dice la voz del ordenador conectado a su silla de ruedas. Shelley está presionando las teclas con los dedos-. Buena chica.

    Rodeo la mano de mi hermana con los dedos antes de volver a dirigirme a mis padres.
    - Si quieres echarme a patadas de aquí, o repudiarme por ser quien soy, entonces hace lo y acabemos de una vez con esto.

    No quiero volver a sentir miedo. Por Joe, por Shelley, por mí misma. Es hora de enfrentarme a mis miedos, de otro modo acabaré hundiéndome en el dolor y el remordimiento durante el resto de mi vida. No soy perfecta. Ha llegado el momento de que todo el mundo lo sepa.

    - Mamá, voy a pedir una cita con el trabajador social del instituto.
    Mi madre frunce el ceño y su rostro adopta una expresión de repugnancia.
    - Eso es una estupidez. Quedará para siempre en tu expediente académico. No necesitas un trabajador social.

    - Sí que lo necesito -admito, y armándome de valor, añado-: Y tú también lo necesitas. Todos lo necesitamos.

    - Escúchame, Demi. Si sales por esa puerta... será mejor que no vuelvas.
    - Esto es intolerable -interviene mi padre.

    - Lo sé, y me siento muy bien -confieso mientras cojo mi bolso. Es todo lo que tengo, aparte de la ropa que llevo puesta. Con una sonrisa, le tiendo la mano a Paco-. ¿Nos vamos?
    Paco no duda ni un instante. Me coge de la mano y dice:
    - Sí.
    Y ya en su coche:

    - Eres dura de pelar. No pensé que tuvieras tanto valor.
    Paco me lleva a la parte más oscura de Fairfield, hasta un enorme almacén detrás de la carretera, en una zona aislada. Como si la madre naturaleza pretendiera advertirnos, unas amenazadoras nubes negras cubren el cielo y la temperatura empieza a descender.

    Un tipo fornido nos corta el paso.
    - ¿Quién es la blanquita? -pregunta.
    - Está limpia -afirma Paco.
    El chico me mira de arriba abajo de manera insinuante antes de abrir la puerta.
    - Si husmea demasiado, deberás responder por ella, Paco -le advierte.
    Lo único que quiero es llevarme a Joe de allí, lejos del peligro que nos rodea.
    - Eh -suena una voz arenosa cuando entramos en el almacén-. Si quieres algo que te anime, ven a verme, ¿vale?

    - Sígueme -me ordena Paco. Me coge por el brazo y me conduce por un largo pasillo. Escucho voces que vienen del lado opuesto del almacén... la voz de Joe.
    - Deja que entre sola -le ruego.

    - No es una idea muy inteligente. Espera a que Héctor termine de hablar con él -sugiere Paco, pero yo no le hago caso.

    Camino en dirección a la voz de Joe. Está hablando con dos tipos más y, por el tono de la conversación, parece algo muy serio. Uno de ellos saca una hoja de papel y se la entrega a Joe. Es entonces cuando se percata de mi presencia.

    Joe le dice algo en voz muy baja a uno de los hombres, antes de doblar el papel y guardarlo en el bolsillo de los vaqueros. Su voz es fría y dura, como la expresión de su rostro.
    - ¿Qué coño estás haciendo aquí? -me pregunta.
    - Yo solo...

    No puedo acabar la frase porque Joe me coge del brazo.
    - Lárgate de aquí ahora mismo. ¿Quién cojones te ha traído aquí?
    Estoy intentando pensar en una respuesta cuando Paco aparece de entre las sombras.

    - Joe, por favor. Puede que Paco me haya traído aquí, pero ha sido idea mía.
    - Eres un cabrón -le increpa Joe soltándome para enfrentarse a Paco,
    - ¿No es este tu futuro, Joe? -le pregunta Paco-. ¿Por qué te avergüenza tanto mostrarle a tu novia tu segunda casa?

    Joe le suelta un puñetazo en la mandíbula y Paco cae al suelo. Corro hacia él y fulmino a Joe con la mirada.

    - ¡No puedo creer que lo hayas hecho! - le grito-. Es tu mejor amigo, Joe.
    - ¡No quiero que veas este lugar! -exclama él, mientras un hilo de sangre empieza a manar del labio de Paco-. No deberías haberla traído aquí -añade, más calmado esta vez-. Este no es su sitio.

    - Ni tampoco el tuyo, hermano -dice Paco en voz baja-. Llévatela de aquí. Ya ha visto suficiente.
    - Ven conmigo -ordena Joe, ofreciéndome la
 mano.
    En lugar de ir con él, cojo la cara de Paco entre las manos y le inspecciono la herida.
    - Dios mío, estás sangrando. -Estoy empezando a perder los papeles. Un poco de sangre es suficiente para provocarme náuseas. Nunca he podido soportar ni la sangre ni la violencia.
    Paco aparta mis manos con dulzura.
    - Estoy bien. Vete con él.

    Una voz prorrumpe desde la oscuridad, dirigiéndose a Joe y a Paco.
    Me estremezco ante la autoridad que proyecta aquella voz. Hasta ahora no estaba asustada, pero ahora sí lo estoy. Es el hombre con el que estaba hablando Joe. Lleva un traje negro con una camisa de color crudo debajo. Le vi fugazmente en la boda. Lleva el pelo negro engominado hacia atrás y su tez es sombría. Me basta una sola mirada para saber que es alguien muy poderoso dentro de los Latino Blood. Le acompañan dos hombres corpulentos y de aspecto amenazador.
    - ¿Qué está pasando aquí? -grita.

    - Nada, Héctor -replican Paco y Joe al unísono.
    - Llévatela de aquí, Jonas.
    Joe me coge de la mano y me saca del almacén. No vuelvo a respirar hasta que estamos fuera.

Quimica Perfecta Capitulo 46




Joe
     
  - Necesito que me pongas al corriente de la situación de Demi -explica Lucky mientras estamos pasando el rato fuera del almacén-. Los chicos están haciendo apuestas paralelas, y la mayoría de ellos apuestan por ti. ¿Saben algo que yo no sé?
    Me encojo de hombros y miro a Julio, resplandeciente tras el último lavado. Si mi moto pudiera hablar, me rogaría que la salvase de Lucky. Pero no estoy dispuesto a soltar información alguna sobre Demi. Por lo menos, aún no.
    Héctor se acerca a nosotros y despacha a Lucky con la mano.

    - Tenemos que hablar, Joe Jonas -dice con voz seria-. Sobre ese favor del que estuvimos hablando. La noche de Halloween, cogerás un coche de alquiler, lo llevarás al barranco e intercambiarás la mercancía. ¿Crees que podrás hacerlo?

    Mi hermano tiene razón. La sangre de mi padre me corre por las venas. El trapicheo me asegurará el futuro en los Latino Blood, aunque ya sea mi derecho de nacimiento. Otros chicos heredan dinero o negocios familiares. Mi única herencia son los Latino Blood.

    - No hay nada de lo que no pueda ocuparme -le aseguro con un nudo en el estómago. He mentido a Demi deliberadamente. Se le iluminó la cara cuando habló de la posibilidad de que fuéramos juntos a la universidad. No pude decirle la verdad: no solo voy a quedarme en los Latino Blood, sino que estoy a punto de hacer un trapicheo con drogas.

    Héctor me da una palmada en la espalda.
    - Este es mi hermano leal. Sabía que la sangre te tiraría más que el miedo. Somos hermanos, ¿no?

    - ¡Claro! -respondo para que sepa que le soy leal, a él y a la banda. No es el tráfico de drogas lo que temo, sino el final de todos mis sueños. Si doy éste paso, habré cruzado la línea. Como hizo mi padre.
    - Hola, Joe.

    Paco está a mi lado. No me he dado cuenta de que Héctor se ha marchado.
    - ¿Qué pasa?
    - Necesito tu ayuda, colega -dice Paco.
    - ¿Tú también?
    Me mira con enfado, como suele hacer cuando quiere recordarme que estoy hablando con él.
    - Vamos a dar una vuelta.
    Tres minutos más tarde estoy en el asiento del copiloto de un Camaro rojo prestado.

    - ¿Vas a decirme por qué necesitas mi ayuda o quieres mantener el suspenso? - En realidad, voy a mantener el suspenso.

    Pasamos el letrero BIENVENIDO A en el arcén de la carretera.
    - ¿Winnetka? ¿Qué querrá hacer Paco en este selecto barrio residencial de la ciudad? - Confía en mí -ruega.
    -¿Qué?
    - Los mejores amigos deben confiar el uno en el otro.
    Me recuesto en el asiento. Soy consciente de que me preocupo demasiado, como los tipos en las películas malas del oeste. He accedido a participar en un trapicheo con drogas y ahora me dirijo a un suburbio de clase alta sin razón aparente.
    - Ah, aquí está -anuncia Paco.
    Levanto la mirada para leer el letrero.
    - ¿Me tomas el pelo?

    - No.
    - Si vas a robar, yo me quedo en el coche.
    - No hemos venido hasta aquí para robarles a un puñado de golfistas -dice Paco con una mueca.
    - Entonces, ¿qué hacemos aquí?
    - Practicar el swing. Vamos, levanta el culo y ayúdame.
    - Paco, estamos a mitad de octubre, a doce grados fuera.
    - Todo es cuestión de prioridad y percepción.

    Sentado en el coche, pienso en el modo de regresar a casa. Volver andando queda descartado, y no sé dónde está la parada de autobuses más cercana y... y... y voy a matar a Paco por traerme a un jodido campo de golf.
    Me acerco a Paco, quien está colocando pelotas en una cesta. Joder, debe de haber más de cien.

    - ¿De dónde has sacado ese palo? -le pregunto.
    Paco lo balancea en el aire como si fuera una hélice.
    - Del tipo que alquila las pelotas. ¿Quieres uno para practicar tu tiro?
    - No.
    Paco señala con el extremo del palo hacia un banco de madera verde situado detrás de él.
    - Entonces, puedes sentarte ahí.

    Cuando tomo asiento, echo un vistazo a los tipos que golpean sus pelotas en pequeñas secciones, y que nos observan con cautela por el rabillo del ojo. Soy muy consciente de que Paco y yo tenemos un aspecto muy distinto del resto de los tipos que hay en el campo. Con vaqueros, camiseta, tatuajes y bandana en la cabeza destacamos entre la mayoría de los golfistas con camisas de golf de manga larga, Dockers y ninguna marca distintiva en la piel.

    Normalmente no me importa, pero tras la charla con Héctor, lo que me apetece es irme a casa, no convertirme en el espectáculo de nadie. Apoyo los codos sobre las rodillas y observo como Paco se pone en ridículo.

    Paco saca una pequeña pelota de golf y la coloca sobre un círculo de goma clavado en el césped artificial. La única reacción que me provoca su swing es una mueca. El palo ni siquiera roza la pelota, pero sí conecta con el césped. Mi amigo suelta un taco. El tipo que hay a su lado le mira y se marcha a otra sección.

    Paco lo intenta de nuevo. Esta vez logra darle a la pelota, pero esta solo avanza unos centímetros por el césped. Sigue intentándolo, pero cada vez que balancea el palo, se pone más en ridículo. ¿Cree que está golpeando un disco de hockey?
    - ¿Has terminado? - pregunto una vez que ha vaciado la mitad de la cesta.
    - Joe -me dice Paco, inclinando el palo como si fuera un bastón-. ¿No crees que haya nacido para jugar al golf?

    - No -respondo, mirándole a los ojos.
    - Sé que has hablado con Héctor. Yo tampoco creo que hayas nacido para traficar con drogas.
    - ¿Por eso estamos aquí? ¿Intentas demostrarme algo?

    - Escúchame bien -insiste Paco-. Tengo las llaves del coche en el bolsillo y no iré a ninguna parte hasta que termine de golpear todas estas pelotas, así que lo mejor es que oigas lo que tengo que decirte. No soy tan inteligente como tú. No tengo muchas opciones en la vida, pero tú eres lo suficientemente listo como para ir a la universidad y convertirte en médico o en informático o algo así. Igual que yo no he nacido para jugar al golf, tú no has nacido para traficar con drogas. Deja que haga el intercambio por ti.

    - Ni de coña. Aprecio que te pongas en ridículo para explicarme tu punto de vista, pero sé lo que tengo que hacer -respondo.

    Paco coloca una nueva pelota, la golpea y una vez más sale rodando por el césped.
    - Demi está muy buena. ¿Piensa ir a la universidad? -Sé lo que pretende Paco. Por desgracia, mi mejor amigo es transparente como el cristal.
    - Sí. A la de Colorado.
    Para estar cerca de su hermana, por la que se preocupa más que por sí misma. Paco silba.
    - Seguro que va a conocer a un montón de chicos en Colorado. Ya sabes, chicos de verdad, con sombreros de cowboy. -Me pongo tenso. No quiero pensar en eso. Ignoro a Paco hasta que regresamos al coche.

    - ¿Cuándo vas a dejar de meter las narices en mis asuntos? —le pregunto.
    - Nunca -dice entre risitas.
    - Entonces, supongo que no te importará que yo me entrometa en los tuyos. ¿Qué ocurre entre Isa y tú?
    - Nos divertimos una noche. Eso es todo.

    - Eso dices tú, pero creo que ella no piensa lo mismo.
    - Sí, bueno, pero ese es su problema. -Paco enciende la radio y pone la música a todo volumen. Nunca ha salido con nadie porque le da miedo involucrarse demasiado. Ni siquiera Isa conoce los abusos que ha sufrido en su casa. En serio, entiendo las razones por las que mantiene las distancias con las chicas que le importan. Porque la verdad es que, a veces, si te acercas demasiado al fuego, acabas quemándote.