Joe
- Vayámonos de
aquí, mi amor, tú y yo. ¡Vamos!
Dejo escapar un
suspiro de alivio cuando me monto en Julio y Demi se sube de un salto detrás.
Me rodea la cintura con los brazos y se sujeta con fuerza cuando salimos a toda
velocidad del aparcamiento. Volamos por las calles, que con la velocidad acaban
convirtiéndose en un borrón. Ni siquiera me detengo cuando empieza a llover.
- ¿Podemos parar
ya? -grita Demi bajo la ensordecedora tormenta.
Aparco bajo un
viejo puente abandonado junto al lago. La lluvia golpea el cemento que nos
rodea, pero al menos allí podemos resguardamos.
Demi baja de la
moto de un salto.
- Eres un idiota
-me dice-. No puedes traficar con drogas. Es peligroso y estúpido, y además me
lo prometiste. Podrías ir a la cárcel. A la cárcel, Joe. Puede que a ti no te importe,
pero a mí sí. No permitiré que arruines tu vida.
- ¿Qué quieres oír?
- Nada. Todo. Di
algo para que no me quede aquí sintiéndome como una imbécil.
- La verdad es
que... Demi, mírame.
- No puedo -dice
mientras observa caer la lluvia-. Estoy tan cansada de pensar en todo lo que
puede suceder. -Tiro de ella para acercarla a mí-. No pienses, nena. Todo se
arreglará.
- Pero…
- Nada de peros.
Confía en mí.
Mi boca se cierra
sobre la suya. La fragancia de la lluvia y el olor a galletas me tranquiliza.
La rodeo con los brazos. Ella me agarra por los hombros empapados y me reclama
más. Deslizo las manos bajo su camiseta y recorro su ombligo con los dedos.
- Ven conmigo -le
digo antes de levantarla del suelo y sentarla a horcajadas sobre mi moto.
No puedo dejar de
besarla. Le susurro que no puedo vivir sin ella. Le recorro el cuello con mis
labios y me detengo un instante allí hasta que ella se inclina hacia atrás y me
deja quitarle la camiseta. Puedo hacerle olvidar todas sus inquietudes. Cuando
estamos juntos, no puedo pensar en otra cosa que no sea ella.
- Estoy perdiendo
el control -dice Demi mordiéndome el labio inferior. Me encantan sus labios.
- Nena, ya lo hemos
perdido -le digo, y me froto contra ella para demostrarle hasta qué punto lo
hemos perdido. Ella contonea las caderas lenta, seductoramente, en una
invitación que no merezco. Le rozo los labios con la yema de los dedos. Ella me
los besa antes de hacerlos descender hasta su barbilla, su cuello, sus pechos. Demi
me coge de la mano.
- No quiero parar, Joe.
-Le cubro el cuerpo con el mío.
Podría hacerlo. Sé
que me lo está pidiendo. Pero entonces aparece la conciencia. La estúpida
apuesta que hice con Lucky. Y lo que me dijo mi madre sobre lo fácil que es
dejar preñada a una chica.
Cuando hice la
apuesta, no sentía nada en absoluto por esta blanquita tan complicada. Pero
ahora... mierda, no quiero pensar en mis sentimientos. Los odio, solo sirven
para complicarte la vida. Quiero hacer el amor con Demi, pero no encima de una
moto, como si fuera una cualquiera. Alejo mis manos de su cuerpo perfecto. Es
lo único sensato que he hecho esta noche,
- No podemos
hacerlo así. Aquí no -le digo con voz ronca por la sobrecarga de emoción. Demi
iba a entregarme su cuerpo pese a saber quién soy y lo que estoy a punto de
hacer. La realidad es difícil de digerir.
Espero que ella se
sienta avergonzada, puede que incluso enfadada. Pero, en lugar de eso, se
acurruca en mi pecho y me abraza. «No me hagas esto», quiero decir, pero acabo
por rodearla con mis brazos, arropándola.
- Te quiero -le
oigo susurrar tan levemente que por un momento creo que son mis propios
sentimientos los que me hablan.
Me siento tentado a
decir: «No lo hagas. ¡No! ¡No!» Siento una punzada en el estómago mientras la
abrazo con más fuerza. Vaya, si las cosas fueran distintas, nunca la dejaría
marchar. Escondo el rostro entre su cabello y fantaseo acerca de llevarla lejos
de Fairfield.
Nos quedamos así
durante mucho rato, mucho después de que deje de llover. Cuando por fin salgo
del ensueño, la ayudo a bajar de la moto para que pueda ponerse la camiseta.
Demi me mira con
unos ojos llenos de esperanza.
- ¿Vas a hacer ese
trapicheo?
Me bajo de Julio y
camino hasta el final del túnel. Me mojo la mano con el agua que aún resbala
por la pared y dejo que el frío se me cuele entre los dedos.
- Tengo que hacerlo
-le contesto sin darme la vuelta. Ella se acerca.
- ¿Por qué? ¿Por
qué tienes que hacer algo que puede llevarte a la cárcel?
Acaricio su mejilla
suave y pálida con la palma de la mano y la miro con una sonrisa triste.
- ¿No sabías que
los pandilleros trafican con drogas? Es parte del trabajo.
- Pues déjalo.
Seguro que hay un modo de... - Todos lo que quieren dejarlo, deben enfrentarse
a un reto. Torturas, una paliza. Si sobrevives, te dejan salir. Déjame decirte
algo, preciosa, solo conozco a una persona que ha salido con vida de un reto.
Aunque le zurraron a conciencia, y creo que el tipo preferiría estar muerto.
Nunca lo entenderás. Mi familia lo necesita. - ¿Por dinero? Aparto la mano de
su cara.
- No, no es por
dinero -Echo la cabeza hacia atrás con una mueca de desesperación-. ¿Podemos
cambiar de tema, por favor?
- No quiero que
hagas nada ilegal. - Nena, lo que tú necesitas es un santo. O un funcionario. Y
yo no soy ninguna de las dos cosas. - ¿Te importo Joe? - Sí.
- Entonces,
demuéstramelo.
Me quito la bandana
de la cabeza y me peino el cabello con los dedos.
- ¿Sabes lo difícil
que ha sido todo para mí? Mi madre espera que proteja a la familia desde los
Latino Blood, pero al mismo tiempo lo rechaza. Héctor quiere que demuestre mi
lealtad a la banda y tú, la única persona con la que siento que puedo llevar
una vida normal algún día, quieres que te demuestre mi amor haciendo algo que
podría poner en peligro a mi familia. Tengo que hacerlo, ¿vale? Y nadie, ni
siquiera tú, va a hacerme cambiar de idea. Olvídalo.
- ¿Y vas a
sacrificar lo nuestro?
- Maldita sea, no
me hagas esto. No tenemos que sacrificar nada.
- Si empiezas a
traficar con drogas, se acabó. Yo he sacrificado todo lo que tenía por ti...
por nosotros. Mis amigos. Mis padres. Todo. ¿No puedes hacer lo mismo?
Le doy mi chaqueta
cuando los dientes le empiezan a castañetear.
- Toma. Ponte esto.
Se acabó. Esta es
mi vida. Si no puede asumirlo, tendrá que volver con Colin Adams. O con quien
encaje en su molde de príncipe azul.
Me pide que la
lleve a casa de Sierra.
- Creo que
deberíamos trabajar por separado en el proyecto de química -sugiere antes de
devolverme la chaqueta, frente a la enorme casa junto a la playa-. ¿Quieres
hacer los calentadores o prefieres redactar el proyecto?
- Como quieras.
- Bueno, a mí se me
da muy bien escribir...
- Vale. Yo haré lo
otro.
- Joe, no tiene por
qué ser así.
Tiene los ojos húmedos.
Tengo que salir rapido de allí antes de que aparezcan las lágrimas. No podría
soportarlo.
- Sí, tiene que ser
así -le digo antes de alejarme de allí en la moto.