viernes, 19 de abril de 2013

Quimica Perfecta Capitulo 46




Joe
     
  - Necesito que me pongas al corriente de la situación de Demi -explica Lucky mientras estamos pasando el rato fuera del almacén-. Los chicos están haciendo apuestas paralelas, y la mayoría de ellos apuestan por ti. ¿Saben algo que yo no sé?
    Me encojo de hombros y miro a Julio, resplandeciente tras el último lavado. Si mi moto pudiera hablar, me rogaría que la salvase de Lucky. Pero no estoy dispuesto a soltar información alguna sobre Demi. Por lo menos, aún no.
    Héctor se acerca a nosotros y despacha a Lucky con la mano.

    - Tenemos que hablar, Joe Jonas -dice con voz seria-. Sobre ese favor del que estuvimos hablando. La noche de Halloween, cogerás un coche de alquiler, lo llevarás al barranco e intercambiarás la mercancía. ¿Crees que podrás hacerlo?

    Mi hermano tiene razón. La sangre de mi padre me corre por las venas. El trapicheo me asegurará el futuro en los Latino Blood, aunque ya sea mi derecho de nacimiento. Otros chicos heredan dinero o negocios familiares. Mi única herencia son los Latino Blood.

    - No hay nada de lo que no pueda ocuparme -le aseguro con un nudo en el estómago. He mentido a Demi deliberadamente. Se le iluminó la cara cuando habló de la posibilidad de que fuéramos juntos a la universidad. No pude decirle la verdad: no solo voy a quedarme en los Latino Blood, sino que estoy a punto de hacer un trapicheo con drogas.

    Héctor me da una palmada en la espalda.
    - Este es mi hermano leal. Sabía que la sangre te tiraría más que el miedo. Somos hermanos, ¿no?

    - ¡Claro! -respondo para que sepa que le soy leal, a él y a la banda. No es el tráfico de drogas lo que temo, sino el final de todos mis sueños. Si doy éste paso, habré cruzado la línea. Como hizo mi padre.
    - Hola, Joe.

    Paco está a mi lado. No me he dado cuenta de que Héctor se ha marchado.
    - ¿Qué pasa?
    - Necesito tu ayuda, colega -dice Paco.
    - ¿Tú también?
    Me mira con enfado, como suele hacer cuando quiere recordarme que estoy hablando con él.
    - Vamos a dar una vuelta.
    Tres minutos más tarde estoy en el asiento del copiloto de un Camaro rojo prestado.

    - ¿Vas a decirme por qué necesitas mi ayuda o quieres mantener el suspenso? - En realidad, voy a mantener el suspenso.

    Pasamos el letrero BIENVENIDO A en el arcén de la carretera.
    - ¿Winnetka? ¿Qué querrá hacer Paco en este selecto barrio residencial de la ciudad? - Confía en mí -ruega.
    -¿Qué?
    - Los mejores amigos deben confiar el uno en el otro.
    Me recuesto en el asiento. Soy consciente de que me preocupo demasiado, como los tipos en las películas malas del oeste. He accedido a participar en un trapicheo con drogas y ahora me dirijo a un suburbio de clase alta sin razón aparente.
    - Ah, aquí está -anuncia Paco.
    Levanto la mirada para leer el letrero.
    - ¿Me tomas el pelo?

    - No.
    - Si vas a robar, yo me quedo en el coche.
    - No hemos venido hasta aquí para robarles a un puñado de golfistas -dice Paco con una mueca.
    - Entonces, ¿qué hacemos aquí?
    - Practicar el swing. Vamos, levanta el culo y ayúdame.
    - Paco, estamos a mitad de octubre, a doce grados fuera.
    - Todo es cuestión de prioridad y percepción.

    Sentado en el coche, pienso en el modo de regresar a casa. Volver andando queda descartado, y no sé dónde está la parada de autobuses más cercana y... y... y voy a matar a Paco por traerme a un jodido campo de golf.
    Me acerco a Paco, quien está colocando pelotas en una cesta. Joder, debe de haber más de cien.

    - ¿De dónde has sacado ese palo? -le pregunto.
    Paco lo balancea en el aire como si fuera una hélice.
    - Del tipo que alquila las pelotas. ¿Quieres uno para practicar tu tiro?
    - No.
    Paco señala con el extremo del palo hacia un banco de madera verde situado detrás de él.
    - Entonces, puedes sentarte ahí.

    Cuando tomo asiento, echo un vistazo a los tipos que golpean sus pelotas en pequeñas secciones, y que nos observan con cautela por el rabillo del ojo. Soy muy consciente de que Paco y yo tenemos un aspecto muy distinto del resto de los tipos que hay en el campo. Con vaqueros, camiseta, tatuajes y bandana en la cabeza destacamos entre la mayoría de los golfistas con camisas de golf de manga larga, Dockers y ninguna marca distintiva en la piel.

    Normalmente no me importa, pero tras la charla con Héctor, lo que me apetece es irme a casa, no convertirme en el espectáculo de nadie. Apoyo los codos sobre las rodillas y observo como Paco se pone en ridículo.

    Paco saca una pequeña pelota de golf y la coloca sobre un círculo de goma clavado en el césped artificial. La única reacción que me provoca su swing es una mueca. El palo ni siquiera roza la pelota, pero sí conecta con el césped. Mi amigo suelta un taco. El tipo que hay a su lado le mira y se marcha a otra sección.

    Paco lo intenta de nuevo. Esta vez logra darle a la pelota, pero esta solo avanza unos centímetros por el césped. Sigue intentándolo, pero cada vez que balancea el palo, se pone más en ridículo. ¿Cree que está golpeando un disco de hockey?
    - ¿Has terminado? - pregunto una vez que ha vaciado la mitad de la cesta.
    - Joe -me dice Paco, inclinando el palo como si fuera un bastón-. ¿No crees que haya nacido para jugar al golf?

    - No -respondo, mirándole a los ojos.
    - Sé que has hablado con Héctor. Yo tampoco creo que hayas nacido para traficar con drogas.
    - ¿Por eso estamos aquí? ¿Intentas demostrarme algo?

    - Escúchame bien -insiste Paco-. Tengo las llaves del coche en el bolsillo y no iré a ninguna parte hasta que termine de golpear todas estas pelotas, así que lo mejor es que oigas lo que tengo que decirte. No soy tan inteligente como tú. No tengo muchas opciones en la vida, pero tú eres lo suficientemente listo como para ir a la universidad y convertirte en médico o en informático o algo así. Igual que yo no he nacido para jugar al golf, tú no has nacido para traficar con drogas. Deja que haga el intercambio por ti.

    - Ni de coña. Aprecio que te pongas en ridículo para explicarme tu punto de vista, pero sé lo que tengo que hacer -respondo.

    Paco coloca una nueva pelota, la golpea y una vez más sale rodando por el césped.
    - Demi está muy buena. ¿Piensa ir a la universidad? -Sé lo que pretende Paco. Por desgracia, mi mejor amigo es transparente como el cristal.
    - Sí. A la de Colorado.
    Para estar cerca de su hermana, por la que se preocupa más que por sí misma. Paco silba.
    - Seguro que va a conocer a un montón de chicos en Colorado. Ya sabes, chicos de verdad, con sombreros de cowboy. -Me pongo tenso. No quiero pensar en eso. Ignoro a Paco hasta que regresamos al coche.

    - ¿Cuándo vas a dejar de meter las narices en mis asuntos? —le pregunto.
    - Nunca -dice entre risitas.
    - Entonces, supongo que no te importará que yo me entrometa en los tuyos. ¿Qué ocurre entre Isa y tú?
    - Nos divertimos una noche. Eso es todo.

    - Eso dices tú, pero creo que ella no piensa lo mismo.
    - Sí, bueno, pero ese es su problema. -Paco enciende la radio y pone la música a todo volumen. Nunca ha salido con nadie porque le da miedo involucrarse demasiado. Ni siquiera Isa conoce los abusos que ha sufrido en su casa. En serio, entiendo las razones por las que mantiene las distancias con las chicas que le importan. Porque la verdad es que, a veces, si te acercas demasiado al fuego, acabas quemándote.

Quimica Perfecta Capitulo 45




Demi
  
  Después del partido del sábado por la tarde, un partido que ganamos gracias al touchdown de Doug a tan solo cuatro segundos del final, estoy charlando con Sierra y el Factor Triple M, en un lateral del campo. Estamos discutiendo sobre el lugar al que ir para celebrar la victoria.

    - ¿Qué os parece Lou Malnati's? -dice Morgan.
    Todas estamos de acuerdo, porque es la mejor pizzería de la ciudad. Megan está a dieta, pero le encanta la ensalada especial de la casa, por lo que damos por zanjado el asunto.

    Mientras organizamos los últimos detalles, veo a Isabel hablando con Marta Ruíz. Me acerco a ellas.

    - Hola, chicas -las saludo-. ¿Os apetece venir a Lou Maltani's con nosotras?
    María frunce el ceño, confusa. Aunque Isabel no lo hace.
    - Claro -responde Isabel.

    María se queda mirando a Isabel, luego se vuelve hacia mí y se dirige de nuevo a su amiga. Le comenta algo en voz baja y añade que nos veremos en el restaurante.
    - ¿Qué te ha dicho?

    - Quería saber la razón por la que nos invitas a salir con tus amigas.
    - ¿Y qué le has dicho?
    - Le he dicho que somos amigas. Pero para que lo sepas, mis amigas me llaman Isa, no Isabel.

    La acompaño hasta el resto del grupo. Entonces miro a Sierra, quien admitió no hace mucho sentir celos por mi amistad con Isabel. Sin embargo, en lugar de comportarse con frialdad, sonríe a Isabel y le pide que le enseñe cómo hace el salto mortal doble en las prácticas de animadoras. Eso solo confirma que es mi mejor amiga. Madison parece tan asombrada como María cuando anuncio que ella e Isabel se vienen con nosotras al Lou Malnati's. Pero no objeta nada.

    Quizás, solo quizás, este sea un pequeño paso hacia lo que el director Aguirre llama «enmendar la brecha». No soy tan ingenua como para pensar que puedo cambiar Fairfield de la noche a la mañana, pero mi percepción de algunas personas ha cambiado en las últimas semanas. Espero que la de ellos también lo haya hecho.

        En el restaurante, me siento junto a Isabel. Un grupo de chicos del equipo de fútbol también ha venido, por lo que el restaurante está invadido por estudiantes del instituto Fairfield. Darlene entra con Colin. Él la rodea con el brazo como si estuvieran saliendo juntos.
    Sierra, que está sentada frente de mí, dice:

    - Dime que no lleva la mano en el bolsillo trasero de Colin. Es tan patético.
    - No me importa -le aseguro, intentando que no se note que en realidad si me importa-. Si quieren salir juntos, allá ellos.

    - Solo lo hace porque quiere tener todo lo que tú tienes. Para ella es como una competición. Primero ocupa tu puesto en las animadoras, ahora Je pone las garras encima a Colin. Lo siguiente que sabrás es que quiere cambiarse el nombre por el de Demi.

    - Qué graciosa.
    - Eso dices ahora -añade, y luego se acerca para susurrar-: No te parecerá tan gracioso cuando se interese por Joe.
    - Eso sí que no tiene gracia.

    Doug entra en el restaurante y Sierra levanta la mano para llamar su atención. No hay asientos libres, así que Sierra le deja el suyo y se sienta en su regazo. Empiezan a enrollarse allí mismo, lo que me indica que es hora de darme la vuelta y hablar con Isabel.

    - ¿Cómo progresan las cosas con ya sabes quién? -le pregunto, sabiendo que no puedo pronunciar el nombre de Paco porque Isa no quiere que María se entere de que está colada por él.

    - No progresan -suspira.
    - ¿Por qué no? ¿Hablaste con él como te dije?
    - No. Está comportándose como un capullo e ignora completamente el hecho de que estuvimos juntos aquella noche. Creo que no lo menciona porque no quiere ir más allá.

    Pienso en mi ruptura con Colin y en mi aventura con Joe. Cada vez que me comporto al contrario de lo que los demás esperan de mí, haciendo por fin lo que quiero, me siento mucho más fuerte.
    - Tienes que arriesgarte, Isa. Te garantizo que vale la pena.
    - Acabas de llamarme Isa.

    - Lo sé. ¿Te parece bien?
    - Sí Demi, me parece bien -afirma, empujándome juguetonamente por el hombro.
    Hablar con Isa de Paco me hace sentir intrépida, y esa sensación me lleva a pensar en Joe. En cuanto terminamos de comer, y todos empiezan a marcharse, llamo a Joe por el móvil, de camino al coche.

    - ¿Sabes dónde está el Club Mystique?
    - Sí.
    - Nos vemos allí a las nueve, esta noche.
    - ¿Por qué? ¿Qué pasa?
    - Ya lo verás -le digo antes de colgar. Luego me doy cuenta de que Darlene está justo detrás de mí. ¿Me habrá oído hablar con Joe?
    - ¿Tienes una cita esta noche? -me pregunta.

    Eso responde a mi pregunta.
    - ¿Qué te he hecho para que me odies tanto? Unos días somos amigas, pero otros tengo la sensación de que tramas algo contra mí.

    Darlene se encoge de hombros, apartándose el pelo de la cara. Me basta con ese gesto para saber que ya no puedo considerarla mi amiga.

    - Supongo que estoy harta de vivir a tu sombra, Demi. Ha llegado el momento de que abdiques de tu reino. Has sido la princesa del instituto Fairfield durante demasiado tiempo. Es hora de que le brindes a otra la oportunidad de convertirse en el centro de atención.

    - Todo para ti. Que lo disfrutes -le suelto. No sabe que nunca he deseado ocupar la primera posición en todo. Si acaso, solía valerme de eso para darle más credibilidad al papel que representaba ante los demás.

        Cuando llego al Club Mystique a las nueve, Joe me sorprende por detrás, en la puerta. Me doy la vuelta y le rodeo el cuello con los brazos.

    - Vaya, nena -exclama, apartándose un poco-. Pensaba que íbamos a mantener lo nuestro en secreto. Odio decírtelo, pero hay un puñado de chicos del norte de Fairfield justo ahí. Y nos están mirando.
    - No me importa. Ya no.
    - ¿Por qué?

    - Sólo se vive una vez.
    A él parece gustarle mi respuesta, porque me coge de la mano y me lleva al final de la cola. Hace frío aquí fuera, y Joe abre su chaqueta y me arropa con ella mientras esperamos nuestro turno para entrar.

    Le miro mientras nuestros cuerpos quedan el uno junto al otro.
    - ¿Vas a bailar conmigo esta noche? -le pregunto.
    - Por supuesto.

    - Colin nunca quería bailar conmigo.
    - Yo no soy Colin, nena, y nunca lo seré.
    - Genial. Te tengo a ti, Joe. He comprendido que es lo único que necesito y que estoy preparada para compartirlo con el mundo.

        Una vez dentro, Joe me arrastra a la pista de baile. Hago caso omiso de las miradas estúpidas de los estudiantes norteños de Fairfield mientras me acerco a Joe y nos movemos al ritmo de la música.

    Nos contoneamos como si lleváramos toda la vida juntos; cada movimiento parece sincronizado. Por primera vez, no tengo miedo de lo que la gente piense al vernos juntos. El año que viene, cuando esté en la universidad, no tendrá ninguna importancia de qué lado de la ciudad es cada cual.

    Troy, un chico con el que bailé la última vez que vine al Club Mystique, me da un golpecito en el hombro mientras la música hace vibrar el suelo de la pista.
    - ¿Quién es tu nuevo semental? -pregunta.

    - Troy, este es mi novio, Joe. Joe, este es Troy.
    - Hola, -dice Joe tendiéndole la mano y estrechándola de Troy.
    - Tengo la sensación de que este tío no cometerá el mismo error que cometió el otro -asegura Troy.

    No respondo, porque siento las manos de Joe alrededor de mi cintura y espalda, y me siento muy bien al tenerlo aquí conmigo. Creo que le gusta que lo llame novio, y a mí me gusta poder decirlo en voz alta. Apoyo la espalda contra su pecho y cierro los ojos, dejando que el ritmo de la música fluya y el movimiento de nuestros cuerpos se funda en uno solo.

    Después de bailar un rato, necesito un descanso. Salimos de la pista, saco el móvil y le digo:
    - Posa para mí.
    En la primera foto intenta aparentar ser un chico malo. Me hace reír. Echo otra antes de que pueda adoptar otra pose.

    - Hagámonos una juntos -sugiere, atrayéndome hacia él. Junto la mejilla con la suya mientras él coge el móvil, lo aleja todo lo que puede y congela el momento con un solo clic. Una vez hecha la foto, me rodea con sus brazos y me besa.

    Me reclino en él y estudio la multitud. En la primera planta, en uno de los palcos, veo a Colin, la última persona que pensaba encontrar aquí. Colin odia este local, odia bailar.

    Su mirada enojada se cruza con la mía; luego ofrece una exhibición por todo lo alto besando a la chica que le acompaña, Darlene. Y ella le devuelve el beso con todas sus ganas, mientras le agarra del culo y se frota contra él. Ella sabía que yo estaría aquí con Joe esta noche; es evidente que lo había planeado todo.
    - ¿Quieres irte? -pregunta Joe cuando repara en ellos.
    Me vuelvo para mirarle y una vez más me quedo boquiabierta ante sus hermosos y marcados rasgos.

    - No. Pero hace mucho calor aquí. Quítate la chaqueta.
    Él vacila un instante antes de decir:
    - No puedo.
    - ¿Por qué no?
    Hace una mueca.
    - Dime la verdad, Joe.
    Me aparta un mechón de la cara y lo esconde tras la oreja.
    - Nena, este no es el territorio de los Latino Blood, sino el de los Fremont 5, una banda rival. Tu amigo Troy es uno de ellos.

    ¿Qué? Guando le sugerí que viniésemos aquí, no me detuve a pensar en territorios ni afiliaciones a bandas. Yo solo quería bailar.
    - Ay, madre, Joe. Te he puesto en peligro. ¡Salgamos de aquí! -exclamo desesperada.
    Joe se acerca mucho y me susurra al oído:
    - Solo se vive una vez, ¿no es eso lo que has dicho antes? Vuelve a bailar conmigo
    - Pero...

    Me interrumpe con un beso tan apasionado que me olvido de todo lo demás. Y tan pronto como recupero el sentido, volvemos a estar en la pista de baile.
    Corremos el riesgo y nos movemos demasiado cerca de los tiburones, pero salimos sin un arañazo. El peligro que nos acecha acaba por reforzar nuestra mutua complicidad.

    En el baño de las chicas, Darlene se retoca en el espejo.
    La veo y ella repara en mí.
    - Hola -digo.
    Darlene pasa por mi lado sin pronunciar palabra. Es un pequeño atisbo de lo que me espera al ser una chica de la zona norte marginada, pero no me importa.
       Cuando acaba la noche, y Joe me acompaña al coche, le cojo de la mano y miro las estrellas.

    - Si pudieras pedir un deseo ahora mismo, ¿qué pedirías? -le pregunto.
    - Que el tiempo se detuviera.
    - ¿Por qué?
    Se encoje de hombros y contesta:
    - Porque así podría vivir este momento eternamente. ¿Y tú?

    - Ir a la universidad juntos. Aunque tú quieras evitar el futuro, yo estoy deseando que llegue. ¿No sería genial sí los dos estuviéramos en la misma universidad? Lo digo en serio, Joe.
    Se aparta de mí.
    - Para alguien que quiere tomarse las cosas con tranquilidad, estás planeando cosas con mucha antelación.

    - Lo sé. Lo siento. No puedo evitarlo. He presentado mi solicitud para entrar en la Universidad de Colorado y así estar cerca de mi hermana. El lugar al que la van a mandar mis padres está a unos pocos kilómetros del campus. No sería tan grave que presentaras una solicitud, ¿no crees?
    - Supongo que no.

    - ¿En serio?
    Me aprieta la mano con fuerza.
    - Lo que sea por hacerte sonreír así.

domingo, 14 de abril de 2013

La Chica que A La Que Nunca lo Miro Capitulo 15




–Lo siento. Necesitaba tirar algo.
 –¿Tiras algo cada vez que te sientes frustrado? –preguntó ella, recogió el libro y lo dejó sobre la mesa.

 –Mi forma favorita de superar el estrés es irme al gimnasio y darle puñetazos a un saco de boxeo. Por desgracia, ahora no puedo hacerlo –explicó él. Al tener a Demi en el salón, se sentía menos estresado–. ¿Qué estás haciendo en la cocina? ¿Estás trabajando?

 –Estoy leyendo un libro de recetas y pensando en preparar algo un poco especial. Mientras, ¿quieres que te traiga un tentempié o algo para beber?

 –No, pero puedes sentarte aquí y hablar conmigo –repuso él y se sentó en el sofá con un suspiro de intenso alivio.
 –Tu secretaria debe de pasarlo fatal trabajando para ti –comentó ella, sentándose en un sillón junto al fuego.

 Demi se relajó. Era fácil volver a disfrutar de su compañía y su amistad, que había creído perdida para siempre. Al fin, estaba manejando la situación como una adulta, se dijo. ¿Qué podía tener eso de malo o de peligroso? Además, le gustaba mirar a Joseph, aunque odiaba admitir que eso fuera una debilidad por su parte. Le gustaba ver cómo se pasaba los dedos por el pelo, como estaba haciendo en ese momento. Era un gesto típico de él.

 –A mi secretaria le encanta trabajar para mí –se defendió él–. Está deseando ir a la oficina por las mañanas.

Demi se imaginó a una mujer joven, guapa y enamorada de él, siguiéndolo con los ojos y feliz de poder disfrutar de su compañía. De pronto, se puso enferma de celos.
 –Tiene sesenta años, es abuela y su marido retirado está todo el día detrás de ella. Trabajar para mí es como tener vacaciones permanentes.

 Un inmenso alivio se apoderó de Demi, tanto que se alarmó un poco. Así que sus sentimientos por él no estaban muertos ni enterrados… ¡pero podría apañárselas!
 Joseph estaba sonriendo y ella le devolvió la sonrisa.

 –Bueno, cuéntame por qué has tirado el libro –pidió ella, sintiéndose entre molesta y excitada por la intensa mirada de él. Sabía que no era buena idea alimentar su adicción, sin embargo, no podía soportar la idea de levantarse de allí e irse a la cocina.

 –Hace un par de meses, cerramos un trato con una editorial. Era una compra muy lucrativa y con potencial, pero estamos teniendo problemas.
 Demi se inclinó hacia delante, intrigada. Recordaba haber leído algo sobre esa compra en Internet.

 –¿Qué clase de problemas?
 –Tienen que adaptarse. Tienen un nicho de mercado, pero no da dinero. Sus empleados podrían subirse al carro de los libros electrónicos, pero se niegan a cooperar y no quieren firmar el contrato. Por supuesto, podríamos obligarles a hacerlo, pero no queremos tener empleados a disgusto.

Demi había trabajado con un par de pequeñas editoriales en París, una de ellas especializada en mapas y otra, en libros raros de ediciones limitadas. Le había fascinado lo diferente que era su forma de llevar el negocio, comparadas con las grandes editoriales, y lo distintos que habían sido sus empleados. Eran personas que se involucraban a título personal en la empresa, de una forma que no sucedía en las grandes compañías. Ambas estaban luchando mucho para seguir adelante, pero estaban teniendo éxito.

 Ella lo bombardeó con muchas preguntas sobre el acuerdo legal al que habían llegado con la editorial.

 Compartió con él su experiencia con empresas similares y con los problemas que habían surgido cuando habían sido compradas por multinacionales.

 –Tienes que trabajar con ellas –aconsejó Demi –. Puedes explorar un mercado diferente. No solo dan dinero los libros electrónicos. Yo creo que merece la pena tener un nicho de mercado que funciona sin interferencias, porque le otorga integridad al proyecto general.
Joseph, que en realidad no tenía ni idea de lo que ella hacía en París, quedó impresionado por sus conocimientos y la brillantez de sus ideas.

 También conocía todos los entresijos legales de los que podía valerse esa pequeña editorial para independizarse de la compañía que la había comprado. Mientras la escuchaba con interés, ella le explicó con fogosidad todas las razones por las que era mejor no forzar a su nueva subsidiaria a amoldarse a lo que hacían la mayoría de las grandes editoriales. Al fin, él asintió despacio y frunció el ceño.

 –Muy bien. ¿Entonces crees que debería dejar de presionar y consentir que los empleados hagan las cosas a su manera?

 –No a su manera, pero con alguien competente en el puesto de dirección, igual te sorprende comprobar que, en este mundo informatizado en que vivimos, también hay sitio para las cosas que no quieren o no pueden ser digitalizadas. Sigue habiendo personas que aman las cosas antiguas y debemos animarlos a seguir así.

 –¿Y qué pensarías si te digo que tengo en mente a la persona adecuada para ese puesto?
 –¿Ah, sí? Siempre pensé que tus empleados son gente brillante y moderna que no quiere atarse a tareas consideradas como pasadas de moda.

 –Bueno, siempre se les puede convencer, si se les paga bien. El dinero puede ser muy persuasivo.
 –Sí… –dijo ella, pensativa–. Pero también te hace falta alguien a quien le interese el trabajo y no lo haga solo para engrosar su cuenta bancaria.

 –La persona que tengo en mente es inteligente, apasionada y haría el trabajo de maravilla.
 –Genial. Bueno… ya está bien de darte la charla. ¿Te sientes menos frustrado ya o vas a volver a tirar el libro de jardinería contra el suelo? Si lo vas a hacer, avísame para que no me pegue un susto de muerte mientras esté cortando cebollas para la cena –indicó ella y se puso en pie.
Joseph le hizo una seña para que esperara.

 –Me gusta escuchar tus opiniones –señaló él–. Antes, tú siempre escuchabas las mías.
 Demi se sonrojó de placer al escucharlo.

 Su relación había dado un cambio. Se habían convertido en dos adultos en una situación de igualdad, muy diferente de la que habían compartido en el pasado y mucho más satisfactoria.
 Entonces, de golpe Demi recordó aquellas palabras que él había pronunciado el día anterior. «Eres una mujer atractiva».

 El corazón se le aceleró. Era posible que él respetara sus opiniones, pero eso no significaba que hubiera dejado de verla como la vecinita de al lado. Sin embargo, cuando ella intentó recordar todo el daño que la había causado hacía cuatro años, no lo consiguió. Por primera vez, revivió aquella noche viéndose a sí misma a través de lo ojos de él. Joven, ingenua, enamoradiza, maleable… Meneó la cabeza, tratando de poner en orden un tumulto de pensamientos.
 –Lo sé. Pero seguro que te aburro.

 –Eso nunca…
 –¿A quién tienes en mente para el trabajo? –inquirió ella para agilizar la conversación, pues la intensa mirada de él le estaba acelerando el corazón–. ¿Crees que no le importará que lo apartes de su puesto para hacer otra cosa que puede que no reporte beneficios?
 –Es una mujer…

 De repente, la hiperactiva imaginación de Demi volvió a la carga, sembrándose de imágenes de rubias bonitas deseando satisfacer todos los deseos de su jefe. Sería una de sus leales empleadas, como su secretaria, aunque más joven y soltera.
 –El único obstáculo que veo es que todavía no trabaja en mi compañía –señaló él, maravillado porque ella todavía no adivinara hacia dónde iba la conversación.
 –¿Ah, no?