domingo, 31 de marzo de 2013

Quimica Perfecta Capitulo 34




Joe
  
  Hoy Demi se ha marchado del instituto a la carrera, siguiendo a Cara Burro. Antes de irme, la vi con él. Estaban enfrascados en una conversación privada en la parte de atrás del campo de fútbol. Se ha decantado por él, lo que no me sorprende en absoluto. Cuando me preguntó en clase de química qué debía hacer, tendría que haberle dicho que plantara a ese capullo. Ahora me sentiría mejor y no estaría tan cabreado como lo estoy ahora. ¡Cabronazo!
    Él no la merece. De acuerdo, puede que yo tampoco.

    Después de clase, pasé por el almacén para ver si podía obtener algo de información sobre mi padre. Sin embargo, no saqué nada en claro. Los tipos que conocían entonces a mi padre no tienen mucho que decir, excepto que nunca dejaba de hablar de sus hijos. La conversación se vio interrumpida por un Satín Hood que fumigó el almacén a disparos, una señal de que están buscando venganza y de que no se detendrán hasta conseguirla. No sé si debería preocuparme o no por la ubicación del almacén, un descampado aislado detrás de la vieja estación de tren. Nadie sabe que estamos aquí, ni siquiera la poli. Sobre todo la poli.

    Ya soy inmune al sonido de los disparos. En el almacén, en el parque... los espero en cualquier momento. Algunas calles son más seguras que otras, pero los rivales saben que este lugar, el almacén, es nuestro santuario. Y esperan el momento oportuno para tomar represalias. Es una filosofía muy simple: si no respetas nuestro territorio, nosotros no respetaremos el tuyo. Nadie ha salido herido esta vez, así que no habrá ninguna muerte que vengar. No obstante, seguro que se derramará sangre. Esperan que vayamos en su busca, y no les decepcionaremos. En la zona de la ciudad en la que vivo, el ciclo de la vida se enlaza con el ciclo de la violencia.

    Después de que todo vuelva a la normalidad, subo a la moto y me doy cuenta de que sin pretenderlo me encamino a casa de Demi. No puedo evitarlo. Tan pronto como cruzo las vías del tren, me detiene un coche de policía, del que salen dos tipos uniformados.

    En lugar de explicarme la razón por la que me detienen, uno de los polis me ordena que baje de la moto y que le muestre el carné.

    - ¿He cometido alguna infracción? -pregunto mientras se lo entrego.
    El agente que examina mi documentación me contesta:
    - Podrás hacer preguntas después de que yo haga las mías. ¿Llevas drogas encima, Joseph?

    - No, señor.
    - ¿Algún arma? -pregunta el otro policía.
    Vacilo un instante, pero les digo la verdad: - Sí.
    Uno de los policías saca la pistola de su funda y me apunta con ella en el pecho. El otro me pide que levante las manos y luego me ordena tumbarme en el suelo mientras pide refuerzos. Mierda. Estoy bien jodido; muy jodido.
    - ¿Qué tipo de arma?

    Hago una mueca antes de decir: - Una Glock de nueve milímetros.
    Menos mal que le devolví a Wil la Beretta o me hubieran pillado armado hasta los dientes.

    Mi respuesta hace que el policía se ponga algo nervioso. Me fijo en que su dedo tiembla ligeramente sobre el gatillo.
    - ¿Dónde la llevas?

    - Escondida en la pierna izquierda.
    - No te muevas, voy a desarmarte. Si te quedas quieto, no pasará nada.
    Tras desarmarme, el otro poli se pone unos guantes de goma y en un tono de voz autoritario que no tiene nada que envidiar al de la señora P., suelta:
    - ¿Llevas encima alguna jeringuilla, Joseph?
    - No, señor -respondo.

    Se arrodilla a mi lado y me pone las esposas.
    - Levántate -me ordena tirando de mí. Luego hace que me incline sobre el capó del coche. Cuando me cachea, me siento humillado. Mierda, por mucho que supiera que era inevitable que algún día me arrestaran, parece ser que no estaba preparado. Me muestra la pistola y dice:

    - Quedas detenido por posesión de armas.
     Joseph Jonas, tienes derecho a permanecer en silencio -recita el otro poli-. Cualquier cosa que digas podrá ser utilizada en tu contra en un tribunal...

    El calabozo huele a meados y a humo. O quizás sean los tipos que han tenido la mala suerte de acabar encerrados conmigo en esta celda. Sea lo que sea, estoy deseando salir de este maldito lugar.

    ¿A quién voy a llamar para que pague la fianza? Paco no tiene dinero. Enrique ha invertido el suyo en el taller. Mi madre me matará si se entera de que me han arrestado. Apoyo la espalda contra las barras de hierro de la celda e intento pensar con calma, aunque resulta muy difícil hacerlo en un lugar tan asqueroso como este. La policía lo llama celda de detención, un modo sofisticado de decir jaula. Menos mal que es la primera vez que me meten aquí. Maldita sea, juro que será la última. ¡Lo juro!

    Me inquieta la idea de ir a la cárcel porque me he pasado la vida sacrificándome por mis hermanos. ¿Y si me encierran de por vida? En mi fuero interno sé que no es la vida que deseo. Quiero que mi madre se sienta orgullosa de mí por ser algo más que un pandillero. Quiero un futuro del que pueda sentirme orgulloso. Y deseo con todas mis fuerzas demostrarle a Demi que soy un buen tipo.

    Me golpeo la parte posterior de la cabeza contra las barras de hierro, pero no logro apartar todos estos pensamientos de mi mente.

    - Te he visto en el instituto Fairfield. Yo también voy allí -dice un blanco bajito, aproximadamente de mi misma edad.

    El petardo lleva una camisa de golf de color coral y unos pantalones blancos, como si lo hubieran sacado de un torneo de golf junto a otros ciudadanos de clase alta. El blancucho aparenta ser un tipo guay, pero con esa camisa de color coral... Joder, aparentar eso va a ser el menor de sus problemas. El tipo lleva tatuado en la frente «soy un niño rico de la zona norte».

    - ¿Cómo has acabado aquí? -me interroga, como si fuera una pregunta normal entre dos personas normales, un día normal.
    - Iba armado.

    - ¿Cuchillo o pistola?
    - Y a ti qué cono te importa -digo, fulminándolo con la mirada.
    - Solo intento mantener una conversación -confiesa el blanquito. ¿Acaso a todos los blancos les gusta demasiado el sonido de su propia voz? - ¿Y tú? -le pregunto.
    - Mi padre llamó a la poli y les dijo que le robé el coche -confiesa, dejando escapar un suspiro.

    - ¿Estás en este agujero por tu viejo? ¿Y lo ha hecho a propósito? -pregunto con una mueca. - Cree que así aprenderé una lección. - Sí. La lección es que tu viejo es un gilipollas -sentencio, pensando que lo mejor que podría haber hecho su padre es enseñar a su hijito a vestirse. - Mi madre pagará la fianza. - ¿Estás seguro? -El blanquito se endereza.

    - Es abogada, y no es la primera vez que mi padre hace algo así. De hecho, ya son varias. Creo que intenta joder a mí madre y atraer su atención. Están divorciados. . Niego con la cabeza. Estos blanquitos... - Es verdad -dice el tipo-. Sí, estoy seguro.
    - Jonas, ya puedes hacer tu llamada -anuncia el poli desde el otro lado de los barrotes.

    Mierda, me he distraído tanto con este bocazas que ni siquiera he decidido a quién llamar para que pague la fianza. De repente, siento un nudo en el estómago, el mismo que sentí al ver el enorme suspenso en boli rojo en el examen de química. Solo conozco a una persona con el dinero y los medios para sacarme de este lío: Héctor. El jefe de los Latino Blood.

    Nunca le he pedido un favor a Héctor. Porque nunca sabes cuándo querrá cobrárselo. Y estar en deuda con él significa algo más que deberle dinero.
    A veces, la vida te obliga a tomar decisiones que no deseas tomar.

    Tres horas más tarde, después de que un juez me eche la bronca hasta casi hacerme sangrar los oídos y fije una fianza, Héctor me recoge en el juzgado. Es un hombre poderoso. Lleva el pelo engominado y peinado hacia atrás, de un tono más negro que el mío, y hay algo en él que dice que más vale no intentar jugársela.

 Le tengo mucho respeto a Héctor porque es el tipo que me inició en los Latino Blood. Creció en la misma ciudad que mi padre; se conocían desde pequeños. Héctor ha estado pendiente de mi familia y de mí desde que murió mi padre. Me enseñó nuevas expresiones como segunda generación y suelta palabras como legado. Nunca le olvidaré.

    Héctor me da un manotazo en la espalda mientras nos dirigimos al aparcamiento.
    - Te ha tocado el juez Garrett. Menudo hijo de puta. Tienes suerte de que la fianza no haya sido muy alta.

    Asiento con la cabeza. Solo deseo regresar a casa. Ya en el coche, lejos del juzgado, le digo:
    - Te devolveré la pasta, Héctor.

    - No te preocupes por eso, hombre -responde él-. Para eso están los hermanos. Para ser sincero, me ha sorprendido saber que es la primera vez que te arrestan. Estás más limpio que ningún otro miembro de los Latino Blood.

    Miro a través de la ventanilla del coche de Héctor. Las calles están tranquilas y oscuras, como el Lago Michigan.

    - Eres un chico inteligente, lo suficiente como para ascender dentro de la banda -explica Héctor.

    Daría lo que fuera por ocupar el lugar de algunos Latino Blood, pero ¿ascender? Vender drogas y armas son algunas de las cosas ilegales que suponen estar en una posición más alta. Me gusta estar donde estoy, cabalgando sobre esta peligrosa ola pero sin sumergirme completamente en ella. Debería alegrarme de que Héctor se plantee la idea de darme más responsabilidad dentro de los Latino Blood. Lo de Demi y su mundo es solo una fantasía.

    - Piénsatelo -dice Héctor cuando llegamos a mi casa.
    - Lo haré. Gracias por pagar la fianza, tío.
    - Toma, coge esto -añade, sacando una pistola de debajo del asiento del conductor-. La poli te ha confiscado la tuya.

    Vacilo un instante, recordando el momento en que el poli me preguntó si iba armado. Joder, resultó muy humillante que me apuntaran con un arma en el pecho mientras me quitaban la Glock. Pero rechazar el arma de Héctor sería una falta de respeto, y yo nunca haría algo así. Acepto el arma y la deslizo en la cinturilla de los vaqueros.

    - Me han dicho que has estado haciendo preguntas sobre tu padre. Mi consejo es que lo dejes como está, Joe.
    - No puedo, ya lo sabes.
    - Bueno, si descubres algo, házmelo saber. Siempre te respaldaré.
    - Lo sé. Gracias, tío.

    En mi casa se respira tranquilidad. Entro en mi habitación y encuentro a mis dos hermanos durmiendo. Abro el cajón superior y escondo el arma bajo la tabla de madera donde nadie pueda dar con ella. Es un truco que me enseñó Paco. Me tumbo en la cama y me tapo los ojos con el antebrazo, esperando poder dormir algo esta noche.

    Destellos de lo sucedido el día anterior se suceden ante mí. La imagen de Demi, sus labios sobre mi boca, su dulce aliento mezclado con el mío, es la única imagen que persiste en mi mente. Mientras me quedo dormido, su rostro angelical es lo único que consigue alejar las pesadillas de mi pasado.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Química Perfecta Capitulo 33




Demi
   
A pesar de que haya estado toda la noche en vela, rememorando el momento en el que nos besamos, quiero olvidarlo cuanto antes. Mientras me dirijo en coche a la escuela, el día siguiente al beso que nunca ocurrió, me pregunto si debería ignorarle. Aunque, después de todo, no es una opción factible teniendo en cuenta que somos compañeros en clase de química.

    Oh, no. La clase de química. ¿Sospechará algo Colin? Tal vez alguien nos vio ayer en la moto y se lo haya contado. Anoche apagué el móvil para no tener que hablar con nadie.

    Uff. Ojalá mi vida no fuese tan complicada. Tengo novio. Aunque últimamente se haya mostrado más insistente de lo habitual; solo parece interesado en el sexo. Y estoy harta.

    Sin embargo, Joe y yo nunca podremos salir juntos. Su madre me odia. Su ex novia quiere matarme; una muy mala señal. Y fuma, lo que no me parece nada correcto. Podría elaborar una lista larguísima con todos los inconvenientes que supondría salir con él. Vale, puede que también haya ventajas. Unas cuantas, aunque demasiado insignificantes como para mencionarlas.

    Es inteligente. Tiene una mirada tan expresiva que dice mucho más de él que lo que refleja su aspecto.

    Es un chico entregado con sus amigos, con su familia, incluso con su moto.
    Guando me toca, lo hace con tanta delicadeza que me hace sentir como si estuviera hecha de cristal.

    Me besa como si intentara impregnarse de ese instante y conservarlo durante el resto de su vida.

    La primera vez que le veo es a la hora de comer. Mientras espero mi turno en la cafetería, me fijo en que va justo antes de la chica que me precede en la fila. La chica en cuestión se llama Nola Linn y, no solo se interpone entre ambos, sino que tampoco parece tener mucha prisa por avanzar.

    Los vaqueros de Joe están descoloridos y desgastados en las rodillas. El pelo le cae sobre los ojos y empiezo a sentir un deseo incontrolable de apartárselo. Si Nola no fuera tan indecisa con lo que va a tomar de postre...

    Joe me pilla mirándole. Me apresuro a concentrarme en la sopa del día. Sopa minestrón.

    - ¿Qué prefieres cariño, taza o bol? -pregunta Mary, la Chica de la cafetería.
    - Bol -respondo, fingiendo estar muy interesada en el modo en el que Mary sirve la sopa.

    Cuando me entrega el bol, adelanto rápidamente a Nola y me dirijo a la caja, colocándome justo detrás de Joe. Como si supiera que estoy acechándole, se da la vuelta y me atraviesa con la mirada. Durante un instante, siento que el mundo se detiene y que solo estamos él y yo. El deseo por abalanzarme sobre sus brazos y sentir su calor rodeándome es tan poderoso que me pregunto si es médicamente posible sentir una adicción semejante por Otro ser humano.
    Carraspeo.

    - Te toca -apunto yo, señalando a la cajera.
    Joe avanza con una porción de pizza en la bandeja.
    - Cóbrame también lo de ella -dice, señalándome.
    - ¿Qué tienes? ¿Un bol de minestrón? -pregunta la cajera, agitando el dedo en mi dirección.
    - Sí, pero... Joe, no es necesario.

    - No te preocupes. Puedo permitirme un bol de sopa -contesta a la defensiva mientras le entrega tres dólares a la cajera.
    Colin se abre paso entre los chicos que esperan a la fila y se coloca a mi lado.
    - Circula. Échate una novia a la que puedas mirar de ese modo —le espeta a Joe antes de ahuyentarlo.

    Rezo para que Joe no conteste y le confiese que nos besamos. Toda la cola nos observa. Puedo sentir sus miradas clavadas en la nuca. Joe coge el cambio y, sin mirar atrás, se encamina al patio, fuera de la cafetería, donde normalmente se sienta a comer.

    Me siento profundamente egoísta por desear lo mejor de ambos mundos. Deseo mantener la imagen que tanto esfuerzo me ha costado crear. Y esa imagen incluye a Colin. Pero también deseo a Joe. No puedo pensar en otra cosa que no sea estar entre sus brazos y pedirle que me bese otra vez, hasta dejarme sin aliento.
    - Cóbrame lo mío y lo de ella -le dice Colin a la cajera.

    - ¿No ha pagado ya por ti el otro chico? -me pregunta ella, mirándome confusa.
    Colin espera que la corrija. Cuando no lo hago, me fulmina con la mirada y sale hecho una furia de la cafetería.

    - ¡Colin, espera! -grito, pero o no me oye o pasa de mí.
    La próxima vez que le veo es en clase de química, pero entra justo cuando suena el timbre y no tenemos tiempo de hablar. La clase de hoy consiste en un experimento de observación. Joe da vueltas a los tubos de ensayo llenos de nitrato de plata y de cloruro potásico.
    - A mi me parecen agua los dos, señora P. -dice Joe.

    - Las apariencias engañan -contesta la señora Peterson. Desvío la mirada hacia sus manos. Esas manos, que ahora están ocupadas midiendo la cantidad exacta de nitrato de plata y de cloruro potásico, son las mismas que rozaron mis labios tan suavemente.
    - Tierra llamando a Demi.

    Parpadeo y despierto de mi ensoñación. Joe me pasa un tubo de ensayo lleno de un líquido transparente. Lo que me recuerda que debería ayudarlo a verter líquidos.
    - Lo siento -me disculpo, cogiendo un tubo de ensayo y vertiendo el contenido dentro del que Joe está sujetando-. Se supone que ahora debemos de apuntar lo que sucede -añade, utilizando la varilla para mezclar los dos elementos químicos.
    Un material sólido y blanco aparece por arte de magia dentro del líquido transparente.

    - ¡Eh, señora P! Creo que hemos encontrado la solución al problema de la degradación de la capa de ozono. La señora Peterson niega con la cabeza.
     - Veamos, ¿qué observamos en el tubo? -lee Joe de la hoja que la señora Peterson nos ha entregado al comienzo de la clase.

    - Yo diría que el líquido acuoso probablemente ahora es nitrato potásico y que el material sólido y blanco  cloruro de plata. ¿Qué crees tú?

    Y Cuando me pasa el tubo, nuestros dedos se rozan ligeramente. Un hormigueo que no puedo ignorar me recorre el cuerpo. Levanto la mirada. Nuestros ojos se encuentran, y por un instante pienso que me está mandando un mensaje secreto. Sin embargo, su expresión se vuelve sombría, y aparta la mirada.
    - ¿Qué quieres que haga? -susurro.
    - Eso tienes que averiguarlo tú sola.
    Joe...
    Aunque no va a decirme qué he de hacer. Supongo que soy una estúpida por pedirle consejo cuando lo más probable es que no pueda ser imparcial. Cuando estoy cerca de Joe, siento una emoción similar a la que suelo sentir al despertar el día de Navidad. Por mucho que intente no pensar en ello, miro a Colin y sé... Sé que nuestra relación ya no es lo que era. Se ha terminado. Y cuanto antes rompa con él, antes dejaré de preguntarme por qué sigo aún con él.

    Quedo con Colín después de clase, en la puerta trasera del instituto. Está vestido para el entrenamiento de fútbol. Por desgracia, está con Shane. Shane me apunta con su móvil.

    - ¿Podéis repetir el espectáculo de la otra noche? Puedo capturar el momento para siempre y mandártelo por correo electrónico. Sería un fondo de pantalla genial, o mejor aún, podemos colgarlo en Youtube.

    - Shane, desaparece de una maldita vez o perderé los papeles -dice Colin, y le lanza una mirada asesina hasta que se marcha-. Demz , ¿dónde te metiste anoche? -me pregunta, y al ver que no respondo, añade-: Aunque puedes ahorrarte el esfuerzo. Ya me lo huelo.

    Esto no va a ser nada fácil. Ahora entiendo por qué la gente suele romper por correo electrónico o con mensajes de texto. Hacerlo cara a cara es difícil, porque no te queda más remedio que mirar a la otra persona y ser testigo de su reacción.
    Enfrentarse a su ira. He malgastado tanto tiempo evitando explicaciones y maquillando relaciones con la gente que me rodea, que la confrontación me resulta muy dolorosa.

    - Ambos sabemos que lo nuestro no funciona -digo, con tanto tacto como puedo.
    - Pero, ¿qué estás diciendo? -pregunta Colin, entrecerrando los ojos.
    - Necesitamos un descanso.
    -¿Un descanso o una ruptura?
    - Una ruptura -matizo con suavidad.
    - Esto es por Jonas, ¿verdad?

    - Desde que volviste de vacaciones, nuestra relación solo se basa en el tonteo. Ya no hablamos nunca, y estoy harta de sentirme culpable por no arrancarme la ropa y abrirme de piernas para demostrarte que te quiero.
    - Tú no quieres demostrarme nada.

    Intento mantener un tono de voz bajo para que los otros estudiantes no puedan oírme.
    - ¿Y por qué tendría que hacerlo? El mero hecho de que necesites que te demuestre mi amor es una señal de que lo nuestro no funciona.
    - No lo hagas -dice, echando la cabeza hacia atrás y dejando escapar un suspiro-. Por favor, no lo hagas.

    Encajamos perfectamente en el estereotipo estrella de fútbol-capitana de las animadoras en el que los demás nos han colocado. Hemos sido ese modelo durante años. Ahora, analizarán con lupa nuestra ruptura, y circularán todo tipo de rumores sobre nosotros. Solo de pensarlo hace que se me pongan los pelos de punta. Sin embargo, no puedo seguir fingiendo que todo marcha sobre ruedas. Es una decisión que probablemente me persiga toda la vida. Si mis padres pueden enviar a Shelley a la otra punta del país porque es lo que les conviene, y si Darlene puede ligar con cualquiera que se le acerque porque así se siente mejor, ¿por qué yo no puedo hacer lo que considero más adecuado?

    Apoyo una mano en el hombro de Colin, intentando no mirar directamente a sus ojos vidriosos. Él la aparta.

    - Dime algo -le digo.
    - ¿Qué quieres que diga, Demz, que estoy encantado porque estás rompiendo conmigo? Lo siento, pero no puedo.

    Se enjuga las lágrimas con la palma de las manos. Ese gesto tan sutil hace que también sienta ganas de llorar. Noto cómo se me humedecen los ojos. Es el final de algo que creíamos real, aunque ha acabado siendo otro de los papeles que nos empujaron a representar. Eso es lo que me produce más tristeza. No la ruptura en sí, sino el hecho de que nuestra relación haya seguido adelante tan solo por... mi debilidad.

    - Me acosté con Mia -espeta-. Este verano. Ya sabes, la chica de la foto.
    - Sólo lo dices para hacerme sentir mal.

    - Lo digo porque es verdad. Pregúntale a Shane.
    - Entonces, ¿por qué fingiste que seguíamos siendo la Pareja Dorada?
    - Porque es lo que todos esperan. Incluso tú. No lo niegues.

    Aunque ciertas, sus palabras son dolorosas. Se acabó representar el papel de la chica «perfecta» y vivir según las reglas de los demás, incluso según las que yo misma me he impuesto. Es hora de enfrentarse a la realidad. Lo primero que hago después de hablar con Colin es decirle a la señora Small que necesito tomarme un descanso y que voy a dejar el equipo de animadoras. Tras aquello, siento como si me hubiera quitado un peso de encima. Regreso a casa para pasar algo de tiempo con Shelley y hacer los deberes. Después de cenar, llamo a Isabel Ávila.

    - Debería sorprenderme tu llamada, pero lo cierto es que no es así -me suelta.
    - ¿Cómo ha ido el entrenamiento?

    - No demasiado bien. Darlene no es muy buena capitana, y la señora Small lo sabe. No tendrías que haberlo dejado.

    - No lo he hecho. Solo me he tomado un pequeño descanso. Pero no te he llamado para hablar de las animadoras. Escucha, quiero que sepas que hoy he cortado con Colin.

    - Y me estás contando esto porque...
    Es una buena pregunta, una que, en otras circunstancias, me hubiera negado a contestar.
    - Quería hablar de ello con alguien, y aunque sé que tengo amigas a las que puedo recurrir, me apetecía hacerlo con una persona que después no se dedique a cotillear sobre ello. Mis amigas tienen la lengua muy larga.

    Sierra es la única a la que estoy más unida, pero le mentí acerca de Joe. Y su novio, Doug, es el mejor amigo de Colin.

    - ¿Y cómo sabes que yo no me iré de la lengua? -pregunta Isabel.
    - No lo sé. Pero no me dijiste nada sobre Joe cuando te pregunté, así que supongo que se te da muy bien guardar secretos.
    - Así es. Dispara.

    - No sé por dónde empezar.
    - Pues no tengo todo el día, ¿sabes?
    - He besado a Joe -le suelto.
    - ¿A Joe? ¡Vaya! ¿Y eso fue antes o después de que rompieras con Colin?
    - No fue premeditado -contesto, haciendo una mueca.
    Isabel estalla en carcajadas tan fuertes y ruidosas que tengo que apartar el auricular.

    - ¿Estás segura de que no lo planeaste? -me pregunta en cuanto es capaz de articular palabra.
    - Sucedió sin más. Estábamos en su casa. Su madre llegó, nos interrumpió y nos vio...
    - ¿Qué? ¿Su madre os pilló? ¿En su casa? ¡Venga ya! -exclama Isabel, alucinada.
    - Venga, Isabel. Tómatelo en serio.
    - Sí, lo siento. Carmen va a flipar cuando se entere.
    Me aclaro la garganta.

    - No pienso decírselo -se apresura a añadir Isabel-. Pero la madre de Joe se las trae. Cuando salió con Carmen, Al ex la mantuvo alejada de su mamá. No me malinterpretes, ella adora a sus hijos. Pero es sobre protectora, como todas las madres mexicanas. ¿Te echó a patadas de su casa?

    - No, pero me llamó lagartona, más o menos.
    Más risas al otro lado de la línea.
    - No tuvo ninguna gracia.
    - Lo siento -dice, aún entre risas-. Me hubiera encantado ser una mosca y presenciar la escena.

    - Gracias por la comprensión -respondo irónicamente-. Voy a colgar.
    - ¡No! Siento haberme reído. Es que cuanto más hablamos, más me doy cuenta de que eres una persona completamente distinta de lo que pensaba. Supongo que puedo entender por qué le gustas a Joe.

    - Gracias, creo. ¿Recuerdas cuando te dije que no permitiría que ocurriera nada entre Joe y yo?

    - Sí. Solo para asegurarme de que lo entiendo bien, eso fue antes de que le besaras, ¿verdad? -dice, otra vez entre risitas, antes de añadir-: Estoy de coña, Demi. Si te gusta, ve a por él. Pero ándate con cuidado, porque creo que le gustas más de lo que quiere admitir. Deberías mantenerte alerta.

    - Si ocurre algo entre Joe y yo, no voy a evitar que suceda. Pero no te preocupes, nunca bajo la guardia.

    - Ni yo tampoco. Bueno, excepto la noche que te quedaste a dormir en mi casa. Me acosté con Paco. No puedo decírselo a mis amigas porque me darían la vara.
    - ¿Te gusta?

    - No lo sé. Nunca había pensado en él de esa manera, pero fue genial estar con él. ¿Qué tal el beso con Joe?

    - Bien -digo, pensando al mismo tiempo en lo sensual que me pareció-. En realidad, Isabel, fue más que bien. Fue jodidamente increíble.
   Isabel estalla nuevamente en carcajadas, y esta vez, me uno a ella.

Química Perfecta Capitulo 32




Joe
       
Demi se humedece con la lengua sus labios perfectos, en forma de corazón, dejándolos brillantes, aún más tentadores.
    - No juegues conmigo -le digo con un gemido, con los labios a escasos centímetros de los suyos.

    Sus libros caen sobre la alfombra. Ella los sigue con la mirada y pierdo su atención, tal vez para siempre. Llevo los dedos hasta su barbilla y giro su cabeza con ternura, para que vuelva a mirarme.

    Ella me devuelve la mirada con sus ojos vulnerables.
    - ¿Y si acaba siendo más que un simple beso? -me pregunta.
     - ¿Y qué si es así?

    - Prométeme que no significará nada.
    Apoyo la cabeza en el sofá y le digo:
    - No significará nada.
    ¿No debe ser el hombre el que asegure que un simple beso no implica ningún compromiso?
    - Y sin lengua.
    - Cariño, si te beso, te garantizo que será con lengua.
    Ella vacila un instante.

    - Te prometo que no significará nada -le repito.
    De hecho, no creo que signifique nada para ella. Supongo que se limita a jugar conmigo, a ponerme a prueba para ver cuánto puedo aguantar antes de venirme abajo. Sin embargo, cuando cierra los párpados y se inclina hacia mí, me doy cuenta de que está a punto de pasar. La chica de mis sueños, la persona que se parece más a mí que nadie a quien haya conocido hasta ahora, desea besarme.

    Me hago con el control cuando veo que ladea la cabeza. Nuestros labios se rozan ligeramente, deslizando los dedos entre su cabello y empiezo a besarla, suave, dulcemente. Le cubro la mejilla con la palma de la mano, sintiendo su piel sedosa contra mis dedos rugosos. El cuerpo me induce a aprovecharme de la situación, pero el cerebro (el otro, el que no tengo dentro de los pantalones) me ayuda a mantener el control.

    Demi deja escapar un gemido de placer, como si se sintiera completa al estar entre mis brazos. Rozo sus labios con la punta de la lengua, incitándola a abrir la boca. Ella la recibe con su lengua, indecisa. Nuestras bocas y lenguas se mezclan en un baile lento y erótico hasta que el sonido de la puerta al abrirse hace que me aparte de ella de un salto.

    Maldita sea. Estoy cabreado. En primer lugar, por haberme dejado llevar por el beso, y en segundo, por desear que ese momento durara para siempre. Y además, estoy cabreado porque mi madre y mis hermanos han decidido llegar a casa en el momento más inoportuno.

    Miro a Demi y veo que se ha agachado para recoger los libros del suelo, en un intento por disimular. Mi madre y mis hermanos están plantados frente a la puerta con los ojos como platos.

    - Hola, mamá -digo, más nervioso de lo que debiera.
    Por la expresión ceñuda de mi madre, sé que no le hace mucha gracia habernos pillado besándonos. Como si fuera un indicio de lo que iba a suceder a continuación.
    Carlos, Luis, a vuestra habitación -ordena al tiempo que entra en el salón, algo más tranquila-. ¿No vas a presentarme a tu amiga, Joseph?
    Demi se levanta con los libros en la mano.
    - Hola, soy Demi.

    Pese al trayecto en moto y al manoseo, su cabello dorado sigue perfecto. Está preciosa. Demi le extiende una mano a mi madre.
    Joe  y yo estábamos estudiando.
    - Pues no es lo que me ha parecido ver -rebate mi madre, ignorando la mano de Demi.

    Hace una mueca.
    - Mamá, déjala en paz -espeto bruscamente.
    - Mi casa no es un prostíbulo.
    - Por favor, mamá -insisto, molesto-. Solo estábamos besándonos.
    - Los besos solo conducen a una cosa, Joseph. Niños.
    - Larguémonos de aquí -le digo a Demi, completamente avergonzado. Cojo la chaqueta del sofá y me la pongo.

    - Señora Jonas, le pido disculpas si le he faltado al respeto de algún modo -dice Demi, visiblemente afectada.

    Mi madre lleva la compra a la cocina haciendo caso omiso de la disculpa de Demi.
    Cuando salimos, Demi inspira profundamente. Estoy convencido de que ha intentado guardar la compostura, aunque le ha costado mucho. Nada ha salido como debía: chico trae chica a casa, chico besa a chica, mamá del chico insulta a chica, chica se marcha llorando.

    - No le des más vueltas. No está acostumbrada a que traiga chicas a casa.
    Los expresivos ojos de Demi parecen remotos y fríos. Uff.
    - Esto no debería haber ocurrido -dice, enderezando los hombros y adoptando una pose rígida, como una estatua.

    - ¿El qué? ¿El beso o el hecho de que te haya gustado tanto?
    - Tengo novio -dice sin dejar de manosear la correa de su bolso de diseño.
    - ¿Quieres convencerme a mí o a ti misma? -le pregunto.

    - No le des la vuelta a la tortilla. No quiero enemistarme con mis amigas. No quiero enojar a mi madre. Y en cuanto a Colin... bueno, ahora mismo estoy muy confusa.
    Levanto las manos y alzo el tono de voz, lo que normalmente evito hacer porque, según Paco, significa que algo me importa mucho. Pero no me importa. ¿Por qué habría de importarme? Aunque mi mente me sugiere mantener la boca cerrada, las palabras salen sin darme cuenta.

    - No lo entiendo. Te trata como si fueras un maldito trofeo.
    - No tienes ni idea de lo que hay entre Colin y yo..

    - Pues dímelo tú, joder -le ruego, incapaz de ocultar mi enfado. He intentado evitar decirle lo que realmente sentía, pero ya no puedo resistirlo más. Se lo suelto todo de golpe-. Porque el beso que acabamos de darnos... sí que significa algo. Lo sabes tan bien como yo. Estoy seguro de que con Colin no sientes ni la mitad de lo que sientes conmigo.
    - No lo entenderías -asegura, apartando la mirada.
    - Inténtalo.
    - Cuando la gente nos ve juntos, siempre comentan lo perfectos que somos. Ya sabes, la Pareja Dorada. ¿Lo entiendes?

    La miro sin dar crédito a mis oídos. Esto es más de lo que puedo soportar.
    - Lo entiendo, pero no puedo creer lo que estoy oyendo. ¿Tanto significa para ti parecer perfecta?

    Se produce un silencio largo e inestable. Puedo atisbar un destello de tristeza en sus ojos de zafiro, aunque se desvanece rápidamente. En un instante, su rostro adopta una expresión seria y fría.

    - Últimamente no se me ha dado del todo bien, pero sí. Significa mucho para mí -admite finalmente-. Mi hermana no es perfecta, así que yo tengo que serlo.
    Es lo más patético que he oído nunca. Niego con la cabeza, asqueado, y señalo mi moto.

    - Sube. Te llevaré al instituto para que puedas recoger tu coche.
    Demi sube a la moto sin decir palabra. Se sujeta al agarradero posterior, lejos de mí, tanto que apenas puedo sentirla. Me planteo dar un rodeo para alargar un poco más el trayecto.

    Demi trata a su hermana con paciencia y adoración. No sé si yo sería capaz de dar de comer a uno de mis hermanos y después limpiarle la boca. La chica a la que una vez acusé de ser egocéntrica, resulta que no es tan simple como creía.
    Siento admiración por ella. De algún modo, estar con Demi le da a mi vida algo que le faltaba, algo... que me hace sentir bien.
    ¿Pero cómo voy a convencerla de lo que siento?