lunes, 11 de marzo de 2013

Seductoramente Tuya Capitulo 22





Demi había echado las cortinas del dormitorio, de modo que la pieza estaba a oscuras, iluminada tan solo por una tenue lámpara en la mesilla de noche. La colcha estaba abierta e invitaba a probar un juego de sábanas limpias y suaves. No cabía duda de que estaba todo preparado.
—No puedes echarme la culpa por tener esperanzas se defendió ella mientras se descalzaba, ante la sonrisa traviesa que lanzó Joseph.
Este rio, la agarró por la cintura y la tiró sobre la cama.
—Eres incorregible dijo él, aterrizando encima de Jamie.
Quizá. Pero había conseguido hacerlo reír. Lo cual debían de haber conseguido muy pocas mujeres en el último año. Ansiosa por saborear su sonrisa, se giró en busca de su boca.
La risa se trocó en una llamarada. La estrechó entre los brazos y la envolvió en el fuego que lo abrasaba.
La falda se le había subido hasta los muslos, y Joseph no vaciló en explorar la piel todavía cubierta. Introdujo la mano entre sus piernas y empezó a subir.
Demi contuvo la respiración y comenzó a desabrocharle la camisa. Cuando logró desabotonarla por completo, la tiró al suelo y deslizó las manos por el excepcional torso de Joseph.
—¡Dios!, ¿alguna vez te he dicho que eres el hombre más guapo del mundo?
— ¿Intentas que me ruborice otra vez?  Murmuró él, levantando la cabeza del escote de Demi.
— ¿Te violenta oír que eres guapo?  Preguntó ésta, acariciándole el pelo.
—Se supone que los hombres de verdad no son guapos.
—Lo sé. Pero me da envidia que seas más guapo que yo. Aunque ya lo voy superando.
—¿Quieres callarte? —Joseph sonrió—. Se supone que soy yo el que dice los piropos. Estoy intentando seducirte.
— ¿Sí, Joseph? — Demi agarró su cara con ambas manos. Puede que no te hayas dado cuenta, pero ya estoy bastante seducida.
Joseph le bajó la falda, y descubrió unas pequeñas braguitas.
—Debería haberme imaginado que ni siquiera te tomarías esto en serio.
—No te creas, Joseph Demi lo besó—. Me lo estoy tomando muy en serio.
—Me alegro murmuró él mientras le quitaba la camiseta.
Incluso Demi tuvo problemas para mantener el sentido del humor cuando Joseph se despojó de toda su ropa, se deshizo de la ropa interior de ella y, finalmente, unieron sus cuerpos desnudos.
—Te advierto que hace mucho tiempo desde la última vez murmuró él. No puedo prometerte fuegos artificiales.
— ¿Es que no sabes que cada vez que me besas ya veo fuegos artificiales? replicó Demi, acurrucándose más contra él.
— ¿Cómo es que siempre pareces saber lo que necesito oír? dijo Joseph  mientras le acariciaba la espalda.
—Solo digo lo que pienso.
—Lo sé. Es una de los cosas que más me han gustado siempre de ti Joseph  deslizó una mano sobre el pecho derecho de ella. Una de las cosas repitió con voz ronca.
—¿Estás diciendo que admiras mi cabeza tanto como mi cuerpo?
—Te admiro por completo, Demi Lovato.
Conmovida por su sinceridad, lo abrazó con todas sus fuerzas.
—Déjame que te enseñe cuánto te admiro yo, Joseph Jonas.
No había bromeado al decir que no necesitaba que la sedujeran... pero sospechaba que Joseph sí lo necesitaba. No porque tuviera dudas sobre lo que estaban haciendo, sino porque necesitaba, por un ratito, no ser quien tuviera el control, el responsable de la felicidad y el bienestar de los demás.
Lo empujó y rodó sobre Joseph hasta que este cabo tumbado boca arriba, debajo de Demi.
—Esta va por ti —murmuró ella—. Déjame que te haga el amor.
Y, entonces, empezó a mordisquearlo y besarlo de los labios a los lóbulos de las orejas y luego hasta la barbilla. Le besó el cuello y bajó después a saborear sus tetillas. A Joseph se le entrecortó la respiración cuando notó que seguía descendiendo.
— Demi...
— ¿Te he dicho que eres absolutamente perfecto? preguntó ella, acariciando su sexo.
También era muy fuerte, lo cual demostró cuando se incorporó de repente y la hizo rodar hasta ponerla contra el colchón. Demi comprendió que no podía aguantar más. Ella tampoco. Las manos le temblaban tanto que a Demi le hizo gracia verlo tan nervioso.
— ¿No te estarás riendo de mí? la advirtió Joseph, buscando de nuevo la boca de Demi.
—Me río contigo le aseguró esta.
—Pues yo no me río replicó él... con una sonrisa en los labios.
Luego la besó de nuevo y, de pronto, se introdujo por completo dentro de ella.
No le había prometido fuegos artificiales, pero se los estaba ofreciendo.
Cuando su pulso recobró cierta normalidad, Demi supo que ya no había marcha atrás. Hasta ese día, había logrado no hablar de amor al describir sus sentimientos hacia Joseph. Pero ya no podía seguir sin reconocer que estaba enamorada de él... probablemente desde el día que la había besado en el gimnasio hacía quince años.
Demi siempre había creído en el destino. Y por fin tenía la certeza de que Joseph era el suyo.
Si ella era el destino de él... bueno, todavía estaba por ver.
Joseph estaba tumbado sobre la espalda, mirando al techo, rodeándola con el brazo derecho, con la cara de Demi sobre un hombro. No había dicho nada tras un gemido que había emitido mientras hacían el amor. Demi no tenía ni idea de qué estaría pensando.
—¿Sabes lo irritante que es que te pregunten en qué estás pensando? inquirió ella después de incorporarse y apoyar la cara sobre una mano.
—¿Sí?
—Prepárate a comprobarlo.
— ¿Quieras saber lo que estoy pensando? Joseph le acarició el pelo.
—Mientras me sienta halagada...
—Estaba pensando que me alegro mucho de que me hayas invitado a comer  dijo él, sonriente.
—De acuerdo... lo tomaré como un halago.
—Si no es suficiente, tengo una lista enorme de halagos para ti.
—Guárdalos de momento. Me gustará oírlos luego dijo Demi. Yo también tengo alguno para ti, pero no quiero convertirte en un hombre vanidoso.
—Más de uno diría que ya lo soy.
Demi pensó en los destellos de inseguridad que había atisbado en sus ojos. Una inseguridad que no había visto en él cuando era joven. Algo lo había conmovido y herido desde entonces, le había robado las ganas de reír. Al principio, lo había aducido al pesar por la muerte de su esposa; pero el hecho de que jamás la mencionara, ni siquiera de pasada, le parecía extraño.
Claro que no era el momento de preguntar por ella.
¿Qué estaría sintiendo en esos momentos? Lo había hecho reír y gemir de placer, pero ignoraba por qué volvía a tener un velo en su mirada. Tal vez no se arrepintiera, pero quizá se sintiese culpable... o inquieto por lo que el futuro les depararía.
Quería verlo sonreír de nuevo, así que le hizo cosquillas... con éxito.
—Conque tienes cosquillas, ¿eh?
—No —dijo él entre risas.

Seductoramente Tuya Capitulo 21





Y Demi se negaba a dejarlo escapar.
Respiró profundamente cuando llamaron a la puerta el jueves al mediodía. Comprobó en el espejo que estaba bien peinada y que llevaba la camiseta blanca por dentro de los pantalones cortos. Sus piernas estaban desnudas, salvo por las sandalias, que revelaban una uñas pintadas color de plata.
—Hola, Joseph lo saludó tras abrir la puerta.
—Hola contestó este mientras entraba. Estás muy guapa.
—Gracias. Me alegra que podamos comer juntos. Cuando te llamé para invitarte, suponía que estarías ocupado.
—La verdad es que no tengo mucho trabajo hoy. Mis padres han ido a conocer a su nueva nieta y mi siguiente cita no es hasta las tres. Tu invitación ha sido una grata sorpresa.
Estaba encantada de oírlo... y de que Joseph no tuviera que marcharse corriendo.
— ¿Ha nacido ya?, ¿qué tal está? preguntó, tratando de imprimir a su voz un tono sereno.
—He hablado con Blake esta mañana, cuando Alison solo tenía cinco horas. Según él, su hija es la criatura más hermosa e inteligente del mundo. Se equivoca, por supuesto, ya que son mis hijos quienes ostentan tal distinción; pero le he permitido que siga creyéndoselo.
—Muy generoso por tu parte.
—Eso créo.
—He preparado una ensalada de pollo. Hace tanto calor que me apetecía una comida ligera comentó Demi, cambiando de conversación. Puedes quitarte la chaqueta y la corbata.
No esperó a ver si Joseph seguía su provocativa sugerencia, sino que se dirigió directamente a la cocina. Este le dio alcance segundos después. Demi, que había agarrado una jarra de té helado, se quedó de piedra al verlo: se había quitado la chaqueta y la corbata, se había desabrochado el botón de arriba de la camisa y se había remangado hasta los codos.  .
—¿Cómo quieres el té? le preguntó ella, con la boca hecha agua.
—Dulce, es como más me gusta.
— ¿Y cómo te gustan las mujeres? se atrevió a desafiarlo Demi.
—Picantes contestó él, sin vacilar.
—Me parece que sí te estoy corrompiendo, Joseph dijo Demi  al tiempo que le acariciaba una mejilla, justo antes de sentarse.
—No me has oído quejarme, ¿verdad?
—Todavía no — Demi se preguntó qué haría cuándo se enterase de que los chismosos ya estaban haciendo apuestas sobre el futuro de su relación.
Durante la cena, le habló del grupo de teatro. Joseph rio al oír la grandiosa sugerencia de Earlene y aprobó las tres obras que Demi tenía pensado recomendarles la semana siguiente.
—Creo que haces bien en empezar con comedias —dijo él—. La respuesta del público será mejor.
—Sí, la gente es menos crítica cuando se ríe... claro que tendré que asegurarme de que se ría.
—Parece que va a llevar mucho trabajo. Y es un gran compromiso por tu parte. ¿Estás segura de que quieres atarte con eso?
—No pretendo irme de la ciudad en breve Demi encogió los hombros. Y me gusta hacer cosas para la comunidad.
—Espero que te salga bien.
—Gracias. ¿Estás seguro de que no quieres un papel?
—Antes prefiero que me aten a la cama y me azoten.
—¿De veras? No sabía que te fueran esas cosas, pero estoy segura de que puede arreglarse.
—Compórtate le ordenó Joseph con voz ronca, excitado por la mirada chispeante y seductora de Demi.
Esta rio y devolvió la atención a la ensalada.
Cuando sus platos estuvieron vacíos, Demi notó con satisfacción que Joseph estaba más relajado que de costumbre. Sus ojos no cobijaban ninguna sombra y sus labios esbozaban una sonrisa espontánea. A pesar de los cotilleos, era evidente que ella era buena para él. Ya solo tenía que convencer a Joseph de que así era.
— ¿Qué te apetece de postre? preguntó mientras llevaba los platos al fregadero.
—Tú respondió Joseph, que se había acercado a ella sigilosamente y la estaba rodeando por la cintura.
—La mayoría de las personas prefiere algo dulce de postre dijo ella, recostándose sobre Joseph.
—Yo prefiero lo picante aseguró este mientras le daba un beso en la nuca.
—Yo también.
— ¿Por qué no me sorprende? Joseph subió una mano y la detuvo a un centímetro de sus pechos. Demi sabía que su corazón estaba latiendo desenfrenadamente, pero no trató de ocultárselo. A esas alturas, ya debía saber que lo deseaba.
La apretó un poco más contra su cuerpo, demostrándole que no era ella la única con deseos.
— ¿Demi? murmuró Joseph  después de darle un beso en un hombro.
—¿Sí? —contestó ella con los ojos cerrados, girando la cabeza para ponérselo más fácil.
—Tengo un par de horas libres.
Demi se giró entre sus brazos y lo miró a los ojos.
—¿Y quieres pasarlas conmigo?
—Quiero pasarlas haciendo el amor contigo especificó Joseph.
No sabía qué había cambiado desde la noche del viernes, cuando se había retirado bruscamente y se había marchado casi corriendo... al igual que el viernes anterior. Pero tampoco le importaba demasiado en esos momentos.
—No se me ocurre una manera mejor de pasar un par de horas.
—A mí tampoco susurró Joseph, lamiéndole el lóbulo de una oreja.
Demi se echó sobre él, obligándolo a dar un paso atrás. Sin decir palabra, salió de la cocina.
Y sin decir palabra, Joseph la siguió.

domingo, 10 de marzo de 2013

De Secretaria a Esposa Epílogo






Dieciocho meses después.
—En una ocasión ya te dije que eres un hombre con mucha suerte, Joe, y ahora te lo vuelvo a repetir. ¡Eres uno de esos hombres a los que los demás varones envidian! —le dijo Hassan a Joe mientras éste daba un sorbo a su champán.

Ambos estaban de pie en una de las elegantes salas de recepción del Dorchester, donde el árabe estaba ofreciendo una pequeña fiesta para celebrar la finalización del fabuloso hotel que los colegas de Joe y éste habían diseñado para él en Dubai. Desafortunadamente, a Joe le había sido imposible viajar hasta Dubai para asistir a la impresionante fiesta que había celebrado allí su amigo ya que su esposa, la encantadora Demetria, estaba embarazada de su segundo hijo y no había estado en condiciones de realizar un viaje tan largo.

Hassan pensó que el matrimonio le sentaba muy bien a su amigo. Joe tenía como una especie de aura de satisfacción a su alrededor aquellos días, aura que Hassan había detectado cada vez más durante los últimos encuentros que había tenido con él. Le había dicho a Joe que el matrimonio le aportaría un gran placer y satisfacción ya que Demetria Jonas era una mujer muy especial. ¡Muy especial de verdad!

Siempre se había enorgullecido de ser un entendido en el sexo opuesto y, al haber tenido el privilegio de haber podido conocer a Demi un poco más tras la boda de ésta con Joe, podía fácilmente dar fe de lo maravillosa que era la esposa de su amigo.

— ¡Hoy no voy a discutir eso! —contestó Joe. sonriendo.
—Tienes que contarme todo acerca de tu próximo proyecto, ahora que mi maravilloso hotel está terminado.
— ¿Mi próximo proyecto?

Joe se sintió levemente acalorado al recordar la próxima cosa que pretendía hacer... una vez que terminara aquella pequeña reunión. Iba a tomarse un mes de vacaciones para marcharse a Italia con Demetria y con el hijo de ambos. Aquella misma tarde iban a volar hasta Milán y, desde allí, habían planeado realizar el «gran tour»... con él como guía, desde luego. Iba a presentarle a su querida familia la cultura y encantos de Roma, Venecia, Pisa y, por supuesto, de la Toscana, donde pretendían pasar unos cuantos días descansando, tomando el sol y disfrutando de la deliciosa gastronomía de la zona.

Y, cuando el pequeño Orlando estuviera dormido por las noches, Demetria y él harían el amor de madrugada. Aquel pensamiento era la razón principal de que en aquel mismo momento se sintiera invadido por una agradable calidez.
—Mi próximo proyecto es uno muy personal, Hassan —informó al árabe—. Voy a tomarme un mes de vacaciones para pasarlo en Italia con mi mujer y mi hijo.
— ¿Está bien tu esposa, la bella Demetria?
—Muy bien... gracias.

En ese preciso momento sonó el teléfono móvil de Joe Este se disculpó con su amigo, sacó el teléfono del bolsillo de su chaqueta y vio que era Demetria quien llamaba.
Ciao, ¿come va?

Vene... ¿cómo estás tú? ¿Te lo estás pasando bien en la fiesta?
Joe estaba enseñándole italiano a Demetria y ésta estaba realizando buenos progresos... aparte del hecho de que con demasiada frecuencia se olvidaba de que debían practicarlo regularmente.

Mi manchi... —bajando la voz, él sonrió y deseó inevitablemente estar con su esposa en vez de en aquel lugar, donde se veía forzado a hablar con un montón de demasiado serios hombres de negocios.

Pero los negocios con Hassan habían sido muy beneficiosos para su estudio de arquitectura y la hospitalidad y amistad de éste eran muy agradables. Por lo que decidió que no sería grosero y que se quedaría en aquella fiesta que celebraba la satisfacción mutua de ambos y el éxito que había supuesto la finalización de aquel proyecto.

—Yo también te echo de menos y no puedo esperar a estar contigo para que alivies este dolor que parece haberse apoderado de mí en tu ausencia —respondió Demetria.

La leve sonrisa que había estado esbozando Joe se transformó en una sonrisa de oreja a oreja. Ella estaba siendo un poco picara al incitarle de aquella manera cuando él estaba demasiado lejos como para poder hacer nada al respecto. ¡Se dijo a sí mismo que iba a devolvérsela cuando la viera!

— ¿Cómo está Orlando? —le preguntó, cambiando de tema deliberadamente. Deseó tratar uno mucho menos provocativo... aunque en realidad necesitaba oír que su adorable hijo pequeño estaba bien.

— ¡Maravillosamente! Lo llevé a dar un paseo por el parque y en este momento su niñera está cuidando de él mientras duerme la siesta... ¡razón por la cual estoy esperándote en el vestíbulo!

— ¿Estás aquí? ¿En el hotel? —preguntó Joe apartándose aún más de Hassan. Apretó la mandíbula al notar como repentinamente el acaloramiento que estaba sintiendo se hacía aún más intenso.

— ¿Por qué no vienes a buscarme? —contestó Demetria, insinuante—, Pero date prisa, porque si tardas más de un par de minutos tal vez cambie de idea y regrese a casa sola.
— ¡Dio! Espera y verás lo que te ocurrirá cuando te encuentre —bromeó él—. Luego no digas que no te advertí.

— ¡No puedo esperar! Ya sabes que tengo una imaginación muy viva, Joe... y deliberadamente me has hecho pensar en toda clase de deliciosas ideas.
—Me estás matando... lo sabes, ¿verdad? —dijo él, negando con la cabeza. Estaba muy asombrado.

—Lo siento. Ya sé que soy una provocadora... ¡pero no puedo evitarlo! Te amo muchísimo. Y ahora, con el nuevo bebé que vamos a tener, te amo aún más.

Anch'io... Ti amo, Demetria —respondió Joe con voz suave. A continuación miró sobre su hombro al casi demasiado paciente Hassan.

La sonrisa del árabe parecía estarse haciendo aún más abierta. Joe supuso que su amigo debía haber adivinado con quién estaba hablando por teléfono. ¡De hecho, estaba comenzando a sospechar que Hassan sabía que su esposa estaba esperándole en el vestíbulo!
— ¡Date prisa, Joe Estoy esperando...

Tras cortar la comunicación, él volvió al lugar en el cual había estado hablando con su amigo antes de que hubiera sonado el teléfono.
— Demetria ha venido a la fiesta. Está esperándome en la planta de abajo... —comenzó a explicarle a Hassan, sonrojándose inevitablemente.

La sonrisa de su amigo se volvió muy picara, como la de un niño pequeño que ha estado haciendo travesuras.

—Sí, lo sé. Los dos te teníamos guardada la sorpresa, ¡tu encantadora esposa y yo! —confesó con todo descaro.
 Joe negó con la cabeza.

— ¿No te importa si me marcho antes de tiempo de la fiesta?
—Me disculparé de tu parte con todo el mundo. La gente lo comprenderá ya que tu preciosa esposa está embarazada de nuevo y necesita a su marido en casa junto a ella.

—Eres un buen amigo, Hassan —aseguró Joe, dándole un apretón de manos al árabe con bastante prisa. Entonces esbozó una sonrisa de complicidad—. Te veré cuando regreses de nuevo a Londres... ¡lo prometo!

—Ha sido un gran placer realizar negocios contigo, amigo mío —respondió Hassan con calidez—. Espero que tengáis buen viaje y no te olvides de darle recuerdos de mi parte a la bella y exquisita Demetria.
— ¿Qué significa esto?

Frunciendo el ceño, Joe se acercó por el vestíbulo del hotel al lugar donde estaba esperándole su cautivadora esposa, la cual llevaba puesto un vestido rojo de seda. Demi estaba atrayendo miradas de admiración de los clientes del hotel que pasaban por delante de ella. Estaba sentada en un sofá de cuero y se había quitado uno de los zapatos de raso que llevaba, zapato que tenía un considerable tacón.

La expresión de su cara reflejaba una gran inocencia y se quedó mirando a su marido como si no comprendiera por qué aparentemente éste estaba tan enfadado con ella.

— ¡Has tardado mucho! —le reprendió—, ¡Si hubieras tardado un minuto más, habría tomado un taxi y me habría marchado a casa de nuevo!
Ignorando la completamente irracional respuesta de ella, Luca negó con la cabeza y suspiró. Entonces se sentó junto a su esposa en el sofá.

— ¿Qué ocurre? ¿Te duelen de nuevo los pies? —exigió saber, tomando entre sus manos con delicadeza el pie descalzo de su mujer. Comenzó a masajearlo—. ¡Es culpa tuya, Demetria! Deberías estar en casa, descansando, y no paseándote por Londres como una quinceañera. Estás embarazada, ¿lo recuerdas?

— ¿Estás diciendo que soy demasiado vieja para salir de fiesta? —preguntó ella con dulzura—. Por cierto... ¿le diste recuerdos de mi parte al querido Hassan antes de marcharte?

— ¡No hice tal cosa! —contestó Joe, horrorizado.
Llevaban ya casados un año y medio pero, aun así, él seguía sintiendo unos intensos celos si a Demetria se le ocurría siquiera bromear y decir que algún otro hombre le resultaba levemente atractivo... ¡por no hablar de si le pedía que le diera recuerdos a alguno de ellos!

Sabía perfectamente que ella lo hacía para provocarlo y, aunque estaba muy contento de verla en aquel momento, deseó que ambos estuvieran en casa para poder apaciguar las burlas de Demi al hacerle el amor durante toda la tarde hasta que tuvieran que marcharse de viaje. ¡O por lo menos hasta que Orlando se despertara de su siesta! Se dijo a sí mismo que si se apresuraban en marcharse, tal vez podrían hacer exactamente aquello.

 Suspiró al sentir como las expectativas aumentaban dentro de su cuerpo. Pensó que Hassan tenía razón; él era un hombre con suerte. ¡Por lo que a él se refería, era el hombre más feliz sobre la faz de la tierra! Tras lo mucho que había sufrido en el pasado, jamás habría podido imaginarse que disfrutaría de un futuro tan brillante y lleno de amor.
Se sentía más que agradecido.
— ¿Demetria?
— ¿Sí, Joe

—Eres una pequeña descarada, pero te amo. Os adoro, tanto a nuestro pequeño hijo como a ti, más de lo que las palabras pueden expresar.
En ese momento dejó de masajearle el pie y le dio un fugaz, pero intenso, beso en los labios. Sonrió al sentir el suspiro de satisfacción que emitió ella.
— ¡Y también quiero al nuevo bebé que está de camino! —añadió—, ¡Tú me has dado más amor y cariño del que jamás habría podido imaginar que nadie me daría, ángel mío!

La expresión de socarronería se borró de los seductores ojos oscuros de Demetria, los cuales reflejaron a continuación una mirada de seriedad.
Joe oyó un claro sollozo y sintió como le daba un vuelco el estómago debido a lo preocupado que estaba.
— ¿Demetria?

—Estoy bien, cariño. Simplemente estoy un poco sentimental... ¡sobre todo cuando me dices unas cosas tan encantadoras! Me hace plantearme qué he hecho para merecer todo esto... ¡tanto a nuestros preciosos hijos como a ti! ¡Me asusta mucho la idea de perderos, de que me quiten lo que me hace tan feliz!

Él miró fijamente la encantadora cara de ella y negó con la cabeza.
—No va a pasarnos nada malo, cariño —la tranquilizó—. ¡Te lo prometo! Hicimos una promesa por la cual no íbamos a pensar en las cosas del pasado que nos hacen daño, ¿recuerdas? En vez de ello, íbamos a enfrentarnos a cada día con el que Dios nos bendijera con confianza y fe. Mira, ¿por qué no me pongo en contacto con Brian y le pido que nos espere en la puerta principal ahora mismo? Si nos vamos pronto a casa, tal vez podamos tener un poco de tiempo a solas antes de que se despierte Orlando y que nos necesite.

—Shirley está con él y no le importará si nos retiramos a nuestro dormitorio durante un rato. ¡Ella sabe lo mucho que he estado deseando estar contigo!
Las expectativas de Luca de estar con su preciosa esposa a solas durante por lo menos unas horas casi provocaron que gimiera en alto. Se levantó del sofá y se agachó para tomar el zapato que Demetria se había quitado. Entonces se lo puso en su fino pie. A continuación la ayudó a levantarse a su vez.

La abrazó de manera posesiva por la cintura y volvió a besarla en la boca
—Te amo, tesoro mío —declaró en voz alta sin importarle quién le oyera.
Aquella declaración fue silenciosamente seguida por el deseo de que cada hombre y mujer allí reunidos pudieran experimentar, aunque fuera una milésima parte, del amor que Demetria y él compartían...

Fin



Buenos chicas esta historia llego a su fin gracias a las la leyeron y comentaron bueno mas tarde subo las otras novelas perdon no haber subido antes pero tuve un pequeño accidente y estuve en hospital gracias por tomarse la molestia de leer mis adaptaciones las quiero.