—Bueno... —comenzó a decir Joe, esbozando una irónica mueca— afortunadamente
para ti, Demetria, no mantengo ninguna
relación sentimental con nadie en este momento. Y, aunque estuviera con
alguien, seguiría aceptando mi parte de responsabilidad en la vida de este
niño... si es mío. ¡Y querría ayudar a criarlo! No cometas el error de juzgar a
todos los hombres basándote en el pobre ejemplo de tu ex novio.
Percatándose de que había hecho
precisamente aquello, Demi mantuvo silencio.
—Has aplastado tus galletas
—comentó Joe, frunciendo el ceño al observar
el arrugado paquete que había en el suelo—. Permíteme que telefonee al catering
para pedirles que te traigan algo de comer. ¡No quiero que te desmayes por
falta de alimentos! Estás embarazada y tienes que cuidarte.
A ella le sorprendieron mucho
aquellas palabras. Aquella última frase había parecido muy brusca... pero, al
mismo tiempo, también muy delicada. Se dijo a sí misma que probablemente sólo
estaba imaginándoselo, que las hormonas estaban provocando que se sintiera
demasiado sensible.
—Por favor, no te molestes
—respondió—. Ahora mismo no quiero comer nada.
— ¿Estás segura?
—A mediodía comeré en
condiciones.
—Bueno, en ese caso, creo que voy
a salir un rato —anunció él—, ¿Estarás bien?
— ¿A qué te refieres?
—Me refiero a que... ¿no te pondrás
enferma de nuevo?
Demi se ruborizó.
—No. Estaré bien. Estoy segura.
Las náuseas van y vienen, gracias a Dios no duran todo el día.
—Bien. Entonces, por favor, toma
los mensajes que me lleguen y dile a quien quiera que me telefonee que le
devolveré la llamada en cuanto pueda.
—Está bien.
Restregándose el brazo
inconscientemente por la zona en la que Joe la
había agarrado, ella levantó la mirada y vio que él estaba mirándola con una
expresión cercana al desconsuelo reflejada en los ojos. Sintió como le daba un
vuelco el corazón y deseó ir con él. Había infinidad de cosas que no conocía
acerca de aquel hombre pero, aun así, la noche que habían pasado juntos, la
noche en la que él le había hecho el amor, la conexión entre ambos había sido
impresionante.
Se preguntó a sí misma si no
cabía la posibilidad de volver a tener aquella misma conexión de nuevo. La
noche anterior, cuando Joe había admitido
que él también se había sentido perdido en la fiesta que había celebrado en
Milán, ella había sentido como se le aceleraba el corazón al verse embargada
por una repentina y alegre esperanza. Pero entonces, cuando Joe había sugerido que era hora de que ella se
marchara a casa, aquella esperanza había sido truncada.
—Te veré después —comentó
entonces él, apartando la mirada de Demi.
Entonces se dirigió hacia la puerta y se marchó del despacho.
Con el fresco aire de marzo
soplándole en la cara, Joe se dirigió
andando hacia un parque cercano a sus oficinas. Estaba esbozando una dura mueca
que habría asustado hasta a los hombres más valientes... siempre y cuando
alguno hubiera sido tan insensato como para enfrentarse a él. Pero había muchas
cosas que le preocupaban.
Que Demetria
hubiera aparecido en su despacho ya había sido bastante impresionante... ¡pero
haberse enterado de que estaba embarazada había sido demasiado! Se preguntó a
sí mismo si el bebé sería realmente suyo. Aminoró momentáneamente el acelerado
ritmo al que estaba andando al sentir como el miedo y las dudas se apoderaban
de su pecho. Deseaba fervientemente poder creerla, pero por otra parte no
quería que se riera de él y no iba simplemente a aceptar lo que ella había
dicho... aunque, en realidad, tendría que hacerlo hasta que se pudiera realizar
la prueba de paternidad.
A pesar de la amenaza de ella de
marcharse si él adoptaba una actitud demasiado dominante acerca del futuro del
bebé, tenía que descubrir por sí mismo si había alguna posibilidad de que Demi estuviera tratando de chantajearlo de alguna
manera. Él era un hombre extremadamente rico y existía suficiente información
pública acerca de su vida y del ilustre estudio de arquitectos que había
fundado como para que alguien atrevido o ingenioso aprovechara la mínima
oportunidad para tratar de sacarle dinero de una manera u otra.
Se planteó la posibilidad de que,
en realidad, Demetria no hubiera roto con su
«despreciable» novio. Tal vez ambos habían planeado todo aquello una vez que
ella se había acostado con él en Milán para así persuadirlo a que mantuviera
económicamente a un niño que ni siquiera era suyo. Con sólo pensar en esa
posibilidad se puso enfermo.
Apartando de mala gana aquel
pensamiento de su cabeza, vio un banco a la sombra de un roble y se acercó a
sentarse en él. Apoyó la cabeza en las manos y consideró la otra posibilidad
que existía; que lo que le había dicho ella fuera verdad y que el bebé que
estaba esperando fuera suyo.
Pensó que era muy irónico que
aquello hubiera ocurrido tras haber pasado sólo una noche con una mujer cuando
Sophia y él habían estado intentando tener un hijo durante tres largos años. Su
difunta esposa había soportado muchas, en ocasiones incómodas y dolorosas
pruebas a las que la habían sometido para tratar de descubrir por qué no podía
concebir. Él mismo se había sometido voluntariamente a algunas pruebas de
fertilidad. El resultado había sido que no había ninguna razón por la que no
pudiera tener un hijo con otra mujer, pero por algún motivo los ovarios de
Sophia no se habían desarrollado correctamente y no había posibilidad alguna de
que se quedara embarazada.
Ella se había quedado destrozada
al enterarse de la noticia. Joe había
sugerido que adoptaran un niño, pero aquello no había logrado aliviar el dolor
que Sophia había sentido al saber que no podría llevar un hijo en su vientre. Y
pocas semanas después de que los doctores hubieran descubierto el problema...
durante unos días que habían pasado de vacaciones con unos amigos en el yate de
éstos... ella se había lanzado al agua y había muerto ahogada.
Él se preguntó si sus ansias de
ser padre habían aumentado la angustia de su esposa al enterarse de que jamás
podría darle un hijo. Había tratado de asegurarle que no importaba, que podían
seguir teniendo una buena vida juntos, pero ella no había estado convencida y
su matrimonio había comenzado a fracasar...
Negó con la cabeza para tratar de
aliviar la profunda angustia que se había apoderado de su pecho y se levantó
del banco. Comenzó a andar de nuevo y decidió que desde aquel momento en
adelante iba a vigilar a Demetria como si
fuera un halcón. Y si le daba la ligera impresión de que ésta estaba
mintiéndole de alguna manera, iba a hacerle pagar caro el haberle engañado...
Preocupada, Demi se preguntó a sí misma si Joe llegaría a creer que el bebé era suyo. Siempre
había estado orgullosa de ser una persona muy sincera y odiaba la idea de que
él pensara que quizá estaba mintiendo... aunque tenía que reconocer que era
comprensible que Joe tal vez dudara. La
verdad era que había pasado mucho tiempo desde que habían estado juntos en
Milán... y quizá debía haberse esforzado más para intentar encontrarlo.
Reconoció que estaría mintiendo
si decía que no había tenido miedo de decirle que estaba embarazada. Pensó que
un hombre tan rico e influyente como Joseph Jonas,
apenas estaría interesado en mantener una relación con una simple asistente
personal como ella. Al haber visto la increíble mansión en la que éste vivía y
al haber presenciado ella misma el opulento estilo de vida del que disfrutaba,
era obvio que ambos eran polos opuestos en casi cada aspecto en el que podía
pensar. Todavía le parecía un milagro que Joe
se hubiera fijado en ella aquella noche en Milán ya que había habido muchas
mujeres mucho más impresionantes que ella en las que fijarse. Mujeres vestidas
para matar con modelos que probablemente costaban más del salario que ella
ganaba en un año. Ninguna de aquellas elegantes mujeres había tenido la
cortesía de hablarle. Al haber visto su sencillo vestido, seguramente habrían
supuesto que no era nadie importante.
Pero tenía que reconocer que Joe no la había despreciado de aquella manera...
lo que hacía que el hecho de que ella hubiera permitido que las dudas y el
miedo de que él finalmente fuera a rechazarla cuando se despertara en su casa
se apoderaran de su mente, fuera aún más triste.
Aquella fría, pero soleada mañana
de diciembre en Milán, debía haberse sentido en la cima del mundo después del
placer que Joe le había ofrecido pero, en
vez de ello, había permitido que aquellos viejos y debilitantes sentimientos de
inferioridad se apoderaran de ella. Sentimientos que se habían visto
exacerbados debido al dolor por la muerte de su madre y por lo que había
ocurrido con Hayden. Cuando había regresado al apartamento de su amiga para
hacer las maletas antes de tomar su vuelo, había intentado desesperadamente
convencerse a sí misma de que Joe no
volvería a pensar en ella cuando se despertara y viera que se había marchado...
Cuando Joe
regresó a la oficina, Demetria estaba muy
ajetreada mecanografiando cartas. En un momento dado, la puerta del despacho
exterior se abrió repentinamente y ella oyó como a continuación se cerraba. Se
puso tensa al oír como él se acercaba al escritorio de su despacho, pero
entonces oyó que entraba en su sala.
Percibió que Joe desprendía una fragancia a aire libre y
observó que tenía su oscuro pelo alborotado.
— ¿Hay algún mensaje para mí?
—preguntó él.
Durante un momento, la intensidad
de la mirada de Joe provocó que Demi entrara
en trance. Se preguntó si su bebé heredaría el divino color de ojos de su
padre.
—Sólo algunos... clientes que han
devuelto la llamada, pero nada urgente —contestó, arrancando una hoja del bloc
de notas en el que había escrito los datos. Entonces se la entregó a él.
Joe miró la hoja brevemente con una actitud
casi desdeñosa.
—Cómo has dicho; no hay nada
urgente —comentó.
Entonces arrugó la hoja y la tiró
a la papelera.
—He estado andando por el parque
—le dijo.
—Ah, muy bien.
—Y he pensado mucho.
Sintiendo la garganta inflamada
debido a la tensión, ella no dijo nada.
—He tomado algunas decisiones
importantes —añadió él.
Demi continuó en silencio, pero le
dio la impresión de que su vida estaba a punto de cambiar de manera drástica.
Le dio un vuelco el corazón.
—He decidido que no puedes seguir
trabajando ya que claramente no estás bien y necesitas descansar —dictaminó Joe—, Yo mismo necesito unas vacaciones desde hace
algún tiempo. Por lo que te propongo que volvamos a Italia durante unas
semanas. La atmósfera allí será mucho más propicia para descansar y, cuanto
antes podamos marcharnos, mejor. Mañana sería perfecto.
Estupefacta, ella se quedó
mirándolo. Le impresionó la manera en la que él había realizado aquella
potencialmente polémica declaración con tanta calma. Lo había hecho como si le
hubiera estado simplemente ordenando que aceptara sus planes sin importar las
consecuencias que éstos pudieran tener para ella. Pero, aunque sabía que si
hacía lo que había dicho él habría muchos obstáculos en el camino, al mismo
tiempo sintió una gran alegría y emoción ante la idea de regresar a Italia con Joe.
—No es que yo no esté bien...
—trató de razonar— es que estoy embarazada... ¡eso es todo!
Tras decir aquello, tuvo que
reconocer que la primera etapa del embarazo le estaba costando mucho. Se
percató de que le vendrían muy bien unas vacaciones... sin importar lo largas o
cortas que fueran.
Pero, sin embargo, los asuntos
pendientes que había entre Joe y ella
impedían que pudiera sentirse muy animada ante la idea de compartir unas
vacaciones con él.
—Sí, estás embarazada —concedió Joe con lo que parecía una intensa preocupación
reflejada en los ojos—, ¡Y no creo que sea bueno para el bebé ni para ti que te
sometas a la innecesaria presión de trabajar a jornada completa cuando, en
realidad, no tienes que hacerlo!