martes, 20 de noviembre de 2012

Amor Desesperado Capitulo 14 Niley





A la mañana siguiente Miley se levantó con la idea de pasar el día en la biblioteca. Consiguió bajar antes que Nick; todo un logro, pues él se levantaba muy temprano. Se asomó a la ventana y miró con tristeza las calles cubiertas de aguanieve. Las duras gotas se estrellaban contra el cristal como si fueran agujas. Aunque estaba desesperada por alejarse de Nick, no quería ponerse en peligro conduciendo en ese clima.
Decidió cambiar de planes. Se pasaría el día encerrada en su habitación. Se preparó una tetera, agarró un bollo y se apresuró a volver al dormitorio antes de que apareciera Nick.
Cuando llegó al escalón de arriba él abrió la puerta. Recién duchado, tenía el pelo húmedo y el torso desnudo, llevaba unos pantalones vaqueros y su rostro la miraba curioso. A Miley la desconcentró la visión de su musculoso pecho y bajó la mirada. Sus caderas y sus largas piernas embutidas en tejanos no solucionaron el problema así que miró sus ojos y suspiró. Todo él la desconcentraba.
—Te has levantado pronto comentó él.

—Pensaba ir a la biblioteca para hacer un trabajo de Lengua Inglesa, pero las calles están horribles. Estaré en mi habitación —le dijo, dirigiéndose hacia allá.
— ¿Qué tal estás hoy?
Miley cerró los ojos, estaba actuando como una maleducada. Era culpa de ese torso desnudo, era mucho más musculoso de lo que ella había creído. Se volvió hacia él.
—Muy bien, ¿y tú?
—Perfectamente. ¿Y tu… trasero?
—Bien. Recuperado —replicó ella intentando no sonrojarse.
— ¿No te hará falta sentarte en un cojín? insistió él, con una leve sonrisa jugueteándole en los labios.
—No.
—Anoche llevabas un sujetador muy bonito.
—Preferiría que te olvidaras de anoche dijo Miley, enrojeciendo al recordarlo.
—Será difícil contestó él en tono seco. Pero si vas a hacer un trabajo puedes utilizar el ordenador del estudio. El procesador de textos está bastante bien.
Miley se quedó callada un instante, digiriendo la oferta.
—Pareces sorprendida sonrió él.
—Lo estoy avergonzada, añadió. Pero no del todo. Eres tan duro y agresivo en tu trabajo que se me olvida lo amable que puedes llegar a ser.

Miró los ojos de Nick y durante un instante vio la mirada del niño que había conocido y admirado. En el silencio que siguió, sintió un fuerte nexo de unión con él, y la nostalgia invadió su corazón. Había sido muy amable con ella cuando eran niños y, en cierto sentido, lo había adorado. Ese pensamiento la puso nerviosa.
—Gracias dijo, y caminó lentamente hacia su habitación.
Tardó un rato en recuperar su concentración, pero pasó el día recluida trabajando. De vez en cuando oía a Nick al teléfono o yendo de una habitación a otra. Sabía que si estaba en la misma habitación que él sería incapaz de trabajar.
A finales de la tarde, antes de cenar, decidió aceptar la oferta de Nick; encendió el ordenador en el estudio y tecleó las seis primeras páginas del trabajo. Guardó lo escrito, e iba por la mitad de la página siete cuando se fue la luz. Totalmente a oscuras, esperó a que volviera la electricidad.

Un momento después la luz de una linterna alumbró la habitación.
—Dime que has hecho una copia de seguridad dijo Nick, señalando el ordenador.
—He guardado casi todo. Es algo que aprendí a fuerza de experiencia.
— ¿Acaso no aprendimos todos así? murmuró él, disfrutando del sonido de su voz en la oscuridad. Se acercó y percibió el aroma seductor de su aceite. Nick estaba convencido de que ese aceite perfumado había sido creado para volverlo loco. Era el aceite, no la mujer, se repetía.
—No. Estoy segura de que hay personas que nunca jamás han perdido una sola palabra porque siempre hacen copias de seguridad en disquete y guardan su trabajo cada dos minutos dudo. Te hubiera incluido en esa categoría dijo, con voz divertida. El tipo perfeccionista, opuesto al de los meros mortales como yo.

Él movió la cabeza de lado a lado y colocó la linterna sobre el escritorio.
—Miley, ¿cuándo te convertiste en una mujer tan descarada y respondona?
—Cuando volví a encontrarme contigo replicó ella tras una pausa. Sólo soy así contigo. Todos los demás me consideran dulce, callada y tímida.
—Eso es porque no te conocen como yo rió Nick.
—Es porque no me «afectan» como tú.
— ¿Y eso qué quiere decir?  Nick ladeo la cabeza.
— ¿Crees que tardará mucho en volver la luz? preguntó Miley asomándose a la ventana.
—No has contestado mi pregunta. ¿Cómo te afecto?
—He cambiado de tema.
—Y yo he vuelto a él. ¿Cómo te afecto?
—Me das ganas de gritar gruñó Miley.
—¿En serio? ¿Por qué? insistió él, más curioso que nunca.
—Nick esta conversación sería ridícula en cualquier momento, pero mucho más en plena oscuridad.

—Anda, sé buena. Llevo todo el día leyendo casos. He oído decir que provoco instintos asesinos en mis oponentes, pero nunca que les diera ganas de gritar.
—Eres el hombre más frustrante que conozco dijo Miley. Eres una dicotomía total. Por un lado eres un abogado despiadado que se niega a que sus clientes lo afecten emocionalmente. No parece que tengas una sola fibra romántica o sentimental en todo el cuerpo, y te burlas de los que sí la tenemos. Por otro lado, rescatas a tu vecina de un incendio y actúas como si no hubieras tenido otra opción. Permites que una adolescente llena de cicatrices venga a tu casa porque no se atreve a mostrarse en público. Y le permites a tu prometida de pega que use tu ordenador.
Miley inhaló profundamente antes de continuar.
—Y estás demasiado seguro de ti mismo. Asquerosamente seguro. Y deberías ser más feo.

Nick se quedó sin habla durante cinco segundos. Eso no le pasaba casi nunca, a no ser que estuviera utilizando el silencio como arma.
—Nunca he recibido tantos cumplidos insultantes en mi vida. « ¿Asquerosamente seguro?» repitió.
—En parte es por el trabajo explicó Miley. Pero tienes una seguridad profunda que la mayoría de las personas no tienen. Esa seguridad que no tiene que ver con el aspecto, ni con el dinero que se gana, ni con el trabajo que se hace. Es algo que viene de dentro suspiró. Esa seguridad no se consigue fácilmente.
—Y tú deseas esa seguridad comentó él, notando la envidia en su voz.
—Sí, la deseo sonrió ella con tristeza.

Su vulnerabilidad le hizo daño, llegando a un lugar vacío que sentía en su interior. Nick había eliminado todo lo vulnerable de sí mismo. Había sido necesario por muchas razones y nunca, hasta ese momento, había dudado de lo correcto de su decisión. La transparencia de Miley lo atraía como una luz en la oscuridad. ¿Acaso ella tenía algo que él se llevaba perdiendo muchos años? Se acercó y miró fijamente sus ojos oscuros.
—Ese es uno de los cumplidos más honestos que me han hecho nunca dijo y levantó la mano hasta tocar su barbilla. Me asombra lo mucho que te menosprecias.
Ella lo miró un segundo, luego bajó la cabeza.

—Una vez oí decir que la seguridad es para los humanos como volar para los pájaros explicó Miley. Creo que significa que algunas personas nacen con un enorme par de alas y se elevan sin ningún problema. Otros tienen que apañarse con alas más pequeñas, o con alas que se han roto por el camino. Aún pueden volar le dijo, mirándolo de nuevo. Simplemente les cuesta más esfuerzo.

Nick notó que algo dentro de él se movía y crujía, uno de los muchos muros que había erigido cuidadosamente. Sintió una oleada de emoción, del tipo que solía evitar; fue como si le echaran agua salada en una herida. Vio claramente que Miley era un pájaro con el ala rota. Por razones desconocidas, su familia y la gente que la rodeaba casi la habían convencido de que no podría lograr sus sueños.
—Tú volarás dijo, luchando con el seductor pero preocupante deseo de darle a Miley todo lo que nunca había tenido. Si hay alguien en el mundo destinado a volar, ésa eres tú.
Miley lo miró fijamente y seguidamente lo horrorizó por completo rompiendo a llorar.

Amor Desesperado Capitulo 13





—Un par de canciones no te van a matar dijo ella, volviéndose hacia Nick y Miley. Vamos, pareja. Sé que os apetece.
Nick se levantó e hizo un gesto de resignación al ver la sonrisa forzada de Miley.
—Claro que sí murmuró ella.
El grupo comenzó a tocar una antigua balada de Eric Clapton y Nick tomó a Miley entre sus brazos. Estaba tensa.
—Relájate le murmuró al oído. Se supone que estás loca por estar junto a mí.
—Oh —suspiró ella, apoyando la barbilla en su hombro. Gracias por recordármelo.
—Hasta ahora has estado muy convincente dijo Nick.
—Gracias. Tú tampoco lo has hecho nada mal.
—Creo que les has gustado sonrió él.
—Sin duda sienten curiosidad por mí. Casi me han entrevistado. ¿Debería haber traído un curriculum?

—No. Eso le habría quitado toda la gracia al interrogatorio.
La masajeó la espalda y acercó los labios a su cuello.
— ¿Qué haces? se quejó ella, estremeciéndose. Su suave quejido casi lo desarmó.
—Nos miran. Tenemos que dar la impresión de que estamos locos el uno por el otro.
— ¿Cómo de locos? gimió ella con frustración.
—Locos del todo contestó Nick sin dudarlo.
—Vale suspiró ella. Levantó la cabeza, lo miró a los ojos como si fuera una guerrera Walkiria, y lo besó con todas sus fuerzas. Le consumió la boca con los labios y la lengua, arqueándose hacía él.

Nick sintió su temperatura que se disparaba hasta el techo y que la entrepierna de su pantalón se tensaba hasta la incomodidad. Para cuando ella se apartó, le estaba costando un esfuerzo inhumano no poner las manos sobre su trasero y apretarla contra esa zona de su cuerpo que latía de necesidad.
Miley parpadeó unas cuantas veces, respiró cuidadosamente y sonrió de medio lado.
— ¿Qué tal lo he hecho?
Cuando por fin acabaron el postre, se despidieron de Bob y Karen y llegaron a casa, Miley atravesó la puerta disparada.
—Buenas noches gritó por encima del hombro, y corrió escaleras arriba. Cerró la puerta de su dormitorio y, parada en el centro de la habitación, inhaló despacio varias veces.
Con cada respiración sintió el sutil y seductor aroma de la loción para después del afeitado de Nick. La rodeaba y la excitaba tanto como lo había hecho Nick cuando bailaban. Tenía su aroma pegado al vestido. Maldijo, se quitó el vestido y lo arrojó sobre la cama.

—No voy a aguantar farfulló entre dientes, andando en círculos, en sujetador, medias y botines. ¡Ni siquiera han pasado dos semanas y me gusta!
Agarró una almohada y se la aplastó contra la cara. Por su propia cordura, tenía que odiarlo. Había resultado demasiado fácil simular que admiraba a Nick, actuar como si le pareciera guapo y sexy. Besarlo como si lo deseara. Ese beso había sido una estupidez, una gran estupidez.
Todavía se sentía excitada, como si ardiera. Su quejido vibró en la almohada.
Con la almohada en el rostro no veía, pero seguía moviéndose, no podía parar. De repente, tropezó con la esquina de la alfombra y cayó al suelo. Aterrizó sobre el trasero y aulló de dolor.
— ¿Miley? llamó Nick desde la puerta.
—Sí gritó, frotándose el trasero. Estiró las piernas para comprobar que no se había torcido nada.
— ¿Estás bien? preguntó, abriendo la puerta unos centímetros.
Miley se apretó la almohada contra el pecho y miró la puerta horrorizada.
—Estoy bien. Me he tropezado con la alfombra. No hace falta que…
Él abrió la puerta del todo, y ella se puso rápidamente en pie, haciendo una mueca de dolor.

— ¿Estás segura de que estás bien? insistió Nick con voz dudosa.
Miley lo miró sin saber que la molestaba más si él, o haberse caído. Estaba de pie en el umbral, tan sereno, tan tranquilo. Tan vestido.
—Estoy bien, he caído sobre la parte mejor acolchada del cuerpo replicó, deseando que se marchara.
No lo hizo. Su mirada la recorrió lentamente de arriba abajo.
—Estoy perfectamente siempre que no tenga que sentarme. Gracias por preocuparte le dijo, insinuando que podía irse.
—Odio la idea de que hayas caído sobre tu lindísimo trasero dijo él acercándose, con una mueca peligrosa en la cara.
—Estoy bien aseveró Miley, aguantándose las ganas de frotarse allí donde la dolía.
— ¿Necesitas una segunda opinión?

Miley se quedó sin respiración. Ya había aguantado suficiente esa noche. Su oferta, combinada con la seductora mirada de sus ojos, hizo que explotara.
—¡Fuera! gritó, y lo golpeó con la almohada. Él levantó las manos y caminó de espaldas hacia la puerta. ¡Sal de aquí mala imitación de héroe! ¡O Súper Comando Guerrero! ¡O prometido! gritó Miley con furia, sin importarle lo ridícula que debía estar con sólo las medias, botines, sujetador y la almohada en las manos. Cerró la puerta de un golpe y estrelló la almohada contra ella.

—Sólo tenías que decir que no se oyó reír al otro lado de la puerta.
Miley sintió ganas de gritar con todas sus fuerzas. En vez de eso contó hasta cien. Tres veces. Después, tras asegurarse de que Nick ya no estaba en el pasillo, hizo lo único que podía hacer. Corrió hacia el baño, se quitó la ropa y se dio una ducha de agua helada.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Caperucita Y El Lobo Capitulo 27




—¿Cómo el convertir a Demi nos va a hacer normales, cariño?
—Fue un accidente —dijo Lynn, caminando al lado de ellos, su bikini negro ahora
ajustado en su lugar. Joy la seguía muy de cerca—. Está bien, lo admito, Shawn
tiene poco control, pero cuando Demi empezó a correr simplemente no podía
mantener un dominio sobre su instinto. Bueno, tú sabes cómo es. La persecución,
el miedo de la presa condimenta el aire. Perdiéndolo, Shelly la cazó un poco sobreexcitada.
Joy se unió a ellos, deslizó un brazo alrededor de su nieta.
—Los mellizos son todavía jóvenes, Joseph. Sus instintos de lobo consiguen lo mejorbde ellos a veces.
—Yo no perdí el control, abuela. —Shelly se encogió de hombros—. Y no fue un
accidente. Quise convertirla. Los músculos de Joseph se anudaron a través de sus hombros, un latido sordo
golpeó su cabeza. Amaba a su sobrina, pero ella lo estaba haciendo todo tan
complicado como todas las otras mujeres que había conocido.
—Shelly, cariño, explícame exactamente por qué querías convertir a Demi Lovato
en uno de nosotros.

—Porque amo a mi familia y quiero que mi manada permanezca junta. Sabes
que ella es tu amor, pero tu preciosa culpabilidad es tanta que no podías dejarla
ir y tomarla. Y soy demasiado joven para casarme con un estúpido perro viejo,
porque no puedes tomar una esposa y mantener esta manada con vida.
—Nunca hubiese sucedido —dijo Joseph, su ira hirviendo a fuego lento.
—No puedes desobedecer las leyes de los lobos, tío Joseph. No te dejarán —dijo
Shelly—. Algún autoproclamado líder tarde o temprano vendría, olería alrededor
y te desafiaría, o Rick encontraría una compañera y los verían como la pareja
más fuerte y te desafiarían. Ni lo uno ni lo otro funcionaría para mí, así que hice lo
que pensé que sería mejor para todos. Incluido tú, tío Joseph.

Joseph resopló y movió la cabeza, en busca del siguiente par de ojos.
—¿Eso es lo que todos han estado pensando? ¿Están preocupados de que un
imbécil venga aquí y luche contra mí por todos nosotros?
Ellos no contestaron. Finalmente, Joy habló.
—Eres de la familia, Joseph. Sé que tú y Donna no eran compañeros naturales, pero
ella realmente se preocupaba por ti. Eras tan fuerte. Un líder nato. —Dio un paso
delante de él, ahuecando su rostro, con el amor de una madre—. Hiciste tu trabajo en tu matrimonio, incluso cuando estaba claro que el vínculo no estaba
allí. Pero desde que la perdimos, ni siquiera has tratado de encontrar a tu verdadera compañera. Y cuando rechazaste a la muchacha también nos preocupamos porque nunca tomarías a una compañera. —Ella dejó caer sus manos en su pecho—. No quiero perderte. La pérdida de Donna fue bastante difícil.
—Nadie está perdiendo a nadie. —Tendrían que matarlo antes de que alguien le
separara de la familia de Donna, de su familia.

—Exacto. Gracias a mí —dijo Shelly. Todos los ojos se clavaron en ella—. Hice lo que tú no podrías. Demi Lovato es tu verdadera compañera. Todos lo sabemos.
Eres muy delicado sobre el cambio de ella a causa de cierta lealtad torcida a la tía Donna. Ella no debió haberte convertido. Tú no eras para ella, pero su muerte te llevó a la persona a la que estabas destinado. Ahora la tienes.
—Yo no tengo nada. —En lugar de admitir su culpabilidad, había permitido que
Demi creyera que la culpaba por el accidente. Ahora estaba allí sola, con su cuerpo en el cambio. Estaba demasiado enfadada con él para que le dejara ayudarla. No la merecía.
—Volverá —dijo Joy—. Ella ahora es de la manada. La manada siempre encuentra su camino a casa.

—Sólo si ellos quieren. —Joseph se volvió y se marchó de nuevo a la casa, los tristes
ojos heridos de Demi destellaron por sus pensamientos. ¡Jesús, había sido un asno
por dejarla salir así!
Él podía solucionar este problema. Tenía que darse una ducha rápida, arrojar
algo de ropa nueva e iría a buscarla. Podría explicarle por qué había pasado los últimos veintiún años culpándola de su soledad y su encarcelamiento doméstico
cuando era una niña. Sí. Entonces le diré que fue culpa mía que Donna se escapara esa noche. Joseph reguló la temperatura del agua para la ducha.
Maldición, si no fuera por mí sus padres aún estarían vivos.
Y nunca habría sucedido lo de anoche.
No. No importa lo mucho que le juzgara o lo mucho que pensara que debía, no podía lamentarse por lo de anoche. Había sido demasiado perfecto.
 

Capercita Y El Lobo Capitulo 26




—¿Quién lo hizo? —Joseph se colocó de pie en el borde de la piscina, con los brazos doblados firmemente a través de su pecho—. ¿Cuál de estos idiotas se suicidó anoche? Lynn levantó la cabeza para girar la otra mejilla, con una mirada de reojo a Joseph.
Ella estaba sobre su vientre, con los pechos al aire bronceados por el sol del atardecer.
—¿De qué te quejas?
—¿Quién le hundió los dientes?
Sus manos en puños apretados bajo su brazo, con sus pensamientos apretando su cuello, destellaban en su mente. Maldita sea, éste no era él, pero cuando se trataba de Demi, sus prioridades cambiaban.
Rick se encogió de hombros en la parte trasera del trampolín.

—¿Qué diferencia hay? Es lo que querías. Lo que todos necesitamos. —Dio tres  largos, rebotó una vez, y se tiró de cabeza a la piscina. —Lo hecho, hecho está. —Joy tomó un sorbo de té helado, a continuación, lo puso sobre la mesa entre ella y Lynn antes de retomar la novela romántica que sostenía—. Estoy segura de que fue un accidente, cariño. No hay ahora nada que hacer al respecto.
—¿Un accidente? ¿Ella se cayó en la boca abierta de alguien? —Joseph  no necesitaba que se lo dijera. Estaba seguro de que sabía que uno de ellos se atrevió a tocarla. Dejó caer los brazos, caminando a lo largo de la piscina para colocarse sobre Lynn—. ¿Dónde está?
Lynn levantó la cabeza, con los ojos entrecerrados.
—¿Quién?
—Tu compañero muerto —dijo Joseph—. Por lo menos, lo será una vez que ponga
mis manos sobre él.
—No fue Shawn.
Una mierda. —Él había tenido que quitar la mandíbula del estúpido por Demi.
Por ser nuevo, Shawn tenía el menor control y el menor respeto por la manada.
Joseph miró hacia la casa, vio el aleteo en las cortinas de la ventana cerrada del dormitorio de Lynn. Cobarde. Sin decir palabra, se dirigió a las puertas de cristal, con el asesinato en su mente.

Joseph, no. ¡No! Él no lo hizo. Te lo juro —Lynn gritó detrás de él. Sabía que se había levantado, estaba detrás de él—. ¡Rick! Rick, detenlo. Lo va a matar.
Rick escaló la escalera de metal en el extremo de la piscina al mismo tiempo que
Joseph se acercaba. Tontamente se puso delante de él, como si incluso eso le detuviera.
El recién llegado iba a morir. Alguien tenía que pagar por el cambio de Demi, por obligarle a afrontar un hecho que había estado evitando durante veintiún años. Demi era su compañera. Ella siempre había sido su compañera. Su matrimonio con Donna nunca debió ocurrir. Ella había merecido algo mejor. Para cuando Rick le empujó contra su pecho, los pensamientos de Joseph dieron la vuelta, su culpabilidad le había debilitado al origen de su rabia.

—Tío Joseph, no fue Shawn —dijo Rick—. Él se entusiasmó y corrió detrás de ella cuando se echó a correr. Es un lobo nuevo, aprendiendo a controlarse. Pero nosotros le detuvimos. Le teníamos bajo control. Él no fue quien la mordió.
—Entonces, ¿quién? —Ahora estaba gritando, su voz tan cerca de un rugido que su garganta protestó, cada vez con más dolor—. ¿Quién lo hizo? Rick sacudió su cabeza, después miró hacia atrás, con la barbilla alta y los ojos
desafiantes.
—Fui yo. ¿Está bien? Yo lo hice. Yo la mordí. Te dije que lo haría si no lo hacías tú.
La ira, el dolor, la culpa y el remordimiento se agitaron en una furiosa tormenta
dentro de él. Joseph explotó, empujando el pecho de Rick, enviándolo en un vuelo
varios metros atrás. El joven se agarró, aterrizando con la punta de sus pies, dispuesto a luchar si fuera necesario.

—Vamos, muchacho —Joseph habló a través de sus dientes—. Terminemos esto hoy. Toma la manada o sal de aquí.
Con su cuerpo apretado, Rick gruñó a Joseph, avanzando hacia delante un poco, pero sin atacarle. Rick nació como hombre lobo y más fuerte a causa de ello, pero Joseph era mayor y lo convirtió su difunta esposa, la más fuerte entre ellos. Ella lo había elegido para ser Alfa, detectando la fuerza natural dentro de él. Sería una batalla, pero Joseph  tenía la rabia de su lado.
—No. Basta. —Shelly, hundida en el jacuzzi, luchaba por salir fuera, y corrió hacia el otro lado de la piscina—. Ricky, si pierdes tendrás que irte. No puedes luchar por ser Alfa y luego volver a subordinado.
—Yo no lo desafíe. Él me desafió. No puedo ser expulsado por defenderme. Yo me encargaré de esto.
—Tío Joseph, por favor. No fue Ricky.

Los pelos en el cuello de Joseph se erizaron, sus músculos tensos, el instinto de gobernar era emocionante, una mezcla de adrenalina dentro de su cuerpo.
—Desobedecer mis órdenes es un desafío. Y lo acepto.
—¿Es así como pretendes jugar? —preguntó Rick, con el disgusto en aumento en su voz.
—Yo lo hice. —Shelly saltó entre ellos y empujó los hombros de Joseph—. ¿Me oyes?
Yo lo hice. Te desobedecí. La convertí. No Ricky. Ni Shawn. Fui yo.
—Cállate, Shelly. —Joseph parpadeó, el rápido cambio de emociones empañaba su cerebro.
—¿Tú? ¿Por qué?
Shelly resopló de furia, las lágrimas brillaban en sus ojos azules. Ella dio un paso
atrás, dejando caer la mirada. Por un momento, parecía adolescente, a pesar de
su verdadera edad y la forma en que sus curvas llenaban su bikini marrón rosado.
—Quería que las cosas fueran normales. Quería que fuéramos una familia normal.
Al igual que antes con la tía Donna...
Joseph le acarició la mejilla.