—Voy a ir a ver a tu padre ahora... supongo —Dijo
mamá.
—Tal vez deberías pasar la noche con Selena.
Es lo mejor, no sé cómo va a reaccionar.... Eso es una mentira. Yo sé cómo va a
reaccionar, y no va a ser bueno.
Asentí con la cabeza, esperando que ella se sintiera
mal, aunque las definiciones de no bueno eran diferentes. No había mencionado
su recaída por ella, sobre todo desde que había pasado sin ningún tipo de drama
significativo.
Ella tenía miedo de las lágrimas y los gritos, las
cosas que se deben esperar en una confrontación de este tipo. Yo no quería que
se preocupara por el consumo de alcohol, también. Realmente no había sido gran
cosa al final.
—Dios, -susurró. —Me siento horrible. Le voy a decir
a mi marido que quiero el divorcio el Día de San Valentín. Soy una... una puta.
Tal vez debería esperar hasta mañana.
—Tienes que decírselo, mamá. Si no lo haces ahora
nunca lo harás. —Me desabroche el cinturón de seguridad. -Voy a llamar a Selena
y ver si puedo quedarme con ella. Tienes que ir ahora... antes de que sea
demasiado tarde.
-Está bien. Ella respiro profundamente y lo dejó
escapar lentamente. —Está bien, lo haré.
Abrí la puerta del Mustang y salí. —Va a ir bien.
—Mamá negó con la cabeza y jugueteó con las llaves del contacto.
—Tú no eres la que tienes que ser la adulta—
murmuró. —Yo soy la madre. Me tranquiliza saber que vas a estar bien. Esto es
tan disfuncional.
—La funcionalidad está sobre valorado. —Le sonreí de
manera tranquila— Hablaré contigo mañana. Buena suerte.
—Gracias-suspiró ella—. —Te quiero, Demi.
—Yo también.
—Adiós, cariño.
Cerré la puerta y me alejé del coche. Con mi sonrisa
todavía firmemente intacta, me despedí y vi cómo el pequeño Mustang de color
rojo salía del estacionamiento hacia la carretera, donde dudó, como si dudara
que hacer. Pero mi madre siguió conduciendo. Así que seguí saludando.
Tan pronto como las luces traseras desaparecieron,
dejé que la sonrisa desapareciera de mi cara.
Sí, yo sabía que las cosas estarían bien. Sabía que
mamá estaba haciendo lo correcto. Sí, sabía que se trataba de un paso a la
dirección correcta, para mis padres. Pero yo sabía que papá no lo vería así...
al menos no al principio. Me alegre por la tranquilidad de mamá, pero sabia que
papá estaba mal.
Saqué las llaves del coche de mi bolsillo trasero y
abrí la puerta. Después lancé mis cosas al asiento del pasajero, me metí dentro
y cerré la puerta, poniendo un muro entre el frío de la noche de febrero y mi
cuerpo. Por varios minutos, me senté en el coche en silencio, tratando de no
pensar o preocuparme de mis padres.
Eso era imposible, por supuesto. Metí la mano en mi
bolso y comencé a buscar entre el desorden de los envoltorios de chicle y
bolígrafos. Por último, localicé mi teléfono. Lo saque y detuve el pulgar cerca
del teclado.
No llame a Selena.
Esperé a través de tres tonos antes de que me
contestaran.
—Hola. Soy Demi. Um, ¿todavía estás ocupado?
— ¿Me estás tomando el pelo?
Yo miré boquiabierta el espejo retrovisor y vi mi
cara enrojecida.
¿Otra vez? ¿En serio? Eran las diez, una hora antes
de la que me había dicho Joseph que estaría desocupado. No me extrañaría
encontrarlo con alguna rubia de piernas largas a escondida en su dormitorio
cuando subiera las escaleras, pero la escena me pareció que era muy diferente. Joseph estaba
jugando al Soul Calibur IV. Y porque soy una masoquista, lo desafié.
Dios mío, yo tenía que encontrar la manera de
ganarle.
Algo más astuto que la mierda de un personaje
animado que realmente me hacia sentir mejor. Antes de saberlo, ya no estaba
preocupada siquiera por mamá o papá. Las cosas estarían bien. Tenían estarlo.
Tenía que ser paciente y dejar que las cosas sucedieran. Y mientras tanto, tuve
que patear el culo de Joseph... o tratar de conseguirlo, por lo menos.
—Ya te dije, soy genial en todo, —bromeó, poniendo
el mando de la PS3 en el suelo entre nosotros.
—Eso incluye videojuegos.
Vi como el personaje de Joseph
se movió por la pantalla, haciendo una especie de extraña danza de victoria.
—No es justo—, murmuré. —Su espada era más grande
que la mía.
—Mi espada es la más grande de todo el mundo.
Le lance el mando a la cabeza, pero, por supuesto,
se agachó y no le di. Maldita sea. — Pervertido.
—Oh, vamos, — se rió. —Duffy
tú lo sabes bien.
Yo le fruncí el ceño un momento, pero yo podía
sentir como se disipaba mi enfado. Por último, negué con la cabeza y sonreí.
—Bueno, tienes razón. Pero sabes que los chicos que
presumen de ello casi siempre no dicen la verdad.
Joseph frunció
el ceño. —Los dos sabemos que eso no es cierto. Lo has comprobado un montón de
veces. —Él sonrió, se inclinó hacia mí, besando mi oreja. —Te lo puedo
desmostar de nuevo si tú quieres... y sabes que quieres.
—Yo... yo no creo que sea necesario, —logré decir.
Sus labios se movían por el cuello, enviando una corriente eléctrica hasta mi
espina dorsal.
—Oh, —gruñó él juguetón. —Te lo demuestro.
Me reí cuando me empujó al suelo, una de sus manos
capturo perfectamente el espacio por encima de mi cadera izquierda donde estaba
lo más delicado. Lo había descubierto hace un par de semanas, y yo estaba
furiosa conmigo misma por dejar que él usara eso contra mía. Ahora podía
hacerme que me retorciera y me riera sin control cada vez que quisiera, y me di
cuenta que estaba totalmente bajó el patán.
Sus dedos sondearon el punto sensible sobre mi
cadera como su boca se mudó de la clavícula a mi oído. Me estaba riendo tan
fuerte que apenas podía respirar. No es justo. Así no es justo. Hice un intento
para darle una patada, pero él atrapo la pierna y empezó a hacerme cosquillas
otra vez.
Justo cuando pensé que podría morir por falta de
oxígeno, sentí vibrar algo en mi bolsillo trasero. --¡Para, para! —Rogué
empujando a Joseph. Él se separo, y me senté, tratando de
recuperar el aliento, y cogí el teléfono de mi
bolsillo. Yo esperaba que fuera mamá, para contarme como iban las cosas, pero
cuando mire la pantalla, me sobresalte.
—Oh, mierda. Selena. —Miré hacia Joseph,
permanecía tendido sobre el suelo, con las manos metidas detrás de la cabeza.
Su camiseta se había subido un poco, y sólo podía ver los huesos de la cadera,
asomando por debajo de la tela verde. —No digas nada —le dije. — Ella no puede
saber que estoy aquí. Se dio la vuelta y contesté al teléfono, entonces dije,
tan suavemente como pude.
— ¿Hola?
—Hola. Pareces enfadada. ¿Qué diablos te pasó esta
noche? Miley dijo
que las tres quedaríamos en el
Día de San Valentín, pero nunca apareciste.
—Lo siento—le dije—. Tuve un imprevisto.
—Demi, has estado diciendo eso mucho últimamente. Siempre
te surge algo o...
De repente, sentí el aliento de Joseph
en la parte trasera de mi cuello.
Se había levantado del suelo y se deslizó detrás de
mí sin que me diera cuenta. Sus brazos se deslizaron por la cintura, sus dedos
abrieron el botón de mis vaqueros antes de que pudiera darme cuenta. —... Y Miley tenía
esperanzas de que haríamos algo divertido...
No podía concentrarse en las palabras que Selena
estaba diciendo cuando Joseph deslizó su mano por debajo de mis pantalones, los
dedos moviéndose más y más.
Yo no podía decir una palabra. No podía decirle que
lo dejara, ni mostrar ninguna reacción. Si lo hiciera, Selena
sabría que no estaba sola. Sin embargo, Dios, pude sentir como mi cuerpo se
convertía en una bola de fuego.
Joseph estaba
riendo en mi cuello, sabiendo que me estaba volviendo loca.
—... Yo no entiendo lo que te pasa. —Me mordí los
labios para no jadear cuando los dedos de Joseph llegaron al lugar de mi excitación,
me hizo temblar las rodillas. Podía sentir la sonrisa en los labios mientras se
movía por mi oído. Imbécil. Él estaba tratando de torturarme. Yo no podía
manejar esto mucho tiempo. —Demi, ¿estás ahí?
Joseph
mordió el lóbulo de mi oreja y siguió hurgando dentro de mis vaqueros.
—Selena, tengo que dejarte.
— ¿Qué? D...
Colgué el teléfono y lo deje caer al suelo. Empuje a
Joseph lejos
de mí y me di la vuelta para enfrentarme a él. Efectivamente, él sonreía.
—Eres un hijo de...
—Oye, dijo, levantando las manos en señal de
rendición. —Me has dicho que no era capaz.
Cogí el mando de la consola para reiniciar el
videojuego, decidida a darle una lección por jugar conmigo así. Yo ya le había
metido en unos cuantos golpes buenos antes de que Joseph
fuera capaz de recuperar su propio mando y luchara.
—Y tú me acusas de ser un tramposo —Dijo, bloqueando
el puñetazo a mi chica gladiador.
—Bueno, te lo mereces —Le espeté, golpeando con
furia los botones.
No importaba. Incluso con mi ventaja espectacular,
todavía me golpeaba. Maldita sea.
—Feliz Día de San Valentín, Duffy—. Joseph volvió a sonreír mirándome con sus ojos grises brillantes
llenos con el triunfo engreído.
¿Por qué tienen que hacer eso? .Me pregunté por qué
mis pensamientos giraron hacia mis padres. Mamá le había dado la noticia, Sin
embargo, papá... ¿Estaría gritando o llorando?
—Demi.
Me di cuenta de que había estado mordiendo el labio
un poco fuerte, entonces sentí el sabor metálico de la sangre cuando tocó la
punta de mi lengua. Parpadeé y vi a Joseph, que me observaba de cerca. Me miró un buen rato,
pero en vez de preguntarme si algo iba mal o si estaba bien. Pulsó de nuevo los
botones del mando. —Vamos —Dijo. —Me lo voy a tomar con calma esta vez.
Forcé una sonrisa.
—No seas estúpido—Le dije a Joseph.
—Voy a patearse el culo en este momento. Te he dado ventaja. Se echó a reír,
sabiendo que era mentira. —Ya lo veremos —Y empezamos otra vez a jugar.