lunes, 5 de noviembre de 2012

Caperucita Y El Lobo capitulo 17




Rick miró a Demi, con la intención renovada—. ¿Es cierto lo que dicen de las
pelirrojas? —Él pasó junto a su hombro, apoyándose y susurrándole en su oído,
pero Joseph lo podía oír suficientemente fuerte—. ¿Usted es una fiera salvaje y
perversa?

Las manos de Joseph se formaron en puños. Rick era sólo un niño, un joven para los
estándares de hombre lobo. Se dijo así mismo. No acababa de entender el
peligro, el instinto que sus acciones habían disparado en Joseph. Pero la batalla
entre el intelecto y las demandas principales vacilaba. Las uñas de Joseph se
hundieron en las palma de sus mano, un gruñido retumbó en su pecho.
Demi sostuvo su expresión, tranquilamente indiferente, y deslizó sus ojos para
verlo. Ella capturó su mirada—. ¿Tú besas a tu madre con esa boca?
Rick fingió una carcajada—. ¿Por qué no le preguntas? Ella está sentada justo allí.
Demi miro a las tres mujeres. Joseph sabía que ninguna de ellas parecía lo
suficientemente mayor para ser la madre de Rick. Lynn cortésmente levantó una
mano, moviendo los dedos, y los ojos de Demi se extendieron, con la boca
abierta—. Eso no es... no es posible.

Había olvidado lo impactante que su familia parecía para los seres humanos.
—No le hagas caso, Demi. Mi sobrino le gusta bromear. Es un poco inseguro y
piensa irritar a su tío para que le de lo que quiere. —Joseph se lanzó hacia Rick con
una mirada fulminante—. Estás equivocado.
Rick echó atrás la cabeza, soltando una risa—. ¿Tú crees? Por lo menos estoy
dispuesto a hacer lo que hay que hacer para proteger a esta manada. Ella es la
nieta de Ester. Ella ya sabe, o lo haría si le creyera. ¿Qué más quieres? Si no la vas
a morder y hacerla tú compañera alfa, yo lo haré. No puedes esperar que vas a
quedarte solo y conducir esta manada.
—¡Morder! ¿Muerdes a las personas? —Demi abrió demasiado los ojos a Lynn—.
Tú mordiste aquel hombre, ¿No? Pensé que... pensé que era uno de los lobos.
Pero fuiste tú.

Joseph miró a Demi a Lynn y viceversa—. ¿De qué estás hablando? ¿Qué has
visto? ¿Qué hombre?
—Nada. —Respondió Rick por ella. —Ella no ve nada. Ambos están tratando de
retrasar lo inevitable. —Tomó el brazo de Demi.
Joseph no sabía lo que quería hacer. No importaba. Su primer reflejo tomó
asimiento como el cierre de una cuerda demasiado estirada. El perforó hacia
afuera conectando sólidamente con el pecho de Rick tan rápido que su propia
mente no lo pudo rastrear.
Rick voló hacia atrás en el aire. Su joven cuerpo musculoso chocó contra la pared
de piedra del patio por lo menos a ocho metros de distancia. Su cabeza y sus
hombros azotaron de nuevo por el borde hacia adelante, con sus manos tomo su
pecho, mientras se dejó caer al suelo.

Joseph estaba entre ellos, sus hombros temblaban, sus puños apretados a los
costados luchando por controlar su ira, soltando la adrenalina masculina que
zumba a través de cada músculo de su cuerpo. Había estado temiendo esto,
luchando por evitarlo, por mucho tiempo. Lamentó luchar en contra de él.
Si hubiera sido cualquier otra mujer con la que pudiera mantener su auto-control.
Pero no Demi. Demi era suya, había sido desde la noche que él le devolvió la
vida. No se había dado cuenta hasta ese momento particular. Joseph se había
mantenido a distancia, trató de ignorar su existencia, pero todo el tiempo la
había visto como suya.

¿Un reemplazo? ¿El pago de lo que había perdido? No estaba seguro. Su mitad
lobo no le preocupaba. Con el empuje de Demi y la mezcla de tensiones cada
vez mayor entre él y el joven miembro de la manada, el instinto fuertemente
atado de Joseph, se liberó. La necesidad del lobo para defender lo que era suyo
gobernó su mente y cuerpo.
Lynn saltó entre ellos, empujando a Joseph lo suficiente con los hombros para que
se tambaleara y diera un paso atrás—. ¿Qué fue eso? ¿Eh? ¿Qué fue eso? Te pedí
mantenerlo a salvo, y prácticamente rompes su cuello.
Ella fue hacia su hijo, tomando los bordes de su bata se colocó de rodillas a su
lado, sosteniendo su cabeza y hombros contra su pecho. Rick se empujó hasta la
pared con los codos, con las piernas todavía tumbadas delante de él. Se frotó la
parte de atrás de su cuello, se formo una sonrisa en la esquina de su boca.
—Tal vez ella es la elegida. Sólo decide sobre ello pronto o te prometo que lo
haré. —Se apartó de su madre y se puso de pie.

El chico pensó que había tenido éxito en distraer a Joseph. Y lo tuvo, pero sólo por
un minuto. Se volvió a Demi que estaba atónita, en silencio. ¡Dios! Ella debe
pensar que se topó con un set por la forma en que se comporta su familia. Se dijo
que no importaba lo que pensara. No importa, él no lo creía por un segundo.
—¿Qué has visto, Demi? —Él pidió—. ¿Qué has visto hacer a Lynn?
Demi parpadeó con esos lindos ojos verdes en él, como si reiniciara su cerebro—.
Ellos estaban en el bosque. Estaban haciendo el amor. El cuello del hombre
estaba roto, como si hubiera sido mordido. Estaba cubierto de sangre, su cuello,
el pecho. Pensé que había sido atacado por los lobos, y yo no podía comprender
cómo podía hacer el amor allí mismo, en el bosque después de un ataque tan
brutal.
—¿Quién era? —Joseph presionó—. ¿Cómo era el hombre?
Demi sacudió la cabeza como si ella todavía estuviera luchando con todo lo
que había visto y oído. Entonces su mirada se deslizó hacia la casa y ella apuntó
con un dedo.
—Él. Era él.
Joseph se volteó y su corazón casi se detuvo—. Shawn.
Tiró a Demi detrás de él sin pensar y dio un paso amenazador—. ¿Qué diablos
está pasando, Lynn?
El padre de los hijos de Lynn, Shelly y Rick, el hombre que había engañado a su
esposa, el hombre al que había prohibido a Lynn que transformara, parado más
audaz de lo que él tenía derecho estar. Lynn estaba al lado de su amante en un
latido del corazón, poniendo su cuerpo entre su alfa y su ruina segura.
Ella levantó una mano, como si pudiera evitar la indignación de Joseph—. Volví con
él. Yo necesitaba a alguien, Joseph, y tú estabas demasiado ocupado corriendo
por el bosque con Caperucita Roja allí para hacer el trabajo. —Un gruñido
amenazador vibro a través del pecho de Joseph y él caminó hacia adelante—. Se
trataba de una excusa y ambos lo sabían. El tipo no era bueno para ti. Él podía
sentirlo.
—Dejó a su esposa, —intervino Lynn.

—¿Antes o después de que le hicieras imposible quedarse con ella? —Joseph
preguntó, apretando los dientes.
—¿Qué diferencia hay? ¡Es mío! —Dijo. —Tú me dijiste que encontrara una pareja.
Él es el único. Él siempre ha sido el elegido.
—Él es un tramposo. Es débil de voluntad. Y huele a traición. —Joseph miró a su
cuñada, una mujer que había jurado proteger a su familia—. Él no es lo
suficientemente bueno, Lynn. Él te dañara y las piezas que va a dejar atrás no
serán lo suficientemente grandes para poder de nuevo juntarlas.
—No, no siempre terminan de esa manera, Joseph. —Joy se movió entre él y Lynn.
—Sé que la muerte de Donna destruyó una gran parte de ti, pero no por ello es
una conclusión inevitable. A veces el amor se siente bien.
Joseph palideció con la boca cerrada. ¿De verdad ella pensaba que sus
objeciones sobre Shawn eran una especie de transferencia de sus propias
obsesiones? No lo eran.

Joseph exhaló. Ninguno de ellos lo entendía. El amor era una emoción pasajera
poco fiable, nunca era lo mismo de un día a otro, transformándose en algo
irreconocible de lo que era en un comienzo. Él sabía mejor que nadie que no
podía basarse en las decisiones de la vida en el amor.
—No es que sea un extraño. — Shawn caminó hacia adelante, como si él pudiera
eliminar la tensión y la incomprensión desde el aire—. Quiero decir, he conocido a
Lynn desde hace años, y los niños, bueno, yo soy su padre. Ella me contó todo
acerca de su familia. Me explicó cómo funcionaba. Yo... yo estoy enamorado de
ella.
Joseph miró los ojos del hombre. Parecía mayor que Lynn por lo menos tres
décadas, pero Joseph sabía que la diferencia era mucho menos que eso—. ¿Y tu
otra familia? ¿Tus otros hijos?

—Cuando tenga el suficiente control, voy a conseguir un arreglo para la custodia
con mi ex. No me fui porque Lynn me hiciera uno de ustedes. Me fui porque me di
cuenta de que la amo. He sido miserable sin ella todos estos años.
Joseph  se burló. ¿Qué mejor prueba él necesitaba para que la declaración del
hombre no fuera lo suficiente buena? —Hecho por un beta. Nunca será lo
suficientemente fuerte como para enfrentarse a un desafío.
—Yo lo sé, —dijo Lynn—. No me importa. Sólo lo quiero... a él.
—Si lo amas, si ya habías ido y reclamado como tu compañero, ¿Por qué has
estado presionándome tan duramente para que yo aceptar el papel?
Lynn se ruborizó, sus mejillas eran de color rojo brillante, y desvió la mirada. Ella se
encogió de hombros—. El hábito quizá. He estado enojada contigo, por lo que es
difícil saber. No lo sé. Yo no quería que investigaras demasiado acerca de Shawn.
Yo sabía lo que harías, sabía que lo matarías antes de que fuera lo suficientemente fuerte como para defenderse.

—Yo todavía podría.
Ella lo miró con una expresión dura—. Y yo quería que tú pagaras. Todos estos
años sola, toda la angustia. Yo sólo... yo no podía dejar que la ira se fuera.
—¿Y ahora? —Joseph preguntó.
—Obviamente, yo todavía tengo algunas cosas que trabajar en lo que a ti te
concierne. Todavía está ahí, pero Shawn me está ayudando a dejarlo atrás. Con
su ayuda lo conseguiré. Lo sé. Déjame estar con él, por favor, Joseph.
Joseph enfadado, resopló demasiado cerca a un lobo—. Está hecho. Es la manada
o su muerte. Muéstrale su lugar, o lo haré yo. —Se dirigió hacia la puerta más
cercana, con la mano apretada alrededor de Demi, tirando de ella tan rápido
como pudo.

No le importaba nada, acerca de Lynn y su mal gusto en los hombres, acerca de
Rick y su campaña para llevar la manada. No le importaba nada de eso.
Lo único que le importaba era cuidar a Demi de cualquier amenaza posible,
conseguir un lugar seguro. Él la llevó hasta las escaleras hacia el gran vestíbulo,
con el suelo de mármol negro y las amplias escaleras. Sin ningún hombre-lobo.

Caperucita y El Lobo capitulo 16




Las mujeres eran hermosas, la segunda una versión ligeramente más joven que la
mujer a su derecha. La más antigua y hermosa del trió tenía el cabello del color
de azúcar morena, mientras que la mujer del centro tenía un matiz de seda rubia.
Ellas vestían con estilo unos kimonos verdes; con solapas y una faja
complementaria color rosa, radiante contra sus pieles tostadas.
Las mujeres se paseaban ordenadamente, las femeninas curvas de sus caderas
bamboleándose. La mujer del medio se dio la vuelta hacia el pequeño patio del
bar de la esquina al momento que pasaron el umbral. Las otras siguieron
directamente hacia la dirección de Joseph. Ella trató de liberarse de su mano, pero
él la retuvo.

Joseph, mi dulce niño, —dijo la mujer mayor a medida que se acercaba—.
¿Volviendo de tu salida tan pronto? Te hemos echado de menos, querido.
—Madre Joy. Joseph respondió, a modo de saludo.
Evidentemente, la mayor de las tres, Joy, todavía se veía años más joven que
Joseph. Su cabello castaño caía en suaves ondas largas sobre los hombros hasta su
media espalda. Su piel era impecable, su cuerpo en forma. Sin embargo, había
una densidad en ella, la manera de caminar, hablar, que viene con la
experiencia y no simplemente la edad.
Ella presionó sus manos contra su pecho, se estiró y le beso en la mejilla. Él se
quedó de pie, su cuerpo rígido, la cabeza recta, con el ceño fruncido,
firmemente en su lugar.

—Ella es mi invitada, Joy. —Miró hacia delante, a la nada, como si no quisiera
mirar a la mujer—. ¿No podría hacer el menor esfuerzo por comportarse? Con el
vestido, por ejemplo… ¿Más acorde a tu edad?
La mujer rió, una risa ahogada, golpeando juguetonamente su pecho—. Querido,
estábamos curiosas y Lynn nos había convencido de que estabas guardándonos
secreto. Dijo que habías elegido una compañera. Puedes imaginar nuestra
decepción.
—¿Eso es lo que todos ustedes han estado elucubrando aquí arriba? —Su mirada
se desvió a la mujer del bar—. Deberías ser conciente que salir en ese estado de
ánimo podría habérseles salido de las manos.
La mujer mayor encogió un hombro—. Sí. Bueno, podrías haberle dicho a Lynn
sobre tu “gracia de la semana” y salvarnos a todos del problema. —Su brillante
mirada azul se posó sobre Demi—. Sin ofender cariño. Estoy segura de que estas
perfectamente agradecida.
Demi sacudió la cabeza, aunque no tenía ni idea de lo que estaban hablando.
La mujer no podía tener más de cuarenta y cinco y Demi no estaba segura del
problema que Joseph tenía con el vestido. Si Demi lucía tan bien a los cuarenta y
cinco, usaría simplemente un vestido similar. Joy se dio la vuelta y encontró un
asiento en una tumbona de madera. La menor del trío paseaba por el patio de
piedra gris, no tan graciosa, su bonito rostro desfigurado por el pliegue de piel
fruncida en su frente.

—Ahorra tu aliento, tío Joseph. N necesitamos una conferencia. Fue idea de
mamá. Y sólo estábamos viendo. Tu sabes, este tipo de cosas no pasarían si tu
dejaras de traer a estas zorras humanas aquí.
—¡Suficiente!, Shelly. —Ella miró la expresión tensa de Joseph, que flexionaba los
músculos de su mandíbula por la rabia contenida. Su mirada volvió hacia Demi y
después de nuevo a Joseph—. ¿Qué? ¿Mamá estaba en lo correcto? ¿Hay algo
diferente sobre esta? No. Claro que no. Lo que sea.
La joven belleza se estiró sobre sus pies, su mano subiendo suavemente por el
pecho de Joseph hasta su cuello, forzándolo más cerca. Su cola de caballo se
agitaba en su espalda mientras besaba la mejilla de Joseph, dejando una mancha
de lápiz labial rosa.
La mortífera joven mujer dio un paso atrás, haciendo un mohín. La túnica de seda
cayo suelta, mostrando su ombligo y su plano vientre. Por lo menos sus pechos
lograron mantenerse ocultos, sus pezones tentando a través de lujuriosa tela,
erectos como soldados.

Demi miró a Joseph. Se quedó rígido como antes, sus ojos centrados en línea recta,
los labios en una línea, mientras Joy se unía a los muebles del patio para
descansar. Sus ropas caían libres, porque podían. Joseph no parecía darse cuenta o
no le importaba, su atención se situaba en la tercera mujer. Esta, estaba de pie
junto a un carrito, con un vaso, removiendo el líquido claro con el dedo.
Obviamente disfrutando de la atención, sacó el dedo de la bebida y se lo chupó
con largas lametadas con los labios pintados de rojo.

—Oh. —Demi tragó su aliento. Ella sabía de esta mujer. Esta era la mujer que
había visto teniendo relaciones sexuales en el bosque. Las mejillas de Demi se
calentaron. ¿Qué había pasado con el hombre con que la había visto? ¿La
marca que había visto en su cuello? ¿O había visto mal?, aunque no se había
molestado en mirar lo suficiente como para no evitar atornillarse los sesos.
—Mala jugada, Lynn —dijo Joseph—. Tú sobrepasas los límites.
Ella rió, suavemente y su bonito cabello largo, rubio cubría sus hombros. A sus
veinticinco años más o menos el cuerpo de Lynn estaba en la flor de la vida. Ni
siquiera se había tomado la molestia de atar la banda de la bata. Caminó hacia
él, sus caderas curveadas se balanceaban, los bordes de su bata descubrían su
vientre desnudo, paja de color marrón y sus muslos firmes.
—¿Tuviste un día maravilloso en el lago, Joseph? —Ella preguntó.

—Si cualquier daño hubiera le hubiera llegado a pasar a ella… el olor de la presa
asustada ¿Sabía lo fácil que podría haber salido mal, haberse salido de sus
manos? Has dirigido al resto por ahí sabiendo lo molesto que estarían cuando
vieran que era mi compañera.
—Sólo demuestro un punto, querido hermano, lo mismo que tú. —Ella tiró de su
camisa por el cuello, peleo con su apretón. Un duro tirón jaló de él hacia ella, el
reflejo abrió su agarre sobre Demi. Ella dejó caer la mano a su lado,
observándolo.
Lynn tomó la boca de Joseph con la suya, su mandíbula se amplio, su lengua
profundamente en su boca. Y Joseph la tomó. Ningún músculo en el resto de su
cuerpo respondió, pero no le negó el beso. Tan profundo y largo como ella
quería, lo obligó.
Ella lo lanzó con un pequeño empujón, se limpió la boca con el dorso de su mano
y tomó un sorbo de su bebida. Su mirada se desvió hacia Demi.
—Además, si estabas tan preocupado de que hubiéramos perdido nuestros
sentidos y le diéramos caza realmente, ¿Por qué la trajiste aquí? Ella es una
responsabilidad, al igual que Shawn.

—Incorrecto. Estos eran negocios, —, dijo Joseph. —¿Y por qué no le traería aquí?
Esta es mi casa. Espero que mi familia se comporte como humanos civiles aquí, y
en cualquier otra parte.
—Pero, por supuesto. —Lynn se escabulló hacia Joy y Shelly, al último salón que no
había sido utilizado. El movimiento que fluyó en su cuerpo era fascinante—.
¿Negocios, dices tú? ¿Realmente? Sólo si tu negocio está seduciendo a
ignorantes chicas. O tal vez ella consigue enviar algo a través de tu culo y es por
eso que tu mano estaba sobre ella.
Lynn se rió de su propio ingenio, mirando a las otras mujeres que sonrieron
indulgentemente, aunque Joy parecía cansada de la demostración. Lynn se
recostó, la bata se deslizó por los lados de su cuerpo, dejándola completamente
expuesta. Ella levantó una rodilla, tapándose el arbusto y mostrando la redondez
lisa de su trasero.

—Esta es la nieta de Ester. —Dio un paso hacia ellas, cada vez poniendo una
mayor distancia entre él y Demi—. Ella tiene influencia con su abuela. Hice lo que
tenía que hacer. Y el resto de ustedes no interferirá.
—Tú hiciste lo que querías. Como siempre lo haces. —Lynn puso su copa sobre la
mesita de noche entre ella y Joy—. Somos los únicos que cumplimos las normas
arcaicas y los códigos.
Joseph dio otro paso, con el rostro lleno de ira—. No hay razón detrás de nuestras
reglas.
—Sí. —Lynn se sentó directamente, con el cuerpo rígido—. Y nosotros estábamos
ilustrando estas razones, como lo hiciste para mí. Tú eras vulnerable, Joseph. Te
hacía lento, torpe y vulnerable. Tú no podrías protegerla de esta forma. Tú no
puedes protegerte. Ni de tus sentimientos por ella, cuando viste el miedo de su
reacción, dejaste de hacer lo que deberías haber hecho. Lo que habrías hecho
sin pensar si no fuera por ella.
Joseph la miró con el ceño fruncido, los músculos de su mandíbula se tensaron.
Entonces, de repente una extraña tranquilidad se apoderó de él, como si hubiera
elegido la conducta a seguir. Sus manos se deslizaron en los bolsillos delanteros
del pantalón, aparentemente casual.

—No eres tú la que me educa. Tú fuiste la hermana de mi esposa. Pero no te
engañes. Empújame en esto y te voy a bajar. Haz caso a tu lugar, Lynn, o te
pondré en él a la fuerza. —Su voz era baja. Sus palabras fueron precisas y el
sonido de ello envió una frialdad que bajaba por la espina de Demi.
—¿Su lugar, tío Joseph? —Todos los ojos se volvieron hacia el joven aturdido que
empuja la puerta de cristal del patio—. Ah bueno. Discutamos los lugares de
Jerarquía.
Su cuerpo desnudo, la perfección esculpida, relucía un brillo fino de humedad, de
su pelo corto salpicaban gotas de agua. Con cada paso casual hacia vibrar su
polla, semi-dura, cada vez más grande cuando él notó que Demi lo miraba
fijamente. Una sonrisa se formo a través de sus labios, luego la suprimió, cambió su
atención de nuevo a Joseph.
Demi parpadeaba, desvió la mirada hacia... nada. Sin embargo, Joseph se había
dado cuenta, vio que abría los ojos sobre el joven. Podía sentir sus músculos
tensos, pero no le dijo nada—. No empieces, Rick.
—¿Empezar? Tío Joseph, cuando me decido, apenas comienzo, voy muy bien y no
habrá nada que puedas hacer al respecto. Confía en mí. — Joseph gruñó sus
palabras a través de sus dientes—. Este es un negocio, Rick. Mantente alejado de
ella.

—Correcto. Negocio. ¿Por qué no estoy sorprendido? —Los ojos azules de Rick,
coincidieron con los de Shelly, y después pasaron a Demi—. ¿Te molestaste en
decirle a la chica? Por su mirada, yo diría que ella está esperanzada como el
resto de nosotros. La diferencia es, que te conocemos. Estamos acostumbrados a
ti con el juego de tomar un compañero y siempre fallar. Si tú no la tomas, tal vez
yo lo haré. Ella parece bastante abierta a la idea.
Joseph miró a Demi, atrapándola con su mirada pegada a la polla de Rick antes
de que ella pusiera su atención en su cara, sus rojas mejillas ardieron. Abrió su
boca en señal de protesta—. ¿Qué? Yo sólo estaba... Está desnudo. Yo no estoy
muerta, no soy tampoco un animal. No salto a cualquier cosa que cruza en mi
camino y parezca listo y capaz.
La frente de Rick se elevó, con una sonrisa levantando una mejilla—. ¿No es un
animal? ¿Has oído eso, tío Joseph?

Era evidente que el joven era un pretencioso al que dejó de prestar atención,
alisaba sus arrugas, su pene crecía mientras observaba. ¡Maldita sea!, ¿Por qué él
confío en que su familia actuaría como un ser humano frente a Demi si ella se
reunía con ellos aquí en lugar de en el bosque? Siempre era una competencia
con Rick. Quería ser alfa a pesar de las preocupaciones y protestas de las mujeres
en sus vidas.
Lynn, Joy y Shelly habían rogado a Joseph que no se apartara, no se alejara y no
entregara la manada a Rick. Por mucho que Rick pudieraa desearlo, tanto como
Joseph le gustaría dárselo, él no podía hacer esto al chico. Tenían razón. Rick era
demasiado joven. El conseguiría ser matado por un perro callejero dentro de una
semana. Si seguía tratando de utilizar a Demi para salirse con la suya, Joseph se
aseguraría de eso.
Joseph se enderezó, sin moverse, pero bloqueando el camino de Rick a Demi por
voluntad.
—Esto no es un juego, chico.

Rick se detuvo en seco, con la mirada pasando de Demi a Joseph—. Estoy en mi
maldito derecho. Esta es la vida, viejo. ¿Traes a una mujer a tu guarida y crees
que no tendrás que luchar por ella? Tú eres el que está delirando.
Él palmeó el hombro de Joseph, riéndose entre dientes, y se acercó a su alrededor.
No había ninguna duda del desafío en sus ojos, aunque Joseph sabía que no tenía
mucho que ver con querer a Demi como su compañera, si no que él lo hacía
con el deseo de liderar el grupo. Él debería haberlo visto venir. Llevarla a la casa
fue un error. No sabía que las cosas habían llegado a ser tan inestables.
—¿La primera mujer? ¿De verdad? —El tono de Demi fue goteando con
indignación y conmoción.
Joseph también sabía que si por algún milagro, Rick lograra derrotarlo en una
pelea, Rick no pasaría a tener derecho de tomar la compañera de su oponente.
Lo que no iba a suceder. No con Demi. Nunca.

—No quiero hacer esto, chico. Ahora no. No ella. —Joseph advirtió.
La mirada fija de Rick que proyectaba seguridad vaciló, bajó, pero él se
recompuso—. Dime que ella es la elegida. Digamos que estás listo para ser el alfa
de esta manada, la necesitas y no lo intentaré. Si ella no es la elección de tu lobo,
entonces ¿Por qué te importa si la pruebo un poco?
La frustración picaba sobre sus hombros, anudado sus músculos. Era una cosa
sencilla. Anunciar que tenía un interés romántico en Demi, que él la reclamaba
como suya, y hacer felices a todos. Maldición, a su familia le gustaría. Tener un
alfa acoplado significa seguridad para la manada.
Compañeros alfa sólo demostraría que la manada era vital y estaba viva. Un
macho alfa solitario sin la esperanza de producir fuertes herederos varones, eso les
decía a los hombres que la manada se estaba muriendo. Las hembras viables,
Lynn y Shelly, serían persuadidas a unirse a manadas sanas. O asesinadas. Joseph,
no, no podía dejar que eso sucediera.

Entonces ¿Por qué no podía reclamar a Demi como suya? Porque había algo en
ella, algo diferente que nunca había sentido antes, convincente, adictivo. Él no
quería nada de eso. Había estado casado una vez, tuvo una posibilidad para
amar. Donna era su esposa, viva o muerta, él había tenido un compromiso. Su
mitad humana no le dejaría dar la espalda a esto, no con la mujer cuya familia la
había matado.
—Es un negocio, —Joseph insistió.