jueves, 25 de octubre de 2012

Caperucita y El Lobo Capitulo 12



Alguien en casa ¿Hola? —La voz no era atractiva y sonaba más lejos.
Demi abrió los ojos. Exploró la habitación. Su habitación. En la cabaña de la
abuelita. Miró hacia abajo, la correa larga de su camisón había sido empujada
por debajo de sus pechos, sus manos estaban en sus bragas, las rodillas abiertas
de par en par, las sabanas en un enredo alrededor de sus pies.
—De nuevo. —Ella dejó caer la cabeza en la almohada. El orgasmo más
alucinante del mundo se había ido—. Este día ya apesta y ni siquiera me he
levantado de la cama todavía.
—¿Hola? Última oportunidad. Alguien en casa.
Demi se deslizo en la cama. Era la voz de un hombre. Viniendo desde el interior
de la casa. Ella dejó sus pies libres de las sábanas y se apresuró hacia la puerta de
su dormitorio, enderezando su camisón, agarrando su bata. Golpeando la
escalera, metió los brazos en las mangas.

¿Algún ocupante ilegal que había encontrado la llave hábilmente escondida de
la Abue, un dependiente, un ratero -alguno u otro? Daba lo mismo.
Entonces, Nelly, no escogieron ellos la casa equivocada para entrar y destruir.
Bien, entren. No había furia, como la de una mujer sexualmente frustrada. La
primera vez que estaba pasando la noche en la cabaña en meses y sorprende a
alguien aprovechándose de la confianza de la Abuelita.
La puerta principal estaba abierta. Demi corrió los unos últimos pasos y agarró la
esquina de la pared para ayudarse a balancearse a sí misma en la cocina.
Alcanzo a través del mostrador, enganchó uno de los cuchillos de la mesa de
madera y se dirigió hacia la sala de estar.
—Hey. ¿Qué diablos crees que estás haciendo? —Apoyó el cuchillo en su
hombro, su peso en una cadera.

Sí, ella no lo asesinaría. Ella no tenía esa intención. Pero él no lo sabía.
El hombre, alto, probablemente de seis pies, dio la vuelta para encararla justo por
delante del umbral de la sala de estar. El era mayor, alrededor de unos cuarenta
y cinco años, pelo negro canoso. Era regordete, pero muy elegante con su traje
negro carbón, camisa azul pálido y corbata a juego.
—Oh. Perdón. No pensé que alguien estuviera en casa. —Sus ojos castaños
rastrillado por su cuerpo, deteniéndose demasiado tiempo en sus pechos. Una
sonrisa torcida floreció en su rostro bien afeitado—. Usted debe ser Demi.
Había una mirada de reojo, un tono lascivo en su voz, que hizo que un escalofrío
se asentara en la base de su columna vertebral. Demi se enderezó, de repente
se sintió vulnerable a pesar del cuchillo de seis pulgadas en la mano. Junto los
bordes de su bata, que mantuvo cerrados antes de dejar el cuchillo para atar el
cinturón.

—Usted entró ilegalmente, —ella dijo—. Ya he llamado a la policía. —Gran idea,
lástima que no hubiera pensado en ello, antes de que corriera a medio vestir para
espantar a los criminales. Uf. Su cerebro estaba obsesionado, frustrado.
—¿De verdad? Qué torpe. Usted sabe, yo estoy aquí a petición de su abuela. —
Entró en la sala.
—No te acerques. Demi sostenía el cuchillo con ambas manos. El hombre se
detuvo al instante, su sonrisa arrogante se derritió junto con el color en su piel.
Levantó sus manos en señal de rendición.
—Tranquilízate, Demi. Relájese. Ya le he dicho. Soy amigo de Ester. Llámela. Y
compruébelo.
Sí, claro. ¿Cómo sé que no eres un asesino en serie que quiere cortarme en
pedacitos tan pronto como me de la vuelta para utilizar el teléfono?
Su sonrisa se volvió menos arrogante—. Bueno, usted esta agitando la cuchilla de
un carnicero. Y este no es un traje para cortar a la gente.
Muy bien, buen punto. La mayoría de los asesinos en serie, probablemente no
llevarían Versace en el trabajo. Reconoció el estilo.
—¿Quién eres? La abuela no mencionó que alguien vendría. Acabo de verla
ayer. —Él dejó caer su mirada, la apartó por un momento, después de vuelta, sus
ojos tristes.

—Ester no siempre recuerda las cosas con claridad. Estoy seguro de que ella le
habría dicho, pero, ya sabe. —Mierda. Sabía exactamente lo que quería decir.
Su sonrisa era cálida. Era una bonita sonrisa que iluminaba sus ojos y agudizaba la
redondez de su mandíbula. Era atractivo, en un rígido, tipo de negocios, con una
nariz fina, cejas espesas y pelo corto, ondulado, justo por encima del cuello.
—Mi nombre es Anthony. Anthony Cadwick. —Extendió una mano hacia ella, muy
lentamente. —Yo no muerdo y sólo corto en pedacitos a personas en sentido
figurado. —Bien, ahora se sentía un poco estúpida sosteniendo la cuchilla como
un hacha lista para cortar una extremidad.
Ella lo bajó a su lado, después la puso en la mesita al lado de la puerta—. Hola,
Tony. Soy Demi, la nieta loca.
—Es, ummm, Anthony, en realidad. Encantado de conocerte. Tu abuela habla de
ti a menudo. —Dio un paso adelante. Se estrecharon la mano. Su piel era suave y
cálida, su apretón fue débil como si le preocupara que le hiciera daño. A ella le
gustaba eso.
Anthony. Perdón. Bonito traje.
—Igual tu. —Su mirada se dejo caer a la bata abierta y a las piernas desnudas,
arriba de las rodillas—. ¿Yo la desperté?
Demi ató la bata, hizo un nudo. Se sacó un mechón de pelo de la cara, la otra
mano sosteniendo su cuello.

—En realidad, usted interrumpió un sueño muy bueno.
—Mm, lo siento. Ester dijo que vivía en la ciudad. No pensé que alguien estuviera
aquí. —Él miró su reloj—. Es tarde, alguien tiene un gran horario de trabajo.
—Me detuve brevemente anoche para verificar las cosas. Tomé un paseo en los
bosques. Se hizo bastante tarde, entonces sólo me quedé. El lugar es más
consolador de lo que recuerdo. En particular la fauna.
—Umm…
—Espera. ¿Qué hora dijiste?
Miró el reloj de nuevo—. Ahora. Doce veinticinco.
—Oh, mierda. No tengo tiempo ni para ducharme. —Ella se dio la vuelta y se
dirigió a las escaleras—. Uh, escucha, tengo que estar en el trabajo, ahora, así
que si puedes disculparme... Cierra la puerta al salir. Gracias.
Ya había subido cuando escucho que él comenzaba a subir las escaleras.
—En realidad, no es una circunstancia muy favorable. Llegar tarde al trabajo a
pesar de la circunstancia. Se detuvo y se inclinó sobre la barandilla.
—Bueno, estaba confundida. Tengo que cambiarme de ropa y arrastrar mi
trasero. Tiene que marcharse.

—Pero he estado deseando hablar con usted. Se trata de su abuela. Realmente
estoy bastante preocupado.
—¿Sí? —Quizás es algo en el agua. Ella no tenía tiempo para esto. Demi dio sus
dos últimos pasos y corrió a su habitación. Cerró la puerta y giró la cerradura de
perilla cheapy. Mejor que nada. Tal vez el vería la puerta cerrada y captaría la
indirecta.
Demi tiró de su túnica y arrancó su pequeño camisón sobre su cabeza. Su
mirada se posó en su vestido de verano de ayer. No sólo ella lo había llevado
para trabajar el anterior día, pero la fuga del lobo enfurecido había dejado un
rasgón largo desagradable en el dobladillo. Tenía que haber algo mejor. Ella fue
al armario. Quizá alguna de su ropa vieja, estaba guardada ahí dentro. Empezó a
cavar y se dio cuenta de que su armario viejo había llegado a ser aparentemente
el lugar donde los abrigos anticuados se guardaban.
—Sabes... ¿Demi? —Sheezz, el tipo no podría captar una indirecta. O una
sencilla orden. Ella puso los ojos en blanco y siguió buscando a través del plástico
cubierto de prendas de vestir.
—¿Sí?

—Oh. Uh, tu abuela se preocupa mucho por ti. Habla de ti todo el tiempo.
—¿Es cierto? —Bingo. Correcto entre una chaqueta marrón de lana y el abrigo de
invierno con exceso de relleno, ella encontró una falda vaquera envuelta y
vieja—. Dios mío, estas cosas nunca fueron del estilo de la abuela.
—¿Qué es eso? —La voz de Anthony sonó más fuerte, cuando se apoyó contra la
puerta. Él la escuchaba cambiarse de ropa. Espeluznante.
—Nada. ¿Así que, usted decía que la Abue habla con usted acerca de mí? —Si
ella hablaba mucho, sabía que él no escucharía que estaba desnuda.
—Sí. Sí, ella lo hace todo el tiempo. Demi puso los ojos en blanco de nuevo.
Necesitaba algo para cubrirse. Había llegado al final del armario y no había
encontrado nada, ¿Que iba a hacer? Se volteó y corrió por la habitación hacía
su vieja cómoda. Cajón... basura, juego de cartas, bolígrafos, gomas elásticas.
Empujó. Siguiente cajón... libros.

—Yo no creo que haya algo en el planeta que le importara más que tú, —dijo
Anthony. Demi cerró el cajón y después se trasladó al próximo... más libros, lo
mismo que el anterior. Ella abrió la gaveta.
—Ropa, Gracias a Dios. —Sujetadores Doble D, enormes bragas, y... ¡Eureka! Un
pequeño montón de agradables camisetas viejas.
—De la única cosa que ella podría preocuparse, es de su gran lobo de plata. —
Anthony se echó a reír, pero la sangre se le heló a Demi.
Hasta ayer por la noche el lobo de plata había sido un producto de la
imaginación de una anciana, un personaje de un cuento de hadas. Pero él era
de verdad. Él era real y hermoso y... Ella no quería pensar en él en el resto del día.
Acerca del camafeo extraño en su sueño.

 ¿Qué fue eso? Había pasado un
momento, después de que ella había atrapado al animal en la casa de la
Abuela, en el que había tenido miedo. Miedo de ser asesinada, pero temerosa
de ser incapaz de detenerlo de sus embarazosos e intensificados golpes,
transformándose en algo más, en algo peor. Tal vez ese miedo, esa rara
posibilidad de que había contaminado sus sueños.
—¿Demi? —Sacudió la cabeza, sacando el tren del pensamiento extraño y
cogió la camiseta de la cama, y se vistió.
—¿Qué dijo la Abuela sobre el lobo, exactamente? —Preguntó. 

—Estoy seguro que lo has oído antes. Ella dijo que tengo que protegerlo y prometí
que nunca vendería la tierra para que siempre tuviera un lugar para correr. Igual
que siempre.
La camiseta era chica, pero le servía. Se colocaría un delantal cuando llegara a
la tienda. Demi  buscó su cepillo en su bolso y cogió su prendedor de pelo de la
mesilla de noche.
—Si usted me pregunta, —dijo Anthony—. Creo que el lobo es usted.
Metafóricamente hablando.
—¿Qué? Uh, no. —Está bien, me hubiera dado cuenta la noche anterior y por su
sueño, que era demasiado retorcido.
—Piense en ello. Ella hizo una promesa de protegerlo, para mantener la tierra, de
modo que siempre tuviera un lugar para vivir. No hay nada que ella amara más.
¿Suena familiar? Al igual que las promesas que hizo para cuidar de usted.
—Sí, pero... — Le faltan unos pocos pedazos de información vital, como que
realmente había un lobo grande de plata corriendo por el bosque. Demi no
tenía intención de contárselo a Anthony Cadwick. Ella encontró sus sandalias y se
sentó en la cama para atarlas.
—Creo que es una carga real sobre ella, mental y físicamente. No importa cómo
se vea, está enlazada a este lugar debido a usted, y creo que le está costando a
ella.
—¿Costarle a ella? Ja —Demi bruscamente cerró la boca. Sus finanzas no eran
negocio de este tipo.
—Sí, sé que le cuesta, también. Y también lo sabe Ester.
Bueno, tal vez sus finanzas eran su negocio, y aparentemente de cualquiera que
hubiera tenido una charla con la abuela.
—Estoy bien. La tierra es buena. Los gastos de la clínica de ancianos son buenos.
La tienda está bien. Estamos todos bien.
—Parece convincente, pero no lo compro. Y tampoco su abuela. Ella no es una
mujer tonta, Demi. ¿Cómo piensa usted que ella se siente sabiendo que usted
lucha y no sabe por qué? Sin saber cómo ayudarla.
Ella sabía exactamente cómo la abuela se sentía. Ella quería proteger a Demi,
para ayudarla con cualquier cosa y todo lo que podía. Le hizo ver la
preocupación de los frutos secos en la cara de Demi, de la preocupación que
Demi no podía esconder de la abuela, de la preocupación que Demi no
hablaría.

La abuela siempre había esperado que Demi volviera a la casa un día, pero si
ella supiera como las cosas eran difíciles por la falta dinero ella vendería en un
latido del corazón, para darle el dinero en efectivo. Por supuesto la Abuelita no lo
sabía, por eso ella no vendería... Tal vez Anthony tenía razón. La abuela se
enlazaba a la tierra a causa de ella y estaba perjudicando a ambas.
Demi agarró su bolso y abrió la puerta. Anthony tropezó en la habitación. ¡Jaja!
Ella había tenido razón. Sabía que él estaba apoyado en la puerta.
—Lo siento. —Se enderezó—. Es mi culpa.
—Realmente tengo que correr, pero voy a pensar en lo que dijo. —Anthony le dio
su tarjeta.
—Entendería que si quiere afrontarlo y mantenerse en el lugar. Quiero decir, Ester
ama este lugar, incluso si ella probablemente nunca lo vea de nuevo. Pero si
usted decide que quiere más. Hágale saber cómo puede ayudar. Dame una
llamada. Conozco algunas personas que estarían interesadas.
Su mirada se dejo caer a sus senos, sus ojos marrones chispeaban. Aquel creído,
se la imagino desnuda con una sonrisa y se pellizcó una mejilla otra vez, él se rió
entre dientes, bajo y provocativo. Ella cambió su peso a una cadera, apoyando
su mano a un lado.

—Tal vez le gustaría tomar una foto.
Él se rió—. ¿Usted lleva eso para trabajar?
Demi miró su camisa—. Ah, perfecto. —Había tomado una camiseta de sus días
de juventud rebelde, por la salud del medio ambiente. Una caricatura de un
castor borrosa, plano de cola y al lado de `salva un árbol, comete un castor´—.
Sabía que este día sólo iba a empeorar.

Caperucita y El Lobo Capitulo 10



El lago de la mina era como el agua de una bañera caliente. Demi se deslizo
más profundo, disfrutando de la sensación sedosa del agua que abrazaba
alrededor de sus muslos, mojando los rizos rojos entre sus piernas. No, espera. No
era correcto. El lago de la mina nunca era caliente y en sus muslos parecía
absolutamente fabuloso. Ah.

Soñando satisfecha, el subconsciente de Demi tomo el control.
Cuidando de no resbalarse en las piedras debajo del agua azul verdoso, Demi
dio un paseo más y más hasta que ella estaba seca de sus pechos para arriba.
Los pelos finos en la parte posterior de su cuello, hormiguearon. Ella se detuvo,
exploró la pared alta de la mina en un lado, la playa y los bosques más allá. Un
viento fresco recorrió el lago, llevando los perfumes del bosque, y algo más. Hubo
un dulce olor, pero no de la naturaleza. Fue definitivamente masculino, como
colonia de hombre sólo más terrenal, más rico, pero nada que ella haya olido
alguna vez de una botella.

La carne de gallina cubrió su piel, y Demi cruzó los brazos sobre sus pechos
desnudos luchando contra el enfriamiento. Sus pezones fruncidos sintieron
comezón con el roce de su propia piel, pero empujó la sensación de sus
pensamientos. Alguien estaba allí, escondido entre los árboles caídos y las
sombras. Podía sentirlo en sus huesos. Demi bizqueó con los ojos, buscando la
forma extraña o fuera de lugar. No fue nada. No había nadie a la vista.
Ella estaba siendo paranoica. Se volvió para disfrutar de su baño, haciendo caso
omiso de su preocupación. Abrió los brazos así que cuando las rodillas se
doblaron, ondas diminutas acunaron sus pezones. El aire dejó sus pechos
maravillosamente fríos. La emoción de su baño tenía a su cuerpo entero
tarareando con entusiasmo prohibido.

Dedos invisibles repiqueteaban por su espalda de nuevo. ¡Maldita sea! alguien
estaba mirando. Podía sentir su atención enfocada como manos a tientas en su
cuerpo. Demi volvió la barbilla a su hombro, mirando de nuevo en el bosque.
Nada había cambiado, no había rastro de nadie, pero él estaba allí. Estaba
segura en ese momento. Él la había visto desnudarse y meterse en el agua. Él
estaba mirando ahora, seguro, arrogante, sabiendo que no lo había visto—.
Probablemente tiene su polla en la mano derecha ahora, masturbándose. —Dio
la espalda al voyerista enloquecedor y se zambulló en el agua. Las corrientes
dieron masaje a su cuerpo desnudo mientras nadaba, revoloteando sobre sus
pechos, el calentamiento entre los muslos.

Llegó a la superficie y nadó hasta el otro lado, donde la playa era de tres pies de
rocas dentadas y luego una pared de piedra caliza de cinco pisos. Demi miro
hacia el otro lado donde el bosque bordeaba la playa y su vestido y ropa interior
estaban cubiertos por un tronco torcido. Él todavía estaba allí, en alguna parte.
Incluso a esta distancia lo sentía mirando. Una sonrisa tiró de la esquina de su
boca.
¿Por qué estaba sonriendo? Puede ser cualquiera, un violador, un psicópata, un
recaudador de impuestos. Ella debería estar asustada, alarmada, o pensando en
los ingresos. Pero no lo estaba. En su sueño, Demi fue valiente y estaba caliente.
Ella estaba tan encendida que podía sentir los jugos de su coño caliente como
crema liquida incluso bajo el agua. A ella le gustaba ser vista... por él.
¿Quién sabe?

Él. ¿Sabía quién era? Sí. Se dio cuenta ella, pero su subconsciente no se lo decía.
Demi se zambullo de vuelta bajo el agua, nadando en la medida en que sus
pulmones se lo permitían. Cuando llegó de nuevo estaba lo suficientemente
cerca de tocar fondo y subir la pendiente gradual hacia el borde. El agua estaba
menos profunda con cada paso, Demi sacudió sus caderas más seximente para
un lento revelar. Con ambas manos se alisó el agua de la cara, sobre la frente y
por el pelo. Si su admirador secreto quería un show, ella le daría uno.
Se dirigió al tronco torcido, pero tuvo una mejor idea cuando se dio cuenta de la
gran piedra más allá de tres metros, inclinada en un ángulo suave. Era ancho y
plano, un escenario perfecto. El agua cosquilleaba debajo de ella detrás de su
pelo, por encima de su culo, corriendo entre sus piernas.
Demi mordió su labio en una sonrisa, sus músculos apretados, pechos pesados,
aire fresco sobre su piel. No había manera sexy para subir a la roca, pero se las
arregló con una cantidad mínima de vergüenza. Se estiró, levantando su pelo
largo mojado, este sopló en abanicó hacia fuera encima de su cabeza cuando
ella se extendió abajo.

Un crujido de hojas, el chasquido de ramitas, su mirón se movía alrededor por un
mejor ángulo. Bueno. Esta vez la hizo sonreír. Demi cerró los ojos, se abrió a la
sensación de su mirada, tocándose donde las manos de él no la podían alcanzar.
La roca estaba caliente contra su espalda, el sol luchando contra la frialdad de
una brisa sobre las gotas de agua sobre su pecho y su vientre. Se frotó las manos
sobre ellas, extendiendo el agua, ayudando al sol a secar su cuerpo. Su piel se
estremeció bajo su toque, sus pechos dolían por el estímulo, los pezones duros y
erguidos. Su vientre apretado con la sensación de su mirada fija sobre ella, sus
músculos sexuales pulsaban, su cuerpo mojado y listo. Se frotó la mano sobre sus
costillas, que frotaban hasta ahuecar un pecho en su palma. Su espalda se
arqueo. Ella se imaginó que era su mano, sus dedos que pellizcaban su pezón
sensible.

Demi aliso su mano libre bajo su vientre, fingiendo que ellos eran sus dedos que
bajaban a través de los gruesos rizos rojos de su monte de Venus, acariciando
parte de los labios mayores, jugando con su clítoris hinchado. Ella gimió con el
toque, el pensamiento, su apertura sexual, ansiando estar llena. Sus dos dedos se
deslizaron entre sus labios interiores, que empujaban en su sexo su palma
presionada contra su clítoris sensible.
Sensaciones zumbaban a través de su cuerpo, su sexo apretando los músculos,
alisando los movimientos rítmicos. Contuvo la respiración, la construcción de una
suave presión que brotaba de su centro. Se lo imaginaba, junto a ella, sobre ella,
sus dedos entrando y saliendo de su sexo, su mirada se centró en verla responder
a su contacto. Se había endurecido a la vista de su placer, lo deseaba, pero
queriendo mirar también. Ondas de calor líquido hormigueaban en su piel como
si ella pudiera sentir su aliento.
Cerniéndose sobre ella, casi besándola, pero no. Ella inclinó sus rodillas, con las
piernas abiertas, queriéndolo allí dentro de ella.
Demi se retorcía contra la roca dura, olvidándose de su público, se perdió en el
remolino rápido de la sensación en su interior. Ella mordió su labio, se concentro
en la presión deliciosa, la liberación a sólo unos pocos segundos de distancia. Ella
levantó las caderas, los dedos, el bombeo de su sexo, conduciendo su orgasmo
más cerca, más rápido. Casi allí.

Algo se movió al lado de la roca. Demi quería mirar, pero no lo hizo. No podía
perder este sentimiento, esta dicha que venía. Ella apretó los dientes. Sólo otro
segundo entonces ella miraría. Su mano mantuvo el ritmo, su sexo tan mojado, sus
muslos sintieron el frío de la brisa.
Un silbido de movimiento, el chasquido de garras a lo largo de la roca plana, su
público había llegado a ella. Joseph. Él estaba allí, junto a ella. Abrió los ojos, sólo
una rendija, tomó un flash de piel de plata y luego se había ido.
Demi inclinó la cabeza hacia atrás, tan cerca de la liberación, contuvo su
aliento. Una mano apretó por encima de la rodilla. No una pata, una mano, la
mano de Joseph, la distrajo lo suficiente como para llevar su orgasmo de nuevo a
un nivel más bajo, a reconstruirse, lo cual lo hacía más intenso, más innegable.
Una segunda mano se apretó contra su otra pierna, masajeando, hasta los
muslos. Ella no dejó de masturbarse.
Él miraba, justo como ella se había imaginado. Su pecho apretado, la necesidad
zumbaba bajo su piel. Cálidos labios presionaron un beso en su muslo interior, la
mano rozando la barba en su mejilla. Un cosquilleo caliente se precipitó a través
de su cuerpo desde su lugar, dejando una huella caliente de sus labios en su
mente. La lengua firme de Joseph trazó la carne en su pierna donde encontró su
sexo, sus muslos temblaban con la sensación, luego la mordió allí. Sólo un
mordisco, pero la hizo saltar y envió una sacudida de agudo placer rebotando a
través de su cuerpo.

Ella jadeo sin aliento, la cabeza atrás, los ojos cerrados—. Sí.
Ella levantó las caderas de la roca y sintió el cabello sedoso de Joseph rozar su
muslo cuando él se inclinó y movió la lengua sobre su coño. Demi aspiró su
aliento, la sensación que triplicaba la intensidad en su coño. Entonces lo hizo de
nuevo, esta vez empujando en la apertura.
—Sí.
Su lengua apretó otra vez, bastante firme para extender los músculos apretados,
pero a la vez suave y bastante húmedo para no hacer daño. Su aliento cogido
en su pecho, músculos que presionados, enrollados, la sensación de follar... follar...
y luego justo su liberación aumentó por encima de su moderación y cada
terminación nerviosa de su cuerpo tembló a su paso.
Joseph permaneció allí jugando con la apertura virginal mientras sus dedos
bombeaban su sexo, su mano acariciando su clítoris. Su cuerpo se presiono a su
alrededor, fallándola por más.
Estaba empapada, con crema de muslo a muslo, y ella se iba a venir. A llegar de
verdad. Contuvo la respiración. Sí. Joseph. Sí.
—Alguien llama a la puerta, —dijo Joseph con su voz más sexy y atrayente, entre sus
muslos.