viernes, 19 de julio de 2013

Camino A La Fama Capitulo 5



Discordia.

La noche estaba tan calurosa como todas las anteriores, por lo que Joseph había optado por admirar su belleza desde la terraza de su estudio. 

No le apetecía regresar a su casa, no aun al menos. Con el amparo de la enorme luna y las destellantes estrellas, no sentía ninguna urgencia por abandonar dicho entorno. Parecía como si las fuerzas cósmicas del universo, hubiesen decidido colocar todo en un perfecto orden. ¡Era un hombre libre!

Observo su reloj de pulsera, para confirmar aquel pensamiento. Sólo cinco minutos lo apartaban de su cometido, sólo cinco minutos que harían de Demi Manfory la mujer menos fiable en la historia de la literatura.

Sí, Joseph incluso podía paladear el instante en que toda aquella pantomima se viniera abajo. Era vigorizante, ya no tendría que fingir cordialidad o asistir a esas engorrosas reuniones con la viuda negra. La victoria sabia dulce y por extraño que sonase, endemoniadamente adictiva.

Podría atribuir ese triunfo, a una disposición cósmica del universo, pero Dios y él sabían, que nada tenía que ver el universo en todo el asunto. Si en ese instante estaba tan complacido, ello se debía pura y exclusivamente a su propio esfuerzo.

 Pero él se permitía cierta humildad y por decoro, le sedería todo el crédito a un extraña, pero afortunada sucesión de eventos azarosos. Quizás había manipulado algunas palancas, pero él no se lo diría a nadie y todo quedaría como la simple disposición del curioso destino.

Estupendamente curioso, cuando el buen y fiable destino decide realmente ponerse a trabajar ¿verdad?

« ¡Tock! ¡Tock! ¡Tock!» Los estridentes golpes, lo sacaron abruptamente de su letargo. ¿Quién podría ser a esas horas?

Se puso de pie tranquilamente y reposo el botellín de cerveza vacío en el suelo. Un raro instinto de auto conservación lo amonesto, reclamándole no atender ese insistente llamado. Pero era tarde para analizar sus opciones, Joseph había abierto la puerta y en ese instante, el más puro de los desconciertos lo golpeo de lleno.

Había una mujer allí, pero no cualquier mujer, sino una que vestía de la manera más inusual que él hubiese tenido el gusto de admirar. Era una mezcla de prostituta costosa y mística criatura de la noche. Y… ¡Demonios! Por un perturbador minuto, no pudo más que verla boquiabierto.
¿Sería posible que el destino estuviese jugando una vez más a su favor?

—Apártate Rhone, necesito ver tu computador—Adiós a la fantasía milenaria, Joseph reconocía demasiado bien esa voz. Pero ¿Qué rayos le

había sucedido? ¿Y qué demonios pasaba por su mente, cuando la creyó una respuesta divina?

— ¿Qué cosa?—inquirió recuperando el don del habla y reposando lánguidamente su esbelto cuerpo, en el marco de la puerta.

—Que necesito ver tu computador—repitió ella, claramente alterada por su actitud desinteresada.

Joseph se cruzó de brazos y echo un vistazo más profundo al atuendo de la muchacha, por fin pudo determinar lo que era. Un vampiro, pero uno de esos al que cualquier hombre le cedería el cuello gustoso. 

Demi tenía los ojos puestos en el piso, pero al notar que él se demoraba en responder alzo la cabeza y Joseph casi sufre un colapso mental. Ella no le gustaba, pero cualquier idiota que no se detuviera a admirarla en ese momento, estaría ciego o efectivamente idiota.

— ¿Y bien?— Le insistió, curvando los labios resaltados por ese carmín rojo sangre. La vista de Joseph fue hasta ese punto y por primera vez noto, lo rellenos y acogedores que se veían, tan dispuesto para un beso como nunca antes.

—Me temo que no te comprendo—murmuró por lo bajo. Pues a decir verdad ni siquiera la estaba escuchando.
—Estoy retrasada ¿Puedes hacerte a un lado?

Él se encogió de hombros y dio un paso al costado, liberando un minúsculo espacio entre el marco de la puerta y su cuerpo. Demi se apretó deliberadamente contra la madera, para no rozarlo, aun así él pudo captar la suave fragancia que expedía el cabello de la muchacha. 

La observo contoneándose por su estudio con esa diminuta falda, que no dejaba nada a la imaginación. Era una pena que la estúpida capa le cubriera el trasero, pues habría dado lo que sea por confirmar su antigua suposición de que fuese flácido.

—Exactamente ¿Qué buscas?—Le preguntó, en tanto que se dirigía a la precaria cocina del lugar.

En realidad solo era una mesada larga que dividía las partes del apartamento, con una pared intermedia. No había habitaciones en ese lugar, por lo que se trataba de un enorme salón en donde estaban su computador, una máquina para correr, algunas pesas diseminadas sin un orden y por supuesto que tres sofás, para llevar a cabo distintas reuniones. 

El estudio era su lugar de trabajo, allí encontraba todo lo necesario para inspirarse a escribir. Y en ese instante, su peor pesadilla estaba revisándolo todo con completa atención.
—…porque dice que no llegaron. Pero yo los envié…—Decía ella, en tanto que le echaba mano a sus documentos descargados.

Joseph reacciono un poco lento, pues estaba en medio de una nube de confusión. Ella se había presentado allí, para hablar sobre la historia que debían escribir. Pero vestida de ese modo, casi y lo hizo olvidar que Demi, no debía ni acercarse a sus escritos.

— ¡Wou! ¡Aguarda un momento!—La tomó por la cintura, alzándola con un brazo para apartarla de su teclado. Demi soltó un chillido de sorpresa, pero él no hizo caso y se interpuso entre ella y su computador.
— ¿¡Qué demonios ocurre contigo!? Necesito ver…— Joseph negó efusivamente, mientras ella lo tironeaba de los brazos para apartarlo—Te comportas como un niño… ¡Quítate Joseph!

—No—espetó taciturno, luchando con la poca fuerza que ejercía su interlocutora. Demi lo soltó abruptamente, para mirarlo con los ojos en rendijas.

— ¿Acaso siquiera lo descargaste? —No aguardó respuesta, pues repentinamente encontró la chispa que encendía su genio— ¡No puedo creerlo! Eres…eres despreciable…simplemente insoportable…yo…

— ¡A mí no me llego nada tuyo! ¡Así que limítate en tus groserías niña!—Exclamo por encima de su gorgoteo de mujer traicionada. Ella lo fulmino con la mirada, pero educadamente cerro la boca como si estuviese analizando sus palabras.

— ¿De qué estas hablando? Yo envié todo el martes, tal y como tú lo pediste.
—Pues nada llego.

— ¡Mentira!—prorrumpió Demi, sin siquiera oírlo. Joseph procuro parecer desconcertado y completamente inocente, al respecto de los emails.

—Si en todos estos años, no aprendiste a utilizar tu correo…eso no es mi culpa, incumpliste con el plazo que te di por consiguiente tú y yo no tenemos nada de qué hablar.

— ¡Sí, ya quisieras!—Lo empujó a un lado, tomándolo por sorpresa y rápidamente se coló en la casilla de correos. 

Como él había dicho no había ninguno con su remitente y por un segundo Demi pareció aturdida. Lo miro por sobre el hombro, pero Joseph se limitó a mostrar las palmas en modo de sumisión—Esto es imposible ¡Yo los envié!—gritaba conforme buscaba en todas las bandejas de su correo— ¡Los envié!

—Pues no llegaron—Volvió a repetir, ya como si esto se tratara de un mantra. Ella siguió gimoteando y cuando Joseph logro vislumbrar lo que hacía, se alarmo— ¿Qué estás haciendo?

—El mail que les envié, quedo guardado en mi bandeja de enviados…solo tengo que descargarlo a tu computador y listo—Se volvió el tiempo suficiente para sonreírle con tranquilidad. Él abrió los ojos como platos, no podía permitir eso.

—No, no, no, no… ¡Tú llegaste tarde! Ese email, debió llegar el martes…no podemos enviarlo, yo no lo corregí.
—Pues que pena—respondió ella sin ningún ápice de pesar—Deberás confiar en mi criterio.

— ¡Y un cuerno!—exclamó cabreado, al ver como su estupendo plan amenazaba con desmoronarse frente a sus ojos.

Con movimientos propios de un cazador hambriento, aparto a Demi del computador y antes de que ella pudiese reaccionar, desconecto el mouse para robarlo de las manos de la joven.

— ¿¡Que te pasa!?—grito ella al verse despojada de su única arma, para terminar aquel dichoso trabajo. Demi miro el teclado y luego las manos de Joseph, que sostenían el mouse en lo alto— ¡Devuélvelo!

— ¡No!—La muchacha presiono aquellos profundos ojos chocolates, como si con ellos pudiese atravesarlo de lado a lado. 


—Te metiste con la chica equivocada—Advirtió conforme se separaba de la mesa en la que descansaba el computador y comenzaba a acecharlo tal como haría, una típica ave de rapiña—Regrésamelo…—apunto extendiendo una mano casi con docilidad. Joseph sonrió de medio lado y dio un paso atrás, para enseñarle el mouse en toda su gloria.

—Si lo quieres…—Pero no pudo terminar su frase, cuando Demi brinco de su posición para colisionar de frente con el fuerte cuerpo de Joseph. Él soltó una carcajada, mientras la muchacha se colgaba de su brazo intentando inútilmente alcanzar su mano.

— ¡Tengo seis hermanos menores, realmente escogiste mal a tu contrincante! —Y mientras decía aquello, pegó un nuevo brinco enlazando sus piernas alrededor de la cintura de Joseph. Él se volteó a tiempo para no dejar a su merced el pequeño objeto de disputa y Demi se trepo a su espalda, como un bebé coala a su primer árbol.


— ¡Suéltame!—decía él llevándola de un lado a otro por el apartamento. Ella le clavo las uñas en los hombros y trepo un poco más, casi rozando su mano extendida al aire— ¡Demi!
— ¡Dámelo!

— ¡No!
— ¡Dámelo! ¡Voy a enviar ese email!
— ¡Sobre mi cadáver!

— ¡Perfecto!—Acepto ella, sosteniéndose aun con mayor ahínco.
Y al ver que Joseph no cedía, Demi opto por implementar acciones más extremas. Noto su blancuzco y largo cuello, extendiéndose en toda su longitud bajo una de sus manos y sin esperar orden, se inclinó para morderlo en ese punto exacto.

Joseph soltó una maldición, llevando una de sus manos hacia su espalda para jalarla en un vano intento de quitársela de encima. Por un instante todo fue silencio.

— ¡Me mordiste!—La acuso repentinamente y ella se apartó cuando él giro el rostro en su dirección. Joseph parecía verdaderamente confundido por aquello.

—Soy un vampiro—respondió con inocencia, para luego regalarle una sutil sonrisilla.
— ¡Bájate!—Le advirtió él, pero ella dirigió toda su atención al mouse.

—Dámelo— Joseph le mantuvo la mirada por un largo segundo y entonces una varonil y muy provocativa sonrisa, salió a relucir en su arrogante rostro.
—Nunca.

Con esa simple palabra, todo pareció cobrar vida una vez más. Él siguió luchando por quitarse a Demi de encima, mientras ella se mantenía fuertemente aferrada a su espalda.

—¡¡Ahhh!!— El grito de sufrimiento de la muchacha, hizo que todo el juego se detuviera una vez más. Joseph observo como ella descruzaba lentamente las piernas y tanteaba el piso con rostro de dolor.

— ¿Qué ocurre?—pregunto alarmado por el súbito cambio en el semblante de la chica.

—Yo… ¡ahh!...creo que…—Volvió a soltar un gemido de dolor y él rápidamente la tomo por la cintura para prestarle su cuerpo de apoyo.
— ¿Qué te duele?

—Creo que me desgarre—Le comunico con el rostro contraído en un lastimero puchero. Él le miro las piernas, como si con ese simple acto pudiese confirmar sus palabras.

—Ven, recuéstate en el sofá…—Ella intento seguir su orden, pero al primer paso casi se desmorona en el piso. Joseph la levanto nuevamente, pero en esa ocasión cruzo uno de sus brazos por debajo de sus piernas para alzarla en vilo. La deposito en el sofá, viendo como la chica presionaba los ojos para no romper en llanto—Tal vez podemos ponerle algo de hielo…quizás no sea un desgarro…

—Me duele mucho…—Le dijo en un suave pero caluroso susurro.
Joseph prácticamente se le echa encima para abrazarla, por un mísero segundo solo quiso reconfortarla. Se veía tan pequeña y desdichada, que se sintió culpable por haberle robado el mouse y haber iniciado toda esa estúpida guerra.

—Voy por el hielo…—Fue lo único que pudo argumentar, mientras se ponía de pie para cumplir dicho plan. Y entonces todo paso como en cámara lenta, Joseph se volteó en dirección de la cocina, al mismo tiempo que Demi se incorporaba de un brinco y le arrebataba el mouse que en su momento de preocupación, había dejado desprotegido.

Él la vio correr con completa libertad hasta el computador, sin la menor molestia por su “supuesto” desgarro. La vio conectar el mouse a velocidad de la luz y siguió viéndola, mientras se volteaba para obsequiarle una enorme sonrisa de victoria.

¡No podía ser cierto! Él la había cargado en brazos, se había preocupado por ella. Esa condenada arpía, era mucho más lista de lo que se había esperado.

 En ese instante lo había atrapado por completo y el condenado email de la discordia, era efectivamente enviado a los editores. No supo cómo se contuvo de saltarle al cuello y sacudirla sin piedad. Pues en ese momento su rabia, estaba alcanzando proporciones catastróficas.

Demi 1— Joseph 0.  

Camino A La Fama Capitulo 4




Lunes.

Demi tenía su espumoso y humeante café entre sus finos dedos, mientras distraídamente respondía un correo electrónico, que venía retrasando desde hacía una semana. 

Su hermana menor rara vez le enviaba algo, por eso había sido toda una sorpresa encontrarse con un sobrecito anunciando su pronta visita. La razón de seguir retrasando la respuesta se debía, simple y llanamente a su madre. 

No se imaginaba porque razón Lily, su hermana, quería visitarla. Después de todo, su relación no era la más perfecta y sabía que esa decisión solo pondría de los pelos a su madre. Decisiones, decisiones.

Paseo con la punta del cursor, por la palabra eliminar. Siempre podía decirle que no había recibido nada. O evadir la respuesta, aludiendo estar demasiado atareada. Aunque su trabajo no podría estar más tranquilo en esas fechas.

Afortunadamente el estruendoso sonido de su teléfono, la ayudo a escapar de esa complicada decisión.

—Hola—dijo automáticamente, casi enviándole un agradecimiento mudo a la persona que la llamaba.

—El sábado en la noche, tenemos fecha límite—Por supuesto solo un ser humano involucionado como “él”, sería tan obtuso como para siquiera intentar iniciar la conversación con la más elemental cortesía—Envíame tú

parte, le hare los arreglos necesarios…—Una pequeña pausa, como si estuviese revisando algo—Tienes dos días, así me darás tiempo de enviarte mi parte y las correcciones.

Demi se guardó un bufido, decía todo aquello como si fuese improbable que él fuese a cometer algún error digno de que ella lo corrigiese.

— ¿Y cuándo te envío mis correcciones de tú escrito?—Claro que lo menciono, ella no le daría el gusto de que pensara que lo creía perfecto. Joseph se quedó en un momentáneo silencio.

—El viernes—Fue todo lo que dijo antes de colgar. Demi sonrió, al menos no habían discutido en esa corta conversación.

Regreso hasta su computador y rápidamente, cerró la ventanita de su correo electrónico. No podía responder en ese momento, pues el trabajo la llamaba.

 Era tiempo de escribir y tan solo tenía dos días. Aunque ella ya tenía bastante avanzado su parte, no desperdiciaría un segundo y utilizaría su plazo para revisar a fondo cada detalle. No permitiría que Joseph le encontrara fallas, sería perfecto y entonces le demostraría, que podía estar a su nivel.
Martes.
—Hola Joseph.

—Martin, necesito que hagas algo por mí—Del otro lado de la línea, el joven soltó un suave suspiro—No te pongas a rezongar, es algo que tal vez te divierta.

—Bien, dispara—dijo el otro más animado.
— ¿Aun tienes esa fijación por los computadores?
—Mierda amigo, si vivo de eso—respondió con un deje burlón. Joseph sonrió.

—Correcto… ¿Qué tan difícil se te haría bloquear una cuenta de correo electrónico?
—Pan comido.
—Pero con algunas condiciones—señalo cauteloso.

Su plan era bastante simple, haría que los emails suyos entraran en la casilla de Demi pero los de ella jamás salieran. Entonces él aduciría tiernamente, que ella nunca le había enviado su parte del escrito y que tampoco había tenido la delicadeza de darle el visto bueno al suyo propio.

 Tanto Josh como Ann, recibían los emails de ambos, para poder vigilar su progreso. Los de Joseph por supuesto que viajarían sin ningún problema, pero los de Demi jamás llegarían a destino.

 Resultado, la chica quedaba como una completa irresponsable sin ningún interés por el trabajo que ambos debían hacer. Y Josh ya no lo obligaría a desperdiciar su tiempo, con ese espécimen de mujer. ¡Perfecto!

— ¿Qué?—insto su antiguo amigo hacker. Desde que estaban en la escuela, Martin había mostrado un claro interés a infringir los controles tecnológicos, desde registros escolares hasta cajeros automáticos. No para robarlos, sino para demostrar que con su cerebro podía burlar al sistema. 

En esos momentos ya no se dedicaba a cosas ilícitas, pero de tanto en tanto siempre podía tentárselo con algún trabajo sencillo.

—Necesito que los emails que salgan de esta casilla, solo me lleguen a mí y los que entran desvíalos a cualquier parte, pero que los míos le lleguen ¿Comprendes?—No sabía si eso podía hacerse, pero si la oportunidad existía, sabía que Martin la conocería.

—Un camino de una vía, es una sencillez—prorrumpió su amigo, con voz arrogante. Siempre que se hablaba de computadores, el hombre resultaba ser un erudito— ¿A quién bloqueamos? ¿Una fanática? ¿Una acosadora? ¿Un esposo sobre protector?— Joseph rió con esa última suposición.

—No, nada de eso. Solo es una simple broma—Que con suerte le quitaría de encima a una pequeña alimaña llamada Demi.
— ¿Nombre?
Demi Manfory.
Viernes.

A Demi no le sorprendió en lo más mínimo encontrar un email de Joseph, a primera hora de ese día. Al menos podía decirse que en lo que refería a compromisos, era confiable. No llegaba puntual, pero si cumplía con lo que decía.

Lo malo era que había leído ese maldito email, alrededor de cuatro veces y aun…no encontraba nada que corregirle. ¿Tenía que ser tan perfecto en todo? 

La redacción estaba inmaculada, la descripción exquisita (como siempre), los diálogos graciosos pero sin llegar a ser sosos. Incluso había hecho un vistazo rápido desde el punto de vista de Charlotte y esto, había sido inigualable. 

Jamás había leído a su propio personaje, expresado a través de las palabras de nadie más que ella. Y por extraño que fuese, sintió en todo momento que ella misma era la que escribía. Joseph había logrado capturar su estilo al escribir, pero dándole ese toque académico y sofisticado que poseían sus escritos.

—Maldito bastardo—susurro, sacudiendo la cabeza con hipocresía. No podía negar que estaba un tanto celosa de su talento, tan natural.
Como Joseph, no estaba registrado como escritor bajo su nombre real. 

Era difícil encontrar información que fuese autentica, algunas fanáticas escribían tonterías que querían hacer sonar como reseñas bibliográficas. Pero la historia de vida de él era un completo misterio. 

Por lo que Demi, no tenía idea si tenía preparación académica, si habría estudiado en una gran Universidad o si su talento era algo innato. Nada, ella no sabía nada de él.

Se rindió tras pasar dos horas, releyendo las diez páginas que le había enviado. Simplemente tuvo que morderse la lengua y aceptar que en esa ocasión, no podría remarcarle errores. 

Lo bueno, al menos, fue que Joseph al parecer no tenía errores que remarcarle a ella tampoco. Pues no le había enviado sus “correcciones”, tan solo el email con su parte. Eso la había dejado mucho más tranquila, se había pasado mucho tiempo vigilando hasta la última coma. Y se contentó, sabiendo que su arduo trabajo no había sido en vano.
Sábado.
— ¿Demi?

Su puerta se abrió, sin darle tiempo a responder a la persona del otro lado. Fiona ingreso a su departamento cargando algunas bolsas transparentes, las mismas que se utilizan para trasportar trajes o vestidos.

—Sí—dijo ausentemente, mientras se retiraba las gafas que utilizaba para escribir.

—Pues aquí tengo los disfraces, te digo que te encantara lo que escogí para ti—Fiona hablaba tan rápido, que a ella normalmente le costaba seguir el hilo de sus peroratas.
— ¿Para mí?

—Para la fiesta de Connie, ya sabes la que nos dijo que estaba preparando— Asintió recordando la reunión del club de lectoras, donde ella había sido invitada de honor el mes anterior. A pesar de llevar los últimos tres años, siendo parte del grupo.

Connie, una de las mujeres que asistía. Les había comentado de la fiesta de disfraces que organizaría para su cumpleaños o para su graduación de algo, o ¿Quién sabe para qué? Ella quería festejar y quería disfrazarse, la razón no importaba mucho, siempre y cuando se llevara a cabo.

—Oh… ¿Ya escogió fecha?—pregunto sin muchos ánimos.
No era muy proclive a las fiestas y mucho menos a los disfraces, bien sabia el mundo que llevar su cara ya era un gran mérito. ¿Adornarla con una máscara? ¿Para qué?

—Bromeas… ¡Ya mando las invitaciones! Por supuesto que nos confirme a las dos… ¿Qué no viste el correo?
—No ¿Cuándo lo envió?—Pensó que quizás las había enviado la noche anterior y por eso, ella aun no las había visto.
—Las mandó el martes— Demi frunció el ceño confundida.
—No, imposible.

— ¡Que sí!—exclamo Fiona, sacando de su bolsillo un arrugado papel—Ves aquí…lo imprimí para ver si conocías la dirección.
Demi tomo la hoja entre sus manos y leyó vagamente las palabras en tinta dorada. Sacudió la cabeza y fue hasta su computador, para revisar la bandeja de entrada, la de salida y la de correo no deseado. Nada.
—Tal vez olvido incluirme—murmuro intentando no evidenciar su alivio, sin invitación no se vería en la ridícula tarea de disfrazarse.
— ¡Claro que sí! Ya te dije que yo confirme por las dos y ella dijo que estaba feliz de que fuéramos.

—De acuerdo—Accedió con un suspiro— ¿Cuándo?
—Esta noche tontita, así que…—Sacudió las bolsas que traía en sus manos—Escoge ¿Sexy enfermera o vampiresa? — Demi puso los ojos en blancos, ambos disfracen parecían ser ideales para trabajos poco honorables.

— ¿Y el de prostituta lo llevaras tú?—Le preguntó en broma, Fiona la miró con los ojos en rendija pero terminó por sonreír. 

Después de todo había conseguido arrastrarla a aquel lamentable evento ¿no?
Estaba parada enfrente de su espejo colocando la última gota de sangre en su labio, por supuesto era una vampiresa. Pues el carmín rojo y las lentillas celestes casi blancas, le sentaban a la perfección a su rostro pálido.

No necesito colocarse ningún maquillaje, como no salía mucho al sol su tez era normalmente blancuzca y las sombras negras alrededor de sus ojos, incluso la hicieron lucir de mirada misteriosa.

Su traje consistía en un corsé negro de una tela brillosa que se pegaba a su cuerpo, parecía cuero pero no era tan caluroso y claro que era más liviano.

 Se cerraba con una cremallera al frente, que quedaba perfectamente oculta entre las líneas de la pieza. En la parte inferior lucía una falda hasta medio muslo, también negra y desgraciadamente más corta de lo que ella hubiese querido. Las botas negras parecían cubrir más piel que aquella minúscula falda, pues le abrazaban la pierna hasta culminar en sus rodillas. 

Cualquiera pensaría que estaba a punto de salir a montar. Su traje se veía completado por una capa negra que afortunadamente, la cubría casi hasta la mitad de su pierna. Tenía unos colmillos falsos, pero prefirió guardarlos para más tarde. Para cuando tuviera que alimentarse.

— ¿Qué tal?—insto mirando a Fiona, quien estaba de la risa vestida de enfermera sexy. Sus atuendos eran bastante similares, pero su amiga llevaba una chaquetilla en vez de un corsé y por supuesto que una cofia. Demás está decir que ella vestía de blanco, pues habrase visto una enfermera de negro.

—Oh Demi, los hombres harán fila para que les hinques el diente.
—Tonta—murmuro sonrojándose con la idea—Vámonos de una vez—Pero fueron esas palabras, las que terminaron por despertar al teléfono de su letargo. Demi puso los ojos en blanco y descolgó el aparato cansinamente.

— ¿Diga?
Demi… ¡Oh que bien que te encuentro en casa!—Ann parecía estar más alterada que de costumbre, quizás su compañía telefónica había subido las tarifas. Después de todo, la mujer se la vivía colgada de esos aparatitos.

—Pues estoy de salida—dijo a modo de llevarla al asunto, sin tantos preámbulos.

—Mira cariño, Joseph me telefoneo hace una hora—Alguien debería quitarle los medios de comunicación a ese idiota también, al parecer la fastidiaba incluso a la distancia.
—Aja.
— ¿Cómo es eso de que no le enviaste su parte? Digo…entiendo que no me la hayas enviado a mí, por lo corrido que estamos con las fechas. Pero Demi, esto es importante, él debía enviar todo ya unido para que le dieran el primer vistazo los editores. Esto no habla bien de ti…
—Aguarda—musito sin poder hilvanar un pensamiento— ¿A qué te refieres con que no lo envié? Si yo le mande todo, el martes—Del otro lado Ann, soltó un amplio suspiro. No supo saber si de exasperación o de alivio.

—Joseph dice que nada le llegó, que estuvo esperando hasta este momento pensando que necesitabas más tiempo y…—Su agente continúo hablando, pero Demi ya no escuchaba. Su vista viajo de su computador, a la invitación que había dejado Fiona reposando en la mesa y una vez más a su computador.

Ella había recibido el email de Joseph y cuando le envió el visto bueno, no obtuvo respuesta. 

Tampoco su hermana le había confirmado su visita y
eso a ella le había extrañado, pero termino por creer que la muchacha ya no estaba interesada. Pero entonces pensó una vez más en la invitación de Connie que se suponía tendría que haberle llegado el martes, el mismo día que ella le envió a Joseph su escrito. Algo no estaba bien allí.
— ¿Hasta cuándo tengo plazo?—interrumpió, sin preocuparse en ser grosera.
—Pues Joseph planeaba enviar todo a las nueve de la noche, al menos eso era lo que había arreglado pero…—Demi miro su reloj fugazmente, eran las 8:35.

—No te preocupes, me asegurare de que tenga mi parte—espeto firmemente, antes de colgar.

— ¿De qué hablas?—inquirió Fiona con las cejas enarcadas.
—Tengo algo que hacer, te alcanzo en la fiesta—Y sin decir más cogió las hojas que había impreso la noche anterior y salió a la carrera de su departamento. ¿Acaso Joseph tenía algo que ver en todo esto? Ella no podía asegurarlo, pero algo en su interior le dijo que no podía confiarse de aquel individuo. Después de todo aun le debía lo de la desaparición.