Enemigos… Privados.
— ¡Es que digo…! ¿Te lo puedes creer?
Fiona Laberini abrió la boca en toda su longitud, incapaz
de contener un bostezo. Los últimos seis días solo había oído quejas y
apelativos bastante groseros acerca de un escritor. No es que no quisiera a su
amiga, pero en pocas y tontas palabras,
Demi tendía a exagerar las cosas.
— ¿Qué fue lo que hizo?—Se guardó el “esta vez” para no
evidenciar su aburrimiento.
— ¡Pues! ¡¡Arr!!—El gruñido que dejó ir Demi, la hizo
sonreír pero rápidamente lo oculto, pues su amiga le sacaría los ojos si notaba
que se estaba burlando— ¡Es detestable!— Demi clavó sus opacos ojos chocolate en ella, por
un instante pensó que estarían a un solo estimulo de estallar.
—No entiendo…dijiste que se mostró muy dispuesto en la
reunión que tuvieron en el café. ¿Qué cambio?
— ¡Eso exactamente! No voy a trabajar con un manipulador,
embustero. —Se apuntó el pecho con una mano—Yo sé muy bien lo piensa de mí,
pero el muy bastardo le armó una bonita pantomima a Ann. Y ella por supuesto
que lo compró todo ¡Todo! La muy perra parece enamorada de ese demonio.
— Demi…—suspiró cansinamente— ¿No crees que exageras?
— ¡Por supuesto que no! En la reunión que tuvimos ayer,
volvió a poner en escena el numerito de encantador hijo de perra…pero cuando
estábamos despidiéndonos me murmuró al oído. “Más vale que te retractes o te
hare retractar” ¡Me amenazó!
¿Te lo puedes creer?—Su amiga no paraba de dar
vueltas de un lado a otro en el apartamento, Fiona sacudió la cabeza sin
entusiasmo. —Si piensa que yo me voy a echar para atrás, para que la bronca de los
lectores caiga en mi espalda ¡Está muy equivocado!
— ¿Y qué piensas hacer entonces?
A la joven le chispeó la mirada, Fiona frunció el ceño en
claro gesto de desacuerdo. Demi podía ser la persona más tranquila del mundo, pero
cuando le tocaban una fibra sensible, saltaba dispuesta a dar batalla con todas
sus armas.
—Yo no voy a retractarme, pero me asegurare de que él lo
haga.
—Bueno mientras planeas tu venganza, estilo medio
evo…—Levantó un papelito para alcanzárselo, Demi en ese momento
había parado de dar vueltas pero aun parecía muy nerviosa. Fiona le había
aconsejado que se diera un baño de inversiones para calmar los nervios, pero la
chica parecía incluso más volátil.
— ¿Qué es esto?—preguntó, notando finalmente la presencia
del papel que le extendía.
—Un amigo tuyo llamó mientras te bañabas…un tal Joseph, dijo que te esperaba en su estudio a las 2pm y que no
llegaras tarde…
— ¿¡Joseph!?—Fiona
sonrió por su expresión, Claire había palidecido al menos dos tonos.
—Sí… ¡Hey! no me dijiste que estabas viéndote con
alguien.
— ¿Acaso no me escuchaste quejarme de él en la última
semana?—Ella negó lentamente sin comprender, hasta que sus neuronas hicieron
sinapsis.
—Aguarda un momento ¿Ese Joseph es Rhone? —Su voz era la viva expresión de la
incredulidad. ¡Había hablado con Rhone! Su madre no se lo creería.
— ¿¡Quién más si no!?—exclamó una exasperada Demi, sacando a
relucir su genio de ogro. Fiona se encogió en si misma ¿Cómo esperaba que ella
lo supiera?
— ¡No lo puedo creer!—Le importó poco la molestia de su
amiga, pues había hablado por teléfono con el escritor más famoso y ovacionado
de Inglaterra. Que la partiera un rayo, ella había oído la voz de Rhone. — ¡Demi! ¡Hable con sir
Rhone! Mi madre se hará en los calzones, cuando se lo diga.
—No es la gran cosa—masculló su amiga, comprendiendo al
fin el motivo de su júbilo.
— ¡Claro que lo es! Si tú no cabías es ti misma, cuando
supiste que lo conocerías.
—Pues me retracto de haber sido tan estúpida, es un
genio…pero incluso los genios pueden ser idiotas.
— ¿Qué dices? Estoy segura que solo fue tu impresión.
— ¡A la mierda las impresiones! Yo no me imagino, sus
amenazas murmuradas—Fiona la miró con una mueca.
—Te comportas como una cría, tienes la posibilidad de codearte
con una celebridad, con el mejor escritor del momento…
—Muchas gracias…—musitó su amiga, claramente ofendida.
—Oh cariño, sabes que admiro tremendamente tu talento. Y
por eso tienes que aprovechar esta oportunidad, dos grandes mentes no se unen
todos los días.
Demi observó
fijamente los limpios y sinceros ojos verdes de Fiona, ella tenía razón. Se
estaba comportando como una chiquilla, cuando podría conseguir mucho de esta
experiencia. Tan solo debía soportar a Joseph, pues lo único que a ella debía importarle era tratar
con Rhone.
No con el arrogante, déspota y ególatra que se mostraba al mundo, si
no con la mente brillante que había creado los mejores casos policiacos, llenos
de misterio y acción. Ese hombre debía conocer, siempre y cuando pudiera
mantenerse lejos de aquel demonio de ojos azules, ella estaría bien.
—De acuerdo—suspiró— ¿Cuál es la dirección de su estudio?
Fiona enarcó una ceja contrariada.
—Dijo que tu sabrías a donde ir—La boca de Demi cayó hasta el
piso y ella incapaz de mantenerse imperturbable, soltó una maldición al cielo y
a ese hijo de su mala madre.
— ¡No sé dónde queda!—exclamó.
Porque por supuesto que él lo había hecho apropósito. La
haría faltar a esa importante reunión, para que pareciera que a ella no le
importaba.
—Tranquila Demi, son las once…estoy segura que hallaremos su dirección
para las 2pm.
Pero Demi estaba dispuesta
a hacer mucho más que solo encontrarlo, una vez que lo tuviera en frente. Lo
degollaría. No, eso era muy asqueroso. Mejor lo pateaba en la espinilla…o en la
entrepierna. Dios sabía que esa clase de personas, no debía perpetuar linaje.
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—Por supuesto que lo hice Josh, pero al parecer ella tuvo
mejores cosas que hacer.
Joseph por instinto, observó el reloj colgado en la pared. Eran
las 2:25 y afortunadamente, la única persona presente en ese estudio era él.
—En realidad no lo comprendo, sé que no dimos una muy
buena primera impresión. Pero te disculpaste ¿verdad?
—Sí—hizo una mueca al recordar aquel suceso.
No lo enorgullecía en lo más mínimo tener que estar
sonriéndole a la viuda negra, pero siempre y cuando la mantuviera lejos, Joseph sabía que no se vería obligado a escribir en conjunto
con ella. Solo tenía que mantener su rostro angelical frente a la tal Ann y
cualquier cosa que decía, parecía ser obra del gran creador. Sabía que esa
actitud exasperaba a Demi, pero eso le valía poco.
Tenía que quitarla de su camino
a como dé lugar y para esto Joseph había adoptado
una actitud pasiva, al menos en apariencia. Pues para Josh y Ann, él parecía
ser el hombre más dispuesto para el trabajo. Mientras que a cada oportunidad
que tenía, se encargaba en desestimar a la viuda negra. Era cuestión de tiempo,
para que Demi pidiera cancelar aquella locura. Joseph debía ser paciente, jugar bien sus cartas y se libraría
de la molestia con todo y una nominación.
—Bueno tal vez se retrasó. —prorrumpió su amigo
intranquilo.
Él finalmente halló su caja de jugo y se bajó un buen
trago, mientras del otro lado de la línea su interlocutor murmuraba posibles
razones.
—Vamos Josh, ella no se mostró dispuesta en ninguna de
nuestras reuniones…creo que está claro. No quiere hacer esto y yo no quiero
obligarla.
—Pero Ann me dijo que Demi ya tenía un
capítulo redactado, seguramente debe ser algo mas. — Maldición, pensó Joseph.
Tenía que convencer a Josh de que la chica no tenía
interés, pues él no podía ponerse en el plan de negarse. Eso sólo le quitaría
puntos.
—Soy un hombre paciente, trabajare con ella. Sabes que no
te fallaré. —Mientras decía esto, miraba su reflejo ausente en el vidrio de la
ventana—Pero tampoco quiero ser un déspota…
—Cualquiera que lo escuchara creería
que era la persona más considerada del mundo. —No siento que ella este cómoda
en mi presencia y no me gustaría forzarla a la situación—Si no lo nominaban
para el nobel, el Oscar se lo tenía más que ganado con esa actuación.
—Es cierto amigo, pero ¿Podrías esperarla una hora más?
Si no se aparece, llámame que yo me pondré en contacto con Ann. Tampoco voy a
permitir que la muchacha te desaire.
Su buen y protector agente, Joseph sonrió ampliamente frente a sus palabras. Nadie podía negar
que Josh no lo quisiera. Estaba dispuesto a protegerlo de las maquinaciones de
aquella chiquilla obtusa. Joseph era un sinvergüenza afortunado, de eso ya no le cabía
duda.
—Gracias Josh, no quiero fastidiarte con estas cosas…la
esperare una hora más. Estoy deseando encontrarme con ella, anoche tuve unas
ideas que serían estupendas para la historia. —Eso no era una completa mentira
después de todo, la noche anterior se había dormido con uno de los libros de Demi en sus manos. Y
su mejor idea llegó al momento de planear un funeral para la protagonista, sin
duda los lectores se sorprenderían con ese giro.
—Bien muchacho, compórtate. —Y así la conversación dio
por finalizada.
Joseph se metió el móvil en el bolsillo y volvió a espiar la
hora. Ese mediodía lo había desperdiciado respondiendo algunas cartas
importantes, por lo que aún estaba sin comer. No iba esperar una hora para
alimentarse y en aquel lugar no había ni una mísera galleta.
—A la mierda.
Se dijo encogiéndose de hombros, tomó su billetera y
salió a comer. La chica jamás llegaría, pues él nunca se había molestado en
darle la dirección. Sabía que ella era lo suficientemente orgullosa como para
llamar a Josh y en lo que concernía a Ann, ella tampoco sabía dónde quedaba su
estudio. Todo listo. Ella no se presentaba y él quedaba como la pobre víctima,
al que habían dejado plantado. Sí, esa era una buena línea para incluir en su
disculpa pública a los lectores.
“La impetuosa Demi Manfory, le había vuelto la cara cuando más deseaba
trabajar con ella”
Eso lo haría lucir estupendo y si esas palabras no
llamaban la atención de los hombres del nobel, nada lo haría. Tan solo
necesitaba publicidad, pues el mundo entero sabía que no se era requerimiento ser
un gran escritor. Solo alguien reconocido. Y Joseph lo era, pero no
lo suficiente. No aun por lo menos.
Cerró la puerta detrás de sí, mientras entonaba una
alegre melodía con sus labios. Había dispuesto las cosas para que quedaran
perfectas, tal vez luego le enviaría algún obsequio a Demi por su aporte.
Después de esto ella ya no sería competencia para él, pues no había nada que
odiaran más los lectores que a un escritor altanero y soberbio.
Llegó a su restaurante favorito quince minutos antes de
las tres, por supuesto que comió con deliberada lentitud e incluso se permitió
degustar uno de los vinos de la casa. Volvería al estudio a eso de las cinco,
para llamar a Josh y actuarle que había estado esperando a la chica por horas;
y que ella ni siquiera había tenido el detalle de telefonearlo. Esa sería la
cereza de su pastel, Demi quedaría como la mala de la película y él como la
humilde víctima.
En algún momento el vibrar de su celular, lo abstrajo de
su regocijo. Joseph espió el número de la pantalla, confirmando que solo se
trataba de su agente.
Se imaginó que lo llamaba para verificar si la reunión,
había podido llevarse a cabo. Pero Joseph no tenía ganas
de interrumpir, su momento de catarsis hablando de aquella mujercita. Apagó el
aparato y volvió a guardarlo en su bolsillo. Tenía media hora más de espera, lo
mejor sería afrontarla con otro dulce vino. Y así lo hizo, la manecilla grande
del reloj llegó finalmente al número doce, mientras la pequeña se detenía a
hacer su siesta en el cinco. Tiempo de regresar se dijo a sí mismo, mientras
pedía la cuenta.
— ¿Joseph Rhone?—instó
una voz extraña, a una corta distancia obligándolo a clavar sus ojos en la
persona que hablaba.
— ¿Si?—Lo miró con desconfianza, no conocía a ese hombre,
ni tampoco a los otros dos uniformados que lo acompañaban.
— ¿Tendría la amabilidad…?—Le hizo un gesto para que se
pusiera de pie, Joseph no pudo evitar
ver el arma que se descubrió bajo su saco al realizar aquel ademan.
— ¿Por qué?—La desconfianza ya hasta se podía palpar en
su voz.
—Soy el agente Landock y usted señor, ha sido notificado
como persona desaparecida.
— ¿¡¡Qué!!?—chilló con ojos desorbitados. ¿Desaparecido?
¡Oh esa arpía se lo iba a pagar! ¡Iba a matarla!