lunes, 17 de junio de 2013

Mi Adorable Rebelde capitulo 13




¡Les está aceptando dinero! grité Les está cobrado entrada. ¡Y es probable que obtenga muchas ganancias!

Katie me miró confundida y, de pronto, me di cuenta de que no había podido oír nada de lo que yo había dicho. Le rodeé la oreja con las manos y empecé a repetirle mis palabras, pero ella hizo un gesto de impaciencia y señalo la calle.

Un patrullero se abría camino entre los autos estacionados. Se detuvo frente a la casa de los Conner y un policía bajó de un salto y atravesó el jardín con pasos firmes.

La música se interrumpió de inmediato. El policía permaneció en el porche con Bruce, gesticulando con aire severo.
Quisiera saber si Bruce puede oír lo que le dicen comentó Katie O si los tímpanos le estallaron hace una hora.
Es probable que se limite a asentir con la cabeza cada vez que sospeche que es el momento adecuado coincidí.

Miramos unos minutos más como la gente salía de la casa y trataba de encontrar sus autos. Aquello parecía un río humano.

Por fin podemos dormir dijo Katie dejándose caer sobre una de las cama gemelas de mi cuarto. Buenas noches.
Se tapó los ojos con el brazo y se durmió en dos segundos. Yo me demoré junto a la ventana, mientras miraba a las últimas personas que se retiraban.

Joseph seguía de pie en el porche, con el policía a su lado, y saludaba a todos con cortesía. Cuando el último invitado se hubo ido, le dio la mano al policía y luego observó al patrullero hasta que desaprecio en la curva de la esquina.

Se apoyó contra una de las columnas del porche. O veía su silueta a la perfección gracias a la luz que brillaba en cada ventana. Me pregunté por qué no se movía, por qué no recogía las botellas de cerveza y trataba de hacer que la casa de sus padres volviera a algo lo más parecido a la normalidad. 

No parecía un chico que acababa de dar una fiesta. Parecía un adulto, una persona madura, alguien carente de preocupaciones. A pesar mío admiré su tranquilidad al verlo parado en su porche delantero, respirando el aire fresco de la noche.
Al cabo de un rato, se irguió y se estiró. Luego hizo un gesto de saludo en dirección a mi ventana.

Por un instante sentí que me sonrojaba avergonzada. ¿Se habría dado cuenta que yo estuve mirando todo el tiempo? Con Demi cerca, siempre hay una especie de vigilancia constante, oí decirle a Marty. ¿Qué pasaría se llegaba a pensar que había sido yo la que había llamado a la policía?

Pero con el último gesto de saludo, de alguna manera sentí que, por una vez al menos, no se estaba burlando de mí. Era como si compartiéramos un secreto, aunque yo no sabía decir en qué consistía

Durante un par de días después del episodio del gran embuste, Doc Ellis se lo vio tan triste y abatido que de veras sentí pena por él. Pero luego pareció recobrar su humor ácido de siempre y se dedicó a preparar una nueva prueba de matemáticas diabólicamente difícil.

Ahora estaba de pie frente a la clase.
He corregido las pruebas dijo en tono de fastidio Creo que la mayor parte de ustedes ¿Me atreveré a decir todos ustedes? descubrirán que les ha ido menos bien en la Nueva Prueba Mejorada que en el viejo modelo.
Empezó a caminar ida y vuelta por el pasillo, distribuyendo hojas y haciendo comentarios sarcásticos.

Te desbarrancaste, Debra… Mitchell, me asombra que hayas manejado tan bien el material de la semana pasada… Lamento decepcionarte, Demi.

Dejó caer mi prueba boca arriba sobre mi banco. Doc Ellis no es un hombre de cosas evasivas, anónimas y boca abajo. Miré la nota: un tres. Todo encajaba. Ninguna cantidad de horas de estudio podía prepararme para la horrenda y difícil Nueva Prueba Mejorada.

Sonó el timbre. Recogí los libros y me dirigí a la clase siguiente. Joseph me siguió.
¿Qué te sacaste? preguntó alegremente.
Yo no dejé de mirar hacia delante. Era culpa suya que hubiéramos tenido una Nueva Prueba Mejorada, y no pensaba disimular mi rabia.
Tres dije con frialdad.

Oh, yo me saqué un dos dijo él Cambié una de mis preguntas tantas veces que en la hoja ya había un agujero.
Le dediqué una sonrisa helada.
Lamento no compadecerte.

Está bien dijo él, ignorando mi sarcasmo. Siguió caminando a mi lado y, dado que también estaba en mí clase siguiente iniciación del arte dramático me imagine que tenía intenciones de acompañarme hasta allí. Caminamos en silencio un instante y luego, al pasar por el centro de información Joseph me tocó el codo.
Espera un minuto dijo en tono despreocupado quiero ver la pizarra.

Me detuve con una sensación de curiosidad. Joseph no parecía ser la clase de persona deseosa de utilizar la pizarra universitaria de viajes que es sobre todo un boletín de anuncios de visitas a distintas universidades. Se supone que todo aquel que va a visitar una universidad debe poner un anuncio para ir con otros compañeros y, de ese modo, ahorrar nafta, disminuir la polución y, en general, escaparse de los padres por un día o dos. 

Papá está excesivamente orgulloso de esa pizarra, aun cuando siempre resulta inútil. Supongo que la mayoría de los padres son demasiado detallistas y quieren ir a ver las cosas con sus propios ojos.
¿Crees que mucha gente estará dispuesta a cerrar trato para esas visitas? me preguntó Joseph con una risita tonta.

Miré por encima de su hombro los anuncios que estaba leyendo. Todos eran para lugares como la Universidad Norteamericana de Beirut y la Universidad de Cambridge y la Nueva Escuela de Economía de Delhi. En el espacio libre para Nafta/otros gastos habían escrito 2.800 dólares de pasaje aéreo y, debajo de Duración estimada del viaje, se leía 356 horas.

Sacudí la cabeza. Papá iba a quedar anonadado.
¿Tuviste algo que ver con esto? pregunté en tono de sospecha.
¿Yo? preguntó él a su vez, con aire inocente.
La pizarra universitaria de viajes significa mucho para mi padre le dije.
Ya veo porqué repuso Joseph Es muy útil.
Entrecerré los ojos.

¿Qué me cuentas de lo de la semana pasada, cuando arreglaron el timbre de la puerta de recibo para que sonara con música de baile? pregunté Papá tuvo que llamar a un electricista especializado para que viniera a desconectarlo.
Joseph hizo un solemne gesto de sentimiento.

Muy bien hecho. Resulta difícil tomarse el estudio en serio cuando el timbre de la puerta suena como una canción

¡Oh, dame un minuto de descanso! exclamé furiosa en nombre de mi padre Ni se te ocurra simular que no… 

miércoles, 12 de junio de 2013

i Adorable Rebelde capitulo 12



¿Qué pasó? le pregunté mientras tomaba su campera.
Katie se dejó caer en el sillón con un profundo suspiro.
¿No vas a creer quién me invitó al Baile de Otoño
¿Quién?

Adivina dijo en tono dramático Trata de adivinar. Piensa en la última persona que desearías que tuviera tu número de teléfono. Es más que te llamara y te invitara a salir.
Pensé un segundo.
¿Marea Alta Pat?
Katie gimió y tiró su bolso de fin de semana al piso.
¡Sí! gritó ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!
Me eché a reír.
¿Quieres decir que adiviné? ¿De veras adiviné?
Katie me dirigió una mirada asesina.
¿Qué le ves de gracioso?
Me puse seria.
Lo siento, Katie. No creí que te referías a Pat.

Marea Alta Pat representa la última elección de una chica para salir. No me siento cómoda al decirlo porque no es un mal tipo. En el colegio hay chicos más siniestros. No ha nada demasiado llamativo en Marea Alta Pat es más o menos gordinflón, con pelo castaño enrulado , salvo tal vez por sus mejillas, un poco demasiado rosadas. Además, por supuesto, está el hecho de que siempre usa pantalones demasiados cortos para él. 

Uno piensa que cuando los chicos comenzaron a llamarlo Marea Alta Pat, habría captado el mensaje y habría dejado de ponérselos, pero no. Trato de no llamarlo por su apodo, pero como todo el mundo le dice Marea Alta Pat, resulta difícil recordarlo.

Creo que lo que de veras condena a Pat a no ser tan popular es su personalidad demasiado ansiosa y amigable. De hecho, es tan amigable que si uno es una persona razonablemente bondadosa, se siente mal al ignorarlo o alejarse cuando se pone aburrido en exceso.

Katie volvió a suspirar tan hondo que tuve una breve visión de sus pulmones vacíos de aires llevándola al desmayo.

¿Qué voy a hacer?
¿Qué quieres decir? pregunté ¿acaso no dijiste que no?
¡Claro que dije que no! sollozó Katie.

Katie, Katie dije en tono tranquilizador, con la misma voz que habría usado frente a un loco armado con un revólver Sé que resulta muy incómodo rechazar la invitación de alguien al Baile de Otoño, pero, créeme todo va a salir bien.

¡No, no va a salir bien! Katie saltó del sillón y me puso las manos sobre los hombros. Sus palabras surgieron rápidas, en un susurro, como si estuviera dando una información de vital importancia. Mamá dice que debo ir con el primer chico que me invite, si es que quiero. Piensa que todo este asunto del rechazo crea una atmósfera perjudicial, de mucho aislamiento, y que de todos modos, no tendría que tomar demasiado enserio lo del Baile de Otoño.
¡Oh, no! _ Horrorizada me tape la boa. ¿De modo que es Marea Alta Pat o nadie más?

¿No podrías dejar de repetir su nombre a cada minuto? Katie seguía furiosa en voz muy baja._ Mamá ni se habría enterado de que Marea… de que me había invitado, si no fuera porque atendió el teléfono y le pidió autorización.
¿Qué le pidió qué?

Ya me oíste.
Caramba dije entre dientes ¿Acaso pensaba que te estaba proponiendo matrimonio?

¡Ya lo sé! gimió Katie_ Sólo dime qué debo hacer.
Le puse una mano sobre el hombro con gesto de compasión. Ella se irguió y tomó un pañuelo de papel de una caja que había sobre la mesita de café. Había anochecido y las ventanas de los Conner estaban cálidamente iluminadas. Ya había autos alineados a ambos lados de la calle.

¡Oh, mira! dijo mi amiga en voz baja en la casa de Joseph están de fiesta.
Katie espiaba con los prismáticos que mamá solía usar para observar a los pájaros.
Acaban de sacar otros barrilito anunció.

Eran las doce, y la fiesta de Joseph era tan ruidosa que dudo que alguien haya conciliado el sueño en un radio de quince kilómetros. Katie y yo, sentadas junto a la ventana de mi dormitorio, en pijama, mirábamos.

 Esto suena más dramático de lo que fue en realidad. Tengan en cuenta que la fiesta era tan bulliciosa que no podíamos ver televisión, no podíamos escuchar la radio, no podíamos hablar por teléfono. ¡Casi no podíamos oírnos entre nosotras! Uve un pobre consuelo al pensar que todos los asistentes a la fiesta iban a sufrir una carencia auditiva permanente.

Katie se estaba portando como una buena amiga. Cuando le conté la dolorosa historia de lo que había escuchado desde la puerta del baño, enseguida dijo que ni se le ocurriría ir a una fiesta organizada por semejante payaso. Pero yo vi que sus ojos brillaban mientras observaba a los otros invitados. Pobre Katie, pensé. No puede ir a la fiesta más grande del año porque es la mejor amiga de la empalagosa hija del director.

Parecía imposible pero, de golpe, la música proveniente de la casa de Joseph salto a un decibel más alto. Sentí como si el ritmo golpeara con fuerza en mi esternón. Hasta me sentí un poco descompuesta.

Los autos estaban estacionados en doble y triple fila hasta perderse de vista. Creo que vi más auto esa noche que en todo el resto del año. En cada ventana de la casa se veían cantidad de siluetas. Cada vez que una desaparecía del ángulo de visión, otras cinco personas ocupaban el lugar libre. El flujo de gente ante la puerta principal era continuo. Joseph estaba parado allí y…

Les saqué los prismáticos a Katie y espié con ellos. 

Mi Adorable Rebelde capitulo 11



Cerré la puerta con una legre suspiro. La casa estaba a mi disposición por veinticuatro horas. Katie iba a venir pronto para pasar el día y la noche conmigo. Tendríamos todo el fin de semana para charlar y dormir y comer cosas poco nutritivas y hacer todo eso que los padres desaprueban.

Decidí sorprender a Katie y hacer panqueques para una combinación de desayuno/almuerzo. Preparé la masa y puse a calentar la sartén. Los primeros panqueques salieron quemados y pegoteados, de modo que los tiré a la basura. Estaba haciendo uno enorme en forma de Ratón Mickey, cuando sonó el timbre.
Atravesé corriendo toda la casa y abrí de golpe.

Apúrate y entra dije , porque estoy haciendo panqueques y no…
Me interrumpí horrorizada. No era Katie quien estaba parado en el porche. Era Joseph Conner, que sonreía con aire de indolente.
¿Puedo pedirte un poco de destapador de cañerías?
Me cruce de brazos.

Muy chistoso. Adiós.
Epa protesto Joseph . No es una broma; la bañera de casa está a punto de desbordarse y mis padres se fueron con el auto y… ¿acaso crees que inventé todo esto sólo para verte en tu excepcionalmente corto camisón?

Me ruboricé hasta la raíz de los cabellos. Llevaba puesto ese tonto baby-doll de satén color café que me había regalado mi abuela. Me regala uno para navidad y otro para mi cumpleaños. No se con exactitud lo que está tratando de decirme. En fin, aquel en particular no sólo era corto, sino que tenía ya un par de años y me quedaba un poco chico.
Apreté las manos contra el ridículo ruedo corto por si pasaba una ráfaga de viento, y dije con voz helada:

Hay muchas casas en la cuadra. Ve a pedirle a alguien que no odie a muerte…
Una alarma zumbó enojada en la cocina. Dejé de hablar y me apresuré a volver allí. La cocina estaba llena de humo y mi panqueque en forma de Ratón Mickey era una ruina carbonizada. Saqué la sartén del fuego y trate de abrir una ventana.
Caramba dijo una voz detrás de mí ¿te parece que nos tapemos la boca con unos trapos mojados?

Me di vuelta de golpe. Joseph estaba parado justo ahí, en la cocina. Agité la mano para disipar un poco el humo que tenía frente a la cara y lo miré con ojos relampagueantes.
¿qué haces aquí?

Vine a pedir prestado un poco de destapador de cañerías dijo con paciencia Creo que acabamos de hablar de eso.
Y yo dije que no podías hacerlo le contesté en forma cortante. La alarma volvió a sonar y yo me paré en puntas de pie para desactivarla.
Joseph se echó a reír.

Veo Londres, veo Francia…
¡Cállate! grité Bajé los brazos y abrí un cajón de la cocina. Me puse el delantal que usa papá para los asados. Por suerte, era tan grande que me daba dos vueltas.
Joseph sonrió.

Ahora te pareces a las fantasías que solía tener con aquella hermosa profesora de economía domestica de mi otra escuela.
Lo señalé con la espátula.

¡No me hables de tus fantasías! Saqué el frasco de destapador de debajo de la pileta y se lo di._ Tienes dos segundos para irte de aquí.

Se apoyó en la mesada. Llevaba una remera salmón: parecía tan vieja que sospeche que su color original había sido rojo. El rosáceo realzaba su cara morena, y sus ojos centelleaban. Sin motivo alguno recordé la sensación que me había provocado su mano en mi cintura durante la fiesta de Bobby Weller. Parecía tan fresco y pulcro que me sentí todavía más desaliñada y desprotegida en mi camisón.
¿Y tú familia dónde está? preguntó Joseph.

Fuera de la cuidad contesté automáticamente tenía entendido que tú bañera se estaba desbordando.

Así será si le cae una gota más de agua. Fuera de la cuidad, ¿eh? dijo, acercándose a mí_ Y veo que de verás te estás liberando, con esos panqueques en forma de Ratón Mickey. Muy audaz de tu parte. ¿Qué cosa excitante tienes preparada para esta noche? ¿Una tortilla en forma del Pato Donald?
Le dirigí una mirada fulminante. Él me devolvió una sonrisa.

Bueno que tengas suerte con los panqueques dijo en tono indiferente.
Pensé en lo feliz que me sentía hacía sólo diez minutos, ante la perspectiva de mi perezoso fin de semana. Y ahora venía él, para decirme por millonésima vez lo aburrida y mojigata que era.

Adiós dije en voz bien alta.
Ya me voy ya me voy repuso Joseph De todos modos, el ambiente excitante que hay en este lugares demasiado para mí.
Lo seguí a través de la sala, todavía armada con la espátula. Se demoró junto a la puerta.
Supongo que sería mucho pedir que organizaras una fiesta dijo en tono burlón Después de todo, eres la hija del director, y una chica tan buenita… Eh, espera…

Lo empujé materialmente hacia fuera. Se tambaleo en el porche y cerré de un portazo.

Me di vuelta y me vi reflejada en el espejo del vestíbulo. Era la viva imagen de la furia: piel cenicienta, ojos relampagueantes, respiración agitada, labios apretados, frente transpirada.

Bueno era lógico que me viera furiosa. Estaba furiosa. Pero, de alguna manera, aun cuando estuviera tan llena de rabia, no pude menos que desear haber lucido más bonita mientras Joseph estaba en casa.


Katie tardó horas en llegar y, cuando lo hizo, las malas noticias se notaban en su cara.