Nick levantó las cejas, perplejo.
—¿Cómo has
dicho?
—Después de
tanto tiempo, los dos estamos preguntándonos cómo sería.
—¿Ah, sí?
Miley lo miró, incrédula.
—Por favor.
—Muy bien,
muy bien, de acuerdo. Tienes razón.
—Pues a lo
mejor deberíamos enterarnos.
—¿Y crees que
si hiciéramos el amor…?
—Si nos
acostáramos juntos, Nick —lo
interrumpió ella—. El amor no tiene nada que ver. Esto es sólo una cuestión de…
química.
—Ah, perdona.
¿Crees que si nos acostáramos juntos ya no estaríamos tensos el uno con el
otro?
Exactamente
—dijo ella. De hecho, cuanto más lo pensaba más lógica le parecía la idea.
—¿Y si no es
así?
—¿Por qué no
va a ser así? Esta tensión es sólo…
—¿Química?
—Curiosidad
sexual.
—Entonces,
¿si lo hubiéramos hecho antes, en el jardín, no estaríamos teniendo esta
conversación?
Nick se cruzó de brazos para
estudiarla con el ceño fruncido.
—No sé, no
estoy convencido.
—¿De qué no
estás convencido?
Era lo más
lógico. ¿Qué hombre sensato dejaría pasar esa oportunidad?
—Es que suena
demasiado fácil.
—No, no lo
es, es el plan perfecto.
—Dices eso
ahora, pero no puedo dejar de pensar que algo irá mal.
—¿Qué podría
ir mal?
—Podrías
enamorarte de mí, por ejemplo.
Miley se mordió los labios para contener una
carcajada.
—No quiero
ofenderte, pero no creo que debas preocuparte por eso.
—Vaya, no sé
si debería sentirme aliviado o insultado.
Ella lo miró,
irritada. Se estaba poniendo muy obtuso. ¿Qué hombre no saltaría de alegría
ante la oportunidad de una noche de pasión sin compromiso alguno?
Ninguno que
ella conociera.
—¿Y si una
noche no fuera suficiente? ¿Y si nos acostamos y sigue habiendo la misma
tensión? ¿Tendríamos que hacerlo otra vez?
Ella no
entendía por qué eso iba a ser un problema si lo veían de manera lógica. Pero
si insistía en discutir…
—Digamos que
podríamos estar abiertos a esa posibilidad.
—Me parece
bien.
—Estupendo.
¿Entonces estás de acuerdo o no? —suspiró Miley,
deseando resolver aquello de una vez por todas.
Nick se quedó pensativo un momento.
—Estoy
intentando imaginar los problemas que eso podría ocasionar y la verdad es que
no se me ocurre ninguno. Lo mire como lo mire, yo salgo ganando.
—¿Entonces?
Él se encogió
de hombros.
—Muy bien, de
acuerdo.
—Espléndido
—no la sorprendía que se le hubiera quitado un peso de los hombros. Aquélla era
una idea estupenda, un buen plan—. No hace falta decirte que debemos ser
discretos.
—Por
supuesto.
—Especialmente
en lo que se refiere a Phillip.
—Estoy de
acuerdo — Nick se frotó las manos,
levantando cómicamente las cejas—. Bueno, alteza, ¿cuándo empezamos?
Miley miró su reloj.
—Esta noche
tengo una cena benéfica a la que no puedo faltar y no volveré hasta muy tarde,
probablemente después de medianoche.
Y para hacer
eso de manera apropiada, al menos debería estar despierta.
—¿Mañana
entonces?
—Estaremos en
un yate lleno de empleados, así que no. Luego tienes que jugar al golf con mi
hermano y después quiere que cenéis juntos en el club de campo. Me ha pedido que
cuide de Frederick hasta las once.
Nick empezaba a exasperarse.
—¿Qué tal el
jueves?
—El jueves tú
estarás de caza con mi hermano y no volveréis hasta el viernes por la tarde.
—Y el viernes
tenemos una cena de gala y supongo que también terminará tarde.
—Después de
medianoche, seguro.
—¿Qué tal el
viernes por la tarde, cuando volvamos de cazar?
—Las tardes
son complicadas para mí. Hay demasiada gente alrededor… además, tengo que
prepararme para el baile benéfico.
—Parece que
va a ser una semana muy estresada, alteza.
Tenía razón.
Aquélla sería una buena idea si pudieran encontrar tiempo para hacerlo.
—¿Has dicho
que mañana tenías que cuidar de Frederick hasta las once?
—Eso es.
Nick sonrió.
—Las once no
es muy tare. Y yo no podría considerarme un caballero si no me ofreciera a
acompañarte a tu casa después.
Eso podría
funcionar.
—Sí, supongo
que estaría bien.
—¿Entonces
mañana a las once?
—De acuerdo
—asintió Miley.
Podían
terminar con aquel asunto y luego, con un poco de suerte, disfrutar de la
compañía del otro durante el resto de su estancia en Morgan Isle. Incluso
podrían acabar siendo amigos.
De hecho,
cuanto más lo pensaba, más segura estaba que aquello era exactamente lo que
ambos necesitaban.
Miley se levantó del escalón y él hizo lo mismo.
—Y ahora que
hemos aclarado eso, tengo que ir a arreglarme.
—¿Sabes una
cosa? Creo que tienes razón, es una buena idea.
Pues claro
que lo era. ¿Qué hombre, especialmente uno divorciado y furioso con todo el
género femenino no vería el sexo gratuito como un regalo? Además, ella llevaba
siglos sin tener relaciones con nadie. Y, al contrario de lo que los hombres
solían pensar, las mujeres también tenían necesidades. Aquél sería sin duda un
acuerdo beneficioso para los dos.
Pero ya
estaba bien de racionalizar, se dijo. Iba a hacer lo que tenía que hacer,
sencillamente.
—Mañana
iremos a navegar —le dijo—. ¿Nos vemos en el vestíbulo a la hora de siempre?
—Estaré
listo.
—Lleva crema
solar porque el sol es muy intenso en esta época del año.
—Muy bien.
—Nos vemos
mañana entonces. Iba a darse la vuelta, pero Nick
la sujetó dé brazo.
—Espera un
momento.
Aunque
debería haberlo intuido, el beso de nuevo la pilló completamente desprevenida.
Pero no un beso desesperado como el de antes, sino un beso tierno suave… y
quizá un poco tentativo; su lengua apenas rozando la comisura de sus labios
antes de apartarse.
—¿Qué ha sido
eso? —le preguntó con voz ronca. Le temblaban los labios y casi le fallaban las
piernas.
Nick se encogió de hombros.
—Considéralo
un pase previo de lo que ocurrirá mañana por la noche.
Y luego se
dio la vuelta para dirigirse al palacio.
Si aquello
era lo que podía esperar, las once del día siguiente no llegarían demasiado
pronto.
Miley pensaba que lo había engañado. Creía que
lo tenía controlado, pero todo era parte del juego.
Nick se volvió para verla entrar en su
residencia antes de seguir caminando de nuevo. Las nubes habían desaparecido y
el sol había vuelto a salir, pero la brisa del mar refrescaba el ambiente. Una
tarde perfecta para dar un paseo, pensó. Necesitaba tiempo para aclarar su
cabeza, para calmarse.
Miley era inteligente, eso tenía que
reconocerlo. Por un momento casi había llegado a creer su disculpa, a creer que
había cambiado. Pero así eran las mujeres, especialmente las mujeres como ella.
No hacían ni decían nada sin algún objetivo cada palabra, cada acto, medidos y
ejecutados cuidadosamente para conseguir exactamente lo que querían.
Por eso,
cuando sugirió que se acostasen juntos decidió que había tramado algo.
Seguramente lo haría albergar esperanzas para cambiar de opinión de repente.
Aunque algo en sus ojos le había dicho que no era así. Lo deseaba, su seducción
había sido un éxito.
Y dando el
primer paso, siendo ella quien sugería que se acostasen juntos, creía tenerlo
controlado.
Pero para
cuando quisiera darse cuenta de que no era así, ya sería demasiado tarde.
Miley los ojos escondidos tras unas gafas de
sol, estaba medio dormida en la cubierta del yate. Mecida por el suave
movimiento de las olas, con el sol acariciando su piel, oyendo de vez en cuando
el ruido del motor o alguna gaviota sobre su cabeza, se sentía como en el
cielo.
A pesar de
que estaba exhausta cuando llegó a casa la noche anterior, no había podido
pegar ojo. De modo que se quedó mirando al techo, pensando en su noche con Nick.
¿Sería tan
excitante como lo fue diez años antes o entonces la juventud había sido parte
de la magia? ¿O el elemento de peligro?
En fin, fuera
como fuera, se daba cuenta ahora de acostarse con Nick
había sido inevitable. Gracias a su ingenioso plan se quitarían eso de encima v
ella podría controlar la situación, que era lo que deseaba.
Hablando de Nick… no lo había visto en mucho rato. En
cuanto subieron al yate él había bajado con el capitán para ver la sala de
máquinas y, como parecía entretenido, Sophie se instaló cómodamente en una
tumbona. Considerando lo bajo que estaba el sol, eso debía haber sido más de
dos horas antes, pero estaba demasiado relajada como para abrir los ojos y
mucho menos para buscar el reloj en el bolso.
El sol se
escondió entonces tras una nube y ella esperó pacientemente a que pasara… pero
enseguida sintió dos gotas heladas sobre sus pantorrillas. Medio dormida,
arrugó la nariz. Otra gota cayó sobre su muslo izquierdo y un par de ellas más
en el derecho.
El informe
del tiempo no había predicho lluvia durante el resto de la semana y le parecía
muy peculiar que aquella nube hubiera decidido centrarse en ella. Por fin,
cuando otra gota cayó sobre su estómago, Miley abrió
los ojos. No era una nube lo que bloqueaba el sol, sino una persona. Una
persona muy alta de anchos hombros.
Con el sol
detrás, el rostro en sombras, sólo había un hombre a bordo tan grosero como
para despertarla de esa manera.
Despierta de
una vez, dormilona —dijo Nick.
—Déjame en
paz.
Un par de
gotas más cayeron sobre su brazo.
—Mira que
eres antipático.
Estoy
aburrido.
Miley se tapó la cara con un brazo.
—¿Y eso es
problema mío?
—Tú eres mi
guía, deberías hacer algo para divertirme.
—Te he traído
al yate, ¿qué más quieres? Varias gotas de té helado cayeron sobre su estómago
hasta que ella se incorporó, indignada.
—¡Estate
quieto!
Nick estaba inclinando el vaso,
dispuesto a tirarle todo el contenido, por lo visto. No podía ver su cara, pero
casi con toda seguridad estaría esbozando una sonrisa diabólica; la misma que
tenía aquella mañana cuando, levantando las cejas, le había dicho en voz baja:
«tú, yo, las once».
Como si
pudiera olvidarlo.
—¿Es mucho
pedir un poco de paz y tranquilidad?
—Llevas
dormida casi tres horas.
¿Tres horas?
¿De verdad había pasado tanto tiempo? Debía estar más cansada de lo que creía.
—Aunque he
disfrutado del paisaje —siguió Nick.
Lo había
dicho con un tono cálido, sexy. Y Miley tenía la impresión de que no se
refería a la vista del mar desde la cubierta del yate.
—Muy bien, ya
estoy despierta.
Nick dio un paso atrás y cuando pudo
verle la cara su corazón hizo una pirueta.
Cuando se
encontraron en el vestíbulo, llevaba polo blanco y un pantalón corto. Ahora
sólo llevaba un bañador con estampado hawaiano y nada más.
Miley no podía despegar los ojos de él. A pesar
de que el día anterior lo había visto con la ropa pegada al cuerpo, no había
visto su piel. Y su torso era más atractivo de lo que recordaba. Fuerte y
suave, con un triángulo de vello oscuro en el centro. Unos abdominales de
muerte, bien definidos, sólidos.
Tontamente,
se preguntó cuántas horas de gimnasio haría al día para estar así o si esos
abdominales serían algo natural.
« Miley, tranquilízate».
No llevaba
camisa, ¿y qué? Sólo era un torso. Nada por lo que perder la cabeza. Además,
había visto otros torsos antes. Incluso aquél en particular.
Entonces se
dio cuenta de que estaba mirándolo fijamente y, nerviosa, levantó los ojos.
—¿Ocurre
algo?
—¿Qué? — Miley parpadeó inocentemente.
—Te has
quedado traspuesta durante un segundo.
—Es que estoy
medio dormida.
—¿Quieres que
nademos un rato? Así te despertarás.
—No, gracias,
no me apetece.
Nick se encogió de hombros y el
movimiento hizo que Miley se fijara en ellos. Se había
quemado un poco. No, se había quemado bastante, comprobó después de quitarse
las gafas de sol.
—¿No te has
puesto crema?
—No.
—¿A qué hora
te has quitado la camisa?
—No lo sé,
hace un par de horas. ¿Por qué?
Si se quemaba
la espalda no podría… hacer su tarea más tarde.
—Te dije ayer
que debías ponerte crema para el sol A ver si lo adivino: no la has traído.
—Se me
olvidó.
Miley dejó escapar un suspiro mientras se
sentaba en la tumbona. Ella llevaba un bote de crema en el bolso, pero sólo era
protección 8 y no sería suficiente.
—Seguro que
hay otras en alguno de los camarotes. Espera aquí, vuelvo enseguida.
Podía sentir
los ojos de Nick clavados en su espalda
mientras atravesaba la cubierta. No llevaba un bikini demasiado pequeño, aunque
tampoco dejaba mucho a la imaginación.
En fin, podía
considerarlo… ¿cómo lo había llamado él? Un pase previo de lo que disfrutaría
esa noche.
Si Phillip
hubiera estado allí seguramente habría insistido en que se pusiera un bañador
más pudoroso, pero su hermano no estaba allí. Además, Miley
disfrutaba siendo un poco rebelde para variar.
Encontró lo
que estaba buscando en el baño de uno de los camarotes: crema solar con protección
30. Para estar seguros.
Pero al darse
la vuelta se sorprendió al ver que la puerta del camarote estaba cerrada. Y Nick delante de ella.
—Bonito
dormitorio —comentó. Pero no estaba mirando alrededor.
— ¿Qué haces
aquí?
—Ayudarte a
buscar la crema —contestó Nick, dando
un paso hacia ella.
—Ya la he
encontrado — Miley se percató entonces de que no
sólo había cerrado la puerta, también había echado la llave—. ¿Es así como
crees estar siendo discreto?
— ¿Qué
esperabas? Ese bikini es… —él la miró de arriba abajo, devorándola con los
ojos—. Dime que no te lo has puesto para excitarme.
Esa era
precisamente la razón por la que se lo había puesto. Pero no esperaba que fuese
tan efectivo.
—No podemos
estar aquí solos…
—Pero aquí
estamos —la interrumpió Nick, dando
un paso adelante.
A menos que
saltara sobre la cama para llegar a la puerta, no tenía manera de escapar. Y
ella nunca había sido muy atlética.
—Dijimos que
esta noche a las once —le recordó.
—Lo de las
once es el plato principal —sonrió él—. Considera esto un aperitivo.
Y un
aperitivo delicioso, además. Pero no podía permitirlo. Los empleados siempre
estaban vigilándola. Un bikini un poco provocativo era una cosa, un revolcón
con un invitado de palacio, otra muy diferente.
—Te agradezco
la invitación, pero me temo que tendrá que esperar.
Nick seguía mirándola intensamente,
como un animal anticipando el momento de la caza, pero cuando los largos dedos
masculinos rozaron su pierna supo que no tenía sentido luchar. De hecho, no
quería seguir luchando. Porque le gustaba demasiado que la tocase.
— ¿Sigues
queriendo marcharte?
—Tienes cinco
minutos.
Nick sujetó sus caderas, sus manos tan
calientes que Miley dio un respingo.
—Esto va a
durar más de cinco minutos. Beso
La apretaba
contra él, sus pechos aplastados contra el sólido torso masculino, los pezones
endurecidos, anhelantes.
Él inclinó la
cabeza para besar su cuello y el tarro de crema que tenía se le cayó de las
manos.
—¿Sabes una
cosa? Eres más guapa que hace diez años.
—Por cierto,
tú también —dijo Miley con voz ronca.
Nick deslizó las manos por su trasero
y ella apoyó la cara en su torso, saboreando la sensación de estar piel con
piel.
Había pasado
tanto tiempo desde que alguien la tocó así, con tanta ternura. Cada segundo que
pasaba era una eternidad. Esperó que siguiera, que metiese las manos bajo el
bikini…
Pensar que él
la tocara así la hacía sentir mareada, como si estuviera a punto de desmayarse.
¿Era así como
pretendía mantener el control de la situación? Era evidente que, al menos por
el momento, Nick tenía el mando. Y lo
peor de todo era que no le importaba.
Le gustaba,
aunque era todo lo que le habían enseñado a creer que estaba mal.
Pero su
cuerpo era tan duro, tan masculino; su piel suave y caliente. Podía sentir el
corazón de Nick latiendo contra la
palma de su mano.
—¿Sigues
queriendo que pare?
—Quiero que
me beses.
Él esbozó una
sonrisa.
—Eso puedo
hacerlo.
—Y yo
también.
Miley inclinó la cabeza para besarlo en el
cuello; su piel olía a sal y a coco… Un momento. ¿A coco?
Sorprendida,
olisqueó su hombro… ¡olía a crema solar!
—¿Te has
puesto crema para el sol?
—Es posible
—contestó Nick con una sonrisa
traviesa.
—¿Por qué me
has dicho antes que se te había olvidado?
—Soy un
hombre, Miley. Y tú te habías ofrecido a ponerme crema
por todo el cuerpo… aunque nunca imaginé que lograría estar a solas contigo en
un dormitorio. Eso ha sido un golpe de suerte.
Ella lo
empujó, de broma.
—Eres un
canalla.
Nick seguía sonriendo. Era un canalla,
pero canalla encantador.
—No, qué va.
—Tenernos que
subir a cubierta antes de que alguien…
Alguien llamó
a la puerta entonces y Miley dio un paso atrás.
—El almuerzo
está servido, alteza.
Y Miley confiando en que no los pillara nadie. Tenían que haber
descubierto que Nick estaba allí con
ella.
—Subiré en un
minuto.
Él dejó
escapar un suspiro.
—Adiós al
aperitivo.
—Ya te dije
que no era el momento.
—Sí, pero
tampoco estabas protestando mucho.
Era cierto.
De hecho, su actitud podría haber sido interpretada como… todo lo contrario.
—No
deberíamos salir juntos.
Nick se cruzó de brazos.
—¿Y eso no
parecería un poco sospechoso?
Miley se colocó la braguita del bikini,
mirándose al espejo antes de abrir la puerta del camarote. Tenía las mejillas
rojas, pero el sol podía ser la explicación.
—¿Tienes una
idea mejor?
Por su falta
de respuesta, era evidente que no la tenía.
—Además, creo
que necesitas un minuto o dos — Miley señaló con la cabeza el conspicuo
bulto bajo su bañador— para tranquilizarte.
—Yo estaba
pensando en una ducha fría.
—Bueno, eso
es lo que te pasa por saltarte las reglas —sonrió ella.
—¿Qué reglas
son ésas?
—Las reglas
de nutrición.
Nick tuvo que sonreír.
— ¿Las reglas
de nutrición?
Miley abrió la puerta y se volvió con una
sonrisa en los labios.
—No se debe
picar entre comidas.