miércoles, 16 de enero de 2013

EL Amante de la Princesa Capitulo 12





Nick levantó las cejas, perplejo.
—¿Cómo has dicho?
—Después de tanto tiempo, los dos estamos preguntándonos cómo sería.
—¿Ah, sí?
Miley lo miró, incrédula.
—Por favor.
—Muy bien, muy bien, de acuerdo. Tienes razón.
—Pues a lo mejor deberíamos enterarnos.
—¿Y crees que si hiciéramos el amor…?
—Si nos acostáramos juntos, Nick —lo interrumpió ella—. El amor no tiene nada que ver. Esto es sólo una cuestión de… química.
—Ah, perdona. ¿Crees que si nos acostáramos juntos ya no estaríamos tensos el uno con el otro?
Exactamente —dijo ella. De hecho, cuanto más lo pensaba más lógica le parecía la idea.
—¿Y si no es así?
—¿Por qué no va a ser así? Esta tensión es sólo…
—¿Química?
—Curiosidad sexual.

—Entonces, ¿si lo hubiéramos hecho antes, en el jardín, no estaríamos teniendo esta conversación?
Nick se cruzó de brazos para estudiarla con el ceño fruncido.
—No sé, no estoy convencido.
—¿De qué no estás convencido?
Era lo más lógico. ¿Qué hombre sensato dejaría pasar esa oportunidad?
—Es que suena demasiado fácil.
—No, no lo es, es el plan perfecto.
—Dices eso ahora, pero no puedo dejar de pensar que algo irá mal.
—¿Qué podría ir mal?
—Podrías enamorarte de mí, por ejemplo.

Miley se mordió los labios para contener una carcajada.
—No quiero ofenderte, pero no creo que debas preocuparte por eso.
—Vaya, no sé si debería sentirme aliviado o insultado.
Ella lo miró, irritada. Se estaba poniendo muy obtuso. ¿Qué hombre no saltaría de alegría ante la oportunidad de una noche de pasión sin compromiso alguno?
Ninguno que ella conociera.
—¿Y si una noche no fuera suficiente? ¿Y si nos acostamos y sigue habiendo la misma tensión? ¿Tendríamos que hacerlo otra vez?
Ella no entendía por qué eso iba a ser un problema si lo veían de manera lógica. Pero si insistía en discutir…
—Digamos que podríamos estar abiertos a esa posibilidad.
—Me parece bien.
—Estupendo. ¿Entonces estás de acuerdo o no? —suspiró Miley, deseando resolver aquello de una vez por todas.
Nick se quedó pensativo un momento.
—Estoy intentando imaginar los problemas que eso podría ocasionar y la verdad es que no se me ocurre ninguno. Lo mire como lo mire, yo salgo ganando.
—¿Entonces?
Él se encogió de hombros.
—Muy bien, de acuerdo.
—Espléndido —no la sorprendía que se le hubiera quitado un peso de los hombros. Aquélla era una idea estupenda, un buen plan—. No hace falta decirte que debemos ser discretos.
—Por supuesto.
—Especialmente en lo que se refiere a Phillip.
—Estoy de acuerdo — Nick se frotó las manos, levantando cómicamente las cejas—. Bueno, alteza, ¿cuándo empezamos?
Miley miró su reloj.
—Esta noche tengo una cena benéfica a la que no puedo faltar y no volveré hasta muy tarde, probablemente después de medianoche.
Y para hacer eso de manera apropiada, al menos debería estar despierta.
—¿Mañana entonces?
—Estaremos en un yate lleno de empleados, así que no. Luego tienes que jugar al golf con mi hermano y después quiere que cenéis juntos en el club de campo. Me ha pedido que cuide de Frederick hasta las once.
Nick empezaba a exasperarse.
—¿Qué tal el jueves?
—El jueves tú estarás de caza con mi hermano y no volveréis hasta el viernes por la tarde.
—Y el viernes tenemos una cena de gala y supongo que también terminará tarde.
—Después de medianoche, seguro.
—¿Qué tal el viernes por la tarde, cuando volvamos de cazar?
—Las tardes son complicadas para mí. Hay demasiada gente alrededor… además, tengo que prepararme para el baile benéfico.

—Parece que va a ser una semana muy estresada, alteza.
Tenía razón. Aquélla sería una buena idea si pudieran encontrar tiempo para hacerlo.
—¿Has dicho que mañana tenías que cuidar de Frederick hasta las once?
—Eso es.
Nick sonrió.
—Las once no es muy tare. Y yo no podría considerarme un caballero si no me ofreciera a acompañarte a tu casa después.
Eso podría funcionar.
—Sí, supongo que estaría bien.
—¿Entonces mañana a las once?
—De acuerdo —asintió Miley.
Podían terminar con aquel asunto y luego, con un poco de suerte, disfrutar de la compañía del otro durante el resto de su estancia en Morgan Isle. Incluso podrían acabar siendo amigos.
De hecho, cuanto más lo pensaba, más segura estaba que aquello era exactamente lo que ambos necesitaban.

Miley se levantó del escalón y él hizo lo mismo.
—Y ahora que hemos aclarado eso, tengo que ir a arreglarme.
—¿Sabes una cosa? Creo que tienes razón, es una buena idea.
Pues claro que lo era. ¿Qué hombre, especialmente uno divorciado y furioso con todo el género femenino no vería el sexo gratuito como un regalo? Además, ella llevaba siglos sin tener relaciones con nadie. Y, al contrario de lo que los hombres solían pensar, las mujeres también tenían necesidades. Aquél sería sin duda un acuerdo beneficioso para los dos.
Pero ya estaba bien de racionalizar, se dijo. Iba a hacer lo que tenía que hacer, sencillamente.
—Mañana iremos a navegar —le dijo—. ¿Nos vemos en el vestíbulo a la hora de siempre?
—Estaré listo.
—Lleva crema solar porque el sol es muy intenso en esta época del año.
—Muy bien.
—Nos vemos mañana entonces. Iba a darse la vuelta, pero Nick la sujetó dé brazo.
—Espera un momento.
Aunque debería haberlo intuido, el beso de nuevo la pilló completamente desprevenida. Pero no un beso desesperado como el de antes, sino un beso tierno suave… y quizá un poco tentativo; su lengua apenas rozando la comisura de sus labios antes de apartarse.
—¿Qué ha sido eso? —le preguntó con voz ronca. Le temblaban los labios y casi le fallaban las piernas.
Nick se encogió de hombros.
—Considéralo un pase previo de lo que ocurrirá mañana por la noche.
Y luego se dio la vuelta para dirigirse al palacio.
Si aquello era lo que podía esperar, las once del día siguiente no llegarían demasiado pronto.


Miley pensaba que lo había engañado. Creía que lo tenía controlado, pero todo era parte del juego.
Nick se volvió para verla entrar en su residencia antes de seguir caminando de nuevo. Las nubes habían desaparecido y el sol había vuelto a salir, pero la brisa del mar refrescaba el ambiente. Una tarde perfecta para dar un paseo, pensó. Necesitaba tiempo para aclarar su cabeza, para calmarse.

Miley era inteligente, eso tenía que reconocerlo. Por un momento casi había llegado a creer su disculpa, a creer que había cambiado. Pero así eran las mujeres, especialmente las mujeres como ella. No hacían ni decían nada sin algún objetivo cada palabra, cada acto, medidos y ejecutados cuidadosamente para conseguir exactamente lo que querían.

Por eso, cuando sugirió que se acostasen juntos decidió que había tramado algo. Seguramente lo haría albergar esperanzas para cambiar de opinión de repente. Aunque algo en sus ojos le había dicho que no era así. Lo deseaba, su seducción había sido un éxito.
Y dando el primer paso, siendo ella quien sugería que se acostasen juntos, creía tenerlo controlado.

Pero para cuando quisiera darse cuenta de que no era así, ya sería demasiado tarde.
Miley los ojos escondidos tras unas gafas de sol, estaba medio dormida en la cubierta del yate. Mecida por el suave movimiento de las olas, con el sol acariciando su piel, oyendo de vez en cuando el ruido del motor o alguna gaviota sobre su cabeza, se sentía como en el cielo.
A pesar de que estaba exhausta cuando llegó a casa la noche anterior, no había podido pegar ojo. De modo que se quedó mirando al techo, pensando en su noche con Nick.
¿Sería tan excitante como lo fue diez años antes o entonces la juventud había sido parte de la magia? ¿O el elemento de peligro?
En fin, fuera como fuera, se daba cuenta ahora de acostarse con Nick había sido inevitable. Gracias a su ingenioso plan se quitarían eso de encima v ella podría controlar la situación, que era lo que deseaba.

Hablando de Nick… no lo había visto en mucho rato. En cuanto subieron al yate él había bajado con el capitán para ver la sala de máquinas y, como parecía entretenido, Sophie se instaló cómodamente en una tumbona. Considerando lo bajo que estaba el sol, eso debía haber sido más de dos horas antes, pero estaba demasiado relajada como para abrir los ojos y mucho menos para buscar el reloj en el bolso.

El sol se escondió entonces tras una nube y ella esperó pacientemente a que pasara… pero enseguida sintió dos gotas heladas sobre sus pantorrillas. Medio dormida, arrugó la nariz. Otra gota cayó sobre su muslo izquierdo y un par de ellas más en el derecho.
El informe del tiempo no había predicho lluvia durante el resto de la semana y le parecía muy peculiar que aquella nube hubiera decidido centrarse en ella. Por fin, cuando otra gota cayó sobre su estómago, Miley abrió los ojos. No era una nube lo que bloqueaba el sol, sino una persona. Una persona muy alta de anchos hombros.
Con el sol detrás, el rostro en sombras, sólo había un hombre a bordo tan grosero como para despertarla de esa manera.
Despierta de una vez, dormilona —dijo Nick.
—Déjame en paz.
Un par de gotas más cayeron sobre su brazo.
—Mira que eres antipático.
Estoy aburrido.
Miley se tapó la cara con un brazo.
—¿Y eso es problema mío?
—Tú eres mi guía, deberías hacer algo para divertirme.
—Te he traído al yate, ¿qué más quieres? Varias gotas de té helado cayeron sobre su estómago hasta que ella se incorporó, indignada.
—¡Estate quieto!

Nick estaba inclinando el vaso, dispuesto a tirarle todo el contenido, por lo visto. No podía ver su cara, pero casi con toda seguridad estaría esbozando una sonrisa diabólica; la misma que tenía aquella mañana cuando, levantando las cejas, le había dicho en voz baja: «tú, yo, las once».
Como si pudiera olvidarlo.
—¿Es mucho pedir un poco de paz y tranquilidad?
—Llevas dormida casi tres horas.
¿Tres horas? ¿De verdad había pasado tanto tiempo? Debía estar más cansada de lo que creía.

—Aunque he disfrutado del paisaje —siguió Nick.
Lo había dicho con un tono cálido, sexy. Y Miley tenía la impresión de que no se refería a la vista del mar desde la cubierta del yate.
—Muy bien, ya estoy despierta.
Nick dio un paso atrás y cuando pudo verle la cara su corazón hizo una pirueta.
Cuando se encontraron en el vestíbulo, llevaba polo blanco y un pantalón corto. Ahora sólo llevaba un bañador con estampado hawaiano y nada más.
Miley no podía despegar los ojos de él. A pesar de que el día anterior lo había visto con la ropa pegada al cuerpo, no había visto su piel. Y su torso era más atractivo de lo que recordaba. Fuerte y suave, con un triángulo de vello oscuro en el centro. Unos abdominales de muerte, bien definidos, sólidos.

Tontamente, se preguntó cuántas horas de gimnasio haría al día para estar así o si esos abdominales serían algo natural.
« Miley, tranquilízate».
No llevaba camisa, ¿y qué? Sólo era un torso. Nada por lo que perder la cabeza. Además, había visto otros torsos antes. Incluso aquél en particular.
Entonces se dio cuenta de que estaba mirándolo fijamente y, nerviosa, levantó los ojos.
—¿Ocurre algo?
—¿Qué? — Miley parpadeó inocentemente.
—Te has quedado traspuesta durante un segundo.
—Es que estoy medio dormida.
—¿Quieres que nademos un rato? Así te despertarás.
—No, gracias, no me apetece.
Nick se encogió de hombros y el movimiento hizo que Miley se fijara en ellos. Se había quemado un poco. No, se había quemado bastante, comprobó después de quitarse las gafas de sol.
—¿No te has puesto crema?
—No.
—¿A qué hora te has quitado la camisa?
—No lo sé, hace un par de horas. ¿Por qué?
Si se quemaba la espalda no podría… hacer su tarea más tarde.
—Te dije ayer que debías ponerte crema para el sol A ver si lo adivino: no la has traído.
—Se me olvidó.
Miley dejó escapar un suspiro mientras se sentaba en la tumbona. Ella llevaba un bote de crema en el bolso, pero sólo era protección 8 y no sería suficiente.
—Seguro que hay otras en alguno de los camarotes. Espera aquí, vuelvo enseguida.
Podía sentir los ojos de Nick clavados en su espalda mientras atravesaba la cubierta. No llevaba un bikini demasiado pequeño, aunque tampoco dejaba mucho a la imaginación.

En fin, podía considerarlo… ¿cómo lo había llamado él? Un pase previo de lo que disfrutaría esa noche.
Si Phillip hubiera estado allí seguramente habría insistido en que se pusiera un bañador más pudoroso, pero su hermano no estaba allí. Además, Miley disfrutaba siendo un poco rebelde para variar.
Encontró lo que estaba buscando en el baño de uno de los camarotes: crema solar con protección 30. Para estar seguros.
Pero al darse la vuelta se sorprendió al ver que la puerta del camarote estaba cerrada. Y Nick delante de ella.
—Bonito dormitorio —comentó. Pero no estaba mirando alrededor.
— ¿Qué haces aquí?

—Ayudarte a buscar la crema —contestó Nick, dando un paso hacia ella.
—Ya la he encontrado — Miley se percató entonces de que no sólo había cerrado la puerta, también había echado la llave—. ¿Es así como crees estar siendo discreto?
— ¿Qué esperabas? Ese bikini es… —él la miró de arriba abajo, devorándola con los ojos—. Dime que no te lo has puesto para excitarme.
Esa era precisamente la razón por la que se lo había puesto. Pero no esperaba que fuese tan efectivo.

—No podemos estar aquí solos…
—Pero aquí estamos —la interrumpió Nick, dando un paso adelante.
A menos que saltara sobre la cama para llegar a la puerta, no tenía manera de escapar. Y ella nunca había sido muy atlética.
—Dijimos que esta noche a las once —le recordó.
—Lo de las once es el plato principal —sonrió él—. Considera esto un aperitivo.
Y un aperitivo delicioso, además. Pero no podía permitirlo. Los empleados siempre estaban vigilándola. Un bikini un poco provocativo era una cosa, un revolcón con un invitado de palacio, otra muy diferente.

—Te agradezco la invitación, pero me temo que tendrá que esperar.
Nick seguía mirándola intensamente, como un animal anticipando el momento de la caza, pero cuando los largos dedos masculinos rozaron su pierna supo que no tenía sentido luchar. De hecho, no quería seguir luchando. Porque le gustaba demasiado que la tocase.
— ¿Sigues queriendo marcharte?
—Tienes cinco minutos.
Nick sujetó sus caderas, sus manos tan calientes que Miley dio un respingo.
—Esto va a durar más de cinco minutos. Beso
La apretaba contra él, sus pechos aplastados contra el sólido torso masculino, los pezones endurecidos, anhelantes.
Él inclinó la cabeza para besar su cuello y el tarro de crema que tenía se le cayó de las manos.

—¿Sabes una cosa? Eres más guapa que hace diez años.
—Por cierto, tú también —dijo Miley con voz ronca.
Nick deslizó las manos por su trasero y ella apoyó la cara en su torso, saboreando la sensación de estar piel con piel.
Había pasado tanto tiempo desde que alguien la tocó así, con tanta ternura. Cada segundo que pasaba era una eternidad. Esperó que siguiera, que metiese las manos bajo el bikini…
Pensar que él la tocara así la hacía sentir mareada, como si estuviera a punto de desmayarse.
¿Era así como pretendía mantener el control de la situación? Era evidente que, al menos por el momento, Nick tenía el mando. Y lo peor de todo era que no le importaba.

Le gustaba, aunque era todo lo que le habían enseñado a creer que estaba mal.
Pero su cuerpo era tan duro, tan masculino; su piel suave y caliente. Podía sentir el corazón de Nick latiendo contra la palma de su mano.
—¿Sigues queriendo que pare?
—Quiero que me beses.
Él esbozó una sonrisa.
—Eso puedo hacerlo.
—Y yo también.
Miley inclinó la cabeza para besarlo en el cuello; su piel olía a sal y a coco… Un momento. ¿A coco?
Sorprendida, olisqueó su hombro… ¡olía a crema solar!
—¿Te has puesto crema para el sol?
—Es posible —contestó Nick con una sonrisa traviesa.
—¿Por qué me has dicho antes que se te había olvidado?
—Soy un hombre, Miley. Y tú te habías ofrecido a ponerme crema por todo el cuerpo… aunque nunca imaginé que lograría estar a solas contigo en un dormitorio. Eso ha sido un golpe de suerte.
Ella lo empujó, de broma.
—Eres un canalla.
Nick seguía sonriendo. Era un canalla, pero canalla encantador.
—No, qué va.
—Tenernos que subir a cubierta antes de que alguien…
Alguien llamó a la puerta entonces y Miley dio un paso atrás.
—El almuerzo está servido, alteza.
Y Miley confiando en que no los pillara nadie. Tenían que haber descubierto que Nick estaba allí con ella.
—Subiré en un minuto.
Él dejó escapar un suspiro.
—Adiós al aperitivo.
—Ya te dije que no era el momento.
—Sí, pero tampoco estabas protestando mucho.
Era cierto. De hecho, su actitud podría haber sido interpretada como… todo lo contrario.
—No deberíamos salir juntos.
Nick se cruzó de brazos.
—¿Y eso no parecería un poco sospechoso?
Miley se colocó la braguita del bikini, mirándose al espejo antes de abrir la puerta del camarote. Tenía las mejillas rojas, pero el sol podía ser la explicación.
—¿Tienes una idea mejor?
Por su falta de respuesta, era evidente que no la tenía.
—Además, creo que necesitas un minuto o dos — Miley señaló con la cabeza el conspicuo bulto bajo su bañador— para tranquilizarte.
—Yo estaba pensando en una ducha fría.
—Bueno, eso es lo que te pasa por saltarte las reglas —sonrió ella.
—¿Qué reglas son ésas?
—Las reglas de nutrición.
Nick tuvo que sonreír.
— ¿Las reglas de nutrición?
Miley abrió la puerta y se volvió con una sonrisa en los labios.
—No se debe picar entre comidas.

El amante de la Princesa capitulo 11





En un parpadeo, la expresión aturdida de Miley se convirtió en una de rabia apenas contenida. Y lo único que Nick pudo hacer fue seguirla mientras volvía a su residencia a paso de marcha.
La había tenido donde la quería, pero cuando llegó el momento de lanzarse al ataque no pudo hacerlo. No debía haber ocurrido así. Ella no debía ser quien diera el primer paso. Y él no debería sentir… aquello. Una emoción tan extraña que era incapaz de identificarla. Algo más que deseo, más que atracción física. Y mucho más que su mezquina venganza. Mientras la besaba se sentía… feliz.
Completo, como si no le faltara nada.

Pero eso no eran más que tonterías sentimentales. Lo había pillado desprevenido, nada más.
Pero Miley caminaba tan rápido que práctica mente iba corriendo.
—¿Quieres ir un poco más despacio? —le rogó, hundiendo los mocasines en la empapada hierba del jardín. Ella siguió caminando a toda prisa, sin molestarse en contestar—. Ve más despacio, Sophie.
—¿Por qué? Estoy haciendo precisamente lo que tú has sugerido: volver a casa.
—Qué cabezota eres.
Miley se detuvo entonces tan abruptamente que Nick estuvo a punto de chocar con ella.
—Soy cabezota ¿y qué? —le espetó.
Nick dio un paso atrás, temiendo que le diera una bofetada si se acercaba demasiado.
—Sólo quiero hablar contigo.
—¿Para qué? Ya has ganado.
—¿Qué he ganado?
—Ese tonto juego al que estabas jugando conmigo.
Tenía razón, era un juego. Y debería disfrutar viéndola derrotada. En lugar de eso, se sentía como un canalla.
Aparentemente, el que había perdido era él.
Sólo necesitaba una oportunidad para tranquilizarse, se dijo, para volver al plan que había trazado. Para quitarse de encima ese absurdo sentimiento de culpa.
Y para evitar que Sophie dejase de dirigirle la palabra.

—¿Te sientes mejor ahora que te has vengado? —siguió ella.
—¿Qué estás diciendo? Te beso y amenazas con llamar a los guardias, luego me besas tú y te enfadas cuando yo piso el freno. ¿Y me acusas a mí de estar jugando?
—Sí, claro, tienes toda la razón —replicó ella, irónica—. Caso cerrado, no hay más que hablar.
Nick abrió la boca para protestar, pero Miley levantó una mano.
—Me voy a casa. No me sigas.
Aunque sintió la tentación de hacerlo, el instinto le decía que lo mejor sería dejarla en paz por el momento. De modo que cambió de dirección y Se dirigió al palacio.
Miley entró en el despacho de Phillip como una tromba, dejando a su secretaria boquiabierta. Su hermano estaba detrás de su escritorio… aunque Nick le había dicho que no estaba en palacio.
Otra mentira. Qué sorpresa.
Phillip la miró de arriba abajo, atónito.
—¿Se puede saber qué te ha pasado? Estás empapada.
Miley tomó la agenda de la visita de Nick y la tiró sobre la mesa.
—Busca a otro que haga de niñera para tu amigo. Yo no pienso hacerlo.
Phillip se cruzó tranquilamente de brazos, casi divertido.
—Podría jurar que ya habíamos tenido esta discusión.
—Bueno, pues la estamos teniendo otra vez. Él se echó hacia atrás en la silla y la observó durante unos segundos, en silencio. Luego sacudió la cabeza.
—No, harás lo que habíamos planeado hacer.
—No voy a hacerlo.
— ¿Estás segura?
Miley se puso enjarras.
— ¿No parezco segura de lo que digo?
—Muy bien —Phillip suspiró—. A partir de este momento, estás fuera del negocio familiar. Sólo tendrás que encargarte de las obligaciones oficiales.
—Lo dirás de broma.
—¿Te parece que estoy de broma?
Miley estaba tan furiosa, tan frustrada, que le daban ganas de dar una patada en el suelo.
—¿Es que no te das cuenta de que no quiero hacerlo? ¿Estás intentando torturarme?
—Lo que intento es enseñarte que esto es un negocio y uno no puede elegir por capricho lo que quiere o no quiere hacer. Porque lo que eso me dice es que no se puede contar contigo.
—Esto es diferente.

— ¿Por qué es diferente? Dame una buena razón. Miley no podía contarle la verdad. Y lo único que se le ocurrió fue:
—Me hace sentir… incómoda.
Phillip levantó una ceja.
— ¿Se ha comportado de manera inapropiada?
Nick la había besado el primer día sin su permiso, eso era cierto. Pero debía ser justa; había sido ella quien dio el primer paso en el jardín, de modo que estaban en tablas en cuanto al comportamiento inapropiado.
—No exactamente.
—Si lo ha hecho, amigo mío o no, lo despediré inmediatamente y lo enviaré de vuelta a Estados Unidos en el primer avión.

Miley estaba furiosa con Nick, pero no queque su hermano se enfadase con él.
—No, no ha hecho nada inapropiado. Es que no me cae bien.
—¿Por qué, no te hace la pelota como todo el mundo?
—¡Phillip!

—Ya me lo imaginaba —sonrió su hermano—. ¿Tú crees que a mí me gusta toda la gente con la que tengo que relacionarme? Esto es un trabajo, acostúmbrate.
Miley lo entendía perfectamente. ¿Había olvidado Phillip los innumerables invitados a los que había atendido durante esos años? Invitados a veces amables, a veces fríos… incluso antipáticos. Y nunca se había quejado. Al menos, no se había quejado mucho. Siempre hacía lo que se esperaba de ella, de modo que por una vez podía darle la razón.
Claro que entonces no sería Phillip.
—Muy bien —suspiró por fin, pasándose una mano por el pelo—. Tendré que aguantarme.
—Y deberías cambiar de imagen, ésa no te sienta bien —bromeó su hermano.
Hacía eso a menudo desde que Hannah entró en su vida. Antes era una persona mucho más sombría. Y Miley se alegraba de que fuera feliz, pero le gustaría que no le hiciera la vida imposible.
—¿Qué pasa, no te gusta mi imagen?

—¿Te ha pillado la lluvia mientras estabas de paseo?
—¿Cómo lo has adivinado?
—Volvía de una reunión hace diez minutos y me encontrado con Nick en el jardín… más o menos en el mismo estado que tú.
De modo que Phillip sí estaba fuera del despajo al menos Nick no había mentido sobre eso, pero se preguntó si se habría percatado de que a la camisa de su invitado le faltaban algunos botones.

—Supongo que también a él le pilló el chaparrón.
—Tú sabrás ya que, según Nick, estabais juntos.
Miley no podía dejar de preguntarse qué más cosas le habría contado, pero decidió no decir nada.
—Entonces, ¿estamos de acuerdo?
—Estamos de acuerdo.
—¿No vas a venir mañana otra vez con las mismas demandas?
—No volveré a decir nada —suspiró Miley.
Al menos al día siguiente no tendría que verlo. Un día entero para recuperarse.
—Muy bien.
—Voy a cambiarme de ropa.
—Sí, por favor.
—Te veo después.
Estaba casi en la puerta cuando su hermano la llamó.

—Por cierto, casi se me olvida, he tenido que cancelar el partido de golf de mañana por un asunto urgente, así que Nick tiene todo el día libre. Con un poco de suerte, podré jugar unos hoyos a última hora de la tarde.
De modo que no tenía un día libre. Sophie levantó los ojos al cielo.
—¿Algún problema?
—No, ningún problema —contestó ella, haciendo un esfuerzo para sonreír.
—Estupendo. Se lo he dicho a Nick y él me ha propuesto que os encontréis en el vestíbulo mañana a la hora de siempre.

—No lo tenía previsto, pero seguro que se me ocurre algo interesante que hacer.
Nick me ha dicho que le gustaría descansar, así que me he tomado la libertad de sugerir que fuerais a navegar por la mañana. Y le ha parecido muy buena idea.
Varias horas juntos en un yate. Genial, justo lo que deseaba.
—Llamaré al puerto para que lo tengan todo preparado.
—Ya está hecho.
—¿Ah, sí? Muy bien.
—Mañana llevaré a Nick a cenar al club de campo. ¿Te importaría cuidar de Frederick hasta las once?
—No, claro que no —contestó Miley. Eso, al menos, no sería difícil porque adoraba a su sobrino.
—Hannah te llamará para decirte a qué hora nos vamos.
—¿Alguna cosa más?
—No, creo que eso es todo.
— ¿Sabes una cosa, Phillip? Estoy orgullosa de ti.
— ¿Perdona?
—He dicho que estoy orgullosa de ti.
Su hermano la miró con expresión suspicaz.
— ¿Qué quieres?
Miley sonrió.
—Nada en absoluto.
Pero Phillip seguía mirándola con expresión escéptica como si no pudiera creerla.
—¿Estás orgullosa de mí?
—Sí, en serio. Sólo quería que lo supieras.
—Bueno, pues gracias.
Miley se dio la vuelta, pero él la llamó antes de que llegase a la puerta.
—Tú sabes que las cosas que hago y las cosas que te digo… es sólo porque me importas.
—Lo sé.

—Que lo pases bien mañana —Phillip se volvió hacia la pantalla de su ordenador y empezó a teclear, una menos que sutil forma de despedirla.
Pero antes de cerrar la puerta del estudio Miley comprobó que había una sonrisa burlona en los labios de su hermano y no pudo dejar de pensar que Phillip sabía más de lo que decía saber.

Mientras volvía a su residencia, Miley iba planeando cómo iba a lidiar con Nick durante esas dos semanas. No podían seguir como hasta ahora porque de hacerlo acabaría perdiendo la cabeza.

Tenía que haber alguna manera de solucionar la situación, algún compromiso al que pudieran llegar para que ella pudiese mantener el control.
A pesar de saber lo pesado que podía ser Nick sorprendió al verlo sentado en los escalones del porche cuando llegó a su residencia. Y aunque la idea de otra discusión le resultaba agotadora, dejar aquel lio sin resolver, fermentándose y pudriéndose, no era una opción tampoco. Así que en lugar de entrar sin decir nada, se sentó a su lado.

Nick se había cambiado de ropa y estaba ligeramente inclinado hacia delante, con los codos apoyados en las rodillas. Parecía cansado. Y era tan guapo, tan físicamente perfecto en todos los sentidos que su corazón empezó a palpitar como el de una adolescente.
Durante unos minutos estuvieron en silencio y luego él dijo por fin:
—Creo que te debo una disculpa, pero la verdad es que no sé por qué tendría que disculparme.
Seguramente ésa era la frase más sincera que había pronunciado desde que llegó a Morgan Isle.

Habían pasado sólo dos días juntos y, sin embargo, Miley sentía como si lo conociera. Aunque no lo conocía en absoluto. Aquello no tenía sentido.
—Si te consuela, a mí me pasa lo mismo.
Nick sonrió.
—Entonces como nos pasa lo mismo, en realidad no pasa nada.
—Si la vida fuera así de sencilla…
—Sí, tienes razón.
Suspirando, Miley se abrazó las piernas.
—No es culpa mía.
—¿Qué no es culpa tuya?
Tu matrimonio, que fuera un fracaso.
—¿he dicho yo que lo fuera?
—No, pero es evidente que me culpas a mí. O a lo mejor estás amargado con todas las mujeres y yo soy el objetivo más fácil.
Nick arrugó el ceño.
—Ésa es una posibilidad.

De nuevo, muy sincero. A lo mejor ésa era la clave del problema. Quizá en lugar de ignorar la tensión que había entre ellos, sería más productivo poner las cartas sobre la mesa y solucionar aquello de una vez por todas.

Claro que era más fácil decirlo que hacerlo. Desnudar su alma nunca había sido uno de sus puntos fuertes. La habían educado desde pequeña para esconder sus sentimientos, para no mostrar debilidad en ninguna circunstancia. Y en aquel momento se sentía más vulnerable que nunca en toda su vida.
Pero al menos debía intentarlo.

Respirando profundamente, decidió sincerarse:
—Te quería, Nick, y quería casarme contigo. Pero créeme cuando te digo que te hice un favor. Nuestra relación era demasiado… fuerte, demasiado intensa. Y no estábamos preparados para los sacrificios que hubiéramos tenido que hacer… — Miley sacudió la cabeza—. Habríamos terminado odiándonos.
Nick se encogió de hombros.
—Supongo que no lo sabremos nunca.

Pero ésa era la cuestión, ella sí lo sabía. Había tenido demasiados ejemplos en casa.
—Siento haberte hecho daño, pero de verdad pensé que no tenía otra opción.
—Hiciste lo que te pareció mejor en ese momento y no puedo culparte por ello, ¿no? Pero me habría gustado tener la oportunidad de tomar la decisión por mí mismo.
Podía culparla si quería, podía estar enfadado con ella de por vida, pero esperaba que no lo hiciera. Le gustaría que olvidaran el pasado, que fueran amigos.

—En cuanto a mi matrimonio —siguió Nick —, yo soy el único culpable. Puede que recibiera presiones por parte de mi familia, pero nadie me puso una pistola en la frente. La verdad es que tomé el camino más fácil. O entonces me lo pareció.
En cierto sentido, ella había hecho lo mismo; terminar con Nick había sido mucho más fácil que intentar que su relación funcionase. Pero seguramente habrían sido felices durante unos años antes de que todo acabara en desastre.

Entonces pensó que rompiendo con él estaba dándole a los dos la oportunidad de encontrar la felicidad con otra persona. ¿Cómo iba a saber que ninguno de los dos la aprovecharía?
—Debería haberte llamado… haberte dado alguna explicación. Pero tenía miedo.
—¿De qué?
—De oír tu voz. Porque estaba segura de que hubiera cambiado de opinión. O de que tú me convencerías.
—Supongo que hiciste lo que tenías que hacer.
—¿Crees que algún día podremos olvidarlo? Nick la miró, esbozando una sonrisa.
—Creo que existe la posibilidad.
Miley asintió con la cabeza.
—Claro que tenemos otro problema.
—¿Qué problema?
Ella carraspeó, apretando las piernas.
—La tensión sexual.
Nick se encogió de hombros.

—Yo no tengo un problema con eso.
—Por favor… ¿no tienes un problema con eso?
—Sí, muy bien, de acuerdo. Reconozco que hay cierta tensión.
—Pero tenemos que estar juntos estas dos semanas y, francamente, estaría bien que pudiéramos disfrutar un poco —en cuanto dijo esas palabras se le ocurrió una idea brillante. Más que eso.

—Parece que se te acaba de encender una bombilla.
—Así es. No sé cómo no lo había pensado antes…
—¿Por qué tengo la impresión de que no va a gustarme?
—Al contrario, creo que estarás de acuerdo en que es lo único que podemos hacer.
—Muy bien —dijo Nick, con expresión escéptica—. Cuéntamelo.
—Creo que debería acostarme contigo.