lunes, 5 de noviembre de 2012

Caperucita y El Lobo capitulo 16




Las mujeres eran hermosas, la segunda una versión ligeramente más joven que la
mujer a su derecha. La más antigua y hermosa del trió tenía el cabello del color
de azúcar morena, mientras que la mujer del centro tenía un matiz de seda rubia.
Ellas vestían con estilo unos kimonos verdes; con solapas y una faja
complementaria color rosa, radiante contra sus pieles tostadas.
Las mujeres se paseaban ordenadamente, las femeninas curvas de sus caderas
bamboleándose. La mujer del medio se dio la vuelta hacia el pequeño patio del
bar de la esquina al momento que pasaron el umbral. Las otras siguieron
directamente hacia la dirección de Joseph. Ella trató de liberarse de su mano, pero
él la retuvo.

Joseph, mi dulce niño, —dijo la mujer mayor a medida que se acercaba—.
¿Volviendo de tu salida tan pronto? Te hemos echado de menos, querido.
—Madre Joy. Joseph respondió, a modo de saludo.
Evidentemente, la mayor de las tres, Joy, todavía se veía años más joven que
Joseph. Su cabello castaño caía en suaves ondas largas sobre los hombros hasta su
media espalda. Su piel era impecable, su cuerpo en forma. Sin embargo, había
una densidad en ella, la manera de caminar, hablar, que viene con la
experiencia y no simplemente la edad.
Ella presionó sus manos contra su pecho, se estiró y le beso en la mejilla. Él se
quedó de pie, su cuerpo rígido, la cabeza recta, con el ceño fruncido,
firmemente en su lugar.

—Ella es mi invitada, Joy. —Miró hacia delante, a la nada, como si no quisiera
mirar a la mujer—. ¿No podría hacer el menor esfuerzo por comportarse? Con el
vestido, por ejemplo… ¿Más acorde a tu edad?
La mujer rió, una risa ahogada, golpeando juguetonamente su pecho—. Querido,
estábamos curiosas y Lynn nos había convencido de que estabas guardándonos
secreto. Dijo que habías elegido una compañera. Puedes imaginar nuestra
decepción.
—¿Eso es lo que todos ustedes han estado elucubrando aquí arriba? —Su mirada
se desvió a la mujer del bar—. Deberías ser conciente que salir en ese estado de
ánimo podría habérseles salido de las manos.
La mujer mayor encogió un hombro—. Sí. Bueno, podrías haberle dicho a Lynn
sobre tu “gracia de la semana” y salvarnos a todos del problema. —Su brillante
mirada azul se posó sobre Demi—. Sin ofender cariño. Estoy segura de que estas
perfectamente agradecida.
Demi sacudió la cabeza, aunque no tenía ni idea de lo que estaban hablando.
La mujer no podía tener más de cuarenta y cinco y Demi no estaba segura del
problema que Joseph tenía con el vestido. Si Demi lucía tan bien a los cuarenta y
cinco, usaría simplemente un vestido similar. Joy se dio la vuelta y encontró un
asiento en una tumbona de madera. La menor del trío paseaba por el patio de
piedra gris, no tan graciosa, su bonito rostro desfigurado por el pliegue de piel
fruncida en su frente.

—Ahorra tu aliento, tío Joseph. N necesitamos una conferencia. Fue idea de
mamá. Y sólo estábamos viendo. Tu sabes, este tipo de cosas no pasarían si tu
dejaras de traer a estas zorras humanas aquí.
—¡Suficiente!, Shelly. —Ella miró la expresión tensa de Joseph, que flexionaba los
músculos de su mandíbula por la rabia contenida. Su mirada volvió hacia Demi y
después de nuevo a Joseph—. ¿Qué? ¿Mamá estaba en lo correcto? ¿Hay algo
diferente sobre esta? No. Claro que no. Lo que sea.
La joven belleza se estiró sobre sus pies, su mano subiendo suavemente por el
pecho de Joseph hasta su cuello, forzándolo más cerca. Su cola de caballo se
agitaba en su espalda mientras besaba la mejilla de Joseph, dejando una mancha
de lápiz labial rosa.
La mortífera joven mujer dio un paso atrás, haciendo un mohín. La túnica de seda
cayo suelta, mostrando su ombligo y su plano vientre. Por lo menos sus pechos
lograron mantenerse ocultos, sus pezones tentando a través de lujuriosa tela,
erectos como soldados.

Demi miró a Joseph. Se quedó rígido como antes, sus ojos centrados en línea recta,
los labios en una línea, mientras Joy se unía a los muebles del patio para
descansar. Sus ropas caían libres, porque podían. Joseph no parecía darse cuenta o
no le importaba, su atención se situaba en la tercera mujer. Esta, estaba de pie
junto a un carrito, con un vaso, removiendo el líquido claro con el dedo.
Obviamente disfrutando de la atención, sacó el dedo de la bebida y se lo chupó
con largas lametadas con los labios pintados de rojo.

—Oh. —Demi tragó su aliento. Ella sabía de esta mujer. Esta era la mujer que
había visto teniendo relaciones sexuales en el bosque. Las mejillas de Demi se
calentaron. ¿Qué había pasado con el hombre con que la había visto? ¿La
marca que había visto en su cuello? ¿O había visto mal?, aunque no se había
molestado en mirar lo suficiente como para no evitar atornillarse los sesos.
—Mala jugada, Lynn —dijo Joseph—. Tú sobrepasas los límites.
Ella rió, suavemente y su bonito cabello largo, rubio cubría sus hombros. A sus
veinticinco años más o menos el cuerpo de Lynn estaba en la flor de la vida. Ni
siquiera se había tomado la molestia de atar la banda de la bata. Caminó hacia
él, sus caderas curveadas se balanceaban, los bordes de su bata descubrían su
vientre desnudo, paja de color marrón y sus muslos firmes.
—¿Tuviste un día maravilloso en el lago, Joseph? —Ella preguntó.

—Si cualquier daño hubiera le hubiera llegado a pasar a ella… el olor de la presa
asustada ¿Sabía lo fácil que podría haber salido mal, haberse salido de sus
manos? Has dirigido al resto por ahí sabiendo lo molesto que estarían cuando
vieran que era mi compañera.
—Sólo demuestro un punto, querido hermano, lo mismo que tú. —Ella tiró de su
camisa por el cuello, peleo con su apretón. Un duro tirón jaló de él hacia ella, el
reflejo abrió su agarre sobre Demi. Ella dejó caer la mano a su lado,
observándolo.
Lynn tomó la boca de Joseph con la suya, su mandíbula se amplio, su lengua
profundamente en su boca. Y Joseph la tomó. Ningún músculo en el resto de su
cuerpo respondió, pero no le negó el beso. Tan profundo y largo como ella
quería, lo obligó.
Ella lo lanzó con un pequeño empujón, se limpió la boca con el dorso de su mano
y tomó un sorbo de su bebida. Su mirada se desvió hacia Demi.
—Además, si estabas tan preocupado de que hubiéramos perdido nuestros
sentidos y le diéramos caza realmente, ¿Por qué la trajiste aquí? Ella es una
responsabilidad, al igual que Shawn.

—Incorrecto. Estos eran negocios, —, dijo Joseph. —¿Y por qué no le traería aquí?
Esta es mi casa. Espero que mi familia se comporte como humanos civiles aquí, y
en cualquier otra parte.
—Pero, por supuesto. —Lynn se escabulló hacia Joy y Shelly, al último salón que no
había sido utilizado. El movimiento que fluyó en su cuerpo era fascinante—.
¿Negocios, dices tú? ¿Realmente? Sólo si tu negocio está seduciendo a
ignorantes chicas. O tal vez ella consigue enviar algo a través de tu culo y es por
eso que tu mano estaba sobre ella.
Lynn se rió de su propio ingenio, mirando a las otras mujeres que sonrieron
indulgentemente, aunque Joy parecía cansada de la demostración. Lynn se
recostó, la bata se deslizó por los lados de su cuerpo, dejándola completamente
expuesta. Ella levantó una rodilla, tapándose el arbusto y mostrando la redondez
lisa de su trasero.

—Esta es la nieta de Ester. —Dio un paso hacia ellas, cada vez poniendo una
mayor distancia entre él y Demi—. Ella tiene influencia con su abuela. Hice lo que
tenía que hacer. Y el resto de ustedes no interferirá.
—Tú hiciste lo que querías. Como siempre lo haces. —Lynn puso su copa sobre la
mesita de noche entre ella y Joy—. Somos los únicos que cumplimos las normas
arcaicas y los códigos.
Joseph dio otro paso, con el rostro lleno de ira—. No hay razón detrás de nuestras
reglas.
—Sí. —Lynn se sentó directamente, con el cuerpo rígido—. Y nosotros estábamos
ilustrando estas razones, como lo hiciste para mí. Tú eras vulnerable, Joseph. Te
hacía lento, torpe y vulnerable. Tú no podrías protegerla de esta forma. Tú no
puedes protegerte. Ni de tus sentimientos por ella, cuando viste el miedo de su
reacción, dejaste de hacer lo que deberías haber hecho. Lo que habrías hecho
sin pensar si no fuera por ella.
Joseph la miró con el ceño fruncido, los músculos de su mandíbula se tensaron.
Entonces, de repente una extraña tranquilidad se apoderó de él, como si hubiera
elegido la conducta a seguir. Sus manos se deslizaron en los bolsillos delanteros
del pantalón, aparentemente casual.

—No eres tú la que me educa. Tú fuiste la hermana de mi esposa. Pero no te
engañes. Empújame en esto y te voy a bajar. Haz caso a tu lugar, Lynn, o te
pondré en él a la fuerza. —Su voz era baja. Sus palabras fueron precisas y el
sonido de ello envió una frialdad que bajaba por la espina de Demi.
—¿Su lugar, tío Joseph? —Todos los ojos se volvieron hacia el joven aturdido que
empuja la puerta de cristal del patio—. Ah bueno. Discutamos los lugares de
Jerarquía.
Su cuerpo desnudo, la perfección esculpida, relucía un brillo fino de humedad, de
su pelo corto salpicaban gotas de agua. Con cada paso casual hacia vibrar su
polla, semi-dura, cada vez más grande cuando él notó que Demi lo miraba
fijamente. Una sonrisa se formo a través de sus labios, luego la suprimió, cambió su
atención de nuevo a Joseph.
Demi parpadeaba, desvió la mirada hacia... nada. Sin embargo, Joseph se había
dado cuenta, vio que abría los ojos sobre el joven. Podía sentir sus músculos
tensos, pero no le dijo nada—. No empieces, Rick.
—¿Empezar? Tío Joseph, cuando me decido, apenas comienzo, voy muy bien y no
habrá nada que puedas hacer al respecto. Confía en mí. — Joseph gruñó sus
palabras a través de sus dientes—. Este es un negocio, Rick. Mantente alejado de
ella.

—Correcto. Negocio. ¿Por qué no estoy sorprendido? —Los ojos azules de Rick,
coincidieron con los de Shelly, y después pasaron a Demi—. ¿Te molestaste en
decirle a la chica? Por su mirada, yo diría que ella está esperanzada como el
resto de nosotros. La diferencia es, que te conocemos. Estamos acostumbrados a
ti con el juego de tomar un compañero y siempre fallar. Si tú no la tomas, tal vez
yo lo haré. Ella parece bastante abierta a la idea.
Joseph miró a Demi, atrapándola con su mirada pegada a la polla de Rick antes
de que ella pusiera su atención en su cara, sus rojas mejillas ardieron. Abrió su
boca en señal de protesta—. ¿Qué? Yo sólo estaba... Está desnudo. Yo no estoy
muerta, no soy tampoco un animal. No salto a cualquier cosa que cruza en mi
camino y parezca listo y capaz.
La frente de Rick se elevó, con una sonrisa levantando una mejilla—. ¿No es un
animal? ¿Has oído eso, tío Joseph?

Era evidente que el joven era un pretencioso al que dejó de prestar atención,
alisaba sus arrugas, su pene crecía mientras observaba. ¡Maldita sea!, ¿Por qué él
confío en que su familia actuaría como un ser humano frente a Demi si ella se
reunía con ellos aquí en lugar de en el bosque? Siempre era una competencia
con Rick. Quería ser alfa a pesar de las preocupaciones y protestas de las mujeres
en sus vidas.
Lynn, Joy y Shelly habían rogado a Joseph que no se apartara, no se alejara y no
entregara la manada a Rick. Por mucho que Rick pudieraa desearlo, tanto como
Joseph le gustaría dárselo, él no podía hacer esto al chico. Tenían razón. Rick era
demasiado joven. El conseguiría ser matado por un perro callejero dentro de una
semana. Si seguía tratando de utilizar a Demi para salirse con la suya, Joseph se
aseguraría de eso.
Joseph se enderezó, sin moverse, pero bloqueando el camino de Rick a Demi por
voluntad.
—Esto no es un juego, chico.

Rick se detuvo en seco, con la mirada pasando de Demi a Joseph—. Estoy en mi
maldito derecho. Esta es la vida, viejo. ¿Traes a una mujer a tu guarida y crees
que no tendrás que luchar por ella? Tú eres el que está delirando.
Él palmeó el hombro de Joseph, riéndose entre dientes, y se acercó a su alrededor.
No había ninguna duda del desafío en sus ojos, aunque Joseph sabía que no tenía
mucho que ver con querer a Demi como su compañera, si no que él lo hacía
con el deseo de liderar el grupo. Él debería haberlo visto venir. Llevarla a la casa
fue un error. No sabía que las cosas habían llegado a ser tan inestables.
—¿La primera mujer? ¿De verdad? —El tono de Demi fue goteando con
indignación y conmoción.
Joseph también sabía que si por algún milagro, Rick lograra derrotarlo en una
pelea, Rick no pasaría a tener derecho de tomar la compañera de su oponente.
Lo que no iba a suceder. No con Demi. Nunca.

—No quiero hacer esto, chico. Ahora no. No ella. —Joseph advirtió.
La mirada fija de Rick que proyectaba seguridad vaciló, bajó, pero él se
recompuso—. Dime que ella es la elegida. Digamos que estás listo para ser el alfa
de esta manada, la necesitas y no lo intentaré. Si ella no es la elección de tu lobo,
entonces ¿Por qué te importa si la pruebo un poco?
La frustración picaba sobre sus hombros, anudado sus músculos. Era una cosa
sencilla. Anunciar que tenía un interés romántico en Demi, que él la reclamaba
como suya, y hacer felices a todos. Maldición, a su familia le gustaría. Tener un
alfa acoplado significa seguridad para la manada.
Compañeros alfa sólo demostraría que la manada era vital y estaba viva. Un
macho alfa solitario sin la esperanza de producir fuertes herederos varones, eso les
decía a los hombres que la manada se estaba muriendo. Las hembras viables,
Lynn y Shelly, serían persuadidas a unirse a manadas sanas. O asesinadas. Joseph,
no, no podía dejar que eso sucediera.

Entonces ¿Por qué no podía reclamar a Demi como suya? Porque había algo en
ella, algo diferente que nunca había sentido antes, convincente, adictivo. Él no
quería nada de eso. Había estado casado una vez, tuvo una posibilidad para
amar. Donna era su esposa, viva o muerta, él había tenido un compromiso. Su
mitad humana no le dejaría dar la espalda a esto, no con la mujer cuya familia la
había matado.
—Es un negocio, —Joseph insistió.

Caperucita y El Lobo Capitulo 15




Ella sintió el beso. Por todos lados. Cualquier pensamiento fugaz que hubiera
tenido de recusarse desapareció. Sus emociones se atascaron en su pecho,
pensamientos sobre su madre, perdiéndola, perdiendo la comodidad y seguridad
de sus padres, danzaban sobre su corazón.
Joseph entendió qué era lo que ella había perdido. Él entendió lo que ella necesitaba. Ella no podía rehusarse a él, incluso si quisiera.
Sus labios eran fuertes, pero muy suaves. La lengua de el recorrió el labio inferior,
probando la lengua de ella, seduciéndola dentro de su boca. Y cuando ella se
deslizó a través de sus labios, él realmente ronroneó. El sonido vibró por todo su
cuerpo bajando hacia su sexo.

Su gran mano cubrió la parte trasera de su cuello, manteniéndola presionada
contra sus labios. La posición era torpe, inclinados sobre sus encorvadas piernas.
Pero a ella no le importó. Este sentimiento tan maravilloso. Hormigueos recorrían su
piel desde su cabeza hacia la punta de sus dedos, su cuerpo se calentó tan
rápido, se sintió encendida.
Una mano se balanceó sobre la mesa, y alcanzó con la otra sus mejillas. Él lucia
un limpio afeitado pero ella podía sentir la áspera textura del nuevo crecimiento
con sus dedos. Su colonia impregnó su nariz, dulce, viril, mezclada con los aromas
propios de la naturaleza. Intoxicante. Ella lo olió, dejando que el aroma de él la
hiciera marearse.
Ella pudo saborear una insinuación de whisky escoses en su beso. Juntos, su olor y
el rápido golpeteo de su pulso, era todo lo que Demi podía hacer para no
desmayarse y caer en sus brazos.
Ella se movió, levantando su cuello y él la recompensó con un duro, fuerte beso.
Era muy fácil, el beso, el deseo. Su cuerpo parecía reconocer su tacto, cálido
ante la posibilidad. Ella era un poco más chica que él y su mano se deslizó desde
su cuello hacia su cintura. Todavía la empujaba hacia él, tan cerca como ella
nunca había estado antes.

Sosteniéndola, su mano libre se deslizó suavemente sobre las costillas cercanas a
sus senos. La respiración de Demi se detuvo incluso después de que su palma
tomara su pecho, después de que sus dedos lo apretaran. Cada músculo en su
cuerpo trabajaba por más, más placer, más sensaciones, más…
Un placentero temblor traspasó su vientre. Sus muslos temblaron, los músculos en
su sexo pulsaron, húmedo y necesitado. Ella quería sentarse a horcajadas sobre él,
presionar su coño contra él, dejar claro lo que él le hacia a ella, lo que quería que
él le hiciera a ella. Lo que él le hizo necesitar. El vestido era muy apretado, había
sido afortunada de subirlo hasta sus rodillas.
Su mano masajeó su pecho, encontrando su duro y deseoso pezón. Él jugó con el,
induciéndola a algo más pesado, presionando innegablemente sobre la
fabricación de su corpiño y vestido. Demi gimió y cayó a su tacto, sus caderas
presionando su ingle. A ella no le importaba donde estaba, quien era él, qué
había echo. Ella lo quería. Ahora. Llenar el vacío entre sus piernas.
Sus dedos pellizcaron duro y Demi echó la cabeza hacia atrás, jadeando. Ella
arqueó su espalda y sintió su caliente y húmeda boca a través de su vestido, sus
dientes mordiendo los pequeños y ásperos nudos de la tela. Su cuerpo se curvó
hacia el otro lado, sus brazos rodeando su cuello, sosteniendo su cabeza contra
su pecho.

Joseph se puso de rodillas, recogiéndola en sus brazos, presionando todo su cuerpo
contra él. La dura línea de su polla presionaba a través de sus pantalones contra
su muslo, burlándose de ella sin piedad. La tomó de nuevo por la boca, frenético,
con hambre. La finura de su primer beso perdido en una explosión de pasión.
Uno de los brazos rodeaba su espalda, él dejó caer la otra mano hacia su culo.
Apretó. Duro. La levantó y presionó su coño contra su polla, su necesidad por ella
estaba clara, tan clara como la suya propia.
Ella trató de fundir más sus piernas, pero el vestido mantenía sus muslos
capturados. No daría nada, y ella no podía bajar sus manos y subirlo.
—Demasiada maldita ropa —murmuró dentro de su boca. Todo el cuerpo de
Joseph se puso duro, tenso. Sus labios empujaron los de ella.
—Cristo… —Estaba sin aliento, todavía sintiendo la descarga de su cuerpo—.
¿Qué demonios estoy haciendo?

Demi abrió sus ojos. Él lucia horrorizado, sus pálidos ojos escaneando su cara, su
frente ceñida, como si buscara alguna pista de comprensión. Él la liberó y se puso
de pie tan rápido que ella cayo cerca por la fuerza misma.
Joseph se paseo por la alfombra, se limpió el beso de sus labios con el dorso de la
mano, y colocó agitado su flequillo en su lugar, lejos de la cara.
Mantuvo sus caderas en una ida y vuelta, sus ojos hacia abajo, la frente ceñida.
¿Fue algo que ella haya dicho? ¿Qué dijo ella? La mente bebida de Demi se
apresuró a desenredar el misterio. Aturdida, se sentó sobre su almohada, su mano
limpiando la humedad que bordeaba el labio inferior. El pincel de su dedo
hormigueo a lo largo de su boca, todo su cuerpo sensible por la inactividad de sus
toques. ¿Qué había ocurrido?
—Esto no es para lo que te traje aquí. Joseph no la miró. Él mantuvo el movimiento
de sus caderas—. Yo… lo siento.

—¿Lo sientes? ¿Por qué? ¿Por besarme sin sentido o detenerte?
Él se detuvo, sus enojados ojos llameando en los de ella—. Si, por supuesto que lo
siento. Tu no pensaste que yo quería… —Él debió haber leído algo en su
expresión, decepción, vergüenza, duda. Él parecía estar reconsiderando sus
palabras—. No quise decir… ¡Diablos! Obviamente, quería… quiero decir. Yo era
el que… Mierda. Demi, hay algo sobre ti que me despista.
Su mirada se suavizó, esperaba. Demi forzó una sonrisa, no grande, pero era lo
mejor que podía lograr. Ella podía aceptar “despistado”. Era mejor que “lo
siento”.
Joseph gruñó a su tácita tregua y se puso a andar de nuevo—. Esto debería ser algo
sencillo. Mensaje de texto. Un picnic. Sucesivamente entendible. Todos los
favoritos de las mujeres. (Se refiere a las cosas que más les gustan a las mujeres).
Un poco de coqueteo inofensivo para atraparlas mirando cosas en mi. No
esperaba que…
Demi se encogió de hombros, fingiendo indiferencia—. Misión cumplida.
—¿Qué? —Joseph se detuvo, mirándola.
—Si todo esto era para tratar de convencerme de que la abuela no vendiera las
tierras, entonces has estado seduciendo equivocadamente, por así decirlo.
Él se ruborizó y alejó el rostro por un momento, pero lo subió rápidamente—. Es
fácil decirlo, pero cada uno tiene un precio, Demi. ¿Cuál es el tuyo?
Ella trató de no sentirse insultada. Demi sabía qué tipo de hombre era Joseph Jonas.
Un vehículo todo terreno, un comerciante. Un playboy, rico, poderoso, de los que
consiguen lo que quieren, sin importar los medios ni tampoco la pequeña pelirroja
que se vio atrapada en su camino.
El tipo al que le gustaba pasar tiempo con su madre, el hombre que compartía su
placer, se había ido.

Fue insultada. Fue herida. Y le estaba tomando demasiada maldita energía
negarlo. Se puso rígida, dejando su temperamento hervir sobre su orgullo herido.
—¿Mi precio? Por la felicidad de mi abuela. Si ella quiere las tierras, quiere
proteger a ese lobo que insiste en correr hasta aquí, entonces voy a mantener la
tierra. —Él palideció. A ella no le importó el por qué—. Si ella quiere vender hasta
la última parcela, entonces voy a venderlas todas mañana. Voy a hacer lo que
tenga que hacer para hacerla sentir segura.
Demi se puso de pie, acomodando su vestido—. Voy a dejar mi negocio ir a
bancarrota. Voy a mudarme a esa desolada casa. Voy a hacer cualquier cosa
para asegurarme que no estas pretendiendo ser mi padre muerto, tratando de
convencer a la abuela de vender la única cosa que significa el mundo para ella.
—Ella tomó una bocanada de aire, tratando de calmar la ira y el dolor que
sacudió sus brazos. Juntó sus manos—. Nos vemos Sr. Jonas, mi precio es simple y
no negociable. ¿Feliz?

Ella cruzó los brazos bajo su pecho, la barbilla alta. Su estomago contraído, con
las rodillas temblándoles y un torrente de lagrimas que obstruía la parte posterior
de su garganta, pero maldita sea, no le dejaba ver nada de eso.
Joseph la recorrió con la mirada, las manos apoyadas en la cintura, la chaqueta
enganchada detrás de las muñecas. El silencio se estableció entre ellos como un
árbitro que llamaba a un tiempo de espera.
Su nariz aleteaba con cada respiración, su musculoso pecho con cada
inhalación y exhalación. Un viento suave agitaba las puntas de su cabello a
medida que su mirada viajaba por su cuerpo. El estudio era tan intenso que ella
podía sentir la ruta. Ella juraría que estaba borracho. ¿Quién no lo estaría después de toda esa perorata? Pero la mirada en sus ojos, el calor, ella esperaba que no fuera ira.
Él gruñó. Las manos cayendo de sus caderas—. Al diablo con eso.
Sus grandes zancadas comieron el suelo en un borrón. En un segundo estaba en
sus brazos, la recogió contra su duro pecho, una mano contra su cadera, la otra
contra su cabeza. Y luego se congeló. Su cálido aliento acarició sus labios, tan
cerca que ella pudo imaginar la sensación del besó. Pero él no la besó. Él se
mantuvo, observándola. Después de un largo momento, preparado, impregnado
de anticipación. Demi se retorció.

Los brazos de Joseph se endurecieron a su alrededor—. Sshh.
Ella conocía esa mirada, sus ojos distantes por un momento hasta que se
centraron en los de ella. Él no dijo ninguna palabra, pero ella entendió el
significado en su mirada. Él quería que ella escuchara. Algo no estaba bien. Ellos
no estaban solos.
Demi se enderezó, empujando desde el abrazo de Joseph. Ella mantuvo sus ojos
en él, pero su mente buscaba, sus sentidos escuchando, oliendo, saboreando el
aire.
El chasquido de una rama sonó a su izquierda, luego un largo susurro de hojas. Los
bellos de su cuello se erizaron, dedos invisibles rengueando hacia su espalda,
congelando su espina dorsal—. ¿Qué es eso?
—La manada. Lobos. Ellos creen que es un juego, pero están muy disgustados. No
es seguro. Las cosas se pueden salir de las manos.
—Bueno, volvamos al auto. —Se dio vuelta para irse, pero él atrapó su brazo,
empujándola hacia dentro.
—No podemos hacerlo. Mi casa está cerca. Ellos pensaran más claro ahí.
—¿Quiénes?
Joseph tomó su mentón con los dedos, y la obligó a mirarlo—. Quédate conmigo.
Estarás bien. No mires atrás. No mires alrededor.
—Pero…
—No. Sólo… confía en mí. —Su voz era suave y firme. Totalmente segura. Ella dejó
que el sonido la lavara, calmando los nerviosos hormigueos de sus músculos,
terminando con su pánico instintivo.

Sin apartar los ojos de ella, se agachó y tomó su palma con su enorme mano,
tragándosela, sujetándola con fuerza y firmeza. El simple toque hizo más por ella
que cualquier otra droga. Ella estaba a salvo. Sin importar nada.
Sin otra palabra, se volvió y aprovechó su largo paso para guiarlos por el bosque.
Descalzo, sin nunca vacilar en su ritmo, pero remarcando cada paso, para
encontrar un terreno suave y flexible.
Los caminos de los que siempre había sido consiente aparecían desde ningún
lado. Joseph hizo su propio camino a su manera, cortando ramas, cayeron arboles y
zarzas espinosas sin esfuerzo. Sin dolor.
El suelo boscoso debería ser duro contra sus pies. Pero no lo era. ¿Por qué? Se
movían rápido, los pasos de Joseph más largos que los de ella, pero se esforzó por
mantenerse a su lado.
Su cuerpo estaba liviano, fácilmente empujado y girado como un cometa con
cadena.

A cada lado suyo, el bosque era una mancha borrosa, los árboles eran una
mancha verde, con destellos de luz, y una maraña de marrones. El viento silbaba
pasando por sus orejas, rastrillando a través de su pelo, soltando el moño y
dejando que cayera suelto, enganchándose en las ramas. Se mantuvo en
movimiento. No fue difícil. Como una gota de agua cayendo a un río. Una parte
de todo, pero separada.
Las sensaciones y los sonidos del bosque caían sobre ella, la madre selva, el
graznido de un cuervo, savia de los pinos, una madriguera de conejo. Todo
mezclado y fundido en ella. A través de ella. Rodeándola. Ella era el bosque,
cada parte de él, y el bosque era ella, uno y el mismo… Y entonces se detuvieron.
Ella casi estrella su nariz con su hombro. Ella sostuvo su cabeza con su brazo por un
momento esperando a que el mundo dejara de dar vueltas. Ella miró por encima
de su hombro.

—Qué diablos fue eso, —ella preguntó—. Se sintió como si estuviéramos haciendo
un suave vuelo. Eso no es posible. ¿Verdad?
Joseph echó una mirada sobre su hombro hacia ella—. Te explicaré después.
¿Okay?
Él lucia preocupado, o como si tuviera cosas mas importantes de las que
preocuparse en ese momento, y deseara que ella no agregara a la lista estar
insistiendo por respuestas. Ella podía hacer eso. Por ahora. Se dieron la vuelta
hacia ¿La mansión?
Demi parpadeó, su cerebro tratando de reconciliar lo que creía posible y lo que
estaba ante sus ojos.
—De ninguna manera. Cherri estaba en lo cierto. Tienes una mansión escondida
en el bosque.
De tres pisos de altura, del tamaño de un pequeño hotel, la enorme estructura era
de piedra gris, sin embargo era eclipsada por el bosque circundante. La mirada
de Demi se focalizó a través de ellos. El borde del bosque era de por lo menos
de diez pies de ancho, denso y sombreado. Se imaginaba caminando dentro del
terreno de Joseph, y no ver la enorme mansión a través del follaje.

Joseph tomó su mano y Demi camino después de él hacia las escaleras de su
patio. Tres enormes puertas de cristal se abrían en el porche de la casa desde el
patio ofreciendo una clara vista de la habitación del lado. Al final de la
habitación, escaleras alfombradas hasta la pared del fondo. Ella podía ver una
enorme chimenea de piedra, un sofá grande y un sector para fumadores del bar.
Demi miro al tiempo que tres mujeres de largas piernas bajaban las escaleras
para quedar a la vista.