Las mujeres eran hermosas, la segunda una versión ligeramente más
joven que la
mujer a su derecha. La más antigua y hermosa del trió tenía el
cabello del color
de azúcar morena, mientras que la mujer del centro tenía un matiz
de seda rubia.
Ellas vestían con estilo unos kimonos verdes; con solapas y una
faja
complementaria color rosa, radiante contra sus pieles tostadas.
Las mujeres se paseaban ordenadamente, las femeninas curvas de sus
caderas
bamboleándose. La mujer del medio se dio la vuelta hacia el
pequeño patio del
bar de la esquina al momento que pasaron el umbral. Las otras
siguieron
directamente hacia la dirección de Joseph. Ella trató de liberarse de
su mano, pero
él la retuvo.
Joseph, mi dulce niño, —dijo la mujer mayor a medida que se
acercaba—.
¿Volviendo de tu salida tan pronto? Te hemos echado de menos,
querido.
—Madre Joy. Joseph respondió, a modo de saludo.
Evidentemente, la mayor de las tres, Joy, todavía se veía años más
joven que
Joseph. Su cabello castaño caía en
suaves ondas largas sobre los hombros hasta su
media espalda. Su piel era impecable, su cuerpo en forma. Sin
embargo, había
una densidad en ella, la manera de caminar, hablar, que viene con
la
experiencia y no simplemente la edad.
Ella presionó sus manos contra su pecho, se estiró y le beso en la
mejilla. Él se
quedó de pie, su cuerpo rígido, la cabeza recta, con el ceño
fruncido,
firmemente en su lugar.
—Ella es mi invitada, Joy. —Miró hacia delante, a la nada, como si
no quisiera
mirar a la mujer—. ¿No podría hacer el menor esfuerzo por
comportarse? Con el
vestido, por ejemplo… ¿Más acorde a tu edad?
La mujer rió, una risa ahogada, golpeando juguetonamente su
pecho—. Querido,
estábamos curiosas y Lynn nos había convencido de que estabas
guardándonos
secreto. Dijo que habías elegido una compañera. Puedes imaginar
nuestra
decepción.
—¿Eso es lo que todos ustedes han estado elucubrando aquí arriba?
—Su mirada
se desvió a la mujer del bar—. Deberías ser conciente que salir en
ese estado de
ánimo podría habérseles salido de las manos.
La mujer mayor encogió un hombro—. Sí. Bueno, podrías haberle
dicho a Lynn
sobre tu “gracia de la semana” y salvarnos a todos del problema.
—Su brillante
mirada azul se posó sobre Demi—.
Sin ofender cariño. Estoy segura de que
estas
perfectamente agradecida.
Demi sacudió la cabeza, aunque
no tenía ni idea de lo que estaban hablando.
La mujer no podía tener más de cuarenta y cinco y Demi no estaba segura del
problema que Joseph tenía con el vestido. Si Demi
lucía tan bien a los cuarenta y
cinco, usaría simplemente un vestido similar. Joy se dio la vuelta
y encontró un
asiento en una tumbona de madera. La menor del trío paseaba por el
patio de
piedra gris, no tan graciosa, su bonito rostro desfigurado por el
pliegue de piel
fruncida en su frente.
—Ahorra tu aliento, tío Joseph. N necesitamos una conferencia. Fue idea de
mamá. Y sólo estábamos viendo. Tu sabes, este tipo de cosas no
pasarían si tu
dejaras de traer a estas zorras humanas aquí.
—¡Suficiente!, Shelly. —Ella miró la expresión tensa de Joseph, que flexionaba los
músculos de su mandíbula por la rabia contenida. Su mirada volvió
hacia Demi y
después de nuevo a Joseph—. ¿Qué? ¿Mamá estaba en lo correcto? ¿Hay algo
diferente sobre esta? No. Claro que no. Lo que sea.
La joven belleza se estiró sobre sus pies, su mano subiendo
suavemente por el
pecho de Joseph hasta su cuello, forzándolo más cerca. Su cola de caballo se
agitaba en su espalda mientras besaba la mejilla de Joseph, dejando una mancha
de lápiz labial rosa.
La mortífera joven mujer dio un paso atrás, haciendo un mohín. La
túnica de seda
cayo suelta, mostrando su ombligo y su plano vientre. Por lo menos
sus pechos
lograron mantenerse ocultos, sus pezones tentando a través de
lujuriosa tela,
erectos como soldados.
Demi miró a Joseph. Se quedó rígido como antes,
sus ojos centrados en línea recta,
los labios en una línea, mientras Joy se unía a los muebles del
patio para
descansar. Sus ropas caían libres, porque podían. Joseph no parecía darse cuenta o
no le importaba, su atención se situaba en la tercera mujer. Esta,
estaba de pie
junto a un carrito, con un vaso, removiendo el líquido claro con
el dedo.
Obviamente disfrutando de la atención, sacó el dedo de la bebida y
se lo chupó
con largas lametadas con los labios pintados de rojo.
—Oh. —Demi tragó su aliento. Ella sabía de esta mujer. Esta era la mujer que
había visto teniendo relaciones sexuales en el bosque. Las
mejillas de Demi se
calentaron. ¿Qué había pasado con el hombre con que la había
visto? ¿La
marca que había visto en su cuello? ¿O había visto mal?, aunque no
se había
molestado en mirar lo suficiente como para no evitar atornillarse
los sesos.
—Mala jugada, Lynn —dijo Joseph—. Tú sobrepasas los límites.
Ella rió, suavemente y su bonito cabello largo, rubio cubría sus
hombros. A sus
veinticinco años más o menos el cuerpo de Lynn estaba en la flor
de la vida. Ni
siquiera se había tomado la molestia de atar la banda de la bata.
Caminó hacia
él, sus caderas curveadas se balanceaban, los bordes de su bata
descubrían su
vientre desnudo, paja de color marrón y sus muslos firmes.
—¿Tuviste un día maravilloso en el lago, Joseph? —Ella preguntó.
—Si cualquier daño hubiera le hubiera llegado a pasar a ella… el
olor de la presa
asustada ¿Sabía lo fácil que podría haber salido mal, haberse
salido de sus
manos? Has dirigido al resto por ahí sabiendo lo molesto que
estarían cuando
vieran que era mi compañera.
—Sólo demuestro un punto, querido hermano, lo mismo que tú. —Ella
tiró de su
camisa por el cuello, peleo con su apretón. Un duro tirón jaló de
él hacia ella, el
reflejo abrió su agarre sobre Demi. Ella dejó caer la mano a su
lado,
observándolo.
Lynn tomó la boca de Joseph con la suya, su mandíbula se amplio, su lengua
profundamente en su boca. Y Joseph
la tomó. Ningún músculo en el resto de su
cuerpo respondió, pero no le negó el beso. Tan profundo y largo
como ella
quería, lo obligó.
Ella lo lanzó con un pequeño empujón, se limpió la boca con el
dorso de su mano
y tomó un sorbo de su bebida. Su mirada se desvió hacia Demi.
—Además, si estabas tan preocupado de que hubiéramos perdido
nuestros
sentidos y le diéramos caza realmente, ¿Por qué la trajiste aquí?
Ella es una
responsabilidad, al igual que Shawn.
—Incorrecto. Estos eran negocios, —, dijo Joseph. —¿Y por qué no le traería
aquí?
Esta es mi casa. Espero que mi familia se comporte como humanos
civiles aquí, y
en cualquier otra parte.
—Pero, por supuesto. —Lynn se escabulló hacia Joy y Shelly, al
último salón que no
había sido utilizado. El movimiento que fluyó en su cuerpo era
fascinante—.
¿Negocios, dices tú? ¿Realmente? Sólo si tu negocio está
seduciendo a
ignorantes chicas. O tal vez ella consigue enviar algo a través de
tu culo y es por
eso que tu mano estaba sobre ella.
Lynn se rió de su propio ingenio, mirando a las otras mujeres que
sonrieron
indulgentemente, aunque Joy parecía cansada de la demostración.
Lynn se
recostó, la bata se deslizó por los lados de su cuerpo, dejándola
completamente
expuesta. Ella levantó una rodilla, tapándose el arbusto y
mostrando la redondez
lisa de su trasero.
—Esta es la nieta de Ester. —Dio un paso hacia ellas, cada vez
poniendo una
mayor distancia entre él y Demi—. Ella tiene influencia con su abuela. Hice lo que
tenía que hacer. Y el resto de ustedes no interferirá.
—Tú hiciste lo que querías. Como siempre lo haces. —Lynn puso su
copa sobre la
mesita de noche entre ella y Joy—. Somos los únicos que cumplimos
las normas
arcaicas y los códigos.
Joseph dio otro paso, con el rostro
lleno de ira—. No hay razón detrás de nuestras
reglas.
—Sí. —Lynn se sentó directamente, con el cuerpo rígido—. Y
nosotros estábamos
ilustrando estas razones, como lo hiciste para mí. Tú eras
vulnerable, Joseph. Te
hacía lento, torpe y vulnerable. Tú no podrías protegerla de esta
forma. Tú no
puedes protegerte. Ni de tus sentimientos por ella, cuando viste
el miedo de su
reacción, dejaste de hacer lo que deberías haber hecho. Lo que
habrías hecho
sin pensar si no fuera por ella.
Joseph la miró con el ceño
fruncido, los músculos de su mandíbula se tensaron.
Entonces, de repente una extraña tranquilidad se apoderó de él,
como si hubiera
elegido la conducta a seguir. Sus manos se deslizaron en los
bolsillos delanteros
del pantalón, aparentemente casual.
—No eres tú la que me educa. Tú fuiste la hermana de mi esposa.
Pero no te
engañes. Empújame en esto y te voy a bajar. Haz caso a tu lugar,
Lynn, o te
pondré en él a la fuerza. —Su voz era baja. Sus palabras fueron
precisas y el
sonido de ello envió una frialdad que bajaba por la espina de Demi.
—¿Su lugar, tío Joseph? —Todos los ojos se volvieron hacia el joven aturdido que
empuja la puerta de cristal del patio—. Ah bueno. Discutamos los
lugares de
Jerarquía.
Su cuerpo desnudo, la perfección esculpida, relucía un brillo fino
de humedad, de
su pelo corto salpicaban gotas de agua. Con cada paso casual hacia
vibrar su
polla, semi-dura, cada vez más grande cuando él notó que Demi lo miraba
fijamente. Una sonrisa se formo a través de sus labios, luego la
suprimió, cambió su
atención de nuevo a Joseph.
Demi parpadeaba, desvió la mirada
hacia... nada. Sin embargo, Joseph se había
dado cuenta, vio que abría los ojos sobre el joven. Podía sentir
sus músculos
tensos, pero no le dijo nada—. No empieces, Rick.
—¿Empezar? Tío Joseph, cuando me decido, apenas comienzo, voy muy bien y no
habrá nada que puedas hacer al respecto. Confía en mí. — Joseph gruñó sus
palabras a través de sus dientes—. Este es un negocio, Rick.
Mantente alejado de
ella.
—Correcto. Negocio. ¿Por qué no estoy sorprendido? —Los ojos
azules de Rick,
coincidieron con los de Shelly, y después pasaron a Demi—. ¿Te molestaste en
decirle a la chica? Por su mirada, yo diría que ella está
esperanzada como el
resto de nosotros. La diferencia es, que te conocemos. Estamos
acostumbrados a
ti con el juego de tomar un compañero y siempre fallar. Si tú no
la tomas, tal vez
yo lo haré. Ella parece bastante abierta a la idea.
Joseph miró a Demi, atrapándola con su mirada
pegada a la polla de Rick antes
de que ella pusiera su atención en su cara, sus rojas mejillas
ardieron. Abrió su
boca en señal de protesta—. ¿Qué? Yo sólo estaba... Está desnudo.
Yo no estoy
muerta, no soy tampoco un animal. No salto a cualquier cosa que
cruza en mi
camino y parezca listo y capaz.
La frente de Rick se elevó, con una sonrisa levantando una
mejilla—. ¿No es un
animal? ¿Has oído eso, tío Joseph?
Era evidente que el joven era un pretencioso al que dejó de
prestar atención,
alisaba sus arrugas, su pene crecía mientras observaba. ¡Maldita
sea!, ¿Por qué él
confío en que su familia actuaría como un ser humano frente a Demi si ella se
reunía con ellos aquí en lugar de en el bosque? Siempre era una
competencia
con Rick. Quería ser alfa a pesar de las preocupaciones y
protestas de las mujeres
en sus vidas.
Lynn, Joy y Shelly habían rogado a Joseph que no se apartara, no se
alejara y no
entregara la manada a Rick. Por mucho que Rick pudieraa desearlo,
tanto como
Joseph le gustaría dárselo, él no
podía hacer esto al chico. Tenían razón. Rick era
demasiado joven. El conseguiría ser matado por un perro callejero
dentro de una
semana. Si seguía tratando de utilizar a Demi para salirse con la suya, Joseph se
aseguraría de eso.
Joseph se enderezó, sin moverse,
pero bloqueando el camino de Rick a Demi
por
voluntad.
—Esto no es un juego, chico.
Rick se detuvo en seco, con la mirada pasando de Demi a Joseph—. Estoy en mi
maldito derecho. Esta es la vida, viejo. ¿Traes a una mujer a tu
guarida y crees
que no tendrás que luchar por ella? Tú eres el que está delirando.
Él palmeó el hombro de Joseph, riéndose entre dientes, y se acercó a su alrededor.
No había ninguna duda del desafío en sus ojos, aunque Joseph sabía que no tenía
mucho que ver con querer a Demi como su compañera, si no que él lo hacía
con el deseo de liderar el grupo. Él debería haberlo visto venir.
Llevarla a la casa
fue un error. No sabía que las cosas habían llegado a ser tan
inestables.
—¿La primera mujer? ¿De verdad? —El tono de Demi fue goteando con
indignación y conmoción.
Joseph también sabía que si por
algún milagro, Rick lograra derrotarlo en una
pelea, Rick no pasaría a tener derecho de tomar la compañera de su
oponente.
Lo que no iba a suceder. No con Demi. Nunca.
—No quiero hacer esto, chico. Ahora no. No ella. —Joseph advirtió.
La mirada fija de Rick que proyectaba seguridad vaciló, bajó, pero
él se
recompuso—. Dime que ella es la elegida. Digamos que estás listo
para ser el alfa
de esta manada, la necesitas y no lo intentaré. Si ella no es la
elección de tu lobo,
entonces ¿Por qué te importa si la pruebo un poco?
La frustración picaba sobre sus hombros, anudado sus músculos. Era
una cosa
sencilla. Anunciar que tenía un interés romántico en Demi, que él la reclamaba
como suya, y hacer felices a todos. Maldición, a su familia le
gustaría. Tener un
alfa acoplado significa seguridad para la manada.
Compañeros alfa sólo demostraría que la manada era vital y estaba
viva. Un
macho alfa solitario sin la esperanza de producir fuertes
herederos varones, eso les
decía a los hombres que la manada se estaba muriendo. Las hembras
viables,
Lynn y Shelly, serían persuadidas a unirse a manadas sanas. O
asesinadas. Joseph,
no, no podía dejar que eso sucediera.
Entonces ¿Por qué no podía reclamar a Demi como suya? Porque había algo
en
ella, algo diferente que nunca había sentido antes, convincente,
adictivo. Él no
quería nada de eso. Había estado casado una vez, tuvo una
posibilidad para
amar. Donna era su esposa, viva o muerta, él había tenido un
compromiso. Su
mitad humana no le dejaría dar la espalda a esto, no con la mujer
cuya familia la
había matado.
—Es un negocio, —Joseph insistió.