—eh, esto está perdido. Mira, huele. Demi puso el medio galón de
leche bajo la nariz de Cherri.
— De ninguna manera. ¿Por qué lo olería después de ver tu cara?
Demi se encogió de hombros—.
Curiosidad morbosa. Vamos, asegúrate que tengo razón. —Bueno, pero si quieres
poner a prueba tus otros sentidos, confía en mí, el horno está caliente, las
mujeres asiáticas hermosas, las uñas en una pizarra te harán encogerte y el
pastel del infierno es el único pedazo de cielo que encontrarás en la tierra.
—Sí, sí, que divertido. Como sea, ¡Whoopi! Sólo huélelo.
Cherri subió con un dedo el puente de sus lentes de armazón de
alambre y luego olió.
—Oh, sí, claro que está perdido. Eso tiene como dos días que está
echado a perder. Esta tan perdido que no lo veo, tan perdido...
—Basta. Entendí. Gracias. Demi encendió el interruptor del triturador de
basura
y tiro el contenido pastoso.
—Sólo me aseguro que no me pidas que revise de nuevo. —Los lindos
ojos castaños de Cherri se redujeron al sonreír, con su cara redonda que
parecía más redonda cuando se recogía el cabello negro hasta los hombros en una
coleta y luego se lo ponía bajo una redecilla blanca. Ella buscó alrededor de Demi y abrió el agua fría.
—Vas a echar a perder eso. Se supone que tienes que dejar correr
el agua cuando uses el fregadero.
—Eso es una leyenda urbana.
—No, el chico casado que dejó a su familia por su fastidiosa
amante es una leyenda urbana. Esto es solo sentido común.
El cencerro que había arriba de la puerta delantera de la Panadería Caperucita
Roja paró la réplica de Demi. Ambas se volvieron para ver quién había entrado.
—Whoof.
Demi dio un codazo a Cherri—.
Eso es exactamente lo que yo dije cuando lo vi la primera vez.
El lobo de la abuelita que llevaba puesto un Armani guió la puerta
de cristal para cerrarla detrás de él, parando las bisagras para que no se
cerrara de golpe. Unos ojos de un azul pálido oscilaron para encontrar a Demi, conectando con tal impacto
que ella lo sintió por todo su cuerpo hasta los dedos de los pies. Él sonrió.
Todos los recovecos de sus perfectos labios se curvaron levemente,
sólo lo suficiente para suavizar su cara, pero no tanto como para que pudiera
estar segura de su expresión. Él miró alrededor, escaneando su pequeña sala de muestras.
La tienda no era mucho, pero Demi estaba orgullosa del maldito pequeño lugar.
Aún podía recordar el día en que había terminado la escritura de
las ventas, Dulces y Panes garabateado con letras blancas en una panadería y
Caperucita Roja, por otra parte. Había colgado medallas rojas y blancas a rayas
a cada lado en concordancia en la puerta.
Las vitrinas de exhibición formaban una "L" a lo largo
de la pared trasera. Estaban llenas de pasteles, galletas, magdalenas, bollos,
empanadas, dulces casi de todo,
Demi y Cherri los habían hecho. Un
aparador de madera enorme que había encontrado en una venta de garaje se
colocaba al otro lado, mostrando dos pasteles de tres niveles de boda, un
enorme recipiente lleno de diferentes tipos de pan, un par de pasteles de
queso, unos cuantos platos decorativos de diferentes galletas y una marco de
plata con la foto de ella y sus padres.
El Sr. Del traje Armani se detuvo un momento mirando la foto.
Levantó la mano como si fuera a recogerla, pero se detuvo. Se dio la vuelta,
observando la ventana delantera con el cesto de tarjetas apiladas en el fondo,
que contenía tarjetas de visita y folletos apilados en la parte superior, se
dirigió a él. Usando el lápiz junto al libro de notas abierto, él lo firmó.
—Tarde, —dijo Cherri.
Demi le dio un codazo.
Cherri frunció el ceño y se frotó su brazo. Ella articuló —¿Qué?
Demi a su vez articuló —Te lo
diré después.
A lo que Cherri frunció su frente—. ¿Huh?
—Ella dijo que te lo dirá más tarde. —Ambas mujeres saltaron con
la voz masculina, atrayendo su atención en el lobo de la abuelita.
—Lo siento. ¿Usted es? Demi preguntó.
—Jonas. Joseph Jonas.
—Anda. Demi casi resopló. Se detuvo.
—¿Perdón?
—Oh. No. Lo siento. Es sólo que, Jonas, esta en italiano y significa lobo, ¿Verdad?
—Yo no lo sé.
—Creo que sí.
Él frunció el ceño—. Interesante.
—No tienes ni idea.
—Lo que quería exactamente.
Los fríos ojos de Joseph de color azul se movieron hasta unirse con los suyos. Sus miradas
se encontraron y Demi tuvo que recordar respirar. Sus manos se pusieron calientes y
húmedas en un segundo, su cuerpo se calentó rápidamente. Su mirada se redujo a
su boca y ella no pudo evitar la tentación de mojar sus labios.
Él siguió el desliz de su lengua, sus largas pestañas parpadearon,
descubriendo un destello de hambre masculino, que envió un hormigueo delicioso
disparado hasta el fondo de su sexo.
Cherri le dio un codazo a un costado—. Sacude la cabeza, tus ojos
están pegados.
Demi cerró su boca a presión, se
enderezó, secándose las manos en el delantal—. Lo siento. Bienvenido a la Panadería Caperucita
Roja. ¿En qué puedo ayudarle?
Joseph sonrió, y no una de esas
tal vez -pudo haber sido una sonrisa, sólo se formo una mueca en su mejilla-,
Incluso se rió un poco, su mirada se detuvo lejos durante un minuto, su cara
sonrojándose. Perfecto.
Cuando volvió a mirarla, su sonrisa se había desvanecido en una
sonrisa atractiva, fácil. Echó la cabeza hacia un lado, a la derecha, por lo
que el sol, que entraba por las ventanas del frente, se reflejaba en sus ojos
claros y provocó un color plata en su pelo.
—Grandiosa panadería ¿Es tuya? —Tenía una voz de radio, suave y
sexy. A la hora de jazz con la luz de las velas.
Entonces Demi recordó que el “DJ” estaba tratando de estafar a su Abuela para que
le dejara sus tierras—. Creo que usted sabe la respuesta. ¿Hay algo que pueda
conseguir para usted?
Su familiar ceño fruncido volvió, el mismo que había utilizado en la Clínica de ancianos. Su
tono Pícaro mejor que el agua fría.
Él era todo un empresario-rígido—. Sra. Lovato, me gustaría hablar con
usted acerca de una cuestión relativa a su abuela.
Oh, ella debería haber visto venir eso. No era posible agradarle a
la mujer vieja para que le diera sus tierras, así que vamos a tratar de seducir
a la nieta. Bueno, en realidad él no la seducía, más bien era su sonrisa sexy,
su mirada con esos ojos bonitos, el uso de su boca perfecta y sus grandes manos...
Semántica.
—¿Por qué no me sorprende?
—Usted no debe estarlo. Ester y yo hemos sido amigos durante años. Me
preocupo por ella y, francamente, lo hago demasiado.
—¿Preocupado por qué? ¿Que ella venda sus tierras a alguien más?
—Sí. Bueno, en una forma. ¿Hay algún sitio donde podamos hablar en
privado?
Demi siguió su cabeceo sobre el
hombro hacia Cherri y más atrás a Bob que se colocaba en la puerta trasera en
donde se ocupaba de la preparación Maldición, Bob estaba usando sus gafas
oscuras en lugar del parche en el ojo.
Siempre asustaba a los otros conductores, pero el ojo que le
faltaba era sólo una
mala noticia para los negocios.
—Bob, ¿Dónde está tu redecilla? —Su largo pelo rubio fibroso era
una violación
para la salud, a punto de ocurrir.
—Van.
—¿Qué tal tu vestuario? Cherri, dale una mano, ¿De acuerdo?
Cherri miró a Bob y de vuelta a Demi, inclinó la boca—. ¿En serio?
—No. Sólo asegúrate de que sea una redecilla esta vez y no una
bolsa de cebolla
vieja.
Bob mostro su tipo de risa- cáñamo de un niño—. Ya. Obtendré las
cáscaras de
cebolla, mi cabello era una mierda, de acuerdo.
Cherri puso una mano delgada sobre el hombro de Bob y le dio la
vuelta a la sala
de preparación—. Explícame de nuevo cómo tienes esa licencia CDL.
Demi cruzó los brazos sobre el
vientre y miró el Sr. Joseph Jonas a sus ojos azules—.
¿Suficiente privado para usted? Es mejor si se da prisa. El
personal de la tarde
llegara en cualquier momento.
Personal de la tarde en una panadería. Eso fue casi cómico. Buena
cosa que
Demi demasiado tiesa como para
reír.
—¿Ese hombre es el conductor para el reparto?
—¿Bob? Sí. ¿Por qué?
—¿El seguro lo cubre?
—Sí. No es que sea de su incumbencia.
Joseph movió la cabeza, cogió la
chaqueta detrás de sus manos en las caderas. (El
papi en desaprobación)—. ¡Dios!, debe de costarle una pequeña
fortuna para
ese ingenio detrás del volante.
—Bob tiene tres cuartas partes de ingenio, gracias. Y de nuevo, no
es de tu
incumbencia.
—Eres malditamente muy poco responsable.
—¿Disculpe? Muy bien, ya llegué al punto o golpearé los
ladrillos—. Tenía bien
pagados a los empleados como para insultarla. Ella no necesitaba
de este chico.
—¿El punto? ¿Tienes alguna idea de lo que sus decisiones
financieras
irresponsables hacen a su abuela?
—Déjame adivinar, —dijo Demi—. Ella se está preocupando demasiado por lo
enferma que estoy por mantener esta panadería en quiebra, mientras
yo estoy
pagando para que se quede en la clínica de ancianos. Y si, me
preocupo por
ella en todo, así que debo de venderle las tierras para que mi abuela
pueda dejar
de preocuparse.
—Sí. No. Quiero decir... ¿Qué?
—Bueno, olvídelo. No voy a hacerlo.
Las cejas de Joseph saltaron a su cabello—. ¿No quieres?
—Prefiero dejar que el banco tome la panadería y regresar a la
cabaña con mi
abuelita y reducir mis gastos pero no la venderé ni a usted, ni a
nadie.
—¿Por qué no? —Parecía genuinamente sorprendido—. La venta podría
hacerse
cargo de todo, su negocio, los gastos médicos de su abuela.
—Sí, con el precio bajísimo de la felicidad de mi abuela. No,
gracias.
—Si fueras amigo de la
Abuela sabría cuánto ama su cabaña en el bosque. Si,
quiere venderla es para ayudarme, pero no porque quiera deshacerse
de ella. No
voy a hacerlo. Nunca. Ella ya ha entregado todo por mí.
—Fascinante.
—Sin mencionar que ella patearía mi trasero por romper la promesa
de su lobo de
plata. Demi rdo sus ojos.
—¿Qué es eso?
—Nada. No lo entenderías. Las viejas historias de mi abuela que me
decía cuando
era una niña. Y utilizaba para mantenerme en línea y para que me
asustara.
—Suena terrible.
—Sí, y ahora el lobo me necesita para protegerlo. Hablé con
ironía.