Señor Epilogo.
—Así que… ¿diez años?
Mientras avanzaban lentamente por
un bonito pasillo alfombrado, Demi decidió romper el silencio. Joseph aún aferrado a su mano, afianzó su amarre deliberadamente,
tal vez pensando que con esa pregunta buscaba liberarse.
—Diez años—respondió con voz
regia, proyectando la vista al frente o quizás solo buscando escapar de su
escrutinio.
—Es mucho tiempo.
—No tanto—Ella suspiró,
deteniendo su andar paulatinamente.
—Lo es para pasarlo en constante
incertidumbre.
Joseph se volvió automáticamente,
obsequiándole una mirada que ella no supo interpretar. Sus ojos fueron hacia
sus manos enlazadas y nuevamente a su rostro. Se acercó.
—No puedo prometer que todo vaya
a ser fácil, ni tampoco prometer que no cometeré errores. —Avanzó un nuevo
paso, hasta que un centímetro fue lo que los separó a uno del otro. —Eso sería
una mentira…
—¿Y entonces qué quieres?
—A ti. — Demi sacudió la cabeza en una
negación.
—¿Debo conformarme con eso? ¿Con
la certeza de que hoy tienes ganas de tenerme a tu lado y que mañana quizás no?
—Lo soltó—. Lo siento, Joseph…me
gustas, pero lo mío no se da por instantes.
Él maldijo entre dientes,
cogiéndola por la cintura y atrayéndola de nueva cuenta hacia sí.
—No estoy hablando de un
instante, pero tampoco puedo asegurarte la eternidad.
La miró fijamente y Demi se encontró incapaz de
profundizar en sus ojos azules. Pues quizás terminaba confundiéndola, quizás
terminaba por robarle aquella insignificante nota de superación que había
forjado en ese tiempo en que la dejó sola. Aunque su cuerpo parecía querer
arrojar las armas de una buena vez, su mente se mantenía firme. Al menos hasta
ese momento, el momento en que él echaba a perder todo su trabajo con una
simple y estúpidamente, bonita mirada.
—No quiero que hagas esto, porque
terminaré cediendo ante tu pedido y luego tendré que sentarme a esperar el
momento en que lo arruines.
—No pasara.
—Claro que sí.
— Demi —Sus manos fueron a sus
mejillas, mientras en un patético intento de mantener la compostura, ella
retrocedía de su tacto. —Nadie está exento del sufrimiento, esas cosas no se
manejan. Pero puedo y quiero ser mejor para ti, eso es algo que no lograré al
menos que me lo permitas.
—¿Con qué objeto?
—Con el objeto de que de esa
forma, dejaré de sentirme como si algo me faltara. Y quizás, también tu…
—Yo no siento que me faltes.
—Mintió, logrando que él frunciera el ceño confuso.
—No hablas enserio—El amago de un
sonrisa tocó sus labios, aun así ella pudo notar que ni siquiera Joseph podía estar seguro de aquello—.
Y si lo haces, no me importa. Voy a lograr que me eches de menos, incluso voy a
lograr que pierdas la cabeza por mi. —No iba a tener que esforzarse mucho,
pensó Demi con algo de resignación. —O yo lo haré por ambos.
—Eres un idiota.
—Lo sé, pero no deseo ser el
idiota de nadie mas… —Ella sonrió muy a su pesar, pues eso le recordó que Joseph tampoco debía esforzarse para
hacerla reír, o para hacerla feliz —. No te prometo ser el mejor novio del
mundo, pero lo que si puedo prometer es que voy a pasar lo que reste de mi vida
intentando serlo. Tarde o temprano voy a entender de qué va esto y quiero que
tú seas la primera en ver el cambio.
—Palabras de escritor. —Él negó,
haciendo que su cabello se sacudiera con el movimiento. Seguramente no era
consiente de lo guapo que lucía y claro que ella no iba a ser quien se lo
dijera. No más.
—No soy escritor de romance,
cariño. —Su tono repentinamente, se convirtió en algo menos que un murmullo.
—Pero creo que así puedes verlo—Ella enarcó una ceja, no muy segura de
comprender. Joseph le enseñó una
tímida media sonrisa—. Has logrado incluso que me rebajara a citar libros de
amor.
—¿Eso lo sacaste de un
libro?—inquirió sin poder refrenar su curiosidad. Él se encogió de hombros y
una mueca algo aniñada, rompió su falsa ilusión de romance.
—Vamos, no es como si no todo
estuviese dicho en ese campo.
—Claro, no puedo esperar
originalidad por tu parte. — Joseph
alzó las cejas logrando un rostro desconcertado, pero extrañamente adorable.
Una chispa de determinación destelló en sus ojos y Demi no supo como interpretar
aquello.
—Soy de la clase demostrativa, me
gusta ponerle acciones a mis palabras.
—¿Accio…?
Pero fue incapaz de terminar la
frase, pues de un momento a otro su boca se encontró asaltada, por la tibieza y
la suavidad de unos labios que ya tan familiares eran para ella. Labios que
quizás, nunca debieron abandonar aquel acogedor lugar. Donde podían
encontrarse, sin miedos a que alguien lo arruinara con palabras, donde
escribían una historia privada.
Allí era donde se expresaban
libremente y allí era a donde ambos pertenecían.
Instintivamente, Demi envolvió los brazos alrededor de
su cuello recibiéndolo a pesar de las quejas emitidas antes. Su cerebro momentáneamente
se había apagado, dejando el trabajo de absorber todo lo referido a Joseph con sus sentidos. Los cuales se
veían asaltados de tantas maneras distintas; su piel quemando la yema de sus
dedos, su lengua
recorriendo hasta la última
esquina de su boca, su cuerpo presionando los puntos justos, su aroma masculino
envolviéndola a la vez.
Nada en ese contacto podía
ignorarse o despreciarse. Absolutamente nada, pues de ser capaz de graficar un
beso perfecto, ese habría cumplido con todos los requisitos.
—Joseph...—Ella lo sostuvo del rostro, hasta apartarlo con
renuencia de sus labios. Él cerró los ojos reposando la frente sobre la suya en
sendo gesto de rendición, aunque de cierta manera parecía un intento vano de
ignorar su pedido de tiempo fuera.
No lograría pensar si continuaban
de ese modo, él siempre sería capaz de robarle la cordura con sus besos, eso
simplemente no podía cuestionarse. Y no era justo sentirse así, no cuando
quería estar molesta o al menos debería aparentarlo. En cambio ahí estaba,
luchando con cada fibra de su cuerpo que la instaba a finalizar ese contacto, a
profundizarlo e incluso a erotizarlo. Deseaba dejarse perder y envolverse por
las cálidas embestidas de su lengua o por la suave cadencia de sus caricias.
Todo parecía perfecto, todo se
sentía perfecto, como si incluso una melodía completara su entorno jugando de
cortina para su encuentro romántico. Lista para enmascarar cualquier risa
indiscreta, cualquier gemido o sonido fuera de lugar.
Eso le hacía creer que dicha
perfección, se debía a que nada de eso era real. No podía serlo ¿cierto? Porque
esas tonterías, ocurren en las películas o en los libros. No en la vida
cotidiana, no en su vida cotidiana.
—No voy marcharme, no debes
preocuparte por eso. — Demi abrió los ojos entonces, para encontrar ese rostro que
tantas emociones había despertado en ella sin siquiera proponérselo.
Desde una cólera irrefrenable,
hasta dolor e incluso, el iluso anhelo de afecto, cariño o como vulgarmente lo
llaman los poetas, amor.
—Quiero creerte.
—Entonces hazlo.
—¿Y si me fallas? —Se sintió
tonta al decir aquello, exponiendo un temor infantil, irracional. Pues solo un
pequeño, pediría que le juren de algún modo constancia. Ella no quería mas que
eso, pero decirlo tan abiertamente, no había estado previsto.
—Puede que eso pase, como puede
que no. Somos seres humanos y es imposible que no nos fallemos de tanto en
tanto. Pero si alguna vez lo hago, será por ignorancia, no porque quiera
hacerte sufrir—Él asió sus manos, un tanto inseguro de que ella se lo
permitiera—. Se puede aprender a convivir con alguien, Demi, lo que no se enseña es a
aceptar. Desgraciadamente, no puedo cambiar cada aspecto de mi personalidad,
pero puedo buscar acoplarla a ti. Porque de todas las personas que conozco, en
verdad pienso que contigo puedo lograrlo. Y...—Se detuvo un instante, dejando
ir un corto suspiro— Te ofrezco lo que soy, para que te arriesgues a moldearme.
Demi tuvo que apretar los parpados
con fuerza, pero aun y con todo su esfuerzo, no logró esconder esa tonta
lágrima que rodó por su mejilla delatando la brecha que él le abría a su alma. Joseph se inclinó en ese instante y
antes de que la pequeña gota se extinguiera, la atrapó con sus labios.
—No llores, venga, cualquiera
creería que soy terrible para las declaraciones—Ella río suavemente, liberando
una mano para limpiar los vestigios de ese inútil llanto. —Eres hermosa cuando
sonríes.
—¿Eso significa que no lo soy
estando seria?— Joseph la atrajo
hasta su boca, para acallarla de esa forma que solo él podía y sabía hacerlo.
—¡Que niña mas peleadora!
—Oh bien, igual te vuelvo loco.
—Cierto—Le plantó un rápido beso
en la punta de la nariz. —Cada parte de ti, como esta...—Y otro en la
frente—También esta...—Luego la besó debajo de la oreja, haciéndola soltar una
breve carcajada. —Por supuesto que esta...—rozó sus labios—, es la que mas
colado me tiene.
—¿Colado? ¿Ahora hablas
dialectos?
—Es uno de mis tantos
talentos—espetó, sonriendo al estilo sexy y degenerado escritor, que ella tanto
entrañaba.
—Ah. ¿Y qué otro talento ocultas?
—Joseph se acercó hasta su oído
y tras soltar un suspiro que le erizó cada vello del cuerpo, habló.
—Ya te dije que soy un hombre de
acción...
—Pervertido.
—Tal y como a ti te gusta. —Ella
sacudió la cabeza, pero ninguno de los dos se creyó aquella pobre muestra de
pudor.
Tres meses es mucho tiempo, más
cuando esos tres meses los utilizas para extrañar con cada célula de tu cuerpo
a la persona que debería estar a tu lado. Ellos lo sabían, como también sabían
que en cuanto estuviesen a solas, ahogarían cada pecado evocado ese tiempo
separados en la piel del otro.
Él la tomó de la mano, para
emprender una vez más el camino, ella se liberó el tiempo suficiente para
cruzar un brazo por su cintura. Luego dejó caer la cabeza en su musculado
pecho, así como debía ser, así como fue, así como ella se encargaría que fuese
de ahora en adelante.
Suspiró, y un minuto después la
insignificante burbuja de calma reventó.
—Aun no puedo creer que hayamos
perdido— Joseph la miró de soslayo,
para luego encoger un hombro con desinterés—. Realmente creí que esto sería
nuestro...
—A las personas no les gustas los
finales infelices.
—No fue infeliz—Sentenció Demi, captando su atención
automáticamente. —No leíste lo que escribí ¿cierto?— Joseph se detuvo a pensar entonces, luciendo un rostro que
parecía batallar contra sí mismo, al notarlo ella se hizo una idea bastante
nítida de su respuesta.
—No lo hice— Demi enarcó una ceja con suspicacia,
él la aferró con mas fuerza. Al parecer leyendo correctamente su expresión de
molestia. —No porque no quisiera, en realidad moría por hacerlo. Pero sabía que
responderías a mi provocación y no quería pensarte en esa situación, molesta,
escribiendo todas las cosas que no pudiste decirme a la cara. Sé que es de
cobarde, pero de alguna forma lo evitaba para poder tener algo con lo que
acercarme a ti mas adelante. Una excusa quizás, no lo sé. Solo pensaba que si
lo leía, rompería todo lazo contigo y no podía...
En esa ocasión ella fue quien lo
interrumpió a media frase, devorando cualquier replica con un dulce y
comprensivo beso.
—No digas más.
—¿Eh?
—Si sigues por ese camino,
terminaras diciendo algo de lo que no podrás arrepentirte—Él frunció el ceño.
—¿Y qué te hace creer que me
arrepentiría?
—No sé. —Fue su turno de
encogerse de hombros, Joseph
frente a este gesto le dio una pequeña palmada en el trasero, a lo que ella
solo rió.
Caminaron en silencio por un
largo tramo, cruzando el estacionamiento y luego tomando una de las calles
principales de la poblada Londres. Aún envestidos en sus atuendos formales, se
veían bastante ridículos caminando bajo la luz de la luna. Aunque si alguno lo
sintió, no fue capaz de romper el encanto del momento. ¿Para qué? Eso sin duda
llegaría mas adelante, pues era imposible que no pelearan o discutieran por
algún asunto sin sentido. Pero sin ese toque de distinción, definitivamente no
serían ellos.
Al menos eso pensaba Demi, al momento en que le dirigía
una mirada de reojo.
—¿Qué?— inquirió Joseph, sintiendo el peso de su
escrutinio.
—¿Sabes? Creo que escribiré esta
historia. —Él la miró un tanto desconcertado.
—¿Qué historia?
—Esta—Ella se apuntó y lo apuntó,
como para remarcar la obviedad. —La de dos escritores que se ven obligados a
escribir en conjunto, en busca de obtener la nominación al premio más
importante de sus carreras.
—Tal vez tengas que cambiar el
final.
—¿Por qué?
—Porque nadie leerá la historia
de dos perdedores. —Explicó él limpia y llanamente, Demi se mordió el labio pensando.
—Yo no siento que haya perdido
nada ¿Y tú?— Joseph sonrió
conocedor del truco, al que intentaba guiarlo.
—Yo gané el premio mayor esta
noche—La estrechó prácticamente tatuándola a su cuerpo, casi hasta robarle
aquella ultima partícula de aire que todavía luchaba por oxigenar su cerebro.
—Lo mejor es que mi noche, aun no comienza.
—¡Puerco!—Se dejó besar o quizás
ella lo besó, al caso era lo mismo, pues la interrupción corrió por parte de
ambos y el oxigeno faltante, pasó a un segundo o tercer plano en un parpadeo.
—¿Entonces que crees? ¿Es buena idea?
—Definitivamente y ahora que
somos escritores de renombre, sin duda será un éxito. Quizá no obtuvimos el
Nobel, pero si la nominación.
—Y cinco best seller. —Añadió
ella con orgullo.
Joseph asintió sonriendo ante su
felicidad, realmente ¿Qué importaba el premio? Todo lo que quería, lo tenía
entre sus brazos.
—¿Y cómo la llamaras?
—No sé, estaba pensando en algo
como... “Durmiendo con el enemigo”
—No esta mal...—dijo
inocentemente—. Aunque creo que ya hay una famosa película con ese nombre.
—¿La hay?—inquirió incrédula, él
asintió guardándose una carcajada lo mejor que pudo. —Con razón se me hacía tan
familiar. ¿Qué te parece “Carrera al estrellato”?—Él desvió la mirada, incapaz
de dar un respuesta honesta. —Tienes razón, ese apesta ¡Pero ayúdame!
—Hmm
—¡Lo tengo! “Carrera a la fama”—Joseph intentó imaginar un libro con
ese título y le costó mas de lo que podría admitir.
—Carrera no suena bien, quizás
podrías intentar con algo como… vuelo… o tal vez “Camino… a la fama”
—¿Camino a la fama?—Ella frunció
los labios en un gesto de profundo análisis. —¿Camino a la fama?—Repitió, Joseph asintió pues repentinamente el
título comenzaba a sonarle mas atrayente. — ¡No! Ese nombre apesta mas que el
otro… ¿Camino a la fama?— Demi soltó una carcajada, haciendo que la imitara casi por
inercia, en realidad ella tenía toda la razón. —¿Qué tienes quince años?
Piensa, hombre, piensa.
—Lo siento, en verdad no sé que
cruzó mi mente.
—Nadie leería una historia con un
título tan deplorable.
Joseph asintió en acuerdo mientras se
encargaba de guiarla por la acera, ella se veía bastante ensimismada en su
labor de hallar un nombre para su novela. Tanto que ni notaba el modo en que la
gente los miraba, no es como si todos los días el mundo decidiera vestir con
elegancia y presumirlo por las calles. Aunque Joseph sospechaba que la gran mayoría de las miradas, se debían al
vestido demasiado revelador de su compañera.
—Los nombres son difíciles,
seguramente cuando tengas algo escrito podrás darle uno. — Demi lo miró, alzando su delicado
rostro en su dirección.
El brillo del gloss en sus labios
se había perdido, quizás él luciera un buen montón en los suyos propios. No le
importaba, sería un modo de confirmar en la mañana que ella era oficialmente su
novia y mientras la encontrara durmiendo plácidamente a su lado, podría
rememorar aquel segundo en que su sabor a frutillas se fundió con su boca. Se
detuvo en medio de la caminata y sin proponerse nada más que saciar su sed, la
besó, ignorando cualquier mirada ajena a sus deliciosos ojos como el chocolate.
—¿Y eso?—preguntó ella, luego de
un instante.
Tal vez sintiendo la intensidad
depositada en aquel intercambio, o quizás tal vez sintiendo por primera vez
todo aquello que con sus palabras jamás terminaba de transmitirle.
Joseph posó la barbilla sobre su
hombro, respirando lentamente junto a su cuello. Reconociendo su aroma a
melocotones, ese aroma que lo volvía loco desde antes de saber que pertenecía a
Demi.
— Demi …te…—Ella se apartó tan
repentinamente, que él no supo como interpretar su acción.
—¡No lo digas!
—¿Qué cosa?
—Si lo dices arruinaras mi
historia, porque todo se terminara cuando te confieses o digas algo que me haga
saltar las pulsaciones.
Simplemente…—Lo tomó por la barbilla,
mirándolo fijamente a los ojos. —No lo digas. —Joseph completamente confundido, colocó las manos sobre sus
hombros y le sonrió con amabilidad.
—Iba a decirte que tendríamos que
buscar un taxi, la gente nos esta viendo raro.
Instantáneamente ella palideció,
luego sus mejillas cobraron un fuerte tono carmesí y un segundo después,
comenzó a agitar la cabeza asintiendo con exageración. En tanto, buscaba sin
buscar al taxi anteriormente nombrado.
—¿Qué pensabas que iba a decir?
—Nada. —Por supuesto que mentía,
pero era por demás encantadora por el solo hecho de intentar burlarlo.
Demi se volvió en dirección de la
calle, para extender una mano a un vehículo particular. Así de nerviosa estaba
y así de tensa la encontró, cuando la abrazó por la espalda y volvió a
descansar la barbilla sobre su hombro.
—Ese no es taxi, cariño. —Su mano
cayó al costado de su cuerpo como un peso muerto, Joseph sonrió.
—No… el color, me confundió.
—Claro.
—Lo digo en serio.
—Te…—Ella lo miró de soslayo, su
pequeña boca ligeramente entreabierta, casi como si estuviese dispuesta a
terminar aquella frase por él. —Te… creo. —Entonces, Demi regresó su rostro hacia la calle
y él se entretuvo besando su cuello, sabiendo lo que deseaba y no deseaba oír.
— ¿Por qué se arruinaría tu final?
—Allí viene uno. —Joseph le sostuvo la mano,
imposibilitándole detener el carro. —Oye…
—¿Por qué se arruinaría tu
final?—repitió, renuente a aceptar un no como respuesta.
Demi notó la firmeza en su timbre,
así como también notaba sus músculos tensos en su abdomen y la contundencia de
sus brazos cerrados alrededor de sus caderas. Lo observó por sobre el hombro,
no quería decirle, no quería echar a perder las cosas tan pronto. No quería
admitir que en cierta forma, había esperado fuegos artificiales para finalizar
esa noche.
No, porque decir eso sería igual
que mostrarse como una ilusa. Como esos seres de papel que habitan páginas, que
resuelven un problema y que viven felices en la ignorancia de su amor idílico.
Y ella no quería ser eso, pues no podía. Porque la ficción, solo funciona
cuando uno la guía con su mano, sabiendo desde el inicio el destino de cada
protagonista.
—Porque…—Dejó ir una leve
risilla. —Porque las historias románticas terminan con ese cliché.
—¿Cuál?—La presionó él, a sabiendas
que su razonamiento ocultaba más de lo que decía. Demi se encogió de hombros, pensando
que siempre podía cruzarse de piernas con ese vestido y lograr que Joseph se olvidara de las tonterías
que soltaba, cuando no pensaba con claridad.
—Tú me amas, yo te amo… y vivimos
felices para siempre.
—Comprendo.
Fue todo lo que respondió, antes
de hundir el rostro en su clavícula para torturarla con los incontables roces
de sus labios. Ella dejó caer la cabeza sobre su pecho, hasta olvidándose el
porque de su anterior nerviosismo. Era Joseph
después de todo, intentar etiquetarlo dentro de una categoría tan trivial,
sería igual que robarle parte de su encanto. No era del tipo que creía en el
amor, no era la clase de hombre que sabía confesarse o de esos que sirven su
corazón en una bandeja de plata.
Él era un ser humano, uno que
maldecía incluso con elocuencia, que cocinaba como la más experta ama de casa,
que escribía y describía sin necesidad de abrir los ojos, y que lucía
condenadamente apuesto con un par de bóxers como única prenda. Quizás jamás
llegaría a ser el héroe de una historia y muy probablemente sería odiado por el
público femenino, pero Demi se contentaba sabiendo que en lo que respecta a galanes,
ella siempre prefirió al malnacido rompecorazones.
Joseph arrastró sus besos, hasta tomar
con sus dientes el lóbulo de su oreja, le susurró una frase corta antes de
darle la vuelta y regalarle una de sus sonrisitas triunfantes.
—Yo también. —respondió ella,
usando como él dos palabras por demás cargadas de significado.
No fue necesario decir mas entre
ellos, pues hablar sin palabras e interpretar una sonrisa con un único
destinatario, son cosas que desafortunadamente no todos podemos compartir o
comprender.
Bueno…al menos, no por ahora.
Pero las esperanzas, según se dice son lo ultimo que se pierde. Así que a
seguir tomando elevadores, tarde o temprano todos nos toparemos con nuestro
momento Clooney.
Fin.