martes, 10 de septiembre de 2013

Camino a la Fama Capitulo 33











Tercera Persona.

—Eso no salió tan mal—Demi sonrió en acuerdo, mientras enlazaba su brazo al de León y se encaminaban hacia el auto en el estacionamiento—Creí que vomitarías o algo así. ¿Recuerdas cuando vomitabas en las presentaciones en la escuela?

—No vomitaba—Se defendió malhumorada. A veces le daban náuseas y siempre repetía su discurso tres veces, como un disco rayado… pero no vomitaba.

—Ah no, tú te desmayabas— Demi puso los ojos en blanco, una se olvidaba de desayunar un día en la secundaria y el mal momento la perseguía hasta su tumba. — ¿Y este qué quiere?

Ella siguió la dirección de la mirada de su hermano, para encontrarse con Joseph reposando tranquilamente contra una camioneta negra. No tenía idea como había descubierto el auto de ellos, pero se encontraba de pie justo a un lado del mismo. León se puso en modo de ataque y ella sonrió para sus adentros, al verlos más cerca Joseph también se incorporó demostrando que su metro ochenta, valía tanto como el de su hermano. «¡Hombres!»
Demi—La saludó ignorando por completo a León.

— ¿Pasa algo?—Inquirió mientras aferraba con más fuerza el brazo de su hermano. Éste la miró de soslayo y tras un corto enfrentamiento, reculó en su actitud de perro guardián protector de virtudes.

—Pensé que podíamos…—Se detuvo para enviarle una miradita agria a León, estaba claro que a Joseph no se le pasaba por alto la pose arrogante que decoraba su lateral izquierdo—…hablar un momento.

—Sí, claro—Aceptó tranquilamente, buscando un lugar más apartado de los ojos verdes que acusaban cada uno de sus movimientos. Joseph se le adelanto en la idea, aparentemente con un plan ya trazado.

—Tal vez yo podría llevarte a tu casa—Ofreció como quien no quiere la cosa, León avanzó para mostrar que aún estaba allí y que no la dejaría ir con cualquiera tan fácilmente.

—Yo la llevare, así que no será necesario. Gracias—La tomó de la mano y comenzó a jalarla al auto.

—Aguarda—Le pidió en voz baja, volviéndose para hablar calmadamente con él. —León no pasa nada, sé que intentas ser un buen hermano pero es mi colega, no va a matarme y desperdigar mis restos por la carretera. Míralo…—Él le dirigió una fugaz mirada. — ¿Crees que se tomaría todo ese trabajo? —Se encogió de hombros, dando a entender que no lo veía muy probable.
—Fiona dijo…

—Fiona dice muchas cosas y yo soy una chica grande, dame un poco de crédito—León enarcó una ceja confundido, le tenía un miedo de muerte a Fiona o quizás el temor se lo inspiraba Fred, fuese lo que fuese no deseaba ir en contra de sus órdenes. —Solo me llevará a casa y si quieres puedes esperarme allí, si se pasa de listo te daré permiso de que patees su trasero. —Sonrió y fue entonces cuando Demi supo que lo había convencido.
—De acuerdo—Aceptó apartándola un poco para enfrentar a Joseph. —Mantén tus manos en los bolsillos ¿oíste?—El aludido tenía las manos en los bolsillos en ese momento, por lo que la observación fue un tanto hilarante. Aun así ella hizo acopio de su autocontrol, para no sonreír y quitarle crédito a la amenaza de su hermano. —Te veo en casa, hermanita—León besó su mejilla y se alejó a paso lento hacia su carro. Joseph no se movió hasta que él hubo desaparecido de su campo visual.

— ¿Hermanita?—murmuró con un deje de ironía, ella lo observó arrogante.

—Sí ¿Qué pensabas?—No respondió, pero aun así Demi no necesitaba oír lo que pasaba por su cabeza. Sabía muy bien lo que Joseph se había figurado y se sentía orgullosa de por primera vez habérsele adelantado. — ¿Nos vamos?

—Por favor—Con una seña de su mano le apuntó el camino a seguir y en silencio, ambos se subieron al carro que una vez ella supo robar.
Recordando aquel incidente, varias veces se preguntaba ¿Cómo había sido capaz de cometer tremenda locura? Y alguna parte consiente de su mente, pensaba ¿Qué habría ocurrido si él no volvía a hablarle después de eso? No podía contestar dichas preguntas, no podía darse una idea de cómo todos los sucesos entre ellos los habían llevado a ese punto. En donde parecían conocerse pero no respetarse, donde pretendían ser amigos y aparentaban todo lo contrario. Donde ella quería besarlo y al mismo tiempo patearlo, enfadarlo y reírse más tarde rememorando las discusiones.

 Todo entre ellos era demasiado bizarro, a veces uno llegaría a pensar que de telenovela. Y si bien se encontraban con los clásicos problemas, muchas veces ella terminaba por creer que el final feliz no estaba ni remotamente cerca o siquiera fuese posible. 

Aun y con todos esos factores, no pensaba detener lo que ocurría. Ya no podía, Joseph le despertaba sentimientos que prefería ignorar y no quería pensar lo que ella hacía en él. Porque la había buscado ¿no? Se había disculpado ¿Eso significaba que también la necesitaba a pesar de todo?
—Cuanto silencio—El sonido de su voz, la obligó a poner pie en tierra.
—Pensaba.
— ¿Puedo saber en qué?—Lo miró, no tenía problemas en decirle la verdad, en ocasiones le contaba cosas que ni en sueños habría planeado. Pero eso era lo bueno de Joseph, no debía planear nada de antemano con él. Las cosas normalmente salían sin filtros, incluso uno llegaría a creer que demasiado puras para el común de las personas.
—En la vez que te robe el auto.

—No es un lindo pensamiento—masculló él pisando el acelerador deliberadamente. Al parecer aun le incomodaba la idea de que ella pudiese lastimar a su preciado Lexus.

— ¿Y cuál sería un lindo pensamiento?—Se volteó lo suficiente para que notara el destello pícaro en sus ojos, pero por el bien de sus mejillas prefirió no ahondar en ese tema. Si podía adivinar el hilo de su razonamiento, diría que Joseph estaba rememorando su encuentro previo a la conferencia—Cerdo…—Aun intentándolo, no pudo evitar que el calor cubriera su rostro.

Era tan adolescente su reacción, que estando así tenía sus dudas de no estar en una parodia de su vida escolar. Ahora solo faltaba que él la llevara a un lugar apartado y comenzara a besuquearla en el auto. El punto alto de la ciudad con un nombre tonto como “la colina de los besos” o “valle el apapacho”.

—Así que…ese es tu hermano—La casualidad se la había dejado en el estacionamiento, para Demi fue más que obvio que Joseph albergaba sus dudas al respecto.

No podía culparlo ella y León no tenían similitudes físicas, y nadie en su remota existencia pensaría que Demi es hermana mayor de tremendo individuo. Pero así era, no había mentiras de por medio. Los pocos recuerdos que tenia del padre de León, le daban el suficiente respaldo como para decir que su hermano no tenía una pizca de su herencia irlandesa.

—Uno de ellos, sí.
—Parece simpático—Y él parecía el peor mentiroso del mundo, pero ¡Hey! ¿Quién era ella para juzgar?

—Es bueno, simplemente no confía en ti—Joseph se volvió rápidamente en su dirección, como pidiendo una explicación a eso. Demi asintió suavemente pasando de responder, pues ¿Qué sentido tenia echar sal a la herida aun a medio cerrar? Él suspiró regresando su atención a la carretera.

—Creí que me habías disculpado por eso…—Ella frunció el ceño, también fijándose en las casas que dejaban atrás, en los transeúntes en las aceras, en los remotos arboles sin flores. En todo… menos en el hombre a su derecha.
—Yo…—Pero no fue capaz de continuar.

Lo había disculpado o al menos eso creía, en ese instante tan solo quería dejar todo atrás. No pensar en Ann o en lo que ellos pudieron haber hecho en ese hotel, pero la imagen aún estaba nítida en su mente. Y aunque no quería verlo como una traición, le costaba trabajo no sentir un nudo en la garganta cada vez que pensaba en ello. ¿Acaso una disculpa era suficiente? ¿Acaso siquiera merecía una disculpa? Él no era su novio, él no era nada de ella.
Demi.

—Ya olvidemos eso, Joseph—Sonrió, pero el gesto le sentó más desalentador que cualquier otra cosa—No hablemos…de eso.
—Pareces molesta.

—No lo estoy—Se apresuró a responder, aunque quizás demasiado pronto.
—Está bien, no lo estás.
—Bueno ¿Y qué esperabas? ¿Pastel y globos? ¡Dios!—Odió su reacción, odió haber dicho eso pero no pudo callarlo. Se cruzó de brazos, obligando a su vista a no abandonar la ventana.

El silencio se levo entre ellos, como la espesa niebla de las mañanas invernales. Había mucho por decir pero ninguno parecía dispuesto, las palabras solo los metían en problemas, las acciones incluso más. Tal vez simplemente no estaban en condiciones de ser amigos, colegas o cualquier otra cosa. Era triste saber que como escritores podían armar un mundo ideal, pero que no eran capaces de alterar nada en el suyo propio. 

Demi quería perdonarlo, pero se ponía trabas que para ella sonaban lógicas. No sabía lo que quería Joseph, pero estaba casi segura que nada de lo que les ocurría estaba siendo como él lo esperaba.

— ¿Recuerdas que me dijiste que no eras mi personaje?—Él asintió tenuemente, Demi decidió mirarlo. —Si fueses mi personaje, te haría sufrir mucho.
— ¿Por qué?
—Porque me gustaría devolverte el golpe, no sé hacerte sentir al menos una pequeña parte de lo que tu…—Se detuvo antes de terminar de firmar su título en estupidologia. Por un segundo pensó que no le respondería, pero al cabo de unos minutos él pareció entender algo.

—Si fueses mi personaje, te daría algo de empatía—No le agrado oír eso, pues no se consideraba poco empática. —Y te recordaría la bondad que mi personaje te fue robando capítulo a capítulo. Algo así como un momento de superación, en el que comprendes que eres mejor que yo y que por eso debes apiadarte de mí estupidez.

—Es una pena que no pueda escribir tus líneas, a decir verdad te borraría la arrogancia y te pondría más humildad, tal vez entonces mi personaje estaría dispuesta a pensarse eso de tu estupidez innata. Ah y también quizás te haría rubio—Joseph sonrió a pesar de sí mismo y ella fue incapaz de no copiar ese gesto. Casi y comprendió el propósito de emplear la empatía que él había mencionado.

— ¿Qué tiene de malo mi cabello?—Demi lo miró analizándolo brevemente, también quizás tomándose la libertad de verlo en profundidad después de tanto tiempo de abstinencia.

—No tiene nada de malo—Dijo casualmente, para luego tomar una de sus hebras con confianza—Pero supongo que algunos mechones rubios, te darían personalidad.
—Si vamos al caso, puedo pedir que ya dejes de plancharte tu cabello ¿no?—Demi respingó como si acabaran de pincharle las posaderas con un alfiler.
— ¿Estas demente? Si tan solo lo dejara libre, se cobraría la vida de pájaros indefensos que lo confundirían con un nido.
— ¿No crees que exageras? —Le regaló una media sonrisa, típica de un Don Juan consumado—A mí me gustan tus rizos.
—Serás el único—replicó tratando de pasar por alto el cumplido.

Joseph extendió una mano dejándola caer suavemente sobre la suya. Demi sintió sus dedos cerrándose entorno a su palma y casi por inercia, le devolvió el apretón. Él sonrió cuando notó que le concedía aquel acercamiento, pues tenía que ser honesta, no podía estar molesta con ese hombre mucho tiempo. Era desquiciante, pero sin ese rasgo sería un
completo extraño. Así lo había conocido y como una tonta aceptaba que así… le gustaba.

—Este no es el camino a mi casa—Espetó repentinamente, sin reconocer las calles a su alrededor.
—Es que no vamos a tu casa—Lo miró contrariada, él no se dio por enterado.
— ¿Y a dónde vamos?
—A mi casa.
— ¿Por qué?
—Porque tenemos que hablar—Con el ceño fruncido apretó aún más la mano de Joseph, logrando que le diera su atención al instante—No te preocupes, mantendré mis manos en los bolsillos.

Ella soltó una breve carcajada, por extraño que sonase eso había sido lo último en lo que había pensado. No sabía cómo reaccionar frente aquel razonamiento y como pocas veces le ocurría, decidió que era lo mejor. ¿Cuántas veces se había detenido a pensar y terminaba echando todo a perder? Si realmente actuara como un personaje, ese sería el momento preciso en que debía mandar todo al diablo y esperar que producto de un milagro o la mano amiga del escritor, las cosas para variar le salieran bien. Y si no siempre podía, cambiarse el nombre e iniciar una vida nueva bajo el mar.
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Si bien la casa de Joseph no era extraña para ella, aun entrar en ese lugar le sentaba un tanto raro. No había grandes recuerdo allí, tan solo esa vez que se dio a la fuga con el Lexus y tal como él había dicho antes, no era un lindo momento para traer a colación. Se encontraba en su cocina, esperando que su anfitrión decidiera que le ofrecía para tomar. No habían hecho un tour o recorrido las distintas alas de esa enorme casota, contando anécdotas de la infancia o viendo fotos en las paredes. 

Él no había crecido allí y hasta donde ella sabía, el padre de Joseph vivía en la otra punta de la ciudad y todo ese sitio estaba tan vacío como su despensa en época de poca inspiración. Demi no veía el propósito de tener tanto espacio en desuso, pero estaba casi segura que ese era razonamiento de gente rica y por supuesto era algo que escapaba a alguien con sus ingresos anuales.
— ¿Quieres vino?
— ¿No es temprano para vino?— «¿Y demasiado sugerente?» Pensó esa pregunta, pero el pequeño sector neuronal que aun funcionaba en su cráneo la persuadió de soltarlo así sin más.

—Nunca pensé que existían horarios—Reflexionó él pasándose una mano por la nuca, como si realmente aquello lo sorprendiera.

—No esperaría menos de un catador de vinos—Joseph le regaló una radiante sonrisa, antes de acercarse a ella y tomarla por la muñeca repentinamente.
—Ven conmigo.
— ¿A dónde?—La miró por sobre el hombro mostrándose misterioso.
—Ya verás.

Y sin decir más la guió por un escueto pasillo que terminaba frente a una poca iluminada, puerta de madera. Demi aguardó a que él abriera, comenzándose a sentir verdaderamente curiosa al respecto.
— ¿Vas a mostrarme tu colección de muñecas inflables?— Joseph soltó una carcajada fresca, sin un ápice de la común ironía o burla.


—Entra—Ella intentó espiar a través de la barrera de su cuerpo, pero no logró ver mucho del interior. La oscuridad del pasillo, se extendía a ese cuarto también y por un segundo casi pequeñito, se pensó mejor la posibilidad de que Joseph decidiera solucionar todo cortándola en pedacitos. Sacudió la cabeza, casi sorprendiéndose del rumbo que toman los pensamientos de uno, cuando se encuentra frente algo nuevo y oscuro.
— ¿Sabías que el miedo es una respuesta sensible a una situación desconocida? —Él se giró para ofrecerle la más confundida, pero hermosa mirada que ella pudiese esperar de alguien. —Olvídalo—dijo admirando su rostro en las penumbras.

Joseph tenía defectos, Dios sabía que eso era cierto pero cortar a la gente en pedacitos no parecía ser uno de ellos. Demi lo siguió aferrándose a su camisa y entonces notó que debía bajar unas escaleras. La estaba llevando a un sótano.

—Aguarda aquí—Él se le escapó antes de que pudiera pensar algo ingenioso que replicar y para cuando su vista comenzaba a acostumbrarse, las luces en el techo ¿o seria el piso? Bueno en fin, comenzaron a parpadear hasta iluminar el sótano de punta a punta. — ¡Helo aquí!
Ella abrió los ojos como plato, repasando cada esquina elegantemente decorada, con los centenares de botellas acomodadas en precisa concordancia una con otra.
—Este sería el paraíso de mi tío Carl.
—Por esto compre esta casa, era el lugar perfecto para colocar cada uno de mis vinos como se merecían.
—Podrías embriagar a medio Londres con todo lo que tienes aquí—Él se encogió de hombros, emulando por primera vez un gesto honestamente humilde. Ella no se lo podía creer, porque ni siquiera relatándolo con sus propias palabras, habría sido capaz de mostrar correctamente esa parte de Joseph.

—La mayoría fueron regalos y no sé cómo… todo se convirtió en un verdadero reto para mí, tengo vinos de casi todas las épocas. Y algunos de los que vez aquí…—Abrió unas pequeñas puertas de madera a su derecha—Tienen más historias que cualquiera que los haya tocado.

Demi observó las botellas con la misma admiración que decoraba el timbre de Joseph, y sintiendo algo de confianza comenzó a trazas con su índice líneas sobre las etiquetas que la rodeaban por todos los flancos.
—Me gusta…—susurró siguiendo un caminito imaginario, hasta que terminó por toparse con algo que llamó su atención— ¿Esta fecha que significa?— Joseph se aproximó para ver lo que le señalaba y tomó el vino de la pequeña bodega para mirarlo.

—Es el año de cosecha. —Le informó, tras quitarle algo de tierra propia del encierro. —1986…

—Ese quiero beber—Espetó con la decisión ya tomada, pero entonces reparó en que quizás era un vino que él no deseaba abrir, después de todo era parte de una colección. — ¿Podemos?—preguntó algo avergonzada.

—Sí, claro que podemos—Demi sonrió alegremente y él volvió a tomarla de la mano haciendo que un escalofrió corriera por todo el largo de su brazo, como si acabara de soplarle la nuca o susurrado su nombre al oído. Y aunque nada de eso había ocurrido, la sensación estaba allí presente, aun erizándole cada vello del cuerpo.


Por un miserable instante, la idea de solo sentir el calor de su tacto la embriagó. Le gustaba y le desagradaba en dosis similares ponerse de esa forma, pero las malditas palpitaciones de su corazón no querían hacer nada para solucionar su situación. Su presencia la alteraba de formas que no debería y el placer que sentía al pensar en cada uno de sus besos, despertaba como un monstruo dispuesto a devorarse toda su calma. Ya no estaba segura de que aquello fuese tan buena idea, ya no estaba segura de porque repentinamente solo podía pensar en poner algo de distancia.

De regreso en la cocina, ella había adoptado una posición más cautelosa y podía jurar que Joseph había notado aquello. Le entregó la copa sin decir nada y ella bebió incapaz de dirimir un sabor en medio del caos que se desataba en su interior.

Jamás había sabido como relatar esos momentos, aquellos que parecen ser decisivos entre los personajes. Cuando verdaderamente se notan, más allá de sus diferencias, más allá de los sentimientos y solo son ellos como seres humanos corrientes. Desprovistos de armas o argumentos de los cuales valerse, cuando cada frase ya parece haber perdido cualquier significado y todo se reduce a un encuentro de miradas, a una sonrisa o a cada detalle que hasta entonces nunca importó.

—Tal vez…—Y allí estaba, la pequeña conexión tan anhelada.
Joseph la observó esperando a que dijera algo, pero Demi sacudió la cabeza encontrándose en blanco. Quería decirle que mejor se marchaba, que lo perdonaba por todo y que estaba dispuesta a reanudar su amistad. Pero no lo hizo.

—No quiero que te vayas aun—Él leyó sus intenciones en sus ojos y antes de que pudiera responderle, caminó la distancia que los separaban y colocando la frente contra la suya le susurró—: Aun no…
— Joseph…—Pero él selló sus labios imposibilitándole seguir aquella línea de protesta. Demi intentó resistir la urgencia de responder a su demandante beso, pero finalmente terminó por fracasar y dejando ir un suspiró, enlazó sus brazos alrededor de su cuello para permitirse degustar el momento.

Él la tomó por la cintura en un intento de acoplar su altura a la propia, Demi se puso de puntillas incapaz de romper el contacto de sus bocas y Joseph deslizo sus manos inocentemente, hasta terminar su viaje en la curvatura de su trasero.

 Él la alzó en vilo subiéndola a la encimera y ella sonrió cuando su cuerpo golpeó algo que termino por estrellarse contra el piso. Ninguno puso marcada atención a lo que ocurría más allá de ellos mismos, las manos de Joseph jugaban por sus pantorrillas mientras su boca paseaba por su cuello y de regreso a sus labios, bebiendo de ellos hasta la última gota de vacilación. Demi hundió las manos en su cabello, deteniéndolo el tiempo suficiente para saciar sus propios apetitos. 

Delineó los contornos de su rostro palmo a palmo, como si esperara grabar con su boca cada expresión suya y lo escuchó gruñir cuando esquivo uno de sus besos. Pero no pensó en mucho más, había perdido la capacidad de decidir qué camino tomarían las cosas. Y por esa vez le permitió al destino jugar su carta.

Un escritor relataría la escena centrándose en lo que cada uno de los personajes siente. Pero ¿Cómo hablar de un sentimiento que es más piel que otra cosa? ¿Cómo decir que sus caricias prendían fuego cada parte que tocaban? ¿Sería eso incluso suficiente? ¿Sentiría el que lee la pasión que dos cuerpos despiertan? ¿La compartiría?

Joseph no solo la estaba besando, la estaba animando a dejar sus inhibiciones a un lado. Ella no solo lo acariciaba, le estaba demostrando que la confianza podía ganarse. Y más allá de eso que no se decían, estaba lo demás. Los besos pausados en la tráquea, la suave caricia que se colaba por el bajo de su vestido como un investigador silencioso. Las manos ansiosas que buscaban liberar un botón o romperlo de ser necesario, la presión de un cuerpo contra otro, la necesidad y la urgencia de mandar al último pensamiento coherente a unas largas vacaciones.

—Vamos arriba—Demi asintió y ayudada por él descendió de la encimera, con las ropas a medio sacar o a medio poner, dependiendo de cómo se lo mire. Se dejó abrazar por su colega y con una pequeña sonrisa, enlazó el brazo alrededor de su cintura para encaminarse juntos por las escaleras.


Si fueran sus personajes, este sería el momento en que les otorgaría su instante de privacidad. «¡Sí, ya!» 

Camino a la Fama Capitulo 32



Irónico ¿no?

Demi aun miraba la puerta, cuando León salió de la cocina en su búsqueda. No comprendía, simplemente no lo hacía. ¿Había sido real todo aquello? ¿Joseph había estado en su casa para desearle suerte? ¿Qué demonios le ocurría a ese hombre?

No podía pensar con claridad, después de tanto tiempo sin verle la cara la primera impresión que tuvo al encontrarlo allí, fue dolorosa. Sí, aun le dolía verlo. 

No estaba segura de por qué, podía ser porque lucia incluso bien en ropa deportiva y todo sudado, podía ser porque lucia sexy a pesar de todo. Podía ser porque eso confirmaba que él, no estaba para nada afectado por la ruptura de su amistad o lo que sea que ellos tuvieran. ¿Y qué esperaba? ¿Qué hubiera perdido peso? ¿Qué estuviese todo desalineado? ¿Qué de alguna forma su ausencia lo afectara en apariencia al menos? Tal vez esperaba eso, razón que tan solo acrecentaba la sensación de sentirse patética.

— ¡Hey!—Demi sacudió la cabeza y golpeó la mano que cruzaba por delante de sus ojos— ¡Oye!—Se quejó León por su agresividad. Ella no le hizo caso y sin decir nada fue hasta su sofá para colocarse los benditos zapatos— ¿Ese es él? —No le respondió, prefería pensar que nada había cambiado, que aún no se hablaban o veían. Que él seguía pasando de ella, como había sido durante todo el mes— ¡Demi!

— ¿¡Qué!?—exclamó bastante harta de la insistencia de León. Él la observó frunciendo el ceño y ella se vio obligada a salir de su estado zombi come cerebros— ¿Qué?—inquirió más calmada, después de todo nada era culpa de León.

— ¿Qué pasa?—Él tomó asiento a su lado y le sonrió con cara de niño pequeño, Demi le acaricio el cabello como cuando realmente lo era, aunque ya había poco de ese niño travieso en los rasgos definidos y adultos de León.

—Nada.
—Estas mintiendo, pero bien…—Miró la puerta con mala cara— ¿Quieres que patee su trasero?—Ella rió ligeramente, tal vez aun si era un muchachito después de todo.
—Creo que te lo patearía antes de que puedas intentarlo—Realmente lo pensaba, no que León no pudiera defenderse pero Demi veía la diferencia muscular entre uno y otro. Y era inevitable, deducir quien ganaría en ese enfrentamiento.
—Parece un asesino en serie—Apuntó con sarcasmo.
—No seas tonto, es inofensivo.
—Eso es lo que quiere hacer creer, me parece que si no me mató fue porque no tenía donde poner mi cadáver— Demi torció el gesto frente a esa suposición.
—León, no digas esas cosas.
— ¿Acaso no lo notaste?—Inquirió él alzando la voz ligeramente, Demi sacudió la cabeza— ¡Estuvo a nada de sacarme los ojos! Ese tipo tiene una seria cuestión contigo.
— ¿De qué hablas?—preguntó, aunque en cierta forma tenía una idea de lo que quería decirle. Eso no significaba que fuese verdad, o para el caso que León pudiese notarlo en tan escaso tiempo a su lado.
Demi, está completamente puesto por ti.

— ¿Podrías hablar en este idioma? ¡Dios León! Realmente necesitas actuar como un hombre de tu edad—Él rodó los ojos, era como oír el mismo discursillo de siempre.
—Bien chiquilla inocente, lo diré de forma que hasta un niño pueda entenderlo. ¡Ese Joseph, quiere acostarse contigo!

— ¡Claro que no!—Se apresuró a decir, aun sabiendo que León estaba en lo cierto. Al menos lo estaría un mes atrás, en ese momento ella ya no podía precisar nada en lo referido a Joseph.

—Por favor Demi, hizo su pequeño despliegue de macho alfa mientras tú te cambiabas. Creo que piensa que tú y yo…—No acabó la frase y ella tuvo que mirarlo fijamente, para instarlo a proseguir.
— ¿Qué tú y yo, qué?—León se encogió de hombros, como diciéndole “vamos, no te hagas” Demi seguía sin poder captar el mensaje— ¿Qué?
— ¡Oh Demi, venga!
— ¡Explícate!

—Pues… piensa que yo estoy aquí prestándote un servicio, todo él estaba que bullía de rabia al verme.

— ¿Ah?—No era tonta, solo un tanto inocente en asuntos del tipo; hombre + mujer = sexo.
— ¡Dios!—Se quejó él antes de soltar un sonoro suspiro— Joseph cree que tú y yo tenemos algo…—Demi asintió lentamente, esperando porque las palabras le llegaran a la mente y de allí transitaran el camino de la lógica.

Su primer impulso fue hacer una mueca, a esta la siguió un escalofrío por toda la espina y luego finalmente un grito ahogado de horror.
— ¡Oh por Dios!

—Así es.
— ¡Qué asco! ¡Tú y yo! ¿Qué demonios…?—No le cabía en el cerebro esa idea, era demasiado para un día con tantas emociones— ¡Carajo León! No necesito esa imagen en mi cabeza…—Se sacudió un escalofrío—Es imposible.

—Oye, a mí no me hace muy feliz tampoco. Solo te digo lo que vi.
—Tú y ese idiota están enfermos —Sentenció poniéndose de pie. León soltó una gran carcajada antes de imitarla.

—Bueno tal vez, pero lo diferencia entre nosotros es que no puedes deshacerte de mí… hermanita—Le cruzó un pesado brazo sobre los hombros y ella lo miró frunciendo el ceño.
—No tientes tu suerte —Advirtió golpeándolo para que la soltara—Camina.
— ¡Voy!—exclamó su hermano, mientras cerraba la puerta a sus espaldas y se dirigían al hotel donde se llevaría a cabo la conferencia.
¡León y ella! «¡Que tremenda estupidez!» No podía ser posible que Joseph pensara realmente que ella…Agg ese hombre era…sonrió tenuemente. Era un idiota, pero la idea de que estuviese celoso de su hermano, le pintó una sonrisa real en los labios. Una que hace casi un mes no mostraba su cara. Era irónico que la persona que la hubiese puesto en ese estado de ánimo, sea la misma que le devolviera las ganas de reír. Irónico y triste.
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— ¿Cómo se ven las cosas del otro lado?
—Oh ya sabes lo usual, periodistas, cámaras, libretas, un escenario…—Fiona sonrió pasándole las manos por sus brazos, una técnica que según ella eliminaba el estrés—Relájate, lo harás bien— Demi suspiró sin encontrar esa confianza que poseía su amiga.

Antes de bajar del carro de su hermano, se había encontrado con un panorama distinto al que acostumbraba ver en esos eventos. Las puertas del hotel estaban asediadas por jovencitas con libros en sus manos, que a grito de pulmón pedían un autógrafo o una fotografía. Afortunadamente el estacionamiento era subterráneo y eso le dio la oportunidad de evadir a esos fanáticos. Estaba casi segura que ninguno le pertenecía a ella, era una lástima pues se llevarían una gran decepción si pensaban que esa tarde conocerían a Sir Rhone. Demi no era estirada, si debía dar autógrafos lo hacía pero eso rara vez ocurría, por lo que ni siquiera miró a ver si uno de los fanáticos sostenía un libro suyo.

—No estoy nerviosa—Mintió—He hecho esto antes—Y era verdad, lo había hecho varias veces.

Sin necesidad de observar al otro lado del telón, ella podía deducir como se vería todo, incluso algunos de los periodistas podían serles conocido. Si bien sus anteriores entrevistas habían sido más privadas, esta no sería nada que no pudiera manejar. Tenía experiencia, pero eso no significaba que con la práctica las cosas se le hicieras más simples. Aun le sudaban las manos, sentía fuertes palpitaciones y siempre caía en la vieja rutina de imaginarse a todos desnudos. 

No que funcionara, pero las cábalas nunca pueden sobrar. Después de todo había una razón por la cual era escritora y no actriz, no soportaba tener mucho tiempo la atención de cientos de ojos sobre ella. En las lecturas siempre tropezaba en las primeras líneas y debía disculparse apelando a su falta de contacto con los seres humanos, la gente reía y ella finalmente encontraba la fuerza para continuar. Con la prensa utilizaba la técnica de dejar que Ann abriera la charla, una presentación rápida, un resumen de su trabajo previo y una pregunta inicial. Demi respondía todo lo ensayado y las cosas acababan antes de que pudiera

comenzar a sudar como pollo en rosticería «¿Los pollos sudan?» Vaya uno a saber.
Pero en realidad no estaba preocupada, sabía que todo saldría bien. Otras cosas ocupaban su mente y para su desgracia no tenían nada que ver con la conferencia o con pollos. No al menos en ese instante.

—Estás pensando en el idiota ¿verdad?—Fiona era buena, no cabía duda de que sabía leerla.

—Agg…lo sé, no debo—Su amiga sacudió una mano en el aire, restándole importancia— ¿Hay alguien conocido?—inquirió tratando de guiar la conversación lejos de Joseph.

Fiona había estado pululando por el salón, mientras ella aguardaba en la parte trasera que jugaba de reservado, en el que podía “relajarse” o prepararse para la contienda, eso dependía de cómo uno lo quisiera ver. La conferencia iniciaría en unos diez minutos, todo ya estaba dispuesto, las sillas y sus inquisidores, el cartelón con la imagen de la portada del libro, el micrófono que la haría retumbar en los parlantes, haciéndola sentir como una mujer de ultratumba, incluso estaban los vasos de agua a los que debería recurrir cada minuto para mojar su desértica garganta. Todo, menos él.
En cierta forma, se alegraba de que Josh le hubiese informado antes que Joseph no pensaba presentarse. Eso la relajaba, pues no iba a tener que medir sus respuestas o buscarlo entre el público, esperando que dijera algo para ponerla en ridículo. Sabía que él no haría algo así realmente, pero a esta altura ya ni quería especular nada con respecto a su colega.
—Bueno… Fred y León están sentados en primera fila—La presencia de Fred era buen indicio, al menos si alguien la fastidiaba siempre podía enviar a su amigo policía a silenciarlo. La primera fila era para el apoyo emocional, la segunda, tercera, cuarta y teniendo en cuenta la magnitud del evento, quinta y sexta, estarían repletas de periodistas. Los fanáticos no estaban invitados a la reunión, pues se suponía que era la presentación formal… y vetándolos, le daban la exclusiva a la prensa. Aunque a decir verdad en la red se corría el rumor desde antes de que ellos iniciaran, pero Ann y Josh vendían el discursito de la exclusividad y ella no era nadie para discutirles. —También esta Josh, creo que ya lo viste antes.
Asintió recordando el rápido intercambio con él. Josh parecía apenado porque su protegido, hubiese optado por hacer como si ese día no fuese crucial para el libro. Por supuesto que ella no le contó de la visita que le había hecho esa mañana, por alguna razón prefería guardarse eso para sí misma

—Y vi a una gata disfrazada de zorra, anda rondando el escenario y clavando el tacón en todo espécimen masculino descuidado—Ann…pensó Demi con algo de aprensión.
—No hables así—Fiona se encogió de hombros, como si el insulto le pareciera poco.

—Estas en lo cierto, pobres animales no debería compararlos con “cosas” tan desagradables—Demi puso los ojos en blanco, no había caso discutir aquello. Sin importar cuantas razones le diera, Fiona aun la creería una estúpida por seguir trabajando con Ann.

—Mira, simplemente evita sacar las garras en su presencia.
— ¡Eso es ofensivo! ¿Acaso esperas que comparta la pipa de la paz con esa…esa…arrastrada, tanga floja?
— ¡Fiona!—La reprendió.

Demi eres demasiado buena. Deberías haber pateado su bulímico trasero hace años, esto es solo otra razón por la cual ella no te conviene—Frunció el ceño antes de mirarla con resignación.

No podía negar que las palabras de su amiga le dolieran y oírla repetir siempre lo mismo, solo le recordaba la escena del hotel y a Ann abrazando a Joseph «Asco». Todo en su interior se revolvía de odio y en verdad pensaba en patear su “bulímico” trasero hasta hacerla llegar a la Luna sin escalas, pero luego, luego se detenía a ver la imagen mayor y todo perdía fuerza. Y ya ni siquiera encontraba una explicación racional para su repentino pesar.
— ¿Con qué argumento la despido, Fiona? ¿Por qué vio a un hombre guapo y se acostó con él? ¿O por qué tuvo el coraje de hacer lo que yo no?

Demi…—Sacudió la cabeza para que no la compadeciera, ya habían tenido esa discusión y lo único que lograban con eso era despertar esa maldita, puta y desagradable sensación de querer llorar «Realmente ¿Puedo ser más patética?»—Oh cielo, disculpa.
—Olvídalo.
—Es que…odio verte soportarla, porque eso es lo que estás haciendo…soportando todo como siempre. Tendrías que haberle cantado sus verdades, cuando tuviste la oportunidad.

— ¿Con qué derecho? Él no me pertenece, Fiona— ¿Cuántas veces se había repetido eso? ¿Cuántas más tendría que hacerlo para convencerse? Joseph no era nada de ella y Ann, no había hecho nada malo. Sólo vio una oportunidad y la tomó, la misma oportunidad que ella había desechado. ¿Qué caso tenia llorar sobre la leche derramada? Ahora notaba los trasfondos de esa frase tan simple y en cierta forma, comprendía el doble sentido en el nunca antes había reparado—Ya no importa, en verdad—Sonrió—Lo he superado por completo—Su amiga asintió no muy convencida, para ser honesta ni ella misma se había creído.

—Ok chica superada—Depositó una mano sobre su hombro, como un entrenador de futbol listo para dar indicaciones—No es que quiera poner en duda tus palabras, pero hay cierta cosita que ya “superaste” entrando a las doce en punto— Demi giró su cabeza hacia la izquierda, tratando de ver lo que Fiona le apuntaba—Doce en punto linda, esa son las nueve.

—Oh…—murmuró apenada —Jet lag— Bromeó volviéndose por completo sobre su eje.

—Es sexy el condenado, pero tú eres fuerte…recuérdalo—Fiona le palmeó el trasero empujándola en dirección a Joseph, ella la miró como pidiendo ayuda y esta le sonrió antes de perderse al otro lado del telón. «Traidora»

Demi masculló algunas palabritas indecentes hacia su amiga, pero no tenía caso… ella ya la había abandonado a su suerte y el plan de ignorar al hombre que la observaba desde la puerta de emergencia, no iba a surtir efecto.

Ya no llevaba ropa deportiva, aun así no venía vestido como para afrontar la entrevista. Eso extrañamente la decepcionó un poco, pero no se permitió que aquello se viera reflejado en su rostro. No tenía idea que podía estar haciendo allí y una pequeña parte de ella, decidió al instante que no quería saberlo. Soltó un leve suspiro, mejor terminar con el circo antes de que la patética escena de reconciliación llegase a su fin y aparecieran los tramoyistas.

— Joseph…—Saludó nuevamente, o no lo nombraba en todo un mes o lo nombraba dos veces en un maldito día.

—Hola Demi—Caminó hasta ella, pero afortunadamente se detuvo a un seguro metro de distancia. Bien, pensó con satisfacción. Al menos él no tenía la confianza suficiente, como para invadir su espacio personal.
—Pediré que coloquen un micrófono para ti…—Comenzó a darse la vuelta.
—No, no vine a eso—Ella se volvió fingiendo estar confundida, era obvio que él no había ido para eso, pero ¿Por qué no fastidiarlo un poco?

—¿Ah no?—Preguntó mirándolo con ojos grandes e inquisidores— ¿Entonces para qué viniste? —Se golpeó el labio pensando—Ya me habías deseado suerte y…no creo que haya mucho más que hablar…no entiendo.
Demi—La cortó él sin ánimos de entrar al juego, una pena porque de la otra forma ella al menos podía sacarle seriedad al asunto.

— ¿Qué Joseph? ¿Para qué viniste?—En esa ocasión no había nada de humor en su voz, solo la simple necesidad de saber.

—Quería…olvide decirte algo en tu departamento—Ella asintió, sintiendo como un “algo” en su pecho comenzaba a revolotear de forma alarmante. De no haberse dado cuenta antes de que su corazón corría cuando estaba junto a él, se habría hecho revisar por un médico, pues en cierta forma era extraño tanto ajetreo por un individuo.

Y a decir verdad no un “gran” individuo, sino él. Alguien que parecía haber hecho del fastidio personal, un modo de vida.

—Ok… ¿Qué?—Joseph dio un paso más cerca y ella lo retrocedió inconscientemente. No quería mostrarse dolida por algo que en verdad, no debería afectarla. Pero era difícil, porque aunque su mente supiera como eran las cosas, todo el resto de ella parecía ir en contra de la decisión mayor. «No lo sientas, no perdiste nada» Y aunque su voz sonaba convincente en su interior, muchas veces quería preguntarle si realmente creía esa bazofia sacada de un libro de autoayuda.

—Mira Demi…—Él se inclinó en su dirección, bajando la voz deliberadamente—Sé que la cague ¿De acuerdo? Lo que sea que estábamos haciendo, lo arruine aquella noche en el hotel…

—No—extendió una mano para silenciarlo—Eso no importa ¿Sí? Olvídalo.

—No me interrumpas—Le pidió bajándole la mano, él parecía estar sofocándose con sus propias frases y ella tuvo que concederle la palabra a regañadientes. Era extraño verlo hablarle con tanta intensidad, con algo parecido a verdadero deseo de ser escuchado. — ¡Dios!—Se revolvió el cabello antes de plantar su mirada en sus ojos—La cuestión es que…quiero…

—Nada, él no dijo nada. Demi alzó las cejas expectante, se estaba resistiendo con todas sus fuerzas a interrumpirlo pero si no hablaba pronto, mucho no iba a poder hacer respecto a su curiosidad.
— ¿Qué quieres?—Terminó por perder la batalla y preguntó, su paciencia se encontraba al borde de un abismo. Esto no era una película, no podían meter comercial para crear suspenso.
—Pues…ya sabes.
—No, no lo sé.
—Sí, lo sabes.
— ¡Que no!—Él sonrió muy a su pesar.
—Ok, tal vez no…—Aceptó finalmente—Hmm…lo que hice fue bastante infantil y no sé porque lo hice, simplemente quería…molestarte—Ella abrió los ojos como plato, eso era una dosis de honestidad que no deseaba oír. —O sea…no molestarte, molestarte. Solo…quería enojarte tal vez…—La boca de Demi permanecía abierta, aguardando la parte en que decía algo coherente. Porque si seguía así, ella le daría tal patada que arruinaría gran parte del “encanto” de ese hombre.
— ¡Por Dios del cielo, Joseph! Si esto es un intento de disculpa, por favor…préndeme fuego seria más fácil para ambos.
— ¡No! Mierda es que…—Chasqueó los dedos y soltó una leve carcajada—Es que no me sale esto, soy consciente de que no actúe del todo bien contigo. Pero es que hay una parte de mi cerebro, que también te quiere culpar por todo…

— ¿¡A mí!?—Exclamó completamente atónita— ¿Y yo qué hice?
—Nada—replicó él al instante—Es que es eso…tú no hiciste nada.
—Perdona si no consigo tu lógica, pero ¿De aquí a cuando no hacer nada se considerada algo malo?

—No esa clase de nada, es que solo…—Sacudió la cabeza, sin acabar la frase—Olvida lo que dije ¿sí? Eso no importa…
—No, ahora quiero saber.
—Sólo olvídalo.
— ¡Dime!
—¡Bien!—aceptó exasperado—Tú no hacías más que confundir las cosas, cuando creía que avanzábamos al mismo objetivo, te echabas para atrás. Que si, que no, que tal vez…que somos colegas, que no te conozco, que no somos lo suficientemente colegas. No hay un propósito contigo ¿Qué se supone que tenía que hacer? Si nada de lo que me dices es claro…
—Podrías no haberte acostado con Ann—Sugirió mordazmente, él presionó la mandíbula al oírla decir aquello. Pero no había encontrado que otra cosa replicar, en cierto punto Joseph estaba diciendo una muy concreta verdad y eso la había puesto a la defensiva.
—Tienes razón, podría…y también podría raparme la cabeza, mudarme al medio oriente y comenzar el sacerdocio. ¡Eso no quiere decir que vaya a hacerlo!
— ¿Sabes qué? No me importa lo que hagas de tu vida, rápate la cabeza o mejor aún córtatela de cuajo…—Se pegó la vuelta para dirigirse al escenario, Joseph la detuvo antes de que pudiera dar siquiera un paso.
—Aguarda…bien, mal plan. Volvamos a la parte en la que me disculpo Demi
—Déjame Joseph, no hay caso. No podemos hablar civilizadamente—Él negó al instante.
—Eso no es cierto, si podemos—La movió lo suficiente como para que quedaran enfrentados—Vamos, no todo fue tan malo.
—No, no lo fue, pero eso ya no importa.
—Importa para mí—Lo miró sin poder ocultar su sorpresa ¿Qué había dicho? —Mira, puedo intentar darte una disculpa que no vas a aceptar o ambos podemos enfrentar el hecho, de que esto es una culpa compartida—Ella bajó la mirada incapaz de dejarse amedrentar por un par de palabritas de escritor. —Ok ¿70—30?
—90—10…

—Yo creo que lo tuyo fue un poco más de diez…—Contrarrestó Joseph, con el asomo de una sonrisa en sus labios.
—¿Ah sí? ¿Y con quien me acosté yo?—Le recriminó, logrando que él la fulminara con la mirada.
—Bien, 85—15—Demi le sonrió sin querer y Joseph captó su reacción al instante.
Tal vez él si tenía un poco de razón, pero eso no hacía que estuviese menos molesta. Aun así de alguna forma, iba admitir para sí misma que extrañaba tener esas charlas sin sentido, con las que nunca llegaban a nada más que a reírse de ellos mismos.

— ¡Demi!—Ambos se voltearon hacia la voz que la reclamaba.
Ann desde el pie de las escaleras que conducían al escenario, sacudió una mano para indicarle que ya era hora.

—Debo irme— Joseph envolvió sus largos dedos alrededor de su muñeca, impidiéndole marcharse—Tengo que…—Comenzó a decir, pero al mirarlo notó que él aguardaba algo más— Joseph…

— ¿Me perdonas?—inquirió deteniéndole el corazón en ese mismo lugar. Demi no supo que decir, qué hacer… ¿Tenia piernas? ¿O ahora flotaba como una boba gaseosa, insípida, incolora e inodora?
¿Por qué tenía que hacerle esto unos segundos antes de la conferencia? Como si hablar frente a cientos de extraños, no fuese suficiente para su errático y poco confiable corazón.
— ¡Demi! ¡Ahora!—Ella sacudió la cabeza al oír los gritos de Ann, e intentó liberarse nuevamente.
—Debo…
—Dime—Le urgió en un susurro—Al menos déjame ser tu amigo otra vez.
— Joseph…yo no…
—Me comportare como un amigo, no tienes que preocuparte.
—Pero no puedo…—murmuró logrando finalmente deshacerse de su amarre.
— ¿Por qué?
— ¡Demi!—«¡Demonios!» La mente le iba a explotar dentro del cerebro, no podían esperar tanto de ella, no en esa maldita situación.
Demi…—Pidió él aun aguardando a que le diera una razón, para su negativa.

— ¡Está comenzando! ¡Sube!—Y la perra de Ann seguía insistiendo. Nunca antes como en ese instante, deseó tener un clon que fuese capaz de amordazar a esa arpía.

— ¡Un minuto!—exclamó con voz de ultratumba, volviendo toda su atención a Joseph—Lo lamento, pero tú y yo no podemos ser amigos.
— ¿Por qué?—Ella lo miró por largo rato, tratando de descifrar la respuesta a esa simple pregunta en algún lugar de su rostro.

— ¡Si no subes, iré por ti!—Puso los ojos en blanco y dejando ir un amplio suspiro, amarró a Joseph por el cuello de la camisa y lo besó tomando ella la iniciativa, por primera vez en todo el tiempo que se conocían.

 Sin palabras o una mirada de advertencia, apretó sus labios contra los de él un infinito, sensual y acogedor segundo, para luego soltarlo pretendiendo que aquella acción era de lo más normal.
—Porque no podemos ser amigos ¿comprendes? —Él asintió lentamente, quizás tan confundido como ella por el reciente suceso.
—Estoy empezando a comprender—Y en esa ocasión, fue Joseph quien la amarró por la cintura para demostrarle como se daba un verdadero beso arrebatador de conciencias.

—Ok…—Susurró cuando hubo recuperado la cordura, palmeó su pecho y él la dejo ir.

Demi sonrió como idiota, mientras dificultosamente intentaba encaminarse hacia el escenario con un paso que bien podría atribuírselo a un ebrio de oficio.
—¡Demi!—Miró por sobre su hombro, sintiéndose aun obnubilada—Esta vez, no te puedes escapar—Le recordó Joseph desde el punto donde ella lo había dejado.

—No pensaba hacerlo—Le respondió suavemente y en ese instante el telón se descorrió lo suficiente para dejarla pasar. Ann le echo una rápida miradita de soslayo, mientras subían por las escaleras hacia el escenario. Pero Demi estaba en la décima nube, esa que estaba reservada para los idiotas, y no se detuvo a pensar que tal vez su agente los había visto besándose. No le importo tampoco, aun sintiendo el aroma de Joseph a su alrededor, poco le importaba el resto del mundo o los “gatos” que en el habitaran para el caso.

Se dejó caer en su silla y enfrentó a su público con una amplia sonrisa, las manos se alzaban aquí y allá con preguntas llenas de curiosidad. Tan solo esperaba que nadie le preguntara ¿Qué se estaba inyectando? Porque sería incapaz de ocultar que cierto hombre en la parte trasera del auditorio, era mejor que cien vueltas de heroína y crack juntos. 

Él le regalo un guiño y ella tuvo que sacudir la cabeza para enfocar la mente. Por su bien, debería ignorar esa chispa de satisfacción que aparecía en esos indecorosos ojos azules. No quería hacerse ilusiones al respecto y por sobre todo, no quería aparecer sonrojada en televisión nacional. Pero era imposible no soñar despierta, cuando todo Joseph parecía estar al pendiente de cada uno de sus movimientos.


Dios la ampare y la cuide, esa sería una larga y tortuosa conferencia. Aun así, el final pintaba un panorama por demás alentador.