lunes, 22 de julio de 2013

Marido De Papel Capitulo 26





Dane tardó dos días en dar con Demi en una pequeña pensión a las afueras de Houston.

 Durante ese tiempo, Joe perdió sueño y se torturaba pensando en todo lo que podría haberle pasado a su vagabunda esposa embarazada, lo que no mejoró su temperamento ni su angustia.

Cuando Dane lo llamó, ya había salido luna y no tardó casi nada en llegar a todos la pensión de la Sra. Harper, pero cuando llegó a la puerta principal y se bajó del coche que había alquilado en el aeropuerto, no sabía muy bien qué decir. 

Miraba la casa blanca con anhelo y aprensión. Su esposa estaba allí, pero ella no lo quería. Había tratado de divorciarse de él, se había trasladado aquí y había hecho un gran esfuerzo para borrarlo de su vida. Ni siquiera le había dicho nada de su embarazo. 

¿Cómo debería hablar con ella, ¿qué tenía que decirle para que le perdonara por todo lo que le había hecho sufrir y por la forma en que la había tratado?

Salió del coche y se acercó a la casa lentamente, arrastrando los pies, porque tenía miedo de lo que pudiera pasar. Se acercó y llamó al timbre. Una anciana, sonriente y regordeta, abrió la puerta.

—¿Puedo ayudarle? —pregunta educadamente.
—Soy Joe Jonas —dijo, en un tono moderado—. Creo que mi esposa está viviendo aquí. Se llama Demi.

—¿La Srta. Jonas es su esposa? —preguntó, desconcertada—. Pero estoy segura de que dijo que no estaba casada.

—Está bien casada, —respondió, acordándose, demasiado tarde, de quitarse su sombrero Stetson, de color crema, y dejarlo colgando de su mano. Me gustaría verla.

Ella se mordió el labio, frunciendo el ceño.

—Bueno, en este momento no está aquí —dijo—. Se fue a ver esa nueva película de aventuras al centro comercial, con el Sr. Coleman, eso es.

Su mirada era ligeramente homicida.
— ¿Quién es el Sr. Coleman? —pregunta brevemente.

—Vive aquí, también —dijo tartamudeando nerviosa por el oscuro resplandor de sus ojos—. Es un joven muy agradable…
—¿En qué centro comercial y que película es? —exigió.
Ella se lo dijo. No se atrevió a ocultárselo.

Rodeó su coche, cerrando la puerta con un portazo y haciendo patinar el coche, mientras se incorporaba a la calzada.

— ¡Oh, querida, querida, —murmuró la Sra. Harper—. Me pregunto si debería haberle dicho que David tiene once años…

Sin se consciente de la hora, Joe llegó al centro comercial, aparcó el coche y fue directo al cine. 

La suerte quiso que la película hubiera terminado en ese momento y la gente empezara a salir por las tres puertas de la sala. Estuvo pendiente de todo el mundo, hasta que vio Demi.

Ella estaba hablando con un niño pequeño, que llevaba una gorra de béisbol, con la cara animada y sonriente. Su corazón saltó cuando la vio salir del gran edificio. 

Él amaba. Sinceramente, no había reconocido. Su corazón se aceleró desenfrenadamente, pero sus ojos empezaron a brillar, tranquilos, atentos y con adoración.

Demi estaba demasiado lejos para ver su expresión. Pero lo descubrió inmediatamente y se detuvo a pensar cómo la había descubierto. El muchacho estaba diciendo algo, pero no lo estaba escuchando. Su rostro estaba pálido.

Joe se acercó a ella, alerta ante cualquier movimiento repentino. Si trataba de correr, la detendría antes de que consiguiera dar tres pasos.

Pero ella no corrió. Levantó la barbilla, como si se preparara para la batalla y sus manos apretando el pequeño bolso contra la cintura de su falda vaquera.

—Hola, Demi, —dijo cuando llegó a su altura.
Ella lo miró con recelo.

—¿Cómo me has encontrado? —preguntó.
—No he sido yo. Lo hizo el detective de la agencia.
Se puso más pálida todavía.


—He firmado todos los documentos necesarios, —le dijo secamente—. Eres libre.

Mi Adorable Rebelde capitulo Final





A veces Marty es un gran idiota — Continuó Joseph —. Si mal no recuerdo. 
Fue él quien saco a relucir el nombre de Swiss Kriss Yo estaba casi dormido. 

Y lamento no haber corrido en tu defensa, pero, francamente, no me afecta demasiado lo que diga la gente. 

En lo que a mí respecta, la gente puede tener todas las locas opiniones que se le antoje.

Joseph estaba ahora tan cerca que tenía la certeza de que podía oír los latidos de mi corazón. Todo lo que decía caía sobre mí en oleadas oscuras. Pensé en la conversación que había escuchado… 

¿Qué había dicho el con exactitud? No demasiado. Fue Marty el que habló la mayor parte del tiempo. Pero yo enseguida culpe a Joseph de todo.
Levante la vista hacia él.

— Oh, Joseph — dije desanimada —. Lo siento. Supongo que… no pude olvidarme de tus bromas acerca de ser la hija del director…

— Demi. — Joseph me acarició la mejilla. — Es difícil no hacerte bromas. Eres la persona de quien uno más puede burlarse en el mundo…Te enojas con tanta facilidad…— 

Extendió la mano y la llevo un mechón de mi pelo detrás de mi oreja. — Nunca pensé en ti como si solo fueras la hija del director. ¿Cuándo vas a aceptarlo?

Sentí que se me agrandaba el corazón.
—Supongo…supongo que estoy empezando a hacerlo en este mismo instante.

Ahora bien, ¿quieren explicarme algo que nunca puede entender? ¿Por qué, en las novelas románticas, los protagonistas se unen justo cuando el aspecto de ella es de lo peor? En Lo que el viento se llevó, Rhett le revela su amor a Scarlett cuando ella está toda transpirada y llena de hollín, mientras Atlanta se incendia. 

En Rebeca, Max se declara a la narradora justo después de haber paseado en el convertible de él, cuando tiene todo el pelo hecho una gran maraña. Son libros, ¿verdad? Es ficción, ¿No es cierto? Es todo inventado del autor. Entonces,

 ¿Por qué no hacer que el gran momento llegue cuando el pelo de la protagonista está en un buen día y ella se vea elegante? Por ejemplo, habría sido mucho más conveniente para Joseph besarme en el gimnasio, cuando yo estaba maquillada y tenía puesto mi vestido negro.

 Pero una no puede elegir donde van a ocurrir las cosas y, si se pasa la vida planificando, puede ser que nunca sucedan.

Miré a Joseph un segundo y luego me acerqué y lo besé. Pareció sorprenderse, pero al cabo de un instante ya me estaba devolviendo el beso. Le rodeé en cuello con los brazos. 

Todo era igual al recuerdo de lo que había pasado aquel día junto a la escalera. Sentí vértigo, el mundo giró lentamente debajo de nosotros. Y los brazos de Joseph temblaron como si él estuviera muy nervioso. O muy feliz.

Entonces me di cuenta de que tal vez esa fuera un mejor ocasión que cualquiera otra que se hubiera dado en el Baile de Otoño. Por cierto, las estrellas que brillaban en el jardín junto a la piscina de Pat eran mil veces más relucientes, y más hermosas, y más reales.
Te amo yo también te amo.

Fin



Mi Adorable Rebelde capitulo 41




Oye, Joseph — dijo —. ¿No vamos a entrar?

Joseph sacudió la cabeza mientras le daba a una chica un vaso de papel lleno de ponche y le dedicaba una de sus sonrisas relampagueantes.

— No — dijo —. Pat y yo decidimos que nos quedaríamos aquí afuera.
— Pero…

— ¿Alguien quiere más ponche? — gritó Joseph, y enseguida se vio rodeado de gente que sostenía en alto sus vasos. Le dirigió a Pat una sonrisa por encima del hombro.
— ¡Demi!

Me di vuelta. Katie estaba detrás de mí. Gus permanecía a su lado. Estaban tomados de la mano.
— Pensé que te sentías mal.

— Así fue — dije simplemente. Saludé con la mano es dirección a Gus. — ¿Qué paso? — le pregunté a Katie en voz baja —. Esperaba encontrarme con un caos total.

—Ya se — contestó Katie. Bajando la voz. — Cuando Gus y yo llegamos, había unas pocas personas en la casa y muchas atrás, junto a la piscina. Pero después vino Joseph y los obligó a todos a salir y poner en orden esos tachos de basura en el porche.

Fruncí el ceño. ¿Joseph poniendo en orden tachos de basura? Yo había pensado que no le importaba lo destruida que quedara la casa…Creía que esa era la razón por la cual quiso que la fiesta se organizara allí.

— ¿Demi? Hola — dijo Katie haciendo castañear los dedos delante de mi cara —. ¿Todo bien? Estas como flotando en el espacio.
Sacudí la cabeza para aclarar las ideas.
— Solo pensaba…

— ¿Qué paso entre tú y Alex?
Le aparte el brazo.

— Te lo cuento más tarde — dije —.Tengo que hablar con Joseph.
Me di vuelta, pero Joseph ya no estaba en el Porche. Mi mente daba vueltas. Yo no sabía que pensar ni que sentir ni que iba a decirle a Joseph cuando lo encontrara. 

Pero me abrí paso entre la multitud y al hacerlo, choqué contra Swiss Kriss y le hice derramar su ponche sobre su perfecto traje de duende.
Lo encontré en el patio de atrás, con una red en la mano, sacando vasos de plástico, colillas de cigarro y otras basuras de la piscina. E

l hecho de verlo hizo resurgir en mí el terrible dolor que había sentido al oírlo hablar con Marty. No dejes que te engañe, me aconseje por debajo. Me había equivocado al confiar en él antes…No iba a volver a bajar la guardia.
Me detuve junto al borde de la piscina.

— Bueno — empecé — ¿Qué significa este repentino acto de limpieza?
Levantó la vista brevemente; sus ojos verdes relampaguearon.
— ¿De qué hablas? Hay unos vasos en la piscina y, como puedes ver, los estoy recogiendo.

— Oh, y supongo que esto tiene algo que ver con tu acto del señor mago— dije con brusquedad—. Estás tratando bien a Marea Alta Pat para que te permita saquear su bodega.
Joseph frunció el ceño.

— Te estás equivocando, Demi. Sé que no cuento con tu aprobación, que ni siquiera me acerco a tu tipo de vida acorde con tus principios, ¿pero tengo que disculparme por limpiar la piscina de alguien?
Levanté las manos al aire.

— ¡Como si esto se tratara de limpiar! Vamos Joseph, oí tu conversación con Marty. Sé que lo de esta fiesta fue idea tuya, sé que planeabas arrasar el lugar. Y sé…

Las palabras no lograron seguir saliendo de mi garganta.
— ¿Sabes qué? ¿Qué fueron exactamente lo que me oíste decir a marty?
La cara me ardía. Trate de controlar la respiración.

— Que Estabas planeando convencer a Pat de que te dejara en la bodega. Que…que…

— ¿Qué? — quiso saber Joseph, y apretó la mandíbula.
De repente, los ojos se me llenaron de lágrimas.
— Que te habías… quedado hasta tarde con Swiss Kriss…
Joseph torció la boca.

— ¿Qué había hecho qué?
Se incorporó y comenzó a acercarse a mí, pero extendí una mano para mantenerlo alejado.

Las lágrimas habían comenzado a deslizarse por mis mejillas. Una parte de mi quería volver corriendo a casa, pero también necesitaba seguir hablando.

— Me enloqueció pesar que de veras me estabas tomando en serio. Quiero decir, todo lo que hiciste fue insultarme y agredirme desde el principio. Para ti, solo soy un enorme estereotipo. Solo porque soy la hija del director, tú deduces…

— ¿Yo deduzco? ¿Yo deduzco? — Joseph me agarró el brazo. — que yo sepa, eres tú la que ha estado haciendo deducciones todo el tiempo.
— ¿Qué dices? — Pregunté, soltando mi brazo.

— Digo que, no importa lo que haga, siempre me consideras una especie de criminal. Te preocupas demasiado que la gente te vea como una chica seriecita porque eres la hija del directo.

 Pero tú, solo porque a veces me guste divertirme y organizar algunas picardías, tienes que pensar lo peor de mí. — Joseph respiraba en forma entrecortada. Sus mejillas ardían. 

— Oyes unas pocas palabras fuera de contexto y te dejas llevar por eso. ¿Acaso se te ocurrió preguntarme a mi que pensaba después de oírme hablar con Marty?
Me sentí avergonzada.

— Bueno…yo… 

Mi Adorable Rebelde capitulo 40




Joseph me estudio un momento un momento.
— ¿Quieres bailar?
— No, Gracias.

Él sonrió vacilante. El traje oscuro y la camisa blanca hicieron que su sonrisa pareciera especialmente luminosa.

Me temblaba la mano. Dejé a un lado el ponche y empecé a alejarme.
Joseph me tomó del brazo.

— ¿Qué pasa, Demi? — Preguntó con suavidad—. ¿Estás… estás enojada por que vine con Swiss Kriss? No te pongas celosa. Se te ve…
— No es Eso — Susurré en seguida.
— ¿Entonces qué es?

No pude Contestar. De repente se me había nublado la vista. Todas las luces brillaban mientras mis lágrimas estaban a punto de caer. No voy a llorar, me propuse con firmeza, y miré el piso.

— ¿Demi? — Insistió Joseph. Puso su mano bajo mi barbilla.
No me toques, pensé, pero levante la vista pese a mí. Vi que descubría mis ojos llenos de lágrimas y que fruncía levemente el ceño.
— ¿Demi? —repitió.

Me Incliné hacia él. Parecía tan sincero que, de pronto, quise contarle todo lo que me preocupaba.
— Es sobre…

— Me encantó nuestra conversación telefónica, Demi — dijo Sonrisita vivazmente, surgiendo de la nada con Alex a su lado. Sonrisita era uno de los acompañantes, lo cual resulta una absoluta ironía, pero no importa. Me dedicó una gran sonrisa imbécil y se alejó.

— Hola, Joseph — dijo Alex con naturalidad —. Demi, ¿Vienes conmigo?
Lo miré en medio de una bruma. Mi instante de intimidad con Joseph de golpe pareció muy lejano y completamente irreal.
— Oh… sí.

— Demi… — empezó Joseph.
Enlacé mi Brazo en el de Alex. Sin Mirar a Joseph.
— Te veo más tarde — le dijo Alex por encima del hombro.
Miré mi reloj. Habíamos estado cuarenta minutos en el baile. Parecían cuarenta horas.

— ¿Quieres ir a casa de Marea Alta Pat después de que comamos algo? — preguntó Alex.

Sacudí la cabeza.
— En realidad, no me siento muy bien — murmuré —. ¿Podrías llevarme a casa?

Ya en casa, saqué todo el maquillaje, me puse el equipo de gimnasia y me uní a mi familia para compartir una cena tardía.

Permanecí en silencio, ignorando las miradas que me dirigían mis padres. No dejaba de pensar en la fiesta de Pat. Una parte de mi quería ir allí para controlar en persona los daños y prejuicios. ¿Pero cómo podría hacerlo? 

Que fuera la hija del director no me convierte en una completa ingenua.
Suspiré estaba extendiendo la mano hacia la ensaladera cuando Debbie, súbitamente, golpeo su bandeja con el puñito.

— Ve — dijo.
Dejé caer la cuchara en la ensaladera e intercambié una mirada con mis padres.

— ¿Dijo algo? — preguntó mama en tono esperanzado.
— No se — contestó papa, mirando a la beba con atención—. Debbie, ¿dijiste algo, tesoro?

—Ve — repitió Debbie.
Sentí que un trozo de cerdo asado se me quedaba atascado en la garganta.
— Vuelve a decirlo — Pedí en voz ronca.

— Ve — Dijo Debbie, obediente. Anne le dio unas palmaditas en la espalda.
El corazón empezó a latir con violencia. Reconozco un presagio cuando me lo ofrecen.

— Tengo que ir a un sitio — dije, mientras me levantaba.
Papá pareció sorprendido.
— Pensé que te sentías mal.

Pero mamá se limitó a mirarme y luego miró a Debbie.
— Creo que está bien que vaya — dijo en tono ligero —. No vuelvas muy tarde.

— Pierde cuidado — dije.
Besé la frente de Debbie, Tomé mi Campera y me dirigí a la puerta del frente. Estaba corriendo incluso antes de llegar a la calle.


Está bien, mirando de forma retrospectiva, resulta evidente que al menos debería haberme puesto un poco de lápiz labial antes de ir a casa de Pat. Pero sentí que estaba en juego temas más importantes que la mera belleza. 

Además, la belleza es una cosa y mi apariencia era otra. Tenía la cara blanca como la leche, sin una gota de maquillaje, cosa que probablemente hacia que mis ojos parecieran más grandes y asustados que nunca. Llevaba pantalones grises de gimnasia, un suéter desteñido que había

sido de mi abuelo, y una gorra de béisbol roja aplastada sobre mi pelo, que todavía tenia un montón de spray. ¿Se lo imaginan? ¿Pueden ver que escandalosa estaba? Bueno, ahora imaginen quien fue la primera persona que vi cuando llegue resoplando a la casa de lo Marea Alta. Swiss Kriss.

Estaba paseando por el jardín de adelante en medio de unas decientas personas. Fruncí el ceño ¿Por qué estaban todos en el jardín y no en el interior de la casa? ¿Había llegado la policía y los obligado a salir? Pero ni, esa multitud se veía demasiado tranquila.

Me abrí paso entre la gente hasta poder llegar al porche. Joseph estaba en mangas de camisa, llenando vasos de un ponche misterioso. Pat se encontraba junto a él.
Teddy Inman subió los escalones del porche

Mi Adorable Rebelde capitulo 39




Creo que, en este momento. Pat haría cualquier cosa que le pidiera.
Marty bufó

Es cierto fue alucinante la forma en que aceptó enseguida tu sugerencia de que hiciéramos una fiesta en su casa. Podrías ser mago profesional, ¿sabes?

Me mordí los labios ¿De modo que la fiesta había sido idea de Joseph?
Si así soy yo. Joseph volvió a bostezar Caramba estoy cansado
¿Te quedaste hasta tarde con Swiss Kriss?

¿Swiss Kriss? El solo pensarlo me hizo sentir un nudo en el estómago. No pueden creer que Joseph fuera a quedarse hasta tarde con Swiss Kriss.
Hmmm…

En fin, ya sé que no podrías haberte quedado hasta tarde con Demi continuó Marty Se acuesta a las ocho o algo por el estilo. ¿Verdad?
Hmmm

Mi mente era un torbellino. Esperé unos segundos que Joseph lo contradijera, pero todo lo que oí fueron unos murmullos y algo de risa.
No necesitaba oír más. Me apresuré a recorrer el vestíbulo en dirección a la escalera con el corazón desbocado. 

Había ido a confirmar que Joseph no planeaba aprovecharse del muchacho menos popular de la escuela , y descubrí en cambio algo mucho peor de lo que había imaginado Se acuesta a las ocho o algo por el estilo 

Las palabras retumbaban en mi cabeza ¿Por qué Joseph no se lo había contradicho? Me había asegurado que no se había estado burlando de mí. Pero lo que oí no eran burlas…porqué yo no estaba cerca para que se rieran de mí. Lo que oí fue un dialogo tranquilo racional y despreciativo acerca de mi.
Hasta tarde con Swiss Kriss…

Jamás debí confiar él, jamás debí olvidar aquella conversación que él y Mary habían mantenido en la puerta del baño. ¿Cómo pude permitir que me gustara alguien que se aprovecha de Pat de esa manera? ¿Cómo pudo gustarme alguien que se aprovecharía de mí?

A las siete en punto del día del Baile de Otoño, Alex Chase llegó a mi casa, muy elegante con su traje azul marino y, en lugar de un ramillete, me dio una caja con un ratón muerto adentro.

 Está bien, está bien, no era realmente un ratón muerto; era el ratón de imitación con el que juegan el gato de la familia Chase. Miré fijo el ratón, mientras Alex se reía a carcajadas; luego corrió hasta el auto en busca de las flores verdaderas. Oh, fue algo de veras distinguido, puedo asegurarlo.

Mi madre nos sacó una foto en el porche delantero, parados uno junto al otro. Vi que, enfrente, Joseph subía a su auto.

— Oh, mira, ahí está Joseph — dijo Alex —. ¡Hola, Joseph!
Él miro en dirección a nosotros e hizo un ademán de saludo. Yo no dejé de mirar a otro lado.

Llegamos al baile y la primera persona que vi fue a Swiss Kriss. Llevaba un vestido corto de terciopelo rojo con piel blanca en el cuello, el ruedo y las mangas. ¿Dónde encontraba esa ropa?

 ¿Tendría a un anciano que trabaje en los Alpes pera mayor gloria de vestuario? Había recogido su pelo rubio en un gracioso rodete en la base de la nuca y, no obstante la opinión de Joseph sobre las chicas que llevaban el pelo recogido, se le veía estupendo. Le enmarcaba la cara el número exacto de rizos. Su piel parecía terciopelo, sus labios eran rojos como su vestido… Me sentí una bruja a su lado
.
La primera persona que vio Alex fue a Juliet Miller, y se apresuró a correr hacia ella para llevarle un vaso de ponche. Suspiré y fui en busca de mi propio vaso de ponche.

Permanecí solitaria junto a la ponchera, sintiéndome invisible, como un fantasma de bailes pasados. El gimnasio estaba estupendo. Habíamos armado un enorme pabellón de telas oscuras con estrellas que cubrían las paredes. Algunas cabras un poco cursis poblaban las escenas aquí y allá, pero hasta ellas lucían bien en el medio de la suave iluminación.

Miré a mi alrededor en busca de alguien conocido. Rose pasó flotando del brazos de Brad Hopkisn. Me dedicó una gran sonrisa y un gesto de saludos; evidentemente se sentía generosa para reconocerme.

Un momento después, localicé a Katie no muy lejos, en la pista de baile. Llevaba un vestido corto azul con algo así como lentejuelas cosidas en la tela. Tenía aros brillantes en forma de estrellas. Su pelo color trigo parecía platinado bajo aquella luz, y el vestido era del mismo color de sus ojos. Gus la miraba con reverencia.

Me sorprendió mirándola y levantó ligeramente las cejas. Yo conocía ese gesto. Me estaba preguntado si necesitaba compañía. Sacudí la cabeza.
Pat también estaba allí, con un traje demasiado chico. 

Había venido solo. Sentí compasión por él. El Baile de Otoño no era un acontecimiento para ir solo. Aunque supuse que yo también puede haber estado sola, teniendo en cuenta la atención que me prestaba Alex.

Swiss Kriss pasó con un revoloteo de su vestido de terciopelo.
— Por supuesto, Joseph y yo estaremos allí — le estaba diciendo a alguien —. Joseph lo planeó todo.

No pensé que pudiera experimentar una opresión en el pecho más grande aun, pero en ese momento sentí como si estuviera llena de nudos. Joseph y yo. Como si fueran una pareja formal. Recordé la conversación telefónica que había escuchado a hurtadillas. Joseph decía:

La chica a quien quiero invitar nunca aceptaría. ¿En verdad pensé que alguna vez se refería a mí? Por supuesto, hablaba de Swiss Kriss. Ella jamás iba a interferir en sus planes con respecto a la fiesta de Marea Alta Pat; con ella, no tendría que preocuparse de que era vigilando.

Levanté la vista hacia las estrellas del pabellón. Había pasado horas pegando esas estúpidas estrellas, imaginado como una idiota que esa noche seria maravillosa y romántica.
— ¿Tienes tortícolis?
La voz de Joseph en mi oído.
— ¿Qué?

Él sonrió.
— Estuviste mirando el cielorraso tanto tiempo que me preocupé, pensé que el cuello te había quedado duro.

Me di vuelta y me serví otro vaso de ponche.
— ¿Dónde estuviste ayer? — preguntó Joseph — Te llamé, pero tu mamá dijo que no estabas en casa.


— Entonces no estaba en casa — respondí, lacónica.